lunes, noviembre 10, 2008

Fun Home, de Alison Bechdel. Identidades y viajes literarios.

Fun Home fue recibido en blogs, periódicos (todavía nos resulta extraño escribir esto) y publicaciones especializadas como un auténtico fenómeno editorial comicográfico. Pocas veces una obra conformada en viñetas traía consigo tal equipaje de excelencias críticas (como si de un nuevo Corrigan se tratara). Así, a priori, un lector habitual de cómics se enfrentaba al trabajo de Alison Bechdel con todos los sensores encendidos y una inevitable colección de ideas y suposiciones preconcebidas.
Estamos ante una obra compleja, densa, muy literaria, razones que segura y razonablemente explican parcialmente el deslumbramiento crítico colectivo (que incluye con certeza a un buen número de analistas sorprendidos ante la profundidad que destilan las viñetas de algunos de estos "nuevos cómics"). Fun Home es la historia de un viaje iniciático y el relato de una búsqueda (interior); ahí es nada, dos de esos temas universales que explican buena parte del arte contemporáneo, transmutados en viñetas. Ambición narrativa destilada en páginas de cómic.
La idea temática que subyace en Fun Home es la misma que explica buena parte de la producción literaria del S. XX, la que está detrás del Retrato del artista adolescente o del Ulises, de Joyce, por ejemplo, pero también la que explica la bajada a los infiernos de Conrad en El corazón de las tinieblas o la que justifica la decadencia autodestructiva del Jimmy Gatz de Fitzgerald. De hecho, parte de la esencia de Fun Home consiste en el reconocimiento de esas afinidades literarias y su integración dentro de un discurso narrativo comicográfico propio. Estamos, que duda cabe, ante una obra que asume su literariedad de una forma transparente, hasta el punto de convertirla en recurso artístico por medio de la intertextualidad: las citas, referencias, subrayados, menciones y paralelismos literarios a los que recurre Fun Home, están en la base de su estructura narrativa y son parte esencial de su discurso. El cómic de Bechdel es un relato autobiográfico en el que su autora relata su búsqueda de una identidad (homo)sexual y personal, pero también es un ejercicio de recreación vital a través de la ficción, de las lecturas y del bagaje intelectual de su protagonista. Este recurso es, sin duda, el motor y una de las mayores virtudes de la obra (una de las claves de su irrupción estelar), pero en algunos momentos es también una pesada carga retórica que juega en contra de las intenciones de su autora.
Al final de todo, después de la experiencia intelectual que supone la lectura de Fun Home, a uno le queda la sensación de haber concluido un viaje, a veces fatigoso, siempre exigente, a través de los meandros retorcidos y turbulentos de la vida. Una navegación por esas aguas procelosas de la experiencia adolescente que, antes o después, terminan por conducirnos a todos al delta de la madurez. Alison Bechdel, con esa carga de suficiencia intelectual y cierta condescendencia, es sobre todo una timonel sincera y honesta. Una autora que sacrifica el pudor en aras de la verdad y que nos enfanga las retinas con sus revelaciones sexo-existenciales y sus secretos hormonales (por mucho limo que estos hayan acumulado). No nos extraña que, en otros tiempos, travesías similares terminaran en naufragios vitales (que no artísticos); que se lo pregunte el espíritu de algún censor a Wilde... o a Joyce:
Supongo que pasarse toda la vida ocultando la verdad erótica de mí mismo pudo tener un efecto de renuncia acumulativo. La vergüenza sexual es en sí misma una especie de muerte.
Ulises, por supuesto, fue prohibida durante muchos años por gente que encontraba obscena su honestidad.
Imaginamos nosotros, también, el enorme esfuerzo que Fun Home ha debido suponerle a su autora, tanto en el plano artístico como en el personal. La obra se revela como una confesión áspera de secretos propios y ajenos, un exorcismo intelectual de calado amplio, como hemos dicho. Los títulos de los diferentes capítulos dosifican convenientemente la información de la historia, pero juegan además en ese mismo nivel de autodestrucción catártica y posterior reconstrucción artística que sobrevuela la obra; están igualmente salpicados por las dosis de sarcasmo que bañan sus páginas: 1. Viejo padre, viejo artesano, 2. La muerte feliz, 3. Esa vieja catástrofe; 4. A la sombra de las muchachas en flor; 5. El carromato amarillo canario de la muerte; 6. Un marido ideal; 7. El viaje del antihéroe.
El dibujo de Bechdel es de un realismo sencillo pero tremendamente efectivo: un dibujo crudo por momentos, muy "narrativo" y poco dado a exhibiciones virtuosas, aunque convenientemente simbólico y explicativo. En todo caso, la faceta gráfica de la obra no amortigua en absoluto la densidad del conjunto: la elección de un falso bitono (formado por diferentes matices de un gris verdoso aguado) y los constantes juegos tipográficos ayudan, de hecho, a espesar aún más las redes significativas del conjunto. También lo hace la muy cuidada planificación y una puesta en escena que en ocasiones se transforma en todo un ejercicio cartográfico, tanto más complejo cuanto los escenarios en los que transcurre la acción se cargan también con frecuencia de matices simbólicos (la casa familiar, sobre todo, como reflejo de la personalidad paterna).
El contexto enfermizo del hogar (Fun Home) "recreado" como falso escenario de aspiraciones místicas, como arcadia imposible de la armonía familiar, termina convirtiéndose en un espejo deformante: en macabra atracción de feria privada que devuelve la imagen distorsionada de la impotencia materna, la degeneración psicológica del padre, y el escapismo decadente de los hijos. La casa se convierte en un cuadro perfecto de incomunicación familiar, como en esa escena en la que Alison ayuda a su madre a ensayar una obra de teatro de Oscar Wilde y la comicidad de los diálogos del dramaturgo británico se transforma a ojos del lector en una crónica profética del desafecto de sus intérpretes, como si el espíritu victoriano y hermético de tiempos peores cobrara todo su sentido en el "deshogar" de los Bechdel:
- Soy la prometida de Mr. Worthing, mamá.
- Perdona, tú no eres la prometida de nadie. Cuando seas la prometida de alguien, yo, o tu padre, si su salud se lo permite, te lo comunicaremos. Es cosa que debe presentársele a una muchacha como una sorpresa. No es un asunto que pueda permitírsele arreglar por su cuenta.
- Te has saltado una parte. Es "cosa que debe presentársele a una muchacha como una sorpresa, agradable o desagradable, según los casos".
Una sorpresa "agradable o desagradable, según los casos". No necesitamos mucha imaginación para adivinar cuales eran las sorpresas (familiares, sexuales, personales) que estaban por llegarle a la joven Alison, apenas comenzada su pubertad. Las revelaciones hormonales turbulentas alimentadas por la turbulencia intrínseca de eso que hoy llaman hogar desestructurado: ahí están los mimbres para desentrañar los secretos de Fun Home. Ahí y en la aceptación natural de la inteligencia de su autora proyectada a través de la lente de aumento de la sobrecarga de referencias literarias; algo con lo que, como lectores, a veces nos cuesta comulgar y que, en algún caso, se vuelve contra el propio relato y su ritmo narrativo. Pese a todo, Fun Home es una lectura exigente y llena de matices, un ejercicio de esos que huelen a reto, a experimento y a trabajo perdurable. Una obra que, por su valentía, merece buena parte de los halagos (nos tememos que no todos) que ha recibido en los últimos meses.

viernes, noviembre 07, 2008

Mimuik, ilustrando que es gerundio.

