viernes, agosto 11, 2006

Cómic en la Semana Negra de Gijón 2006 (y III): El hijo pródigo.

Dejábamos hace dos posts el folletín de la mesa redonda, la ronda de firmas y el conferenciante oculto, a medias. Lo retomamos aquí y ahora en el punto en el que se interrumpió.
Estaba un servidor ansiosamente a la cola de firmas a la espera de los dibujitos de sus admirados Gallardo, del Barrio and company, cuando una voz procedente del fondo de la carpa anunció, como un zumbido molesto pero, seguramente, necesario: "cinco minutos y se deja de firmar, que empieza la siguiente conferencia". El invitado, de hecho, ya estaba sentado en su butaca, al lado de Ángel de la Calle (organizador), debajo de una pantalla blanca. El agasajado era nada menos que Luis García. Sí, el mismo, el celebrado dibujante co-fundador de Rambla, uno de los autores emblemáticos del cómic de autor español de los años 70 y 80, el autor de las inmensas Nova-2, Etnocidio o Las crónicas del Sin Nombre, el mismo Luis García que a mediados de los 80 decidió retirarse del mundo en viñetas para dedicarse a la pintura y otros menesteres con mayores expectativas alimenticias...
Así que, sintiéndolo mucho por la ronda de dedicatorias frustradas, y después de rapiñar alguna de las firmas que no quería perderme, abrí las oreja y me puse como un fan adolescente a escuchar a uno de los mitos de mi niñez comiquera, el gran Luis García.
Lo cierto es que, como había sucedido con la mesa redonda, la charla fue un tanto decepcionante. Me decepcionó la improvisación con que de la Calle pareció dirigir el asunto; me sorprendió la elocuencia parca de Luis García, un autor que se caracterizaba por unas obras crípticas y tremendamente ricas en sus matices interpretativos.
Durante la primera parte de la charla, García se limitó a comentar algunos de sus trabajos pictóricos, que iban siendo proyectados en la gran pantalla situada sobre ellos. De este modo, despachaba cada cuadro con comentarios valorativos un tanto banales, sin aportar ninguna información artística sobre los mismos. Sus cuadros, en la línea hiperrealista que ha caracterizado a su dibujo (aunque él negara la etiqueta, en un gesto de humildad) , sorprenden por la absoluta maestría técnica de su autor, un creador con mayúsculas. Así, pudimos saber que durante los últimos lustros, Luis García ha estado trabajando en una serie pictórica sobre miradas de actualidad, con cuadros que aislaban momentos y personajes de nuestro panorama político, social y cultural. Nos enteramos de su trabajo como ilustrador para revistas y prensa, de su constante sed de experimentación pictórica, etc.
Lamentablemente, apenas se habló de tebeos (excepto un poco al final) y en general la charla fue más bien insípida. Sin embargo, dos notas positivas bastaron para justificar la asistencia: por un lado, reconocer la cercanía y humildad de un artista que se nos antoja esencial a la hora de establecer un árbol genealógico del cómic en España; un hombre que abrió una puerta por la que todavía no se han atrevido a pasar muchos herederos.
En segundo lugar, compensó el asunto aunque sólo fuera por conocer de primera mano la exclusiva (me imagino que no lo es tanto para la gente del mundillo; lo fue para mí): Luis García vuelve al cómic. Le esperamos con los brazos abiertos.

Luis García durante un momento de la charla-coloquio

miércoles, agosto 09, 2006

Cómic en la Semana Negra de Gijón 2006 (II): Historias Rotas.

