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martes, enero 08, 2013

Unos cuantos cómics del 2012.

Pasaron los Reyes por el cuarto de estar, se bebieron  las tres copas de licor y el cubo de agua para los camellos se evaporó. Nos dejaron una saca de carbón para repartir entre corruptos y codiciosos, pero también una pila de buenos cómics para que los compartamos entre la audiencia lectora, entre los buenos amigos de esta bitacorita. La lista se declara incompleta (dejamos muchos deberes por hacer en el 2012) y tan subjetiva como siempre.
Del curso pasado nos encantaron (sin orden): 
Vapor (La Cúpula), de Max: Vuelve el hombre. El hombre lleno de dudas y reflexiones metafísicas que ahonda en la razón última de la existencia. ¡Ahí es nada! El hombre es Max, probablemente la gran figura del cómic español de las últimas décadas. Su obra es poliédrica, mutante, paradigmática y en los últimos tiempos, profundamente reflexiva. Vapor ahonda en la senda interior, espiritual y metafísica que abriera aquel alter-ego cabezón que atendía al nombre de Bardín (un tipo superrealista). El nuevo eremita ascético que habita en las páginas de Vapor se llama Nicodemo y su intención no es otra que la de llegar a la esencia de la vida, despojándose para ello de todo lastre mundano. El lector avanza entre los dibujos cada vez más desnudos de Max y constata con cada viñeta que todavía existen autores superdotados capaces de convertir dos líneas y un círculo en el más profundo de los mensajes. 
Mister Wonderful (Random House Mondadori), de Daniel Clowes: si Wilson, aquel personaje misántropo, clasista y malhumorado, se hacía odiar, Mister Wonderful (su aparente contrapartida ficcional), despierta más lástima que simpatías. Clowes continúa alimentando su galería de personajes antisociales y outsiders. Para disfrute de sus lectores. Mister Wonderful es un hombre solitario, un tímido patológico carente de habilidades sociales, que parece abocado a un autoexilio existencial. Con una narración y un estilo mucho más ortodoxos que en sus últimos trabajos (Ice Haven, Wilson...) Clowes vuelve a revelarse como uno de los autores mayores de la escena comicográfica contemporánea. Su capacidad para crear personalidades complejas y atmósferas desasosegantes no tiene parangón. Maestro. 
Barcazza (Sins Entido), de Francesco Cattani: el dibujante italiano es una de las revelaciones de la temporada. Su trabajo en Canicola es excepcional en muchos sentidos. Lo es por su línea clara realista, primorosa, detallista hasta el paroxismo y luminosa como un día de sol en una cala mediterránea. Unos cuantos personajes disfrutan de una jornada marítima en una embarcación; toman en el sol, conversan y de reojo vigilan a los niños, que juguetean entre ellos en su realidad paralela de chapuzones y pequeñas batallas natatorias. Pura normalidad. Sin embargo, debajo de la cotidianidad lúdica, descubrimos que las pequeñas miserias nunca descansan, que la discusión y el fin de la armonía están siempre a la vuelta del arrecife. Un cómic costumbrista, cargado de sexualidad, que a nosotros nos recordó mucho a La aventura, esa gran película de Antonioni. 
Novia ante la estación y otras historias (EDT) / Reproducción por mitosis y otras historias (EDT), de Shintaro Kago: después de ser el secreto (internáutico) mejor guardado del manga contemporáneo, al fin se publica la obra de Kago en nuestro país; y lo hace por partida doble. Novia ante la estación y Reproducción por mitosis recogen algunas de sus mejores historias cortas, que sólo habíamos podido leer en Internet, junto a material inédito. No es fácil explicar, ni vender, así sin anestesia, la obra del japonés: estilo manga clásico, pornografía y experimentación se conjugan en una amalgama que conforma algunas de las páginas más sorprendentes del cómic actual. Kago es un narrador extravagante, sus composiciones de página y el ritmo de sus secuencias nos sitúan en un universo a medio camino entre la pesadilla surrealista, el porno duro, la ciencia-ficción y el cine de terror carnicero de los 80-90 (Hellraiser, Cube, Saw). Sin embargo, lo realmente valioso y sorprendente de Kago (aparte de su capacidad infinita para abrir nuevas vías narrativas) es que, detrás de los moldes génericos, el autor reflexiona con inteligencia acerca del mundo actual, acerca de estas sociedades inhabitables que estamos construyendo, entre todos, día a día. 
Frank. Filigranas del clima (Fulgencio Pimentel), de Jim Woodring: este año también repite el bueno de Woodring. Y lo seguirá haciendo mientras Fulgencio Pimentel, o quien quiera que sea, decida seguir publicando su obra. Como bien sabemos sus seguidores, con el estadounidense la palabra es siempre lo de menos. Sus personajes, Jim o Frank, Jim y Frank, son ya patrimonio de la humanidad animalizada viñetera. La obra de Woodring planta sus raíces en el underground psicodélico y lisérgico de los 70, junto a las fantasías alucinadas de los Víctor Moscoso o Rick Griffin. Pero en el caso de Frank el nivel simbólico se ramifica hasta alcanzar un sentido cuasi-metafísico, con una carga alegórica completa. Las fábulas protagonizadas por este animal antropomórfico funcionan como verdaderas parábolas hippies del comportamiento humano. Su dibujo cartoon, exuberante, metamórfico y pletórico, es un espectáculo visual con efectos hipnóticos. 
Buh (Thule Ediciones), de Andy Runton: podría parecer atípico incluir un tebeo infantil entre tanta obra seria y bizarra, pero el encantador animalillo de Runton merece un lugar en nuestra lista. Fue amor a primera vista, es lo que tienen los bichos torpones, bondadosos y llenos de plumas, que a uno le entran ganas de achucharlos. Además de eso, las historias de Buh (que Thule sigue publicando regularmente) encierran muchas virtudes como tebeos para niños y adultos. Dentro de su estilo cartoon, rotundo y amable, Runton esconde muchos registros como dibujante: sobre todo, domina el arte de la expresividad y la creación de personajes entrañables. En realidad, en las aventuras de este pequeño búho no pasa nada extraordinario; Buh se topa con los problemas habituales de su vida en el bosque (la tristeza de un amigo, un accidente doméstico, la frustración de un obstáculo...), del mismo modo que los niños lectores viven sus pequeñas penurias cotidianas como verdaderos dramas. Afortunadamente, como no podía ser de otro modo, en el bosque de Buh siempre termina reinando la felicidad.
Podría ser peor (Ultrarradio), de Ana Galvañ: Otra ilustradora, bloguera y comiquera que encuentra justicia editorial. Llevamos años siguiendo la obra de la señorita Galvañ (alias Elmyra Duff) y siempre nos ha parecido que tenía un don: la capacidad de crear mundos propios perfectamente reconocibles llenos de magnetismo y misterio. En Podría ser peor se recogen algunas de sus historias cortas, las que ha ido publicando a lo largo de estos últimos años en revistas y fanzines, junto a algunos relatos inéditos. Detrás de las formas suaves y rotundas de sus dibujos (con reminiscencias al manga, a la ilustración infantil y al universo disneyano) se esconden historias cargadas de mala uva, desasosiego y mucha incorrección política. Los “cuentos” de Ana Galvañ están protagonizados por muñecos y personajes sonrientes que parecen esconder secretos inconfesables. Sus historias se bifurcan en itinerarios insospechados y sus caramelos casi siempre están envenenados. 
Building Stories (Random House), de Chris Ware: ¡La caja! No está publicado en español, pero el de Ware es el cómic del año, y eso que ni siquiera es un cómic. Algún crítico avezado lo ha descrito ya como “la gran novela (gráfica) americana” (homenajeando a don Philip Roth). Ware continúa dando saltos mortales en su circo privado. La suya es la liga de los acróbatas imposibles. Building Stories es un cofre de los tesoros, que mide casi 50 centímetros, y que cobija comic-books, novelas gráficas, colecciones de tiras, cuadernillos, periódicos y hasta mapas arquitectónicos. Algunos de ellos materiales previamente publicados en The New York Times Magazine o en otros medios, la mayoría, material nuevo creado para la ocasión. Cada uno de los ladrillos que forman Buiding Stories encaja a la perfección en el relato biográfico de la joven protagonista y su entorno inmediato; la argamasa es la vida de aquella joven muchacha, coja y melancólica, que protagonizó las páginas del Acme NoveltyLibrary #18. El estadounidense completa la cuadratura del círculo narrativo y compone el macrorrelato de la existencia, la gran historia de una vida, a partir de los fragmentos, recuerdos, arquitecturas, vidas cruzadas y reflexiones que jalonan cualquier periplo vital. El deliberado baile de formatos, técnicas y soportes narrativos, junto al monumental talento gráfico de Ware, conforman una obra de arte de esas por las que muchos venderían su alma a Becelbú y todas sus reencarnaciones maléficas.
Ya fuera de lista, por motivos obvios, tenemos que agradecer el regalito editorial con el que nos han obsequiado nuestros amigos de Thule Ediciones (José y Olalla) y el Rey Gaspar. Para nosotros, este año también ha sido especial porque hemos visitado una IslaFlotante y hemos sido parte activa de un viaje galáctico con nuestro Marina está en la Luna. Nos permitirán cerrar con este bonus track personal.
Feliz 2013 a todos y que abunden las viñetas.

