martes, marzo 10, 2009

Tebeos entre granadas.

Este fin de semana se ha celebrado el XIV Salón Internacional del Cómic de Granada, una convención comiquera que parece ya consolidada en el panorama de los salones nacionales (entre los de la serie B, si bien es cierto).
No hemos encontrado demasiadas diferencias respecto a la edición del curso pasado, algunos pequeños desajustes organizativos aparte. Nos parece mejorable, por ejemplo, la gestión de las charlas y conferencias, tan desoladas como poco publicitadas. Tampoco muy concurridos, nos comentan, estaban los pasillos del salón durante los dos primeros días del acto; sin embargo, se agradecían los espacios amplios y limpios de la nave (algo desaprovechados, quizás) los días de mayor afluencia, como el sábado. Cerramos los peros con unas exposiciones que, hecha la excepción de "Carta a cinco esposas" de José Luis Agreda (con unos paneles llenos de color, imaginación y varios preciosos bocetos), daban toda la impresión de estar cumpliendo un trámite incómodo para alguien.
Mucho mejor pintaban los numerosos talleres populares (de máscaras, de escritura japonesa, de origami...) y demás actividades (Karaoke, ilustración...) pensadas para un público joven y entregado; una muchachada que, sobre todo el sábado, pobló los pasillos de Narutos, zombies y hadas aladas. También muy correcta la nómina de autores invitados por la organización y los stands participantes; una lista reducida pero selecta, que contaba entre sus nombres con figuras del cómic americano como el gran Howard Chaykin o Adam Kubert y grandes nombres nacionales como Gallardo, Paco Roca o Alberto Vázquez; amén de algunos nuevos jóvenes dibujantes que ya están dando o darán que hablar, como Pejac, Gaspar Naranjo, Juan Gargallo, etc.
Pero sobre todo este salón juega con una baza que ningún otro encuentro comiquero del mundo tiene la suerte de disfrutar: se celebra en Granada, una de las ciudades más bellas, sugerentes y divertidas que tenemos el gusto de conocer. Una ciudad que ofrece tantísimo al que la visita, que provoca contagios y adicciones incurables. Entre sus virtudes, la de ofrecer constantemente escenarios para el deleite visual, la fiesta y la celebración, como esas que pudimos "disfrutar" el viernes y el sábado junto a cicerones "granaínos", algunos viejos amigos y otros nuevos, con los que llegamos hablar de primera mano acerca vuelos rasantes, evangelios, arrugas, makokis y muñequitos con pies de alambre.
Les dejo con algunas instantáneas del evento:
Pejac en la presentación de Vuelo rasante, un acto extrañamente convertido en secreto.

Alberto Vázquez, un tipo con aguante, haciendo de su evangelio un sayo.

Chaykin, heroico, armado con su boli, desafiante ante las colas.

Sí, Adam Kubert, soltando telarañas y firmas.

jueves, marzo 05, 2009

Volando.

No digan que no les avisamos:
Nota de prensa de Viaje a Bizancio Ediciones y Mimuik.
Pejac, artista de Mimuik y Viaje a Bizancio Ediciones, presentará una primera tirada especial limitada de 100 ejemplares de su primer cómic Vuelo rasante en el XIV Salón Internacional del Cómic de Granada. Edita Viaje a Bizancio.
Un pájaro vuela a ras de papel. La suya es la migración de una línea proyectada desde el sueño, la esperanza, hasta el gran vacío celeste, la muerte como punto final. En el camino (vuelo aleatorio, más bien), seis intersecciones: las de las siete historias que conforman Vuelo rasante. Siete construcciones simbólicas que se levantan como edificios en esta ciudad viva de cartón piedra, habitada por niños renacidos desde el sueño, cazadores del último aliento, custodios de pinceles que producen monstruos razonablemente cuerdos, malabaristas incapaces de domesticar su codicia, niñas resucitadas, magnates del dólar arrojados al vacío y, por supuesto, pájaros; pájaros reescribiendo su propia fatalidad a cada página y sobreviviendo hasta seis vidas con el único fin de guiar al lector entre unas viñetas asombrosamente bellas y unas metáforas de transparencia trágica.
Observen como sus pies se separan del suelo, no tengan miedo, simplemente, vuelen.

