sábado, abril 10, 2021

ResiduaA, de Sao. Abstracción y lenguaje

Hablábamos de cómics abstractos, no hace demasiado, con motivo de la publicación de La espiral, de Aidan Koch. Comentábamos cómo se está consolidando últimamente cierta tendencia creativa hacia cómics que hacen uso de la abstracción para componer obras que escapan de una narratividad tradicional, apoyándose en principios de contigüidad o solidaridad icónica más que en conexiones clásicas de causalidad o secuenciación espacio-temporal. Citábamos a críticos como Thierry Groensteen, Andre Molotiu o Gerardo Vilches, que se han acercado a estos nuevos cómics "no narrativos" para explicar las peculiaridades de su lenguaje.

Volvemos hoy al mismo asunto porque ha llegado a nuestras manos ResiduaA, el cómic que el santanderino Sao (Alfredo Santos) ha publicado en esa humilde pero audaz editorial brasileña que es Risco Impresso. Una prueba más de lo difícil que resulta ser profeta en tierra propia. Y tenemos que acudir a este lugar común porque ResiduaA es uno de los mejores cómics abstractos que hemos leído, y desde luego de lo mejor que ha hecho un autor español en ese ámbito.

Alfredo Santos es un viejo amigo de este blog. Hemos hablado ya de sus intervenciones urbanas y de sus trabajos de ilustración. Nos hemos referido a él en alguna ocasión anterior, destacando el uso que su propuesta plástica hace de las herramientas comicográficas. Sus Copygrafías, por ejemplo, anticipaban ya muchos de los hallazgos que ha consolidado en su primer cómic. Confesamos que hemos tenido la suerte de seguir muy de cerca la gestación de ResiduaA. En sus páginas asistimos a un proceso (literal) de creación de lenguaje desde el vacío, para asistir a continuación a su descomposición y desintegración. En el camino, Sao centrifuga la semiótica del cómic junto a ingredientes de la iconografía pop en un collage cinético-barroco que nos remite al vértigo de la sociedad líquida que nos ha tocado vivir. El recorrido es fascinante y está repleto de hallazgos visuales.


Si algo nos enseña ResiduaA es que, cuando hablamos de cómics, la abstracción no implica una falta de secuenciación. Es cierto que, como señalaba Groensteen, las relaciones que se crearán entre las imágenes (las viñetas, quizás) serán de otro tipo (por afinidad rítmica o yuxtaposición), pero ese hecho no invalida en ningún caso la existencia de secuenciación (un aspecto que está en la base misma del hecho comicográfico). El trabajo de Alfredo Santos nos muestra, además, que hay un espacio artístico, un plano de construcción visual, en el que abstracción y narración pueden incluso llegar a encontrarse.

Cuesta pensar que este trabajo no haya encontrado su hueco en alguna de las editoriales más vanguardistas de nuestro país. Afortunadamente, los brasileños de Risco Impresso, que tan bien saben navegar entre las propuestas experimentales y la abstracción comicográfica, supieron ver lo que tenían entre manos. 

sábado, marzo 20, 2021

Beti Berdín Taberna, de Gastón. Empatía en tiempos del coronavirus

Se cumple un año de esta dichosa pandemia que nos ha cambiado las coordenadas a todos. Después de olas de angustia y parálisis social, parece que al fin (¡ojalá!) empezamos a ver la luz. Las experiencias intensas tienen la cualidad de congelar el tiempo. En este caso, además, el miedo a la enfermedad y a sus consecuencias económicas han contribuido a estirar nuestra percepción de lo vivido. Parece que lleváramos años instalados en la "Era Covid"; años de aquel primer confinamiento, de los aplausos en el balcón, de las incursiones semiclandestinas a supermercados y de las precauciones quirúrgicas antes y después de las mismas. Aquellos días de fiebre digital y de angustia licuada por la mala uva de las redes sociales, por los terribles contadores de muertos de la televisión, por las noticias cada vez peores, por la inercia zombi del teletrabajo...

Nuestra fórmula para sobrevivir a aquellos momentos tenebrosos fue la compañía y la certeza de que esperábamos buenas noticias personales. También el cine, el cómic, la literatura y la música fueron buenos aliados. De las Redes Sociales tenemos pocos recuerdos gratos más allá de aquellos amigos digitales que se empeñaron en hacernos la vida más fácil y en afrontar la pandemia desde una mirada constructiva. Leímos algunas crónicas interesantes que nos ayudaron a entender la situación y entramos en blogs sanadores. Y también nos reconfortamos con artistas como Gastón (Asier Iturralde), que cada poco tiempo nos invitaba en Twitter a tomar unos zuritos con él y sus personajes en la taberna Beti Berdin, lugar de encuentro en el que todos teníamos un taburete reservado. Con viñetas llenas de humor y sensibilidad, los personajes de Beti Berdin se conviertieron en excelentes cronistas de el día a día de la pandemia.

Ahora, tenemos la oportunidad de recuperar aquellas pequeñas dosis de humor de una página gracias a la publicación en formato comic-book de algunas de las historias que el autor publicó en sus redes sociales. El formato, que mantiene el bitono amarillo-anaranjado original, le sienta bien a la línea clara elegante y expresiva de Gastón. Sus personajes desarrollan arquetipos reconocibles (la hater, el sibarita incólume, el optimista, el alter ego ciclotímico...), tipos en los que, en un momento u otro, todos podemos proyectar nuestras propias reacciones durante la pandemia, así como el humor cambiante con el que muchos sobrellevamos la crisis. La taberna de Gastón nos regala buenas dosis de empatía y un humor amable basado en una mirada irónica que invita a la media sonrisa del "yo he estado ahí".

Menos mal que Beti Berdin estaba abierto, porque ¡mira que hemos echado de menos los bares durante buena parte de este castigo global! Gracias, Asier, por ayudarnos a sobrellevarlo.

sábado, marzo 13, 2021

De listas y deudas: crónica negra de la corrupción política española

Lo peor de las listas culturales es que nunca se cierran, aunque quizás en esa falta de clausura esté también su mayor virtud: la de invitar siempre a una revisión continua, a una actualización del gusto y de las convicciones propias.

Nos pasa todos los años. Cada vez que llega el día de Reyes y publicamos nuestro listado con los mejores cómics de ese curso, lo hacemos con la certeza de estar traicionando a aquellas lecturas a las que no pudimos llegar. Desde hace un tiempo, junto a nuestra selección anual, publicamos en papel (en el periódico ABC Color de Paraguay) una lista depurada de sólo diez cómics, un resumen del resumen.

