Mostrando entradas con la etiqueta comix. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta comix. Mostrar todas las entradas

jueves, noviembre 15, 2007

A propósito de Crumb (III).

A propósito de Crumb, un buen amigo de este blog como Choko, hacía la siguiente reflexión en los comentarios del último post: "[c]urioso, nunca me imaginé a Crumb como parte del movimiento hippy, más bien como un observador marciano de todo, no me lo imagino queriendo ir a San Francisco con algunas flores en el pelo... (a no ser que eso le dejara la oportunidad de subirse a dar una vuelta en el culo de una fornida hippy". No le falta razón. Maticemos, no obstante.
Cierto es que Crumb no parece uno de esos hippies sesenteros, floreados y abducidos por las odas alucinadas de Ginsberg y los salmos exaltados de Timothy Leary. Pero Crumb estuvo allí y estuvo en San Francisco (aunque sus áreas de acción discurrieron entre Cleveland, Europa y Nueva York, inicialmente). Nos referimos a que también el bueno de Crumb, con su aire desgarbado y su carita de pánfilo, se dejó tentar de algún modo por esa ola de libertad y huida hacia adelante que recorría América (ya me entienden): "It was about a month and a half after that I tool LSD. Dana got her LSD from her psychiatrist in a glass vial. I went to work speechless the next day." Como señala Rosenkranz en Rebel Visions, la marihuana y el LSD tienen mucho que ver con el cambio de perspectiva vital en Crumb (estamos en 1965); es entonces cuando empieza a cuestionarse la monogamia como forma de vida y "se lanza en buscar de pastos más verdes". Deja Cleveland y se va a Nueva York, donde a su vez, deja a su mujer.
Como vemos, la onda expansiva del naciente espíritu hippy alcanza de lleno a nuestro dibujante, sin necesidad de túnicas, melenas ondeantes y flores al cuello. Pese a su fracaso neoyorquino (había ido hasta allí para trabajar en Help! -la segunda gran revista de Kurtzman- y nunca llegó a hacerlo), estos años de afectos lisérgicos fueron tremendamente productivos para el dibujante: en cuestión de poco tiempo, pare un buen número de sus clásicos:
...and what a boon to my art (...) It was during that fuzzy period that I recorded in my sketchbook all the main characters I would be using in my comics for the next ten years: Mr. Natural, Flakey Foont, Schuman the Human, the Snoid, Eggs Ackley, tje Vulture Demonesses, Shabno the Shoe-Horn Dog, this one, that one. It was a once-in-a-life-time experience, like a religious vision that changes someone's life, but in my case it was the psychotic manifestation of some grimy part of America's collective unconscious (The Complete Crumb, vol. 4).
Una época de inconsciencia colectiva, no es mala definición para ese periodo que otros han llamado la era del "flower-power". Demasiado para un tipo ordinario como Crumb. Con el rabo entre las piernas, pasada la euforia psicodélica, vuelve a Cleveland, vuelve con su mujer y vuelve a su viejo empleo: "It was a big mistake. I was a coward".
Dos años más tarde (1967), haciendo caso a ese aguijonazo en la conciencia, decide agarrar su vida creativa por los cuernos y se va a San Francisco, junto a dos amigos "errantes". Es su época hippy, vivida junto a hippies, en la ciudad hippy por excelencia. Es la vuelta a la marihuana y al LSD; y es el tiempo de sus cómics más alucinados y psicodélicos ("My comic thing flowered in this fertile environment... I began to submit LSD-inspired strips to underground papers"); y, claro, son los años de ZAP. Encontramos en el repertorio "crumbiano" mucha historia alucinada, diversiones lúdicas, humor dislocado y optimismo efervescente. La época de la sonrisa tonta y del viaje marciano. Una fase sin la cual resulta difícil entender a Crumb, al otro Crumb, el más político y reivindicativo, que veíamos en los posts anteriores, o al Crumb biográfico, que veremos más adelante.
Los neófitos estarán preguntándose, ¿qué tipo de comix pudo inspirar tanta acidez y humareda? Cosas posteriores como éstas:
____________________________________________________________
A propósito de Crumb (I).
A propósito de Crumb (II).
A propósito de Crumb (IV).

lunes, noviembre 12, 2007

A propósito de Crumb (II).

