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sábado, enero 08, 2011

2010: los mejores (y IV)

A nosotros los Reyes Magos nos han traído a nuestro visitante 250.000. Sabemos que, después de tanto tiempo, tampoco es demasiado, pero, qué quieren, cada una de sus visitas nos parece un regalo y se lo decimos con toda la sinceridad del mundo. Gracias por estar ahí.
Como contrapartida, les ofrecemos nuestra lista de lo mejor del año. A falta de leer El invierno del dibujante, Blacksad 4, el último de Valenzuela y bastantes otros, este curso 2010 nuestros favoritos (10+1), sin orden de preferencia, han sido:
Notas al pie de Gaza, de Joe Sacco (Random House Mondadori): el nuevo reportaje bélico de Sacco es toda una epopeya gráfica, su mejor obra hasta el momento y uno de los mejores cómics de los últimos años. El norteamericano se embarcó en una tarea de investigación ciclópea sobre el terreno, la franja de Gaza, para intentar desentrañar los secretos del atentado contra los derechos humanos que allí tuvo lugar durante el mes de noviembre de 1956. El estilo gráfico de Joe Sacco alcanza unos asombrosos niveles de virtuosismo y su capacidad como narrador-cronista nos ofrece una novela gráfica llena de lecturas, capas de significado y metarrelatos que descubren la imperfecta naturaleza humana, las mentiras de la Historia y el buen hacer periodístico.
Amistad estrecha, de Bastien Vives (Diábolo Ediciones): El gusto del cloro fue uno de los mejores tebeos de un año de obras maestras, el 2009. Ahora, con Amistad estrecha, el jovencísimo Vives se reafirma como un maestro en el relato de la sensibilidad y las emociones huidizas. La historia de amistad entre la bella Francesca y el enigmático Bruno toca fibras que se sienten tan reales como las de nuestros propios fracasos de juventud. Amistad estrecha no esquiva riesgos, apuesta por la experimentación a partir de un relato lleno de anisocronías y rupturas temporales, dibujado de una forma delicada y muy fluida. Una historia de celos, desengaños, envidias y frustraciones, con las emociones a flor de piel.
Los niños Kin-der, de Lyonel Feininger (Libros de Papel): si el término novedad responde a esas obras que nunca antes se habían publicado, la edición de Manuel Caldas de Los niños Kin-der es sin duda una de las novedades editoriales de este año en nuestro país; tanto más por el formato gigante utilizado y por la excelsa restauración que se ha hecho de los colores originales. Las grandes planchas de Feininger son un pequeño trozo de la historia del cómic: nos sitúan de hecho, en un momento seminal (1906) en el que el cómic intentó seguir el ritmo de la Vanguardia y posicionarse en la carrera del arte con mayúsculas. Fue una lucha infructuosa, pero en ella aparecieron los trabajos de maestros como McCay o el propio Feininger. Ahora, hemos tenido la ocasión de disfrutar de la excelencia gráfica de este antiguo artista de vanguardia y profesor de la Bauhaus, cuyo trabajo en Los Niños Kin-der bebe del Expresionismo alemán, del Cubismo y hasta del Futurismo. Vanguardia serializada, y ahora en español, nada menos.
Hervir un oso, de Jonathan Millán y Miguel Noguera (Belleza Infinita): si el humor funciona como el reverso mordaz de la realidad, hay que reconocer que Hervir un oso es un tebeo profundamente contemporáneo. Es un cómic lleno de humor, pero que no cuenta un sólo chiste. La obra de Millán y Noguera habita, de hecho, una realidad alejada del humor tradicional, que es la de Faemino y Cansado o Muchachada Nui, es un tebeo que entenderán bien los espectadores de Perdidos o Héroes y la generación del Facebook. ¿Por qué? Porque su modernidad reside en ofrecer una mirada inteligente al mundo que vivimos aquí y ahora, porque su evidente surrealismo descansa en los recovecos que encierra nuestra realidad más inmediata: las cosas son de una manera, pero podrían serlo de otra totalmente diferente sólo con que alguna cosa cambiara. Hervir un oso lleva esta hipótesis a su extremo más hilarante y nos obliga a cambiar la forma de ver el mundo. Quizás esa señora mayor que está sentada en el pasillo del metro no sea la indigente que piensan ustedes, a lo mejor tan sólo estaba cansada y decidió sentarse, ¿por qué no?
Asterios Polyp, de David Mazzucchelli (Sins Entido): pues a nosotros el Asterios Polyp de don David sí que nos ha gustado. Es cierto que no es un cómic redondo y que, en ciertos momentos, nada en cierta retórica hueca; también admitimos que en él, Mazzucchelli da la impresión de haber querido demostrar que es el más listo de la clase. Seguro, pero es de justicia reconocer que en Asterios Polyp hay más ideas y talento gráfico que en el noventa y nueve por ciento de los cómics actuales. Sus páginas son, de hecho, todo un catálogo de soluciones narrativas puramente comicográficas y el espíritu de experimentación que las inspira abre nuevas puertas artísticas en el medio (aunque no estamos seguros de que todas conduzcan a algún lado). Las aventuras del fracasado que da título a la obra son simplemente la excusa que ha necesitado David Mazzucchelli para construir su juguete estilístico y demostrar que anda sobrado de talento.