Características: Portada a cuatro tintas. Interior en color. Encuadernado en rústica. Medidas (30 cm x 21 cm)
Nº Páginas:
48
Autor:
Pejac
ISBN:
978-84-936219-5-7
Fecha Edición Limitada:
06/03/2009
PVP: 10 Euros (precio primera tirada especial limitada de 100 ejemplares)
PEJAC FIRMARÁ EL SÁBADO 7, 19.OO - 2O.OO H. Y DOMINGO 8, 12.OO - 14.OO H.
XIV SALÓN INTERNACIONAL DEL CÓMIC DE GRANADA
VIAJE A BIZANCIO EDICIONES - STAND A-11
Recinto ferial de Santa Juliana. Ctra. Armilla. Granada. 5-8 de marzo de 2009

martes, marzo 03, 2009

Flor Silvestre.

Plantada, mimada y germinada, nos dicen que esta semana florece esta mata silvestre que se prevé incontrolable y fecunda. Por de pronto, en los pétalos de la primera flor pre-primaverale se adivinan juegos de azares, existencias cruzadas, destinos trágicos y páginas llenas de color. Pinchen la imagen, huelan, esperen unos días y verán:

viernes, febrero 27, 2009

Ware y sus Acme, un camino.

Tenemos la sensación de que hay un grupo de lectores de cómics que esperan (esperamos) cada entrega de The Acme Novelty Library de Chris Ware con la misma expectación con la que los espectadores franceses de los 60 esperaban cada nueva película de Truffaut o Godard o con la que los fans de los Beatles y los Rolling aguardaban los hallazgos musicales de cada disco que editaban sus bandas favoritas a partir de 1965: con la expectación del que se cree testigo de un acontecimiento.
Así lo sentimos en el caso de este americano y su impresionante (quizá no en número) biblioteca de narrativa gráfica. Lo hemos mencionado antes, no fue una casualidad que comenzaramos nuestra andadura en este blog colgando la reseña que publicamos en el Culturas del Jimmy Corrigan, probablemente el cómic más influyente de los últimos tiempos. De ware nos fascinó entonces, y nos sigue asombrando, su capacidad para renovar el lenguaje comicográfico a partir de una inteligente reformulación de sus herramientas constituyentes: desde su uso de las didascalias como nexos sintácticos, hasta la organización de la página en microviñetas o en diagramas trasvasados desde la señalética, pasando por el empleo significativo de los recursos visuales (ornamentación, tipografías, recortables) de las publicaciones periódicas del S.XIX y los comienzos del XX (la propia concepción imprevisible, primorosa y cambiable de su The Acme Novelty Library responde a esa recuperación de modelos editoriales precedentes). Pero Ware es, al mismo tiempo que un experimentador de la técnica discursiva, un narrador experto; un autor capaz de captar los niveles más profundos del alma humana, con todas sus miserias, junto a esas pequeñas ilusiones cotidianas que funcionan como chispas de ignición de la existencia. Cada trabajo de Chris Ware, cuya publicación es cuidadosamente dosificada, resulta un prodigio de sensibilidad y todo un modelo técnico de organización discursiva, descubriendo caminos que parecían vedados al cómic.
Si ya la historia biográfica del número 18 de The Acme Novelty Library, sobre una chica inválida y desvalida en lucha constante con su inadaptación, alcanzaba una altura artística deslumbrante, la hazaña se repite en el volumen 19. En el, Ware recupera algunas de sus constantes, como los metarrelatos apoyados en flashbacks o ramificaciones diegéticas secundarias, el empleo de la pausa y de las transiciones momento a momento (sic. McCloud) como recurso temporal y de progresión dramática o el empleo constante de indicios y recurrencias, como factores de dosificación narrativa. Continúa el nuevo tomo de la biblioteca con las andanzas y desventuras de la familia Brown, hijo y padre, los nuevos protagonistas estrella de Ware, una vez clausurada la era Jimmy Corrigan. En este caso es el progenitor, W. K. Brown (el padre de Rusty), la guía y el punto de vista principal de una nueva serie de episodios