lunes, octubre 24, 2011

Logicomix en Culturamas.

Regresamos a Culturamas de la mano de Christos H. Papadimitriou, Apostolos Doxiadis y su muy heterodoxo Logicomix, un cómic que pretende nada menos que orientarnos entre los nombres y sucesos que determinaron el nacimiento de la lógica matemática contemporánea. A partir de la biografía de Bertrand Russell, Logicomix nos ofrece un ejercicio narrativo ambicioso y un itinerario histórico-científico alrededor de las obsesiones y la locura de los genios que en el S.XX cambiaron las corrientes del pensamiento matemático. Casi nada.
Se lo contamos aquí con el detalle que merece.

lunes, octubre 17, 2011

Penny Century, de Jaime Hernandez. ¡A mí, mujeres!

Hay que reconocer que en las lista de "damnificados" después del advenimiento de la novela gráfica, dos de los que mejor parados han salido han sido los Hernandez Bros. No porque no estuvieran ya haciendo lo que hacen antes de la etiqueta de marras (a favor de la cual nos pronunciamos), sino porque con el nuevo formato su obra alcanza una dimensión adecuada y la magnitud que le corresponde.
Tenemos la sensación de que no es la primera vez que lo comentamos. Cuando los episodios del Palomar, de Beto, o las aventuras de Maggie, Hopey y el resto de Locas aparecían de forma dispersa y episódica en la ya mítica Love & Rockets (allá por los 80), el lector ocasional corría el más que probable riesgo de ahogarse en el maremagnum de personajes, aventuras fragmentarias y esbozos narrativos que conformaban el peculiar universo de los Hernandez; así sucedía, por ejemplo, con el españolito medio que únicamente recibía su dosis de Love & Rockets en los episodios ocasionales que publicaba El Víbora.
La llegada del volumen único, de la edición organizada de los episodios, de la novela gráfica en definitiva, nos ha permitido clarificar el horizonte. Las aventuras de Luba y otras Locas siguen existiendo como relatos abiertos y crecientes, como ríos comicográficos surcados por mil afluentes narrativos, pero el hecho de poder leer algunos de sus capítulos de un tirón nos ha permitido constatar definitivamente que estamos ante obras maestras, ante dos de los grandes trabajos comicográficos del S.XX (ya del S.XXI).
Penny Century (a la que ya homenajeamos musicalmente, vía Remate) ilustra a las claras las intenciones de su autor. Pareciera que el realismo mágico social que enmarca las peripecias de sus féminas no fuera a llegar nunca a un final definido. Si el personaje de Luba y el marco de Palomar (ese pueblo de mitológicas miserias) proveen a la narración de Beto Hernandez de unos límites narrativos definidos, de unos, digamos, puntos de anclaje alrededor de los cuales construir el friso del nuevo Macondo viñetero, la obra de su hermano Jaime no encuentra más nexo que el de sus muchas mujeres, el concepto de "mujer" entendido como punto de partida y llegada. Penny Century es un cómic irregular, aleatorio, fragmentario, disperso, caleidoscópico, movedizo... brillante. Las muchas historias que lo componen, sus diferentes episodios, parecen vivir de forma independiente e inconexa. El lector novel se creerá perdido en un charco de relatos breves. Nada más lejos de la realidad, Penny Century es, simplemente, nada menos, una página más para completar y entender la ingente biografía de sus muchos personajes: la de esa magnética y cascarrabias lesbiana que es Hopey, la de la encantadora Maggie, tan indecisa y resuelta a un tiempo, la de Penny Century, loca, irresistible, hipersexuada (como casi todas las protagonistas de la serie, como lo está nuestra realidad contemporánea).
Las historias que componen el trabajo de Jaime Hernandez invitan a la paranoia lectora: cambios radicales y constantes en el punto de vista, flashbacks y anacronías a bocajarro, paréntesis narrativos, metarrelatos, bromas estilísticas, introducción fantasma de personajes, etc. Sin embargo, a poco que uno esté familiarizado con su obra, o incluso después de unas cuantas decenas de páginas dentro de un mismo libro, el lector se da cuenta de que, debajo de la historia y de las aventuras sólo aparentemente triviales de sus personajes, existe una intrahistoria, una estructura profunda que cohesiona todos y cada uno de los episodios creados por Jaime Hernandez hasta la fecha. Es como si el autor tuviera todas las piezas del puzzle en su cabeza y se las fuera revelando al lector con cuentagotas. Penny Century supone un nuevo y brillante capítulo de esa misma historia, una pieza más (muchas en realidad) del puzzle.
Por todo ello, no pueden sorprendernos esos habituales comentarios de lectores enojados y decepcionados que, después de cada lista con lo mejor del año, se acercan a comprobar las maravillas de la obra de los Hernandez y se quedan más fríos que Bobby Drake. La lectura de Palomar y Locas es acumulativa, requiere cierta continuidad para la creación de un consciente colectivo que ayude a disfrutar de las obras. En ese sentido, la novela gráfica nos ha venido de maravilla. Y sí, este año, Penny Century volverá a estar entre nuestros favoritos.

lunes, octubre 10, 2011

La mentira de Ware.

Viajando se aprende mucho y se descubren secretos insospechados. Quién nos iba a decir a nosotros, por ejemplo, que en una de nuestras recientes rutas británicas íbamos a pillar al señor Ware en un renuncio.
Tanto predicar las miserias de Jimmy, tanto alarmarnos con sus dramas de infancia no superados, con su pobre herencia genético-depresiva, con su apatía social... y resulta que el drama no lo fue tanto y que el pobre no es tan pobre, ni tan miserable. Que vive en Scarborough y los negocios no le van nada mal. ¡Que lo hemos visto con nuestros propios ojos!

lunes, octubre 03, 2011

Cómics en la radio, cómics en la biblio.

Un post de esos de "me myself and I". Resulta que acabamos de comenzar un miniespacio dedicado a los cómics en la cadena SER Soria; una microsección dedicada a los tebeos y a las novelas gráficas, a las viñetas y a sus lectores. Como se trataba de conectar el espacio con el contexto local, hemos decidido, junto a Chema Díez (toda una institución de la radiofonía castellanoleonesa), conectar las charlas a una realidad tangible de la ciudad, a su biblioteca pública. Durante unos pocos minutos, hablaremos semanalmente de aquellas novelas gráficas y cómics (mucha obra de relumbrón) que los lectores sorianos pueden encontrar en su Biblioteca. Un espacio público que cuenta además con una de las comicotecas más aliñadas y modélicas que hemos podido ver por estas tierras patrias. Un hurra para su personal desde aquí.
El primer programa fue, sobre todo, una charla entre amigos, una declaración de intenciones y un ejercicio indisimulado de adulación colectiva; que los halagos y las buenas palabras nunca están de más. Después de mucho pensarlo, hemos decidido colgar este primer podcast (no les aburriremos mucho más con el tema, no se apuren): se trata de una charla-presentación junto a Chema y a Carlos, uno de los principales encargados de aprovisionar buenos tebeos para la biblio.
Evidentemente, la intención última de estos programas es la divulgación pura y dura, la difusión comiquera y el contagio lector; "Hoy por hoy soria" se emite cada día en un horario matutino para todos los públicos (los cómics ocuparán unos pocos minutos de los martes, a eso de la una). Por las mismas, que nadie espere virtuosismos ni acercamientos académicos, que otros foros hay para tales menesteres.
Nos hacía ilusión, teníamos que contárselo.


lunes, septiembre 26, 2011

La popaganda de Ron English (y alguna novedad editorial).

