viernes, febrero 05, 2010

Judas Arrieta. Manga y amalgama popular.

Pues sí, últimamente estamos pintureros. Pero nadie podrá decir que le perdemos la vista al cómic. Además, como repiten los más pesados televisivos, la actualidad manda. No sabemos muy bien qué, pero manda.
Todo esto, porque hasta el 20 de febrero pueden ustedes acercarse a la Galería Estampa en Madrid, a ver esa exposición de la que últimamente hablan tantos: "Judas Arrieta: Ronín". Su conexión con nuestro foco de atención comiquero es evidente. Javier Rubio Nomblot incluso encabezó su artículo sobre la misma, en el ABCD, bajo el título "El cómic abstracto". Lo cierto es que las referencias directas de Judas Arrieta están muy lejos de la ortodoxia pictórica, incluso de las vanguardia clásicas. En "Ronín" observamos como su pintura se alimenta de fuentes mucho más "populares", que van desde el grafiti al manga, pasando por la cultura televisiva (y el ánime dentro de ella).

No es extraña la redundancia de orientalismos e iconografía manga en la obra de Arrieta. Sobre todo, si consideramos que gran parte de la obra que se expone ahora en Estampa ha sido elaborada durante la estancia del pintor en Asia, en China, más concretamente. Allí se desplazó hace ahora cinco años y allí, en Pekín, tiene su estudio el artista vasco. Desde su posición privilegiada como cicerone artístico entre dos culturas, Arrieta intenta promocionar a pintores jóvenes gracias a iniciativas como fue la residencia Gran Dragón o será la exposición Memorias de China (que comparte nombre con su propio estudio). 
La obra de Arrieta, como hemos señalado, se nutre de la iconografía japonesa, sobre todo, aunque en sus últimos cuadros tienen cabida también personajes, grafías y otras huellas culturales de las culturas china y coreana. En ese artículo de ABCD que mencionábamos antes, el propio autor admite que: "Desde mi infancia, la televisión, los cómics y después la iconografía del manga han constituido mi principal fuente de inspiración, que más tarde he retomado para poblar mis imágenes de monstruos, héroes, explosiones y demás elementos". Ni siquiera hay que ser un experto mangaka para reconocer a muchos de los habitantes que pueblan las visiones multitudinarias de Judas Arrieta. Reconocemos, en apenas un vistazo, a muchos de nuestros "héroes" infantiles televisivos (Heidi, Marco, Mazinger Z, Vickie el Vikingo), personajes clásicos del manga (Doraemon, Astroboy o el Kimba de Tezuka), e incluso la versión disneyana de personajes de la cuentística clásica, como Pinocho o Alicia.
Efectivamente, en sus lienzos se impone el concepto de yuxtaposición como técnica predominante. La acumulación aleatoria (sólo en apariencia) de personajes de cómic y televisión, junto a letras, dragones japoneses, logos y brotes esporádicos de pintura (brochazos ligeros, veladuras, manchas o zonas concretas de color en los motivos dibujados), se traduce en una exuberancia visual que justifica ese "barroquismo" con el que se refería Rubio Nomblot a la obra de Arrieta. Salvando las distancias geográficas, temporales o de motivación artística, la obra del artista vaco nos recuerda ligeramente a las creaciones más pictóricas de los artistas del colectivo Fort Thunder (a sabiendas de que categorizar sobre este colectivo underground, contracultural y asistemático, tiene poco futuro); sobre todo, por su militancia obstinada en la búsqueda y trasformación de referentes populares y por su plasmación pictórica liberada de ataduras academicistas. En el fondo, es lo único que le queda a todo ronin, caminar solo, seguir su camino. 

viernes, enero 29, 2010

RЭVЄS #0.

Más allá de la academia se encuentran los ateneos y, más allá todavía, los cafés y las tertulias. Curiosamente, a veces en todos ellos se habla de los mismos temas. Cambian los auditorios.
Con las publicaciones pasa lo mismo. Los que escribimos ocasionalmente sobre arte y cultura, a veces recibimos encargos sesudos o se nos solicitan solemnes colaboraciones, en otras, trabajamos el papel y la letra porque nos apetece soltar palabras o porque no hay mejor goce cultural que el compartido con los amigos. Con esta certeza sobrevolándonos, hace unos meses un grupo de amigos nos propusimos un reto: sacar nuestro propio fanzine. No un fanzine de cómics, muchos hay ya y no nos veíamos capaces de mejorar lo existente. Se trataba de hacer algo diferente, sencillo pero atractivo, heterogéneo pero consistente, libre y heterodoxo, pero exigente. Pensamos en un producto que hablara de cultura sin restricciones (cómic, cine, filosofía, folklore...) y que incluyera pequeños bocados de arte (ilustraciones, fotografía, alguna tira de cómic, poesía, relatos breves...). El experimento ha culminado en un delicado juguete de papel, se llama RЭVЄS y es un mini-fanzine reversible, nada menos.
RЭVЄS se lee al derecho y al revés, hacia adelante y hacia atrás. ¿Quieren ustedes densidades analíticas colóquenlo horizontalmente y saquen el arado. ¿Prefieren la evocación artística? Den la vuelta al fanzine, situenlo en vertical y naveguen entre poemas, fotografías y viñetas. Más sencillo que enrevesado, en realidad.