Aunque sólo fuera por razones alimenticias, la conexión entre los dibujantes de cómics y el mundo de la ilustración se nos aparece cada vez más nítida. Más aún, después de la consolidación de algunas de nuestras estrellas en el panorama de la prensa generalista de mayor tirada, el trabajo como ilustrador para el artista comicográfico se revela como toda una garantía laboral con efecto de continuidad (comiquera).
Hablamos, por supuesto, desde la certeza de que hay dibujantes de cómics que nunca se han adentrado en el terreno de la ilustración, del mismo modo que existen ilustradores profesionales cuya relación con el mundo de la viñeta es nula. En todo caso, parece claro que el territorio de intersección entre ambos dicursos se ensancha día a día, aún más extensamente de lo que anticipaba Daniele Barbieri en su ya clásico estudio.

Viene a cuento esta reflexión estirada en el post porque en nuestros paseos internáuticos de las últimas semanas, no dejamos de arrivar a puertos tan graciosamente ilustrados como Mimuik, barco, taller, escaparate y agencia de ilustración timoneada por Inés Obregón, una capitana resalada. Además, resulta que en la borda de tan lustrosa nave nos encontramos trabajos de viejos amigos como Pejac, de artistas que han ilustrado nuestra experiencia musical, como Vanesa Zafra, y de ilustres comiqueros recientes "clientes" de este blog (Alberto Vázquez); y con este último, verán, es precisamente con el que se recupera el hilo con el que comenzábamos a tejer este post.
Son bonitas estas travesías entre bits, peces de acuarela, códigos binarios y marineros de carboncillo, ¿no creen? Desde aquí, les deseamos suerte a los amigos de Mimuik y sus marineros valientes.

martes, noviembre 04, 2008

Historias color tierra, de Kim Dong-Hwa. La pubertad de las flores.

Nos ocupamos de un manhwa reciente editado por Planeta: Historias de color tierra. 1. Los pequeños cuentos de mi madre, de Kim Dong-Hwa. Últimamente nos lo pensamos dos veces antes de embarcarnos en una "saga" manga o manhwa, a sabiendas de que la empresa puede conllevar varios miles de páginas y ataduras a largo plazo; en este caso la precaución es estéril, ya que Los pequeños cuentos de mi madre es el primero de una serie de únicamente tres volúmenes.
Historias de color tierra relata las vivencias infantiles de Ihwa, la niña protagonista que vive con su madre, la joven viuda Namwon, en una aldea coreana en la que el tiempo y la vida discurren al ritmo lento de las estaciones. Si además les contamos que Dong-Hwa utiliza el paralelismo simbólico como recurso narrativo, para ilustrar el despertar a la pubertad de la niña mediante metáforas florales y símbolos naturales, más de uno puede llegar a pensar que estamos ante uno de esos trabajos que pecan de cursilería y sobredosis sentimental. Nada más lejos de la realidad. El autor de este manhwa supera los peligros de la retórica sentimental a base de costumbrismo de aldea, lirismo inteligente y buen hacer estético.
Apartándose de muchos mangas y manhwas actuales que, para desarrollar un modelo temático similar recurren a fórmulas y tópicos manidos, Kim Don-Hwa nos remite a un escenario rural que le servirá de contexto para hablarnos de tradiciones agrícolas coreanas, usos religiosos budistas y taoístas o de simples juegos infantiles tradicionales de la Corea profunda. El paisaje cotidiano donde habitan personas corrientes como el pequeño monje Chungmyoung y su venerable maestro, o como la solitaria viuda que trabaja en su taberna mientras espera a algún viajero anónimo que le devuelva la fe en el amor perdido.
En medio de ese paisaje, que adquiere tintes bucólicos a través de la mirada infantil de Ihwa, la niña descubre estupefacta las trasformaciones que día a día sufren su cuerpo y su espíritu. Una eclosión que se revela tan sorprendente como la que viven los persistentes frutos del gingko biloba en otoño, la blanca flor de la calabaza que sólo florece por la noche o la salvaje malvaloca rosa. De este modo, el recurso a la naturaleza funciona en un doble nivel: por un lado establece los límites cronológicos de un relato que, como ya hemos señalado, avanza al ritmo de las estaciones y, por otro, funciona como apoyo simbólico del, en ocasiones, muy explícito y omnipresente componente sexual de Los pequeños cuentos de mi madre.
El sentido poético que envuelve la obra se manifiesta con igual claridad en el componente textual que conforma la obra a través de los diálogos o esa voz en off que recoge los pensamientos alternos de los personajes principales (la madre, la hija, el monje budista, etc), siempre desde un tono profundamente poético (en contraste marcado con los comentarios sexistas y soeces de bastantes de los personajes masculinos que pueblan la obra y sus tabernas). El lector occidental, ajeno a los secretos milenarios del pensamiento y la filosofía orientales, asiste a las reflexiones de los personajes como quien espera descubrir los enigmas de la existencia humana agazapados tras los ideogramas que se dibujan en un viejo proverbio coreano:
La malvaloca...
La azucena...
La cabeza rapada...
El hábito gris...
Los recuerdos bonitos, uno a uno, hay que cortarlos, como las ramitas...
Así, mi pequeño monje Chungmyong...
...Podrá seguir su verdadero camino.
Y de fondo, enmarcando pero presidiéndolo todo, los delicados y preciosistas dibujos de Kim Dong-Hwa, que viajan desde la sencillez esquemática de los rostros de los personajes, a la recreación cuidada de sus ropas, para desembarcar en unos prodigiosos cuadros paisajísticos recreados con esmero de miniaturista. Un ejercicio clarividente de ese recurso que el señor McCloud denominó "masking effect".


¿Algún pero? Alguno. En ocasiones, por ejemplo, tenemos la sensación de que el autor no puede evitar adoptar una óptica masculina en su enfoque de la sensualidad. Desde el respeto absoluto por sus figuras femeninas, Kim Dong-Hwa dibuja algunos pasajes que transpiran inquietudes y deseos masculinos. Quizás la clave la tenga el crítico coreano Hwang Minho en el epílogo a este primer volumen, cuando señala que: "...encontramos, a lo largo de toda la obra, el recuerdo vivo y palpitante de las mujeres coreanas de antaño, de la paciencia con la que soportaron el sufrimiento al que les reducía la sociedad tradicional. Es probable que el autor quiera dirigirse en especial al público masculino para que tengan presente este recuerdo".
Quién nos los iba a decir, pero tenemos el pálpito de que en este caso no nos iba a haber importado que Historias de color tierra tuviera unos cuantos cientos más de páginas.

miércoles, octubre 29, 2008

Eventos.