Surfeando por la red, que dicen los modernos, regresamos a la casa de un viejo conocido. Les referimos a Ron English con motivo de aquella gran cinta grafitera que es Exit Through the Gift Door, de un tal Banksy. Hacía mucho también que no retomábamos el tema del arte urbano y sus derivados.

En realidad, Ron English no merece presentaciones dentro del colectivo de artistas urbanos, dentro de ese grupo selecto de creadores al margen del sistema que tan bien (y poco disimuladamente) ha sabido asimilar ese mismo sistema. No es nuevo: si el producto es resultón, el mercado fagocita hasta a los virus que lo atacan. Decíamos, Ron English, como el propio (o los propios) Banksy, Mr. Brainwash, Shepherd Fairey, etc. son ya toda una élite del arte contemporáneo. El surrealismo-pop, el collage icónico y el apropiacionismo serial no tienen secretos para el nuevo arte urbano: la mezcla del objeto de consumo y la alta cultura (una puesta de largo del arte pop de toda la vida) es una constante en la obra de, por ejemplo, Ron English. Mucho icono comiquero de por medio.

Algunos de sus últimos trabajos tienen bastante gracia: su "Homohulk" nos ha hecho sonreír, no se lo negamos; el Mickey Mouse (vía Maus, que ya es icono de la casa, también resulta resultón y saleroso (con ese aire de pesadilla disneyana) tanto en su versión bidimensional como en sus apariciones. Divertida e inquietante es también su ingeniosa manipulación del smiley, con trasfondo calavérico (un nuevo motivo recurrente en la obra del artista); tanto en su versión Charlie Brown, como en las que sólo manejan la referencia del sonriente logo amarillo.

Otros trabajos nos parecen más banales y efectistas, como sus habituales patchworks a base de viñetas y recortes comiqueros con los que estampa a G. Washington o a un Ronald McDonald alopécico. Nos quieren recordar lejanamente a la obra de aquel verdadero agitador del arte que fue Basquiat (otro creador que encontró en el cómic una fuente habitual de inspiración), pero se quedan en un jugueteo de diseño manufacturado, nos parece a nosotros. Échenle un vistazo a su página Popaganda, una visita amena y chispeante.

Precisamente porque hacía mucho que no hablábamos de grafiteros y arte urbano en el blog, no queremos acabar esta entrada sin mencionar un libro recién publicado, que tiene un aire estupendo: Los nombres esenciales del arte urbano y del graffiti español, del crítico y periodista Mario Suarez. Un recorrido por la producción nacional reciente de artistas callejeros y pintadores de muros: mucha obra de arte digna de verse y recuperarse, cuya exposición fue en muchos casos, ya se encargaron de ello los ayuntamientos, más que efímera. Además, entre mucho nombre ilustre, sale nuestro amigo Pejac. Pinta muy bien.

lunes, septiembre 19, 2011

Rayco Pulido y el arte.

No sorprenderemos a nadie si decimos que Sin título, de Rayco Pulido, es una de las sorpresas del cómic español de este año (así lo referimos aquí, de hecho). Una obra repleta de hallazgos narrativos, búsquedas experimentales y valores artísticos.
Precisamente, es de arte de lo que les venimos a hablar hoy. Resulta que, gracias al propio autor, llega a nuestros oídos la existencia de una exposición colectiva en el CAAM (Centro Atlántico de Arte Moderno), de Gran Canaria, a la que fue invitado don Rayco como única representación del mundo de las viñetas; fue en 2008. En una apuesta arriesgada, el autor decide prescindir de un espacio expositivo propio y centrar su participación en una obra creada exclusivamente para el catálogo: un cómic, como no podía ser de otro modo, pero un cómic en nada ordinario. La exposición titulada, 8.1 Distorsiones. Documentos. Naderías y relatos, contó con una nómina de artistas más que destacable, que se puede rastrear en el blog que se creó para la ocasión.
A nosotros, claro, nos interesa sobre todo la participación de Rayco Pulido en la misma. Le pedimos que nos enviara su colaboración para poder hacerla pública, para que su trabajo no permaneciera escondido por los siglos de los siglos en las páginas de un catálogo a cuya lectura sólo tuvieron acceso unos cuantos privilegiados. Amablemente, Rayco nos envió una edición remontada en un scroll vertical de sus páginas. Realmente, merece la pena revisar el resultado final: se trata de una breve reflexión comicográfica (un subjetivísimo ensayo) acerca de la relación entre el cómic y el arte, centrada en torno al episodio sincrónico de la exposición en sí y de la participación que el artista tuvo en la misma. Una mini-historia, cargada de ironía, acerca de las dudas de un dibujante de cómics que es invitado a participar en un evento artístico de esos que se suelen catalogar dentro de la alta cultura; indirectamente, por tanto, se trata de una reflexión acerca del lugar que el cómic tiene (y busca) en el panorama artístico contemporáneo. No es, por tanto, aleatorio que la reflexión gráfica de Rayco Pulido se mueva en la mismas coordenadas teórico-expositivas que los meta-ensayos comicográficos de Scott McCloud, por ejemplo; ni que sus elecciones estilísticas nos recuerden a experimentos visuales tan osados como los que emprendió recientemente David Mazzucchelli en su Asterios Polyp.
Entre las muchas ideas que plantea el "texto", nos ha divertido especialmente un "Decálogo para no cometer los errores de siempre" dedicado a autores de cómics y futuros aspirantes; una enumeración preceptiva llena de acidez que, de algún modo, emparenta este trabajo con el doble proceso de creación y crítica, que tan bien funciona en Sin título. Dice este decálogo:

1. Utiliza poco texto.

2. No seas explicativo (el lector debe sentirse inteligente).

3. Sé poético (revisar San Juan de la Cruz).

4. Se irónico, no humorístico.

5. Se vago, impreciso (rico en interpretaciones).

6. Evita coloquialismos, esto es primera división.

7. Contén la línea, no varíes demasiado el registro.

8. Evita ser moralizante, ahórrate los juicios.

9. No seas narcisista, no trates con compasión indulgente a quienes no saben apreciar tu "brillantez", pues no existe.

10. Deja el final abierto.

Como, nos tememos, estamos hablando ya más de la cuenta, les remitimos a que constaten lo dicho ustedes mismos revisando y deteniéndose en los detalles de este trabajo, prácticamente inédito:

Gracias mil a Rayco, por su amabilidad y por su interesante ensayo en viñetas.

lunes, septiembre 12, 2011

Mister Wonderful, de Daniel Clowes. Fenómenos parasociales.