sábado, diciembre 31, 2011

Cómics del 2011, the very best.

Estamos en época de recortes, y a nosotros nos han afectado tanto, que vamos a reducir nuestro habitual resumen anual a la lista de los nueve cómics que más nos han gustado a nosotros este curso. Hay un poco de todo, desde clásicos semidesaparecidos y recuperados en nuestro país, a glorias del underground redescubiertas, o jóvenes valores nacionales e internacionales. Frente a la sensación que teníamos en temporadas anteriores, este año lo hemos visto claro: la edición de cómics ha sentido la crisis en el número de novedades editadas y (a la espera de un nuevo informe ministerial acerca de la situación del cómic en España) suponemos que en el número de ventas. Dicho lo cual, este año también hemos leído grandes tebeos. Nuestros favoritos, sin mayor orden ni concierto, son:

Cuadernos ucranianos, de Igort (Sins Entido): la crónica del italiano es una auténtica andanada con metralla periodística y puntería de cronista a la linea de flotación de la memoria histórica europea. Igort recupera una tragedia silenciada, un genocidio amparado por la ideología oscurantista del monstruo estalinista, y nos la escupe a la cara en forma de dato objetivable y relato biográfico tristemente subjetivo. Cómic e ilustración, crónica y relato, para descubrirnos la miseria moral y física que sacudió al pueblo ucraniano entre 1931 y 1935, cuando en pro de la colectivización y la riqueza socializada, Rusia dejó morir de hambre (mató de hambre de forma sistemática y planeada, en realidad) a cientos de miles de sus ciudadanos.

Sin título (2008-2011), de Rayco Pulido (Ediciones de Ponent): el tebeo del canario Rayco Pulido es una de las sorpresas del año, un tebeo moderno, postmoderno, más bien, intelectual, y, sorprendentemente, divertido e irónico, al mismo tiempo; un cómic que también es una fotonovela. Sin título es la historia de cómo se hizo otra historia, Pie de trinchera: una narración que en su esqueleto incluye su propia crítica y revela sus propios defectos, sin excusas y con mucho sarcasmo narrativo. Pie de trinchera es un thriller de corrupciones policiales, emigración ilegal y relaciones a punto de fracasar. Sin título es una fotonovela de las conversaciones entre el autor del cómic y el crítico implacable que saca todos sus defectos a la luz. Casi nada. 

