Después de muchos años, al fin se publica en español uno de esos cómics que inventaron la "novela gráfica" antes de la novela gráfica. Ethel y Ernest es, además, un cómic que arroja luz sobre la verdadera dimensión de Raymond Briggs, un autor capital para entender los muchos puentes que conectan al cómic con la ilustración y uno de los dibujantes de cómics más minusvalorados del panorama contemporáneo. De esto, de la importancia de Briggs en la consolidación del cómic autobiográfico y de muchas otras cosas hablamos en el estudio que publicamos recientemente en Encrucijadas gráfico-narrativas. Novela gráfica y álbum ilustrado, el estudio colectivo coordinado por José Manuel Trabado sobre las intersecciones entre los lenguajes del cómic y de la ilustración. Vamos a recuperar en este post algunas de las reflexiones que hicimos en aquellas páginas sobre Ethel y Ernest, publicado este año por Blackie Books. El artículo completo, lo tienen en este libro:
UNA VIDA EN VIÑETAS: ETHEL & ERNEST
Raymond Briggs siempre ha reconocido que Jim y Hilda, los
personajes protagonistas de Gentleman Jim
y When the Wind Blows, estaban directamente
inspirados en sus propios padres. Pero la distancia ficcional motivada por el
cambio de nombres y por el fuerte caricaturismo de su dibujo desaparecerá
definitivamente en Ernest and Ethel
(1999), la novela gráfica que Briggs dedica, ya sin disimulos argumentales o
nominales, a la biografía de sus padres.
Junto al título, la primera página interior de Ernest and Ethel muestra dos marcos
ovalados con las fotografías en tonos sepias de los progenitores de Raymond
Briggs. Las páginas que siguen abordarán el periplo vital de los protagonistas,
una pareja trabajadora de clase media-baja que progresa lentamente y con gran
esfuerzo en las difíciles condiciones la Inglaterra pre y postbélica.
En lo que es una constante dentro de la narrativa de
Briggs, la historia comienza con una secuenciación reticular de pequeñas
viñetas que describen un acontecimiento rutinario. Estamos en 1928 y, desde la
ventana de una casa burguesa, vemos asomarse cada día a la joven sirviente,
Ethel, para saludar el paso de Ernest en su bicicleta. Este breve preámbulo
muestra el cortejo anterior a la boda entre ambos y al comienzo real de la
historia: su vida como pareja. A partir de ahí, el cómic se divide en cuatro
capítulos estructurados y titulados a partir de las cuatro décadas que Ethel y
Ernest compartieron en común (“1930-1940”, “1940-1950”, “1950-1960”,
“1960-1970”); y un quinto episodio breve que, a modo de epílogo, cierra el
círculo con sus fallecimientos (“1970-1971”).
Al margen de las referencias cronológicas, la narración
introduce varios hilos conductores que cohesionan el relato alrededor de
ciertos indicios temáticos. Uno de los más obvios es el de la vivienda: una de las
principales marcas de estatus social y un referente simbólico de la prosperidad
burguesa en el siglo XX. A partir de 1945, el mercado de alquiler subvencionado
(alquiler social) fue la opción de vivienda habitual en Gran Bretaña para las
clases medias (gracias, en gran medida, al Plan Nacional de Vivienda impulsado
por el Laborismo), frente a otras opciones más gravosas como la adquisición de
inmuebles en propiedad. Por eso, a lo largo del libro, la vida
del matrimonio Briggs orbitará alrededor de esa vivienda adosada de estilo eduardiano
que compraron en 1930 gracias a una hipoteca de 825 libras, y en la que vivirán
durante los siguientes cuarenta y un años. La narración estará parcialmente construida
alrededor de varias páginas-viñeta que mostrarán la evolución histórica de esta
casa familiar en los diferentes periodos de la vida en común del matrimonio
Briggs.
En la narrativa de Briggs el espacio interior y cerrado
de la vivienda familiar viene asociada generalmente a connotaciones positivas:
el hogar es ese lugar protegido en el que los personajes no pueden sufrir
ningún mal; el peligro proviene siempre del mundo exterior. Como observamos en
obras como When the Wind Blows, The Man o The Bear, sólo cuando los protagonistas se asoman a las ventanas de
sus casas son capaces de percibir esa amenaza exterior que amenaza con socavar
la armonía familiar y la concordia que se vive en el interior de la casa.