No todo ha sido perfecto, ni siquiera los resultados. No se aprende a seleccionar, editar, maquetar, encuadernar y distribuir en un día. Gracias a gente como Raquel (coeditora y artistaza), Lauri (editora web) y pobreartista (nuestro maquetador), RЭVЄS ha salido a la luz, rubicundo y reciclado; bueno, gracias a ellos y a las estupendas portadas serigrafiadas de Pejac, a las profundidades filosóficas de Marcos, a los textos de Carlos, a los poemas de Dani y Rafa, a las ilustraciones de Laura, Clara, Rocío y Aleksandra, a los cómics de Gaspar, a las fotos de Fabian, etc. Nosotros hemos reciclado algunos viejos posts sobre cómics, mujeres y estrellas underground, que aparecieron en estas páginas. No son las únicas sorpresas de RЭVЄS.
Si les interesa el "juego", pásense por la página web de RЭVЄS (la vamos a colocar también en nuestra sidebar, para que luzca). Allí podrán leer el fanzine online sin mayor compromiso que el de pinchar sobre las portadas. Si lo que les va son las miniaturas de colección, el papel y las ediciones numeradas, atentos a la barra lateral de la página, porque en ella se irán anunciado poco a poco los puntos de venta de los 200 ejemplares (una joyita de coleccionista en serie limitada y numerada, con su portadita serigrafiada y su lomito de tela roja) que se pondrán a la venta de cada número (por 3,5 euritos). Como suele decirse, hasta el final de las existencias.
Dentro de tres meses (sí, será una publicación trimestral), el número 2 con más sorpresas. Les dejamos con el "Manifiesto" de RЭVЄS y su reivindicación de la ironía inteligente y la paradoja exigente como puntos de partida:
Ni revés, ni golpe de efecto. No a la ambición pretenciosa de mundos
al revés. Negamos el juego de palabras sensacionalista, el revestimiento
de humo.
Sólo la imagen y la palabra reflexivas cuentan, el anverso y el reverso
de la imaginación, la mirada inteligente. Quizás el relativismo haya dejado de ser esa regla con la que medir el mundo, pero nunca, jamás,
debemos perder de vista el revés, la cara oculta, la cruz que crece
debajo de cada obstinada evidencia.
Cada imagen esconde una interpretación: el significado y la descodificación de la forma. Cada texto exige una visualización: la concreción del signo convencional al dictado de la evocación.
Somos el revés. Conminamos al desenmascaramiento de la obviedad
oficial. Proponemos una partida cultural sin más reglas que la libertad
creativa, la exigencia interpretativa y el entusiasmo sin condiciones. Les
damos por informados. Ya pueden hacer juego.
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Seguimos de estrenos y buenas nuevas. Nuestro maquetador, pobreartista, publica el número #0 de su nueva revista digital notext, descargable en pdf. Un compendio de miradas temáticas (fotográficas y pictóricas) sobre objetivos variopintos y sugerentes: el número #0 está dedicado a los fantasmas.

domingo, enero 24, 2010

¿Gotham? ¡Que título más tonto!

Señoras y señores, con todos ustedes: Gotham News.
No teníamos ni idea de la existencia de este cuadro de William de Kooning de 1955. Lo descubrimos, de nuevo, gracias a la obra de Katharine Kuh, Mi historia de amor con el arte moderno. Esta vez, la curiosidad relevante aparece en el capítulo dedicado a Franz Kline ("Un día con Franz Kline"); seguimos a vueltas con el expresionismo abstracto estadounidense:
Como el estudio de De Kooning se hallaba unos portales más allá [del de Kline], pasamos por una especie de trampilla y, tras atravesar unas pocas azoteas, entramos directamente en él. Era el camino que solían utilizar los dos amigos para visitarse. En la pared había apoyado, aún sin secar, un nuevo e impesionante lienzo. Kline, que sentía auténtica devoción por De Kooning y era un admirador incondicional de su obra, me había advertido de que iba a "flipar" cuando viera el cuadro, cosa que ocurrió en efecto. Aunque me sentía hipnotizada por aquella radiante mezcla de corrientes en conflicto y de energía a borbotones, una vez más me sentí como impelida a inventar un título: obviamente, la obra no guardaba relación alguna con ningún tema específico. Después de tomar un par de copas en buena compañía, reparé en los ocasionales y casi invisibles trozos de papel de periódico embutidos en la pintura. Según De Kooning, esa técnica prestaba una mayor textura al cuadro y, al mismo tiempo, a él le resultaba bastante divertida, por lo que el cuadro fue rápidamente bautizado con el nombre de Gotham News. Pero, si bien De Kooning se tomó a bien mi arbitrario bautizo, Jacson Pollock se mostró vehementemente contrario a tematizar el título. "¿Gotham?", exclamó. "¡Qué título más tonto!".

lunes, enero 18, 2010

Kuh, Feininger y Tobey.

En las dos últimas semanas se nos ha cruzado por delante la figura de Lyonel Feininger en dos o tres ocasiones, bien en forma de charlas, recordatorios o apariciones lectoras. Nos referiremos a la última de ellas.
Desde hace un tiempo, entre otras lecturas, compaginamos con interés infinito Mi historia de amor con el arte moderno, de Katherine Kuh. Esta mujer deslumbrante, pionera en el descubrimiento de vanguardias pictóricas, galerista, comisaria, crítica de arte y amiga de buena parte de las estrellas del mundo artístico después de la Segunda Gran Guerra, describe en su libro su experiencia personal con el arte moderno. Lo hace con absoluta sinceridad, sin guardarse nada (o muy poco), sin medias tintas biográficas, pero con respeto hacia los autores retratados. La prosa de Kuh es clara, directa, aunque en su recreación de perfiles psicológicos no faltan la profusión de detalles ni la introspección afinada y en su acercamiento a las obras de arte, se muestra tan profunda como aguda. Entre sus "víctimas" y amigos, algunos genios del Expresionismo Abstracto norteamericano, como Rothko (impresiona la profundidad de su relación con él y la mirada lúcida que aporta hacia un personaje tan complejo como este pintor estadounidense de origen letón), Clyfford Still, Franz Kline; personajes clave de la vanguardia europea, como Brancusi o Fernand Léger o creadores tan destacados como Mies van der Rohe o Edward Hopper. Con todos ellos mantuvo relaciones profesionales que, en algún momento, llegaron a cimentarse en forma de vínculos de amistad o confianza.
Uno de los capítulos está dedicado a Mark Tobey ("Mark Tobey en Basilea"). Tobey fue un nombre importante dentro del Expresionismo Abstracto de Nueva York. Quizás no estuvo en esa primera línea que ocupaban tipos tan populares como Rohtko o Pollock, ni fue un personaje tan extrovertido o extravagante como otros, pero su obra tiene una fuerza y una entidad importante dentro del movimiento. En no pocas ocasiones, a Tobey se le ha adscrito al Action Painting que tan bien simboliza el dripping de Pollock y sus lienzos gigantescos, sin embargo, el propio Tobey rechazaba esa etiqueta y consideraba que su trabajo estaba en una línea mucho más contemplativa y cercana a la obra de Rothko que a la de cualquier otro pintor de su generación. Los cuadros de Mark Tobey son minuciosos, detallados, entramados hasta la asfixia. Sus pinceladas de orfebre se engarzan en densísimos tejidos que parecen conformar un alfabeto imposible, un jeroglífico formado por símbolos inescrutables. Nos recuerdan a las falsas escrituras orientalistas de Michaux, pero filtradas por colores vivos y abigarrados; el aire zen de algunos cuadros de Tobey enlaza a la perfección, sin duda, con ese aire meditativo que baña casi toda su producción y la dota de cierta complejidad psicológica.
Además, a Tobey se le asocia continuamente con la gran ciudad y sus ritmos frenéticos, con el jazz y con las luces de neón, con el tráfico agobiante y con las masas de ciudadanos. En definitiva, con ciudades como Nueva York o Chicago, aunque el pintor pasara parte de su vida en Europa, en la apacible Basilea. Sus lienzos trasmiten ese frenesí gracias a la combinación vertiginosa de colores y líneas, gracias a esa imbricación espesa que señalábamos antes.