Un adiós especial, de Joyce Farmer (Astiberri): demoledor el libro de la señora Farmer, una vieja gloria del feminismo underground setentero, que ha impresionado al mundo de la cultura con su descarnado retrato confesional de la vejez, el deterioro y la muerte que nos acecha a todos a la vuelta de nuestra biografía; todo ello, con un estilo tan underground y áspero como la misma historia a la que da forma. El retrato de los ancianos Lars y Rachel, y de su hija Laura, nos relata el declive de aquellos y la desesperación de ésta, con la frialdad del biógrafo y la honestidad resignada del moribundo. En Un adiós especial, asistimos a la degradación de los cuerpos y la asunción del paso del tiempo como parte de la existencia. Joyce Farmer, relata el día a día de la pareja protagonista en un slice of life repleto de pequeños triunfos cotidianos, batallas perdidas para siempre y retos titánicos que hacen de sus protagonistas auténticos héroes épicos de andar por casa. 

Cinco mil kilómetros por segundo, de Manuele Fior (Sins Entido): Fauve d'Or en el Festival de Angoulême, la obra del italiano Manuele Fior esconde algunas de las páginas visualmente más luminosas, románticas y cargadas de nostalgia de este año que ahora se nos acaba. Es la suya una historia de encuentros, desamores y reparaciones; un relato que nos habla del paso del tiempo, de las ocasiones perdidas y de esos trenes que pasan una o dos veces en la vida, para nunca más volver, y que, al parecer de este tebeo, resulta que existen de verdad. Nos gusta Cinco mil kilómetros por segundo porque nos sentimos identificados con las dudas de sus personajes y con la nostalgia infinita que despiertan sus páginas acuareladas, que a veces huelen a mediterráneo y otras se sienten tan frías como un paisaje nórdico nevado. Nos gusta, porque los giros argumentales de sus cinco episodios se parecen a las encrucijadas sentimentales a las que todos nos hemos tenido que enfrentar en alguna ocasión. 

Penny Century, de Jaime Hernandez (La Cúpula): las aventuras fronterizas de don Jaime, su colección de féminas descontroladas, parecen abocadas a la locura narrativa y al relato dislocado. Bendita arritmia. En realidad, todo forma parte de un plan escrupulosamente trazado: el de la creación de la saga más perfecta jamás ideada de personajes femeninos de papel (con permiso de su hermano Beto). Penny Century, Maggie, Hopey y todo el ejército de luchadoras que protagonizan Penny Century están tan vivas como pueda estarlo el lector; repasam0s sus biografías como el que escucha un relato amigo, o el relato de un amigo. Descubrimos los pequeños detalles de las vidas de Maggie y Hopey que nos ayudan a entender el porqué de sus comportamientos pretéritos o que nos ayudarán a comprender sus actos futuros. En definitiva, con cada nuevo episodio de las Locas de Jaime Hernandez, entendemos un poco mejor su universo poliédrico y nos parece que todo encaja en el puzzle con la precisión exacta que caracteriza a todavida imperfecta. 

Frank, de Jim Woodring (Fulgencio Pimentel): no pudo abrirse mejor el año. Por fin, llegó a nuestro país la obra del estadounidense en la edición que merecía. Jim Woodring es el mejor ejemplo del "otro underground", el que se aparta de la trasgresión social y del escupitajo irreverente: el underground mutante y polimórfico, el que se alimenta del surrealismo lisérgico, la fabula animal deformada y el subconsciente alterado. Frank es un perro, pero podría ser cualquier otro animal, incluido un ser humano; el mundo que habita es una metáfora de nuestra realidad amoral y corrupta, pero al mismo tiempo, se nos ofrece como el universo gráfico de las mil y una fantasía caricaturescas: mientras Alicia terminaba de pensárselo, Frank le quitó de las manos la seta alucinógena y se la tragó para siempre, sin importarle el billete de vuelta. En su mundo todo es posible y nunca estamos seguros de que el entrañable animalillo vaya a estar seguro, de que de sus paseos, de sus encuentros y de sus aventuras vaya a salir indemne. Tampoco lo hace el lector. 

Paying for it, de Chester Brown (La Cúpula): el cómic menos recomendable de la temporada para leer en familia. El Chester Brown menos autoindulgente del mundo, en estado catártico y autoconfesional, nos revela que no cree en el amor romántico y que su elección vital para tratar los asuntos de la satisfación sexual es la prostitución pura y dura. No lo hace por provocar, aunque pueda llegar a sonrojar al lector en alguna de sus páginas. Cómo insinúa su amigo Seth, Chester Brown a veces parece un robot, o un ordenador, no porque carezca de sentimientos, sino porque o no los demuestra extrovertidamente o porque los somete a un raciocinio escrupuloso. El puterío de Brown es una elección polémica, más o menos rebatible, pero nunca irreflexiva. Paying for It, además de ser un discreto muestrario de todos y cada uno de sus encuentros lúbricos con profesionales del sexo, es un libro respetuoso con las personas implicadas en su trama (Brown nunca muestra abiertamente el rostro de ninguna de las mujeres con las que compartió cama, nunca cotillea al respecto o desnuda intimidades más allá de las obvias). Es, además, como suele ser habitual en su autor, un ejercicio de honestidad narrativa y una buena fuente de debate, llena de argumentos, reflexiones, testimonios personales y razones, también muy personales. Repetitivo en ocasiones, poderoso en sus planteamientos y siempre interesante, el de Brown es uno de los acontecimientos comicográficos del año, seguro. 

Tóxico, de Charles Burns (Random House Mondadori): vuelve el hombre. Burns es garantía de éxito, hasta cuando hablamos únicamente de la primera entrega de una serie de tres. En este primer álbum (que es el formato que ha elegido para su historia) ya aparecen todos los ingredientes de Burns en estado degustable: sus personajes enfermizos y mutantes, una atmósfera oscurantista cargada de presagios lyncheanos, un personaje protagonista que parece cada vez más desorientado, juegos narrativos que cruzan la realidad, la ficción, el sueño y el recuerdo sin ofrecer claves interpretativas... y un dibujo cada vez más virtuoso, lleno de matices, guiños icónicos (empezando por su personaje-Tintín) y registros estilísticos. Se lee Tóxico y le entra a uno una inquietud que no se sabe si se debe a lo truculento de la historia o a los nervios de la espera hasta que llegue la segunda entrega. 