Después de jugar a las quinielas y disfrutar de selecciones ajenas, mucho más completas y cualificadas, teníamos claro que este año se nos habían quedado en el debe algunos cómics importantes. El arranque de 2021 ha sido generoso a la hora de permitirnos actualizar unas lecturas que, prácticamente, nos han empujado a escribir este post a modo de epílogo tardío a nuestra selección de "cómics para una pandemia". Y es que, aunque Blogger invita a la trampa y a la "reescritura" (ortográfica, gramatical e incluso conceptual e ideológica) del pasado, hemos preferido entonar el mea culpa en vivo y en directo por no haber incluido en nuestra lista dos cómics superlativos; ambos con bastantes puntos en común, pero con diferentes intenciones.

Con su primorosa edición en páginas doradas Primavera para Madrid (Autsaider Cómics), de Magius, es la gran crónica carnavalesca y bufa de la reciente historia política de nuestro país. Con toda la mala leche que exigen las circunstancias y con escaso disimulo (tanto en nombres como en caracterizaciones), Magius disecciona el circo político de la corrupción postaznarista y sus acólitos borbónicos: una galería esperpéntica de personajes instalados en el chantaje, la ostentación chabacana, los puñales por la espalda, los sobres con mordidas y las prácticas mafiosas. Ante el cutrerío sórdido de lo narrado y la impunidad de sus actores, el visitante foráneo podría pensar que la farsa de Primavera para Madrid cobra fuerza a partir de una deformación hiperbólica de la crónica política. Lo cierto es que, si no hubiéramos sido testigos diarios del descalabro, con asiento en primera fila de noticieros y confesiones judiciales, ni los mismos españoles hubiéramos comprado la historia. Seguramente, lo peor de todo es que algunos siguen pensando que aquel lodazal fue la mejor de las realidades posibles. Un ejercicio obligatorio de memoria, una obra para leer y releer cada pocos años.

Esos dos clásicos del cómic español que son Altarriba y Keko, concluyen su inmaculada trilogía del ego (Yo, asesino, Yo, loco y, ahora, Yo, mentiroso). Yo, mentiroso (Norma) rebusca en la misma materia prima que el cómic de Magius, la corrupción de la política española, pero prescinde del humor paródico para centrarse en un doble enfoque socio-psicológico que, bajo su apariencia de thriller político, intenta destejer las urdimbres maquiavélicas de la corrupción, el engaño y el poder a cualquier precio. El claroscuro tenebrista de Keko nunca había brillado tanto como en este cómic. Su empleo realista de collages de situación funciona con pasmosa naturalidad a la hora de crear las localizaciones macabras de una escena del crimen que se multiplica en todas las direcciones posibles que permiten la codicia y la iniquidad humana. Como sucedía en Primavera para Madrid, los personajes de Yo, mentiroso apenas disimulan los nombres reales que protagonizaron algunos de los episodios más negros de la democracia española. Detrás del andamiaje de ficción que ofrece el episodio criminal de la trama (con los guiños irónicos y autorreferenciales habituales en Altarriba), reconocemos casi todos los rostros funestos de sus personajes y nos acordamos de sus acciones. Yo, mentiroso es un cómic sobresaliente (el mejor de la trilogía, pensamos), pero le deja a uno mal cuerpo para varios días. Avisados están.  

Y todavía no hemos tenido tiempo de leer Cheminova, el quinto y último tomo de esa saga brillante y llena de humanidad que Luis Durán ha facturado a lo largo de años con su serie Orlando y juego, así que no descarten alguna nueva operación de enmienda.

domingo, febrero 28, 2021

Esenciales ACDC 2020 (primer semestre)

Tenemos ya desde unos días la selección de Cómics esenciales de la segunda mitad de 2020, de la Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España.

La lista la conforman treinta novedades y cinco reediciones, elegidas de entre todos los cómics publicados en España entre julio y diciembre del pasado año. 

La Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España (ACDCómic) presenta la segunda ronda de sus ‘Esenciales 2020’, la selección semestral de cómics con la que esta organización busca destacar algunos de los títulos más relevantes de cuantos se han editado en el mercado nacional en dicho periodo. De ese modo, se pretende elaborar una especie de 'guía de lectura' orientativa, formada por un total de treinta novedades y cinco reediciones, que pueda utilizarse como referencia tanto para medios de comunicación o instituciones culturales, como para lectores, aficionados, libreros, bibliotecarios y otros profesionales.

Repasando dicho listado pueden percibirse todavía los efectos que la pandemia del coronavirus está provocado en el sector. No solo porque incluye algunas novedades que tenían prevista su fecha de lanzamiento durante la primera mitad del año y que fueron retrasadas, caso de ‘Tarde en McBurguer’s’, de Ana Galvañ, sino principalmente porque la especial situación que estamos viviendo se ve reflejada en obras como ‘Algo extraño me sucedió camino de casa’ o ‘Conviviendo 19 días’, crónicas íntimas de los estragos de la epidemia, dibujadas por Miguel Gallardo y David Ramírez respectivamente. 

Sin embargo, la característica más llamativa de la presente selección es su eclecticismo, con una variedad enorme de géneros, procedencias, temas y autores. 

Desde la recuperación de clásicos que permanecían parcialmente inéditos en España (El clan de los Poe de Moto Hagio, la antología Tatsumi de Yoshihiro Tatsumi o Mono de trapo de Tony Millionaire) a la fuerte irrupción de nuevos talentos, extranjeros o locales (la italiana Fumettibrutti con P. Mi adolescencia trans, o los españoles Gabri Molist con Dormir es morir, Andrés Tena con Astenia y Don Rogelio J. con Tierra muerta). Desde el retorno de grandes nombres del cómic norteamericano (Eleanor Davis con El difícil mañana, Joe Sacco con Un tributo a la tierra o Adrian Tomine con La soledad del dibujante) a los nuevos trabajos de los historietistas referentes en nuestro país, como Paco Roca (Regreso al Edén), Antonio Altarriba y Keko (que cierran su trilogía egoísta con Yo, mentiroso), Jaime Martín (Siempre tendremos 20 años) o Albert Monteys (acompañado en esta ocasión por el guionista Ryan North para adaptar la novela Matadero 5 de Kurt Vonnegut). Un rico y heterogéneo conjunto que demuestra el dinamismo del medio y sus posibilidades. 