El hecho es que, uno de los mejores amigos de Tobey era nada menos que Lyonel Feininger, de quien ya hemos hablado en varias ocasiones por aquí y no sólo por su importante relación con el cómic. ¿Recuerdan su época en la Bauhaus y su emigración a los Estados Unidos a causa de la guerra? Katharine Kuh revela algunos datos interesantes acerca de su amistad con Tobey:
En la primera mitad de la década de 1950, una de las veces en que estuve en Nueva York, Tobey me llevó al apartamento de Lyonel Feininger, en la calle 22 Este. Los dos eran íntimos amigos, que se intercambiaban obras y se escribían recíprocamente los prólogos de sus catálogos. En el pequeño vestíbulo descubrí City Radiance (Fulgor de ciudad) (1944), espléndido ejemplo de escritura blanca; Tobey me dijo después que estaba contento de que aquella pintura al temple estuviera en podr de un pintor que a menudo se las había visto con el mismo tema efímero: la luz mágica de una metrópoli moderna.
Feininger y Tobey, que compartían una actitud semejante hacia el arte, sostenían también estar más próximos a la poesía que a la prosa. Los dos eran asimismo apasionados de la música clásica. Una vez que Mark hubo encontrado un hogar permanente, compró un piano de cola y empezó a dar clases de música y a practicar en serio. Tobey, que consideraba a Feininger, el mayor de los dos, como parte de su familia, se carteó con él durante muchos años; sin duda le resultaba más fácil que hablar con él. Como se sabe, Feininger se había quedado sordo. A menudo, su rostro atento parecía desconcertado. Siempre me parecía estar escuchando.
Curioso. Releeremos sus The Kin-der-Kids o Wee Willie Winkie’s World en busca de luces mágicas y poesías musicales. Volveremos a Katharine Kuh y su obra, también. Mientras tanto, les dejo con algo más de "biografía" acerca de esta peculiar relación entre Tobey y Feininger: "Tobey and Feininger, Epistolary Buddies In the Avant-Garde" (cortesía de The New York Observer).

martes, enero 12, 2010

De los Batman y Robin pictóricos de Pablo García a los Jokers escenografiados de Erwin Olaf