biográficos que continúan la historia de los personajes interrumpida en el volumen 17, pero que permite una lectura autónoma. El volumen se divide en tres historias, dependientes en realidad del relato-marco principal (la vida del señor Brown): "The seeing Eye Dogs of Mars" (una apasionante historia de ciencia-ficción, obra del propio W. K. Brown, escritor-personaje), "Youth, and Middle Age" (episodio analéptico sobre los atormentados años de infancia y la tórrida y reprimida juventud del personaje principal) y "Syzygy" (un apéndice textual, una nueva historia escrita de ciencia-ficción de W. K. Brown).
Como en todos sus volúmenes, en este número 19 encontramos infinidad de detalles memorables y pequeños hallazgos visuales, como ese sumario de tres o cuatro páginas que nos pone en antecedentes de la misión espacial ficcional, o el de la visión subjetiva del personaje W. K. Brown después de que se le rompan los cristales de sus gafas, o los imborrables encuentros sexuales entre el propio Brown y su amante, una voluble y complicada joven, un hallazgo de personaje.
Cierto es que al lector poco familiarizado en Ware y sus mundos, un volumen del Acme, así de sopetón y sin margen de adaptación, puede resultarle cuanto menos fatigoso y más de uno pensará que algunos de los recursos, juegos y experimentos del americano son brindis narrativos al sol o frivolidades decadentistas. Nada más lejos de la realidad, casi nada en el universo Ware es gratuito y, una vez aceptadas y comprendidas sus reglas, todo parece encajar como un guante (o como una caja china dentro de otra). Tan bien como encaja cada nuevo volumen, más grande o más pequeño, más o menos lujoso, con mayor o menor número de páginas, dentro de la gran biblioteca que, paso a paso, Ware está construyendo con maestría para mayor gloria de la historia del cómic.
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(Actualización: 04 - febrero - 2009, 17:00)
A través de los comentarios nos enteramos de más detalles del volumen de Ware que verá una edición "española" gracias a Mondadori. Gracias a su vez a anotaciones.

martes, febrero 24, 2009

El deseo atrapado por la cola de Picasso.

En 1944, durante la ocupación alemana, un grupo de artistas e intelectuales se reunían clandestinamente en el apartamento de los Leiris para celebrar su libertad de pensamiento, un acto de transgresión gestual que los participantes bautizaron como fiestas. En ellas, opositores reconocidos al fascismo, como Camus, Sartre, Michaux, Cocteau, Braque, Queneau o Picasso llevaban a cabo "actos" de reivindicación artística, cuya naturaleza privada no esconde, analizados desde el presente, su calidad y valor simbólico. Más todavía si nos acercamos a ellos a la luz de la abundante documentación registrada en la época, que pervive aún.
En una de aquellas fiestas Picasso presentó su "Farsa teatral surrealista en seis actos": El deseo atrapado por la cola (Le désir attrapé par la queue). La obra, escrita por Picasso en 1941, se interpretó por vez primera un 19 de marzo de 1944 en casa de Michel Leiris. Éste seleccionó el plantel de intérpretes entre sus amigos, Albert Camus fue el director. Sobre la chimenea del apartamento presenció el acontecimiento un retrato de Max Jacob, amigo de Picasso recién fallecido en el campo de concentración de Drancy. Dos meses más tarde el fotógrafo Brassaï realizaría en el estudio de Picasso dos impresionantes "fotos de familia" de la mayoría de los asistentes a aquel acto de oposisión simbólica. En poco tiempo, la Ocupación llegaría a su fin con la derrota alemana. La Segunda Guerra Mundial concluyó y las multitudes ocuparon las calles parisinas y del resto de Europa. Otro fotógrafo mítico, Robert Doisnau captó las instantáneas de júbilo y los rostros alborozados de los aliviados y exultantes habitantes del viejo continente.