La lista completa de "Esenciales" del segundo semestre de 2020, por orden alfabético, es la siguiente:

Novedades

 

  • ALGO EXTRAÑO ME PASÓ CAMINO DE CASA, de Miguel Gallardo (Astiberri)

  • ASPIRINA, de Joann Sfar (Fulgencio Pimentel)

  • ASTENIA, de Andrés Tena (Bang Ediciones)

  • BOX: HAY ALGO DENTRO DE LA CAJA, de Daijirô Morohoshi (Satori)

  • CONVIVIENDO 19 DÍAS, de David Ramírez (Norma Editorial)

  • DORMIR ES MORIR, de Gabri Molist (Bang Ediciones)

  • EL CLAN DE LOS POE, de Moto Hagio (Tomodomo)

  • EL DIFÍCIL MAÑANA, de Eleanor Davis (Astiberri)

  • HEIMAT, de Nora Krug (Salamandra Graphic)

  • JIMMY OLSEN, EL AMIGO DE SUPERMAN, de Matt Fraction y Steve Lieber (ECC)

  • LA SOLEDAD DEL DIBUJANTE, de Adrian Tomine (Sapristi)

  • LAS VARAMILLAS, de Camille Jourdy (Astronave)

  • MATADERO CINCO, de Ryan North y Albert Monteys (Astiberri)

  • METAMORFOSIS BL, de Kaori Tsurutani (Norma Editorial)

  • MONO DE TRAPO, de Tony Millionaire (Barrett)

  • NAFTALINA, de Sole Otero (Salamandra Graphic)

  • NO TE VAYAS SIN MÍ, de Rosemary Valero-O’Connell (Astiberri)

  • P. MI ADOLESCENCIA TRANS, de Fumettibrutti (Continta me tienes)

  • PRIMAVERA PARA MADRID, de Magius (Autsaider Cómics)

  • REGRESO AL EDÉN, de Paco Roca (Astiberri)

  • ROSIE EN LA JUNGLA, de Nathan Cowdry (Fulgencio Pimentel)

  • SANTA BÁRBARA, de Marek Šindelka, Vojtěch Mašek y Marek Pokorný (Reino de Cordelia)

  • SIEMPRE TENDREMOS 20 OS, de Jaime Martín (Norma Editorial)

  • SPACE RIDERS, de Fabian Rangel Jr y Alexis Ziritt (Gigamesh)

  • TARDE EN McBURGUERS, de Ana Galvañ (Apa Apa)

  • TATSUMI, de Yoshihiro Tatsumi (Satori)

  • TIERRA MUERTA, de Don Rogelio J. (Autsaider mics)

  • UN TRIBUTO A LA TIERRA, de Joe Sacco (Reservoir Books)

  • WONDER WOMAN: TIERRA MUERTA, de Daniel Warren Johnson (ECC)

  • YO, MENTIROSO, de Antonio Altarriba y Keko (Norma Editorial)

 

Reediciones

  • EL ALMANAQUE DE MI PADRE, de Jiro Taniguchi (Planeta Cómic)

  • LEO VERDURA, de Rafa Ramos (Norma Editorial)

  • LOS CASOS DE PERRO NICK, de Miguel Gallardo (La pula)

  • MUNDO MUTANTE, de Richard Corben (ECC)

  • NESTOR BURMA, de Leo Malet y Jacques Tardi (Norma Editorial)

 

ACDCómic es una asociación sin ánimo de lucro que agrupa a personas que realizan trabajos de periodismo, crítica, estudio, comisariado y otras actividades teóricas y divulgativas relacionadas con el cómic. La asociación se constituyó en 2012 con la voluntad de colaborar en la difusión del trabajo que ya desarrollan sus miembros de forma individual, emprender iniciativas conjuntas que no se podrían afrontar de forma separada y servir de interlocutor ante otros colectivos o instituciones.

En la selección de los Esenciales del segundo semestre de 2020 han participado cincuenta y dos miembros de ACDCómic: Anna Abella, Agus López “Bamf!”, Manuel Barreiro, Octavio Beares, Pablo Begué, Luigi Benedicto, Josep Maria Berengueras, David Brieva, Jordi Canyissà, Marc Charles, Borja Crespo, Oriol Estrada, Ángel Fernández, David Fernández de Arriba, Nerea Fernández, Iván Galiano, Diego García Rouco, Manuel González, Julio Andrés Gracia Lana, Óscar Gual, Cristina Hombrados, Kike Infame, Raúl Izquierdo, Jesús Jiménez, Joan S. Luna, Ander Luque, José L. García Vargas “Jota Lynnot”, Eduardo Maroño, Javier Marquina, Elena Masarah, Diego Matos, Elisa McCausland, Pedro Monje, Javier Mora Bordel, Francisco Naranjo, Josep Oliver, Jordi T. Pardo, Pepo Pérez, Quim Pérez, Carolina Plou, Mónica Rex, Iria Ros, Juan Royo, Francisco Sáez de Adana, Óscar Senar, Xavi Serra, Jose A. Serrano, Jon Spinaro, Raúl Tudela, Rubén Varillas, Jaume Vilarrubí y Gerardo Vilches.

miércoles, febrero 17, 2021

Ethel y Ernest, de Raymond Briggs. Una vida en viñetas

Después de muchos años, al fin se publica en español uno de esos cómics que inventaron la "novela gráfica" antes de la novela gráfica. Ethel y Ernest es, además, un cómic que arroja luz sobre la verdadera dimensión de Raymond Briggs, un autor capital para entender los muchos puentes que conectan al cómic con la ilustración y uno de los dibujantes de cómics más minusvalorados del panorama contemporáneo. De esto, de la importancia de Briggs en la consolidación del cómic autobiográfico y de muchas otras cosas hablamos en el estudio que publicamos recientemente en Encrucijadas gráfico-narrativas. Novela gráfica y álbum ilustrado, el estudio colectivo coordinado por José Manuel Trabado sobre las intersecciones entre los lenguajes del cómic y de la ilustración. 

Vamos a recuperar en este post algunas de las reflexiones que hicimos en aquellas páginas sobre Ethel y Ernest, publicado este año por Blackie Books. El artículo completo, lo tienen en este libro:

 

UNA VIDA EN VIÑETAS: ETHEL & ERNEST

Raymond Briggs siempre ha reconocido que Jim y Hilda, los personajes protagonistas de Gentleman Jim y When the Wind Blows, estaban directamente inspirados en sus propios padres. Pero la distancia ficcional motivada por el cambio de nombres y por el fuerte caricaturismo de su dibujo desaparecerá definitivamente en Ernest and Ethel (1999), la novela gráfica que Briggs dedica, ya sin disimulos argumentales o nominales, a la biografía de sus padres.[1]

Junto al título, la primera página interior de Ernest and Ethel muestra dos marcos ovalados con las fotografías en tonos sepias de los progenitores de Raymond Briggs. Las páginas que siguen abordarán el periplo vital de los protagonistas, una pareja trabajadora de clase media-baja que progresa lentamente y con gran esfuerzo en las difíciles condiciones la Inglaterra pre y postbélica.

En lo que es una constante dentro de la narrativa de Briggs, la historia comienza con una secuenciación reticular de pequeñas viñetas que describen un acontecimiento rutinario. Estamos en 1928 y, desde la ventana de una casa burguesa, vemos asomarse cada día a la joven sirviente, Ethel, para saludar el paso de Ernest en su bicicleta. Este breve preámbulo muestra el cortejo anterior a la boda entre ambos y al comienzo real de la historia: su vida como pareja. A partir de ahí, el cómic se divide en cuatro capítulos estructurados y titulados a partir de las cuatro décadas que Ethel y Ernest compartieron en común (“1930-1940”, “1940-1950”, “1950-1960”, “1960-1970”); y un quinto episodio breve que, a modo de epílogo, cierra el círculo con sus fallecimientos (“1970-1971”).