Continúa creciendo  la galería de alienados sociales de don Daniel Clowes, en este caso gracias a Mister Wonderful último cómic publicado. Leímos parte de la obra en su edición digital para el New York Times Magazine; pero, como se avisa en la información editorial, aquello sólo era el anticipo del material que ahora vemos compilado en formato de novela gráfica: un tomo apaisado de pastas duras, algo más largo que la edición de Ice Haven, pero tan cuidado como aquella. Suponemos que su publicación inminente entrará dentro de los planes editoriales de Random House Mondadori España.
Al grano. Si Wilson era la cara más antipática de los sociópatas made in Clowes, Marshall, o Mister Wonderful, resulta ser el prototipo estrella de sus personajes acomplejados, pusilánimes y ciclotímicos: un pringadillo en toda regla, que diría alguno. En este sentido, algún amante de la categorización social se atrevería a aventurar que Mister Wonderful no es sino el reverso de Wilson. En realidad, nos parece a nosotros, los dos personajes juegan en la misma liga: la que conforman los personajes alienados de Clowes, su tribu de anomalías sociales, de criaturas modeladas en carne de frenopático.
Seguimos comparando. Mientras que en Wilson Clowes describía a su personaje mediante una relato expresionista basado en brochazos narrativos, episodios dispersos sólo parcialmente articulados por la misma odiosa naturaleza del protagonista y las continuas variaciones estilísticas (continuando la línea experimental de Ice Haven), Mister Wonderful responde a un modelo narrativo ortodoxo: el del relato lineal. Como suele hacer, Clowes sitúa la acción in media res, Marshall espera en un café la llegada de su cita a ciegas. A partir de ese instante asistimos a la exhibición de sus paranoias e inseguridades. Como lectores, soportamos las dudas de Marshall con la paciencia resignada de quien asiste a la previsible crónica de un fracaso anunciado (aunque tendrán ustedes que leer la obra para constatar que hay de cierto en dicha previsión). La ostentación de incompetencia está abocada al desastre. Lo comprobamos todos los días en nuestra oficina, en la escuela, ante ciertas actuaciones de la autoridad, cuando esperamos delante de algún mostrador… La existencia siempre termina desenmascarando a los desertores de responsabilidades y a los incompetentes emocionales; Mister Wonderful es uno de ellos.
Clowes es un maestro de su fórmula: su creación de personajes y perfiles psicológicos complejos sitúa su obra entre lo más brillante del arte contemporáneo (vean que no hemos dicho únicamente “cómic”). Personalmente, a nosotros nos funcionan mejor sus relatos menos manieristas, su obra menos formalista; la fuerza de su relato es tal que, nos parece, no requiere de un exceso de adornos experimentales o retóricas digresivas. Pero no nos malinterpreten, sin llegar a los extremos de Wilson o Ice Haven, Mister Wonderful está lleno de búsquedas e indagaciones narrativas: como esas pequeñas secuencias incisas que, mediante un cambio estilístico (hacia un esquematismo infantil), introducen en el relato principal los deseos o las suposiciones anticipatorias del protagonista; como los escasos e inteligentes flashbacks que se integran naturalmente en el relato con una intención completiva no exenta de carga paródica (abunda el tono cínico en este cómic, ya desde su mismo título); o, finalmente, como esas dudas internas del personaje que Clowes convierte en una lucha entre la voz narrativa homodiegética de las didascalias y la conciencia de Marshall transmutada en personaje y representada (a modo de Pepito Grillo) por medio de un incordioso enanito cargado de malos consejos.
Mister Wonderful podría ser un capítulo más de aquella excepcional Caricatura, Marshall podría ser el tío raro de David, el personaje de David Boring, o incluso el padre separado de cualquiera de las niñas de Ghost World. Es hijo de Clowes y la suya es una historia que entra como un guante de seda forjado en papel y tinta dentro de la narrativa más tradicional del norteamericano. Otro trabajo que sirve para aumentar la leyenda bibliográfica de un narrador único con un estilo visual que ya se siente icónico.

lunes, septiembre 05, 2011

Cuadernos Gran Jefe, de Truchafrita. Slice colombiano, cómic en Colombia.

Ahora que se acaba el verano, qué lejos y utópicos resuenan los planes que nos propusimos en el mes de julio; como siempre sucede, por otro lado. Y mira que esta vez empezamos el verano conciezudos, con las buenas sensaciones de aquel congreso y el regalito que teníamos a vuelta de correo esperándonos en casa.
Resulta que nuestro amigo Truchafrita se las apañó para que llegaran a nuestras manos todos sus tesoros fanzineros y comiqueros. Una colección de sus Cuadernos Gran Jefe y de esas irreverentes gacetillas-panfleto-noticieras de una página que son los Robot. Grandes alegrías transatláticas.
Casi a la vez, como en una suerte de señal místico-comiquera, leímos a través de los chicos de Entrecómics, este artículo de El País Colombia titulado "El boom de la historieta en Colombia" y, claro, de nuevo el bueno de Truchafrita andaba por ahí (con fotografía incluida dedicada a su Cuadernos Gran Jefe #8). Se refería el escrito a la edición reciente en Colombia de cuatro novelas gráficas reseñables y se hacía el escribiente la pregunta que da título al artículo:
No me detendré en un recuento histórico del cómic en nuestro país (los interesados pueden consultar las fechas capitales de este desarrollo en el Museo Virtual de la Historieta Colombiana: quiero más bien intentar responder a la pregunta: ¿a qué se debe el boom mediático de los últimos días en torno a las viñetas colombianas? Lo primero que habría que decir es que, en parte, esto tiene que ver con cuatro novelas gráficas de alta calidad escritas y dibujadas por autores nacionales publicadas en los últimos seis meses: ‘Bastonazos de ciego’, de Andrezzinho; ‘Parque del poblado’, de Joni b; y las dos versiones de ‘Virus tropical’ (en edición completa para Argentina y tercera entrega para Colombia) de ‘Power Paola’.
Para responder a su interrogante, Enrique Lozano repasaba la difícil situación editorial colombiana, en la que los cómics alcanzan unos precios inasequibles debido a injerencias políticas y una falta de sensibilidad cultural absoluta:
Los honorables congresistas que sancionaron la Ley 98 de diciembre de 1993, mejor conocida como la Ley del Libro, decidieron que la carga impositiva de los cómics debería estar al mismo nivel de la de la industria pornográfica o la de los juegos de azar. Esto significa que la historieta, desde la óptica legal, es vista exclusivamente como una fuente de entretenimiento personal y cuyo aporte a la cultura y la sociedad es inexistente.
A continuación, el autor analiza la situación entre delicada y esperanzada del cómic en Colombia y menciona a varios de los autores que luchan denodadamente por cambiar esta situación. Entre ellos, lo hemos señalad0, Álvaro Vélez, Truchafrita, “el fanzinero más juicioso de este país”.
Habíamos oído hablar de él hace ya bastante tiempo, gracias a un amigo viajero con buen gusto y mejor criterio; conocíamos y visitábamos su blog, leíamos sus cómics online y nos lo habíamos cruzado en varias ocasiones digitales a partir de otras páginas blogosféricas. Le teníamos ganas a sus Cuadernos, por eso los recibimos como un regalo apetecido.
En estos días en los que la autobiografía se ha convertido en fenómeno genérico (una marca esencial de la autorreferencialidad postmoderna), en estos años de Jeffrey Browns, canadienses de la Quarterly y epígonos de Crumb, sorprende la poca atención que le hemos prestado y los pocos rastros que nos llegan de nuestros hermanos de lengua de la otra Ámerica, la que nos es más próxima y más fraternal por tradición, historia y cultura. ¿Qué cómics se están haciendo ahora mismo en Argentina, en Chile, en Centroamérica, en Colombia...?
Truchafrita despeja parcialmente esa incógnita desde sus cuadernos en primera persona, unas viñetas llenas de honestidad que, filtradas por la subjetividad de una mirada culta e inquieta, desvelan la trastienda agitada de un país que intenta reponerse de viejos traumas y afronta nuevos retos. Y, al lado de Truchafrita y sus Cuadernos Gran Jefe, casi casi desde el principio, la Editorial Robot, con sus heterodoxas gacetillas (recientemente compiladas en El Libro de Robot), que nos hablan de cómics, cultura y realidad.
Pero no son los Cuaderno Gran Jefe crónicas políticas, ni siquiera históricas, no nos malinterpreten. Son "slice of life colombiano" en estado puro. En aquellos primeros ejemplares fanzineros (minicómics en blanco y negro, autoeditados con pulcritud), hablaba Álvaro de su permanente relación de amor con la música, de la llegada del televisor a su niñez, de su padre... Al hacernos partícipes de sus pequeñas anécdotas y reflexiones cotidianas, de sus confidencias, en definitiva, nos parece estar escuchando a un amigo que nos habla desde lejos, desde otro continente, con el que compartimos gustos y puntos de vista (la afinidad cronológica predispone a otro tipo de afinidades, suponemos), con el que resulta fácil charlar de la vida, en definitiva.
Luego, a partir de los números 4 y 5, llegarían los cambios editoriales, el aumento de tamaño, las portadas en color, la implicación de la alcaldía... De fondo, siempre un mismo concepto, la reflexión autobiográfica sincera, irónica y autocrítica, la conversación con el lector desde el aquí (que es Medellín) y el yo (que no el ahora). Truchafrita nos habla de su pasado: de sus días de escuela, descubrimos en los números 5 y 7 cómo se iba al colegio en el Medellín de los ochenta (y resulta que aquella realidad no era tan diferente de la nuestra); nos habla de sus noches de fiesta en la agitada Colombia de los noventa, en el número 6, y ahí sí que nos alegramos, con escalofrío de alivio, de no haber visto pistolas, de no haber oído "balaseras" o haber sentido que la vida a nuestro alrededor parecía algo tan volatil. En los últimos volúmenes aparece también la figura del conejo Chimpandolfo, broma, alterego y excusa autorial para adentrarse coloquialmente en temas más trascendentes y espinosos, como las drogas, el paso del tiempo o la sexualidad. Un nuevo amigo para la plática del Cuaderno.
Todo desde un dibujo caricaturesco muy personal, estilizado y anguloso, basado en un cartoon sintético (casi troquelado) que, pese a sus pocos registros faciales y físicos, se revela muy descriptivo, expresivo y dinámico. El estilo de Truchafrita nos recuerda a nosotros a la indagación gráfica que están llevando a cabo algunos autores jóvenes en nuestro país, como Esteban Hernández, por ejemplo.
En fin, ya lo decíamos al principio, se nos planteaba el verano ambicioso y abarcador, pero como siempre nos ha faltado energía para tanto plan. Menos mal que al menos hemos disfrutado de buenas lecturas; entre otros, gracias a Truchafrita y sus muy recomendables Cuadernos Gran Jefe.