Hablábamos de Crumb y de sus reivindicaciones económicas y socio-políticas. Hablábamos de cómo algunas de ellas parecen haberse quedado un tanto obsoletas (cada vez nos cuesta más creer en revoluciones inocuas) cuando se revisan desde la perspectiva histórica de las tres décadas transcurridas. Pero también hablábamos de cuán vigentes son aún algunas de sus proclamas, en estos tiempos de grúas especulativas, desprecio florafaunístico e incumplimiento de protocolos humanitarios.
Demandas, algunas de ellas, que bien merecerían menciones "nobelísticas" (que le pregunten a algún ex-vicepresidente norteamericano acerca de sus verdades incómodas). No era (es) mérito exclusivo de Crumb, claro: el canto optimista por la vida, en todos sus sentidos (hedonismo de por medio), estaba en el ideario hippy y sus contagios underground. Pero no es menos cierto que Crumb supo dotarle al discurso de una muy saludable acidez paródica y cinismo trasgresor. Así, de sus iniciales proclamas antiautoritarias pasa Crumb (con la troupe underground al pleno) a la fe sincera en la revolución política y, posteriormente, a un más sencillo activismo ecológico-humanista, basado claramente en filosofías orientales y ascetismos lisérgicos (piensen en Mr. Natural). Patrick Rosenkranz menciona, en esa biblia del underground que es Rebel Visions, una entrevista radiofónica de 1998 ("Crumb on the Run") en la que el propio Crumb declaraba:
Everybody in San Francisco seemed to believe that the world had been permanently transformed. As soon as all those nasty up-tight old farts over 30 died off we'd turn this planet back into a Garden of Eden, nothing to it! Skeptical though I was of some of the excess of hippy behaviour, I, too, was swept up by the incredible optimism. It was a breath of fresh air in the weary world. No telling when we'll see the like again.
Posteriormente, como bien presagiaba Crumb, la ingesta del fruto del desengaño post-hippy derivaría la euforia underground hacia territorios menos idealistas. Nuevos tiempos para el movimiento, en los que se mezclaría la herencia edenista-ecológica precedente, con la ciencia-ficción pura y dura, junto a un nuevo gusto por la estética gore (que permanecía casi olvidada desde la caída en desgracia de la EC y sus criptas). La vieja guardia (los autores de ZAP) pondría el grito en el cielo en balde. Para 1975, ya no quedaba casi nada de aquellas ínfulas revolucionarias iniciales; en su lugar, un mucho de descontento y desilusión. Cuánto más viejo, vemos a un Crumb más desencantado, más pesimista y autobiográfico. Lejos de aquel nihilismo contracultural que leíamos en, por ejemplo, "La ciudad del futuro", del ZAP Comix nº 0 (1967).



__________________________________________________

A propósito de Crumb (I).

A propósito de Crumb (III).

A propósito de Crumb (IV).

martes, noviembre 06, 2007

A propósito de Crumb.

Entre 1968 (Zap) y 1981 (Weirdo), Robert Crumb no dejó de publicar comix-books (oséase, comic-books de 32 páginas en un papel de baja calidad, concebidos con una temática-estilo-filosofía underground). En esos años de vértigo editorial, prolífica creatividad y éxito creciente, el señor Crumb publicaba comix como churros, incluso en series de solamente uno o dos números. Curiosamente (no tanto, en realidad), algunos de ellos son los tebeos underground más solicitados en el mercado de venta y subasta internáuticos. Encontramos títulos como Bijou Funnies, Snatch Comics, Jiz Comics, Mr. Natural o Best Buy Comics; algunos han intentado poner orden a tanta página procaz. Todo esto viene a cuento porque precisamente el último de los tebeos de Crumb que ha pasado por nuestras manos es Best Buy Comics (nota para observadores perspicaces y completistas: la tercera edición -la de ahí al lado- vivió un cambió de portada).
Las historietas de Crumb evolucionan desde esas obras "buenrollistas" enfundadas en el habitual tono desenfadado del surrealismo psicodélico ("Keep on Trucking"), hasta aquellas otras de tono autobiográfico, que hurgaban en los complejos y prejuicios del propio autor (Self-loathing Comics). En el camino, encontramos otros trabajos también habituales dentro del panorama y la temática underground: los comix de denuncia; páginas al servicio de una crítica socio-política con tintes transgresores. Una serie de cómics que abundan en reivindicaciones acordes con los tiempos que las conciben: la exaltación del individuo libre (en todos los sentidos -estamos en la era hippy, no se olviden), el sentimiento de conexión con el medio ambiente, la crítica descarnada contra los poderes fácticos y reales, etc. Causas, en su mayoría, que podrían ser plenamente reivindicadas por la progresía contemporanea en diferentes grados (dependiendo, por supuesto, del escoramiento político de cada uno). Esta última línea temática es la que prevalece en Best Buy Comics.
Curiosamente, algunos de los tópicos y reivindicaciones que Crumb agitaba por bandera, observados desde nuestros días, lejos de resultar transgresores o ácidos, se nos revelan un tanto rancios y bastante carcas (antes de seguir, qué conste aquí y ahora que estamos hablando de uno de nuestros tres o cuatro autores de cómics favoritos). Aunque hay más ejemplos en Best Buy Comics, tenemos ahora mismo en mente "Space Day Symposium", una crítica despiadada del maestro contra la carrera espacial (que en los 70 estaba acompañada de alguna que otra ración fría de belicismo en bloque) y de sus promotores: el gobierno de US y las grandes corporaciones aeronáuticas que buscaban réditos económicos con la operación, en concreto.
En cuatro páginas, Crumb narra como, durante su periodo de máxima popularidad, es invitado como visitante de prestigio al Space Day Symposium, celebrado en California el 11 de agosto de 1977. Allí, sufre progresivamente varios síntomas de rechazo que van desde el desconcierto y aburrimiento inicial, hasta el arrepentimiento y la crítica airada contra el simposio, sus organizadores, la carrera espacial y, en última instancia (por contagiosa inercia de repudio), hacia cualquier tipo de progreso. Es en este punto (página 4) donde a Crumb le aparece su vena más retrograda y recalcitrante. Es conocida la devoción del norteamericano por algunos elementos culturales de la tradición estadounidense (el jazz de los años 30) y su nostalgia dolosa ante ciertos valores que ya peligraban allá por los años 70 (acuérdense de esa maravillosa oda a la naturaleza arrasada por la civilización, que es "A Short History of America"). No obstante, y volviendo al tema de "Space Day Symposium" ¿cómo se interpretarían hoy en día las invectivas crumbianas de sus última viñetas ("Yes, the space hype is dangerous") aplicadas a campos de progreso como la fecundación in vitro o la investigación con células madre? ¿en boca de quién pondríamos los correspondientes globos? No me tiren de la lengua..., que Crumb es mi ídolo.
Les regalo el escaneo para que juzguen ustedes.
___________________________________________________________
Observo que había algún problema con la descarga de las imágenes. Espero que ahora vaya la cosa.