Al margen de las referencias cronológicas, la narración introduce varios hilos conductores que cohesionan el relato alrededor de ciertos indicios temáticos. Uno de los más obvios es el de la vivienda: una de las principales marcas de estatus social y un referente simbólico de la prosperidad burguesa en el siglo XX. A partir de 1945, el mercado de alquiler subvencionado (alquiler social) fue la opción de vivienda habitual en Gran Bretaña para las clases medias (gracias, en gran medida, al Plan Nacional de Vivienda impulsado por el Laborismo), frente a otras opciones más gravosas como la adquisición de inmuebles en propiedad. Por eso, a lo largo del libro, la vida del matrimonio Briggs orbitará alrededor de esa vivienda adosada de estilo eduardiano que compraron en 1930 gracias a una hipoteca de 825 libras, y en la que vivirán durante los siguientes cuarenta y un años. La narración estará parcialmente construida alrededor de varias páginas-viñeta que mostrarán la evolución histórica de esta casa familiar en los diferentes periodos de la vida en común del matrimonio Briggs.

En la narrativa de Briggs el espacio interior y cerrado de la vivienda familiar viene asociada generalmente a connotaciones positivas: el hogar es ese lugar protegido en el que los personajes no pueden sufrir ningún mal; el peligro proviene siempre del mundo exterior. Como observamos en obras como When the Wind Blows, The Man o The Bear, sólo cuando los protagonistas se asoman a las ventanas de sus casas son capaces de percibir esa amenaza exterior que amenaza con socavar la armonía familiar y la concordia que se vive en el interior de la casa.

La vivienda de Ethel y Ernest es el decorado en el que transcurre su vida y donde verán nacer a su hijo Raymond; pero también es el escenario del que se valdrá Briggs para mostrarnos el devenir histórico del siglo XX y algunos de sus acontecimientos más importantes. De este modo, su cómic se convierte en un cuadro de costumbres de la vida trabajadora en el agitado contexto socio-político del siglo XX. Al mismo tiempo que presenciamos el desarrollo cotidiano de las actividades domésticas y laborales de este matrimonio de clase media-baja, seremos testigos de sus esfuerzos por sobrevivir dignamente durante los duros años de la postguerra; de su escepticismo ante las promesas y las medidas gubernamentales de la clase política; o de su admiración ante el progreso tecnológico del siglo XX.  A partir de la mirada subjetiva de los personajes, el lector asiste a algunos de los acontecimientos históricos fundamentales del periodo, pero también a los pequeños hitos que modificaron definitivamente la vida diaria de las personas: como la llegada de la electricidad a los hogares y el abandono del carbón, la consolidación de consumismo como marca de estatus, la implantación de electrodomésticos como la lavadora o el horno eléctrico, el éxito masivo de la televisión en detrimento de la radio, etc.

Si bien es cierto que muchos de los motivos temáticos que mencionamos ya habían aparecido en Gentleman Jim y en When the Wind Blows[2], su repetición en Ethel & Ernest responde a una propuesta más amplia y cohesiva que prescindirá de otros subtextos (como el de la especulación fantasiosa), para centrarse exclusivamente en la construcción del perfil existencial de sus personajes. El diseño de éstos es más realista (aunque ligeramente impresionista en su trazo) que el de los personajes de obras precedentes. Aunque podemos ver claramente en ellos el reflejo del Jim Bloggs de Gentleman Jim o de los Jim y Hilda de When the Wind Blows, en esta ocasión la mirada de Briggs sobre sus personajes es más benévola. La ternura sustituye a la ironía, y el humor de Ethel & Ernest resulta más indulgente con la dignidad esforzada de sus ineducados protagonistas.

También la planificación narrativa del cómic plantea algunas soluciones diferentes de las que encontrábamos en sus predecesores. La historia no organiza sus acontecimientos a partir de una linealidad estricta, sino que se compone más bien de secuencias sucesivas encadenadas, que en muchos casos no ocupan más de media página. Mediante este recurso, Briggs compone un fresco impresionista —que, como acabamos de mencionar, encuentra su reflejo en el diseño de personajes— en el que la narración se debe a una acumulación de situaciones cronológicas encadenadas temáticamente, más que a una contigüidad temporal estricta. Son las elipsis (nunca demasiado extremas) las que nos ayudan a completar el tejido de los acontecimientos. Dentro de esta organización un tanto azarosa, Briggs combina las viñetas panorámicas con otras más pequeñas, en un juego de alternancias secuenciales que consigue dotar de dinamismo al conjunto; y que, cada ciertas páginas, verá aparecer la página-viñeta con el leitmotiv de la casa familiar. 

La adaptación a dibujos animados de Ethel & Ernest, dirigida por Robert Mainwood, se estrenó en 2016 directamente en la cadena inglesa BBC 1. La película sigue fielmente —secuencia a secuencia, prácticamente— la historia del cómic; si bien, desarrolla con más detalle algún pasaje concreto, como el de los bombardeos alemanes sobre Londres. El dibujo del filme es más estilizado y realista que el del cómic (excepto, quizás, en las escenas finales de la muerte de los protagonistas, en las que se recupera el trazo impresionista de la obra impresa). No obstante, salvo licencias mínimas, como la inclusión de los audios radiofónicos originales que se emitieron durante la contienda bélica o una banda sonora muy heterogénea y descriptiva, la versión animada de Ethel & Ernest se ciñe a las intenciones originales del cómic: las del relato sencillo y emocionante de una vida en común, la de la entrañable pareja que formaban los padres de Briggs.

Precisamente, a esa modesta normalidad se refiere el propio Briggs en el breve preámbulo documental que sirve de introducción a la película (recurso que ya habíamos presenciado en la primera versión de la adaptación animada de The Snowman). El prólogo se compone de dos escenas interrumpidas por el título de la película sobreimpreso sobre un fondo negro: en la primera, el dibujante está en la cocina sirviéndose un té en una taza decorada con motivos de The Snowman; en la segunda, le vemos en su estudio a punto de sentarse ante la mesa de dibujo para comenzar a realizar una caricatura de sus padres. De fondo, escuchamos su voz:

Mis padres no tenían nada de extraordinario. Ningún drama. Nada de divorcios ni cosas así. Pero eran mis padres y quería recordarlos haciendo un libro ilustrado. La verdad, es un poco raro tener un libro sobre mis padres entre superventas de futbolistas y libros de cocina. Supongo que les haría estar orgullosos. Y, probablemente, también algo avergonzados. Me los imagino diciendo: “No fue así”. O: “¿Cómo puedes hablar de esas cosas?”. Pues lo he hecho. Y esta es su historia.