jueves, agosto 25, 2011

The Accidental Salad, de Joe Decie. Una vuelta de tuerca sarcástica.

Cuando un inglés señala que algo es “hilarious” (que es la monda), normalmente se refiere, en realidad, a una cualidad del humor más cercana al sarcasmo inteligente y a la agudeza ingeniosa que a la carcajada. Formas de ver la vida y de mirar al mundo, sin duda.
Por ejemplo, hilararious es The Accidental Salad, de Joe Decie, otro de los tebeos que nos hemos traído de nuestra reciente visita a las islas. Es un cómic fantástico, añadimos nosotros. Muy en la línea del humor contemporáneo, basado en el absurdo y en la mirada cínica, mucho más que en la parodia gruesa o el astracán grosero que nos mataba de risa en otros tiempos. El tebeo de Decie es una colección de escenas breves (sketches), presuntamente autobiográficas, aparentemente cotidianas, que nos pasean por los recovecos vitales de un treintañero, artista, dibujante de cómics y padre de un hijo. No es un ejemplo más de slice of life independiente, aunque la recomendación de la contraportada esté firmada por Jeffrey Brown; el cómic de Decie es mucho menos autocompasivo, más cínico y ligero que la obra de Brown. La mirada del autor se posa en las pequeñas incongruencias de nuestra existencia, en esos dejà vues colectivos que en Matrix llamaban “fallos del sistema”, en la revisión del detalle que por habitual pasa desapercibido. Todo ello, narrado desde un yo autoparódico y lleno de ingenio, en el que muchos nos vemos reflejados sin demasiada dificultad:

Haraganeando: Todo el mundo sabe que paso demasiado tiempo enredando delante del ordenador, con la mente en blanco, la mirada perdida, dejándome llevar por su brillo. / Por eso, me prescribieron una temporadita en el campo, sin ordenador ni televisión. / Me pasé toda la semana mirando al fuego delante de la chimenea, enredando, con la mente en blanco, la mirada perdida, dejándome llevar por su brillo.
En cuanto abrimos las páginas de la ensalada de anécdotas accidentales que es el volumen de Decie y nos topamos con sus elegantes acuarelas, realistas y esquemáticas a un tiempo, pensamos en Gipi. Para más inri, el formato elegido por la colección “Chalk Marks” (la línea que Blank Slate ha creado para apostar por jóvenes artistas británicos) nos recuerda sobremanera a los cuadernillos de Sins Entido, en cuya edición pudimos leer el Apuntes para una historia de guerra de Gipi.
El estilo de Decie es, no obstante, mucho más directo y narrativo que el del italiano; al prescindir de intenciones evocadoras, su trazo resulta mucho más elemental y esquemático. En ese sentido, parecería mucho más sensato comparar The Accidental Salad con la obra de Ben Katchor o José Carlos Fernandes, con los que Joe Deci comparte, además, el gusto por el absurdo y la parodia social.
Hemos disfrutado sinceramente las ocurrencias vitales de Joe Decie y su habilidad para plasmarlas sobre el papel, jugando con mecanismos comicográficos y experimentando con su narración. Nos hemos quedado con ganas de seguir indagando en sus “Fun Facts” o en los “Parenting Tips” que salpican su producción. Él nos remite a su página de Internet y sus cómics online, nosotros le tomamos la palabra y les invitamos a ustedes a sumarse a la visita.
Una apuesta editorial ganadora la de Chalk Marks, sin duda.

lunes, agosto 22, 2011

fish + chocolate, de Kate Brown. Torturada maternidad.

A punto de regresar, por enésima vez en este curso, de un periplo por las Islas Británicas. Mucho English Breakfast, tragos de Cask Ales y paseos por arquitecturas normandas. Algunos cómics, también. Los mejores los encontramos en Page 45, la estupenda tienda que descubrimos en Nottingham con centenares de cómics independientes y joyas editoriales varias. Por exigencias de guión (aerolínea lowcost mediante), hemos tenido que limitar nuestro acopio comiquero a la mínima expresión, pero aún y así nos hemos traído alguna viñeta merecedora de atención.