Dios en persona, de Marc-Antoine Mathieu (Sins Entido): otro cómic inteligente el de Mathieu y, como tal, exigente. El francés juega en el territorio de las hipótesis y desarrolla la suya bajo la forma de un ensayo comicográfico, lleno de referencias intelectuales y asunciones de orden filosófico. Dios ha bajado a la Tierra, de nuevo, hecho persona, Mathieu analiza las consecuencias del sacrosanto acontecimiento desde el pragmatismo más absoluto, con una buena dosis de cinismo crítico y no poca objetividad. Para ello, plantea su trabajo como un ensayo argumentativo organizado alrededor de un juicio: en él, se juzga al juez divino, se juzga a Dios. Por el escenario discurren testigos, intelectuales, personas de a pie, demandantes y defensores. Una gran broma que Dios en persona se toma muy en serio. Audaz, mordaz y, por momentos, brillante la novela gráfica de Mathieu.
Pluto, de Naoki Urasawa (Planeta DeAgostini): Urasawa, como Hitchcock o Conan Doyle en su día, tiene la llave del suspense. Lo demuestra en cada una de sus series, lo hizo en 21st Century Boys y en Monster, y lo hace ahora con Pluto. Pero frente a aquellas series, quizás demasiada largas, demasiado retorcidas y siempre a remolque de una resolución que terminaba decepcionando al lector, Pluto resulta una obra mucho más cerrada y, lógicamente, mucho más redonda. No faltan las vueltas de tuerca y las sorpresas en sus páginas, pero en la nueva serie de Urasawa encontramos más emoción sincera en la descripción de personajes y un camino narrativo más firme. Esta historia de robots con corazón, basada en un episodio del Astro Boy del maestro Tezuka, es todo un tour de force del suspense narrativo y la emoción pura. Espectáculo manga. El viejo gusto hollywoodense por la calidad ahora habita en Japón.
Wilson, de Daniel Clowes (Random House Mondadori): no es el mejor Clowes, pero sigue siendo Clowes. Wilson nos trae al personaje más odioso, cínico y mezquino del 2010, un sociópata con carnet. Como ya había hecho en Ice Haven, Clowes vuelve a tirar de talento gráfico para recrear los diferentes episodios en la vida del señor Wison cambiando constantemente el estilo de su dibujo. Cada página, un capítulo de mezquindad, cada plancha una colección de razones para que deploremos los muchos defectos de este nuevo desheredado que Clowes ha sumado a su ya amplio catálogo de perdedores. No nos sorprende, ya sabemos que pocos dibujantes de cómics son tan capaces de dotar de vida a sus criaturas como Daniel Clowes. Wilson es su último hijo y le ha salido un verdadero cabronazo.
NonNonBa y Operación muerte, de Shigeru Mizuki (Astiberri): dos en uno para Mizuki. El descubrimiento de este clásico del manga ha resultado toda una epifanía. Después de ver a sus niños cabezones con flequillo convertidos en todo un clásico iconográfico del manga japonés, nos hemos relamido con el talento gráfico y narrativo de Mizuki. Su uso magistral del "enmascaramiento" (fondos realistas - personajes fuertemente caricaturescos), su recreación de pasajes autobiográficos filtrados por una suerte de realismo mágico-nipón y su recurrencia constante a la tradición japonesa como fuente de inspiración son la base de NonNonBa (como lo son de su otra obra publicada este año en nuestro país, Kitaro). La historia de la vieja NonNonBa, con sus historias de fantasmas y espíritus tradicionales, y la de su influencia sobre el niño Mizuki, que descubrirá junto a ella las pequeñas tragedias de la vida, como la muerte o el amor perdido. En Operación muerte, por su lado, Mizuki se sumerge en un episodio de los sucesos históricos que condujeron a Japón a la derrota en la Segunda Guerra Mundial; lo hace sin tapujos, ni las vendas del agravio, con la crudeza del excombatiente decepcionado y horrorizado por la deshumanización reinante en su propio bando, pero lo hace también con el humor inteligente y sutil que caracteriza su producción. NonNonBa y Operación muerte, dos debes.
Lint (Acme Novelty Library 20), de Chris Ware (Drawn & Quarterly): hacemos trampa, lo sabemos, pero lo hacemos a propósito. Este tebeo no se ha publicado en español ni en nuestro país, también lo sabemos, pero es lo mejor que hemos leído en años y queremos contagiárselo a ustedes. Ware va camino de crear época. Su trabajo en Lint es un ejercicio que pone en cuestión muchas de las convenciones del medio y que explota hasta el límite las posibilidades combinativas entre la imagen y la palabra, sin que ninguno de los dos lenguajes tenga sentido alguno sin su interrelación con el otro: ¿no se trataba de eso, en realidad? ¿de la doble articulación? Ware dedica su talento a construir una vida completa, la de Jordan Wellington Lint, desde su nacimiento hasta su muerte. La experiencia del lector es la de estar asistiendo a un proceso de creación biológica y neuronal al mismo tiempo que artística, Ware se implica en el proceso de traslación de emociones y percepciones sobre el papel, con la dificultad que ello conlleva. Asistimos a la complejidad de la existencia, con mayúsculas, con su carga de decepciones y sus momentos efímeros de triunfo. Ware es un maestro y Lint es su última obra maestra, sin duda.