En realidad este post no estaba previsto. Pospongo uno o dos días la solución al final interruptus de ayer (el conferenciante misterioso, recuerden) para abarcar un punto que puede tener su aquel. En uno de los comments del último post (dios mío, me rebosan los anglicismos), el amigo Taula se preguntaba acerca de la posibilidad de adquirir Historias rotas. La guerra del 36 en el cómic, así que ante la posibilidad de una posible imposibilidad de acceder a una de las copias del libro-catálogo de Pepe Gálvez y Norman Fernández, me he dicho, muestra a tus visitantes al menos la portada y algo de información de lo que se están 

perdiendo (¡ese lado maligno gatuno!).Y es que me temo que no habrá ocasión de acceder a Historia rotas en tienda o librería (ojalá me equivoque), ya que se trata de un proyecto claramente institucional (Gobierno del Principado de Asturias) y coyuntural (Semana Negra). Ojalá, repito, me equivoque y alguna editorial se lance a publicar este interesante (aunque breve) recorrido bibliográfico por los cómics que de un modo u otro se han acercado a episodios de nuestra guerra fraticida. El 10 de julio, El Diario Montañés publicó un artículo bajo el título "La Semana Negra commemora la Guerra Civil" (no firmado, lamentablemente), en el que se da cumplida cuenta de las actividades organizadas al respecto y, sobre todo, se reseña con acierto y detalle Historias rotas. Corto, pego y adjunto el fragmento correspondiente (sin molestar a nadie por ello, espero) y, de paso, les y me ahorro palabras: 

'Historias rotas' 

La exposición y el correspondiente catálogo de 'Historias rotas, la guerra del 36 en el cómic' han sido realizados por los especialistas Norman Fernández y Pepe Gálvez. Su contenido se divide en dos partes, atendiendo a la temática de la propia guerra en la primera y a la de sus consecuencias en la segunda. El primer apartado, a su vez, su subdivide en otros tres. 'Las fechas míticas' alude a efemérides concretas y decisivas, como la proclamación de la República, el levantamiento campesino de Casas Viejas, la frustrada revolución de Octubre y el fatídico 18 de julio del 36. 'Las figuras míticas' hace hincapié en personalidades asociadas a la contienda y que han pasado a la historia, caso de Hemingway, Durruti, La Pasionaria o Enrique Lister, pero también en los anónimos componentes de las Brigadas Internacionales, los anarquistas y las milicianas. Y 'La guerra', en fin, recorre las viñetas referidas al propio conflicto bélico, tanto desde la perspectiva más histórica y globalizante como desde el punto de vista personal o del suceso concreto.

El segundo apartado de la muestra también se divide en otros tres capítulos. 'La vida en la retaguardia' recuerda la existencia cotidiana entre los bombardeos y el hambre. 'La muerte en la retaguardia' repasa las diferentes caras de la represión sobre la población civil. Mientras 'La derrota' desgrana distintas y amargas opciones de los que perdieron la guerra: el exilio, el ocultamiento, la resistencia y las cárceles franquistas.

La exposición presta especial atención a obras como 'Eloy', de Hernández Palacios, 'Emili Piulá', de Montesol y Roger, 'La guerra civil española', de Víctor Mora y diversos dibujantes, 'Soledad', de Tito, 'Un largo silencio' de Miguel Gallardo, 'Condors', de Ezquerra y Ennis o '¿No pasarán!' de Vittorio Giardino. Igualmente se revisitan obras de autores como Hernández Cava, Bilal, Julio Ribera, Spain Rodríguez, Federico del Barrio, Muñoz y Sampayo o Paco Roca entre otros muchos.

Variaciones sobre El Guernica

Contando con el precedente titulado 'Variaciones sobre el cuadro La habitación de Arlés', la Semana Negra rinde esta vez homenaje al célebre lienzo de Picasso en un libro de producción propia que cuenta con el patrocinio de la firma Pepsi. Al igual que se hizo en 2003 con el cuadro de Van Gogh, el presente volumen ofrece un compendio de trabajos exclusivamente realizados para esta edición donde diversos escritores, ilustradores y dibujantes ofrecen su particular visión de la masacre inmortalizada por el pintor malagueño.

Amén del aporte literario, el apartado gráfico ofrece una ecléctica variedad de estilos y aproximaciones plásticas. Desde auténticas leyendas como Luís García hasta las más recientes generaciones, encarnadas por Ester Gili, Ken Niimura, Jorge García o Fidel Martínez, pasando por veteranos de la talla de Miguel Gallardo, Lorenzo Díaz y Marta Cano. Desde el enfoque caricaturesco de Enrique Vicente Vegas al realismo de Paco Roca o el personal expresionismo de Javier Olivares. Y ello sin olvidar la participación foránea, personificada por firmas de la talla del británico D'Israeli o el norteamericano Michael Lark.

