lunes, junio 21, 2021

Philippe Ramette, por Jorge Bustos

Nantes es también una ciudad modernista arquetípica. Una ciudad que trata de sacudirse un viejo complejo de culpa —el propio de toda ciudad industrial, es decir, explotadora del proletariado— mediante la promoción algo febril y anárquica de toda expresión de arte callejero, valga el oxímoron. La excepción a la cruda sucesión de grafitis —o de unicornios con un cucurucho de helado en la cabeza— que impone la penitencia posmoderna es un señor que se llama Philippe Ramette, un artista plástico provisto del humor y la ternura suficientes como para que le perdonemos la rápida conversión de sus obras en iconos pop. Teclead su nombre en Google y sonreíd ante la escultura del tipo trajeado con su aspecto de viajante cuya pierna se apoya en el vacío; o ante su entrañable Elogio de la transgresión, que inmortaliza a una lolita bajándose —¿o subiéndose?— de su propio pedestal.

                                               Jorge Bustos, Asombro y desencanto, p. 98



                                                                                    Vía Nao Casanova


sábado, junio 05, 2021

A Single Match, de Oji Suzuki. Melodías extrañadas

En esta última década, parece haber surgido en Occidente un interés renovado por el manga más experimental que la revista Garo publicó durante los años 60-70 a la estela del magisterio de Yoshiharu Tsuge. Shin'ichi Abe, Oji Suzuki, Seiichi Hayashi o Kuniko Tsurita (la única mujer del grupo) han visto recopilados sus relatos en editoriales de prestigio como Drawn & Quarterly. En España, el catálogo espectacular que está confeccionando la editorial Gallo Nero incluye ya varias obras de Tsuge, de su hermano Tadao y de algunos de sus "discípulos" en Garo, como Shin'ichi Abe, de quien recientemente editaron Los sentimientos de Miyoko en Asagaya (hablamos de ella aquí y volveremos a hacerlo más extensamente dentro de no mucho tiempo).

En un momento u otro habíamos tenido la oportunidad de leer páginas de casi todos ellos excepto de Oji Suzuki. Parte de su obra está publicada en francés (Le kimono rouge; Vaste le ciel; Bleu transparent) y en italiano (La casa delle stelle), pero el libro que ha llegado a nuestras manos es A Single Match (edición inglesa de Le kimono rouge), la colección de historias cortas que los canadienses de D&Q publicaron en 2010.  

Los relatos de Suzuki no esgrimen la autobiografía de forma tan obvia como pueda hacerlo Shin'ichi Abe en su idiosincrática interpretación del watakushi manga (‘manga del yo’), ni hacen tanto hincapié en el lirismo como Seiichi Hayashi, que basa su narrativa en la evocación simbólica de las imágenes y en el cripticismo de unas referencias socio-culturales difíciles de descifrar para un lector occidental. Y, sin embargo, tanto estilística como conceptualmente, la narrativa de Suzuki encuentra numerosos puntos de confluencia con los de sus amigos y compañeros de generación. 

En las historias de A Single Match encontramos esas huellas del relato biográfico que define a los mangakas watakushi; por ejemplo, en la obsesión de Suzuki por la infancia entendida como bifurcación y por el modo en el que cada uno construye su propia existencia a base de descartes y decisiones sin vuelta atrás. El relato que titula el volumen, "A Single Match" (pero también "Fruit of the Sea" o "City of Dreams") dibuja un recorrido circular entre el presente y el pasado, y está poblados de alusiones simbólicas a la inocencia perdida, a los instantes decisivos que determinaron la huida hacia un futuro, seguramente, menos feliz de lo que el niño inconsciente podía adivinar. La narración elíptica y simbólica de Suzuki oscurece el significado de unos diálogos y secuencias cuya musicalidad se ve con frecuencia subrayada por recitados y letanía extradiegéticas (canciones, poemas, ruido medial), que actúan como banda sonora connotativa con una intención más evocativa que narrativa. 

Suzuki es, si cabe, más oscuro y tenebroso que Abe, Hayashi o Tsurita. Sus historias están sobrevoladas por una idea de fatalidad que conecta a la existencia con la muerte y los espíritus que la habitan (transfigurados muchas veces en forma de recuerdos, de presagios o sueños en otras), pero también con los deseos incumplidos o la imposibilidad de aprehender la realidad. Lo vemos en el sobrecogedor "Tale of Remembrance", que, como se anuncia en su título, se acerca a la muerte de la hermana desde el plano dolorido de la memoria y la evocación onírica, fantasmal, del ser querido; o en "Crystal Thoughts", en la que el niño proyecta fallidamente sobre un objeto, un aparato de radio, un deseo de trascendencia que le explique la realidad compleja que le rodea; incomprensión que se repite en "Mountain Town", en la que los universos del niño y el adulto recorren vías divergentes que los separan dolorosamente. 

