miércoles, febrero 28, 2007

Caballo Negro. Actualizando los blogs de autor, ¿o no?

Presentar a estas alturas Caballo Negro sonará a broma, sobre todo para aquellos que acostumbren a seguir el panorama de las bitácoras con tiras de humor. Lo sé, hace tiempo que sigo la tira del mexicano Jorge Cavazi, pero, ya ven, hasta ahora no había tenido el pálpito de vincularla.
Con un estilo icónico, muy simple, que parece inspirado en muñequitos del Lego, Caballo Negro da cabida a los diálogos chanantes y muy políticamente incorrectos de un grupo de personajes más o menos estables y escasamente articulados (su vida y movimiento se circunscribe prácticamente a la imagen frontal, el perfil izquierdo y el derecho) . La práctica ausencia de fondos o cualquier otro tipo de attrezzo descarga todas las virtudes de la tira en su habilidad para los diálogos punzantes (salvajes, en ocasiones) y las hiperhormonadas relaciones que articulan la existencia de sus protagonistas (Caballo Negro, Newman, Macoy, Isabelita...).

Evidentemente, Caballo Negro es ya un fenómeno de culto internautico, un éxito mediático (si se nos permite trasvasar el adjetivo), que ya ha superado su fase inicial como bitácora, para transformarse en icono y referente (de los que uno se encuentra en camisetas, posters, etc.). Además, la regularidad de la tira (ya en su cuarta temporada), convierte a este blog en una de esas visitas obligadas que no se nos puede pasar por alto. No lo hagan ustedes tampoco.

Por cierto, me surge una duda que espero me resuelvan ustedes, ¿qué debe anteponerse, el hecho de ser un blog o su naturaleza comicográfica? Está claro que Caballo Negro es una bitácora que se actualiza diariamente (aunque el autor bloquea el visionado de las tiras de archivo pasados unos meses), pero más clara aún parece su existencia como cómic. Una tira, en definitiva, no muy diferente de aquellas que aparecían día a día en el New York World o el New York Herald (por buscar referentes bien lejanos). Por otro lado, también es cierto que Cavazi, en ocasiones, hace referencias off-topic respecto a su propia línea habitual y cuela algunos posts no comiqueros... La duda se me aparece cuando me llega el momento de situar a Caballo Negro en mi propia bitácora (y de resituar a alguna otra como la bitácora de Liniers). ¿Las pongo en los "Blogs de autor" o en los "Comics Online"? Cómics o blogs, blogs o cómics, esa es la cuestión.

lunes, febrero 26, 2007

Howard Cruse es un tipo majete.

En estos días en que artistas, deportistas y famosillos en general parecen vivir en lo alto de una realidad paralela, más allá del bien y del mal, amparados por la falsa inmunidad que otorga la fama y el delirio colectivo de sus seguidores, el menda no deja de sorprenderse cada vez que el azar (en forma de internet o salón tebeístico) le cruza con una "estrella" del cómic. Cierto es que la narración gráfica no ocupa sino una parcela diminuta dentro del gran jardín del arte, pero, que demonios, algunos de sus miembros están entre los mejores, le pese a quien le pese. Por eso, sorprende la falta de infulas, la cercanía y la humildad que uno detecta, una y otra vez, entre esos artistas de cómics que forman parte del panteón privado de tipos admirables y admirados.