'Nuestra Guerra Civil'

La editorial Ariadna fue responsable de la revista Dos Veces Breve y publica puntuales monográficos como 'Omar el Navegante' (nominado al Autor Revelación en el último Salón del Cómic) o el presente libro centrado en el conflicto de 1936, 'Nuestra Guerra Civil'. Un álbum de 64 páginas dedicadas a glosar una serie de recuerdos personales con el conflicto civil como desgarrador telón de fondo. Son cinco historias pergeñadas por otros tantos guionistas, que han acudido para la ocasión a la memoria de sus seres más cercanos (abuelos, tíos, amigos íntimos ) y brindan pequeñas vivencias, experiencias indelebles y generalmente trágicas e incluso simples anécdotas: todas transportan el ánimo del lector a aquellos días fratricidas donde la vida o la muerte dependían de la mezquindad, el rencor, el coraje, la generosidad o el signo de la suerte.

Diversos estilos gráficos y literarios componen este mosaico. Laura y Hernández Cava rememoran la vida y obra del dibujante represaliado José Robledano; Pepe Gálvez y José María Beroy recuerdan un día de campo interrumpido por una ejecución de prisioneros; Fritz narra el escalofriante periplo de su tío, desaparecido en los campos de exterminio nazis; Jorge García y Ángel de la Calle reflexionan sobre la memoria robada y encerrada en el Archivo Histórico de Salamanca; y David Rubín pone imágenes a los recuerdos dispersos de su abuelo.

'Nuestra guerra civil' se completa con apuntes aclaratorios de los autores y explicaciones históricas de diversos especialistas, amén del magnífico trabajo de Andrés G. Leiva como autor de portada y contraportada.

martes, agosto 08, 2006

Cómic en la Semana Negra de Gijón 2006 (I): la supermesa redonda.

Resulta que durante la primera quincena de julio me había dispuesto yo a pasar unos días de asueto en buena compañía por las grandiosas tierras del norte de Palencia y la Asturias mítica, cuando sin saber ni cómo ni por qué, me vi en Gijón en medio de la Semana Negra. Prometo que fue una sorpresa no buscada: nunca había estado en Gijón (ahora sé que volveré) y desconocía las fechas de un evento que, sin embargo, siempre me había fascinado desde la distancia catódica.
Así que, de pronto, me encontré en el recinto preparado para el elogio de los Hammet y Chandler y, hete aquí que para mi sorpresa descubrí el protagonismo con que disfruta el cómic en la celebración. Un cartel de actividades en el que el nombre de Ángel de la Calle (fresco aún el segundo volumen de Tina Modotti) aparecía y reaparecía constantemente como organizador de exposiciones y conferencias, había una carpa dedicada a la exposición de originales, mesas redondas, etc. Vayamos por partes.
Con motivo del salón, y dentro de la inercia que crea este año de recuperación de la memoria histórica, se organizaron para la celebración una serie de actividades alrededor de la exposición de originales bajo el título "Historias Rotas". Entre las obras expuestas -abróchense los machos-, El artefacto perverso de Federico del Barrio y Hernández Cava (uno de los grandes cómics en la historia de nuestro país, sí o sí), Eloy: Gorca, de Hernández Palacio, Un largo silencio, de Gallardo, Max Friedman: ¡no pasarán!, de Giardino, etc. Además, se anunciaba una mesa redonda para el sábado 15, con los dibujantes y guionistas protagonistas, al final de la cual se entregaría a los asistentes el libro-catálogo Historias rotas: la guerra del 36 en el cómic (Pepe Galvez y Norman Fernández), en el que se recogían las aproximaciones, interpretaciones y recreaciones comicográficas acerca de la Guerra Civil y reproducciones de las planchas expuestas. ¿Alguien da más?
Al día siguiente (todo esto lo descubrí con avidez en el programa de actos el mismo viernes 14 en que me topé con la Semana Negra) tenía lugar la "supermesa redonda" que bajo el título "Historias rotas, la guerra del 36 en el cómic" Pepe Gálvez y Norman Fernández, con la intervención de Annie Goetzinger, Antonio Parras, Víctor Mora, Miguel Gallardo, Laura, Roger, Federico del Barrio, Ameziane, Alfonso Font. ", presentaría el libro realizado por éstos ante la presencia de los autores mencionados. No estuvo Alfonso Font, aunque el resto de la nómina era de tal calibre que se disculpaba una ausencia tan ilustre.
Llegó la charla y, por fin, pudimos, por un lado, satisfacer esa perversión fetichista que consiste en ponerle rostro a los ídolos nominales de la infancia, juventud y "madurez", y, por otro, disfrutar ante la exposición oral de aquellos a quienes sólo habíamos "escuchado" en el papel. Supo a poco, a muy poco. Tanta presencia, tantas voces dignas de interés, para apenas 50 minutos... Hechas las presentaciones del libro, los invitados no tuvieron tiempo más que para explicar en 4 ó 5 minutos su relación personal con el conflicto (inexistente en algunos casos, como el del joven francés Ameziane, más o menos directa en otros, Parras, Mora, etc.). En fin, que nos quedamos con las ganas de oír hablar de cómics, de algo de debate artístico, y llegamos a la conclusión de que quizás no era el formato más adecuado ni la duración idónea para reúnir a unos personajes cuya presencia, seamos sinceros, pareció testimonial.
A continuación, recogimos los libros en tropel, cambiamos de carpa y disfrutamos de la firma de ejemplares. Yo, por razones que no vienen a cuento, llegué un poco tarde y me tuve que conformar con las firmas de mis adorados del Barrio o Mora, en vez de los dibujitos dedicados con que regalarón a los primeros de la cola. Las estrecheces de horario apremiaban y a las 21:00 llegaba otro de los puntos fuertes de la velada en la misma carpa de las firmas, nada menos que... Bueno, esa será otra historia. Estén atentos.