Estos y muchos otros documentos son los que conforman la exposición Picasso. El deseo atrapado por la cola, que se puede ver hasta el 17 de mayo de 2009 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Es una buena ocasión para ponerles rostro fotográfico a muchos de los genios de la Vanguardia europea. O para recrearse en la contemplación de primeras ediciones de las obras de Camus, Sartre, Simone de Beauvoir o nuestro admirado Raymond Queneau. El mismo lingüista y escritor (miembro del grupo experimental OuLiPo) que entre obras tan memorables, absolutamente recomendables y olvidadas en nuestro país, como El diario íntimo de Sally Mara, Zazie en el metro o Flores azules, escribió en 1947 sus mucho más célebres y anecdóticos Ejercicios de estilo. Ya saben, las 99 variaciones de un mismo relato alterando matices y "accidentes" discursivos como el punto de vista, el género o la voz narrativa. La misma obra que recientemente recibió su correspondiente homenaje comicográfico por parte de Matt Madden en sus 99 ejercicios de estilo.
También indirectamente relacionadas con el cómic nos encontramos en la exposición con los dos conocidos aguafuertes (la tirada original se compuso de unas 800 copias, éstas dos pertenecen a aquella) que componen Sueño y mentira de Franco, en las que muchos han querido ver un acercamiento del genio malagueño al noble arte de la viñeta. En realidad, nos tememos, las intenciones del pintor tenían más que ver con la satira ilustrada (mediante viñetas, eso sí) y con su deseo de ridiculizar "el glorioso alzamiento nacional", que con la narración secuencial. Nada mejor que acercarse a la exposición para observar a unos centímetros las viñetas ridiculizantes (pre-Guernica) que Picasso le dedicó al dictador, convertido en fantoche de opereta y modelo del despropósito.
Para los que prefieran el paseo visual al físico, la página web del Círculo permite una visita virtual (les recomiendo que aprovechen la intención para degustar el inmenso arte de otro de los invitados al museo, el genial fotógrafo checo Josef Sudek).

miércoles, febrero 18, 2009

La laguna, de Lilli Carré. Más cuentos en las aguas oscuras.