El último caso que he incluido en la vitrina de tipos afortunadamente normales (es una metáfora, no se crean que estoy entre aquellos que criticaba al comienzo de estas palabras -guiño-) es el señor Howard Cruse; uno de los triunfadores del último curso comicográfico, gracias a la edición de su Stuck Rubber Baby. Lo desarrollo. Gratamente sorprendido por el descubrimiento de la versión amable e inteligente del underground que trasmiten sus Barefootz Funnies, me dirigí a él con un mail para preguntar acerca de los precios y disponibilidad de algunas de las tiras originales que se anunciaban en su página. Después de varios correos electrónicos, no me quedaba ninguna duda, Cruse, además de un artistazo (cosa que ya sabímos todos sus seguidores) es un tío encantador y sinceramente interesado en sus lectores. Por eso, tras sus muy amables primeros correos, le expliqué a Cruse el porqué de mi interés por sus originales y le mencioné el post que le había dedicado a Barefootz en el blog; su respuesta fue ésta:
Hi, [Little Nemo's Kat]
Thanks for telling me about the space you devoted to my work in your blog. I'm touched and very complimented. And you put the post together so interestingly, too! I'm delighted, and will probably mention your blog post on my own blog.
I can't actually read what you've written in the blog, of course, since I don't speak Spanish. But it LOOKS great.
By the way, your email address doesn't give me a clue about where you're writing from. Does the fact that your blog is in Spanish mean that you live in Spain? Or some other Spanish-speaking nation?
And if I mention you, should I only refer to you by your first name? So far you haven't given me your full one.
Once, again, I very much appreciate your kind words and am glad that you enjoy Barefootz.
Best regards,
Howard.
Dicho y hecho. Imaginen mi sorpresa cuando me reconecto a internet a la vuelta del fin de semana y me encuentro con esto. Pues nada, desde aquí hago público mi agradecimiento a mi admirado Howard Cruse y, como contrapartida, me permito recomendarles por segunda vez en muy poco tiempo su interesante página web (rebosante de información y ejemplos de su obra) y su (éste sí) recién descubierto blog (que añado, como no podía ser de otro modo a mis "blogs by the author"). Miro al cielo, además, y le rezo a San Will Eisner para que esa epidemia conocida como "famositis prepotentis" siga sin afectar a estos señores que nos hacen un poco más felices gracias a sus viñetas y su talento.

jueves, febrero 22, 2007

Cómics Online: El mago, Daniel Merlin (II)

Hace tanto que no actualizábamos nuestra sección de "Cómics Online", que su presencia en la barra de la derecha empezaba a ser ofensiva y a tener un efecto de termita sobre nuestra conciencia; cuánto más aún la serie de posts dedicados a Daniel Merlin, comenzada hace muchos meses y nunca proseguida (pese a anuncios varios en el sentido contrario). Entre medias, algunos blogs ilustres (como el necesario Con C de arte) han dedicado palabras (gracias por el guiño) a la obra mágica de este autor futurista.

Si recuerdan, en aquel lejano posts hablábamos de los diferentes niveles de ejecución en los que se movía Daniel Merlin respecto a su obra internáutica. Me cito a mi mismo (a sabiendas de lo feo que es eso):

Él mismo, en su web, distingue entre tres categorías de trabajos comicográficos: webcomics (aquellos que utilizan internet como medio de difusión y que se aprovechan de sus posibilidades espaciales y formales), hypercomics (conectados con la idea del "hypertext" y los hypervínculos desarrollada poir McCloud en La revolución de los cómics -aunque Merlin la lleva a extremos impensables gracias al flash y otros recursos) y, finalmente, print comics (los tebeos impresos de toda la vida, vamos). 

De los webcomics ya dimos cuenta entonces, se le debe ahora una atención a los hypercomics, cuya paternidad (al menos conceptual) vamos a otorgar a Mr. McCloud y a su clarividente y anticipatorio Understanding Comics. Un hypercomic es un webcomic en el que la animación se convierte en un factor relevante frente a la imagen estática tradicional (Wikipedia dixit). Existen hoy en día numerosas páginas en la red destinadas a los hypercomics, pero sin duda la de Merlin es una de las pioneras y ha sido fuente de inspiración para la mayoría de ellas. Analicemos algunos de sus trabajos cronológicamente hasta la actualidad, como ya hicimos con sus webcomics:

En el año 2000, Merlin desarrolla Happyfrictions, su incursión en el hypercomic basada en html y javatscript. Tres pequeños experimentos (Hiddenfractions, Hipafflictions y Higherfunctions) en los que, como el mismo señala, una misma historia adquiere giros y realizaciones sorprendentes mediante la combinación infinita de una serie reducida de materiales gráficos y textuales, que generan bucles narrativos sin principio ni final (en ocasiones un tanto monótonos y pobres en términos argumentales, todo sea dicho). Un buen arranque, no obstante.

Happyfrictions (2000): "A conspiracy. A shooting. A change in reality."

Al año siguiente (2001), le toca el turno a Sixgun: Tales From An Unfolded Earth. Todo un un tour de force dentro de los cómics en internet. Una viñeta introductoria nos permite elegir seis historias, las seis comienzan por el final y recurren a mecanismos de desarrollo ligeramente diferente (aunque casi todas ellas se basan en scrolls laterales o verticales dirigidos por el lector mediante un punto de referencia que anclamos en la pantalla con el ratón). Así, oscilamos entre la tira de viñetas en la que una que sirven de guía permanece fija mientras se renuevan las que tiene al lado (Come Back Weird o The Night Before -mi favorita-) y otras en las que, a falta de viñetas, nos movemos por un único dibujo trayecto gracias al anclaje del cursor previamente mencionado, observando únicamente la parte del mural que nos permite el tamaño de la ventana principal. Un ejercicio estimable, lleno de hallazgos, aunque con resultados un tanto confusos (con unas historias difíciles de seguir) en algunos casos.