Nos ha sorprendido, por ejemplo, fish + chocolate, de Kate Brown, por su simbolismo trágico y por esa explicitud que ya se avisa en la portada. Detrás de un apartado gráfico a medio camino entre un estilo manga estilizado (big eyes al frente) y el realismo manierista y manufacturado de la línea Vertigo, fish + chocolate esconde un espíritu experimental y grandes dosis de simbolismo.

Se trata de una colección de tres historias cortas (The Piper Man, The Cherry Tree y Matryoshka) conectadas entre sí por el concepto de la maternidad. Desconocemos el trasfondo biográfico que pueda haber llevado a Kate Brown a acercarse a las relaciones madre-hijo con tales dosis de crudeza y desgarro, pero no hay duda de que fish + chocolate es un trabajo que encierra una sensibilidad profundamente femenina en sus páginas: subjetividad y evocación simbólica. Sangre, desnudez, desafecto, abandono, dolor..., son elementos y sentimientos que se plasman en las páginas del cómic tejiendo un manto de incertidumbres y desasosiego, bastante críptico por momentos.

Detrás de la apariencia comercial de sus imágenes (y sus truculencias argumentales), fish + chocolate esconde, no obstante, fórmulas narrativas poco habituales: predominan en sus composiciones de página, las que Scott McCloud denominaba transiciones de viñeta aspecto a aspecto (esas en las que la narración se detiene para crear efectos contemplativos a través de la exposición sucesiva de objetos, el uso de planos cerrados o las acumulación de viñetas de detalle). Debido a ello, el cómic de Kate Brown avanza a paso lento, y crea atmósferas densas y desasosegantes, cuando no truculentas; unos efectos lastrados, en ocasiones, por el exceso de adornos y algunas elecciones caprichosas en los formatos de viñeta.

Una curiosidad, este fish + chocolate, con algunos momentos verdaderamente excelentes, como los que protagoniza esa madre desesperada hasta la paranoia de Matryoshka. ¿Lo veremos por aquí? Nos informaremos en su blog.

lunes, agosto 15, 2011

La rabia y unos superhéroes vandalizados.

Europa, poco a poco, empieza a perder su vieja compustura y la eterna impostura que se esconde detras de su máscara de civilización. Cuando no es el vandalismo de unos hooligans ingleses rabiosos y descontrolados, se trata de la juventud francesa de los arrabales que no espera nada de nadie o de la ejemplar y muy civilizada protesta ciudadana española (dando ejemplo, por una vez). No queremos meter todos estos "levantamientos" en un mismo saco (seria injusto, por ejemplo, para la causa que se levantó y continua alzada en nuestro país, enfrentarla a todo lo que estamos viendo estos dias en la televisión), pero encontramos un elemento común a todos ellos: la rabia; sea esta controlada, muda, violenta, explícita, organizada o anárquica, observamos hastío y saciedad detras de la impotencia.
Los ciudadanos empiezan a sentirse cansados de quienes les gobiernan en la sombra. Reconocida la gran mentira que ha resultado ser esta crisis que esta devorando al mundo, descubierto el andamiaje que sujeta la gran falacia de la especulación, de las ganancias bancarias, del entreguismo politico y de un planeta hipotecado, sólo nos queda reírnos con amargura de nuestra propia inocencia, pisotear nuestra buena fe y rebelarnos. Pudimos hacerlo cuando se nos engañó con guerras ancladas en la mentira, guerras mercadeadas por un puñado de políticos codiciosos mientras capoteaban en charcos de petróleo. No lo hicimos.
Ahora, mientras asistimos impotentes al espectáculo grotesco de la especulación, al derrumbe de unos mercados de monopoli que obligan a los estados a cercenar derechos sociales y a estrujar el panal, mientras los zánganos se ríen en sus poltronas, ahora, parece que la colmena esta a punto de reventar. Los políticos asisten estupefactos al estallido de realidad de una realidad que desconocen. Algunos, incluso, los mismos neoliberales que nos han metido en este fango, se postulan para sacarnos de él (a costa de nuestra salud, de nuevo, suponemos). Probablemente lleguen tarde. Probablemente esta vez no les creamos. A ellos ni a sus pornográficos consejos de administracion de las cajas de ahorros, ni a sus diputaciones engolfadas en el nepotismo, ni a sus amigos banqueros o empresarios millonarios que en un mismo consejo de administración anuncian de forma obscena, mientras babean petrodolares, benefici0s millonarios y despidos masivos de trabajadores. Ya no les creemos, tampoco podemos sentir pena por ellos, porque estamos en sus manos, pero sí podemos acariciar su decadencia putrefacta (como ya están haciendo en Islandia).
Nos habeis engañado, nos estáis engañando, cada vez que anunciáis repartos de beneficios entre vuestros accionistas os deseamos nuestra misma suerte, la peor de las suertes. Cada vez que nos aumentáis el diferencial de la deuda con otros reinos mejor provistos, nos ciscamos en vuestras colecciones de aes, bes y ces, en vuestros mases y menos, en vuestras obscenas calificaciones aleatorias que no supieron avisarnos de que el barco se hundía. Cada vez que os negáis a viajar en primera, a renunciar a vuestros derechos de pernada vitalacia, a vuestros sueldos dobles, triples y cuadruples, sospechamos que detrás de vuestras pashminas, modelo-amigos-de-los-trabajadores, se esconden dos colmillos afilados.
Y a pesar de todo, no os deseamos más mal que el mismo que nos infrinjáis a nosotros. No creemos en revoluciones cruentas, no asentimos ante los machetes descerebrados de los hooligans britanicos. No, sólo esperamos que la red global os envuelva y consiga apagar vuestra codicia.
Hasta entonces, no aceptamos mas vandalismo que el que se esconde detrás de, por ejemplo, la ironía y el humor resignados. Entre todos los actos de levantamiento a los que hemos asistido últimamente, nuestro favorito es éste (¡grandes estos búlgaros!):
Over the weekend, the citizens of Sofia, Bulgaria awoke to find a public monument to Red Army defaced by an unknown interventionist. The statues of Soviet soldiers who “liberated” Bulgaria in 1944 were painted as Superman, Ronald McDonald, Santa Claus and other pop culture icons of capitalist Americana. Below it, a graffiti caption read: “In step with the times!”
Today, the Bulgarian Minister of Culture condemned the act as “vandalism,” concluding that “We (Bulgarians) are the only ones led by some kind of destructive force when it comes to monuments of socialism.” Maybe, maybe not. Czech artist prankster-extraordinaire David Černý had pulled a similar stunt years ago when he
painted a Soviet tank pink.

lunes, agosto 08, 2011

Sin título (2008-2011), de Rayco Pulido. Elaboración y factura (postmoderna) de un thriller (experimental).

Es complicado hacer la crítica de una obra que la contiene, la crítica, en sí misma. Cuando se revisa el fenómeno postmoderno (vamos contando con la perspectiva histórica para hacerlo), una parte de la crítica habla de su falta de originalidad, de su continuidad manierista de lo Moderno; para otros, la Postmodernidad es un movimiento en sí mismo, una ruptura respecto a lo anterior, que cuenta con unas marcas definitorias propias. Ambas tendencias, confluyen, no obstante, en reconocerle una serie de características propias a la obra postmoderna: su revisión irónica del corpus precedente, su autorreflexividad crítica, los procesos de autorreferencia, la interdiscursividad, etc.