 


El dibujo de Suzuki coincide con el de Abe en su apuesta por un expresionismo feísta que juega con el claroscuro a partir de la imperfección de las tramas y un trazo despreocupado. No obstante, su estilo es, si cabe, todavía más oscuro y evasivo que el de aquel. En muchas ocasiones, sus personajes no son otra cosa que sombras o siluetas perfiladas sobre el fondo oscuro de la noche o el polvo de los caminos. El niño de "Color of Rain" se despierta sobresaltado en medio de sus pesadillas, pero sólo vemos su silueta rodeada por la oscuridad y los presagios de la noche; la figura solitaria del protagonista de  "Fruit of the Sea" se recorta sobre un mar encrespado mientras observa la luz lejana de un faro.

En marzo de este año, Gallo Nero ha publicado Tokyo Goodbye, una selección que incluye algunos de los relatos que Suzuki dibujó en los años 70 y que ofrece al lector español la oportunidad de bucear en la narrativa extrañada y simbólica de uno de los autores más singulares y exigentes del cómic japonés. Una nueva ventana abierta a ese otro manga que representaron los autores de Garo.



sábado, mayo 22, 2021

Adiós, Battiato

Veníamos esta semana dispuestos a hablar de Oji Suzuki, pero la muerte de Franco Battiato nos ha encojido un poco el alma (y la biografía). Llevamos unos años visitando la crónica necrológica con más frecuencia de la deseable. Como nos comentaba una amiga ayer, quizás ha llegado el momento de empezar a buscar referentes culturales más jóvenes que nosotros. En pocos años, nos hemos despedido en este blog de artistas que han sido importantes para construir nuestra visión de la cultura y del mundo; George Harrison, Éric Rohmer, Luis eduardo Aute, y ahora, Franco Battiato.

Descubrimos a Battiato sentado en una alfombra persa, rodeado de timbales y violines, señalando con el dedo al espacio y anunciando un futuro de nuevas vibraciones que no tardó mucho en alcanzarnos. Muchos años después, pudimos satisfacer uno de nuestros deseos musicales más anhelados y tuvimos la suerte de verle en directo en Burgos, en un concierto que el auditorio vivió con ánimo ceremonial y devoción admirativa. Maestro del pastiche y del mestizaje genérico, artista renacentista, humanista sin subterfugios, intelectual con cierta aura mesiánica para sus muchos adeptos, tiene Battiato en su discografía más de una docena de canciones que suenan a clásicos imperecederos desde la primera escucha. Como letrista, fue siempre un genio postmoderno con esa capacidad suya para construir escenarios atemporales a partir de ráfagas luminosas de imágenes y citas culturales. Battiato fue un artista con conciencia social y crítica disfrazado de cantautor neorromántico, un músico pop que componía sinfonías instantáneas, un poeta con gesto filosófico. Y, así, enlazando paradojas y glosando sus virtudes en racimo, podríamos seguir una vida, pero nos consolaremos con disfrutar de sus música emocionante y, como insinuaron en Cachitos, con la certeza de que al menos hubo un Franco bueno.

El cómic italiano tuvo el buen gusto de dedicarle a Battiato un homenaje (no póstumo) en el número de octubre de 2020 de la mítica revista Linus. Pueden ojear algunas páginas del ejemplar aquí.

sábado, abril 10, 2021

ResiduaA, de Sao. Abstracción y lenguaje

Hablábamos de cómics abstractos, no hace demasiado, con motivo de la publicación de La espiral, de Aidan Koch. Comentábamos cómo se está consolidando últimamente cierta tendencia creativa hacia cómics que hacen uso de la abstracción para componer obras que escapan de una narratividad tradicional, apoyándose en principios de contigüidad o solidaridad icónica más que en conexiones clásicas de causalidad o secuenciación espacio-temporal. Citábamos a críticos como Thierry Groensteen, Andre Molotiu o Gerardo Vilches, que se han acercado a estos nuevos cómics "no narrativos" para explicar las peculiaridades de su lenguaje.

Volvemos hoy al mismo asunto porque ha llegado a nuestras manos ResiduaA, el cómic que el santanderino Sao (Alfredo Santos) ha publicado en esa humilde pero audaz editorial brasileña que es Risco Impresso. Una prueba más de lo difícil que resulta ser profeta en tierra propia. Y tenemos que acudir a este lugar común porque ResiduaA es uno de los mejores cómics abstractos que hemos leído, y desde luego de lo mejor que ha hecho un autor español en ese ámbito.