Annie Goetzinger, el sugerente encanto francés.

Federico del Barrio. Simplemente genio.

Victor Mora, capitán de la tropa, maestro de maestros, y amable sencillez.

domingo, agosto 06, 2006

Superhéroes en decadencia, de Donald Soffritti.

Estaba el otro día paseándome entre algunas de las webs y blogs comicográficos que visito con cierta asiduidad (que poco a poco voy incorporando en la barra de vínculos), cuando, al revisar posts anteriores de The Comics Reporter (la imprescindible página de Tom Spurgeon), me topé con unas imágenes de un tal Donald Soffritti que me parecieron simplemente geniales.
Me pongo a "googlear" (que dicen ahora los americanos) y encuentro que se trata de un joven autor italiano, de influencias disneyanas, que ha trabajado consiguientemente en publicaciones como Topolino o W.I.T.C.H. y que colabora con diversos periódicos como La Gazzetta dello Sport. Entre sus trabajos en cómic, encontramos la serie de aventuras Alienor, editada en Francia e Italia (no me consta que la hayamos visto por aquí) y Rat-man and friends/3 (inédito aún por aquí, pero me imagino que dentro de los planes editoriales futuros de Panini, que está publicando los comic-books del personaje).
De casi todo esto y de alguna cosilla más, me entero en la entrevista aparecida en Fumettidicarta. Pero lo que me lleva a escribir esta reseña y a incorporar el blog de Soffritti en el nuevo link de mi side-bar que dedicaré a los "blogs de autor" en lengua no castellana (Blogs by the author) es la serie cómica que últimamente está dedicando en su bitácora a superhéroes decadentes. Impagables las caricaturas de Spiderman, Batman y Robin, Hulk, Thor, Supergirl o Wonder-Woman. Vamos que ni El señor de la noche, ni Watchmen, ni Marvels, ni nada... Donald Soffritti, un auténtico Nostradamus de la viñeta.
Para abrir boca vinculo dos de ellas aquí y les remito directamente al blog de Donald Soffritti.
Y a mi que este Hulk me recuerda a cierto gobernador de California.
¿Quién le dice que no a una rubia?

miércoles, agosto 02, 2006

Birdland. Porno de autor.