[1] La figura de su padre ya había aparecido en Sledges to the Rescue (1963), la tercera novela juvenil que el autor escribió en los años 60, antes de decantarse laboralmente por la vía de ilustración. La novela —parcialmente autobiográfica— describía la historia de un niño que ayudaba a su padre Ernie en su trabajo como repartidor de leche.

[2] Algunos de estos motivos, como el de la preparación de los protagonistas ante un conflicto bélico inminente, son prácticamente idénticos en When the Wind Blows y en Ethel & Ernest; con la salvedad de que en el primer caso se trataba de la ficción especulativa de un posible ataque nuclear, mientras que en el segundo título se centraba en el contexto muy real de la Segunda Guerra Mundial. En ambos casos, los relatos incluyen escenas muy similares, como las de la adecuación de la vivienda para resistir a un ataque aéreo, la construcción de un refugio o la ansiedad de los protagonistas ante las funestas noticias que reciben desde la radio y la prensa.

domingo, enero 31, 2021

Tamara de Lempicka, de Virgine Greiner y Daphné Collignon. Una mujer diferente

Las biografías de pintores son ya un género en sí mismo dentro del cómic. Entre ellas nos gustan especialmente aquellas en las que el dibujante se inspira en el estilo pictórico del retratado en un intento de hacer converger vida y obra, biografía y estética. Desde este punto de partida creativo, hemos leído en años recientes obras tan notables como ese Monet: Nómada de la luz, de Ricard Efa y Salva Rubio, que maravilla por su empleo impresionista de la luz y el color; o el Magritte. Esto no es una biografía, de Vincent Zabus y Thomas Campi, imaginativo y sorprendente, tanto por lo que respecta a su realización gráfica como por el enfoque onírico de la historia. 



El Tamara de Lempicka, de Greiner y Collignon avanza en esa misma línea. Con la extensión habitual de un álbum (44 páginas), pero con un formato más reducido, esta biografía de la celebrada pintora rusa intenta conjugar el espíritu modernista de su estilo junto a su filosofía de vida libertaria en unas pocas páginas. Sin ser decididamente cubista, el dibujo de Collignon apuesta por una estilización en la que las curvas sinuosas de rostros y cuerpos invaden los espacios angulosos de estancias y edificios que, con su decoración art decó, reflejan el espíritu modernista de la época. El empleo predominante de colores grises y ocres genera una impresión monocromática que sitúa la historia en esa temporalidad vaga y misteriosa de las noches sin fin y las vigilias febriles. Todas las soluciones gráficas del álbum avanzan en esa búsqueda de conjugar fondo y forma para construir una biografía visual que haga justicia a la talla creativa y existencial de su protagonista.

Las autoras no disimulan en ningún momento el tono encomiástico de la obra: la reivindicación emancipatoria de una mujer libre y moderna que vivió en un tiempo en el que parecía que el futuro sería otro muy diferente, más esperanzado del que realmente fue. La personalidad de Lempicka, provocadora, independiente y vitalista, se eleva entre las anécdotas relatadas para mostrarnos la valentía de una mujer adelantada a su época, pero que, al mismo tiempo, define muy bien la suya propia.


 

miércoles, enero 06, 2021

2020, Cómics para una pandemia

No ha sido este el mejor de los años para el ciudadano. A base de pandemias y crisis encadenadas, nos hemos dado cuenta de que aquello de no hay mejor noticia que no tener noticias es un axioma perfecto para quienes aspiramos a la normalidad. Pero, como decíamos en nuestro último post, hasta un mal año trae buenas noticias. Los lectores perspicaces que hayan sido capaces de interpretar nuestra sidebar se habrán dado cuenta de que, para nosotros, 2020 será un año inolvidable por la mejor de las razones. En términos viñeteros, este ha sido un año igualmente glorioso. Las penurias aguzan el ingenio y no aplacan el buen hacer editorial, parece. 

La nómina de cómics notables de este curso no ha dejado de crecer hasta el último mes del año (como demuestra alguna de estas reseñas); no hemos tenido la posibilidad de leer todo lo que hubiéramos querido (se nos han quedado en el debe cosas como la última entrega de esa estupenda serie que es Orlando y el juego, de Luis Durán, y lo último de Jaime Martín, o lo de Magius y Nora Krug), pero entre lo leído, hay algunos cómics fantásticos. Allá va nuestra selección sin orden de preferencia: 

Preferencias del sistema (Ponent Mon), de Ugo Bienvenu: El cómic del dibujante, escritor, actor y director de animación Ugo Bienvenu sitúa la acción en un futuro culturalmente fantasmagórico, en el que la acumulación y difusión de información lo es todo (vamos, casi como en este presente que vivimos); un futuro en el que el interés de los bienes culturales depende de su capacidad para obtener reproducciones y difusión, más que de su calidad o su valor cultural intrínseco; un futuro en el que hay que sacrificar Odisea del espacio 2010 o la obra poética de Auden, para dejar espacio en el sistema a las retransmisiones de youtubers y a los posados de instagramers. Lo que más miedo da del cómic de Ugo Bienvenu es que todo cuanto cuenta suena perfectamente plausible. Hay quien le critica por su frialdad extrema, una sobriedad subrayada por el realismo de su dibujo (por algo la editorial que creó en 2018 con Cédric Kpannou y Charles Ameline se llama Réalistes) y por sus colores planos. Pero esa nos parece precisamente la mayor virtud de Preferencias del sistema: su precisión quirúrgica para diseñar un futuro distópico que, al margen del avanzado grado de evolución tecnológica y robótica que plantea, huele a presente en cada viñeta. La puerta a la esperanza de esta historia inclemente y sombría está personificada en la pequeña Isi, una niña que nos recuerda que la cultura, la música, el cine y la poesía podrían llegar a ser nuestros últimos rasgos de humanidad en esta inercia de materialismo consumista a la que nos hemos entregado.

El Humano (La Cúpula), de Diego Agrimbau y Lucas Varela: Aventuras de género. Humanoides, astronautas en hibernación y un planeta al borde de la extinción son los ingredientes de una historia de ciencia ficción en estado puro. Robert, el científico humano, regresa a la Tierra después de una hibernación orbital de 549.000 años. Su misión, salvaguardar el futuro de la especie humana después de que éstos estuvieran a punto de acabar con el planeta. Este es el punto de partida para las aventuras del protagonista y sus acompañantes robóticos. Como no podía ser de otro modo, detrás del relato de aventuras se esconden reflexiones acerca de la condición humana y su condición depredadora, que conducen a conclusiones desesperanzadas acerca de nuestra naturaleza vírica y destructiva. El nuevo trabajo de este eficiente tándem de autores argentinos puede presumir de un bonita y estilizada línea clara (en la mejor tradición de la escuela de Bruselas) y de un pulso narrativo vibrante que no abandona el relato hasta su sorprendente giro final.