Sixgun (2001): "A surreal anthology of interrelated short stories."

Doodleflak (crítica garabateada) es una de las dos propuestas de Merlin en el 2002. Un curioso cómic creado en flash, con cuatro historias independientes que se ramifican a partir de una viñeta central. El movimiento de dirección en zoom de la pantalla hacia la tira elegida y el sonido de fondo, aportan dinamismo a un trabajo menor, pero con momentos ciertamente divertidos (como las tiras del luego famoso ninja manco de Merlin). Brainslide es la otra y como en aquella, su novedad reside en las transiciones dinámicas (y sonoras) entre diferentes tiras o historietas cortas (tres o cuatro viñetas), que en ocasiones funcionan como reflexiones metaficcionales. Todas las historias se integran dentro de un gran puzle que permite diferentes recorridos parcialmente aleatorios e independientes.

Brain Slide (2002): "I'm sure it will all make sense shortly."

En 2003 ven la luz dos hypercomics, el primero, el que presenta a un viejo conocido nuestro, Icarus. Icarus Creeps juega otra vez con flash para regalarnos una recreación visual del brainstorm que aqueja a nuestro escritor al borde del delirio: las ideas (palabras) se mueven frenéticas alrededor de la imagen estática de Icarus en el centro de la viñeta, esperando que las pinchemos con el ratón para convertirse en una tira de cómic convencional de tres o cuatro viñetas (una idea brillante que hubiera hecho las delicias de Joyce o Woolf, sin duda). Po-com Uk-001 parte de una colaboración de Merlin con el Institute of Contemporary Art y, como señala el autor, supone el estreno de su (¡ojo al dato!) "flash-based zooming infinite canvas delivery system" (sistema, basado en flash, de desplazamientos sobre una gran viñeta fija por medio del zoom): The Tarquin Engine, lo llama el amigo. Es decir, la vieja idea del dibujo trayecto o cómic-itinerario, que ya había usado el propio Merlin, pero actualizada con el desplazamiento mediante el zoom (que nos permite en los planos abiertos obtener una visión de conjunto interesante). La historia está planteada además desde un eclecticismo gráfico radical, oscilando desde estilos afines a la ilustración infantil y otros de herencia claramente decimonónica hasta viñetas casi underground (que me recuerdan a Blanquet); como dijo aquel, un festival para los sentidos (que, a veces, llega a ahogar el "qué" a manos del "cómo").


Icarus Creeps (2004): "Icarus writes comics for living. Well, he did. Once. Maybe."Llegamos al año 2004.

Don Daniel continúa sacándole provecho al "Tarquin Engine" y mejorando sus posibilidades técnicas. En Externality introduce un pequeño cursor de desplazamiento por la pantalla y cambia las viñetas dibujadas de Po-com Uk-001 por imágenes fotográficas retocadas con el Photoshop; servidor se queda con la primera prueba, para que engañarles. The Formalist recoge algunas de las dudas y reflexiones temáticas que surcan toda la obra de Merlin, sobre todo aquellas que cuestionan las relaciones entre la realidad y el arte ("It seems there are some corners of reality where questions are more important than answers"). La realizacón formal continúa basándose en las posibilidades del zoom interactivo como vehículo de desplazamiento secuencial. En este caso a partir de un bucle infinito focalizado sobre un mismo personaje (the formalist) que reproduce su presencia a diferentes escalas (las cuales podemos acercar creando "nuevas viñetas" recurrentes) en la pantalla principal.


The Formalist (2004): "Who is The Formalist? Where did he come from? Where did he go? How did he get there and how will he get out?"

