lunes, febrero 14, 2011
Crumb, la película. El underground verdadero
lunes, diciembre 13, 2010
Fellini, disegnatore.
viernes, febrero 26, 2010
Mi noche sin Rohmer
Este año ha arrancado jodido por varios factores que no viene a cuento señalar. Además, se ha muerto Eric Rohmer. Si somos sinceros con nosotros mismos... (¡qué diablos, aquí no cabe plural mayestático que valga!). Si soy sincero conmigo mismo, tengo que admitir que Rohmer ha sido el director de cine más recurrente en mi vida, el más fiel a mis circunstacias y al que siempre he terminado volviendo. Intento adivinar por qué. Sus películas no son piezas de orfebrería, pero descansan en mi subconsciente como perlas cultivadas. Tras leer el artículo que Alain Bergala le dedicó en el nº 31 de Cahiers Du Cinema España ("Juegos de la elección y del azar"), creo entender lo que me sucede (a mí y, supongo, a muchos otros seguidores de Rohmer): no es difícil compartir su filosofía vital. Ayuda a sobrevivir.
No hay ninguna dimensión trágica de la existencia en Rohmer, a quien nunca le gustó el pesimismo fundamental de Bergman, llegando a preferir a Felini antes que a él (...) Rohmer quiere a las criaturas pasajeras precisamente por aquello que tienen de más "pasajero", su juventud fugitiva, a la que le gusta capturar con las herramientas del cine, que parece hecho para eso, para filmar los cambios de estación y los momentos del día más fugaces: la hora azul, el rayo verde.
El cine de Rohmer es vida sin subrayados ni hipérboles. Es diálogo costumbrista o confesión de alcoba sin fanfarrias o bandas sonoras. Sus personajes son ustedes, que leen y miran, o yo, que ahora escribo, o los que ni nos leen ni escriben, tanto da.
Llevo días pensando cómo cuadrar a Rohmer, cómo saludar su muerte (sombrero al aire como homenaje, al estilo de Nick Cave) en un blog de tebeos... y no consigo cuadrar el círculo rohmeriano.
He pensado en proyectar esa recurrida pirueta de la referencia interdisciplinar. Pero, ¿qué dibujante de cómics se parece al maestro francés? ¿Qué historieta nos recuerda a aquella rodilla? ¿o a Pauline en su playa? ¿En qué viñeta te escondes, Amanda Langlet?
Quizás Rohmer sea Crumb, si éste no fuera un Woody Allen a escupitajos; pero al director francés nunca le sentó bien el astracán irreverente. Pensemos (nos vence el plural, de nuevo). ¿Es Lauzier, quizás? No, Rohmer es, fue, un efebo eterno lleno de esperanza en el ser humano y en nuestra capacidad para salir vivos de las zanjas. Lauzier se recreaba en la visión cínica, en el infortunio gratuito. No. ¿Seth? Imposible. La vida respira detrás de las bobinas de Rohmer con bronquios y branquias: Seth recubre toda su obra de un aire lírico, un hálito de irrealidad ficticia con caricatura amable al fondo; además, sus personajes casi no hablan. Va a ser eso. En el cómic, muchas veces (que nos perdone Peter Parker), las palabras sobran. En el cine también, decía Hitchcok. A Rohmer nunca le importó: no hay quien vea una película de Rohmer sin volumen. Vamos a mirarnos a los ojos y a decirnos cosas, sin intermediarios, sin fotogramas, proyectores, viñetas o globos.
A lo mejor vimos a Rohmer en aquel fantástico Pequeños eclipses, de Fane y Jim, que tan poca gente leyó. Hablaban, recordamos que hablaban mucho, y vivían como personajes de carne y tinta.
O, quizás, para homenajear a Rohmer haya que volver a ver (las veces que haga falta, siempre de vuelta) sus películas y no sea un blog de cómics el lugar más adecuado para hacerlo. Levantemos los ojos y miremos hacia adelante. Veo una rodilla a lo lejos...
jueves, febrero 11, 2010
Osamu Tezuka. Animación Experimental (I).
Continuará...
martes, noviembre 25, 2008
Born to be wild. Cómic-graffiti carcelarios.
Ya ven, en sólo unos metros cuadrados de celda, encontramos a dos soldados de Beetle Bailey, a uno de nuestros personajes favoritos (recreado grafiteramente a partir de la versión de Vernon Green) y de regalo un personaje de cartoon entrañable, Mr. Magoo. Sin duda, esto merece un hurra por los comiqueros forajidos hippies, hip, hip...
lunes, mayo 12, 2008
Iron Man, de cachondeo entre las bobinas.
miércoles, noviembre 21, 2007
Malas nuevas para nuestras letras y pantallas.
viernes, mayo 04, 2007
Perder el trazo, por Jordi Costa (sobre Spiderman 3 y otras menudencias)
miércoles, abril 04, 2007
De 300, Sin City y otras viñetas filmadas (y II).
lunes, abril 02, 2007
De 300, Sin City y otras viñetas filmadas.
miércoles, agosto 30, 2006
Satoshi Kon en Venecia.