Alfredo Santos es un viejo amigo de este blog. Hemos hablado ya de sus intervenciones urbanas y de sus trabajos de ilustración. Nos hemos referido a él en alguna ocasión anterior, destacando el uso que su propuesta plástica hace de las herramientas comicográficas. Sus Copygrafías, por ejemplo, anticipaban ya muchos de los hallazgos que ha consolidado en su primer cómic. Confesamos que hemos tenido la suerte de seguir muy de cerca la gestación de ResiduaA. En sus páginas asistimos a un proceso (literal) de creación de lenguaje desde el vacío, para asistir a continuación a su descomposición y desintegración. En el camino, Sao centrifuga la semiótica del cómic junto a ingredientes de la iconografía pop en un collage cinético-barroco que nos remite al vértigo de la sociedad líquida que nos ha tocado vivir. El recorrido es fascinante y está repleto de hallazgos visuales.


Si algo nos enseña ResiduaA es que, cuando hablamos de cómics, la abstracción no implica una falta de secuenciación. Es cierto que, como señalaba Groensteen, las relaciones que se crearán entre las imágenes (las viñetas, quizás) serán de otro tipo (por afinidad rítmica o yuxtaposición), pero ese hecho no invalida en ningún caso la existencia de secuenciación (un aspecto que está en la base misma del hecho comicográfico). El trabajo de Alfredo Santos nos muestra, además, que hay un espacio artístico, un plano de construcción visual, en el que abstracción y narración pueden incluso llegar a encontrarse.

Cuesta pensar que este trabajo no haya encontrado su hueco en alguna de las editoriales más vanguardistas de nuestro país. Afortunadamente, los brasileños de Risco Impresso, que tan bien saben navegar entre las propuestas experimentales y la abstracción comicográfica, supieron ver lo que tenían entre manos. 

sábado, marzo 20, 2021

Beti Berdín Taberna, de Gastón. Empatía en tiempos del coronavirus

Se cumple un año de esta dichosa pandemia que nos ha cambiado las coordenadas a todos. Después de olas de angustia y parálisis social, parece que al fin (¡ojalá!) empezamos a ver la luz. Las experiencias intensas tienen la cualidad de congelar el tiempo. En este caso, además, el miedo a la enfermedad y a sus consecuencias económicas han contribuido a estirar nuestra percepción de lo vivido. Parece que lleváramos años instalados en la "Era Covid"; años de aquel primer confinamiento, de los aplausos en el balcón, de las incursiones semiclandestinas a supermercados y de las precauciones quirúrgicas antes y después de las mismas. Aquellos días de fiebre digital y de angustia licuada por la mala uva de las redes sociales, por los terribles contadores de muertos de la televisión, por las noticias cada vez peores, por la inercia zombi del teletrabajo...

Nuestra fórmula para sobrevivir a aquellos momentos tenebrosos fue la compañía y la certeza de que esperábamos buenas noticias personales. También el cine, el cómic, la literatura y la música fueron buenos aliados. De las Redes Sociales tenemos pocos recuerdos gratos más allá de aquellos amigos digitales que se empeñaron en hacernos la vida más fácil y en afrontar la pandemia desde una mirada constructiva. Leímos algunas crónicas interesantes que nos ayudaron a entender la situación y entramos en blogs sanadores. Y también nos reconfortamos con artistas como Gastón (Asier Iturralde), que cada poco tiempo nos invitaba en Twitter a tomar unos zuritos con él y sus personajes en la taberna Beti Berdin, lugar de encuentro en el que todos teníamos un taburete reservado. Con viñetas llenas de humor y sensibilidad, los personajes de Beti Berdin se conviertieron en excelentes cronistas de el día a día de la pandemia.

Ahora, tenemos la oportunidad de recuperar aquellas pequeñas dosis de humor de una página gracias a la publicación en formato comic-book de algunas de las historias que el autor publicó en sus redes sociales. El formato, que mantiene el bitono amarillo-anaranjado original, le sienta bien a la línea clara elegante y expresiva de Gastón. Sus personajes desarrollan arquetipos reconocibles (la hater, el sibarita incólume, el optimista, el alter ego ciclotímico...), tipos en los que, en un momento u otro, todos podemos proyectar nuestras propias reacciones durante la pandemia, así como el humor cambiante con el que muchos sobrellevamos la crisis. La taberna de Gastón nos regala buenas dosis de empatía y un humor amable basado en una mirada irónica que invita a la media sonrisa del "yo he estado ahí".

Menos mal que Beti Berdin estaba abierto, porque ¡mira que hemos echado de menos los bares durante buena parte de este castigo global! Gracias, Asier, por ayudarnos a sobrellevarlo.

sábado, marzo 13, 2021

De listas y deudas: crónica negra de la corrupción política española

Lo peor de las listas culturales es que nunca se cierran, aunque quizás en esa falta de clausura esté también su mayor virtud: la de invitar siempre a una revisión continua, a una actualización del gusto y de las convicciones propias.

Nos pasa todos los años. Cada vez que llega el día de Reyes y publicamos nuestro listado con los mejores cómics de ese curso, lo hacemos con la certeza de estar traicionando a aquellas lecturas a las que no pudimos llegar. Desde hace un tiempo, junto a nuestra selección anual, publicamos en papel (en el periódico ABC Color de Paraguay) una lista depurada de sólo diez cómics, un resumen del resumen.