La última colaboración con FHM (mes de agosto) ya está en los quioscos. Aquí, la versión íntegra.
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Que Beto Hernandez se descuelgue con un cómic pornográfico, viene a ser algo así como si a Almodovar le diera por incluir en el reparto de su próxima película a Celia Blanco o Nacho Vidal. Vamos, una hipótesis perféctamente factible, pero que no deja de sorprender. El menor de los celebradísimos Hernandez Bros, creador junto a su hermano Jaime de la revista Love & Rockets y autor de algunos de los clásicos modernos del cómic (Río Veneno, Palomar, etc.), es también el dibujante y guionista de Birdland, un tebeo porno con todas las de la ley. De hecho, Birdland es algo así como la cuadratura del género, la tercera vía, la erección estética del sexo rodado, escrito o dibujado que tantos persiguen: Birdland es “porno de autor”. Los fluidos íntimos al servicio de unos personajes y sus elucubraciones vitales, casi nada. Un divertimento que, pese al desparrame argumental de su trama final, se deja leer más allá de la página 10 (ya conocéis los rigores del arte onanista); intentad llegar hasta la 69, a lo mejor le cogéis el gustillo y os animáis con los demás trabajos de su ilustrísima señoría, Beto Hernández.

lunes, julio 31, 2006

Guibert, Lefèvre y Lemercier. La fotografía de las viñetas.