Llevados por el buen sabor de boca que nos dejaron sus cuentos folclóricos sobre bosques, cazadores alienados y leñadores gigantes, nos hemos acercado a La laguna de Lilli Carré, en su edición inglesa (The Lagoon); la que publicó Fantagraphics el año pasado. Se trata de un ejercicio de impaciencia, claro, porque ya saben ustedes que sólo faltan unos días para que aparezca su versión española por gracia e imprenta de La Cúpula. La laguna mantiene algunas de las constantes de Tales of Woodsman Pete, como puedan ser cierto gusto por la fantasía mítica, un apego indisimulado por el folclore y sus matizaciones cuentísticas, y esa atmósfera oscura, que parece esconder secretos ancestrales camuflados detrás de un dibujo antiguo, matizado, como xilografiado en madera. Unos rasgos que desde ya podemos considerar marcas de estilo en una autora aún joven y prometedora.
Respecto a su trabajo precedente, La laguna aporta complejidad argumental y capacidad evocativa. Una niña crece y aprende de su abuelo esas historias eternas que le atan a uno a sus raíces, gracias al medio de comunicación más sugerente y efectivo entre una nieta y su abuelo: la narración oral. Así, entre cuentos e historias, los miembros de la familia protagonista viven los misterios cotidianos y asisten como testigos a esos fenómenos mágicos que alimentan las leyendas: como el de aquel animal mítico, mezcla de hombre, pez y anfibio, que algunas noches de verano emergía en su laguna para silbar melodías encantadas, reclamos y hechizos para los vecinos que pueblan los bosques, aldeas o casas de campo circundantes (como la de nuestros protagonistas). La belleza poética de lo narrado y la evocación sugerida por lo que se elide, convierten esta historia en un cuento moderno que, no obstante, suena como una cantinela centenaria, como aquellas viejas fábulas habitadas por seres mitológicos y construidas en bosques mágicos. Además, la narración se recrea en un gusto por el detalle simbólico que en algunos ejemplo roza la genialidad: como en el caso de ese monstruo que se esconde debajo de la cama para no asustar a los durmientes o el de la semejanza que se establece entre ese mismo monstruo y su silbido encantador con aquellas sirenas que encantaro a Ulises y sus argonautas.
Sucede que, en ocasiones, el recurso a la evocación como instrumento narrativo rector, llega a lastrar una historia o al menos su desarrollo completo, a causa de las ausencias narrativa que se intentan paliar con el mensaje sugerido. Sin llegar a esos extremos, en La laguna percibimos ciertas ausencias explicativas en algunas de las ramas del relato central (el rol real de los progenitores, la relación de los protagonistas con su entorno social, etc.). No se trata de grandes lagunas (teníamos que usar la palabra) si afrontamos la lectura desde el punto de vista de un hipotético lector-receptor de literatura oral transcrita o si, simplemente, pretendemos dejarnos llevar por el sugerente lirismo de lo narrado y el acabado preciosista e sus imágenes. Pero lo cierto es que, concluida nuestra lectura, nos la sensación de que el cuento es incompleto o, al menos, de que nos gustaría seguir "oyendo" más sucesos y eventos relativos a esta historia sobre la "criatura del lago".
En cierto sentido, lo que decimos suena más a halago que a crítica. Estamos convencidos de que a Lilli Carré le queda mucho recorrido dentro de su carrera comicográfica y lo estamos también de que su trabajo luciría aún más (y ya lo hace mucho) en una obra con mayor desarrollo narrativo, un cómic en el que todo su potencial y su personal vocabulario pueda expandirse de una forma compleja y detallada. Lean La laguna y nos cuentan.

jueves, febrero 12, 2009

Mazinger embarrado.

En el post de ahí abajo hablábamos de una exposición, ya claudicada, de artista joven fichada por galería hispana. Uno de los autores que más nos gustan dentro del catálogo de esa misma galería es Alfredo Omaña, quien además de un gran artista es un tipo fantástico.
Lleva años Omaña transitando entre un personal informalismo y los fundamentos matéricos del arte povera. Este artista multidisplinar ha agitado sus cinceles, azadas y negativos, entre camas de hierba, árboles alambrados, papeles de adobe cosidos de botones y sus cajas (escaparates en bruto para zapatos, flores de cristal roto o maniquíes de hilo que lucen como objetos ordinarios embellecidos por la idea). Hace diez años Eduardo Aguirre, con motivo de una exposición del artista, ya hablaba así de su obra:
Hay en él un expresionismo muy personal. Quienes visiten esta exposición podrán comprobar las dotes de mago que tiene para dotar de vida a los objetos. O mejor, para resucitarlos, pues lo que realmente hace es arrancarlos de la muerte, de su condición de cosas rotas o miserables. No se trata tanto de ironía surrealista o de una patada al concepto oficial de arte, como de una tracendentalización. Su visión de estos zapatos, botones o tapas de lata es casi franciscana. Hermano óxido, hermano adobe, hermana montaña. Un lirismo enmascarado bajo la rudeza expresionista, bajo la aparente tosquedad de la ausencia casi total de color.
Como decimos, hace mucho que fueron escritas estas palabras. La obra de Omaña ha crecido y también sus ámbitos creativos. En los úlltimos tiempos el artista castellano parece centrado en el soporte visual en dos dimensiones, en la utilización del papel fotográfico a modo de lienzo sobre el que seguir amplificando la significación de los objeto cotidianos y los materiales humildes. Pero ni Omaña es un fotógrafo propiamente dicho, ni las fotografías del artista funcionan como tales: no recogen un resultado final, sino un proceso constructivo. La foto es lo de menos, es mero soporte, un espacio momentáneamente ocupado por la obra, un papel emulsionado poblado por gigantes de hilo, momias con nariz de payaso y robots de barro, hijos todos del arte "franciscano" de Omaña.
De hecho, si traemos a este autor a colación es por una de esas fotografías, una que nos encanta, porque emparenta conceptos y sonidos que retumban con frecuencia en este blog: arte, infancia e icono. Y quién piense que Mazinger Z (tanto el de Go Nagai como la versión castiza de José Sanchís) no es esto último, un icono, una de dos, o no tiene corazón o tiene menos de 33 años.
Esto es un Mazinger con pies de barro...