La vivienda de Ethel y Ernest es el decorado en el que
transcurre su vida y donde verán nacer a su hijo Raymond; pero también es el
escenario del que se valdrá Briggs para mostrarnos el devenir histórico del
siglo XX y algunos de sus acontecimientos más importantes. De este modo, su
cómic se convierte en un cuadro de costumbres de la vida trabajadora en el
agitado contexto socio-político del siglo XX. Al mismo tiempo que presenciamos
el desarrollo cotidiano de las actividades domésticas y laborales de este
matrimonio de clase media-baja, seremos testigos de sus esfuerzos por sobrevivir
dignamente durante los duros años de la postguerra; de su escepticismo ante las
promesas y las medidas gubernamentales de la clase política; o de su admiración
ante el progreso tecnológico del siglo XX. A partir de la mirada subjetiva de los personajes,
el lector asiste a algunos de los acontecimientos históricos fundamentales del
periodo, pero también a los pequeños hitos que modificaron definitivamente la
vida diaria de las personas: como la llegada de la electricidad a los hogares y
el abandono del carbón, la consolidación de consumismo como marca de estatus, la
implantación de electrodomésticos como la lavadora o el horno eléctrico, el
éxito masivo de la televisión en detrimento de la radio, etc.
Si bien es cierto que muchos de los motivos temáticos que
mencionamos ya habían aparecido en Gentleman
Jim y en When the Wind Blows,
su repetición en Ethel & Ernest
responde a una propuesta más amplia y cohesiva que prescindirá de otros
subtextos (como el de la especulación fantasiosa), para centrarse exclusivamente
en la construcción del perfil existencial de sus personajes. El diseño de éstos
es más realista (aunque ligeramente impresionista en su trazo) que el de los
personajes de obras precedentes. Aunque podemos ver claramente en ellos el reflejo del Jim Bloggs de Gentleman Jim o de los Jim y Hilda de When the Wind Blows, en esta ocasión la mirada de Briggs sobre sus
personajes es más benévola. La ternura sustituye a la ironía, y el humor de Ethel & Ernest resulta más
indulgente con la dignidad esforzada de sus ineducados protagonistas.
También la planificación narrativa del cómic plantea
algunas soluciones diferentes de las que encontrábamos en sus predecesores. La
historia no organiza sus acontecimientos a partir de una linealidad estricta,
sino que se compone más bien de secuencias sucesivas encadenadas, que en muchos
casos no ocupan más de media página. Mediante este recurso, Briggs compone un
fresco impresionista —que, como acabamos de mencionar, encuentra su reflejo en
el diseño de personajes— en el que la narración se debe a una acumulación de
situaciones cronológicas encadenadas temáticamente, más que a una contigüidad
temporal estricta.
Son las elipsis (nunca demasiado extremas) las que nos ayudan a completar el
tejido de los acontecimientos. Dentro de esta organización un tanto azarosa,
Briggs combina las viñetas panorámicas con otras más pequeñas, en un juego de
alternancias secuenciales que consigue dotar de dinamismo al conjunto; y que,
cada ciertas páginas, verá aparecer la página-viñeta con el leitmotiv de la casa familiar.
La adaptación a dibujos animados de Ethel & Ernest, dirigida por Robert Mainwood, se estrenó en
2016 directamente en la cadena inglesa BBC 1. La película sigue fielmente —secuencia
a secuencia, prácticamente— la historia del cómic; si bien, desarrolla con más
detalle algún pasaje concreto, como el de los bombardeos alemanes sobre
Londres. El dibujo del filme es más estilizado y realista que el del cómic
(excepto, quizás, en las escenas finales de la muerte de los protagonistas, en
las que se recupera el trazo impresionista de la obra impresa). No obstante,
salvo licencias mínimas, como la inclusión de los audios radiofónicos
originales que se emitieron durante la contienda bélica o una banda sonora muy
heterogénea y descriptiva, la versión animada de Ethel & Ernest se ciñe a las intenciones originales del cómic: las
del relato sencillo y emocionante de una vida en común, la de la entrañable
pareja que formaban los padres de Briggs.
Precisamente, a esa modesta normalidad se refiere el
propio Briggs en el breve preámbulo documental que sirve de introducción a la
película (recurso que ya habíamos presenciado en la primera versión de la
adaptación animada de The Snowman).
El prólogo se compone de dos escenas interrumpidas por el título de la película
sobreimpreso sobre un fondo negro: en la primera, el dibujante está en la
cocina sirviéndose un té en una taza decorada con motivos de The Snowman; en la segunda, le vemos en
su estudio a punto de sentarse ante la mesa de dibujo para comenzar a realizar
una caricatura de sus padres. De fondo, escuchamos su voz:
Mis padres no tenían nada
de extraordinario. Ningún drama. Nada de divorcios ni cosas así. Pero eran mis
padres y quería recordarlos haciendo un libro ilustrado. La verdad, es un poco
raro tener un libro sobre mis padres entre superventas de futbolistas y libros
de cocina. Supongo que les haría estar orgullosos. Y, probablemente, también
algo avergonzados. Me los imagino diciendo: “No fue así”. O: “¿Cómo puedes
hablar de esas cosas?”. Pues lo he hecho. Y esta es su historia.