Después de jugar a las quinielas y disfrutar de selecciones ajenas, mucho más completas y cualificadas, teníamos claro que este año se nos habían quedado en el debe algunos cómics importantes. El arranque de 2021 ha sido generoso a la hora de permitirnos actualizar unas lecturas que, prácticamente, nos han empujado a escribir este post a modo de epílogo tardío a nuestra selección de "cómics para una pandemia". Y es que, aunque Blogger invita a la trampa y a la "reescritura" (ortográfica, gramatical e incluso conceptual e ideológica) del pasado, hemos preferido entonar el mea culpa en vivo y en directo por no haber incluido en nuestra lista dos cómics superlativos; ambos con bastantes puntos en común, pero con diferentes intenciones.

Con su primorosa edición en páginas doradas Primavera para Madrid (Autsaider Cómics), de Magius, es la gran crónica carnavalesca y bufa de la reciente historia política de nuestro país. Con toda la mala leche que exigen las circunstancias y con escaso disimulo (tanto en nombres como en caracterizaciones), Magius disecciona el circo político de la corrupción postaznarista y sus acólitos borbónicos: una galería esperpéntica de personajes instalados en el chantaje, la ostentación chabacana, los puñales por la espalda, los sobres con mordidas y las prácticas mafiosas. Ante el cutrerío sórdido de lo narrado y la impunidad de sus actores, el visitante foráneo podría pensar que la farsa de Primavera para Madrid cobra fuerza a partir de una deformación hiperbólica de la crónica política. Lo cierto es que, si no hubiéramos sido testigos diarios del descalabro, con asiento en primera fila de noticieros y confesiones judiciales, ni los mismos españoles hubiéramos comprado la historia. Seguramente, lo peor de todo es que algunos siguen pensando que aquel lodazal fue la mejor de las realidades posibles. Un ejercicio obligatorio de memoria, una obra para leer y releer cada pocos años.

Esos dos clásicos del cómic español que son Altarriba y Keko, concluyen su inmaculada trilogía del ego (Yo, asesino, Yo, loco y, ahora, Yo, mentiroso). Yo, mentiroso (Norma) rebusca en la misma materia prima que el cómic de Magius, la corrupción de la política española, pero prescinde del humor paródico para centrarse en un doble enfoque socio-psicológico que, bajo su apariencia de thriller político, intenta destejer las urdimbres maquiavélicas de la corrupción, el engaño y el poder a cualquier precio. El claroscuro tenebrista de Keko nunca había brillado tanto como en este cómic. Su empleo realista de collages de situación funciona con pasmosa naturalidad a la hora de crear las localizaciones macabras de una escena del crimen que se multiplica en todas las direcciones posibles que permiten la codicia y la iniquidad humana. Como sucedía en Primavera para Madrid, los personajes de Yo, mentiroso apenas disimulan los nombres reales que protagonizaron algunos de los episodios más negros de la democracia española. Detrás del andamiaje de ficción que ofrece el episodio criminal de la trama (con los guiños irónicos y autorreferenciales habituales en Altarriba), reconocemos casi todos los rostros funestos de sus personajes y nos acordamos de sus acciones. Yo, mentiroso es un cómic sobresaliente (el mejor de la trilogía, pensamos), pero le deja a uno mal cuerpo para varios días. Avisados están.  

Y todavía no hemos tenido tiempo de leer Cheminova, el quinto y último tomo de esa saga brillante y llena de humanidad que Luis Durán ha facturado a lo largo de años con su serie Orlando y juego, así que no descarten alguna nueva operación de enmienda.

domingo, febrero 28, 2021

Esenciales ACDC 2020 (primer semestre)

Tenemos ya desde unos días la selección de Cómics esenciales de la segunda mitad de 2020, de la Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España.

La lista la conforman treinta novedades y cinco reediciones, elegidas de entre todos los cómics publicados en España entre julio y diciembre del pasado año. 

La Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España (ACDCómic) presenta la segunda ronda de sus ‘Esenciales 2020’, la selección semestral de cómics con la que esta organización busca destacar algunos de los títulos más relevantes de cuantos se han editado en el mercado nacional en dicho periodo. De ese modo, se pretende elaborar una especie de 'guía de lectura' orientativa, formada por un total de treinta novedades y cinco reediciones, que pueda utilizarse como referencia tanto para medios de comunicación o instituciones culturales, como para lectores, aficionados, libreros, bibliotecarios y otros profesionales.