Logicomix, de Apostolos Doxiadis y Christos Papadimitriou (Sins Entido): doble salto sin red. Un cómic sobre la búsqueda de los fundamentos matemáticos que se encierran detrás de la Lógica, tomando como punto de partida la biografía del filósofo y matemático Bertrand Russell. Así, sin anestesia, no parece el más fascinante de los planteamientos. Sin embargo, la habilidad de Papadimitriou y de Doxiadis reside precisamente en hacernos disfrutar, no sólo del relato de acontecimientos de una biografía tan atípica como la del inglés, sino de los vericuetos más científicos y teóricos de la "aventura": la búsqueda de la lógica, del álgebra universal y sus efectos sobre los protagonistas, que circulan por los mismos caminos que conducen a la locura. Logicomix, además, muy en la línea de las novelas gráficas contemporáneas (post-Maus), incluye la narración de otra narración: la de cómo se hizo Logicomix. La de cómo Doxiadis, Papadimitriou, Alecos Papadatos (el dibujante de la historia) y Annie di Donna (la colorista), se embarcaron en un proyecto comicográfico que, en teoría, desafiaba todas las leyes de la lógica... editorial.

sábado, enero 08, 2011

2010: los mejores (y IV)

A nosotros los Reyes Magos nos han traído a nuestro visitante 250.000. Sabemos que, después de tanto tiempo, tampoco es demasiado, pero, qué quieren, cada una de sus visitas nos parece un regalo y se lo decimos con toda la sinceridad del mundo. Gracias por estar ahí.
Como contrapartida, les ofrecemos nuestra lista de lo mejor del año. A falta de leer El invierno del dibujante, Blacksad 4, el último de Valenzuela y bastantes otros, este curso 2010 nuestros favoritos (10+1), sin orden de preferencia, han sido:
Notas al pie de Gaza, de Joe Sacco (Random House Mondadori): el nuevo reportaje bélico de Sacco es toda una epopeya gráfica, su mejor obra hasta el momento y uno de los mejores cómics de los últimos años. El norteamericano se embarcó en una tarea de investigación ciclópea sobre el terreno, la franja de Gaza, para intentar desentrañar los secretos del atentado contra los derechos humanos que allí tuvo lugar durante el mes de noviembre de 1956. El estilo gráfico de Joe Sacco alcanza unos asombrosos niveles de virtuosismo y su capacidad como narrador-cronista nos ofrece una novela gráfica llena de lecturas, capas de significado y metarrelatos que descubren la imperfecta naturaleza humana, las mentiras de la Historia y el buen hacer periodístico.
Amistad estrecha, de Bastien Vives (Diábolo Ediciones): El gusto del cloro fue uno de los mejores tebeos de un año de obras maestras, el 2009. Ahora, con Amistad estrecha, el jovencísimo Vives se reafirma como un maestro en el relato de la sensibilidad y las emociones huidizas. La historia de amistad entre la bella Francesca y el enigmático Bruno toca fibras que se sienten tan reales como las de nuestros propios fracasos de juventud. Amistad estrecha no esquiva riesgos, apuesta por la experimentación a partir de un relato lleno de anisocronías y rupturas temporales, dibujado de una forma delicada y muy fluida. Una historia de celos, desengaños, envidias y frustraciones, con las emociones a flor de piel.
Los niños Kin-der, de Lyonel Feininger (Libros de Papel): si el término novedad responde a esas obras que nunca antes se habían publicado, la edición de Manuel Caldas de Los niños Kin-der es sin duda una de las novedades editoriales de este año en nuestro país; tanto más por el formato gigante utilizado y por la excelsa restauración que se ha hecho de los colores originales. Las grandes planchas de Feininger son un pequeño trozo de la historia del cómic: nos sitúan de hecho, en un momento seminal (1906) en el que el cómic intentó seguir el ritmo de la Vanguardia y posicionarse en la carrera del arte con mayúsculas. Fue una lucha infructuosa, pero en ella aparecieron los trabajos de maestros como McCay o el propio Feininger. Ahora, hemos tenido la ocasión de disfrutar de la excelencia gráfica de este antiguo artista de vanguardia y profesor de la Bauhaus, cuyo trabajo en Los Niños Kin-der bebe del Expresionismo alemán, del Cubismo y hasta del Futurismo. Vanguardia serializada, y ahora en español, nada menos.
Hervir un oso, de Jonathan Millán y Miguel Noguera (Belleza Infinita): si el humor funciona como el reverso mordaz de la realidad, hay que reconocer que Hervir un oso es un tebeo profundamente contemporáneo. Es un cómic lleno de humor, pero que no cuenta un sólo chiste. La obra de Millán y Noguera habita, de hecho, una realidad alejada del humor tradicional, que es la de Faemino y Cansado o Muchachada Nui, es un tebeo que entenderán bien los espectadores de Perdidos o Héroes y la generación del Facebook. ¿Por qué? Porque su modernidad reside en ofrecer una mirada inteligente al mundo que vivimos aquí y ahora, porque su evidente surrealismo descansa en los recovecos que encierra nuestra realidad más inmediata: las cosas son de una manera, pero podrían serlo de otra totalmente diferente sólo con que alguna cosa cambiara. Hervir un oso lleva esta hipótesis a su extremo más hilarante y nos obliga a cambiar la forma de ver el mundo. Quizás esa señora mayor que está sentada en el pasillo del metro no sea la indigente que piensan ustedes, a lo mejor tan sólo estaba cansada y decidió sentarse, ¿por qué no?
Asterios Polyp, de David Mazzucchelli (Sins Entido): pues a nosotros el Asterios Polyp de don David sí que nos ha gustado. Es cierto que no es un cómic redondo y que, en ciertos momentos, nada en cierta retórica hueca; también admitimos que en él, Mazzucchelli da la impresión de haber querido demostrar que es el más listo de la clase. Seguro, pero es de justicia reconocer que en Asterios Polyp hay más ideas y talento gráfico que en el noventa y nueve por ciento de los cómics actuales. Sus páginas son, de hecho, todo un catálogo de soluciones narrativas puramente comicográficas y el espíritu de experimentación que las inspira abre nuevas puertas artísticas en el medio (aunque no estamos seguros de que todas conduzcan a algún lado). Las aventuras del fracasado que da título a la obra son simplemente la excusa que ha necesitado David Mazzucchelli para construir su juguete estilístico y demostrar que anda sobrado de talento.