___________________________________________________

A propósito de Crumb (II).
A propósito de Crumb (III).
A propósito de Crumb (IV).

viernes, agosto 31, 2007

Choice Meats, el under-underground de G. Hansen.

Hace mucho que no hablamos de comix underground de esos raritos que tanto nos gustan. El de hoy no es uno de los mejores, ni de los más prestigiosos, pero sí uno de los más "underground": Choice Meats, de George Hansen.
Al rebufo del éxito que ya mostraban los comix de Crumb and company, el amigo Hansen decide apuntarse a la tendencia y lanzar sus propios tebeos allá por los primeros años 70, colaborando a abrir aún más la brecha del antisistema artístico. En 1971 y 1972 Adam's Apple publica los dos números de los que constó Choice Meats. Un comix que no es un ejemplo de calidad ni en su apartado gráfico (dibujos bastante pedestres, que muestran la escasa pericia de su autor) ni en el de las historias que incluye (una mera revisión de tópicos underground habituales); ¿entonces por qué hablamos de él? Pues ni más ni menos que por ser más cafre que ninguno. Tanto, que en su segundo número hasta se atreve a buscarle las vueltas al mismo Robert Crumb, parodiando su estilo y personajes, y retorciendo sus temas hacia el lado más salvaje de la irreverencia. No me dirán ustedes que la cosa no tiene su gracia: el underground, que se suponía una sacudida socio-cultural, sacudido a su vez por un espontáneo del burrerío lanzado al ruedo de la viñeta.
Ya lo dice en su portada "Adults 'n Dogs Only!!" Y vaya si es perra la cosa. Obviando el virtuosismo de sus coetáneos en el terreno de la sátira, Hansen se inclina por la línea menos templada de otros como Clay Wilson y ataca directamente al centro de la decencia que impregnaba la ortodoxia bienpensante norteamericana: en su primera historia (comentamos el número 2, recuerden) introduce a Norm Nutty ("that crazy fucker"), mísera caricatura de un "honrado" oficinista que en sus horas libres se transforma en infanticida y abusador. El percal ya está expuesto. Le siguen perros antropomórficos maltratadores (Mad Dog), oficinistas humillados cropofágicamente por sus jefes (Big Deal), mofas raciales que dejan a Crumb a la altura del betún (Mr. Bomdiddy), la dosis correspondiente de machismo "feministoide" (Judy Tunafish) o varias historias de esos obtusos personajillos llamados The Wackoffs, que brillan por no contar absolutamente nada y estar llenas de diálogos huecos.
Todo ello dibujado de una forma tosca, pero claramente enfocada a la parodia del estilo Crumb; remitiendo incluso directamente a personajes del maestro de Filadelfia (como Mr. Snoid o Angelfood McSpade), convenientemente "arreglados" por el espejo Hansen (les he escaneado algunas "joyas" para que vean que no faroleo).
El caso es que, si uno atiende a la filosofía underground y a sus reglas no escritas, Choice Meats es en realidad uno de los cómics más fieles al espíritu trasgresor del movimiento, porque ¿hay algo más trasgresor que reírse de las fuentes de las que uno ha mamado o de la idiosincrasia propia (de uno mismo, en definitiva)? Como curiosidad, estarán ustedes conmigo en que la cosa no tiene precio.

viernes, abril 13, 2007

Otra pildorita "andergraund": Commies From Mars.