Repasando dicho listado pueden percibirse todavía los efectos que la pandemia del coronavirus está provocado en el sector. No solo porque incluye algunas novedades que tenían prevista su fecha de lanzamiento durante la primera mitad del año y que fueron retrasadas, caso de ‘Tarde en McBurguer’s’, de Ana Galvañ, sino principalmente porque la especial situación que estamos viviendo se ve reflejada en obras como ‘Algo extraño me sucedió camino de casa’ o ‘Conviviendo 19 días’, crónicas íntimas de los estragos de la epidemia, dibujadas por Miguel Gallardo y David Ramírez respectivamente. 

Sin embargo, la característica más llamativa de la presente selección es su eclecticismo, con una variedad enorme de géneros, procedencias, temas y autores. 

Desde la recuperación de clásicos que permanecían parcialmente inéditos en España (El clan de los Poe de Moto Hagio, la antología Tatsumi de Yoshihiro Tatsumi o Mono de trapo de Tony Millionaire) a la fuerte irrupción de nuevos talentos, extranjeros o locales (la italiana Fumettibrutti con P. Mi adolescencia trans, o los españoles Gabri Molist con Dormir es morir, Andrés Tena con Astenia y Don Rogelio J. con Tierra muerta). Desde el retorno de grandes nombres del cómic norteamericano (Eleanor Davis con El difícil mañana, Joe Sacco con Un tributo a la tierra o Adrian Tomine con La soledad del dibujante) a los nuevos trabajos de los historietistas referentes en nuestro país, como Paco Roca (Regreso al Edén), Antonio Altarriba y Keko (que cierran su trilogía egoísta con Yo, mentiroso), Jaime Martín (Siempre tendremos 20 años) o Albert Monteys (acompañado en esta ocasión por el guionista Ryan North para adaptar la novela Matadero 5 de Kurt Vonnegut). Un rico y heterogéneo conjunto que demuestra el dinamismo del medio y sus posibilidades. 


La lista completa de "Esenciales" del segundo semestre de 2020, por orden alfabético, es la siguiente:

Novedades

 

  • ALGO EXTRAÑO ME PASÓ CAMINO DE CASA, de Miguel Gallardo (Astiberri)

  • ASPIRINA, de Joann Sfar (Fulgencio Pimentel)

  • ASTENIA, de Andrés Tena (Bang Ediciones)

  • BOX: HAY ALGO DENTRO DE LA CAJA, de Daijirô Morohoshi (Satori)

  • CONVIVIENDO 19 DÍAS, de David Ramírez (Norma Editorial)

  • DORMIR ES MORIR, de Gabri Molist (Bang Ediciones)

  • EL CLAN DE LOS POE, de Moto Hagio (Tomodomo)

  • EL DIFÍCIL MAÑANA, de Eleanor Davis (Astiberri)

  • HEIMAT, de Nora Krug (Salamandra Graphic)

  • JIMMY OLSEN, EL AMIGO DE SUPERMAN, de Matt Fraction y Steve Lieber (ECC)

  • LA SOLEDAD DEL DIBUJANTE, de Adrian Tomine (Sapristi)

  • LAS VARAMILLAS, de Camille Jourdy (Astronave)

  • MATADERO CINCO, de Ryan North y Albert Monteys (Astiberri)

  • METAMORFOSIS BL, de Kaori Tsurutani (Norma Editorial)

  • MONO DE TRAPO, de Tony Millionaire (Barrett)

  • NAFTALINA, de Sole Otero (Salamandra Graphic)

  • NO TE VAYAS SIN MÍ, de Rosemary Valero-O’Connell (Astiberri)

  • P. MI ADOLESCENCIA TRANS, de Fumettibrutti (Continta me tienes)

  • PRIMAVERA PARA MADRID, de Magius (Autsaider Cómics)

  • REGRESO AL EDÉN, de Paco Roca (Astiberri)

  • ROSIE EN LA JUNGLA, de Nathan Cowdry (Fulgencio Pimentel)

  • SANTA BÁRBARA, de Marek Šindelka, Vojtěch Mašek y Marek Pokorný (Reino de Cordelia)

  • SIEMPRE TENDREMOS 20 OS, de Jaime Martín (Norma Editorial)

  • SPACE RIDERS, de Fabian Rangel Jr y Alexis Ziritt (Gigamesh)

  • TARDE EN McBURGUERS, de Ana Galvañ (Apa Apa)

  • TATSUMI, de Yoshihiro Tatsumi (Satori)

  • TIERRA MUERTA, de Don Rogelio J. (Autsaider mics)

  • UN TRIBUTO A LA TIERRA, de Joe Sacco (Reservoir Books)

  • WONDER WOMAN: TIERRA MUERTA, de Daniel Warren Johnson (ECC)

  • YO, MENTIROSO, de Antonio Altarriba y Keko (Norma Editorial)

 

Reediciones

  • EL ALMANAQUE DE MI PADRE, de Jiro Taniguchi (Planeta Cómic)

  • LEO VERDURA, de Rafa Ramos (Norma Editorial)

  • LOS CASOS DE PERRO NICK, de Miguel Gallardo (La pula)

  • MUNDO MUTANTE, de Richard Corben (ECC)

  • NESTOR BURMA, de Leo Malet y Jacques Tardi (Norma Editorial)

 

ACDCómic es una asociación sin ánimo de lucro que agrupa a personas que realizan trabajos de periodismo, crítica, estudio, comisariado y otras actividades teóricas y divulgativas relacionadas con el cómic. La asociación se constituyó en 2012 con la voluntad de colaborar en la difusión del trabajo que ya desarrollan sus miembros de forma individual, emprender iniciativas conjuntas que no se podrían afrontar de forma separada y servir de interlocutor ante otros colectivos o instituciones.