Llegamos así al año 2005, hasta ahora el último en el que Merlin trabaja con hypercomics. Es el año, por ejemplo, de su tercera experiencia con los cómics en 24 horas: 24: Three. Más del "Tarquin Engine" para una historia compuesta por varias secuencias independientes que exigen un desplazamiento entre viñetas, de mayor a menor. Reflexiones dentro del habitual tono irónico-metafísico-existencial que caracteriza a su autor; una curiosidad irregular, con momentos de interés pero en nada novedosa (el experimento manda). Acabamos este larguísimo post con un título curioso, The Merlism: The Book of Merl: "An improvised hypercomic intended as the basis for a new religious order", casi nada. Más ironía, mala leche, dudas teleológicas y unas gotitas de autocomplacencia para la olla donde el mago nos cocina su última poción. Un cómic semi-improvisado, con una estética icónica y mucho dadaísmo merliniano. Un divertimento en el que la dirección de las viñetas, el orden de la secuenciación o el mismo dibujo, parecen lo de menos. Conociendo a su autor, no podía ser de otro modo.


Merlism: The Book of Merl (2005): "A religion for our modern times, improvised daily in October '05."

Volveremos con el mago Merlin (esta vez antes de seis meses).

lunes, febrero 19, 2007

Un cómic feminista: Girl Fight Comics, de Trina Robbins.

Gracias a todos por vuestras amables palabras de felicitación y esa presencia impenitente al otro lado. Ahora, volvemos al tajo y lo voy a hacer echándole un vistazo a uno de esos tebeos underground rarunos (que diría la amiga Iru), que me agencié en mi última incursión por los océanos de ebay.
Hemos hablado mucho de mujeres y cómics; y hemos mencionado en varias ocasiones a Trina Robbins, como artista esencial para la emancipación creadora de las dibujantes de cómics, allá por los años 60 y 70. Había leído historias sueltas de Robbins en Wimmen's Comix o en Tits & Clits, pero nunca un cómic-book enteramente suyo. Lo he hecho ahora con el Girl Fight Comics, nº2, que venía en el lote de ebay, y lo cierto es que la cosa tiene su gracia. Me explico.
El tebeito (formato habitual underground: 16 páginas a doble cara en papel de mala calidad) está fechado en 1974. Las intenciones de la autora, evidentes desde su título; no hay espacio para la duda: Trina quiere reivindicar su bien ganado rol de artista feminista radical. Por eso, cada una de las historias incluidas, está protagonizada por una mujer-heroína y el tono general es claramente revanchista. Desde la joven groupy reconvertida en amazona en "Montezuma's Revenge", hasta la superheroína afroamericana y guerrillera de "Fox Hunt", los personajes femeninos de este número intentan ajustar cuentas con unos personajes masculinos estereotipados en su vileza y actitudes ofensivas (de puro machistas). El conjunto resulta, en consecuencia, bastante predecible y tópico. Los personajes femeninos son puramente recreaciones de modelos heroicos tomados de la tópica feminista (amazonas), los movimientos de liberación del hipismo o incluso resultado de una transposición de roles a partir de géneros tan masculinizados como la novela negra de detectives o los cómics de superhéroes. El dibujo de Trina Robbins tampoco es gran cosa: figuras bastante rígidas, despreocupación por las reglas de la proporción o la ortodoxia anatómica, fondos simplificados al máximo...
Y, sin embargo, todo muy naïf y divertido. En realidad, las aportaciones de la amiga Robbins y coetáneas no deben ubicarse en el cajón de la evolución comicográfica, sino (como ya comentamos en su día) en la carpeta honorífica de los artistas que han permitido la normalización del medio y su entrada en una fase de madurez creativa que, sólo desde hace apenas dos décadas, comienza a dar sus frutos. Una fase en la que ellos y ellas deben entrar en igualdad de condiciones; si así es, lo será en gran medida gracias a Trina Robbins, entre otros, y a trabajos como este Girl Fight Comics. En realidad, bajo la obviedad de las batallas feministas que plantea el cómic, se esconde un ejercicio de reivindicación consciente y nada ingenuo. Como observamos en la historieta corta autorreferencial que cerraba el número en el anverso de la contraportada (sic), la propia autora es consciente de que su estilo agresivo es una forma de lucha feminista por encima de cualquier otra consideración (artística, estilística o cultural): "... well, lemee tellya a little about myself -I'm a feminist- what you might call a 'women's libber' -bet ya knew already" (fíjense en ese uso del argot subrayado de un modo casi agresivo, como marca de personalidad y carácter).
Por tanto, no hay que asustarse, ni decepcionarse ante los limitados valores artísticos que, sinceramente, "adornan" a muchas de las obras underground. Se trata en realidad de saber leer entre líneas y dejarse llevar por los planteamientos (alguna vez ingénuos, eso sí) de unos hombres y mujeres que se veían al comienzo de una lucha importante: la que habría de romper los valores establecidos por la gerontocracia dirigente y los elefantes del inmovilismo, una lucha que no obtuvo una gran victoria, pero que sin duda abrió varias grietas en el dique de contención de los poderes fácticos, editoriales y creadores de opinión. Ahí están las herederas de Trina Robbins para recordárnoslo y ahí queda Girl Fight Comics como documento sociológico de relumbrón.
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(Actualización: 22 - febrero - 2007, 16:41)
Creo que al fin he arreglado el enlace para que la imagen de Trina se pueda abrir en una ventana nueva. No os la perdáis, rebosa de ironía.