Aprovechando las recientes (pero casi olvidadas) blancas festividades, nos acercamos hace unos días a esa ciudad siempre dorada que es Salamanca. Además de ver a amigos, comer pinchos de morucha y pasear sus calles, nos acercamos al DA2, su museo-cárcel de arte contemporáneo. Casi siempre merece la pena visitar sus instalaciones, aunque sólo sea por la exclusividad del contenedor o por el alivio que produce saber que ahora sí puedes abandonar sus muros cuando te plazca. Además, sus muestras suelen compensar la visita casi siempre.
En esta ocasión había varios argumentos expositivos que amortizaban el paseo: estaba, por ejemplo, la sala del espacio emergente con la serie desideratum de Pablo García, fotógrafo que trabaja digitalmente sus nunca amables retratos, hasta trasformarlos en recreaciones cuasi-pictóricas, muy barrocas, de la modernidad derrotada. Sus retratos, tomados todos en primer plano o plano medio, de personajes extraños, desafiantes, registran taxonómicamente un mundo de seres angustiados y angustiosos que miran al espectador a los ojos haciéndole cuestionarse la humanidad de lo observado, pero, al mismo tiempo, provocando su mirada interior en busca de los rasgos de animalización compartidos con el espejo del esperpento fotográfico-pictórico que el fotógrafo ha puesto ante su mirada. Anomalías sociales, imaginarias y culturales que recogen, seguramente, lo peor de cada casa y de nosotros mismos. Para muestra una pareja muy poco heroica.
Muy cerca, otras dos salas recogen la exposición "tiemposuspendido" (hasta el 24 de enero); una escenificación creada a partir de los abundantes fondos de la colección permanente del DA2, junto a la Fundación Coca-Cola. En ella, en un ambiente sombrío que invita al recogimiento y a la reflexión intimista, podemos observar trabajos de algunos de los creadores contemporáneos que con más acierto se han acercado al espacio discursivo de la "fotografía escenificada": la fotografía como espacio manipulado, como escenario de la acción preconcebida. La muestra recoge piezas de autores como Fernando García Malmierca, Charlie White, Alfredo Omaña, Bill Henson, Cristina Fontsaré o Manu Arregui entre otros muchos.
La exposición estrella de la temporada es, no obstante, la gigantesca retrospectiva que se ha levantado alrededor de la figura de Erwin Olaf, el famoso fotógrafo holandes, con el título de Darts of Pleasure. Comenzó la exposición en octubre del año pasado y durará hasta febrero de éste (con la crisis, hasta los museos tienen que aprender a amortizar sus oportunidades, y más cuando la calidad de las mismas salta a la vista). Erwin Olaf ha participado activamente en la selección y organización de las obras. Prácticamente toda su producción está representada en esta muestra, que se extiende por las diferentes salas del museo: desde sus primeras exitosas series, como Chessmen (1987-1988) o Square (1984-1993), barrocas, bizarras, sexualmente explícitas y muy simbólicas, hasta colecciones más recientes como Royal Blood (un ejercicio de cinismo gore con una manufactura impecable -2000-), Grief (instantes de tristeza congelada, escenas descontextualizadas de las que cuentan una vida -2007-), Fall (una serie de retratos de aire clásico y belleza estática, que demuestran la percia técnica y digital de su autor -2008-) o la muy gótica, sombría y esteticista Dusk (2009); sin olvidar sus muy apreciados trabajos publicitarios para Diesel, Levi's o Heineken, o su reverso cínico que es la serie Fashion Victims, en la que Olaf critica, con sarcasmo de pornógrafo, ese mismo exceso sexual de la publicidad moderna que él ha contribuido decisivamente a alimentar.
Desde luego, Erwin Olaf es una estrella de la escenificación fotográfica. Cada una de sus instantáneas vive y respira como obra independiente, compleja y elaborada. El holandés crea sus instantes fotografíados con el mimo del cineasta que prepara una escena. Las fotografías de Olaf son auténticas escenografías de historias inconclusas. El ejemplo más evidente es el de su serie Hope de 2005 (aunque podríamos haber incluido aquí Grief o Grief Portraits). Los personajes de Hope están congelados en su soledad, en su alienada infelicidad: el mundo se desarrolla a su alrededor sin que ellos parezcan ser conscientes de la importancia o las consecuencias que se derivan de su inacción. Las fotografías están protagonizadas por individuos americanos de clase media trasformados en figuras de cera, congelados de espaldas a la inminencia del momento relevante.
Deliberadamente artificiosa es también la serie Paradise Portraits (2001), un conjunto de retratos en un plano muy cerrado, que juegan con el maquillaje y la gestualidad para trasmitir, no sólo las sensaciones y sentimientos de sus protagonistas, sino todo un trasfondo de irrealidad ficcional. Sin que ninguna de las 13 fotografías llegue a personalizarse en un personaje conocido de forma concisa, algunas de ellas, en la exageración de sus gestos y sus maquillajes paródicos, nos remiten, en un nivel de asimilación referencial, a personajes del cómic perfectamente reconocibles, como el Joker, Batman, el Cuervo o el Duende Verde.
Todavía les quedan unos días, no se queden congelados y acudan al DA2.
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(Actualización: 09-febrero-2016)
Han pasado ya más de cinco años desde este post, pero nunca es tarde si hay pecunia. Gracias a una comunicación directa por parte de sus gestores, llega a nuestro conocimiento la existencia de una web de arte y coleccionismo entregada al proselitismo y venta de los trabajos de Erwin Olaf (cuya popularidad no ha dejado de crecer desde ese 2010 que enmarca esta entrada). Si alguno de ustedes siente hormigueo en la chequera, paseense por aquí, que seguro encuentran la forma de aliviarlo.
 

lunes, enero 04, 2010

2009: constataciones, nuestros favoritos (IV)