Si esto es así, Sin título (2008-2011), la primera obra del canario Rayco Pulido, es una obra postmoderna con todas las de la ley, desde su portada o el mismo título (que en realidad no es su título). Estamos, en todo caso, ante un trabajo profundamente reflexivo y muy experimental, una lectura que exige un esfuerzo del lector, aunque, como veremos, en este caso sus propias páginas desvelan todas y cada una de las claves de la lectura. Un cómic sorprendente y muy meritorio, con sus imperfecciones y sus muchos hallazgos, que se esfuerza por expandir el lenguaje del medio en el que se desarrolla.

En realidad, Sin título es el cómic de cómo se gesta y se lleva a cabo otro cómic, Pie de trinchera, enmarcado en las páginas de aquel, como metarrelato (otro nuevo rasgo típico de la narración postmoderna). Hemos visto un recurso parecidos con anterioridad en obras como Hicksville o El artefacto perverso. La historia de Pie de trinchera es sobre todo la historia del desencuentro de dos de sus protagonistas principales: Abel y Helena; pero es también el escenario de otras muchas historias que se ramifican a partir de ella y que consiguen crear una atmósfera de serie negra costumbrista con un alto grado de denuncia social. Como anuncia desde las páginas de Sin título el crítico literario que somete Pie de trinchera a crítica, Rayco Pulido aborda “un montón de temas delicados: corrupción policial (…), adulterio, xenofobia, violencia doméstica”. En este sentido, Pie de trinchera podría leerse, aparte de como un thriller comicográfico breve, como un relato simbólico de la decadencia contemporánea, de la suciedad que los países occidentales (España en este caso) esconden bajo sus opulentas alfombras. Quizás por eso casi todos sus personajes resultan tan antipáticos e imperfectos, como personas.

Le encontramos defectos a Pie de trinchera, como casi a cualquier narración: cierta premura en el desenlace de algunas escenas, ambigüedades o elipsis narrativas un tanto crípticas, incluso, dándole la razón al plomizo crítico de Sin título, no nos llega a convencer del todo la resolución casual del conflicto. Lo asombroso de este ejercicio crítico es que ni siquiera es nuestro del todo, nos lo da la misma narración marco en la que se integra Pie de trinchera como metarrelato. Nos explicamos.

Resulta que Sin título (2008-2011) no es un cómic propiamente dicho, es una fotonovela, un fragmento de realidad protagonizado por el mismo Rayco Pulido (en el papel de el “dibujante”), Manuel Henríquez (interpretando al intransigente “analista”) y Inés Álvarez (como Ángela). En las dos primeras páginas del cómic, aparece toda la galería de protagonistas de Pie de trinchera (Abel, Helena, Lázaro, Don Cándido, etc.), entre ellas se insertan las fotos reales de Rayco, Manuel e Inés (en la última página, aparece otro casting: el de los hombres y mujeres subsaharianas muertas en pateras al intentar cruzar el estrecho; en este caso sólo la fecha de su muerte al pie del dibujo les identifica). Es toda una declaración de principios: la obra desvela su andamiaje ficcional desde la primera página, lo hace a tumba abierta, sin medias tintas o falsos giros narrativos. De ahí la elección del formato de la telenovela, para crear el primer marco de la narración: el de un dibujante que le presenta su obra (Pie de trinchera) a un crítico, por intercesión de su pareja, amiga de éste.

En un primer momento, sorprende la intercalación de páginas dibujadas con la secuenciación fotográfica telenovelada (aunque de una forma diferente, viéramos una técnica similar en esa obra maestra que es El fotógrafo). Hubiera parecido más lógica y menos agresiva la elección de un simple cambio estilístico (como hacía Horrocks en Hicksville o Del Barrio en El artefacto perverso) como vehículo para diferenciar niveles narrativos. Sin embargo, a medida avanza la lectura, uno tiene la impresión de que la elección de Rayco Pulido es todo un hallazgo narrativo (aunque por su naturaleza experimental, no debería ser un ejercicio perpetuado como marca de estilo del artista). La fotonovela funciona a la perfección a la hora de distinguir ese plano de la realidad (que, no nos equivoquemos, también es pura ficción -no hay más que ver que los protagonistas están representando roles, aunque el dibujante sea un claro alterego del mismo Rayco) del otro plano del relato narrado (en el que, no obstante, el personaje principal y su pareja también nos recuerdan al “dibujante” y a “su pareja” Ángela). Además, desde estas páginas venimos defendiendo desde hace mucho que el “cómic” es un medio, sí, pero también un lenguaje artístico con unas herramientas narrativas propias, que comparte en gran número con la fotonovela. No es un hecho baladí en este caso.

A lo largo de la narración marco, el dibujante le muestra sus páginas semiacabadas de Pie de trinchera al crítico y éste las somete a una disección despiadada, revelando sus defectos y llamando la atención sobre su aparente inconsistencia. Señala en un momento dado a propósito de una escena conflictiva:

Entonces debería buscar mecanismos diferentes, no sé... realidad fragmentada o algo así... más experimental, de ese modo los críticos serán más indulgentes je, je. Porque tratar de ser “real” usando las herramientas de ficción más académicas suele dar como resultado un tostón... realidad=aburrimiento... y para ser tu primer trabajo quizás sea demasiada pretensión...

Obviamente, el crítico, el personaje de ficción, no conoce el proceso posterior de reelaboración discursiva que sufrirá ese relato que está analizando, ni sospecha que el terminará formando parte de él (en este sentido, es divertida y muy irónica la posible insinuación de la obra como ejercicio de venganza hacia la crítica en general o hacia un crítico concreto en particular -un nuevo guiño/juego narrativo, no obstante). Como lectores, observamos muchas de estas críticas como excesivas y, en muchos casos, si estamos acostumbrados al lenguaje de las viñetas (el crítico reconoce pertenecer al mundo del cine), entendemos que sus consejos no harían sino empobrecer la narración y nos posicionamos claramente junto al personaje que respira detrás de la fotografía de Rayco Pulido. En otros caso, reconocemos las palabras del crítico como una guía útil para seguir la lectura y tenemos que estar de acuerdo con sus ataques despiadados. Ahí se encierra uno de los grandes hallazgos de este cómic: aunque en ocasiones no sabemos a ciencia cierta si las páginas que estamos leyendo (las de Pie de trinchera) son las mismas que sojuzga el crítico o son la versión corregida posterior a sus palabras, lo cierto es que el lector nunca llega a percibir enteramente los defectos del relato (sus ambigüedades o sus posibles arritmias), ya que la reflexión crítica (previa o posterior) que hacen el dibujante y el crítico sobre las mismas, encierra en sí misma la solución de lectura y la “fe de erratas” que aquellas pudieran contener. Cuando la propia narración habla de sus errores internos, estos resultan subsanados, gracias un ejercicio de honestidad autorial y humildad creativa (pese a las enormes dosis de ambición que esconde en su trastienda).

Entre tanto aliciente, no se nos escapan algunos detalles que, como lectores críticos, nos rechinan un tanto. En algunos casos, tenemos la sensación de que un acabado más “limpio” de algunos dibujos, hubiera funcionado de un modo más efectivo en la transición entre los dos niveles narrativos. Puede ser que cierto esquematismo facilite la sensación de contraste entre ambos, por lo que respecta a la faceta gráfica; sin embargo, no nos acaban de convencer la factura abocetada de las onomatopeyas, ese aire exageradamente manual e irregular de la tipografía o las veladuras en el entintado de las tramas negras...