Devastación (Alpha Decay), de Julia Gfrörer: Una rata le muerde en el cuello a otra; dos perros famélicos se disputan un brazo humano arrancado de cuajo; Agnès, la joven protagonista del relato, amasa el pan de cada día con sus propias lágrimas... Son escenas que marcan el tono de Devastación, el insólito cómic de Julia Gfrörer. Su estilo nos remite a las viejas ilustraciones del siglo XIX de la muerte y lo demoniaco. Su trazo y su irregular rayado nos hacen pensar un Edward Gorey que hubiera perdido el sentido del humor. El elemento gótico (e incluso satánico) se repite en casi todos sus cómics, en los que la fantasía, los místico y lo sobrenatural se mezclan con sorprendente naturalidad, a un paso lento que conecta lo irracional con la vida sencilla de las gentes. La apuesta por la crudeza en la exposición del sexo, la muerte y la miseria responde a una necesidad poética condicionada tanto por la materia narrativa como por su apuesta estética. En Devastación la autora elige los tiempos terribles de la peste negra en la Europa medieval para contar su historia. Un tiempo sometido por el fanatismo religioso, la carestía y un miedo supersticioso a lo desconocido. 

Del Trastévere al paraíso (Reservoir Books), de Felipe Hernández Cava y Antonia Santolaya: Continúa Hernández Cava (el gran guionista del cómic español) reconstruyendo el imaginario progresista del siglo XX, desde la lucidez democrática y con una mirada crítica y reflexiva hacia la barbarie de los totalitarismos y los extremismos. Se enfrenta en esta ocasión a uno de los episodios más turbios que acompañaron a las revueltas juveniles universitarias del 68 en buena parte de Europa: el surgimiento de facciones terroristas de inspiración anarquista, compuestas, en muchos casos, por jóvenes apenas mayores de edad. Valeria Stoppa, la protagonista de Del Trastévere al paraíso, fue una de aquellas adolescentes que se dejó cegar por el discurso del odio y la cosificación del adversario hasta integrarse en una de esas células terroristas que fueron germen de las Brigadas Rojas italianas. Ahora, desde su madurez, reflexiona acerca de una vida perdida y pone en duda sus propias convicciones de juventud. El dibujo evocador de Antonia Santolaya, con un trazo suelto cercano al esbozo y colores expresionistas, construye una mirada nostálgica y desesperanzada hacia el pasado de una juventud desperdiciada.

Verdad (Liana Editorial), de Lorena Canottiere: El dibujo de Canottiere en Verdad es deslumbrante, con un empleo luminoso y sorprendente del color. Su expresionismo cromático parece ilustrar recuerdos y sensaciones más que una representación de realidad. Las imágenes evocadoras nos acercan a la historia, las historias más bien, que componen la biografía de la joven protagonista que da título al cómic (un nombre propio anómalo, Verdad, cargado de connotaciones e intenciones). El relato serpentea desde el pasado hacia el presente: la niñez de Verdad con su abuela, a la sombra de una madre desaparecida; su lucha en la Guerra Civil Española contra el fascismo; su renuencia a la derrota viviendo en el monte como un maqui... Y todas esas vidas empujan en una misma dirección, confluyen en un mismo anhelo: la búsqueda (utópica) de la libertad. El deseo irrefrenable de la protagonista de construir su propia existencia, sin ataduras, sin dependencias. En ese impulso, la lucha contra Franco, la vida en soledad en la naturaleza o la resonancia lejana, casi mítica, de Monte Veritá (la colonia hippy a la que se escapó su madre) funcionan como escenarios simbólicos e ideales de ese sueño imposible de libertad. Verdad es un cómic con muchas lecturas y, sobre todo, es un verdadero goce visual. 

La esperanza pese a todo. Segunda parte (Dibbuks), de Èmile Bravo: Èmile Bravo sigue embarcado en su tarea de transformar una serie que nació con vocación cómica y para un público infantil en un cómic adulto con conciencia histórica y voluntad política. El segundo volumen de La esperanza pese a todo (de los cuatro que conformarán la saga) continúa la epopeya de Spirou y Fantasio en el contexto de la Bélgica ocupada y colaboracionista durante la Segunda Guerra Mundial. Y Bravo no duda en meter a sus personajes en todos los charcos posibles. Desde la rectitud moral del niño Spirou y la inconsciencia sin malicia de su amigo Fantasio, el dibujante francés plantea una serie de interrogantes éticos acerca la implicación de ciertos países aliados (como Bélgica y Francia) en la contienda; cuestionando además aspectos como el papel de la iglesia o la actitud xenófoba y supremacista del nacionalismo flamenco. Sin abandonar nunca el espíritu original del personaje y su dinamismo aventurero, La esperanza pese a todo plantea una relectura audaz y madura de una de las series clásicas del cómic europeo. La mejor línea clara franco-belga del momento.

Blueberry. Rencor apache (Norma Editorial), de Joann Sfar y Christophe Blain: Mucho de lo dicho en la entrada anterior valdría para reseñar esta revisión de otro clásico del cómic europeo como es las aventuras del Teniente Blueberry, desde el respeto a la creación original de Charlier y Giraud, pero con buenas dosis de atrevimiento e innovación. Dos de los grandes autores del cómic actual se embarcan en una reconstrucción del western a partir del espíritu original de un personaje y una serie que nacieron con un tono fordiano, pero que, en esta nueva entrega, se acercan más a la violencia naturalista y el austero psicologismo de Peckinpah y Sergio Leone, respectivamente. El guion de Sfar desarrolla un episodio de violencia que amenaza con desbaratar la frágil paz que garantiza la convivencia entre los colonos, el ejército de caballería y los Apaches. La historia avanza firme con una tensión creciente, al mismo tiempo que va introduciendo nuevos ingredientes y personajes en la trama. Blain, que ya le había dado una patada al género en su estupenda serie Gus, lleva a su terreno con asombrosa maestría el estilo original de Giraud (aka Moebius) para construir una galería de personajes llenos de matices y dobleces morales. Y, de fondo, la bastedad de un paisaje infinito y reconocible por todo buen aficionado al género. Nos podemos esperar a la siguiente entrega.