Por cierto, páginas originales de Stratos había en ¡Viaje con nosotros!, la fantástica exposición de originales que ha estado en La Casa Encendida entre el 24 de septiembre y el 26 de octubre. Se pueden imaginar que, para alguién que juega ocasionalmente a coleccionista, estar rodeado de planchas originales de algunos de los cómics y autores más importantes de las últimas décadas, puede llegar a producir sofocos.
Así, como una pulga en un matadero, anduvimos semi-descabezados de un expositor a otro: ahora un Alter Rollo de Mauro Entrialgo, más allá páginas originales del mítico Peter Punk, acullá las increíbles láminas expresionistas de Keko, el modernismo surreal de Micharmunt, testimonios impagables de la evolución alucinante desde el underground al testimonio de Gallardo y, como colofón, nada menos que páginas de Trazo de Tiza. Para volverse mico, que decía alguno. Además, nos hicimos con el catálogo de la exposición (editado a medias entre la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior y Ediciones Sins Entido) que junto a brillantes artículos y retrospectivas sobre los autores participantes, nos regala algunas historietas inéditas de los mismos (clausurada la exposición, lo hemos visto en el espacio Sins Entido encuadernado y coleando). Se lo desglosan los chicos de Entrecómics ¡Hagan juego señores!
Como el cuerpo nos pedía más, después de los cómics nos lanzamos al cartelismo. Sumaba el factor emocional: la Casa de Asia organiza un viaje por el sudeste asiático y su historia a través de una exposición de cartelismo y propaganda vietnamita (The rebirth of a nation: gráfica de propaganda en Vietnam desde los años 60 hasta finales del siglo XX). Como la cosa nos pilla cerca y con el olor del pho aún en las pituitarias, no podemos sino recomendar la visita fervientemente. Un valor añadido: la visita a la Casa de Asia en el centro de la capital de España, entre tumultos de turistas, coches pegados a un claxon y mercadeos permanentes, se nos antoja verdaderamente asiática (por no decir taoísta): un palacio en medio de la Carretera de San Jerónimo, convertido en un templo silencioso, apacible y atmosféricamente sombrío. Paz barroca con olor a gingko biloba.
La exposición en sí participa de ese tono místico que rodea al arte asiático: coloridos dibujos planos con cierto aire lírico que, sorprendentemente, casa muy bien con la agresividad de unos mensajes de agitación social ciertamente trasnochados. De ahi su encanto. ¿Se les ocurren proclamas más surrealistas y divertidas que "A producir más lenteja acuática para tener más abono orgánico" o gritos más apocalípticamente desfigurados que "Os veréis en añicos enseguida"? No nos lo inventamos, real como la Conchinchina misma. Tienen hasta el 11 de enero del año que viene.
Para acabar y cambiar de tercio, un evento venidero para mañana mismo. Nos anuncia el ilustrador Carlos Díaz que "Alberto Santos estará el viernes 31 de Octubre en C10 Formación Creativa (su academia de cómic en Madrid) de 19:00 a 21:00 horas dando una conferencia sobre el mundo editorial en España. Nos contará sus experiencias como editor, hará un análisis del mercado, y sobre todo, de cara a los alumnos de la escuela e invitados, enseñará las formas y caminos que deben recorrer los futuros artistas para llegar a los editores." Los intestinos de la industria y todos sus órganos secretos a su disposición.
Surtiditos estos días.

domingo, octubre 26, 2008

Los tesoros del baúl (II): Miguelanxo.

Nos gusta Miguelanxo Prado, nos parece un autor importante dentro del cómic español. La mansión de los Pampín nos decepcionó, su trasfondo crítico nos pareció loable pero demasiado obvio y sus planteamientos argumentales algo tópicos. Pese a todo, no nos parece una obra desdeñable, aunque no alcanzara la altura artística de otros trabajos de Prado. Sus Crónicas incongruentes y Quotidianías delirantes nos divierten, nos enganchan y sorprenden con su derroche de imaginación, y Trazo de tiza (por citar sólo tres ejemplos de su producción) es una de las obras cumbre del cómic español. Nuestra Invención de Morel particular en clave viñetera.
Pese a sus diversas reediciones, ni habíamos leído, ni conocíamos Stratos, la colección de historias cortas de ciencia-ficción que aparecieron en Zona 84 entre 1984 y 1985. Lo que menos podíamos esperar cuando llegamos a nuestra isla del tesoro coruñesa es que allí, con sólo tres euritos en la saca, desenterraríamos aquella primera edición compilada de las mismas que publicó Toutain Editor al año siguiente.
Abrimos y leemos Stratos. Nos sorprende el dibujo barroco y lleno de contrastes de Prado, más parecido a las escenas góticas de Bernie Wrightson que a su línea gráfica habitual. Nos parece recordar alguno de los episodios, quizás lo leímos en algún viejo Zona (cuando la delectación pura y dura no se dejaba tentar por el análisis). Mucho rayado, abundantes sombras, atmósferas espesas cargadas de detalle al servicio del dibujo (creación) de una civilización futurista que nos recuerda a las humedas ciudades oscuras y parasitarias de Blade Runner.
Según avanzamos capítulos, nos asaltan nuevas comparaciones y similitudes. Stratos se nos asemeja a otra de las obras de ciencia-ficción distópica que más nos impresionaron la primera vez que se cruzaron en nuestro camino: S.O.S Felicidad (1988) del mago de la vuelta de tuerca, Van Hamme, y su compañero tallista Griffo, al cincel. En esta obra, que en todo caso es posterior a Stratos, se describía un futuro poco halagüeño, controlado por las multinacionales y grandes corporaciones tendentes a anular los derechos sociales del individuo, en pos de un beneficio desbordado y el dominio absoluto de una población manipulada. Una distopía con todas las de la ley. El guión de Van Hamme, como siempre, es frenético, adictivo, ágil, pero tramposo, sobre todo en su parte final, donde alguna de las mil puertas engrasadas se cierra en falso debido a alguno de los giros de tuerca anteriores. Ingeniería fina ejecutada por los asperos obreros y banqueros que dibuja Griffo, como el que está tallando esculturas en marmol.
Recuperamos el hilo: "Stratos supone algo muy serio: una reflexión poética sobre la degeneración del sistema capitalista, sobre los diversos absurdos a que conduce la acumulación" (se dice en la contracubierta). Cierto, en Stratos se juega con conceptos (miedos, guiños) propios de la economía de mercado, como los de lcontrol, la burocracia, el capital, el proletariado, la anarquía o la expropiación, para desarrollar una serie de capítulos aparentemente aislados sobre los vicios y degeneraciones radicales del capitalismo. Sólo a medida pasamos las páginas, nos percatamos de que los eslabones episódicos terminan conformando una única cadena narrativa (engarzada a base de personajes y situaciones comunes, que desaparecen y vuelven a aparecer), con dos extremos que terminan repeliéndose violentamente.
También es cierto, que la obra de Miguelanxo Prado destila un jugo poético que no aparecía en S.O.S Felicidad, quizás porque también juega mucho más con la ironía y el humor que aquella. En el fondo, ya se sabe, el humor y la poesía tienen mucho que ver, que se lo pregunten a nuestro llorado Ángel González; otro que también hablaba de incomunicaciones, soledades y sociedades alienantes.
Por lo demás, verán que no les hemos mentido: en Stratos como en S.O.S Felicidad aparece de nuevo ese "futuro poco halagüeño, controlado por las multinacionales y grandes corporaciones tendentes a anular los derechos sociales del individuo, en pos de un beneficio desbordado y el dominio absoluto de una población manipulada"... ehhhh, pero esto lo he visto yo en algún lado hace poco.