Sin embargo, lo primero que se me ha venido a la cabeza cuando he leído el cartel de Venecia no ha sido ni la obra de ánime de Satoshi Kon ni la del creador de Akira (en la que también trabajó Kon, por cierto). Me he acordado de un cómic que publicó Planeta en 1994 y que pasó muy discretamente por nuestro panorama editorial, ahogado por la celebridad de los Dragon Balls, Ranma 1/2 y Shirows. Y, pese a todo, para un servidor, Regreso al mar fue uno de los primeros manga españoles que situó al cómic nipón a la altura de las exigencias artísticas que se le exigen a otras obras. Después, han sido legión los autores y los cómics manga (valga la redundancia) de calidad y excelencia artística (más allá del simple entretenimiento, me refiero), pero hasta Kon, apenas había podido interesarme por las páginas sueltas de El Caminante de Taniguchi en El Víbora y por alguna obra de Hisashi Sakaguchi (Versión). Además ("yo confieso") ni siquiera leí Regreso al mar el año de su publicación, por lo cual seguramente la única responsabilidad de esta tardía relación con los manga de élite sea mía y nada más que mía.
Pero regresemos a Regreso al mar. El dibujo de Satoshi Kon es meticuloso, casi primoroso. Sí, es cierto, los rostros de sus protagonistas podrían ser los de cualquier otro manga que se les ocurra, pero pocos mangakas se toman las molestias de Kon en la recreación del detalle, en la construcción de sus escenarios y fondos; da gusto "mirar" las páginas de Regreso al mar, caramba.
Por lo demás, no es una obra perfecta y su ritmo, en ocasiones, es irregular. Curiosamente, en esa arritmia reside uno de los aspectos destacados de la obra. Regreso al mar es un catálogo de narración manga, un compendio de la capacidad del cómic japonés para buscar soluciones imaginativas a la linealidad de los relatos. Los occidentales siempre hemos interpretado el clímax (literario, desde luego) de un modo diverso al de los artistas orientales. Pasa lo mismo con el mundo de las viñetas. En las primeras páginas de Regreso al mar aparece esa maravillosa cadencia contemplativa que Taniguchi lleva a su grado más perfecto, pero, a medida avanza la trama, también encontramos en las páginas de Satoshi Kon acción desenfrenada y un ritmo tan vertiginoso como sólo saben conseguir los autores del sol naciente.
En fin, una vez más, he sucumbido ante uno de mis ataques de nostalgia y he tenido que releer Regreso al mar. Así da gusto lamentarse de los tiempos pretéritos, ¿no creen?
jueves, julio 20, 2006
Superman sin arredros.
No soy de los que piensan que una opinión sea suficiente para formar juicios de valor en torno a la obra artística, ni creo en la infalibilidad del crítico, juez o artista metido a opinador, pero, aún sin haber visto la película todavía, tengo la sensación de que el amigo Alex (que me parece un muy buen director de cine) debe de haber dado en el centro de la diana, a tenor de las informaciones que a uno le llegan sobre este nuevo Superman. De hecho, no es la primera opinión que leo en la misma dirección.
Sin embargo, hallábame yo en los últimos tiempos lleno de júbilo por mi nueva amistad con el forzudo de Metrópoli. El redescubrimiento del mito superheroico, gracias a dos cómics, sobre todo, que por primera vez en mucho tiempo me dibujaban a un Superman más adulto y creible. Me refiero a Superman: Identidad secreta, de Immonen y Busiek, y más recientemente, Superman. Para todas las estaciones, de Loeb y Sale. La primera, una obra que podríamos encuadrar estilísticamente dentro del hiperrealismo, crea su trama en torno a un personaje maduro y lleno de dudas (en la línea del Señor de la Noche de Miller en el que están todos pensando, desde luego). Un trabajo lleno de segundas lecturas y líneas temáticas que orbitan alrededor de la trama principal, que se convierte en una lectura fascinante casi desde las primeras páginas. Un cómic que, albricias, invita a la reflexión sobre nuestra actualidad sociopolítica y supera el estigma de entretenimiento superficial (que en ocasiones puede bastar para alabar una obra de arte, pero que en la mayoría, me parece a mí, dice bastante poco de ella.)
Por su lado, la multipremiada obra de Jeph Loeb y Tim Sale, busca una recreación diferente del personaje y, aunque conserva cierto interés por la indagación psicológica, tiene unas inquietudes épicas más definidas. Se trata de un trabajo que, como tantos otros, intenta asentar los fundamentos heroicos del mito, recuperando episodios perdidos de la adolescencia y la juventud del personaje. Comprendamos al personaje a través de su intrahistoria, parecen querer decir los autores; y se toman su tarea en serio. Superman. Para todas las estaciones es un trabajo que se lee con verdadero interés, un cómic al que se ha emparentado artísticamente con las grandes epopeyas de John Ford, debido sobre todo a esas grandes viñetas generales panorámicas, abiertas y luminosas, a una ordenación cíclica de los sucesos de la historia (basada en la repetición y el paralelismo) y a el respeto enorme que los autores muestran por el personaje, evitando cliches, topicazos y rutinas inexorablemente unidas a nuestro amigo de acero.
Por eso sorprende que, justo en este momento (en realidad sorprende muy poco), los gerifaltes hollywoodienses hayan vuelto a caer en lo previsible, en la apuesta sin riesgo, y, como parece ser que es, se hayan marcado otra de esas adaptaciones por las que uno no debería rascarse el bolsillo. Vaya… mira por donde, con este post me acabo de dar una idea a mi mismo.