Lo sé, ganó nuestro "amigo" Urosawa, pero no me digan ustedes que en lo más hondo de su corazoncito no anidaba el deseo oculto de que El fotógrafo se llevara el premio del Saló 2006. Recupero con la excusa la reseña del domingo 18 de diciembre del 2005.
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Después de tres páginas (que, todo sea dicho, sorprenden al lector no avisado), se desvela el primer secreto de El fotógrafo en sus rezagados títulos de crédito: “Una historia vivida, fotografiada y narrada por Didier Lefèvre.” “Escrita y dibujada por Emmanuel Guibert” y “Maqueteada y coloreada por Frédéric Lemercier.” ¿Demasiadas manos para un simple cómic? No se dejen engañar, El fotógrafo (obra llamada a copar los puestos de privilegio en las listas de los mejores cómics del 2005) es bastante más que un cómic y, desde luego, la simpleza no está entre sus muchos atributos.
“Me despido de todo el mundo, de la gente de Médicos Sin Fronteras. De mi madre, que se muda a Blomville. De mi abuela, de Bienchen, la perra. En el piso de París que mi madre acaba de dejar, fotografío la solitaria cadena de música. En fin, adiós París.” Así comienza uno de los experimentos comicográficos más audaces de los últimos años. El texto de esta primera página se complementa con diferentes series de fotografías montadas en tiras de contacto a partir de los negativos y con una única viñeta de un avión que se aleja, dibujada en la parte inferior. De este modo, arranca el viaje de Didier Lefèvre, la aventura que en 1986 le llevó a la primera de sus misiones fotográficas para la organización Médicos Sin Fronteras en Afganistán. El álbum, editado por Glénat (que acaba de publicar también el segundo volumen), funciona como registro documental del viaje de un fotógrafo por un territorio hostil que, en aquel momento, servía de escenario al conflicto que enfrentaba al ejército soviético, junto al gobierno comunista afgano, contra los resistentes muyahidines, que recibían a su vez apoyo por parte de diferentes gobiernos occidentales contrarios a la Rusia soviética. Todo un preludio histórico para ahondar en hechos que hoy día nos resultan lamentablemente familiares. En ese sentido, El fotógrafo se puede leer casi como un documento periodístico con una base antropológica: en sus páginas aprenderemos a entender los modos de vida y las costumbres de los pueblos vecinos al Indostán, y nos sorprenderemos junto al protagonista con las ceremonias y ritos culturales de unos pueblos que hasta hace poco se nos antojaban exóticos hasta en sus nombres.
Quizás, por esta leve inclinación hacia la crónica periodística en un territorio bélico, más de uno se habrá acordado de Joe Sacco, el dibujante-cronista de obras señeras como Gorazde, Palestina o El mediador (que no hace tanto comentábamos en estas mismas páginas). El trabajo de Guibert, Lefèvre y Lemercier, ahonda sin duda en la línea abierta por aquel, en la utilización del cómic como vehículo idóneo para documentar y desvelar pedazos de realidad; sin embargo, la naturaleza formal y los mecanismos narrativos de El fotógrafo, discurren por unas sendas completamente diferentes a las que recorría Joe Sacco.
Precisamente es en la exposición narrativa donde encontramos muchas de las claves que hacen de éste un cómic especial. Porque si bien la obra alberga incuestionables valores documentales e incluso periodísticos, su técnica de montaje y narración, la convierten al mismo tiempo en cómic de aventuras, libro de viajes y safari fotográfico. El fotógrafo es cómic porque Emmanuel Guibert decidió contar la historia de un viaje, el de Fredéric Lemercier. Para ello, alternó sus dibujos con las fotografías de éste. El resultado es un asombroso ejercicio de estilo que nos conduce con fluidez desde las viñetas dibujadas por el propio Guibert a las instantáneas fotográficas de Lemercier, sin que el lector repare (por lo que respecta a su ritmo de lectura) en el ejercicio de equilibrismo que supone la transición discursiva.
El peso narrativo recae sobre los cartuchos de texto y los globos de diálogo que acompañan a las secuencias dibujadas. Las viñetas de Guibert son de una línea clara realista, sobria y esencial, evitando cualquier elemento redundante (en ocasiones el autor elimina incluso los fondos, dejando a sus personajes actuar sobre una viñeta vacía.) Esta desnudez y el uso del color (grandes superficies planas, con un predominio de los tonos ocres y apagados), favorece la transición cromática entre las partes dibujadas y las impresionantes secuencias fotografiadas en blanco y negro de la naturaleza y los poblados afganos (normalmente incorporadas a la narración en forma de series con varias fotografías sucesivas.) El material fotográfico funciona como valioso contrapunto descriptivo de la parte dibujada: si esta última sobrelleva el peso narrativo, las instantáneas de Lefèvre aportan el detalle, visualizan la crudeza del instante narrado y convierten el cuento en un fragmento de realidad sobrecogedora. Los muyahidines afganos pierden su barniz de personajes ficticios y se convierten en guerrilleros amenazantes; el caballo reventado por el esfuerzo al borde del camino se modela en carne agonizante y los tumores de las ancianas atendidas por los médicos nos hacen apartar la vista de las páginas por su cruda obviedad.
Y por debajo de los dibujos y las fotos, encontramos la narración emocionante del viaje, el relato de los lugares, de las costumbres afganas observadas y narradas por el “curioso observador”, por ese fotógrafo que es nuestro guía y nuestra mirada. Vemos a través del punto de vista de un viajero que nos hace partícipes de sus descubrimientos a tiempo real. Compartimos la mirada de un narrador que además nos invita a jugar a sus juegos privados de fotógrafo en busca del instante (y la instantánea) perfectos; un personaje-narrador-observador, este fotógrafo, que para nuestro deleite no se cansa de descubrir sus secretos a cada página.

Diferentes páginas de la edición francesa: 1, 2 y 3.

lunes, julio 24, 2006

You Are Here. Amargo bucolismo.