Son minucias, lo sabemos, dentro de una obra que plantea multitud de sorpresas narrativas y lecturas interesantes. Un trabajo que juega a experimentar con el lenguaje comicográfico desde dentro y que demuestra, como no muchas obras pueden hacer, las enormes posibilidades narrativas de un medio al que le queda aún mucho por explorar. Rayco lo sabe y estira las posibilidades de su lenguaje con unos resultados más que interesantes. Claro, como críticos, le tenemos que sacar punta hasta a lo bueno.

lunes, agosto 01, 2011

From the Shadow of the Northern Lights (vol. 1). La luz underground del norte.

A la vuelta de uno de nuestros últimos viajes, les comentábamos que nos habíamos traído material nórdico y que les daríamos cuenta del mismo a su debido tiempo.

En una pequeña tienda de Estocolmo descubrimos la existencia de From the Shadow of the Northern Lights (Top Shelf, 2008), una antología de cómic sueco con los autores más representativos de las últimas décadas, surgidos casi siempre alrededor de Galago, la revista underground que nació a finales de los años setenta. El descubrimiento de una colección de cómics traducida al inglés nos ayudó a sacarnos la espinita que se le clava a uno cada vez que llega a un país cuya lengua desconoce; especialmente, cuando en ese país existe una industria interesante de cómics (tampoco se piensen que andamos con las viñetas en la cabeza día y noche).

En el prólogo From the Shadow of the Northern Lights, el editor de Galago, Johannes Klenell, introduce el volumen:

"Oscuros" es una palabra que la crítica emplea frecuentemente para describir los trabajos de Galago. Evidentemente, esto es cierto en el caso de la recopilación que tiene usted entre manos, aunque también el humor ha tenido siempre un papel importante en nuestras publicaciones. Siguiendo la inspiración de los cómics contraculturales de Crumb, Galago nació a finales de los años 70 como revista de sátira política. En las últimas tres décadas, este extraño superviviente en un clima cultural adverso, ha crecido hasta convertirse en el buque insignia de la escena de cómics alternativos suecos. Se convirtió en la plataforma crítica contra los yuppies de los 80, un reducto de sinceridad durante los superficiales años 90, y permanece como uno de los pocos espacios de cultura alternativa que han resistido en el nuevo milenio. Los suecos somos una antigua raza, somos de un país tan septentrional que el sol apenas brilla durante los helados, glaciales y húmedos meses del año. Quizás este hecho ayude a la mezcla de melancolía y sarcasmo que brilla en esta colección. Esperamos que la disfrute, nuestro primer intento de sacar a los mejores artistas suecos fuera del Círculo Polar Ártico.

Lo hemos hecho, disfrutar de la antología. Se esconde talento en sus páginas. De hecho nos hemos quedado con ganas de saber más de algunos de sus componentes. En los siguientes párrafos les mencionaremos los nombres de aquellos de los que nos gustaría seguir oyendo hablar en el futuro; quién sabe, a lo mejor algún día llegan a nuestro país o se les sigue traduciendo desde editoriales como Top Shelf.

Se menciona en los breves perfiles biográficos del índice que Joakim Pirinen es una leyenda viva del cómic escandinavo. Su estilo underground es una extraña mezcla entre el trazo sucio de Vuillemin y el underground más ortodoxo (paradoja al canto) de Crumb. Nos gustó la ironía costumbrista de su "Bear family".

Hay mucho underground costumbrista en From the Shadow of the Northern Lights, ya saben, slice of life en la línea de Jeff Brown y coetáneos como Liz Prince. "Oktoberfest", la historia de Sofia Olsson se parece a las de Brown hasta en su vertiente gráfica; un clon sueco de esas historias que entienden la existencia como una rutina salpicada de alegrías mínimas y desconsuelos erosionadores. En la misma liga, juegan Mats Jonsson y Anneli Furmark. El primero, artista y coeditor de Galago, presenta también muchísimas similitudes a Jeffrey Brown y pasa por ser una leyenda viva del cómic autobiográfico sueco, "un icono pop de la escena del cómic sueco", reza su presentación. De "I dated a teenager" no podemos sacar conclusiones tan extremas, aunque resulta interesante como episodio de honestidad autobiográfica amorosa (descubrimos en su blog que Top Shelf acaba de editar en inglés su Hey Princess). El estilo de Anneli Furmark sigue emparentado con el underground (gracias sobre todo a su abigarrado entramado manual y el esquematismo de su propuesta), aunque se acerca a cierta concepción naturalista de los personajes y el escenario: la historia que desarrolla en "A private place" indaga en la autodestructiva naturaleza humana y en las dudas de la angustia creadora. Anneli Furmark ha publicado también con Drawn & Quarterly.

En un estilo igualmente esquemático, con una línea mucho más clara, cercano al de Porcellino, Henrik Bromander nos ofrece "The World-Wager", probablemente la historia más desasosegante y oscura de la recopilación. Detrás del trazo infantil, se esconde un relato familiar con carga de profundidad. El dibujo de Liv Strömquist mantiene los mismos patrones de esquematismo, trazo infantil y línea clara minimalista. Curiosamente, su historia ser aparta radicamente de ese aire naif: en "I was stalin's girlfriend" hace un recorrido crítico, no exento de ironia, por la vida sentimental de Stalin y su relación con las mujeres; el villano universal no lo era menos, en la trastienda del corazón, parece que nos viene a contar Strömquist con un discurso planteado desde un interesante feminismo activista. En este volumen, nos ha sorprendido mucho el talento visual de Lars Sjunnesson (con una historia cercana al mundo de la ilustración). O la capacidad gráfica de Marcus Ivarsson en su fábula "Nemesis", con un mundo de animales antropomórficos que se enfangan en los peores vicios de la humanidad. Con un estilo que nos recordaría al surrealismo pop animalizado de Woodring, después de un mal viaje psicodélico por los bajos fondos del subconsciente.

Nos ha impresionado la delicada línea underground de Tom Karlsson, un cruce perfecto de Dave Cooper y Anders Nilsen, que en "Tell me about the mountain" nos sumerge con dramatismo en las profundidades del recuerdo y la pesadilla. También lo ha hecho el académico y elegante naturalismo de Loka Kanarp en "The party", una historia acerca de la soledad y el dolor interior, cuyo dibujo y desarrollo nos ha hecho pensar en los mejores trabajos de Jessica Abel. Nos encantaría volver a tener ocasión de leer obras de estos dos autores en el futuro.

No hemos acabado con el tema, en algún post venidero, les contaremos nuestras impresiones acerca del segundo volumen de From the Shadow of the Northern Lights que publicó Top Shelf dos años después. Hasta entonces, buceen entre los autores de Galago y las muchas páginas que les hemos vinculado en este post. Seguro que descubren algún diamante en bruto.

lunes, julio 25, 2011

Gaspar en Tebeosfera.

Entre tanto evento veraniego y repaso televisivo, casi se nos pasa: en el nuevo número de esa imprescindible revista digital que es Tebeosfera, hemos publicado, a modo de informal artículo "hagiográfico", un perfil bibliográfico-fanzinero de nuestro buen amigo Gaspar Naranjo: "Trazo esquemático, máxima expresión", se titula.