La cólera (Astiberri), de Santiago García y Javier Olivares: La cólera es La Ilíada, reconocible desde su título (con esa palabra empieza el poema épico de Homero). Sin embargo, poco a poco, la mitología se despliega en ambigüedades y lecturas inesperadas. La ironía postmoderna invade los diálogos y va desanclando al cómic del texto clásico. El dibujo oscila entre la reescenificación histórica y el juego simbólico. Se despliega un argumento conocido: el de la alianza de reinos comandada por Agamenón y sus aqueos que asedian la ciudad de Troya; después de nueve años de sitio, Ajax, Ulises y Aquiles parecen a punto de derrotar su resistencia... Avanza el argumento de La colera con pulso y con un despliegue visual apabullante..., hasta que el relato se detiene en una digresión metanarrativa que es un caballo de Troya postmoderno en toda regla. Un metarrelato que pone la historia principal patas arriba y la cabeza del lector de vuelta y media. Después del desconcierto inicial (un desafío de las convenciones lectoras, un desafío de las expectativas, un desafío del equilibrio del relato), recuperamos el pulso y una intuición: la de que aquella Europa de la Grecia Clásica estaba en realidad mucho más cerca de esta otra Europa nuestra de lo que suponíamos.

Un tributo a la tierra (Reservoir Books), de Joe Sacco: La obra de Sacco tiene la cualidad de abrumar al lector. La cantidad de información y el minucioso proceso de documentación que hay detrás de cada uno de sus cómics hacen de ellos una fuente de conocimiento exhaustiva sobre la realidad geopolítica del mundo en el momento concreto de su publicación. Además, en cada nuevo trabajo, el dibujo de Sacco se ha ido enriqueciendo en matices, en una evolución hacia un realismo lleno de texturas que, por un lado, remite al detalle de la ilustración xilográfica clásica, pero que nunca ha abandonado la herencia underground de la que se alimenta la obra de Sacco desde sus orígenes. Por su temática, pudiera parecer que Un tributo a la tierra se aparta de esa línea de periodismo bélico que define la producción del autor, sin embargo, aunque es cierto que la acción de este cómic no se sitúa en medio de una guerra o una zona en conflicto armado, sus páginas también describen un enfrentamiento; un desafío, cruento en muchos casos, del que seguramente depende el futuro de la humanidad: el de la naturaleza frente al dedsarrollo económico. El cómic arranca con una mirada hacia los usos y costumbres de las tribus indígenas del norte de Canadá, que mantuvieron sus formas de vida nómada prácticamente hasta finales del siglo XX. Aquella difícil existencia casi extinguida contrasta dramáticamente con la actual explotación petrolífera de las reservas originales y la adaptación de los nativos al trabajo en las mismas y a los modos de vida occidental. Una adaptación, en muchos casos impuesta por las administraciones políticas y las autoridades religiosas del país. Un tributo a la tierra es un reportaje acerca del cambio climático y la explotación de los recursos naturales, sí, pero también una mirada sincera a la vida difícil de unos pueblos cuya subsistencia depende de esa misma evolución que poco a poco va enterrando sus propias raices. Una vez más, Sacco lleva a cabo un ejercicio magistral de investigación periodística que confía en la inteligencia del lector para penetrar en las zonas grises de la historia. 

Tatsumi (Satori Ediciones), de Yoshihiro Tatsumi: La editorial Satori (especializada en cultura y literatura japonesa) acaba de publicar Tatsumi, un cómic en el que se recopilan algunas de las mejores historias cortas del maestro japonés publicadas entre 1970 y 1972. Los relatos seleccionados (varios de los cuales ya habíamos tenido la oportunidad de leer en nuestro país en las publicaciones de La Cúpula) sintetizan con transparencia la poética del autor y resumen muchos de sus lugares comunes: la sombra alienante de la gran ciudad (“Cría”, “La montaña de los viejos abandonados en Tokio”), la soledad del trabajador asalariado en su lucha por una subsistencia precaria (“Escorpión”, “Querido Monkey”, “La campana fúnebre”), la sexualidad disfuncional como metáfora de la inadaptación social (“Ocupado”, “La primera vez de un hombre”), los estigmas afectivos y las cicatrices de la participación en el bando derrotado de la Segunda Guerra Mundial (“Infierno”, “Goodbye”), etc. Como sucede a lo largo de toda su producción, muchos de los episodios recogidos en este volumen incluyen elementos de naturaleza autobiográfica. En algunas de sus historias, Tatsumi apenas se esconde detrás de sus personajes. Este volumen será una buena introducción para todos aquellos que aún no conozcan al mangaka. La selección de relatos incluye algunas de sus historias cortas más singulares y conmovedoras, como “Infierno”, “Querido Monkey” o “Goodbye”. Además, gracias a los textos que acompañan a la edición (al “Epílogo” del propio Tatsumi se une una “Breve nota biográfica”, no tan breve, y un estudio “Sobre las historias publicadas en el presente volumen”) el lector será capaz de profundizar en la figura y obra de uno de los maestros del manga: el padre del gekiga.

La soledad del dibujante (Sapristi), de Adrian Tomine: Cuando uno de los dibujantes más célebres y admirados del planeta cómic decide aparcar cualquier tipo de autocomplacencia y quedarse en pelota picada creativa delante de sus lectores, puede surgir algo tan honesto y sugerente como La soledad del dibujante (el personal homenaje de Adrian Tomine a la célebre novela de Allan Silitoe). Aunque en su recuento de humillaciones y situaciones embarazosas Tomine abusa de cierto patetismo autocompasivo, lo cierto es que su cómic es realmente divertido. Observar bajo la lupa los complejos y las decepciones de uno de los genios más precoces del medio no deja de ser una lección de humanidad. El formato elegido para la edición del cómic encaja como un guante con esa mismo búsqueda de sencillez y espontaneidad: el de una pequeña libreta Moleskine de cubiertas negras y hojas cuadriculadas (la edición estadounidense incorpora incluso la goma negra de cierre que las caracteriza). Todo funciona en La soledad del dibujante, lo de dentro y lo de fuera. Tomine sigue manteniendo aquel realismo de línea clara que le hizo célebre, aunque su estilo parezca ahora más espontáneo y depurado; y aquellos finales repentinos e inesperados que hicieron de él el Carver del cómic se han convertido en La soledad del dibujante en los gags ocurrentes de un autor que se sabe tocado por el éxito y el talento (aunque en este cómic se empeñe en disfrazarlos a base de humildad, timidez y un fino sentido del humor). 

Los sentimientos de Miyoko en Asagaya (Gallo Nero Ediciones), de Shin'ichi Abe: Los relatos breves que componen Los sentimientos de Miyoko en Asagaya conforman un extraño collage autobiográfico. Lo cierto es que Abe es un autor extraño en sí mismo, diferente. Pertenece, junto a Oji Suzuki o Seiichi Hayashi, a ese grupo escogido de autores japoneses que, bajo el influyente magisterio de Yoshiharu Tsuge, publicaron en la revista alternativa Garo mangas que discurrían entre la experimentación narrativa y cierto simbolismo poético. Como hace Abe en los relatos de este volumen, casi todos ellos recurrieron a episodios de sus propias biografías para proyectar una mirada extrañada de la realidad, muchas veces fragmentarias y profundamente críptica en su subjetividad. Los sentimientos de Miyoko en Asagaya está presidido por un tono decadente y sombrío, por una suerte de pesimismo existencial que empuja a los protagonistas de sus historias a dejarse ir cuesta abajo y malvivir solitarias vidas precarias. Las poéticas imágenes de paisajes nocturnos conviven con un diseño de personajes deliberadamente descuidado; un estilo caricaturesco que deforma rostros y movimientos con la intención de transmitir las emociones particulares de cada instante y situación. El dibujo antirrealista de Abe y su renuncia a una secuenciación convencional en términos de fluidez narrativa consiguen dotar a sus historias de un lirismo intimista que termina por atrapar al lector dentro de su red de significados e insinuaciones. 