Vamos a cerrar los fuegos artificiales navideños anuales con la traca final: la lista de lo mejor del 2009. Lo decimos siempre, pero vamos a insistir en lo obvio: ésta es una selección absolutamente subjetiva y, como tal, perfectamente imperfecta para todo aquel que disienta. No se admiten reclamaciones. Los que nos siguen, sabrán si han de hacer caso de nuestro criterio. Los que recién lleguen, que tomen nuestra selección como piedra de toque ante futuras recomendaciones y concesiones de confianza.
No obstante, tenemos la impresión de que este curso va a haber un consenso bastante generalizado en torno a lo que no debemos dejar de leer (de haber leído) del 2009. Lo nuestro, sin orden pero sí concierto, es:
Génesis (La Cúpula), de Robert Crumb: el genio vivo más grande del cómic. Quien, para nosotros, es uno de los artistas capitales del S.XX, reaparece en el ocaso de la primera década del S.XXI con una adaptación del texto más leído y vendido de la historia de "la literatura". Palabras grandilocuentes para describir una obra ingente y rodeada de datos que apoyan el carácter épico de la gesta: Crumb ha estado más de diez años dedicado en cuerpo y alma a la tarea, Génesis promete convertirse en uno de los cómics más vendidos de la historia, su fama está empezando a sobrepasar los límites del mercado comicográfico y, probablemente, no haya cómic en este 2009 del que se haya hablado más. Dicho lo cual, la adaptación de Crumb sorprende, sobre todo, porque no busca la sorpresa, ni la parodia, ni el golpe de efecto autorial. El norteamericano ha hecho una adaptación absolutamente literal del texto sagrado. Una trasposición textual y mucho más "realista" (en el plano gráfico) de lo que hubiera podido esperarse de él. El Génesis de Crumb puede ser tan aburrido o divertido de leer como lo sea el Génesis del Antiguo Testamento. Esto no es Crumb, dirán algunos de sus fans: lo paradójico es que Génesis es lo más Crumb que nunca ha hecho Crumb. Su recreación pasmante de los pasajes bíblicos, sin parodia añadida, resulta en una obra mucho más irónica, reveladora, procaz y ácida que cualquiera de sus pasadas sátiras intencionadas. Lean y posiciónense.
Catálogo de Novedades Acme (Random House Mondadori), de Chris Ware: si Crumb ha sido el referente para los creadores de cómic durante muchas décadas, Ware lo está siendo en el presente y lo será durante mucho tiempo. Su forma de entender el arte, su precisión de artista quirúrjico a corazón abierto, ha marcado el trabajo de muchos de los dibujantes que estamos leyendo y disfrutando estos días. Por eso, cada publicación de Ware se recibe como un acontecimiento. En su país natal, éstas se suceden con cierta periodicidad gracias a la Biblioteca Acme, aquí las tenemos que esperar con cuentagotas. Es complicado (casi misión imposible) traducir a otra lengua unos cómics cuyos materiales viven de la simbiosis perfecta entre forma y contenido: traducir a Ware supone redibujar parte de su trabajo (titulos, tipografía, lexías, didascalias...). La labor que ha hecho Mondadori (su rotuladora) con el Catálogo de Novedades Acme es de las de quitar el hipo. El libro-objeto-joya que hemos visto este 2009 en nuestras tierras compendia una muestra diáfana del talento de su autor, se trata de un falso recopilatorio, lleno de prodigios narrativos y piruetas visuales que explicitan hasta donde debe llegar el cómic en su búsqueda de caminos y soluciones. Ware es un manual de lenguaje comicográfico y cada trabajo suyo una excusa perfecta para invertir sobre seguro.
George Sprott 1984-1975 (Random House Mondadori), de Seth: hablando de Ware y su influencia. Seth se aparta parcialmente de su habitual desnudez gráfica, de su línea clara minimalista, para facturar una obra compleja, llena de matices, tanto visuales como conceptuales. George Sprott apareció publicado por entregas en The New York Times, no obstante, es su identidad como obra unitaria, completa, la que desvela sus hallazgos narrativos. No es la primera vez que el canadiense sustituye aquel slice of life autobiográfico, que le hizo popular (La vida está bien si no te rindes),  por el género de la falsa biografía. Pero frente a Ventiladores Clyde, George Sprott es un cómic mucho más maduro y trabajado: la vida de una veterana estrella televisiva le sirve a Seth para diseccionar las aristas de la existencia vital, la complejidad de la individualidad. A través de su personaje, descubrimos los misterios del éxito y el fracaso, las ambigüedades que nacen entre la imagen pública proyectada y la verdad íntima, la fina línea que separa el ruido del triunfo de la silenciosa soledad. George Sprott es un cómic biográfico, pero huye de la linea de la vida, o de la linealidad de su relato, podríamos decir. Los puntos de vista cambiantes, la atención al detalle no revelado, la multisecuencialidad, el empleo de la simultaneidad en todos los niveles de la narración, conducen a esta historia, preciosamente dibujada, hacia la sorprendente derrota de la narración omnisciente y la revelación de una falsa ficción que huele a verdadera. Ahí es nada.
Ombligo sin fondo (Apa-Apa), de Dash Shaw: seguimos apostando por la apuesta, por el riesgo y la aventura de narrar al margen de la ortodoxia. De todo ello sabe mucho Dash Shaw, uno de los jóvenes creadores más prolíficos y vanguardistas del cómic actual. Ombligo sin fondo es su obra magna, hasta el momento, y se lee con cierta certeza de que, siendo enorme, es aún la antesala de algo todavía más grande. Shaw desborda la idea de narración de acontecimientos y se muestra como un descriptor de sentimientos y sensaciones, en su más amplio sentido. El autor quiere que oigamos y olamos sus historias, quiere que sintamos sus texturas y que asistamos en primera fila al desfile de la confusión de los sentidos y la mente. La descomposición de una familia de clase media ante los ojos de sus miembros es el argumento para una radiografía, de nuevo, de la complejidad humana y de la fragilidad de los lazos entre personas. Un tour-de-force de 720 páginas que se lee como un suspiro.
Super Spy (Planeta DeAgostini), de Matt Kindt:  tiene este cómic también mucho de juego, de espías, para ser más precisos. Kindt plantea su obra como un puzle gigante que el lector debe reconstruir a imagen y semejanza de los mensajes cifrados que los servicios de espionaje y contraespionaje se cruzaban en los trágicos tiempos de la Segunda gran guerra; precisamente, el tiempo y acontecimiento que enmarca la acción trepidante del relato: una historia repleta de traiciones, pequeñas historias entrelazadas, tragedias intuidas y muchos, muchos personajes y puntos de vista. Estamos ante una original versión comicográfica del cinematográfico género de vidas cruzadas, aunque Matt Kindt enriquece sus premisas explotando los diferentes recursos que le ofrece el vehículo discursivo con el que trabaja. Super Spy es un cómic creado para ser leído de forma cruzada, un tebeo dibujado con un innegable preciosismo vintage y atento a todos y cada uno de los mínimos detalles visuales que empujan su trama (colores, tipografías, intertextualidad...). Las tragedias de sus personajes conforman la tragedia misma de la guerra y, pese a su innegable aire caricaturesco, sus creaciones de tinta sobre papel son capaces de trasmitir el sufrimiento mismo de la derrota, la traición y el odio bélico.
Mi vida mal dibujada (Sins Entido), de Gipi: el italiano parece en estado de gracia permanente. Mi vida mal dibujada es un ejercicio de exorcismo a tumba a bierta, un trabajo autoconfesional que esquiva radicalmente la autocompasión y la autoindulgencia para guiarnos a través de los recovecos existenciales de su autor, un viaje sin frenos por los infiernos interiores de Gipi. Con un grafismo deliberadamente esquemático, muy alejado del acuarelismo virtuoso que le caracteriza, Gipi habla en primera persona y con absoluto impudor de sus problemas con las drogas, la enfermedad, el desamor, así como de sus desafecciones sociales y familiares. A medio camino entre el relato autobiográfico y el experimento simbolista, Mi vida mal dibujada es un testimonio estremecedor con pocos precedentes en la historia del cómic: el talento de Gipi se manifiesta en una narración sincopada, trabada, fragmentaria y, por momentos, abstracta, que termina, no obstante, por consolidarse en una confesión tan reveladora como sincera. El retrato personal que nos dibuja Gipi en su trabajo demuestra a las claras que su talento narrativo no tiene límites y que la suya es una de las voces artísticas esenciales del cómic actual.
Endurance (Planeta DeAgostini), de Luis Bustos: un cómic español que se hace grande entre los grandes. Una aventura de las que ya no existen y casi ni se cuentan: la de la "legendaria expedición a la Antártida de Ernest Shackleton". El trazo duro y anguloso de Bustos funciona como un guante de piel foca en la enumeración de los acontecimientos épicos de esta historia. Una vez que el relato arranca y que los aventureros se lanzan hacia la utopía, se produce el contagio y el lector empieza a sudar y a agarrarse a las páginas expedicionarias de Endurance como si la vida de Shackleton le fuera en ello. Luis Bustos ha creado su mejor obra hasta el momento y lo ha hecho con un dominio innegable de la tensión narrativa, la creación de personajes y la composición de la página. Por eso, porque Endurance recoge y actualiza lo mejor del género de aventuras y porque su lectura es una aventura apasionante, está entre lo mejor de este 2009.
Esta es la lista, pero como hicimos el año pasado, queremos acabar el repaso del 2009 mencionando un capricho viñetero, un tebeo del que nos sentimos muy cerca (¿recuerdan aquello de la subjetividad?), porque lo hemos visto gestarse y nos ha acompañado, como un amigo de papel, en jornadas de ferias, salones y planes a la sombra de una cerveza. Se trata de Vuelo rasante (Viaje a Bizancio Ediciones), obra de Pejac. Un tebeo lírico, dibujado como un enorme fresco de instantes encadenados a vuelo de pájaro, con una poderosa carga simbólica. Poesía comicográfica de trazo pictórico para anunciar los posibles de un creador joven que, seguro, dará más de una futura alegría al panorama de nuestra historieta.
¿Faltan cómics? Por supuesto. Alguno que conocemos habría incluido El gusto del cloro (Diábolo), de Bastien Vivés o el Tamara Drewe (Sins Entido), de Posy Simmonds. Dos muy buenos tebeos. Seguramente, deberían estar también aquí El arte de volar (Edicions de Ponent), de Altarriba y Kim o Una vida errante (Astiberri), de Yotsihiro Tatsumi, pero, lo reconocemos avergonzados, todavía tenemos esos dos prometedores tebeos en la lista de debes lectores. Prometemos empezar el 2010 solventando tamaña carencia. Ahora nos tomamos unos días de descanso, para poder jugar con los regalos de reyes, que estos últimos posts han sido muy intensos e introspectivos. Pórtense bien.
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jueves, diciembre 31, 2009