Dios en persona, de Marc-Antoine Mathieu (Sins Entido): otro cómic inteligente el de Mathieu y, como tal, exigente. El francés juega en el territorio de las hipótesis y desarrolla la suya bajo la forma de un ensayo comicográfico, lleno de referencias intelectuales y asunciones de orden filosófico. Dios ha bajado a la Tierra, de nuevo, hecho persona, Mathieu analiza las consecuencias del sacrosanto acontecimiento desde el pragmatismo más absoluto, con una buena dosis de cinismo crítico y no poca objetividad. Para ello, plantea su trabajo como un ensayo argumentativo organizado alrededor de un juicio: en él, se juzga al juez divino, se juzga a Dios. Por el escenario discurren testigos, intelectuales, personas de a pie, demandantes y defensores. Una gran broma que Dios en persona se toma muy en serio. Audaz, mordaz y, por momentos, brillante la novela gráfica de Mathieu.
Pluto, de Naoki Urasawa (Planeta DeAgostini): Urasawa, como Hitchcock o Conan Doyle en su día, tiene la llave del suspense. Lo demuestra en cada una de sus series, lo hizo en 21st Century Boys y en Monster, y lo hace ahora con Pluto. Pero frente a aquellas series, quizás demasiada largas, demasiado retorcidas y siempre a remolque de una resolución que terminaba decepcionando al lector, Pluto resulta una obra mucho más cerrada y, lógicamente, mucho más redonda. No faltan las vueltas de tuerca y las sorpresas en sus páginas, pero en la nueva serie de Urasawa encontramos más emoción sincera en la descripción de personajes y un camino narrativo más firme. Esta historia de robots con corazón, basada en un episodio del Astro Boy del maestro Tezuka, es todo un tour de force del suspense narrativo y la emoción pura. Espectáculo manga. El viejo gusto hollywoodense por la calidad ahora habita en Japón.
Wilson, de Daniel Clowes (Random House Mondadori): no es el mejor Clowes, pero sigue siendo Clowes. Wilson nos trae al personaje más odioso, cínico y mezquino del 2010, un sociópata con carnet. Como ya había hecho en Ice Haven, Clowes vuelve a tirar de talento gráfico para recrear los diferentes episodios en la vida del señor Wison cambiando constantemente el estilo de su dibujo. Cada página, un capítulo de mezquindad, cada plancha una colección de razones para que deploremos los muchos defectos de este nuevo desheredado que Clowes ha sumado a su ya amplio catálogo de perdedores. No nos sorprende, ya sabemos que pocos dibujantes de cómics son tan capaces de dotar de vida a sus criaturas como Daniel Clowes. Wilson es su último hijo y le ha salido un verdadero cabronazo.
NonNonBa y Operación muerte, de Shigeru Mizuki (Astiberri): dos en uno para Mizuki. El descubrimiento de este clásico del manga ha resultado toda una epifanía. Después de ver a sus niños cabezones con flequillo convertidos en todo un clásico iconográfico del manga japonés, nos hemos relamido con el talento gráfico y narrativo de Mizuki. Su uso magistral del "enmascaramiento" (fondos realistas - personajes fuertemente caricaturescos), su recreación de pasajes autobiográficos filtrados por una suerte de realismo mágico-nipón y su recurrencia constante a la tradición japonesa como fuente de inspiración son la base de NonNonBa (como lo son de su otra obra publicada este año en nuestro país, Kitaro). La historia de la vieja NonNonBa, con sus historias de fantasmas y espíritus tradicionales, y la de su influencia sobre el niño Mizuki, que descubrirá junto a ella las pequeñas tragedias de la vida, como la muerte o el amor perdido. En Operación muerte, por su lado, Mizuki se sumerge en un episodio de los sucesos históricos que condujeron a Japón a la derrota en la Segunda Guerra Mundial; lo hace sin tapujos, ni las vendas del agravio, con la crudeza del excombatiente decepcionado y horrorizado por la deshumanización reinante en su propio bando, pero lo hace también con el humor inteligente y sutil que caracteriza su producción. NonNonBa y Operación muerte, dos debes.
Lint (Acme Novelty Library 20), de Chris Ware (Drawn & Quarterly): hacemos trampa, lo sabemos, pero lo hacemos a propósito. Este tebeo no se ha publicado en español ni en nuestro país, también lo sabemos, pero es lo mejor que hemos leído en años y queremos contagiárselo a ustedes. Ware va camino de crear época. Su trabajo en Lint es un ejercicio que pone en cuestión muchas de las convenciones del medio y que explota hasta el límite las posibilidades combinativas entre la imagen y la palabra, sin que ninguno de los dos lenguajes tenga sentido alguno sin su interrelación con el otro: ¿no se trataba de eso, en realidad? ¿de la doble articulación? Ware dedica su talento a construir una vida completa, la de Jordan Wellington Lint, desde su nacimiento hasta su muerte. La experiencia del lector es la de estar asistiendo a un proceso de creación biológica y neuronal al mismo tiempo que artística, Ware se implica en el proceso de traslación de emociones y percepciones sobre el papel, con la dificultad que ello conlleva. Asistimos a la complejidad de la existencia, con mayúsculas, con su carga de decepciones y sus momentos efímeros de triunfo. Ware es un maestro y Lint es su última obra maestra, sin duda.
Eso es todo, aunque podría haber alguno más en la lista, como los zombies de Kirkman, el Rebétiko de Prudhomme o los juegos autoconfesionales de Sáez; les dejamos que la completen ustedes. Ah, y no, no incluimos a Sim y su Cerebus, porque lo tenemos a medias y, se lo confesamos, se nos está haciendo un poco bola.
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: tendencias y recorridos (II)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)

sábado, enero 01, 2011

2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III).