martes, octubre 21, 2008

Los tesoros del baúl (I): Steranko.

Regresamos tardíamente del fin de semana con el baúl cargado de cómics. Casi literalmente. Hace unos días nos fuimos de viaje a esa ciudad elegante y marítima que es A Coruña. Allí, además de la fórmula mágica para a ese néctar líquido que le exprimen al café, saben mucho de tebeos. Además, tienen la suerte de contar con islas llenas de tesoros comiqueros y baúles de recuerdos preciados: como los que se encuentran en la Ronda de Outeiro. Doblones, ducados y joyitas como el descatalogadísimo Atmósfera Cero de Jim Steranko para Metal Hurlant (entre otras pequeñas maravillas) a precio de saldo.

Releemos Atmósfera Cero y nos damos cuenta de lo mal que lo habíamos leído hace tiempo. Nos enteramos además del pasado filibustero del amigo Jim, descubrimos alguna que otra curiosidad sobre él y leemos sobre su entrada vocacional en el mundillo artístico. Hecho, este último, que no nos sorprende a tenor del prodigioso despliegue visual que ofrece este episodio adaptativo (de la película del mismo nombre) lleno de lunas, intrigas detectivescas y mineros espaciales clembuterolizados.

Steranko ya estaba asentado en el stardom de los experimentadores gráficos cuando publica Atmósfera Cero (Outland) en 1981: raccords imposibles de espacio-acción, composiciones de página en las que perspectivas, ángulos y puntos de vista multiplican el significado narrativo del conjunto, secuenciaciones innovadoras e imaginativas, splash-panels colosales etc. Pocas veces una película encontró un trasvase visual tan brillante a otro vehículo discursivo.

Lamentablemente, la narración cojea por la pata del componente textual. Su autor abusa hasta la extenuación del material escrito, en forma de bocadillos recargados y cajetillas de texto infinitas. En realidad, este "defecto" tiene que ver a su vez con la dificultad que conlleva adaptar una obra fílmica (109 minutos), tan compleja argumentalmente, en poco más de 40 páginas. El sumario se apodera de la narración. Steranko intenta contarnos demasiadas cosas en cada viñeta, en cada página, y el resultado es una acumulación de acciones y acontecimientos que no se explican con la pausa y el detalle necesarios. Curiosamente, quizás sea en el defecto donde se encuentra la virtud: el ejercicio de síntesis le obliga a Steranko a "inventar" soluciones gráficas llenas de osadía. Un ejercicio en el que el americano había demostrado encontrarse como pez en el agua en obras anteriores como su Nick Furia de los años 60 y 70.


Y, como me consta que algunos de ustedes me miran mal por contarles milongas sobre cómics underground de acceso imposible y tebeítos independientes escritos en jergas bárbaras, les vamos a "regalar" una versión online de Atmósfera Cero (que ya nos habían descubierto nuestros amigos de Entrecómics). Seguimos con más tesoritos en breve.

jueves, octubre 16, 2008

Telegrama. Vázquez. Evocación.

Haciendo fuerza desde el estómago, vamos a intentar detener la verborrea para quedarnos mirando. En silencio, dejándonos llevar por las bellas promesas de esta nueva edición de Alter Ego. Feliz fin de semana.

martes, octubre 14, 2008

Mindyaturas.

Un juego de palabras tontorrón para comentar brevemente dos obras breves de la independencia que han caído en nuestras manos recientemente: Me seguirás queriendo si mojo la cama, de Liz Prince, y Teen Power! de Joe Sayers.
Venimos señalando en los últimos tiempos lo mucho que nos ilusiona que las recién nacidas editoriales de nuestro país apuesten por ediciones y reediciones de jóvenes autores situados en la órbita de la independencia, tanto de dentro como de fuera de nuestras fronteras. En esa línea, junto a casas como Rossell Comics o Viaje a Bizancio Ediciones, se sitúa en lugar destacado Apa-Apa Cómics, de Barcelona, que prácticamente dedica su catálogo completo a jóvenes autores norteamericanos procedentes del mini-cómic y la autoedición. Su nómina hasta el momento es harto reveladora e inmaculada: Dash Shaw, James Kochalka o Liz Prince. A la espera de que otros como John Porcellino se unan al grupo, detengámonos en el tebeíto de esta última.
La intención primera de Me seguirás queriendo si mojo la cama no se le escapa a casi nadie: hacer reír a partir de la anécdota cotidiana transformada en sketch; un slice of life con sonrisa cómplice al otro lado. Ni el más escéptico de los lectores clinteaswoodianos de mueca congelada y gesto impertérrito será capaz de amortiguar un rictus labial similar a una sonrisa en alguna de las páginas de Liz Prince. Nadie puede resistirse en un momento u otro a la ingenuidad amable de sus personajes, ni a esas procacidades íntimo-sexuales suyas, que suenan a pecadillo golfo de enamorado. Todo muy naïf y cómplice, demasiado quizás.
Se abre el tebeíto (hablamos de su tamaño más que del número de páginas -74) con una introducción en viñetas de Jeffrey Brown. Confiesa el americano su envidia ante la naturalidad del estilo Prince, "como lo que yo intento hacer, sólo que más bonito y más gracioso y sin todos esos rollos de la autocompasión y..." Quizás no le falte razón, puede que Me seguirás queriendo si mojo la cama sea más gracioso que Torpe, AEIOU o Inverosímil (o como perdí mi virginidad); puede que sea más bonito en términos gráficos (una caricatura más redondeada e infantil), aunque no entendamos la insistencia de Prince en mantener esas molestas líneas de boceto en los rostros. Pero también es cierto que Me seguirás queriendo... no alcanza casi nunca la profundidad reflexiva de las obras de Brown, ni su capacidad para el análisis psicológico. Como ya hemos señalado, Liz Prince dirige su atención hacia la anécdota ocasional, hacia los afectos compartidos y la complicidad de un lector al que se le supone víctima, en algún momento de su vida, del empalague pasional primigenio, de la atracción embobada. Quizás por eso mismo, en algunos tramos, Me seguirás queriendo... nos resulta un tanto relamido y su humor demasiado inclinado a las sonrisas de amorío adolescente.
Pese a ello, lo cierto es que tras las aparentemente modestas pretensiones de su autora hay unos méritos evidentes: el cómic consigue captar el humor (socarrón y cómplice) que se esconde detrás de toda relación íntima y lo hace desde la sinceridad en la relación de afectos y una agradecible desnudez impúdica en las confesiones íntimas (por algo obtuvo el Premio Ignatz a autora revelación). Si necesitan pruebas, pásense por las tiras online de su autora; que también les dejamos en nuestros links de la derecha.
Joe Sayers es mucho menos sutil en sus pretensiones y propuestas. Teen Power! es, directamente, un cuadernillo-guía-catálogo de gamberradas irreverentes y chistes de brocha gorda (algunos) al servicio de lectores desprejuiciados. Les invitamos, de nuevo, a pasearse por su web y esa tira online que es thingpart, a mitad de camino entre el chiste de jaimito y la provocación underground.
Lo cierto es que, si bien algunas incursiones humorísticas de Sayers parecen pensadas para habitantes de otra cultura, edad, raza, planeta o condición mental, otros tantos de sus chistes se revelan hilarantemente universales. Nos reímos con sus tiras de crueles e irresponsables adolescentes "desvergonsexualizados" (tan parecidos a los que habitan las últimas filas de nuestros autobuses interurbanos), nos sorprende y divierte su ojo clínico para captar el papel comparsa de algunos padres y profesores actuales y nos mondamos con el guiño inteligente de sus superhéroes de lo absurdo. Así, sin más pretensiones que la sonrisa y con el desparpajo de unas tiras y viñetas realizadas a toda prisa, en menos de lo que dura un eructo, que diría Sayers... Upps, ¿ven lo que pasa por leer estas cosas?