2009: constataciones, cómics foráneos (III).

Si nos dejáramos llevar por esa premisa tan anglosajona de "the winner takes it all" (la misma que condiciona los sistemas electorales de el Reino Unido y Estados Unidos, por ejemplo), lo cierto es que, aunque no por demasiada diferencia, este curso el tebeo norteamericano se iba a llevar el grueso de los escaños.

No queremos decir que no haya habido novedades estimables procedentes de otras latitudes, no es eso. Por ejemplo, este año hemos visto publicado mangas y manhwas interesantes, pero ni el factor sorpresa, ni la aparición de "imprescindibles" se puede comparar a la de temporadas precedentes, en las que descubríamos en España con la boca abierta, ahora, las obras completas de Tezuka, luego, la pericia infinita de Taniguchi y, más tarde, la existencia de unos tales Junji Ito, Maruo o Hino. Dicho lo cual, ha habido mucho bueno: hablando de Taniguchi, Ponent Mon ha publicado La montaña mágica y Un zoo en invierno. De Hideshi Hino nos sigue llegando producción en tromba, por obra y gracia de La Cúpula: Galería de horrores y Las noches de Zipango. Otros: Jillian y Mariko Tamaki son las autoras de Skim (La Cúpula), Shinichi Ishizuka el de Gaku (Planeta DeAgostini), Hisroshi Hirata es el creador de Satsuma Gishiden (Dolmen) y Taiyou Matsumoto e Issei Eufuku lo son de Takemitsu Zamurái. El samurai que vendió su alma (Glénat). Aunque, seguramente, los dos manga que más han dado que hablar este año y que se esperaban con mayores expectativas han sido Hitler (la novela gráfica) (Glénat), de Shigeru Mizuki y Una vida errante (Astiberri), de Yoshihiro Tatsumi.

Tampoco ha estado mal la producción europea, desde luego. Nos ha deparado incluso alguna obra mayúscula, como ese alucinante Mi vida mal dibujada (Sins Entido), de Gipi, la muy evocadora El gusto del cloro (Diábolo), de Bastien Vivès o el folletín interdiscursivo de la británica Posy Simmonds en Tamara Drewe (Sins Entido). Muy, muy recomendables han sido también el corrosivo No Comment (La Cúpula), de Ivan Brun; la sátira inteligente de La virgen de plástico (Norma), de Pascal Rabaté y David Prudhomme; la serie negra hipnótica de El rey de las moscas 1. Hallorave (La Cúpula), de Mezzo y Pirus; ese experimento surrealista que es Mi pequeño (Norma), de Olivier Schrauwen; el maravilloso trabajo icónico de Hendrik Dorgathen en Space Dog; la poesía de Edmund Baudoin en Arlerí (astiberri) o el esperadísimo Pinocchio (La Cúpula), de Winshluss. Tampoco podemos olvidarnos de los, siempre interesantes, trabajos de algunos de esos nombres esenciales del cómic europeo: Cómo no hacer nada (Astiberri), de Guy Delisle;  El fin del mundo (La Cúpula), de Tom Tirabosco y Pierre Wazem; Low Moon (Astiberri), de Jason; la emancipación a dos bandas de Phiplippe Dupuy, Obsesionado (Astiberri), y Charles Berberian, Sacha (Bang); Lapinot y las zanahorias de la Patagonia (Astiberri), de Lewis Trodheim; el doblete de Frederik Peeters en Astiberri, Dándole vueltas y Paquidermo; la muy atractiva serie mitológica de Serge Le Tendre y Christian Rossi, con Tiresias y La gloria de Hera (BD Ediciones); Diario de un ingenuo de Spirou y Fantasio (Planeta), de Emile Bravo; se presume avalancha la aparición de obras de un clásico como Raymond Briggs en nuestro mercado, después del Gentleman Jim (Astiberri). Aunque para clásicos reaparecidos: Moebius, con Inside Moebius 1 (Norma), y Francois Bourgeon, con la, para algunos decepcionante, vuelta de Isa en Los pasajeros del tiempo vol. 6. La niña Bois-Caïman (12 Bis). Ahí es nada: una lista de novedades que, en cualquier otra temporada, habría sacudido los cimientos pecuniarios de fans, críticos y lectores.