Nombres y más nombres. Éste, otro año más, ha resultado ser un periodo editorial prolífico, con grandes obras y numerosos eventos lectores. Repasémoslos por encima.
El cómic europeo sigue en estado de agitación bajo la influencia del nuevo cómic franco-belga, basado en una línea clara suelta y espontánea (¿podríamos llamarla la "nueva línea clara"), cercana a un falso esbozo, que esconde a artistas gráficamente superlativos. Edmund Baudoin fue el pionero, Sfar o Gipi sus mejores discípulos. Del primero, este año se ha publicado Ensalada de Niza (Astiberri). Joann Sfar, por su parte, es uno de los tipos más prolíficos del cómic actual, este año hemos visto por aquí sus Los viejos tiempos. El rey no besa y El señor Cocodrilo está muerto de hambre (ambos en Ponent Mon). Adscribimos a esa tendencia a algunos de los mejores cómics del curso, como En mis ojos o el fantástico Amistad estrecha, de ese nuevo gran talento que es Bastien Vives (Diábolo Ediciones). No nos olvidamos de Rabaté y su emocionante e inteligente La tienda de las ilusiones (Norma). El otro día, por diferentes razones, también hablábamos de otro gran tebeo, el Rebétiko de David Prudhomme (Sins Entido). Entraría aquí, desde luego, Blutch, del que se ha editado Velocidad moderna (La Cúpula). Y no hay que olvidar a Étienne Davodeau con su Lulú, mujer desnuda 2 (La Cúpula).
De EEUU, junto a "rompepistas" como el Planetary 2, de Warren Ellis y John Cassaday (Norma), el Kick-Ass, de Mark Millar y John Romita Jr (Panini) o Los muertos vivientes de Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlar, nos llega mucha "independencia" harto conocida, con el rey Clowes (Wilson -La Cúpula) a la cabeza: Escenas Imborrables y Los gatos son raros, de Jeffrey Brown (La Cúpula); Johnny Ryan para niños, de Johnny Ryan (BLUR); Inadaptadas, de Cecil Castelluci y Jim Rugg (SM); Dungeons Quest, de Joe Daly (La Cúpula); Skibber Bee-Bye, del inédito en nuestro país Ron Regé Jr. (Apa Apa); Other lives, de Peter Bagge (La Cúpula); ese precioso Los cuentos de Pete el leñador, de Lilli Carré (Apa Apa) o la vuelta de Beto con Nuevas historias del viejo Palomar (La Cúpula).
Norteamericanos, pero no tan alternativos ya, son el cada vez más grande Joe Sacco, con su mayúsculo (en todos los sentidos) Notas al pie de Gaza (Random House Mondadori); la vuelta de Cathy Malkasian con Templanza. El poder del miedo (La Cúpula); el Alicia en Sunderland, de Bryan Talbot (Random House Mondadori); una obra de la que ya hemos hablado aquí, Cerebus. Alta sociedad, de Dave Sim (Ponent Mon); Día de mercado, de James Sturm (Astiberri); el postmoderno Heavy Liquid, de Paul Pope (Planeta DeAgostini) o El destino del artista, de Eddie Campbell (Astiberri).
Japón, siempre, nos depara la retahíla de clásicos mangakas que no fallan en nuestras carteleras, junto a autores que van camino de serlo. Entre éstos, destaca Yuichi Yokoyama, Viaje (Apa Apa). Entre aquellos, por supuesto, Jiro Taniguchi, solo (Un zoo en invierno y Sky Hawk -Ponent Mon), y acompañado (Mi año, con Jean-David Morvan -Ponent Mon- y El gourmet solitario, junto a Masayuki Kusumi -Astiberri). Pero también Historias de la máscara, de Hideshi Hino (La Cúpula) y Pluto, de Naoki Urasawa. Orientales, que no japoneses, son los volúmenes de Una vida en China, de Li Kunwu y P Ôtié (Astiberri).
En nuestro país, detrás de la polvareda Roca (El invierno del dibujante -Astiberri) y el Blacksad vol. 4 (Norma), encontramos mucha cosa interesante. Como la esperadísima vuelta del Capitán Torrezno de Valenzuela en Plaza elíptica (Edicions de Ponent), por ejemplo; o el brillante ejercicio autorreflexivo de Juanjo Sáez en su Yo, otro libro egocéntrico de Juanjo Sáez (Random House Mondadori); esa rareza biográfica que fue Miguel, 15 años en la calle, de Miguel Fuster (Glénat); el extraño cruce animal de Duelo de caracoles, de Sonia Pulido y Pere Joan (Sins Entido); la vuelta de Calatayud, con Los 12 trabajos de Hércules (Edicions de Ponent); La herencia del Coronel, de Carlos Trillo y Lucas Varela (Dibbuks); Dentro de nada, de Juan Berrio (Astiberri); otro Roca, internacionalizado junto a Sergeï Dounovetz, en El ángel de la retirada (Bang!); Sará Servito, de Felipe Hernandez Cava y Laura (Edicions de Ponent); el cinematográfico Chico y Rita, de Javier Mariscal y Fernando Trueba (Sins Entido); Sexo, amor y pistachos, de un clásico, Ramón Boldú (Astiberri); Los Patricios, de Juan Díaz Canales y Gabo (Dibbuks); la vuelta del premiado Esteban Hernández con Pintor (Sins Entido); Todo el polvo del camino, de Wander Antunes y Jaime Martín (Norma Editorial) o el muy censurado Total OverFuck, de Miguel Ángel Martín (Reino de Cordelia).