martes, octubre 07, 2008

Cositas vikingas.

Disculpen la tardanza. Regresamos de un viaje de trabajo con síntomas leves y pronóstico reservado, de tierras vikingas, la misma Suecia de toda la vida. Por los aconteceres propios del periplo, poco hemos indagado en el tema de las viñetas escandinavas, aunque nos consta que haber un mercado haylo (¿cómo se llamaba ese pato que estaba por todos los lados...?). Eso sí, adaptado a los requerimientos lingüísticos de la población lectora y, por tanto, impenetrable para todos aquellos que desconocemos el idioma de las suecas (y suecos). Por eso, aunque en países tan civilizados y políglotas como los del norte de Europa el inglés campe a sus anchas, lo cierto es que nos quedamos con las ganas de echarnos al buche algún que otro tebeíto con aires de independencia artística que vimos en las dos o tres librerías que tuvimos tiempo de visitar.
Curiosamente, nos venimos al terruño con dos curiosidades suecas que no son de Suecia. La primera, un volumen de la comentada recopilación de relatos titulada The Book of Other People (Penguin). Una colección de narraciones breves editada por Zadie Smith, uno de los nombres clave de la última narrativa norteamericana, cosmopolita, mestiza y sin miedo de desenterrar los cadáveres de su pasado reciente; la autora de Dientes blancos.
En The Book of Other People aparecen algunos de los escritores que más suenan y habrán de sonar de la narrativa anglosajona actual. Encontramos a Jonathan Lethem, a Nick Hornby a la propia Zadie Smith. A todos se les invitó a crear un relato alrededor de un personaje y titularlo con el nombre de éste: "The instruction was simple: make somebody up. Each story was to be named after its character". Así, Colm Tóibin tituló el suyo Donald Webster, A. L. Kennedy modeló a Frank, Daniel Clowes dio vida al bloguero crítico de cine Justin M. Damiano, Chris Ware se inventó los trece primeros años de vida de Jordan Wellington Litt y Posy Simmonds dibujó a J. Johnson a través de la pluma de Hornby.
¿Cómo? ¿Autores de cómic en una antología de jóvenes literatos norteamericanos? Al principio choca, pasas la página de un libro y en vez de texto te topas con una colección de viñetas. Luego, lees el relato de Ware y te das cuenta de que, efectivamente, este tipo es mejor narrador que la gran mayoría de los novelistas actuales. No es por darnos aire, pero ustedes y yo ya lo sabíamos. Es gratificante observar que poco a poco el resto del planeta también va percatándose de ello. Tres hurras por el Clowes (que además se dibuja la portada del asunto), el Ware y la Simmonds, por hacernos parecer cada vez un poco menos friquis (y menos, y menos).
La segunda sorpresa lo es aún más. Nos acercamos, con aire clandestino, a una de esas tiendas suecas especializadas que venden alcohol a comprar unas botellas de vino como respuesta galante a una invitación de cena grupal y nos topamos, así sin anestesia ni nada, con esto:
¿Qué les parece? La explicación de la etiqueta es aún más jugosa:
In life, one day is followed by the next just as one frame follows another in a comic strip. It's never too late to slow down, relax and enjoy the good fruits of human civilization. Please enjoy this delicious crisp white wine well chilled. Comic Strip is brought to you by Enjoy Wine & spirits.
Es decir, que se trata de una "edición limitada" para esa cadena de distribución sueca (un país donde conseguir una cerveza fuera de hora o lugar puede resultar complicado). Lo mejor de todo es lo que sigue a continuación: "Comic Strip Verdejo sauvignon Blanc 2007. Vino de la Tierra de Castilla y León (Bodegas Antaño S. A., Valladolid". Pues eso, un hurra más por los señores de Antaño y que viva Suecia.

miércoles, octubre 01, 2008

Regalo de boda: una peli de Spiderman

Después de su brillante y exitoso Take Fountain (2005), The Wedding Present vuelven al mercado dispuestos a seguir construyéndose un nuevo presente. Se preguntarán ustedes que qué hacemos en esta casa hablando de algo que no se pueda ver con los ojos (¡cómo si la música no se pudiera visualizar tantas veces!), que para eso están otros que mejor lo escuchan y cuentan, pensarán. No se me aceleren que, aún con pinzas de atar cabos, le vamos a sacar un sentido comiquero al asunto.
Resulta que en su nueva entrega, titulada El Rey (en trasparente homenaje a el rey), David Gedge y compañía incluyen un tema titulado Spider-man on Holywood:
 