sábado, febrero 17, 2007

Ya soy médico en viñetas.

Bueno, no tanto. Saben que no me gusta demasiado desvelar intimidades en este blog, más allá de las enseñanzas comiqueras que saco en claro de mis viajes mundanos, pero hoy voy a hacer una excepción que, creo, viene a colación (que, por otro lado, ya he insinuado en algunos posts y comentarios anteriores).
Allá va el ejercicio de autobombo impresentable. Sucede, resulta, que al fin he leído la tesis que con tanto mimo he venido incubando bajo el alerón durante estos últimos años. Hecho que, estoy seguro, se la sopla a todos ustedes (que no se pasan por aquí para leer detalles oscuros de mi biografía). Sucede también (y aquí está el quid de la cuestion), que la susodicha investigación ha estado centrada en torno al cómic, los globos y toda esa parafernalia viñetera que nos une a ustedes y un servidor en este lugar bitacórico. El título del artefacto en cuestión es (agárrense): "El cómic: texto y discurso. Una propuesta de análisis narratológico". El epígrafe, como ven, responde a los requerimientos de la pompa academicista, pero no se me asusten, que la cosa no es tan espesa ni hostil.
En realidad, me he limitado a analizar el cómic como objeto (origen y descripción) y aplicar los preceptos de los narratólogos clásicos (normalmente destinados al análisis novelesco) a los mecanismos de la narración gráfica. Vamos, una cosita manejable. Como me imagino que más pronto o más tarde lo publicaré en algún sitio, ya tendremos tiempo de retomar el tema cuando me halle expuesto a su crítica inflexible ;)
Fin del post autocomplaciente (disculpenme, prometo no volver a hacerlo).

miércoles, febrero 14, 2007

Tres chicas, tres, en la reseña de FHM: las chicas también leen cómics (y los dibujan).

Ya casi ni me acuerdo, pero sí recuerdo (:o) que imbuido por los posts que dediqué a la mujer y el cómic, decidí mandar una reseñita al FHM dedicada a algunas de las "dibujantas" que me habían llamado la atención en el 2006. Las elegidas: Hope Larson, Jessica Abel y Aurelia Aurita. No todas me gustaron en igual medida (de hecho, sólo una de ellas aparecía en mi lista de lo más mejor del año), pero las tres son buenas autoras y una muestra perfecta de la normalización genérica del cómic.

Aquí les dejo la reseña original que mandé a la redacción, que, esta vez, dista bastante de la que se publicó, ya que por motivos de espacio (en prensa el papel es oro y yo soy un rollero profesional) la pequeña introducción que había preparado se quedó fuera y el cuerpo de las reseñas varió ligeramente. Como sé que ustedes son muy completistas y estrictos observadores de la fuente original (comiqueros de pro), les ofrezco la reseñita tal y como surgió de este teclado.
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¡Si Betty Boop levantara la cabeza! La presencia de la mujer en el universo de las viñetas, ha pasado por varias fases desde que el noveno arte hizo acto de presencia allá por el siglo XIX. Las féminas de papel tintado tuvieron, sucesivamente, una presencia testimonial, ornamental, comparsa, erotizada e hipersexual. Es decir, fueron la proyección de los deseos, anhelos y perversiones masculinas. Así fue, al menos, hasta los años 60, cuando de las revueltas del 68 europeo y de la trasgresión underground surgió un grupo de autoras femeninas y feministas que decidió cambiar el estado de la cuestión, el perfil de los personajes, la naturaleza de sus historias y la biblia en pasta.