También muchos cómics de autores prometedores por estos lares, como La marea de San Pedro, de Tomeu Pinya (Astiberri); Tú me has matado, de David Sánchez (Astiberri); el trabajo virtuoso de Cristina Vela en Medusas y Ballenas (Viaje a Bizancio Ediciones); La canción de los gusanos, de Álex Romero y López Rubiño (Norma Editorial); el sexual y, promete, polémico Justine y Juliette, de Raúlo Cáceres (Viaje a Bizancio Ediciones); o esa vuelta de tuerca al humor contemporáneo que implica el radical Hervir un oso, de Jonathan Millán y Miguel Noguera (Belleza Infinita).
Nos dejamos a muchos en el tintero: El sueñero, de Enrique Breccia (001 Ediciones); Los desesperados, de Mezzo y Pirus (Glénat); Castillo de arena, de Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeters (Astiberri); Smart Monkey, de Winshluss (La Cúpula); El carro de hierro, de Jason (Astiberri); Cuatro ojos, de Sascha Hommer (Sins Entido); El caso Pasolini. Crónica de un asesinato, de Gianluca Maconi (Gallo Nero); Paul se muda, de Michel Rabagliati (Astiberri); el Asterios Polyp, de David Mazzucchelli (Sins Entido) o el inmenso Dios en persona, de Marc-Antoine Mathieu (Sins Entido).
Ediciones de clásicos, todas las que quieran y más, pero ninguna tan sonada y esperada como la que el enorme Manuel Caldas se sacó de la chistera con Los Niños Kin-der, Lyonel Feininger (Libros de Papel); nuestro editor portugués favorito luego volvería a la carga con Dot & Dash, de Cliff Sterrett. Eso sí, también revivimos las aventuras de Julieta Jones, de Stan Drake (Panini) o de nuestra Zarpa de acero, de Ken Bulmer y Jesús Blasco (Planeta DeAgostini); o los clásicos de terror de la DC con House of Mystery, de Alex Toth (Planeta DeAgostini).
Para nuestra sorpresa (no crean que tanta, en realidad) y para refrendar la buena salud del medio, sigue proliferando con éxito la obra teórica alrededor del cómic: Tebeos Mutilados, de Vicent Sanchis (Ediciones B); Tragados por el abismo. La historieta de aventuras en España, de Pedro Porcel (Edicions de Ponent); La novela gráfica, de Santiago García (Astiberri); editado allende nuestras fronteras, el Diálogos intertextuales 4: discursos (audio)visuales para un receptor infantil y juvenil, varios autores (Peter Lang); 100 años de Bruguera. De El Gato Negro a Ediciones B, de Antoni Guiral (Ediciones B) o Colección Viñetas #5: Steranko Superstar, de Ángel de la Calle (Dolmen).
Más sorprendente es aún que la crisis de la revista se despache con la continuidad saludable de publicaciones clásicas (Rantifuso, 2VB, Adobo, Cretino) y la aparición de nuevas revistas de análisis (CHT, LaRAÑA), divulgación (Revista FanDigital) y con propuestas fanzineras heterogéneas, como Fanzine Colibrí, Fanzine Condón o Fanzine Licor del Mono. Nosotros, este curso, hemos metido ahí nuestro humilde y artesano Fanzine REVÉS.
Ahora, si hay que destacar dos nombres, sólo dos, en este 2010, nos van a dejar hacer nuestra apuesta por un autor patrio y un nipón igual de clasico que aquel. El autor que nos ha llegado desde el Lejano Oriente para robarnos la atención y el corazón no es otro que Shigeru Mizuki. Si lo de tres en uno sigue vigente, la terna que forman Kitaro, NonNonBa, Operación muerte (Astiberri), es de las que limpian y dan esplendor a un año comiquero. Por lo que respecta a nuestra casa, el personaje comiquero español del año es, no podía ser otro, el gran Manuel Vázquez; cuyo aniversario ha dado hasta para una película, amén de estudios varios (By Vázquez. 80 años del nacimiento de un mito, de Antoni Guiral -Ediciones B) y todas las reediciones del mundo: Lo peor de Vázquez (Glénat) o Los cuentos de Tío Vázquez (Ediciones B).
En la última entrega, les soltamos el listón.
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: tendencias y recorridos (II)
2010: los mejores (y IV)