Spider-Man On Hollywood
I thought I saw a superhero but it was just Spider-Man on Hollywood
I thought I saw a supermodel but she had hair where I don’t think she should
Yes, things can be a parody of what they first appear to be
I thought I saw a flying saucer last night but of course it was just an aeroplane
I thought I saw Winona Ryder but my eyes were playing tricks again
Some things look wonderful but then they’re different when you look again
And that’s what’s so funny, honey
You’ve looked like my girl for so long that I thought you would always be beside me
But I’d be the first to admit I was wrong
I thought I saw a shooting star but it was just another satellite
I thought I knew exactly who you are but I didn’t even get that right
And now that you’re about to leave I’m feeling quite naive
And that’s what’s so funny, honey
You’ve looked like my girl for so long that I thought you would always be beside me
But I’d be the first to admit I was wrong
And that’s what’s so funny, honey
You’ve looked like my girl for so long that I thought you would always be beside me
But I’d be the first to admit (I know when I should quit!) I am wrong

Les hemos avisado y no es traición, la cosa está cogida por los pelos, pero cuando escuchábamos/leíamos eso de "pensé que había visto un superhéroe, pero sólo era Spider-Man en Hollywood", que quieren que les digamos, no hemos podido evitar sonreír al acordarnos de la DC, la Marvel y del "futuro" de sus tebeos superheroicos.
Aparte de eso, a nosotros el que más nos gusta es ese temazo que se llama Santa Ana Winds.

miércoles, septiembre 24, 2008

Las vueltas del López Cruces

Vaya, con lo parco en entradas que somos, creo que pocas veces habíamos posteado tanto en tan pocas horas, pero una vez más la ocasión lo merece. Recibimos un mail con nocturnidad y alegría de parte de nuestro buen amigo don Joaquín López Cruces. Estábamos sobre aviso y a la espera, y parece que al fin nació la criatura.
Edicions de Ponent publica por fin el esperado libro de viajes del López Cruces. A los que visitamos de vez en cuando su tierra y con mayor frecuencia su blog, no nos sorprende su faceta viajera, porque sabemos que Joaquín es uno de esos viejos viajeros que se trasforman en joven romántico con paisaje al fondo en cuanto cruzan un río, mar o cordillera. Eso es, precisamente, Por el camino yo me entretengo (cuaderno de viajes de Joaquín López Cruces), un compendio gráfico de los bocetos, dibujos, cuadros e ilustraciones con que los que el artista retrató sus muchas y exóticas andanzas por el globo. Una serie de dibujos llenos de ideas, anotaciones y pensamientos de los que, al modo de curiosos viajeros de asiento, se nos hace invitados privilegiados y partícipes indirectos.
Por eso (y aunque en la lista de fotos falte Vietnam), sobre todo nos alegra saber que el López Cruces vuelve a estar en boga, a classic is back. Seguro que esta vez no tardamos tanto en volver a encontrárnoslo en pastas duras y volumen lustroso. Abróchense los cinturones y disfruten del viaje, amigos:

Convocatoria concursil.

Excepcionalmente, vamos a hacer de tablón de anuncios para airear una nueva edición del concurso de Cómic e Ilustración Expocómic, este año organizado al alimón por La Asociación de Amigos del Cómic, la Academia de Formación Creativa C-10 y la Editorial Dolmen. Ya corre la noticia como la pólvora por la red bitacórica, así que ya sabe usted, amigo talentoso, si no quiere ser el último, póngase ya lápices a la obra.
Carlos Díez nos envía amáblemente las bases del concurso, para que ustedes las lean bien.

martes, septiembre 23, 2008

Vírgenes, fantasmas y biotopos. Tres en uno, uno entre los tres.

Casi de golpe caen en nuestras manos tres cómics bastante diferentes pero también con bastantes elementos en común. Nos los leemos de una tacada, se trata de Fantasmas blancos (Planeta) de Appollo y Li-An, La virgen del burdel (Planeta), de Hubert y Kerascoët y Biotopo (Dibbuks), de Appollo y Brüno. Como ven, los tres comparten autoría doble y origen francófono. Además, todos ellos pueden presumir de edición cuidada, con pastas duras incluidas en el caso de Fantasmas blancos y La virgen del burdel (como acostumbran en los últimos tiempos y bien pueden permitirse los señores de Planeta DeAgostini).
En términos puramente narrativos, encontramos también diversos paralelismos a tres bandas: estamos, en primer lugar, ante un conjunto de historias de aventuras sitas en paisajes y contextos exóticos con un atractivo aire de extravagancia "extra-genérica". Fantasmas blancos nos arranca del París de principios del S.XX para conducirnos por los caminos polvorientos de la aventura colonial, las junglas antillanas y las desventuras protagonizadas por piratas crepusculares y sus también viejos fantasmas. Un espacio y un tiempo tan fructíferos como la vegetación que puebla sus páginas, estamos en el periodo de los ingenios voladores, la reformulación del concepto de imperio y el principio del fin de algunas segregaciones asquerosamente pertinaces en la historia de las civilizaciones.
La virgen del burdel juguetea con el género, el policíaco, en este caso. Misterios alrededor de un burdel, mujeres terriblemente asesinadas y despedazadas, morbidez a la luz de las farolas del París bohemio de los años 30. Ahí es nada. ¿Les suena? Claro, Jack el carnicero en versión parisienne. Pero, de nuevo, la historia desborda los límites que impone la marca genérica. La virgen del burdel es una historia de personaje(s), su protagonista femenina, y es un cómic osado por cuanto concede a la sexualidad un papel protagonista. El escenario fundamental de la acción es un burdel, desde luego, pero la historia no se deja encerrar en las manidas escenas cuasi-costumbristas de postal putanesca. La virgen del burdel intenta jugar con la sexualidad oscura, con el vicio perverso, con la enagua manchada de sangre y las dominatrices y el azote violento. Que no les engañe la apariencia esbozada ni la caricatura estilizada.
Por último, Biotopo huele a historia de ciencia-ficción. Hay un planeta lejano, semi-utópico (sólo semi), incluye una colonia de científicos terrestres y deja entrever presencias y misterios impenetrables entre la vegetación perenne que cubre, habita, la superficie de Biotopo. Un espacio ideal para embarrar el asunto aún un poco más con una secuencia de asesinatos sin asesino y la llegada desde la tierra de tres extraños detectives que habrán de resolver el entuerto olvidando sus deudas pendientes. No obstante, detrás de esta fachada fantasioso-sideral, Biotopo juega a ser una fábula moral y una lanzadera de dudas universales acerca de la naturaleza humana, de nuestra incapacidad para mantenernos alejados del conflicto violento o de la existencia irrefutable en nuestro árbol genético de ese eterno cromosoma parasitario que nos alimenta y destruye al mismo tiempo.
Por si fuera poco, las tres obras comparten otro factor de relevancia narrativa: todas ellas están pobladas en sus roles principales por personajes atípicos, con un fuerte atractivo ficcional. En Fantasmas blancos descubrimos François, el joven mulato burgués descendiente de esclavos que regresa a su lugar de nacimiento como el que va a visitar una tumba habitada por fantasmas; Blanca es la joven virgen transformada en meretriz por las razones mayores del luto, la soledad y la venganza; en Biotopo el Comisario negro Toussaint desafiará con su aspecto falsamente torpón y su facha regordeta, canija y ceñuda a cualquier Colombo que los futuros creadores comicográficos se atrevan a inventar; a nosotros, además, nos recordaba continuamente a aquel mítico detective Gaff creado por obra y gracia del Teniente Castillo (alias Edward James Olmos) para Blade Runner.
Evidentemente, las obras no comparten en absoluto su impronta visual: Fantasmas blancos presenta un dibujo a medio camino entre el realismo y la caricatura estilizada; un estilo que se reconoce dentro de la línea clara franco-belga, pero que igualmente muestra parentescos entre la ilustración de hace cien años, gracias a la sutilidad de su fina línea y un cierto uso simbólico del color. La virgen del burdel se asemeja a Sfar por los cuatro costados, aunque los dibujos de Kerascoët se decanten por acabados más perfectos y una mayor precisión anatómica. En Biotopo, Brüno busca los colores planos, las formas troqueladas y cierta iconicidad gestual para componer una línea clara diáfana y muy caricaturesca, por momentos muy parecida a la Trondheim; aunque con una personalidad artística que augura grandes momentos lectores futuros.
No obstante, si en algo no se parecen estos tres cómics es quizás en lo esencial: en la consecución feliz de sus objetivos narrativos. Ya hemos glosado aquí conjuntamente algunas de sus virtudes pero, sin duda, de las tres sea Biotopo la que más halagos merezca, aunque tan sólo fuera porque es la única de esta terna que responde a las expectativas planteadas por su trama y la que mejor sabe resolver los caminos y los itinerarios diegéticos que va abriendo. Al funcionar como fábula distópica con trasfondo "ecofilosófico", Biotopo consigue contagiar al lector casi todas las dudas existenciales que esboza de una forma franca y sincera, dejando abiertas en el aire diferentes cuestiones cuya resolución se antoja innecesaria su resolución final. No ocurre así en los otros dos trabajos. Fantasmas blancos, por ejemplo, se desmadeja desde su origen por la falta de un catalizador claro: el lector casi nunca llega a comprender cuál es la razón primera de la aventura y a lo largo de su desarrollo nos asalta en varios momentos la sospecha que se esconde tras los actos motivados por la "excusa del exotismo" y la peripecia fortuita. La virgen del burdel sufre del mal opuesto: su resolución final no satisface las expectativas tejidas a lo largo de la historia. Error capital cuando de lo que se habla es de una trama de serie negra (aunque no tanto, el interesante casting de personajes compensa la lectura). El giro feliz que revela el misterio se revela insustancial y poco convincente, sobre todo cuando a lo largo de la historia nos habíamos estado meciendo entre dos pecados adictivos como pueden llegar a ser el voyeurismo y la inquietud morbosa.
Pese a todo, hay que ver lo bien que le sienta a uno una ración de "aventurismo" colonio-burdelesco-futurista de vez en cuando...