De aquellas aguas revueltas brotan ahora jardines llenos de flores con páginas protagonizadas y elaboradas por mujeres. En los últimos tiempos la cosecha está siendo espléndida, veamos algunos ejemplos:

Jessica Abel (1969): norteamericana de Chicago. “Dibujanta” de cómics (http://jessicaabel.com/). Surge del ambiente de los minicómics y fanzines. Dueña de un realismo esquemático muy expresivo, crea personajes poliédricos y bien formados. Una de las futuras estrellas del cómic. Última obra publicada en España: La Perdida (Astiberri) (8,5/10).

Aurelia Aurita (1980): francesa de París. “Dibujanta” de cómics. Prácticamente una recién llegada. Su estilo se ajusta a la línea clara minimalista que se suele relacionar con el biográfico “slice of life”. Sexualmente muy explícita. Última obra en España: Fresa y chocolate (Ponent Mon) (7/10). No pregunten qué significa el título, ¡averigüenlo!

Hope Larson (1982): norteamericana de Asheville (Carolina del Norte). “Dibujanta” de cómics e ilustradora (http://www.hopelarson.com/). Su dibujo es todo evocación y lirismo, con un aire de ingenuidad infantil y sencillez visual. Última obra publicad en España: El corcel gris (Dibbuks) (6/10).

martes, febrero 13, 2007

I'm back: el resumen pampero.

Pues sí, ya estoy de vuelta; ahora, a ver si consigo normalizar mi vida, mis aconteceres laborales y este blog. Por de pronto, el viernes tengo una cita con mi destino académico-comiquero que... ya les contaré. Retomemos el hilo de la argentinidad, entre tanto.
Qué decir, me ha encantado aquella tierra, vengo desbordado de experiencias, abrumado por la naturaleza desbordada del país y con la mochila desbordante de energía para intentar superar la resaca de las buenas vivencias. Cómics, menos de los que suponía. Resulta que es tan complicado encontrar tebeos en argentina como lo es aquí (si no más).
Verán, verdad es que en casi todas las librerías podemos encontrar Quinos a destajo (el rey del mambo viñetero por goleada). Incluso resulta sencillo toparse con Maitenas y los ya mentados y comentados Macanudos. El segundo triunfador del globo pampero es Fontanarrosa, también omnipresente. Me he comprado un volumen de su gaucho Inodoro Pereira, la mar de divertido; una especie de Martín Fierro narigudo y filósofo, cargado de argentinismo. Publicado, como tampoco podía ser de otro modo, por Ediciones de la Flor (que en el tema editorial se comen mucha parte del pastel).

Con suerte, uno también puede encontrar en las librerías alguno de los voluminosos tomos naranjas de Doedytores con cosas de Trillo, A. Breccia y Robin Wood (con cuentagotas, eso sí). Alguna edición en pastas duras del Perramus, Enrique Breccia y vale.

Luego están los quioscos, en donde sí es posible encontrar algunas cosillas más que en los de nuestro país (lo cual dinamiza el mercado y la divulgación de obras y autores, sin duda). En un quiosco, por ejemplo, me compré el primer tomo de El Eternauta, el clásico de Oesterheld y Solano López, en la edición de Ediciones Record. Circulaban también el volumen 2 y el 3, así como el de El regreso de el Eternauta, la edición de los 50 años autorizada por los autores y un sinfín de continuaciones, ramificaciones y reediciones entre las que me pierdo (si alguien conoce alguna fuente estructuradora para tal maremagnum, que lo diga ahora o calle para siempre). También en un quiosco me compré algunos de los números de la renacida Fierro, con un nivel más que alto, una nómina de autores que asusta (Maitena, Max Cachimba, Liniers, Carlos Nine, Oscar Grillo-Carlos Trillo, José Muñoz, Enrique Breccia, etc.) y algunos guiños al pasado (como esa portada de Oscar Chichoni del número 3 y el póster del mismo autor que incluyen en el 2, con la primera portada del viejo Fierro; que aquí veríamos años más tarde abriendo el número 20 de la revista Totem).
Tiendas de cómics... miren que me recorrí de arriba a abajo las calles Florida y Corrientes (la que más librerías tiene por metro cuadrado del universo, doy fe); pues nada, sólo me topé con una tiendecita de cómics, la más minúscula a este lado del cosmos, que no tenía nada aparte de lo que ya hemos mencionado (casi menos que en el quiosco de enfrente). Así que, miren por donde, volví con la cesta de cómics tan liviana y ligera, que me la tuve que rellenar de alfajores, oigan.

miércoles, febrero 07, 2007

Macanudazo.