Pero, ay amigos, es que, como venimos anunciando, este año las vacas han venido gordísimas y las publicaciones de la otra orilla dan tanta o más luz que las de este lado del Atlántico, obras maestras mediante. No solemos abusar del término en cuestión, pero a ver quien se atreve a negar la mayor: como tales (como obras maestras) han de pasar la obra magna del mesías iluminado, la adaptación más esperada, el tochazo bíblico de Mr. Crumb, su Génesis (La Cúpula) (al que ha acompañado de la mano su profeta, Las enseñanzas de Mr. Natural: Paradojas, en edición de la misma casa). Si Crumb es el padre, Chris Ware es el hijo y la edición que ha hecho Random House Mondadori de su Complete Acme, un milagro (con el prodigio de su rotulación al frente). Nos falta el papel del Espíritu Santo que, por ambicioso, experimental, evanescente y misterioso, se ha ganado el joven Dash Shaw a pulso con su monumental Ombligo sin fondo (Apa-Apa); vamos a tener espíritu místico para rato, nos da la sensación. Hay numerosos candidatos a apóstoles, no se nos apuren. Entre los últimos jóvenes (o ya no tanto) creadores ex-independientes, arrancan estupendamente posicionados Seth (apóstol de Ware por intervención divina) y su gran George Sprott (Random House Mondadori) y Matt Kindt con ese crípticamente divertido Super Spy (Planeta). Algo más lejos, les siguen: Lilly Carré, La laguna (La Cúpula); Art Spiegelman, Breakdowns (Random House Mondadori); Piltrafilla (La Cúpula), de Jeffrey Brown; Pobre marinero (Apa-Apa), de Sammy Harkham; Recidivist (Apa-Apa), de Zak Sally Hablando del diablo (La Cúpula), de Beto Hernandez; el retorno de un clásico del underground, Spain Rodriguez, con Nightmare Alley. El callejón de las almas perdidas (Editorial Drakul); Coches abandonados (La Cúpula), de Tim Lane. No queremos olvidar tampoco algunas obras más terrenales, como Paul en el campo (Fulgencio Pimentel), que supone la vuelta del canadiense Michel Rabagliati; la versión aventurera de Scott McCloud, Zot! (Astiberri). En fin, ¡como para hacer temblar cualquier hipoteca! ¿Y Cerebus? Bien gracias.

El género superheroico ha visto material interesante, como el Batman Ego (Planeta), de Darwyn Cooke, el 100% Marvel: Clandestine (Panini), de Alan Davis, el divertido Bizarro Cómics (Planeta), la serie de Daredevil de Ed Brubaker y David Aja (Panini), Batman: ¿Qué le sucedió al cruzado enmascarado?, de Neil Gaiman y Andy Kubert o varios Marvel Deluxe de Panini, como los dedicados a los 4 Fantásticos y al Capitán América. Pero, este 2009, hablar de superhéroes ha sido hacerlo de un trabajo sobre todos los demás. ¿Lo adivinan? Efectivamente, el archipremiado All Star Supermán (Planeta), de Grant Morrison y Frank Quitely, que ha dado mucho que hablar, y no sólo a fans pijameros.

No tenemos espacio aquí para hablar de los centenares de reediciones que han aparecido este curso; nos gustaría mencionar, eso sí, algunos integrales que han compilado materiales previamente publicados en álbums, tomos manga o comic-books: imprescindible el volumen único con el Epiléptico. La ascensión del gran mal (Sins Entido), de David B; también ha aparecido el Ibicus (Glénat) de Rabaté; por supuesto, El barrio lejano (Ponent Mon), de Taniguchi y, esenciales, el Valentina (Norma), de Crepax y el Sambre integral (Glénat), de Yslaire.

Para cerrar este repaso como Crumb manda, no podemos dejar de mencionar el cada vez más abundante flujo de libros teóricos, técnicos y biográficos alrededor del mundo del cómic. Este año ha sido especialmente prolífico al respecto. Se han publicado numerosos trabajos monográficos sobre autores concretos como Schulz, Carlitos y Snoopy, una biografía (Es Pop Ediciones), de David Michaelis; Bernet, 50 años de viñetas (El Jueves), de Antoni Guiral; Kirby, el rey de los cómics (Rossell), de Mark Evanier; Las aventuras de Hergé. El creador de Tintín (Zendreda), de Michel Farr o Toppi, un visionario entre dos mundos (Dolmen), de Yexus. Nuestra pequeña aportación al tema ha tenido que ver más bien con el lado académico y el análisis narrativo del cómic: en el 2009 al fin apareció La arquitectura de las viñetas (Viaje a Bizancio Ediciones)... y bien contentos que estamos de ello, oigan.

¿Ha visto la edición española alguna vez tal acumulación de maravillas en forma de cómic como las que hemos enumerado en estas dos jornadas blogueras? Permítanme dudarlo: va a ser verdad aquella leyenda literaria romántica que relaciona el genio con el hambre. Adáptenla ustedes mismos al caso.

En la última entrega de este repaso anual, de regalo de reyes, les glosamos cuales han sido nuestros favoritos del año.

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domingo, diciembre 27, 2009

2009: constataciones, cómics nacionales (II).

Juguemos a aquello de la abogacía del diablo. Después de anunciar con gesto adusto y mirada sombría las dificultades que atraviesa el sector editorial comiquero español, después de constatar la evidente reducción del número de novedades este año respecto a cursos anteriores, nos vamos a despachar con una sentencia de esas que suenan a machada ostentosa: el 2009 ha sido, seguramente, el año más fructífero en términos de calidad de la edición de tebeos en nuestro país, un colofón perfecto para una milagrosa década de viñetas. En diez años, el cómic se ha situado a la altura del cine, la novela o las series televisivas por lo que a la calidad de sus producciones se refiere. Y prácticamente por vez primera en la historia contemporánea, su evolución como vehículo artístico-cultural discurre pareja a la del resto de las manifestaciones artísticas con las que convive. Chris Ware o Daniel Clowes son creadores a la altura de Cormac McCarthy o Lars Von Triers (pongan ustedes aquí otros dos nombres de su agrado), y si alguien no lo ve así, quizás deba dedicarle algo más de tiempo a la lectura de sus obras.