miércoles, diciembre 29, 2010

2010: tendencias y recorridos (II)

Hace no mucho comentábamos como en nuestro país cada vez sorprenden menos esos grados de especialización comicográfica que antes sólo eran propios de latitudes lejanas y orientales. Puede tener que ver con la oferta editorial creciente que señalábamos en nuestro último post y puede tener relación también con la existencia de un lector maduro y exigente, demandante de bocados fuera de lo ordinario.
Sea como fuere, el hecho es que este último curso hemos creído detectar una serie de tendencias editoriales, que bien podrían servirnos para esbozar un cuadro rápido de algunos de los movimientos comicográficos del 2010. No se trata únicamente de la aparición de nuevos géneros o formatos, sino, nos parece, de movimientos de amplio recorrido.
En varios blogs leíamos, hace bien poco, lamentos acerca de la falta de oferta viñetera para los más pequeños: era como si hubieramos pasado de una época de cómics infantiles a un periodo el que se ha olvidado que los niños también son clientes potenciales. En el 2009, editoriales como Bang! descubrieron el nicho y se pusieron manos a la obra con buenos dividendos. En este 2010 su producción no ha dejado de crecer (señal de que el Mamut de Ed y Luchini está bien alimentado); las pruebas: Ratoon, de Jano; Miga, de Alex Fuentes y Santi Navarro; Rafa y Zoe en el parque, de Cristian Turdera y Sergio Kern; Batu, de Tute; Dino y Pablo. Juegos prehistóricos, de Loïc Dauvillier y Baptiste Amsallem, etc. Pero es que, además, otras editoriales, como La Galera, han recogido el testigo y se han sumado a la fiesta de los niños con el Penny: de mentira, de Geoffrey Hayes y Teresa de Frambuesa y las cuatro estaciones, de Agnès Rosenstiehl.
Si cualquier tema es susceptible de "reescribirse" en clave de cómic o, lo que es lo mismo, si el cómic ha llegado a un grado de madurez tal que es susceptible de explorar cualquier línea temática, no debe sorprendernos que el género biográfico haya encontrado su hueco dentro de las estanterías comiqueras. Ahora sí, hablando de especializaciones, este año ha sorprendido por la enorme cantidad de cómics que se han basado en biopics musicales; ni poniéndose de acuerdo, oigan: The Beatles. Su historia, de varios autores (Rossell); Bob Dylan, de varios autores (Norma Editorial); Carlos Gardel, de Muñoz y Sampayo (Libros del Zorro Rojo); Jirafas en mi pelo: Una vida de Rock’n Roll, de Carol Swain y Bruce Paley (La Cúpula); que hasta el fantástico Rebétiko (La mala hierba), de David Prudhomme (Sins Entido), podríamos meter aquí, con su lírica y preciosista recreación historicista de los músicos griegos de arrabal.
Se nota que el público pide más, que la demanda (si no en cantidad, si en variedad) desborda incluso la oferta. Algunas editoriales lo han visto claro y se han lanzado sin medias tintas al fantástico negocio de la amortización de derechos, dos han sido las vías: los integrales y las reediciones. Entre los primeros, destaca ese bonito cofre con dos volúmenes del Adolf, de Tezuka (Planeta DeAgostini); el descatalogado Raspa kids, de Álex Fito (Glénat); el Frank Cappa Integral, de Manfred Sommer (Glénat); el Jazz Maynard, de Raule y Roger Ibáñez (Diábolo); el Fin de siglo, de Pierre Christin y Enki Bilal (Norma) o el Gustavo Integral, de Max (LaCúpula). Este último ilustra además un fenómeno curioso, hermanado con la mencionada reedición: la recuperación de series, personajes e historias cortas publicadas en las revistas de los años 80 (Cairo, Zona, Totem, El Víbora...) y su solemne republicación como clásicos del cómic; así, hemos visto de vuelta los trabajos de algunos genios del underground, como Shelton y su Wonder Wart-hog, Las mejores historias de Wonder Wart-hog (1978-1999) (La Cúpula); Spain Rodríguez, Nightmare Alle (Drakul) o la labor de La Cúpula con las obras completas de Crumb, claro. En este mismo sentido se puede interpretar la reaparición de autores como Beroy, Onírica (Glénat), o Rubén del Rincón, Para el rastro (Dibbuks). Nos gusta la excelente salud comercial de Jeff Smith y su Bone, reeditado en formato de bolsillo por Astiberri; así como la reaparición dignísima de obras que en su día pasaron desapercibidas, como el fantástico Hicksville, de Dylan Horrocks (Astiberri) o los verdaderamente superheroicos Marvel Gold. Estela Plateada, de Stan Lee, John Buscema y Jack Kirby (Panini) y Daredevil: Born Again, de Frank Miller y David Mazzucchelli (Panini).
Ahora, la realidad de que el cómic ha entrado en las tierras del prestigio, se constata gracias a un "palabro" sagrado: expectación. Tenemos la sensación de que nunca antes se había hablado tanto de tantos tebeos con fecha de edición en horizontes lejanos. Me darán la razón si les digo que, este año, se han publicado cómics de los que ya se había dicho casi todo antes de la mismísima edición: tebeos malditos, clásicos esperados envueltos en misterios editoriales; tebeos que el lector ha esperado como agua de mayo, mientras se alimentaba de anuncios, adelantos editoriales y páginas premier "liberadas" por la editorial. Veamos algunos de esos tebeos que han suscitado expectaciones enconadas.
Uno de ellos fue, sin duda, el Cerebus. Alta sociedad, de Dave Sim (Ponent Mon), una de las joyas escondidas del cómic indy, decían; un tebeo con cierto halo de malditismo que sirvió como guía y modelo a los jóvenes autores estadounidenses en el arduo camino de la autopublicación. Un tebeo que nunca se había publicado en España y que resultaba económicamente poco accesible en sus carísimas ediciones de importación.
Con anhelos indisimulados se espera cada edición traducida de los grandes genios norteamericanos contemporáneos, Crumb, Ware, Burns... y Daniel Clowes. Su Wilson (La Cúpula) ha aparecido casi a finales de año, pero no ha habido blog de postín que no le haya dedicado letras variadas y loas generosas.
Entre los nuestros, había muchas ganas, se notaba, de enganchar un nuevo Blacksad. La serie de Diáz Canales y Guarnido es una de las referencias comiqueras españolas más reconocida fuera de nuestras fronteras y una de las más admiradas dentro de ellas. Este año, por fin, vimos surgir a Blacksad en El infierno, el silencio (Norma).
No es menor la estela de triunfos y ventas que arrastra desde hace unos años el señor Paco Roca. En invierno se ha publicado su El invierno del dibujante (Astiberri) y la recepción entre la crítica ha sido unánimemente fervorosa: un metacómic histórico alrededor de la Escuela Bruguera y algunos de los grandes nombres del tebeo español, los mimbres de un éxito cantado, verán.
Y, como la expectación se suele alimentar de ese plato frío que es la polémica, no podemos cerrar este adelanto de obras muy esperadas sino con el Asterios Polyp de David Mazzucchelli (Sins Entido): odiado y admirado por igual, encumbrado a la gloria de los premios y desterrado al purgatorio de las obras fallidas por unos y otros, la aparición de Asterios ha sido un acontecimiento; y no sólo aquí.
En las siguientes entrega seguimos enumerando tebeos y les soltamos nuestra lista de "the very best".
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)
2010: los mejores (y IV)