lunes, febrero 09, 2009

Breves y urgentes.

Dos anuncios de corto recorrido:

Ya hemos hablado por aquí de la joven Aleksandra Kopff anteriormente, con motivo de su participación en una exposición colectiva en la salmantina sala de Benito Esteban. Ahora repite la ilustradora en el mismo lugar, pero lo hace con una exposición individual que se halla en su sprint final (termina el día 11). Apúrense si quieren echarle un vistazo o hacerse con alguno de esos inquietantes dibujos suyos, a medio camino entre el extrañamiento de Clowes y la atracción enfermiza hacia el lado oscuro de Shintaro Kago. Lo dicho, una aventura que no deberíamos perdernos si somos fieles de Paco Alcázar, Miguel Brieva, Dave Cooper y demás hijos de las mutaciones psicopáticas:

Hoy, cambiando de tercio, nos llega información acerca de otra cita, con base comiquero-mercantil, la mar de curiosa. La Academia C10, de Carlos Díez, nos informa que el viernes 13 (lagarto, lagarto) de Febrero, Eduardo Alpuente visitará su escuela para contar los entresijos de su trabajo a todo el que quiera escucharle. Considerando que el invitado es nada menos que representante internacional de dibujantes de cómic e ilustradores, la cosa adquiere visos interesantes para todos aquellos aficionados que tengan un portfolio a mano y sueños de conquista superheroica transatlántica. Eduardo Alpuente es representante de dibujantes españoles en editoriales como Marvel, DC, Humanoides o Clair de Lune, así que se le supone un discurso interesante y un buen paquete de consejos (y "tasaciones"), para todos aquellos que se personen en la charla, con o sin carpeta. Entrada libre con número limitado de plazas. Más información en la página de la academia.

miércoles, febrero 04, 2009

Clasicoficando vínculos: acontecimientos.

Llevamos unos días dándole vueltas a nuestra barra lateral, aunque sin llegar a tocarle un vínculo, todo sea dicho. Sucede que, junto a las secciones "consolidadas" ("Blogs de autor" y "Blogs by the author") cada vez son más los links referidos a archivos y obras clásicas que aparecen en ella, mezclados sin orden ni concierto con bitácoras amigas y algunas direcciones variopintas. Por eso, hemos decidido abrir una nueva sección: "Clasicoficados" (disculpen la acronimia jocosa).
Nos hemos decidido después de observar como en las últimas semanas no dejábamos de descubrir cuevas del tesoro en diferentes webs señeras. Cómo no mencionar esos dos proyectos sobre tebeos a los que, entre otras cosas, les debemos hasta el nombre por el que nos llaman.
Hablamos, claro, de la excelente página dedicada a "George Herriman, creator of Krazy Kat", puesta en marcha por Craig Yoe; a la que llegamos gracias a los hiperactivos chicos de Entrecomics. Una verdadera delicatessen en la que, amén de noticias dedicadas al insigne gato y sus colegas animales, podemos leer tiras clásicas de la serie, ver dibujos animados protagonizados por este gato lunático y descubrir escritos, rarezas y originales dedicados o no.
En nuestros vínculos pueden encontrar el enlace a otra dirección inevitable, ya comentada en ocasiones precedentes: The Comic Strip Library, donde encontrarán originales del señor Mc Cay, tanto de su serie estrella Little Nemo in Slumberland (serie completa), como de ese otro tesoro escondido que es Dream of the Rarebit Fiend.