Eso es todo, aunque podría haber alguno más en la lista, como los zombies de Kirkman, el Rebétiko de Prudhomme o los juegos autoconfesionales de Sáez; les dejamos que la completen ustedes. Ah, y no, no incluimos a Sim y su Cerebus, porque lo tenemos a medias y, se lo confesamos, se nos está haciendo un poco bola.
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: tendencias y recorridos (II)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)

sábado, enero 01, 2011

2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III).

Nombres y más nombres. Éste, otro año más, ha resultado ser un periodo editorial prolífico, con grandes obras y numerosos eventos lectores. Repasémoslos por encima.
El cómic europeo sigue en estado de agitación bajo la influencia del nuevo cómic franco-belga, basado en una línea clara suelta y espontánea (¿podríamos llamarla la "nueva línea clara"), cercana a un falso esbozo, que esconde a artistas gráficamente superlativos. Edmund Baudoin fue el pionero, Sfar o Gipi sus mejores discípulos. Del primero, este año se ha publicado Ensalada de Niza (Astiberri). Joann Sfar, por su parte, es uno de los tipos más prolíficos del cómic actual, este año hemos visto por aquí sus Los viejos tiempos. El rey no besa y El señor Cocodrilo está muerto de hambre (ambos en Ponent Mon). Adscribimos a esa tendencia a algunos de los mejores cómics del curso, como En mis ojos o el fantástico Amistad estrecha, de ese nuevo gran talento que es Bastien Vives (Diábolo Ediciones). No nos olvidamos de Rabaté y su emocionante e inteligente La tienda de las ilusiones (Norma). El otro día, por diferentes razones, también hablábamos de otro gran tebeo, el Rebétiko de David Prudhomme (Sins Entido). Entraría aquí, desde luego, Blutch, del que se ha editado Velocidad moderna (La Cúpula). Y no hay que olvidar a Étienne Davodeau con su Lulú, mujer desnuda 2 (La Cúpula).
De EEUU, junto a "rompepistas" como el Planetary 2, de Warren Ellis y John Cassaday (Norma), el Kick-Ass, de Mark Millar y John Romita Jr (Panini) o Los muertos vivientes de Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlar, nos llega mucha "independencia" harto conocida, con el rey Clowes (Wilson -La Cúpula) a la cabeza: Escenas Imborrables y Los gatos son raros, de Jeffrey Brown (La Cúpula); Johnny Ryan para niños, de Johnny Ryan (BLUR); Inadaptadas, de Cecil Castelluci y Jim Rugg (SM); Dungeons Quest, de Joe Daly (La Cúpula); Skibber Bee-Bye, del inédito en nuestro país Ron Regé Jr. (Apa Apa); Other lives, de Peter Bagge (La Cúpula); ese precioso Los cuentos de Pete el leñador, de Lilli Carré (Apa Apa) o la vuelta de Beto con Nuevas historias del viejo Palomar (La Cúpula).
Norteamericanos, pero no tan alternativos ya, son el cada vez más grande Joe Sacco, con su mayúsculo (en todos los sentidos) Notas al pie de Gaza (Random House Mondadori); la vuelta de Cathy Malkasian con Templanza. El poder del miedo (La Cúpula); el Alicia en Sunderland, de Bryan Talbot (Random House Mondadori); una obra de la que ya hemos hablado aquí, Cerebus. Alta sociedad, de Dave Sim (Ponent Mon); Día de mercado, de James Sturm (Astiberri); el postmoderno Heavy Liquid, de Paul Pope (Planeta DeAgostini) o El destino del artista, de Eddie Campbell (Astiberri).
Japón, siempre, nos depara la retahíla de clásicos mangakas que no fallan en nuestras carteleras, junto a autores que van camino de serlo. Entre éstos, destaca Yuichi Yokoyama, Viaje (Apa Apa). Entre aquellos, por supuesto, Jiro Taniguchi, solo (Un zoo en invierno y Sky Hawk -Ponent Mon), y acompañado (Mi año, con Jean-David Morvan -Ponent Mon- y El gourmet solitario, junto a Masayuki Kusumi -Astiberri). Pero también Historias de la máscara, de Hideshi Hino (La Cúpula) y Pluto, de Naoki Urasawa. Orientales, que no japoneses, son los volúmenes de Una vida en China, de Li Kunwu y P Ôtié (Astiberri).