jueves, septiembre 18, 2008

Comelade y la música de las viñetas.

En el mismo número del Rockdelux que citaba recientemente nuestro amigo el Señor Punch (por razones de vanguardia musical) aparece una interesante entrevista a Pascal Comelade, ese trovador franco-catalán que se dedica a tejer pequeñas melodías minimalistas de juguete. Un tipo peculiar el Comelade, que lo mismo edifica una banda sonora, que se lanza a versionar himnos republicanos o a recuperar el pop-folk-rock sideral catalán de los 70 (Sisa, Riba...).
A lo que íbamos, pues resulta que en la entrevista de marras, don Pascal dice cosas como éstas:
Siempre escuché rock'n'roll clásico, fundamentalista, pero mi música no tiene nada que ver. La manera de grabarla, sí; pero el contenido, no. Quizás en el escenario hay algo de rock'n'roll, pero no en el estudio. Es música clásica occidental de finales del siglo XX. La música clásica actual es el rock'n'roll, la canción italiana, la nova cançó... El rock'n'roll es el acto cultural más importante del siglo XX, junto con el cómic. Son monstruos. Eso es más potente e interesante que internet, que es una mierda. En un par de años internet se habrá acabado (carcajada).
No tienen pérdida sus palabras, aunque reconocemos que lo que más nos sorprendió de su comentario (su sarcasmo acerca de internet, por lo que nos toca, aparte) fue la alta estima en que tiene al cómic y su posible filiación con el séptimo arte. Unas líneas más adelante, Jordi Bianciotto (artífice de la entrevista) nos desvela al menos una parte del misterio:
Comelade nunca ha sido un artista de disco cada dos años y tendencia al retiro vegetativo. Sus proyectos suelen amontonarse y él los va resolviendo con tranquilidad. Ahí tenemos el disco libro con cómic de Max, "Lo piano vermell", que verá la luz este otoño. El audio corresponde a conciertos grabados a finales de 2006. "Grabé veinticinco conciertos en Cataluña y me pasé todo 2007 escuchando el material y comparando versiones". El cómic, por su parte, reflejará la historia de la Bel Canto Orquestra.
Dos cerebros pensantes unidos en tan extraño proyecto no pueden sino salir airosos del trance. Contaremos los días hasta que aparezca Lo piano vermell.
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Descubrimos que Pepo se nos ha adelantado varias cabezas.

lunes, septiembre 15, 2008

Vinculos de urgencia.

Bueno, después de tanto post reseñero, nos parecía que debíamos ponernos a ordenar la casa y a actualizar algunos de los links de nuestra "side bar" con unas cuantas direcciones que, si bien distan mucho de ser primicia, se nos antojan indispensables y sumamente recomendables.
De buenas a primeras, uno se despierta un día con el alma bloguera, se pone a esto de postear, añade vínculos de las páginas que suele leer, que le interesan y que disfruta y... se olvida de revisarlas y completar ausencias. Sucias excusas para intentar explicar por qué la web de Tebeosfera nunca pasó de nuestros favoritos computerizados a los links bitacóricos. Lleva un tiempo sin hablarse de otra cosa en los foros comiqueros: Manuel Barrero, que había estado dos años desaparecido de las pantallas, regresa con una página de información comicográfica aún más completa, analítica y rigurosa que antes, si tal cosa es posible: actualidad, obras, autores, eventos... la nueva Tebeosfera no se deja casi nada en el tintero; alguno llegará a pensar con razón aquello de que si haces cómics y no estás en Tebeosfera seguramente es que no existes.