Apenas llegué a Buenos Aires, compré Clarín y La Nación, para comprobar la buena salud de la prensa argentina. Comprobé, a continuación, que no era leyenda, Liniers publica diariamente en el último de los citados. Me acordé de que las recopilaciones de Macanudo en Argentina iban por delante en varios volúmenes de las de Mondadori en España y... Ya saben que en esta bitacorita sentimos debilidad, mucha, por Macanudo, así que me costó poco dar con las tres siguientes entregas de la que probablemente es la mejor colección de tiras de humor en castellano del momento y devorarlas como un poseso.

Me puede la hipérbole, pero no tanto como para afirmar que con los Macanudos (se llegan en el cuarto) he amortizado el viaje; eso sí, considerando la posición de privilegio del euro respecto al peso y lo carísimo que era el primer volumen de Liniers que publicó Mondadori en España, puedo asegurar que me he ahorrado un pico. Pero, sobre todo, me he adelantado a la ansiedad del "lector-compulsivo-que-no-puede-parar"; síntoma que en el caso de Liniers parace habitual y contagioso. Ya saben, es imposible resistir indemne a una sobredosis de Enriquetas, enanitos de colores y pingüinos patagónicos. Se te queda una cara de tonto feliz que no se quita en dos o tres días.



jueves, febrero 01, 2007

ACME Novelty Library, los 17 escalones y subiendo.

Para matar los ratos muertos en este periplo argentino (durante vuelos y viajes interiores, básicamente), me he traído conmigo el volumen 17 de la ACME Novelty Library de Chris Ware; que seguramente encuentren ustedes en alguna tienda de cómics si tienen la suerte o la desgracia de vivir en Madrid o Barcelona. Me entero a estas alturas de que don Chris planea un total de 52 volúmenes para su inclasificable biblioteca, aunque uno no sabe si tomarse literalmente alguna de esas anotaciones, carteles y glosas con las que el estadounidense atiborra el mínimo espacio libre que asoma en sus páginas (me ha hecho gracia la etiquetilla pegada en la contraportada donde advierte que este fascículo dedicado a Rusty Brown no es ni la mitad de gracioso que el anterior, en el que comenzaban sus aventuras).
Creo, sinceramente, que Chris Ware es el autor más importante del momento y el que más y mejor está hurgando entre las posibilidades narrativas aún inexploradas que ofrece el medio. Por eso, le dedicamos a Ware y a su Jimmy Corrigan el primer post real (si omitimos el de presentación) que apareció en esta bitacorita (que reproducía a su vez el primer artículo con el que inicié mi colaboración (como saben ustedes ya terminada) con el Tribuna de Salamanca.
Por otro lado, entiendo parcialmente las críticas que esgrimen los detractores de Ware, cuando le acusan de frialdad aséptica, de un objetivismo forzado y un tanto retoricista o de una autocomplacencia sin límites; es cierto, que a veces Ware es listo de más y le gusta enseñarnos cuanto. Y es cierto que algunas de sus historias se refocilan en un cripticismo innecesario o en una autorreflexividad que de puro posmoderna resulta ofensiva (es el caso de las aventuritas de la abeja en este volumen). Sin embargo, lo que ofrece Chris Ware es tanto y tan bueno, y es tal su habilidad para diseccionar las miserias humanas desde la micro-cámara que remata su bisturí, que cualquier pero parece disolverse en la genialidad del último gran genio de la viñeta (Clowes mediante).
Su dibujo, preciso, perfecto, evocador como una radiografía, tiene mucho que ver; aunque percibo en esta nueva entrega cierta inclinación (intencionada, no me cabe duda) hacia las líneas menos moduladas y perfectas (¿con qué intención última? Nos enteraremos con el tiempo, seguro). Su técnica compositiva, como siempre, brillante, deslumbrante con cada nuevo experimento visual: como esas viñetas flotantes alrededor de la principal o sus diagramas con viñetas interconectadas. La historia: llena de interés humano y enfocada desde la perspectiva de los perdedores (entre los que aparece -¿por vez primera?- en un guiño autorreferencial el propio Ware, como profesor de dibujo insatisfecho).
En fin, que les voy a contar, siempre me pasa lo mismo. Cuando leo algo de este hombre me quedo feliz y me digo, pues sí, un cómic puede ser tan bueno como un buen libro. Y no saben lo que vale eso.

jueves, enero 25, 2007

Rumiko Takahashi. La pequeña gran mangaka.