En nuestro país, detrás de la polvareda Roca (El invierno del dibujante -Astiberri) y el Blacksad vol. 4 (Norma), encontramos mucha cosa interesante. Como la esperadísima vuelta del Capitán Torrezno de Valenzuela en Plaza elíptica (Edicions de Ponent), por ejemplo; o el brillante ejercicio autorreflexivo de Juanjo Sáez en su Yo, otro libro egocéntrico de Juanjo Sáez (Random House Mondadori); esa rareza biográfica que fue Miguel, 15 años en la calle, de Miguel Fuster (Glénat); el extraño cruce animal de Duelo de caracoles, de Sonia Pulido y Pere Joan (Sins Entido); la vuelta de Calatayud, con Los 12 trabajos de Hércules (Edicions de Ponent); La herencia del Coronel, de Carlos Trillo y Lucas Varela (Dibbuks); Dentro de nada, de Juan Berrio (Astiberri); otro Roca, internacionalizado junto a Sergeï Dounovetz, en El ángel de la retirada (Bang!); Sará Servito, de Felipe Hernandez Cava y Laura (Edicions de Ponent); el cinematográfico Chico y Rita, de Javier Mariscal y Fernando Trueba (Sins Entido); Sexo, amor y pistachos, de un clásico, Ramón Boldú (Astiberri); Los Patricios, de Juan Díaz Canales y Gabo (Dibbuks); la vuelta del premiado Esteban Hernández con Pintor (Sins Entido); Todo el polvo del camino, de Wander Antunes y Jaime Martín (Norma Editorial) o el muy censurado Total OverFuck, de Miguel Ángel Martín (Reino de Cordelia).
También muchos cómics de autores prometedores por estos lares, como La marea de San Pedro, de Tomeu Pinya (Astiberri); Tú me has matado, de David Sánchez (Astiberri); el trabajo virtuoso de Cristina Vela en Medusas y Ballenas (Viaje a Bizancio Ediciones); La canción de los gusanos, de Álex Romero y López Rubiño (Norma Editorial); el sexual y, promete, polémico Justine y Juliette, de Raúlo Cáceres (Viaje a Bizancio Ediciones); o esa vuelta de tuerca al humor contemporáneo que implica el radical Hervir un oso, de Jonathan Millán y Miguel Noguera (Belleza Infinita).
Nos dejamos a muchos en el tintero: El sueñero, de Enrique Breccia (001 Ediciones); Los desesperados, de Mezzo y Pirus (Glénat); Castillo de arena, de Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeters (Astiberri); Smart Monkey, de Winshluss (La Cúpula); El carro de hierro, de Jason (Astiberri); Cuatro ojos, de Sascha Hommer (Sins Entido); El caso Pasolini. Crónica de un asesinato, de Gianluca Maconi (Gallo Nero); Paul se muda, de Michel Rabagliati (Astiberri); el Asterios Polyp, de David Mazzucchelli (Sins Entido) o el inmenso Dios en persona, de Marc-Antoine Mathieu (Sins Entido).
Ediciones de clásicos, todas las que quieran y más, pero ninguna tan sonada y esperada como la que el enorme Manuel Caldas se sacó de la chistera con Los Niños Kin-der, Lyonel Feininger (Libros de Papel); nuestro editor portugués favorito luego volvería a la carga con Dot & Dash, de Cliff Sterrett. Eso sí, también revivimos las aventuras de Julieta Jones, de Stan Drake (Panini) o de nuestra Zarpa de acero, de Ken Bulmer y Jesús Blasco (Planeta DeAgostini); o los clásicos de terror de la DC con House of Mystery, de Alex Toth (Planeta DeAgostini).
Para nuestra sorpresa (no crean que tanta, en realidad) y para refrendar la buena salud del medio, sigue proliferando con éxito la obra teórica alrededor del cómic: Tebeos Mutilados, de Vicent Sanchis (Ediciones B); Tragados por el abismo. La historieta de aventuras en España, de Pedro Porcel (Edicions de Ponent); La novela gráfica, de Santiago García (Astiberri); editado allende nuestras fronteras, el Diálogos intertextuales 4: discursos (audio)visuales para un receptor infantil y juvenil, varios autores (Peter Lang); 100 años de Bruguera. De El Gato Negro a Ediciones B, de Antoni Guiral (Ediciones B) o Colección Viñetas #5: Steranko Superstar, de Ángel de la Calle (Dolmen).
Más sorprendente es aún que la crisis de la revista se despache con la continuidad saludable de publicaciones clásicas (Rantifuso, 2VB, Adobo, Cretino) y la aparición de nuevas revistas de análisis (CHT, LaRAÑA), divulgación (Revista FanDigital) y con propuestas fanzineras heterogéneas, como Fanzine Colibrí, Fanzine Condón o Fanzine Licor del Mono. Nosotros, este curso, hemos metido ahí nuestro humilde y artesano Fanzine REVÉS.
Ahora, si hay que destacar dos nombres, sólo dos, en este 2010, nos van a dejar hacer nuestra apuesta por un autor patrio y un nipón igual de clasico que aquel. El autor que nos ha llegado desde el Lejano Oriente para robarnos la atención y el corazón no es otro que Shigeru Mizuki. Si lo de tres en uno sigue vigente, la terna que forman Kitaro, NonNonBa, Operación muerte (Astiberri), es de las que limpian y dan esplendor a un año comiquero. Por lo que respecta a nuestra casa, el personaje comiquero español del año es, no podía ser otro, el gran Manuel Vázquez; cuyo aniversario ha dado hasta para una película, amén de estudios varios (By Vázquez. 80 años del nacimiento de un mito, de Antoni Guiral -Ediciones B) y todas las reediciones del mundo: Lo peor de Vázquez (Glénat) o Los cuentos de Tío Vázquez (Ediciones B).