Muy comentada también la última aventura bloguera de Frederick Peeters, al que una vez (en un estudio serio y trascendente) llamamos equivocadamente Franz Peeters, celebrado medallista olímpico belga que obtuvo el bronce en la modalidad de tiro al plato en 1988. Viene la historieta del equívoco a cuento porque el amigo Peeters se ha embarcado hace poco en una aventura bloguero-mitomaniaca zombificadora de celebridades. Tipos y tipas mucho más famosos que nuestro olímpico tirador, recreados con sangrienta mala uva, mucho salero y ese talento desbordado al que Peeters nos está últimamente malacostumbrando. Él y sus zombies van de cabeza (sin cabeza más bien) a nuestra barra de favoritos. Tremendo.


Acabamos con otro estreno relativo, también por parte de uno de nuestros jóvenes autores favoritos en tiempos recientes, pero que en este caso además resulta ser amigo y compañero de fiestas: hablamos de Gaspar Naranjo que, a rebufo de la buena acogida que está teniendo De cómo te amé..., se ha decidido a hacernos participes de sus alegres aventuras cotidianas e incursiones profesionales, allá por sus tierras vinícolas y otros puestos vacacionales. Como es norma en la casa, en Busco besos y sólo encuentro cubitos don Gaspar nos invita a la sonrisa con sus personajillos esquemáticos pero llenos de vida y, como no podía ser menos en un tipo tan dado a los vicios mundanos, tampoco han de faltar en su blog todo tipo de perversiones sexuales y confesiones impúdicas esparcidas en servilletas de papel, hojas de libreta y etiquetas de botellas de vino. Surtidito.

lunes, septiembre 08, 2008

Super Spy, de Matt Kindt. Códigos y viñetas.

Paseando por una de esas calles madrileñas de Dios, estrechas y silenciosas, que parecen de las de antes, terminamos por dar con una de esas librerías llenas de imágenes y letras, rica en libros foráneos, decorada con las obras de sus autores, consciente de la responsabilidad que conlleva albergar tantos libros, tantos cómics; una librería moderna que parece un librero viejo. Nadie nos seguía, entramos.
Después de deambular, abrir y hojear, después de atender e intentar entender que pesadillas habitan en Sequeiros, nos topamos con el Super Spy, de Matt Kindt y decidimos inmediatamente que era el libro que íbamos a comprar ese día. Generoso (más de 300 páginas) y bello desde sus cubiertas, Super Spy parece un trabajo de otra época. No por casualidad. Los dibujos de su portada y contraportada, las figuras flexionadas de un hombre y una mujer, muestran el trazo de la ilustración antigua, la de aquellos personajes sofisticados que poblaban las revistas norteamericanas de los Años de Entreguerras, las y los elegantes urbanitas del New Yorker con sus chalecos superpuestos y faldas plisadas o los trajes de tweed con zapatos de charol. Dibujado todo ello con un trazo fino, estilizado, con colores aguados. El estilo se repite en el interior, en unas hojas de color sepia que recuerdan al papel de periódico gastado por la luz: la enorme galería de personajes que se deslizan por las heterogéneas páginas de Super Spy, se dibujan casi siempre en el mismo juego bitonal apagado, ahora en ocre y negro sobre el sepia, en azul claro y negro, en gris azulado y negro; sólo algunos capítulos abandonan esa pátina de antigüedad buscada para añadir nuevas capas cromáticas. Irresistible.
Reconocemos sin pudor que, hecha la compra, llegados al sofá de lectura, nos dio pereza comenzar el espionaje. Quizás por la sofisticación narrativa de la propuesta o por la pereza que provoca la exigencia artística, el hecho es que abandonamos momentáneamente la lectura de Super Spy, desoyendo sus menciones varias (entre ellas un premio Harvey para su autor) y las muchas voces laudatorias que la recomiendan en contraportada. Nos interesó e instruyó, pero tampoco nos dio el empujón final la reseña de Pons de hace unos meses. Finalmente, la canícula veraniega nos ha atraído hacia los tonos sepias de Kindt, como una invitación a los sofocos del segundo conflicto mundial, el que recrean las páginas de Super Spy, en clave de espionaje.
Se comienza a leer este cómic y a uno le da la sensación de estar viendo una película en blanco y negro de Michael Curtiz o John Huston. Aparecen y desaparecen espías, hombres y mujeres, que se engañan, se desafían y se matan durante los preludios, interludios y postludios de la Segunda Guerra Mundial. Alemanes, ingleses y franceses se envían comparten códigos secretos y mensajes cifrados de los que depende la marcha de un conflicto que habría de alterar la faz del mundo conocido. Los espías mueven fichas en la trastienda del campo de batalla, como si la realidad de la muerte dependiera de una partida de damas, jugada con guantes y gafas de sol, en un ejercicio mucho más digno que el de las trincheras. De fondo, la misma realidad, la de las pistolas y los cuchillos asesinos que hacen pagar a cada jugador la pérdida de una partida.
Matt Kindt recrea, con buenas dosis de ironía y mucho ingenio, diferentes instantes de esta partida monstruosa entre las grandes potencias combatientes a través del rostro visible (o invisible) de sus oficinas de espionaje y contraespionaje. Organiza el conjunto en pequeños episodios autónomos, que podrían leerse individualmente (como pequeñas películas de guerra), pero que tomados en su conjunto y reorganizados convenientemente, conforman el fresco de una sola gran obra coral y una única historia, la de la Gran Guerra.
Uno de los grandes méritos de Super Spy es, precisamente, el de su construcción narrativa: su autor desarrolla un juego de anacronías radicales que desmontan la línea del relato en diferentes episodios y múltiples puntos de vista, que se le presentan al lector a su vez desordenadamente. La búsqueda, salvando las distancias, es similar a la que buscaba el mago Cortazar en Rayuela: un relato construido por relatos cuya orden de lectura es indiferente a la hora de entender el conjunto, aunque todos se entrelacen a partir de sus cabos sueltos, personajes y acontecimientos. En este caso, además, el ejercicio nos recuerda a esos códigos cifrados del alto espionaje, que exigían una interpretación y recodificación para poder ser leídos y poder así desvelar el mensaje secreto que encerraban. Lo explica el editor justo encima de los créditos: "Los capítulos no están organizados linealmente, sino en el orden en el que el autor quiere que sean leídos. No obstante, también es posible leerlos en el orden en el que se desarrollan los sucesos siguiendo los números de los dossiers como se muestran en el índice". No se lo recomendamos, sin embargo, ¿para qué descubrir el secreto antes de haber leído el mensaje en clave que lo esconde?
Sin duda, una buena apuesta editorial futura la que ha hecho Norma, que se encargará de su futura publicación en nuestro país, como anuncia en su blog oficial. Habrá de estar entre lo mejor del año casi segurito. Mientras tanto, a aquellos a los que el inglés no se les atragante y tengan prisa, les invitamos a jugar a espías con este tebeazo. Y no crean que se lo decimos en clave, eso sí, añadimos el blog de su autor a nuestros links.