Que nos pongamos a hablar por aquí de comix underground, de tanto en cuanto, no debe sorprender a casi ninguno de nuestros amigos habituales a este lado del océano o al otro (que ya sabemos que hay una pequeña colonia uruguaya que se pasa por aquí con regularidad).

Gracias a ese vicio confesable, uno descubre cosas extraordinarias, así como el pasado artístico felizmente canallesco de personajes bien conocidos (¿se acuerdan de Spiegelman o de Cruse?). Cosas así nos han vuelto a suceder cuando hojeábamos (y ojeábamos) las páginas de Commies From Mars #3. Un tebeíto que detrás de la ambigüedad paródica del título ("commies" y su similitud fonética con comix) esconde un buen número de sorpresas y alucinaciones realmente cuasi marcianas. La primera, la fecha, 1981, un momento en el que el viejo underground había pasado prácticamente a mejor vida. La segunda, la osadía del tema en plena guerra fría, no lo es tanto, pues, como muchos estarán pensando, en eso consistía precisamente la mentalidad underground, en la provocación. Este Commies from Mars, hace el número tres de una serie de seis, si no ando muy equivocado. Todos ellos editados por Tim Boxell y recopilados posteriormente en Commies From Mars -The Red Planet, The Collected Works. 

Casi antes de empezar, en la portada interior, un gag-ilustración de John Pound, nos sitúa en materia: la cosa va de parodia marciana trasgresora, con una serie de leitmotivs que se repiten en las páginas del tebeito. Curiosamente, en este primer ejemplo, el autor haciendo gala de sus poderes extraterrestres (muy en consonancia con el tema), consigue una caricatura prácticamente perfecta del ex-presidente de la Xunta de Galicia, muchos años antes de que el susodicho tuviera el aspecto del dibujo. Primer fenómeno paranormal.

Siguen una historieta más o menos salada de Shawn Kelly (Commiess from Mars) y una de las cazurradas habituales del más cazurro de los de por sí cafres miembros underground: Clay Wilson; en su salsa, con mucha víscera y onomatopeya atravesada. 

Washed Up, firmado por el editor mismo Tim Boxell, tiene su gracia y resulta bastante moderno (con los sempiternos marcianos pulposos que se repiten en este comix); en la línea de los trabajos europeos de ciencia-ficción que harían en esos mismos años Moebius y compañía. Luego, una historieta cómica de Larry Rippee y la siguiente gran sorpresa del asunto: seis páginas de Peter Kuper.

Así es, no hace ni una semana que les he soltado un rollete sobre nuestro amigo, y ya lo tenemos aquí otra vez. Acháquenlo a la cosa de las recurrencias cíclicas, pero tampoco nos va a amargar un dulce, y más cuando las páginas de Kuper están tan bien como éstas: en la serie Shiver and Twich el americano se sale del tema alienígenea, para plantear el del miedo a lo irracional. Un "what if" aplicado a lo cotiano: ¿qué sucedería si se me fuera la cabeza y llevara a cabo esa locura fugaz e irracional que se me ha cruzado por la mente? Una idea que, me imagino, forma parte del "irracional colectivo" y que a todos nos ha asaltado en alguna ocasión. Interesante. Lógicamente, por comparación, casi todo lo que sigue pierde interés.

Encontramos alguna buena invectiva contra Reagan (Looking Forward to the Invasion) y alguna otra parodia estimable del género de ciencia-ficción (que, si me recuerdan, de puro estandarizado, pudo llegar a ser bastante aburrido a finales de los 70 y comienzos de los 80), como Prayers From a Closet, de Ian James, o A Comic, de Revilo. En fin, en principio, nada del otro mundo..., si no fuera por esas pequeñas sorpresas que siempre te saltan a la cara cuando abres uno de estos viejos comix underground.

lunes, febrero 26, 2007

Howard Cruse es un tipo majete.