En la última entrega, les soltamos el listón.
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: tendencias y recorridos (II)
2010: los mejores (y IV)

miércoles, diciembre 29, 2010

2010: tendencias y recorridos (II)

Hace no mucho comentábamos como en nuestro país cada vez sorprenden menos esos grados de especialización comicográfica que antes sólo eran propios de latitudes lejanas y orientales. Puede tener que ver con la oferta editorial creciente que señalábamos en nuestro último post y puede tener relación también con la existencia de un lector maduro y exigente, demandante de bocados fuera de lo ordinario.
Sea como fuere, el hecho es que este último curso hemos creído detectar una serie de tendencias editoriales, que bien podrían servirnos para esbozar un cuadro rápido de algunos de los movimientos comicográficos del 2010. No se trata únicamente de la aparición de nuevos géneros o formatos, sino, nos parece, de movimientos de amplio recorrido.
En varios blogs leíamos, hace bien poco, lamentos acerca de la falta de oferta viñetera para los más pequeños: era como si hubieramos pasado de una época de cómics infantiles a un periodo el que se ha olvidado que los niños también son clientes potenciales. En el 2009, editoriales como Bang! descubrieron el nicho y se pusieron manos a la obra con buenos dividendos. En este 2010 su producción no ha dejado de crecer (señal de que el Mamut de Ed y Luchini está bien alimentado); las pruebas: Ratoon, de Jano; Miga, de Alex Fuentes y Santi Navarro; Rafa y Zoe en el parque, de Cristian Turdera y Sergio Kern; Batu, de Tute; Dino y Pablo. Juegos prehistóricos, de Loïc Dauvillier y Baptiste Amsallem, etc. Pero es que, además, otras editoriales, como La Galera, han recogido el testigo y se han sumado a la fiesta de los niños con el Penny: de mentira, de Geoffrey Hayes y Teresa de Frambuesa y las cuatro estaciones, de Agnès Rosenstiehl.
Si cualquier tema es susceptible de "reescribirse" en clave de cómic o, lo que es lo mismo, si el cómic ha llegado a un grado de madurez tal que es susceptible de explorar cualquier línea temática, no debe sorprendernos que el género biográfico haya encontrado su hueco dentro de las estanterías comiqueras. Ahora sí, hablando de especializaciones, este año ha sorprendido por la enorme cantidad de cómics que se han basado en biopics musicales; ni poniéndose de acuerdo, oigan: The Beatles. Su historia, de varios autores (Rossell); Bob Dylan, de varios autores (Norma Editorial); Carlos Gardel, de Muñoz y Sampayo (Libros del Zorro Rojo); Jirafas en mi pelo: Una vida de Rock’n Roll, de Carol Swain y Bruce Paley (La Cúpula); que hasta el fantástico Rebétiko (La mala hierba), de David Prudhomme (Sins Entido), podríamos meter aquí, con su lírica y preciosista recreación historicista de los músicos griegos de arrabal.
Se nota que el público pide más, que la demanda (si no en cantidad, si en variedad) desborda incluso la oferta. Algunas editoriales lo han visto claro y se han lanzado sin medias tintas al fantástico negocio de la amortización de derechos, dos han sido las vías: los integrales y las reediciones. Entre los primeros, destaca ese bonito cofre con dos volúmenes del Adolf, de Tezuka (Planeta DeAgostini); el descatalogado Raspa kids, de Álex Fito (Glénat); el Frank Cappa Integral, de Manfred Sommer (Glénat); el Jazz Maynard, de Raule y Roger Ibáñez (Diábolo); el Fin de siglo, de Pierre Christin y Enki Bilal (Norma) o el Gustavo Integral, de Max (LaCúpula). Este último ilustra además un fenómeno curioso, hermanado con la mencionada reedición: la recuperación de series, personajes e historias cortas publicadas en las revistas de los años 80 (Cairo, Zona, Totem, El Víbora...) y su solemne republicación como clásicos del cómic; así, hemos visto de vuelta los trabajos de algunos genios del underground, como Shelton y su Wonder Wart-hog, Las mejores historias de Wonder Wart-hog (1978-1999) (La Cúpula); Spain Rodríguez, Nightmare Alle (Drakul) o la labor de La Cúpula con las obras completas de Crumb, claro. En este mismo sentido se puede interpretar la reaparición de autores como Beroy, Onírica (Glénat), o Rubén del Rincón, Para el rastro (Dibbuks). Nos gusta la excelente salud comercial de Jeff Smith y su Bone, reeditado en formato de bolsillo por Astiberri; así como la reaparición dignísima de obras que en su día pasaron desapercibidas, como el fantástico Hicksville, de Dylan Horrocks (Astiberri) o los verdaderamente superheroicos Marvel Gold. Estela Plateada, de Stan Lee, John Buscema y Jack Kirby (Panini) y Daredevil: Born Again, de Frank Miller y David Mazzucchelli (Panini).