La otra joya de la familia es la web Topfferiana, que de un tiro homenajea a dos clásicos fundadores y nos regala y descubre las increíbles planchas de Le Petit Lucien, el antecedente directo (casi anónimo) de Little Nemo in Slumberland (que, por otro lado, también fue obra casi olvidada durante mucho, mucho tiempo). Descubrimos Topfferiana gracias al Cárcelero y sus siempre bienvenidos hallazgos.
Terminamos con una web que adoramos desde hace años y que merece ser mucho más conocida en esta tierra nuestra: hablamos de Konkykru, la enorme página del artista Andy Bleck, a la que debemos entre otros favores el habernos descubierto hace muuucho tiempo (cuando la búsqueda de los precedentes comiqueros era más complicada) ilustraciones y páginas absolutamente reveladoras. Hace unos días, nos acordábamos del bueno de Andy con motivo de un post aparecido en La Cárcel..., en el que se hablaba de los primeros bocadillos comiqueros y de como la "teoría Yellow Kid" parecía totalmente refutada.
En nuestra vieja tesis -de la que les volveremos a hablar dentro de poco- hablábamos precisamente de ese tema y aportábamos una imagen encontrada en la primera época de Konkykru. Se trata quizás del documento más concluyente, irónico y acertado a la hora de demostrar que hubo loros parlanchines y globos cantores antes de Outcault (sin gramófono mediante). La página es de 1891 (ya ven cinco años antes del "The Yellow Kid and His New Phonograph"), apareció en la publicación Boy's Own Paper. El hallazgo, como nos comunicó el propio Andy en su día, pertenece a otro estudioso de postín, Doug Wheeler, quien amablemente nos envió un escaneo en mejor resolución del loro de James A. Shepherd. El propio Wheeler es uno de los primeros estudiosos estadounidenses que criticó con dureza (Comic Art #3, Summer 2003) a aquellos que aún insistían en la paternidad norteamericana del cómic, ninguneando con ello a gente como Töpffer, Caran D'Ache, Busch, etc.
No pierdan ojo, porque esta imagen es un acontecimiento (nos tememos, inédito por estos lares):
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Por cierto, una vez metidos en estas cosas del andamiaje y la reconstrucción de vínculos, ¿sabe alguien si en la vieja versión de blogger se pueden vincular en la barra lateral etiquetas de forma selectiva (que sólo aparezcan algunos tags elegidos, nos referimos).

miércoles, enero 28, 2009

Fueye, de Jorge González. Tangos en la niebla.