¿Por qué 2009 ha sido especial? Lean y pregúntense si entre la colección de cómics que les vamos a enumerar en las dos siguientes entregas no hay un buen puñado de obras mayúsculas. Comenzamos con el cómic nacional editado en nuestro país en el año 2009.

La producción de cómic español ha sido reseñable. Comenzó el año con una nueva edición de Las serpientes ciegas (BD Banda), de Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí, que vista desde el presente, suena a premonición: no hay nadie que no sepa que esta obra ha resultado merecedora del Premio Nacional de Cómic 2009. Siguiendo la misma línea adivinatoria, son muchos los que presagian que la vencedora de la edición siguiente podría ser El arte de volar (Edicions de Ponent), de Antonio Altarriba y Kim. Sería un premio merecido, seguro, aunque tampoco desmerecería un trabajo tan brioso y valiente como el de Luis Bustos en Endurance (Planeta). Otras buenas lecturas comiqueras patrias han salido del Olimpita (Norma), de Hernán Migoya y Joan Marín; de El hombre descuadernado (Edicions de Ponent), de Hernández Cava (de nuevo) y Sanyú; Vaquero (Ponent Mon), de Jordi Pastor; Noche de citas (Dolmen), de Max Vento. Varios viejos conocidos han puesto de manifiesto, otra vez, su talento: Mauro Entrialgo, Demonio rojo: siga usted todo tieso (La Cúpula); Miguel Brieva, Otro mundo (Reservoir Books); Bernardo Vergara, El mundo según Ptolomeo (Diábolo Ediciones); Miguel Ángel Martín, por partida doble, con Surfing on the Third Wave y Playlove (ambas con Lear Editores); Miguel Calatayud, Peter Petrake, de los 50 al siglo XXI (El Patito) o Daniel Torres, Burbujas (Norma).

Aunque para viejo, el maestro andaluz Andrés Martínez de León, del que Viaje a Bizancio Ediciones sigue recuperando trabajos de los años 20, como su Los amigos del toro o la parte sana de la afición, como verán de candente actualidad en nuestra agitado debate político. Viejecito sería ahora el añorado Vázquez, de quien se ha publicado Lo peor de Vázquez (Glénat), ejercicio de humor de título imposible.

Este curso han regresado además, algunos autores españoles a los que se esperaba con expectativas altas: se esperaba, desde luego, a Paco Roca después de su baño de ventas y críticas, y ha vuelto por partida triple, con el muy interesante y onírico Las calles de Arena (Astiberri), con una recopilación de relatos cortos, Senderos (Laukatu Ediciones) y en compañía de otro triunfador reciente, Miguel Gallardo, en Emotional World Tour; el relato de la gira promocional compartida para sus obras respectivas, Arrugas y María y yo. Después de un largo silencio, se esperaban también la vuelta de tres autores jóvenes como Jali, que ha publicado El último gran viaje de Olivier Duveau (Astiberri), Andrés G. Leiva, que ha hecho lo propio con Evelyn (Sins Entido) o Juaco Vizuete, sorprendentemente reaparecido con El experimento (Glénat). Joven y de vuelta (de todo) está también Gaspar Naranjo, que con su muy atrevido, procaz y divertido Sexo (Edicions Ponent) promete romper records de ventas. Se esperaba también la tercera parte de El vecino, de Pepo Pérez y Santiago García, y la recepción crítica de la obra no ha podido ser mejor.

Entre las sorpresas y novedades, un amigo de esta casa, Pejac, que ha editado su primer cómic, ese precioso poema visual que es Vuelo rasante (Viaje a Bizancio Ediciones); novedosa también es la aparición de Mario Torrecillas y Tyto Alba, con El hijo (Glénat). El éxito inmediato de El juego de la luna, José Luis Munuera y Enrique Bonet (Astiberri), vencedora absoluta en Expocómic 2009, también merece ser subrayado, así como el de Planeta extra (Planeta DeAgostini), de Diego Agrimbau y Gabriel Ippóliti, vencedores del I Premio Planeta de cómic. Mucho se ha hablado del truculento caso carcelario de Andrés Rabadán, cuyas peripecias vitales han estrenado este  año película y cómic autobiográfico, Las dos vidas de Andrés Rabadán (Norma). Inclasificables son, a decir de muchos, el trabajo de Felipe Almendros en Save Our Souls (Apa-Apa) o el revanchismo calculado del crítico cinematográfico Jordi Costa, junto a Darío Adanti, en Mis problemas con Amenábar (Glénat).

Junto a tanta obra, surgen poco a poco en nuestro país iniciativas llenas de interés y futuro, apoyadas en los creadores nacionales. Es digna de aplauso, por ejemplo, la adaptación al cómic de obras de la literatura clásica que ha puesto en marcha Ediciones SM, con una buena avanzadilla de títulos, entre los que destacan obras y autores como: David Rubín, El monte de las ánimas; Enrique Lorenzo, El médico a palos; Santiago García y Javier Olivares, Dr. Jekyll y Mr. Hyde o Ricardo Gómez y Emma Ríos, Amadís de Gaula. También nos llena de alegría observar que la iniciativa de nuestro amigo Ed y de Max Luchini, la creación de una línea de cómics infantiles para Bang Ediciones (Mamut), parece que sigue adelante con salud: La caca mágica, de Sergio Mora; Federico, tenis sobre hielo, de Max Luchini o Marcopola, la isla remera, de Jacobo Fernández.

Saludable parece también el renacido mercado de revistas (Dos veces breve, Barsowia, El manglar...), que conviven en el mercado español en sana competencia con fanzines de look profesional (Cretino, Malavida, Amaniaco, Argh!...) y cada vez más autoediciones, como ese Buendolor de Nofu o los imprescindibles Usted de Esteban Hernández (quien además ha publicado Sueter con Planeta).

No se pierdan la nómina de foráneos, que es todavía más impresionante. En breve.

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2009: constataciones (I)