Ahora, la realidad de que el cómic ha entrado en las tierras del prestigio, se constata gracias a un "palabro" sagrado: expectación. Tenemos la sensación de que nunca antes se había hablado tanto de tantos tebeos con fecha de edición en horizontes lejanos. Me darán la razón si les digo que, este año, se han publicado cómics de los que ya se había dicho casi todo antes de la mismísima edición: tebeos malditos, clásicos esperados envueltos en misterios editoriales; tebeos que el lector ha esperado como agua de mayo, mientras se alimentaba de anuncios, adelantos editoriales y páginas premier "liberadas" por la editorial. Veamos algunos de esos tebeos que han suscitado expectaciones enconadas.
Uno de ellos fue, sin duda, el Cerebus. Alta sociedad, de Dave Sim (Ponent Mon), una de las joyas escondidas del cómic indy, decían; un tebeo con cierto halo de malditismo que sirvió como guía y modelo a los jóvenes autores estadounidenses en el arduo camino de la autopublicación. Un tebeo que nunca se había publicado en España y que resultaba económicamente poco accesible en sus carísimas ediciones de importación.
Con anhelos indisimulados se espera cada edición traducida de los grandes genios norteamericanos contemporáneos, Crumb, Ware, Burns... y Daniel Clowes. Su Wilson (La Cúpula) ha aparecido casi a finales de año, pero no ha habido blog de postín que no le haya dedicado letras variadas y loas generosas.
Entre los nuestros, había muchas ganas, se notaba, de enganchar un nuevo Blacksad. La serie de Diáz Canales y Guarnido es una de las referencias comiqueras españolas más reconocida fuera de nuestras fronteras y una de las más admiradas dentro de ellas. Este año, por fin, vimos surgir a Blacksad en El infierno, el silencio (Norma).
No es menor la estela de triunfos y ventas que arrastra desde hace unos años el señor Paco Roca. En invierno se ha publicado su El invierno del dibujante (Astiberri) y la recepción entre la crítica ha sido unánimemente fervorosa: un metacómic histórico alrededor de la Escuela Bruguera y algunos de los grandes nombres del tebeo español, los mimbres de un éxito cantado, verán.
Y, como la expectación se suele alimentar de ese plato frío que es la polémica, no podemos cerrar este adelanto de obras muy esperadas sino con el Asterios Polyp de David Mazzucchelli (Sins Entido): odiado y admirado por igual, encumbrado a la gloria de los premios y desterrado al purgatorio de las obras fallidas por unos y otros, la aparición de Asterios ha sido un acontecimiento; y no sólo aquí.
En las siguientes entrega seguimos enumerando tebeos y les soltamos nuestra lista de "the very best".
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)
2010: los mejores (y IV)

lunes, diciembre 27, 2010

2010: Crisis, what crisis? (I)

Se lo preguntaban estos señores. Pese a los chaparrones de insensatez, el vértigo ante la pérdida de la abundancia y la codicia financiera que nos circundan, parece que al cómic no le va tan mal. Y no lo decimos nosotros, que se lo hemos oído recientemente a varios de los implicados. En concreto, a algunos de los artífices del cotarro, es decir a los artistas, en el nuevo número de Tebeosfera, dedicado a los jovenes creadores.
Cristina Vela, por ejemplo, comentaba: "Pese a todos los problemas que hay ahora, considero que el cómic en España no está tan mal como hace veinte años, si bien económicamente la situación no es buena, pero sí hay mas editoriales que antes y se edita más material, al igual que ha aumentado el número de lectores de cómics." En ese mismo foro, David Rubín añadía leña al debate del optimismo:
Creo que [la situación industrial del cómic español y en España] es la mejor de los últimos diez o quince años, sin duda. No es todavía la panacea soñada, pero por algo hay que empezar, y la verdad es que ya estoy un poco harto de tanto llorar y tanto quejarse de que la situación está muy malita en el cómic español, hacía años que no se veía tanto autor español, y tan diferente, en la oferta que puedes encontrar en cualquier librería, y creo que muchos de los cómics españoles más interesantes se están produciendo justo ahora.
Pero es que sólo unos días después, desde Expocómic se nos descolgaban con una de las cartas más efusivas y lanzacampanasalaire que hemos leído en los últimos tiempos: que si un éxito de público, que menudo aluvión de visitantes, que viva el comercio exitoso... Luego, por si les parece poco, leemos la prensa generalista, y constatamos dos cosas: nunca el cómic se mostró tan omnipresente en sus páginas y nunca se le trató de forma tan respetuosa y admirativa en las mismas. En El País, por ejemplo, nos cruzábamos hace unos días con un artículo recomendatorio-navideño que abría así, nada menos:
Excelente año para los aficionados a los cómics y novelas gráficas. Se confirma el incremento del lectorado que busca y consume esa forma ineludible de literatura/arte tan de nuestro tiempo. Aumenta la calidad de los álbumes y, al mismo tiempo, la edad media de sus lectores: conozco a bastantes que, como yo, han regresado al cómic en edad valetudinaria, quizás porque en ellos encuentran cosas que antes sólo hallaban en las novelas. La lista de los publicados durante el año se haría interminable, de manera que opto por mencionar sólo los que más me han interesado.