Leemos de noche mejor. Acabada la lectura -postergada más de la cuenta- de Fueye, de Jorge González, se nos vienen varias ideas un tanto deslavazadas a la cabeza. No nos apetece mucho entrar ahora en sesudas reflexiones de orden académico, avisamos.
Ganadora de un premio “novel", el de la Fnac y Sins Entido, Fueye concluyó el curso 2008 convertida en acontecimiento comiquero patrio, en tebeo reseñado, alabado y señalado en unas y otras listas compiladoras. Nos parece, además, que con justicia recibirá nuevas loas y galardones en este recién comenzado 2009. Básicamente, porque la obra de Jorge González rezuma vitalidad y modela la complexión nerviosa, imbricada y ramificada de las creaciones polisémicas. Como nos decía un antiguo profesor que ahora ocupa sillones elevados: la calidad de una obra depende de la riqueza latente en su red de asociaciones internas, la labor del lector es desenredar esa madeja. Fueye está lleno de nudos y de cabos enlazados: los de las historias que narra (la de tres generaciones emigradas y renacidas en Buenos Aires y la de un dibujante de cómics en busca de la inspiración detrás de su historia), los de la creación de la historia y los del recuerdo preñado de biografías (propias y ajenas).
Lo más curioso es que este tebeo que nace en una imprenta fecundada por un premio local, haya parido una obra tan ajena a lo hispano. No se trata tan sólo de la banda sonora que recorta viñetas al ritmo del bandoneón o de la (aún más) obvia deslocalización geográfica de lo narrado (paisanaje, acentos, paisajes urbanos), sino de algo más profundo: la naturaleza de Fueye es tan trasatlántica y arrabalera como el espíritu de su población (los gordos Vicentes, los Luises transexuados, la Nélida madre escondida o ese niño Horacio, niño-viejo sin sueños, desestructurado en su propio conformismo).
Fueye no pretende ser una obra perfecta, ni redonda, ni su orgullo reside en una “belleza ordenada” que no posee. El trabajo que nos ocupa presume, precisamente, de su imperfección, de sus vericuetos y pasajes abiertos (insinuados). No es una historia de emigrantes (solamente) y de fracasos existenciales (capítulo 1), sino (también) la historia autorreferencial de su creación (capítulo 2), plasmada en la descripción autobiográfica de los procesos artísticos e intelectuales que engendran una narración. Debido a esta dualidad, el conjunto se descoyunta en ese paisaje abierto que acabamos de mencionar, surcado de vías, calles y cables que se entrecruzan para crear una red de relaciones (la madeja, de nuevo). Argentinismo, elucubración bonaerense, mancha porteña desde el exilio: “Fuera de tu casa podés convertirte en quien quieras” o “Parte de mí, cuando viaja a Argentina, está “obligada” a matar recuerdos. Me defiendo”, dice su autor-personaje.
Tampoco nos pertenece el expresionismo de sus imágenes. Dejó de hacerlo el día que desterramos a Ricard Castells a vivir, con Aguirre, en su Dorado, hace ya muchos años. Estamos tajantes. Tampoco es para tanto, quizás, hasta la historia del cómic español sigue, en buena forma. Pero lo cierto es que González y sus formas esbozadas, bocetos que dibujan “la sombra en el viento, el olor a humedad, a adoquín y a cemento”, parece más cercanas al ideario estético de, por ejemplo, nuestros hermanos italianos (quién sabe si parientes de los mismos que empiezan esta aventura en un puerto de Génova el 19 de octubre de 1916): los Toppi, Mattotti, Bataglia, Gipi, Igort…o de autores hispanoamericanos como Breccia o Nine. En España, quizás debido a “la paciencia y rabia contenida mientras [vemos] en silencio [nuestros] armarios llenos de cadáveres, sepultados, generación tras generación”, no hemos estado en las últimas décadas para demasiados expresionismos. Hasta las reconstrucciones artísticas suelen ser ortodoxas, pulcras y asépticas; a no ser que quieran quedar expuestas al riesgo del insulto y el recalcitrante ninguneo revisionista (pobre Movida, pobres de sus miembros).
Fueye respira de la heterodoxia del otro lado: “Acá todo está por construir, y mucho más a pulmón. Los emprendimientos colectivos y respuestas creativas a los problemas a las crisis…”, le comenta uno de los personajes al Jorge González-personaje en el tramo final de la obra. Quizás por eso, sea tan disfrutable y haya sido elogiada en nuestro país: porque desde su espíritu complejo y contradictorio, un argentino que lleva quince años viviendo entre nosotros, ha sido capaz de desnudarnos su naturaleza de emigrante y, de paso, la nuestra propia, la de los gallegos que fuimos y somos.