En la selección de los Esenciales del segundo semestre de 2020 han participado cincuenta y dos miembros de ACDCómic: Anna Abella, Agus López “Bamf!”, Manuel Barreiro, Octavio Beares, Pablo Begué, Luigi Benedicto, Josep Maria Berengueras, David Brieva, Jordi Canyissà, Marc Charles, Borja Crespo, Oriol Estrada, Ángel Fernández, David Fernández de Arriba, Nerea Fernández, Iván Galiano, Diego García Rouco, Manuel González, Julio Andrés Gracia Lana, Óscar Gual, Cristina Hombrados, Kike Infame, Raúl Izquierdo, Jesús Jiménez, Joan S. Luna, Ander Luque, José L. García Vargas “Jota Lynnot”, Eduardo Maroño, Javier Marquina, Elena Masarah, Diego Matos, Elisa McCausland, Pedro Monje, Javier Mora Bordel, Francisco Naranjo, Josep Oliver, Jordi T. Pardo, Pepo Pérez, Quim Pérez, Carolina Plou, Mónica Rex, Iria Ros, Juan Royo, Francisco Sáez de Adana, Óscar Senar, Xavi Serra, Jose A. Serrano, Jon Spinaro, Raúl Tudela, Rubén Varillas, Jaume Vilarrubí y Gerardo Vilches.

miércoles, febrero 17, 2021

Ethel y Ernest, de Raymond Briggs. Una vida en viñetas

Después de muchos años, al fin se publica en español uno de esos cómics que inventaron la "novela gráfica" antes de la novela gráfica. Ethel y Ernest es, además, un cómic que arroja luz sobre la verdadera dimensión de Raymond Briggs, un autor capital para entender los muchos puentes que conectan al cómic con la ilustración y uno de los dibujantes de cómics más minusvalorados del panorama contemporáneo. De esto, de la importancia de Briggs en la consolidación del cómic autobiográfico y de muchas otras cosas hablamos en el estudio que publicamos recientemente en Encrucijadas gráfico-narrativas. Novela gráfica y álbum ilustrado, el estudio colectivo coordinado por José Manuel Trabado sobre las intersecciones entre los lenguajes del cómic y de la ilustración. 

Vamos a recuperar en este post algunas de las reflexiones que hicimos en aquellas páginas sobre Ethel y Ernest, publicado este año por Blackie Books. El artículo completo, lo tienen en este libro:

 

UNA VIDA EN VIÑETAS: ETHEL & ERNEST

Raymond Briggs siempre ha reconocido que Jim y Hilda, los personajes protagonistas de Gentleman Jim y When the Wind Blows, estaban directamente inspirados en sus propios padres. Pero la distancia ficcional motivada por el cambio de nombres y por el fuerte caricaturismo de su dibujo desaparecerá definitivamente en Ernest and Ethel (1999), la novela gráfica que Briggs dedica, ya sin disimulos argumentales o nominales, a la biografía de sus padres.[1]

Junto al título, la primera página interior de Ernest and Ethel muestra dos marcos ovalados con las fotografías en tonos sepias de los progenitores de Raymond Briggs. Las páginas que siguen abordarán el periplo vital de los protagonistas, una pareja trabajadora de clase media-baja que progresa lentamente y con gran esfuerzo en las difíciles condiciones la Inglaterra pre y postbélica.

En lo que es una constante dentro de la narrativa de Briggs, la historia comienza con una secuenciación reticular de pequeñas viñetas que describen un acontecimiento rutinario. Estamos en 1928 y, desde la ventana de una casa burguesa, vemos asomarse cada día a la joven sirviente, Ethel, para saludar el paso de Ernest en su bicicleta. Este breve preámbulo muestra el cortejo anterior a la boda entre ambos y al comienzo real de la historia: su vida como pareja. A partir de ahí, el cómic se divide en cuatro capítulos estructurados y titulados a partir de las cuatro décadas que Ethel y Ernest compartieron en común (“1930-1940”, “1940-1950”, “1950-1960”, “1960-1970”); y un quinto episodio breve que, a modo de epílogo, cierra el círculo con sus fallecimientos (“1970-1971”).