En estos días en que artistas, deportistas y famosillos en general parecen vivir en lo alto de una realidad paralela, más allá del bien y del mal, amparados por la falsa inmunidad que otorga la fama y el delirio colectivo de sus seguidores, el menda no deja de sorprenderse cada vez que el azar (en forma de internet o salón tebeístico) le cruza con una "estrella" del cómic. Cierto es que la narración gráfica no ocupa sino una parcela diminuta dentro del gran jardín del arte, pero, que demonios, algunos de sus miembros están entre los mejores, le pese a quien le pese. Por eso, sorprende la falta de infulas, la cercanía y la humildad que uno detecta, una y otra vez, entre esos artistas de cómics que forman parte del panteón privado de tipos admirables y admirados.

El último caso que he incluido en la vitrina de tipos afortunadamente normales (es una metáfora, no se crean que estoy entre aquellos que criticaba al comienzo de estas palabras -guiño-) es el señor Howard Cruse; uno de los triunfadores del último curso comicográfico, gracias a la edición de su Stuck Rubber Baby. Lo desarrollo. Gratamente sorprendido por el descubrimiento de la versión amable e inteligente del underground que trasmiten sus Barefootz Funnies, me dirigí a él con un mail para preguntar acerca de los precios y disponibilidad de algunas de las tiras originales que se anunciaban en su página. Después de varios correos electrónicos, no me quedaba ninguna duda, Cruse, además de un artistazo (cosa que ya sabímos todos sus seguidores) es un tío encantador y sinceramente interesado en sus lectores. Por eso, tras sus muy amables primeros correos, le expliqué a Cruse el porqué de mi interés por sus originales y le mencioné el post que le había dedicado a Barefootz en el blog; su respuesta fue ésta:
Hi, [Little Nemo's Kat]
Thanks for telling me about the space you devoted to my work in your blog. I'm touched and very complimented. And you put the post together so interestingly, too! I'm delighted, and will probably mention your blog post on my own blog.
I can't actually read what you've written in the blog, of course, since I don't speak Spanish. But it LOOKS great.
By the way, your email address doesn't give me a clue about where you're writing from. Does the fact that your blog is in Spanish mean that you live in Spain? Or some other Spanish-speaking nation?
And if I mention you, should I only refer to you by your first name? So far you haven't given me your full one.
Once, again, I very much appreciate your kind words and am glad that you enjoy Barefootz.
Best regards,
Howard.
Dicho y hecho. Imaginen mi sorpresa cuando me reconecto a internet a la vuelta del fin de semana y me encuentro con esto. Pues nada, desde aquí hago público mi agradecimiento a mi admirado Howard Cruse y, como contrapartida, me permito recomendarles por segunda vez en muy poco tiempo su interesante página web (rebosante de información y ejemplos de su obra) y su (éste sí) recién descubierto blog (que añado, como no podía ser de otro modo a mis "blogs by the author"). Miro al cielo, además, y le rezo a San Will Eisner para que esa epidemia conocida como "famositis prepotentis" siga sin afectar a estos señores que nos hacen un poco más felices gracias a sus viñetas y su talento.

lunes, febrero 19, 2007

Un cómic feminista: Girl Fight Comics, de Trina Robbins.