En los últimos tiempos las editoriales españolas están redescubriendo la obra de Kyle Baker, uno de los autores estadounidenses más alejados de la ortodoxia reinante por aquellos lares y, en consecuencia, uno de los más dignos de atención. Intelectual, virtuoso, complejo y casi siempre ingenioso, Baker (no se pierdan la interesantísima entrevista que Culpable y perdedor publicó hace poco más de un mes) es autor de trabajos archirreconocidos como Por qué odio Saturno o You Are Here. Hace unos meses dediqué una breve reseña a esta última; fue en el suplemento Culturas, el 5 de marzo del 2006.
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El prolífico Kyle Baker, autor de la muy renombrada Por qué odio Saturno, reapareció en nuestras librerias a finales del año pasado de la mano de Planeta, con su igualmente elogiado trabajo You Are Here; para muchos el mejor cómic que ha hecho nunca.
You Are Here mantiene bastantes de las señas de identidad que salpican la obra del americano: un desarrollo brillante e ingenioso de los diálogos (a veces en la frontera de la autocomplacencia), la trasgresión del componente verbal comicográfico (con el uso de acotaciones teatrales y la reubicación de diálogos y onomatopeyas en la base de las viñetas) y un montaje cuasi cinematográfico de planos y secuencias.
También el estilo gráfico de Baker (bajo la impronta omnipresente del Photoshop) se alimenta de referentes cinematográficos (y televisivos), en concreto de los personajes y escenarios que popularizaron las películas animadas de la factoría Disney. Un “homenaje” que viene acompañado (como en otros trabajos suyos) de una fuerte carga paródica y de una trasgresión intergenérica evidente. Así, la imagen edulcorada que desprende el primer acercamiento a You Are Here, se traduce, a la vista de su argumento, la evolución de sus personajes y la ausencia de concesiones ante el modelo feliz del cine hollywoodiense, en una obra más cercana a Sed de mal que a Blancanieves. Desde la primera escena, casi nada responde a su apariencia inicial: ni Noel (su protagonista) es el típico héroe buenazo cascarrabias, ni Helen es la heroína pánfila y simplona que aparenta, ni la historia trascurre en los términos esperados (cuánto menos su final). You Are Here es, en definitiva, un cómic no apto para paladares sensibles, pero muy recomendable para aquellos que disfruten de los sabores picantes envueltos en papel de caramelo. Alta cocina, en todo caso.

viernes, julio 21, 2006

De obras.

Aquí ando, metido en tareas de fontanería por las tripas del blog. Llevo uno o dos días intentando adecentar esta bitacorita a la que poco a poco a poco voy cogiendo cariño y, después de arduos esfuerzos, he conseguido instalar el contador de visitas (un gesto de vanidad innegable), aprender a introducir botones en la side-bar y a añadir un buscador que no funciona (¿algún alma caritativa puede explicarme por qué la opción de búsqueda en mi propia página está inutilizada? ¿tiene que ver con los "tags" o algo así? ¿qué debo hacer? ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿cómo se puede ser tan inútil, señor?).
En los próximos días, seguiré actualizando al tiempo que intento emprender tareas que, dada mi impericia, ahora mismo se me antojan inalcanzables (a ver si consigo cambiar el título y el fondo de la página). Seguiremos informando.

jueves, julio 20, 2006

Superman sin arredros.