Al margen de las referencias cronológicas, la narración introduce varios hilos conductores que cohesionan el relato alrededor de ciertos indicios temáticos. Uno de los más obvios es el de la vivienda: una de las principales marcas de estatus social y un referente simbólico de la prosperidad burguesa en el siglo XX. A partir de 1945, el mercado de alquiler subvencionado (alquiler social) fue la opción de vivienda habitual en Gran Bretaña para las clases medias (gracias, en gran medida, al Plan Nacional de Vivienda impulsado por el Laborismo), frente a otras opciones más gravosas como la adquisición de inmuebles en propiedad. Por eso, a lo largo del libro, la vida del matrimonio Briggs orbitará alrededor de esa vivienda adosada de estilo eduardiano que compraron en 1930 gracias a una hipoteca de 825 libras, y en la que vivirán durante los siguientes cuarenta y un años. La narración estará parcialmente construida alrededor de varias páginas-viñeta que mostrarán la evolución histórica de esta casa familiar en los diferentes periodos de la vida en común del matrimonio Briggs.

En la narrativa de Briggs el espacio interior y cerrado de la vivienda familiar viene asociada generalmente a connotaciones positivas: el hogar es ese lugar protegido en el que los personajes no pueden sufrir ningún mal; el peligro proviene siempre del mundo exterior. Como observamos en obras como When the Wind Blows, The Man o The Bear, sólo cuando los protagonistas se asoman a las ventanas de sus casas son capaces de percibir esa amenaza exterior que amenaza con socavar la armonía familiar y la concordia que se vive en el interior de la casa.

La vivienda de Ethel y Ernest es el decorado en el que transcurre su vida y donde verán nacer a su hijo Raymond; pero también es el escenario del que se valdrá Briggs para mostrarnos el devenir histórico del siglo XX y algunos de sus acontecimientos más importantes. De este modo, su cómic se convierte en un cuadro de costumbres de la vida trabajadora en el agitado contexto socio-político del siglo XX. Al mismo tiempo que presenciamos el desarrollo cotidiano de las actividades domésticas y laborales de este matrimonio de clase media-baja, seremos testigos de sus esfuerzos por sobrevivir dignamente durante los duros años de la postguerra; de su escepticismo ante las promesas y las medidas gubernamentales de la clase política; o de su admiración ante el progreso tecnológico del siglo XX.  A partir de la mirada subjetiva de los personajes, el lector asiste a algunos de los acontecimientos históricos fundamentales del periodo, pero también a los pequeños hitos que modificaron definitivamente la vida diaria de las personas: como la llegada de la electricidad a los hogares y el abandono del carbón, la consolidación de consumismo como marca de estatus, la implantación de electrodomésticos como la lavadora o el horno eléctrico, el éxito masivo de la televisión en detrimento de la radio, etc.

Si bien es cierto que muchos de los motivos temáticos que mencionamos ya habían aparecido en Gentleman Jim y en When the Wind Blows[2], su repetición en Ethel & Ernest responde a una propuesta más amplia y cohesiva que prescindirá de otros subtextos (como el de la especulación fantasiosa), para centrarse exclusivamente en la construcción del perfil existencial de sus personajes. El diseño de éstos es más realista (aunque ligeramente impresionista en su trazo) que el de los personajes de obras precedentes. Aunque podemos ver claramente en ellos el reflejo del Jim Bloggs de Gentleman Jim o de los Jim y Hilda de When the Wind Blows, en esta ocasión la mirada de Briggs sobre sus personajes es más benévola. La ternura sustituye a la ironía, y el humor de Ethel & Ernest resulta más indulgente con la dignidad esforzada de sus ineducados protagonistas.

También la planificación narrativa del cómic plantea algunas soluciones diferentes de las que encontrábamos en sus predecesores. La historia no organiza sus acontecimientos a partir de una linealidad estricta, sino que se compone más bien de secuencias sucesivas encadenadas, que en muchos casos no ocupan más de media página. Mediante este recurso, Briggs compone un fresco impresionista —que, como acabamos de mencionar, encuentra su reflejo en el diseño de personajes— en el que la narración se debe a una acumulación de situaciones cronológicas encadenadas temáticamente, más que a una contigüidad temporal estricta. Son las elipsis (nunca demasiado extremas) las que nos ayudan a completar el tejido de los acontecimientos. Dentro de esta organización un tanto azarosa, Briggs combina las viñetas panorámicas con otras más pequeñas, en un juego de alternancias secuenciales que consigue dotar de dinamismo al conjunto; y que, cada ciertas páginas, verá aparecer la página-viñeta con el leitmotiv de la casa familiar. 