Vamos, que dan ganas de salir a la ventana y gritar aquello de que se quejen otros que a mí me da la risa. Todo parece cierto: se siguen sacando novedades a un buen ritmo (sin llegar a los extremos de los felices primeros años del siglo), el lector observa feliz como se editan en español tebeos que parecían perdidos en el limbo de los clásicos inencontrables, cada año descubrimos nuevos talentos y redescubrimos a los viejos gracias a reediciones, integrales, nuevos formatos, los salones y exposiciones concluyen con cifras de asistencia apabullantes, las instituciones siguen volcadas en lo que parece una tendencia contemporánea, el cómic es cool, los premios se consolidan, la información se multiplica, etc.
Después, sin embargo, hablamos con los pequeños editores y algunos nos reconocen que este curso las han pasado tan canutas como el común de los ciudadanos. Que los bancos no prestan, que las ventas no aumentan y que cada edición es un riesgo. Nos suena a todos. La resignación como actitud editorial es una constante, la imaginación abre otra puerta: imaginativa es, por ejemplo, la política de edición a demanda que han planteado algunas pequeñas casas, como Viaje a Bizancio Ediciones (sólo se imprimen los volúmenes que se venden). Esperanzador resulta también observar como la idea tradicional de cómic sigue evolucionando hacia nuevos formatos, temas y posibilidades adaptativas (un cómic es un producto, pero el cómic es también un lenguaje, no lo olvidamos). Y a pesar de los pesares, nacen nuevas editoriales, aparecen nuevas publicaciones periódicas y fanzines y se abren las puertas de nuevos eventos comiqueros. Lo dicho, tan mal no parece ir la cosa. Fíjense que algunos, por primera y sorpresiva vez, se han atrevido hasta a revelar el mejor guardado de los secretos editoriales: las cifras de ventas. Unos números que revelan la verdad inefable, efectivamente, la crisis está ahí (al menos lo estaba en 2009, que a dicho periodo corresponden los datos que analizaba el carcelero), pero que dejan también ver un cambio de actitud en el sector (debe de ser cosa del efecto wikileaks).
En el 2010 se han resuelto, igualmente, algunos otros misterios: los cómic digitales o, mejor dicho, la lectura digital de cómics ha venido para quedarse. Al iPad le sientan las viñetas estupendamente: no sólo no se pierde calidad de lectura (aunque el asunto depende de los formatos elegidos sustancialmente), sino que en algunos casos como el manga y los comic-books, con el iPad hasta parecemos salir ganando. Si alguna editorial no se lo ha planteado seriamente está perdiendo el tiempo, el futuro ya es presente.Lo dicho, cómics y más cómics, crisis y renovación, triunfos y fracasos. El que se aburre es porque quiere. En la siguiente entrega metemos las manos en la masa.
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2010: tendencias y recorridos (II)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)
2010: los mejores (y IV)

lunes, enero 04, 2010

2009: constataciones, nuestros favoritos (IV)

Vamos a cerrar los fuegos artificiales navideños anuales con la traca final: la lista de lo mejor del 2009. Lo decimos siempre, pero vamos a insistir en lo obvio: ésta es una selección absolutamente subjetiva y, como tal, perfectamente imperfecta para todo aquel que disienta. No se admiten reclamaciones. Los que nos siguen, sabrán si han de hacer caso de nuestro criterio. Los que recién lleguen, que tomen nuestra selección como piedra de toque ante futuras recomendaciones y concesiones de confianza.
No obstante, tenemos la impresión de que este curso va a haber un consenso bastante generalizado en torno a lo que no debemos dejar de leer (de haber leído) del 2009. Lo nuestro, sin orden pero sí concierto, es:
Génesis (La Cúpula), de Robert Crumb: el genio vivo más grande del cómic. Quien, para nosotros, es uno de los artistas capitales del S.XX, reaparece en el ocaso de la primera década del S.XXI con una adaptación del texto más leído y vendido de la historia de "la literatura". Palabras grandilocuentes para describir una obra ingente y rodeada de datos que apoyan el carácter épico de la gesta: Crumb ha estado más de diez años dedicado en cuerpo y alma a la tarea, Génesis promete convertirse en uno de los cómics más vendidos de la historia, su fama está empezando a sobrepasar los límites del mercado comicográfico y, probablemente, no haya cómic en este 2009 del que se haya hablado más. Dicho lo cual, la adaptación de Crumb sorprende, sobre todo, porque no busca la sorpresa, ni la parodia, ni el golpe de efecto autorial. El norteamericano ha hecho una adaptación absolutamente literal del texto sagrado. Una trasposición textual y mucho más "realista" (en el plano gráfico) de lo que hubiera podido esperarse de él. El Génesis de Crumb puede ser tan aburrido o divertido de leer como lo sea el Génesis del Antiguo Testamento. Esto no es Crumb, dirán algunos de sus fans: lo paradójico es que Génesis es lo más Crumb que nunca ha hecho Crumb. Su recreación pasmante de los pasajes bíblicos, sin parodia añadida, resulta en una obra mucho más irónica, reveladora, procaz y ácida que cualquiera de sus pasadas sátiras intencionadas. Lean y posiciónense.