Gracias a todos por vuestras amables palabras de felicitación y esa presencia impenitente al otro lado. Ahora, volvemos al tajo y lo voy a hacer echándole un vistazo a uno de esos tebeos underground rarunos (que diría la amiga Iru), que me agencié en mi última incursión por los océanos de ebay.
Hemos hablado mucho de mujeres y cómics; y hemos mencionado en varias ocasiones a Trina Robbins, como artista esencial para la emancipación creadora de las dibujantes de cómics, allá por los años 60 y 70. Había leído historias sueltas de Robbins en Wimmen's Comix o en Tits & Clits, pero nunca un cómic-book enteramente suyo. Lo he hecho ahora con el Girl Fight Comics, nº2, que venía en el lote de ebay, y lo cierto es que la cosa tiene su gracia. Me explico.
El tebeito (formato habitual underground: 16 páginas a doble cara en papel de mala calidad) está fechado en 1974. Las intenciones de la autora, evidentes desde su título; no hay espacio para la duda: Trina quiere reivindicar su bien ganado rol de artista feminista radical. Por eso, cada una de las historias incluidas, está protagonizada por una mujer-heroína y el tono general es claramente revanchista. Desde la joven groupy reconvertida en amazona en "Montezuma's Revenge", hasta la superheroína afroamericana y guerrillera de "Fox Hunt", los personajes femeninos de este número intentan ajustar cuentas con unos personajes masculinos estereotipados en su vileza y actitudes ofensivas (de puro machistas). El conjunto resulta, en consecuencia, bastante predecible y tópico. Los personajes femeninos son puramente recreaciones de modelos heroicos tomados de la tópica feminista (amazonas), los movimientos de liberación del hipismo o incluso resultado de una transposición de roles a partir de géneros tan masculinizados como la novela negra de detectives o los cómics de superhéroes. El dibujo de Trina Robbins tampoco es gran cosa: figuras bastante rígidas, despreocupación por las reglas de la proporción o la ortodoxia anatómica, fondos simplificados al máximo...
Y, sin embargo, todo muy naïf y divertido. En realidad, las aportaciones de la amiga Robbins y coetáneas no deben ubicarse en el cajón de la evolución comicográfica, sino (como ya comentamos en su día) en la carpeta honorífica de los artistas que han permitido la normalización del medio y su entrada en una fase de madurez creativa que, sólo desde hace apenas dos décadas, comienza a dar sus frutos. Una fase en la que ellos y ellas deben entrar en igualdad de condiciones; si así es, lo será en gran medida gracias a Trina Robbins, entre otros, y a trabajos como este Girl Fight Comics. En realidad, bajo la obviedad de las batallas feministas que plantea el cómic, se esconde un ejercicio de reivindicación consciente y nada ingenuo. Como observamos en la historieta corta autorreferencial que cerraba el número en el anverso de la contraportada (sic), la propia autora es consciente de que su estilo agresivo es una forma de lucha feminista por encima de cualquier otra consideración (artística, estilística o cultural): "... well, lemee tellya a little about myself -I'm a feminist- what you might call a 'women's libber' -bet ya knew already" (fíjense en ese uso del argot subrayado de un modo casi agresivo, como marca de personalidad y carácter).
Por tanto, no hay que asustarse, ni decepcionarse ante los limitados valores artísticos que, sinceramente, "adornan" a muchas de las obras underground. Se trata en realidad de saber leer entre líneas y dejarse llevar por los planteamientos (alguna vez ingénuos, eso sí) de unos hombres y mujeres que se veían al comienzo de una lucha importante: la que habría de romper los valores establecidos por la gerontocracia dirigente y los elefantes del inmovilismo, una lucha que no obtuvo una gran victoria, pero que sin duda abrió varias grietas en el dique de contención de los poderes fácticos, editoriales y creadores de opinión. Ahí están las herederas de Trina Robbins para recordárnoslo y ahí queda Girl Fight Comics como documento sociológico de relumbrón.
___________________________________________________
(Actualización: 22 - febrero - 2007, 16:41)
Creo que al fin he arreglado el enlace para que la imagen de Trina se pueda abrir en una ventana nueva. No os la perdáis, rebosa de ironía.