La adaptación a dibujos animados de Ethel & Ernest, dirigida por Robert Mainwood, se estrenó en 2016 directamente en la cadena inglesa BBC 1. La película sigue fielmente —secuencia a secuencia, prácticamente— la historia del cómic; si bien, desarrolla con más detalle algún pasaje concreto, como el de los bombardeos alemanes sobre Londres. El dibujo del filme es más estilizado y realista que el del cómic (excepto, quizás, en las escenas finales de la muerte de los protagonistas, en las que se recupera el trazo impresionista de la obra impresa). No obstante, salvo licencias mínimas, como la inclusión de los audios radiofónicos originales que se emitieron durante la contienda bélica o una banda sonora muy heterogénea y descriptiva, la versión animada de Ethel & Ernest se ciñe a las intenciones originales del cómic: las del relato sencillo y emocionante de una vida en común, la de la entrañable pareja que formaban los padres de Briggs.

Precisamente, a esa modesta normalidad se refiere el propio Briggs en el breve preámbulo documental que sirve de introducción a la película (recurso que ya habíamos presenciado en la primera versión de la adaptación animada de The Snowman). El prólogo se compone de dos escenas interrumpidas por el título de la película sobreimpreso sobre un fondo negro: en la primera, el dibujante está en la cocina sirviéndose un té en una taza decorada con motivos de The Snowman; en la segunda, le vemos en su estudio a punto de sentarse ante la mesa de dibujo para comenzar a realizar una caricatura de sus padres. De fondo, escuchamos su voz:

Mis padres no tenían nada de extraordinario. Ningún drama. Nada de divorcios ni cosas así. Pero eran mis padres y quería recordarlos haciendo un libro ilustrado. La verdad, es un poco raro tener un libro sobre mis padres entre superventas de futbolistas y libros de cocina. Supongo que les haría estar orgullosos. Y, probablemente, también algo avergonzados. Me los imagino diciendo: “No fue así”. O: “¿Cómo puedes hablar de esas cosas?”. Pues lo he hecho. Y esta es su historia.


[1] La figura de su padre ya había aparecido en Sledges to the Rescue (1963), la tercera novela juvenil que el autor escribió en los años 60, antes de decantarse laboralmente por la vía de ilustración. La novela —parcialmente autobiográfica— describía la historia de un niño que ayudaba a su padre Ernie en su trabajo como repartidor de leche.

[2] Algunos de estos motivos, como el de la preparación de los protagonistas ante un conflicto bélico inminente, son prácticamente idénticos en When the Wind Blows y en Ethel & Ernest; con la salvedad de que en el primer caso se trataba de la ficción especulativa de un posible ataque nuclear, mientras que en el segundo título se centraba en el contexto muy real de la Segunda Guerra Mundial. En ambos casos, los relatos incluyen escenas muy similares, como las de la adecuación de la vivienda para resistir a un ataque aéreo, la construcción de un refugio o la ansiedad de los protagonistas ante las funestas noticias que reciben desde la radio y la prensa.

domingo, enero 31, 2021

Tamara de Lempicka, de Virgine Greiner y Daphné Collignon. Una mujer diferente

Las biografías de pintores son ya un género en sí mismo dentro del cómic. Entre ellas nos gustan especialmente aquellas en las que el dibujante se inspira en el estilo pictórico del retratado en un intento de hacer converger vida y obra, biografía y estética. Desde este punto de partida creativo, hemos leído en años recientes obras tan notables como ese Monet: Nómada de la luz, de Ricard Efa y Salva Rubio, que maravilla por su empleo impresionista de la luz y el color; o el Magritte. Esto no es una biografía, de Vincent Zabus y Thomas Campi, imaginativo y sorprendente, tanto por lo que respecta a su realización gráfica como por el enfoque onírico de la historia. 



El Tamara de Lempicka, de Greiner y Collignon avanza en esa misma línea. Con la extensión habitual de un álbum (44 páginas), pero con un formato más reducido, esta biografía de la celebrada pintora rusa intenta conjugar el espíritu modernista de su estilo junto a su filosofía de vida libertaria en unas pocas páginas. Sin ser decididamente cubista, el dibujo de Collignon apuesta por una estilización en la que las curvas sinuosas de rostros y cuerpos invaden los espacios angulosos de estancias y edificios que, con su decoración art decó, reflejan el espíritu modernista de la época. El empleo predominante de colores grises y ocres genera una impresión monocromática que sitúa la historia en esa temporalidad vaga y misteriosa de las noches sin fin y las vigilias febriles. Todas las soluciones gráficas del álbum avanzan en esa búsqueda de conjugar fondo y forma para construir una biografía visual que haga justicia a la talla creativa y existencial de su protagonista.

Las autoras no disimulan en ningún momento el tono encomiástico de la obra: la reivindicación emancipatoria de una mujer libre y moderna que vivió en un tiempo en el que parecía que el futuro sería otro muy diferente, más esperanzado del que realmente fue. La personalidad de Lempicka, provocadora, independiente y vitalista, se eleva entre las anécdotas relatadas para mostrarnos la valentía de una mujer adelantada a su época, pero que, al mismo tiempo, define muy bien la suya propia.