Una antigua reseñita del Culturas desde Iguazu, para que no se olviden ustedes de que este blog está vivo. Saludos.
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Comenzaremos mencionando dos anécdotas, que tras su aparente intrascendencia, encierran un curioso valor simbólico. Rumiko Takahashi es una mujer pequeña, sin embargo su éxito comercial en el mundo es inversamente proporcional a su tamaño: sólo en Japón, ha vendido más de cien millones de ejemplares de sus obras. No, no es un error de imprenta, han leído ustedes bien, más de cien millones de copias ¿Podríamos concebir un personaje dentro del mundo artístico de nuestro país con un éxito proporcionalmente semejante? Parece impensable, pero desde luego una cifra como ésta da muestra de la importancia de la autora que nos ocupa.
En realidad, para el sector juvenil español de lectores de manga, Rumiko Takahashi no necesita mayor presentación. El éxito de sus obras dentro del mercado nacional de comics japoneses habla por ella: Lamu la chica con poderes, Ranma ½, o Maison Ikkoku, son de sobra conocidos en nuestro país. Precisamente, a esta última dedicaremos nuestras líneas, más concretamente a la reedición de Maison Ikkoku que Glénat emprendió hace unos meses. En 1993, la editorial Planeta-DeAgostini hizo un tímido intento por publicar este manga en España (bajo el título de Juliette Je T’aime), pero apenas se sacó a la luz el contenido equivalente a los tres primeros volúmenes de la nueva edición que ahora consideramos. El proyecto de Glénat es mucho más serio, ya que comprende la cuidada reedición en 10 volúmenes (acaba de publicarse el cuarto tomo), de todo el material concebido por Takahashi para la serie, respetando el orden de lectura japonesa original (se comienza por la última página y las viñetas se leen de derecha a izquierda y de arriba abajo).
Decir que Maison Ikkoku es uno de los comics más divertidos que se han publicado en los últimos tiempos es probablemente el mejor halago que se le pueda hacer. La llegada de un joven estudiante japonés a la pensión Ikkoku, regida por una joven viuda, sirve como punto de partida para toda una serie de enredos y aventuras con un claro trasfondo romántico y una impagable vis cómica. De este modo, cada capítulo crea su juego de tensiones narrativas a partir de los desencuentros constantes entre el joven estudiante enamorado (Godai) y la encargada de la pensión, la bella e ingenua Kyôko; alrededor de estos dos personajes principales, Takahashi conforma toda una galería de “actores” secundarios enloquecidos, cuya intervención en la trama genera los enredos más disparatados.
Sin embargo, limitarnos a la anécdota argumental no haría justicia a los méritos de Maison Ikkoku; el cómic que nos ocupa es mucho más que un típico shonen manga (tebeo japonés destinado a un público adolescente, mayoritariamente femenino). A partir de las ocurrencias propias de la comedia sentimental, Rumiko Takahashi desarrolla una doble vertiente narrativa que oscila entre la comedia de situación y el cuadro de costumbres localista. Cada capítulo de esta serie, es cierto, funciona de modo independiente en términos argumentales respecto a los siguientes, como suele ser habitual en series tan largas. Pese a ello, toda la obra está presidida por unas relaciones lógicas de causalidad, según las cuales, cualquier suceso acontecido en el día a día del Maison Ikkoku es relevante y puede tener consecuencias en el desarrollo de los acontecimientos posteriores. Esta consciencia vital favorece un desarrollo cronológico coherente y, sobre todo, un enriquecimiento progresivo del perfil psicológico de los personajes a los ojos del lector; hecho favorecido por la acumulación de peripecias y reacciones cotidianas. A medida avanzamos en la lectura de Maison Ikkoku, nos encariñamos irremediablemente con unos personajes que con el transcurso de las páginas, acumulan a partes iguales defectos y virtudes que los hacen cada vez más humanos y cercanos a nosotros.
Así, aunque Rumiko Takahashi proceda de una cultura que nos es absolutamente ajena, resulta difícil no sentirse identificado con muchas de las vivencias y quebrantos de sus personajes. Tal vez sea porque esta pequeña gran autora a la que en Japón consideran la reina del manga, sabe pulsar esas teclas íntimas del espíritu humano, las que no dependen de lenguas, ni de fronteras, las que tocan la esencia de los sentimientos universales y nos hacen a todos iguales.