Leo en El País del dominigo 16 de julio, un artículo de Alex de la Iglesia (“Yonquis del recuerdo”) en torno al estreno del nuevo Superman cinematográfico. Dice el director: "Kevin Spacey no consigue hacernos reír como Gene Hackman. No consigue ni ser simpático, ni darnos miedo. ¿Se han fijado en el careto de Superman en el póster? Imagino un centenar de ejecutivos de los estudios discutiendo cada poro de la piel de esa foto para que no moleste a nadie, hasta convertirlo en un polvorón inexpresivo, una especie de torta de mazapán caliente. Nuestra mente transforma rápidamente la película de Richard Doner en un clásico, en una joya de la cinematografía, y a Christopher Reeve en el mejor de los actores cuando vemos esta irreprochable y demencial caricatura con resonancias cristológicas."
No soy de los que piensan que una opinión sea suficiente para formar juicios de valor en torno a la obra artística, ni creo en la infalibilidad del crítico, juez o artista metido a opinador, pero, aún sin haber visto la película todavía, tengo la sensación de que el amigo Alex (que me parece un muy buen director de cine) debe de haber dado en el centro de la diana, a tenor de las informaciones que a uno le llegan sobre este nuevo Superman. De hecho, no es la primera opinión que leo en la misma dirección.
Nunca sentí especial afinidad hacia el héroe de Kripton; por qué negarlo, me caía un poco gordo. Tanta perfección, esa presencia sin mácula, la corrección política del héroe de Shuster y Siegel me echaba un poco para atrás frente a otros colegas suyos, como Spiderman y Batman, más erráticos y llenos de dudas, más humanos en definitiva.
Sin embargo, hallábame yo en los últimos tiempos lleno de júbilo por mi nueva amistad con el forzudo de Metrópoli. El redescubrimiento del mito superheroico, gracias a dos cómics, sobre todo, que por primera vez en mucho tiempo me dibujaban a un Superman más adulto y creible. Me refiero a Superman: Identidad secreta, de Immonen y Busiek, y más recientemente, Superman. Para todas las estaciones, de Loeb y Sale. La primera, una obra que podríamos encuadrar estilísticamente dentro del hiperrealismo, crea su trama en torno a un personaje maduro y lleno de dudas (en la línea del Señor de la Noche de Miller en el que están todos pensando, desde luego). Un trabajo lleno de segundas lecturas y líneas temáticas que orbitan alrededor de la trama principal, que se convierte en una lectura fascinante casi desde las primeras páginas. Un cómic que, albricias, invita a la reflexión sobre nuestra actualidad sociopolítica y supera el estigma de entretenimiento superficial (que en ocasiones puede bastar para alabar una obra de arte, pero que en la mayoría, me parece a mí, dice bastante poco de ella.)
Por su lado, la multipremiada obra de Jeph Loeb y Tim Sale, busca una recreación diferente del personaje y, aunque conserva cierto interés por la indagación psicológica, tiene unas inquietudes épicas más definidas. Se trata de un trabajo que, como tantos otros, intenta asentar los fundamentos heroicos del mito, recuperando episodios perdidos de la adolescencia y la juventud del personaje. Comprendamos al personaje a través de su intrahistoria, parecen querer decir los autores; y se toman su tarea en serio. Superman. Para todas las estaciones es un trabajo que se lee con verdadero interés, un cómic al que se ha emparentado artísticamente con las grandes epopeyas de John Ford, debido sobre todo a esas grandes viñetas generales panorámicas, abiertas y luminosas, a una ordenación cíclica de los sucesos de la historia (basada en la repetición y el paralelismo) y a el respeto enorme que los autores muestran por el personaje, evitando cliches, topicazos y rutinas inexorablemente unidas a nuestro amigo de acero.
Por eso sorprende que, justo en este momento (en realidad sorprende muy poco), los gerifaltes hollywoodienses hayan vuelto a caer en lo previsible, en la apuesta sin riesgo, y, como parece ser que es, se hayan marcado otra de esas adaptaciones por las que uno no debería rascarse el bolsillo. Vaya… mira por donde, con este post me acabo de dar una idea a mi mismo.

jueves, julio 06, 2006

Macanudo. El surrealismo nuestro de cada día.

Lo prometido es deuda. Allá va la versión original de la "micro-colaboración" con FHM. Aprovecho para añadir el blog de Liniers a los "Blogs de autor", y para recomendaros la inexcusable visita diaria a sus tiras. No me he podido resistir a incluir alguna de sus genialidades, así que hoy, más imagen que texto, porque Liniers lo vale (que diría algún anuncio desbocado).
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Mágico, disparatado, cómico… ¡macanudo! No podía el argentino Liniers haber elegido un nombre mejor para bautizar su mundo de pingüinos reflexivos, gnomos cromáticos y moscas desconcertadas. Hacía tiempo, mucho, que no leíamos unas tiras cómicas tan frescas, tronchantes e inteligentes. El humor de Liniers (que desde hace años publica una tira regular en el diario argentino La Nación), sorprende por su forma de buscarle las cosquillas a la cotidianidad: sus tiras descubren la cara oculta de la normalidad, el lado marciano que hay en toda niña, pato o robot. Es imposible leer las viñetas de Macanudo sin sorprenderse a uno mismo en la interrogante: “Y cómo no me había yo fijado en esto?”
Un consejo, si sois de espíritu tímido y naturaleza pusilánime, no leáis este cómic en público: las carcajadas os harán pasar por uno de esos zumbados que llenan las páginas de Macanudo.
Algunas de las tiras de Liniers. Desternillantes en ocasiones, siempre sensibles: 1, 2, 3, 4 y 5.