A través (Pípala), de Tom Haugomat: Encrucijadas gráfico-narrativas. Novela gráfica y álbum ilustrado, el libro teórico que han publicado la Universidad de León y Trea este año, parece pensado para explicar una obra como la de Haugomat. Es un libro con pocos dibujos y menos texto, pero cuenta muchísimas cosas: una vida entera, de hecho. Lo hace combinando de forma sistemática dos puntos de vista de vista complementarios que crean una rutina secuencial: la mirada subjetiva de su protagonista aparece siempre continuada por el plano general que la explica. Así, a través de los ojos del personaje principal, asistimos a los instantes decisivos de su biografía y, junto a él, pasamos el tiempo de una vida. Las figuras minimalistas sin rostro de A través, sus paisajes evocadores y sus colores planos nos remiten a la ilustración estadounidense de los años 50-60, a aquellos diseños estilizados y utilitarios que abundaban en los magazines más elegantes y sofisticados de la época. Y, sin embargo, pese a esa frialdad aparente, el libro ilustrado/cómic de Haugomat está paradójicamente lleno de emoción y poesía; una lectura rápida de esas que dejan poso y apetece releer de vez en cuando. Un hallazgo.

Regreso al Edén (Astiberri), de Paco Roca: Vuelve quien seguramente es el autor más popular del cómic español reciente y lo hace a lo grande. Regreso al edén continúa indagando en esos procesos de reconstrucción de la memoria, biográfica, familiar e histórica, que ya había explorado en La casa. En este caso, el rastreo del pasado toma como punto de partida tres fotografías, que le sirven al autor para hacer la radiografía de una de tantas familias que vivieron la postguerra española entre penurias y privaciones de todo tipo. La familia elegida es la de su madre Antonia y, a través de su figura, la de sus padres y hermanos, se nos ofrece también el retrato fotográfico de una España que vivía uno de los momentos más oscuros de su historia reciente. En realidad, el dibujo de Paco Roca tiene también cierta cualidad fotográfica a la hora de capturar con precisión los aspectos básicos de la realidad; pareciera que ningún detalle esencial se escapara a su trazo. En Regreso al edén, además, el autor continúa explorando en las posibilidades simbólicas y narrativas de un lenguaje que domina como pocos otros dibujantes. Este cómic vuelve a demostrar que Paco Roca es un autor en constante crecimiento y, parece, en perpetuo estado de gracia.

Mis cien demonios (Reservoir Books), de Lynda Barry: Es imposible no claudicar ante el estilo naif de Lynda Barry y la honestidad confesional de sus historias. En Mis cien demonios, la autora aborda el género del slice of life desde un original recuento de sus miedos y complejos infantiles. En el prólogo del libro, Barry confiesa cómo decidió inspirarse en los demonios (onis) de un rollo japonés del siglo XVI para elaborar su propia lista de "monstruos" personales a partir de sus recuerdos infantiles y adolescentes. En su enumeración variopinta se cuelan objetos, rasgos de su personalidad y referencias simbólicas a momentos concretos y obsesiones insistentes que, de alguna manera, dejaron una huella en su biografía y marcaron su personalidad posterior: su descoordinada forma de bailar, las discusiones constantes con su madre, la muerte de algún amigo, el olor de su hogar, su apego fetichista a ciertos objetos de la infancia... Mis cien demonios es la prueba palpable de que algunos autores elegidos pueden llegar a resumir toda la complejidad de la existencia en el espacio humilde de una anécdota infantil. El lenguaje sencillo de Barry y el candor infantil sus ilustraciones encierran momentos reveladores y una emoción verdadera que se contagia al lector casi desde las primeras páginas. Un cómic para todos los públicos que difícilmente decepcionará a nadie.

Mono de trapo (Barrett), de Tony Millionaire: Aunque suele adscribírsele al nuevo underground, el trabajo de Millionaire desborda escuelas o etiquetas y se alimenta de fuentes muy dispares. Herencia de un linaje familiar repleto de artistas y pintores, seguramente. En toda su producción, el bostoniano hace gala de buenas dosis de extravagancia para configurar un imaginario visual que discurre entre lo grotesco y el cartoon macabro de Gorey. Sus tebeos son como una tienda de antigüedades repleta de juguetes parlantes, cacharrería mágica y muñecos de trapo. Las tragedias autoconclusivas que conforman los episodios de Mono de trapo tienen lugar en fastuosas mansiones victorianas ubicadas en un Estados Unidos que ya no existe, pero todas ellas están protagonizadas por Tío Gabby, ese mono remendado de un calcetín que da título al cómic (sock monkey), y por su amigo Don Cuervo, un pájaro de trapo con botones por ojos; son los personajes ideales para unas andanzas imposibles que siempre acaban mal. Juntos, viven las aventuras menos infantiles que uno pueda imaginar: incendios catastróficos, naufragios en Borneo junto a cabezas jibarizadas, matrimonios entre roedores que terminan en canibalismo, cacerías de insectos, etc. Mono de trapo nos devuelve a un tiempo en el que la infancia estaba habitada por muñecas de porcelana, caballitos de mecedora y cuentos de criaturas fantásticas. 

Rosie en la jungla (Fulgencio Pimentel), de Nathan Cowdry: Los personajes de Cowdry son simplemente adorables. El achuchable perrito algodonoso y las bellas muchachas de formas redondeadas que protagonizan Rosie en la jungla tienen cierto aire disneyano, aunque en su diseño se observan también influencias del manga y del surrealismo pop big eyes. Sin embargo, lo que parecería la materia prima adecuada para una historia infantil o un relato de shojo manga, en manos de Cowdry sirve para construir un cómic de jóvenes traficantes de droga, mascotas que utilizan sus estómagos como mula y agresivas bragas parlanchinas dispuestas a matar y morir por un puñado de libras. Sexo duro, violencia y transgresión en un envoltorio de caramelo. Perturbador y fascinante a partes iguales. Como señala alguien en la faldilla promocional del libro, la experiencia de leer Rosie en la jungla se parece un poco a ver una película porno por primera vez. A ratos, uno intenta mirar para otro lado, pero no hay manera.