miércoles, enero 17, 2007

Howard "underground" Cruse

Llevo unos días como niño con zapatos nuevos. Entre que la señorita Iru (una de las blogueras más molonas del mapa internáutico) me ha mandado el muy divertido último número de Malavida y que acabo de recibir un envío de tropecientosmil comix underground ganados en ebay con el sudor (poco, todo sea dicho) de mi tarjeta, no me dan las horas para leer viñetas.
El caso es que entre los diversos lotes de comix underground que he recibido, hay sorpresas gratas y gratísimas (como algunos de los primeros trabajos de Corben o clásicos del cómic feminista como Twisted Sister). Iré desglosando sus excelencias a lo largo de los próximos meses desde este puesto de guardia. Hoy por ejemplo, quiero hablarles de Howard Cruse, uno de los autores de moda en España debido al éxito de la edición de su Stuck Rubber Baby (que ha aparecido en muchas de las listas de lo mejor del 2006). ¿Sabían ustedes que el señor Cruse viene de la etapa del underground?
Pues sí señores, desde comienzos de los 70 publica nuestro amigo sus Barefooz Funnies, una muy divertida y estimable serie underground, que, después de aparecer en tiras en diversas publicaciones durante varios años, se compiló —si no me equivoco— en los tres comix-books que nos ocupan (entre 1975 y 1979). Lo cierto es que el tono alegre y humorístico de Howard's Cruse Barefooz Funnies fue recibido con recelo por los lectores habituales del underground. A saber, un cómic protagonizado por unos personajes más cercanos al cartoon disneyano que al trazo nervioso y feísta underground y unas historias cortas (tiras primero, luego, una o dos páginas) desenfadadas y divertidas, no eran lo que esperaban los lectores habituales de Zap, por poner un ejemplo (el propio autor se "vengaría" de todos aquellos que le acusaban de hacer dibujos "simpáticos", con la contraportada del tercer y último comix-book de Barefootz Funnies).
El caso es que Barefootz Funnies, sin embargo, sí que encierra algunas de las constantes habituales del underground, matizadas por ese aire infantil que caracteriza a toda la serie. En muchos de los capítulos, por ejemplo, existe un indudable surrealismo salpimentado por la psicodelia lisérgica del momento. Además, en la recreación de los personajes, Howard Cruse introduce indirectamente bastantes de las preocupaciones del momento hippy y post-hippy: Barefootz (protagonista de la serie, jovencito cabezón enfundado en un traje y siempre sin zapatos; de ahí el título) es el remedo ficcional de un antiguo compañero de piso de Cruse, un espíritu libre, y es nuestra guía por el mundo loco que habita. Dolly (la amiga íntima de Barefootz) es una chica joven y liberal, que pasa de unos inicios plagados de dudas existenciales a una exhibición libidinosa de su libertad sexual (en la que incluye su deseo por el propio Barefootz); logicamente, muchos de los planteamientos de Dolly coinciden con las dudas e inquietudes postuladas por el movimiento feminista, muy activo durantes esos años. Headrack es el tercer personaje humano habitual de la serie: un pintor en búsqueda constante de la inspiración, un personaje que va adquiriendo fuerza según avanzan las historias, para en el segundo comix-book declararse abiertamente gay, en el memorable manifiesto de reivindicación sexual que es "Gravy On Gay" (en el número 2); desde ese momento, Hedrack es sin duda un vocero y alter-ego del propio Cruse como artista y como personaje gay.
Además de los seres humanos, la casuística de los personajes y situaciones ilógicos que conforman el mundo surreal de Barefootz funnies, encierra personajes esenciales como las cucarachas parlanchinas que conviven fraternalmente con Barefootz y que, en sus palabras, suelen reflejar el sentir colectivo de la sociedad hippy y su ideario comunal. Bajo la cama de Barefootz vive Glory, una suerte de ser fantástico ("a mysterious entity called Glory who made a giant frog materialize from underneath my protagonist's bed") con extraños poderes que parecen representar los efectos de las drogas lisérgicas en el organismo, y que Glory reparte a voluntad entre todo aquel que se asoma bajo la cama.
Todo ello con un tono desenfadado y muy divertido, como hemos señalado anteriormente, que va aumentado los ingredientes más trasgresores (la presencia del componente sexual, la evidencia de los efectos de las drogas, el compromiso social) según avanza la serie. También la faceta gráfica evoluciona con las historias sucesivas y vemos en las últimas (sobre todo en algunos personajes secundarios) un dibujo más cercano al que caracterizará a otros trabajos de Cruse (como Wendell o Stuck Rubber Baby).
Reconozco que reseñar con esta alegría y regocijo un cómic con una disponibilidad tan restringida como la de éste, puede sonar a tomadura de pelo, así que toménselo como una curiosidad anecdótica. Una rareza de esas que gustamos en esta casa. Quizá algún día alguien se anime a publicarlo por aquí y podamos compartir el gozo dicharachero que nos inunda, quién sabe.

lunes, septiembre 18, 2006

Art, el sucio.