Conocedores de esa amistad, Manuel Barrero y su tropa de eficientes colaboradores se pusieron en contacto con nosotros para que les informáramos de primera mano de los comienzos comiqueros de don Gaspar Naranjo; de aquellos fanzines autoeditados como minicómics con tiradas mínimas, pero llenos de ideas y en la línea estilística que habría de consolidarse en trabajos posteriores como De cómo te conocí, te amé y te odié o Sexo. La idea era incorporar el perfil al número tebeosférico sobre los "Hijos de la democracia", pero resulta que el ciudarrealeño es más viejuno de lo que su juvenil look sugiere, así que se quedó fuera de la lista de jóvenes creadores y se reservó el artículo para este último número. Se trata de nuestra primera colaboración con Tebeosfera.

Últimamente, también hemos tenido presente a nuestro colega de andanzas comiqueras, porque suyo era el dibujo de fondo que ilustró la presentación de nuestra charla "Mujeres de cómic y cómics de mujeres" en León. Su proyección provocó sonrisas en la sala; seguro que lo entienden:


lunes, julio 18, 2011

Teleshakespeare. Gran cine, televisión y cómic.

Otra de libros, bueno y de mucho más.
Llevamos tiempo pensando que las mejores "películas" que se pueden ver en estos tiempos se fabrican en pequeño formato. En los últimos años, no hemos visto un film mejor que The Wire y, además, dura casi cincuenta horas. Mad Men es una colección de muchas grandes películas que se leen como una saga del declive del sueño americano. Les estaremos eternamente agradecidos a los cerebros y a los productores que hay detrás de las siglas mágicas de HBO y AMC, nos han salvado la vida en varias ocasiones.
Uno ve The Wire y lo hace como si estuviera asistiendo a una ráfaga de gran cine de autor, pongamos de Michael Winterbottom; vemos Mad Men como gran cine clásico, digamos de Ernst Lubitsch o Frank Capra; disfrutamos de los capítulos del Boardwalk Empire de Scorsese y lo hacemos como si estuviéramos viendo cine de, pongamos, Martin Scorsese.
La lista es amplia y sigue creciendo: En terapia, Treme, Dead Wood, Juego de tronos... Para poner orden entre tanto capítulo serial y joya televisiva, Jorge Carrión ha publicado este año Teleshakespeare: una colección de ensayos y reflexiones acerca del fenómeno global de las series televisivas. En su "Episodio piloto", bucea en profundidad entre los condicionantes sociohistóricos y los cambios culturales postmodernos y tecnológicos que han condicionado este despegue imparable del pequeño formato televisivo a la hora de configurar el nuevo marco de la narración contemporánea, el espacio catódico que organiza y modela los macrorrelatos de la era moderna, las nuevas obras maestras que se encierran en un aparato de difusión digital.
En Teleshakespeare (sin esquivar spoilers y más spoilers), Carrión habla de la paternidad del cine sobre el modelo televisivo, del marco histórico que cobija al nuevo arte y a su industria, del mundo como escenario global, un melting-pot que se refleja en la pantalla, del concepto de red que lo imbrica todo (política, tecnología, comunicaciones...), del barroquismo de la imagen representada, de la universalización del saber (vía internáutica) o del efecto de la visión cuántica en la interpretación del mundo. El hecho es que, como se señala en esta obra, la visión del espectador, del consumidor artístico, ha cambiado en las últimas décadas al mismo ritmo frenético que el mundo que le rodea. Internet, por ejemplo, ha hecho realidad algunos de los grandes sueños imposibles de la Humanidad: la biblioteca global, la comunicación sin barreras, la primicia interplanetaria instantánea, etc. El mundo ha cambiado en las dos últimas décadas más que en todo el siglo anterior. El arte, el entretenimiento, la percepción de la realidad no podían sino adaptarse a ese cambio tecnológico-digital. La cultura pop, entendida como fenómeno popular, se ha extendido como una red de araña que lo llena todo de iconos y mitos fugaces. La era de lo representado filtrado por un circuito integrado. "Cosmopolitismo pop" y "nomadismo estético".
No extraña que en este nuevo mundo cargado de signos, iconos e imágenes, el cómic esté empezando a cobrar un papel relevante a la hora de aprehender la realidad. El cómic tiene una presencia constante en el libro de Jorge Carrión, que habla de la importancia que autores como Moore o Miller han tenido, junto a otros creadores como Lynch o Tarantino, en la creación de este nuevo contexto artístico postmoderno. El capítulo dedicado a Héroes ("La supervivencia del supergénero: Héroes en el contexto de la superheroicidad"), hace un recorrido exhaustivo y lúcido de la evolución del género de los superhéroes en las últimas décadas, de su agotamiento, resurrección y actualización postmoderna; en él, Carrión habla de Kirby, de Mazzucchelli, de Miller y Moore o de Carver y Brubaker, de cómo el cómic contemporáneo de superhéroes ha pasado a reflejar la ultraviolencia y la explicita sexualidad contemporánea del mismo modo que lo hacen series como Espartaco, Fringe o Treme. Menciona a personajes como Elijah Snow, Batman o Rorschach junto a otros como Homer Simpson, Donald Draper o Jimmy McNulty. También habla de la relación que hay entre Las ciudades ocultas de Schuiten y Peeters con la poética de Borges y de Calvino, de la conexión entre Fun Home y The Wire, como dos de las grandes novelas americanas, etc. La asociación interdiscursiva como vehículo de reflexión crítica, una de las premisas favoritas de este blog, no se nos podía pasar por alto.
Hace unos días hablábamos de Alison Bechdel en León. Jorge Carrión lo hace en un pasaje de su introducción. Les dejamos con su reflexión (aunque no la compartamos al cien por cien) para que le vayan cogiendo el aire a este libro necesario y, por Crumb, vean Mad Men y The Wire:
Seguramente, el término más adecuado para hablar de "teleserie", cuando nos referimos a algunas de las de mayor ambición artística, sería precisamente "telenovela". Esa palabra, obviamente, tiene connotaciones en nuestra lengua que nos alejan de la excelencia conceptual y técnica, de la literatura de calidad. Sin embargo, estamos ante una aspiración de legitimidad que otro arte narrativo afín, el cómic, sí que ha logrado mediante el término "novela". La novel gráfica disfruta en estos momentos de un estatus, en progresión, cada vez más cercano al de la gran literatura. Como ejemplo se puede citar un cómic estrictamente contemporáneo a The Wire, Fun Home, de Alison Bechdel, que narra una historia familiar en clave explícita de Familienroman, que es autobiográfico y, sobre todo, que ostenta una voluntad intertextual, estructural y metafórica tan ambiciosa que debe ser leído como una obra maestra literaria. Es decir: no poseemos otro modelo, otro marco de lectura más adecuado que ése. Y el propio autor tampoco posee otro. De modo que su intención es que leamos su arte como literatura (una literatura expandida, donde lo visual ha sido incorporado naturalmente, gracias a nuestra educación multidimensional) y nosotros no somos capaces de leerlo de otro modo. Fun Home o The Wire son "grandes novelas americanas" en un sentido más justo que muchas novelas recientes que se conciben a sí mismas como piezas de esa tradición literaria, sin darse cuenta de que ésta ha mutado.