Este fin de semana he desempolvado y pagado algunas deudas lectoras pendientes. Entre ellas, una revista de la época underground que me malvendieron en e-bay por unos pocos euros hace no mucho: Real Pulp Comics, nº 2 (de 1973). La nómina de autores incluye a los prolíficos Clay wilson o Bill Griffith (que durante cuatro o cinco años no se perdieron ni una), a los menos conocidos Leslie Cabarga o Charles Dallas, junto a a... Art Spiegelman.
A Spiegelman le conocen hasta los que nunca han leído un cómic (así que ahorraremos esfuerzos en repetir lo ya dicho) y Maus es uno de esos casos en los que incluso la critica academicista más sesuda parece haber resuelto que (la excepción confirma la regla) algún cómic podría tener cabida en las bibliotecas universitarías. Más aún, Maus dio, por así decirlo, el pistoletazo de salida hacia una (hipotética -pues aún estamos en ello) normalización del cómic adulto como vehículo cultural artísticamente valioso. La fama de Maus, además, acrecentó la leyenda y la repercusión de Raw, y la de todos los autores que participaron de esta revista que el propio Spiegelman coeditó junto a su mujer Françoise Mouly (imprescindible el análisis histórico de Bill Kartalopoulos en el Indy Magazine del invierno 2005).
Luego vendría la creación de la revista infantil Little Lil' (que se mencionaba en La Carcel hace bien poco), la polémica polvareda post-11S levantada por la publicación de Sin la sombra de las torres, etc. Pero curiosamente, por lo que menos se conoce al bueno de Art es por aquello que ocupó la mayor parte de su tiempo como dibujante de cómics: su etapa underground.
Firmaba Spiegelman con todo tipo de pseudónimos, Joe Cutrate, Al Flooglebuckle o, como en la historia de este Real Pulp, Skeeter Grant (por la extraña desaparición del creador original de la misma -comenta con cachondeo indisimulado el propio Spiegelman en la última página). Lo cierto es que la historia de su personaje, The Viper ("The Sub-Teen Snatch 'Snatch'") es -sin ser gran cosa, no se crean- lo mejorcito del cómic-book. Y es que, a comienzos de los 70 la euforia underground se mostró tan impetuosa y hemorrágica que, junto a revistas realmente valiosas (ZAP, Wimmen's Comix, Arcade, etc.), aparecieron muchas otras de las que, justamente, casi nadie se acuerda (a menos que entre sus páginas y créditos encierren algún secretillo, como la aparición de un tal Art Spiegelman).
___________________________________________________________
(Actualización: 17:45)
¡Las vueltas que dan las ruedas del azar! Leo en The Comics Reporter que Spiegelman es protagonista nuevamente en el panorama comicográfico norteamericano muy a su pesar; o no tanto. Tiene que ver la polémica, en este caso, con su retirada (y la de sus originales) de la exposición itinerante "Maestros del Cómic Americano" (así, tal cual, "americano"). Todo porque los organizadores han planteado como lugar de exposición el Museo Judío de Nueva York, que en opinión de Spiegelman convertirá la exposición de su obra en un evento folklorista (ya saben Maus, los ratones, los gatos, el holocausto...), restando validez a la propuesta inicial de la exposición de promover y dar a conocer el cómic como medio artístico. Sus palabras literales: "The statement intended by the Masters show, an exhibit formed to postulate that comics can actually be some sort of... Art, would be undermined by presenting the medium as some sort of "ethnic" phenomenon." En cualquier caso, espero que nadie malinterprete malintencionadamente nuestro maledicente título, a la luz de las nuevas revelaciones.
El texto completo en The Comics Reporter.

martes, junio 06, 2006

Descubriendo a Fred Schrier.

Abrumado por la ingente cantidad de novedades que se anuncian para este Salón del Cómic de Barcelona, el otro día decidí sin pudor alguno tomar las de Villadiego y escaparme por la puerta de atrás. Me arremangué con decisión, y me fui a por el montón de tebeos no empezados, que se amontonaban en la pila de "cómics prehistóricos y clásicos por descubrir" (nunca falla, huyes de las novedades y terminas en el almacén arqueológico).
Entre todos, opté por el más raro, The Balloon Vendor, de Fred Schrier, dibujante underground americano del que desconocía hasta su origen, hasta que hace unos meses pujé por uno de sus "comix" en ese generador de mendicidad (especialmente para los seres de pobre voluntad) que responde al nombre de e-Bay. Tras informarme someramente de quién era el tipo por el que me disponía a soltar los cuartos (ímpelido básicamente por a) el imán de lo underground que me tiene perdidito últimamente y b) una portada de lo más resultona), vi, pujé y gané el susodicho tebeito con suma facilidad (sospechoso) y por una cantidad bastante módica.
Ahora, tras la lectura, breve y noctámbula de The Balloon Vendor, todo se me aparece con más claridad: no tengo ni idea de qué he leído, pero no pienso desengancharme de mi adicción underground (al menos por una temporada larga, una o dos vidas, digamos).
Sin perder de vista que estamos ante un movimiento heterogéneo y poblado por personalidades de lo más dispar, siempre me pareció que en el underground se podían distinguir dos polos temáticos bastante diferenciados: estaban por un lado los que enfocaban la crítica social y el costumbrismo antropológico desde una óptica paródica, hincando el diente en el lado grotesco de la realidad (Crumb, Shelton, o incendiario Clay Wilson, que dibujaba desde "el lado más bestia de la vida", por ejemplo). En el otro polo, aquellos autores más experimentales; los que aspiraban a reflejar sobre el papel sus experiencias lisérgicas y la mentalidad hippy-metafísico-karmática de la vida (como los Moscoso o Rick Griffin), a los que les importaba sólo relativamente la historia, frente a la indagación visual.
Y toda esta peligrosa simplificación, para justificar que en The Balloon Vendor, a un servidor no le importa un carajo lo que le cuenten (una monserga acerca de un científico lunático que ha inventado una máquina para viajar en el tiempo), pero que no ha podido dejar de parpadear ante los brillos en blanco y negro sobre papel de calidad ínfima, con que el amigo Schrier ha traducido sus más que probables viajes "astrales" montado en el caballito acido. No somos nada, dirán ustedes, con que poco se conforman algunos. Así es, mea culpa, cada uno tiene sus taras.