Catálogo de Novedades Acme (Random House Mondadori), de Chris Ware: si Crumb ha sido el referente para los creadores de cómic durante muchas décadas, Ware lo está siendo en el presente y lo será durante mucho tiempo. Su forma de entender el arte, su precisión de artista quirúrjico a corazón abierto, ha marcado el trabajo de muchos de los dibujantes que estamos leyendo y disfrutando estos días. Por eso, cada publicación de Ware se recibe como un acontecimiento. En su país natal, éstas se suceden con cierta periodicidad gracias a la Biblioteca Acme, aquí las tenemos que esperar con cuentagotas. Es complicado (casi misión imposible) traducir a otra lengua unos cómics cuyos materiales viven de la simbiosis perfecta entre forma y contenido: traducir a Ware supone redibujar parte de su trabajo (titulos, tipografía, lexías, didascalias...). La labor que ha hecho Mondadori (su rotuladora) con el Catálogo de Novedades Acme es de las de quitar el hipo. El libro-objeto-joya que hemos visto este 2009 en nuestras tierras compendia una muestra diáfana del talento de su autor, se trata de un falso recopilatorio, lleno de prodigios narrativos y piruetas visuales que explicitan hasta donde debe llegar el cómic en su búsqueda de caminos y soluciones. Ware es un manual de lenguaje comicográfico y cada trabajo suyo una excusa perfecta para invertir sobre seguro.
George Sprott 1984-1975 (Random House Mondadori), de Seth: hablando de Ware y su influencia. Seth se aparta parcialmente de su habitual desnudez gráfica, de su línea clara minimalista, para facturar una obra compleja, llena de matices, tanto visuales como conceptuales. George Sprott apareció publicado por entregas en The New York Times, no obstante, es su identidad como obra unitaria, completa, la que desvela sus hallazgos narrativos. No es la primera vez que el canadiense sustituye aquel slice of life autobiográfico, que le hizo popular (La vida está bien si no te rindes),  por el género de la falsa biografía. Pero frente a Ventiladores Clyde, George Sprott es un cómic mucho más maduro y trabajado: la vida de una veterana estrella televisiva le sirve a Seth para diseccionar las aristas de la existencia vital, la complejidad de la individualidad. A través de su personaje, descubrimos los misterios del éxito y el fracaso, las ambigüedades que nacen entre la imagen pública proyectada y la verdad íntima, la fina línea que separa el ruido del triunfo de la silenciosa soledad. George Sprott es un cómic biográfico, pero huye de la linea de la vida, o de la linealidad de su relato, podríamos decir. Los puntos de vista cambiantes, la atención al detalle no revelado, la multisecuencialidad, el empleo de la simultaneidad en todos los niveles de la narración, conducen a esta historia, preciosamente dibujada, hacia la sorprendente derrota de la narración omnisciente y la revelación de una falsa ficción que huele a verdadera. Ahí es nada.
Ombligo sin fondo (Apa-Apa), de Dash Shaw: seguimos apostando por la apuesta, por el riesgo y la aventura de narrar al margen de la ortodoxia. De todo ello sabe mucho Dash Shaw, uno de los jóvenes creadores más prolíficos y vanguardistas del cómic actual. Ombligo sin fondo es su obra magna, hasta el momento, y se lee con cierta certeza de que, siendo enorme, es aún la antesala de algo todavía más grande. Shaw desborda la idea de narración de acontecimientos y se muestra como un descriptor de sentimientos y sensaciones, en su más amplio sentido. El autor quiere que oigamos y olamos sus historias, quiere que sintamos sus texturas y que asistamos en primera fila al desfile de la confusión de los sentidos y la mente. La descomposición de una familia de clase media ante los ojos de sus miembros es el argumento para una radiografía, de nuevo, de la complejidad humana y de la fragilidad de los lazos entre personas. Un tour-de-force de 720 páginas que se lee como un suspiro.
Super Spy (Planeta DeAgostini), de Matt Kindt:  tiene este cómic también mucho de juego, de espías, para ser más precisos. Kindt plantea su obra como un puzle gigante que el lector debe reconstruir a imagen y semejanza de los mensajes cifrados que los servicios de espionaje y contraespionaje se cruzaban en los trágicos tiempos de la Segunda gran guerra; precisamente, el tiempo y acontecimiento que enmarca la acción trepidante del relato: una historia repleta de traiciones, pequeñas historias entrelazadas, tragedias intuidas y muchos, muchos personajes y puntos de vista. Estamos ante una original versión comicográfica del cinematográfico género de vidas cruzadas, aunque Matt Kindt enriquece sus premisas explotando los diferentes recursos que le ofrece el vehículo discursivo con el que trabaja. Super Spy es un cómic creado para ser leído de forma cruzada, un tebeo dibujado con un innegable preciosismo vintage y atento a todos y cada uno de los mínimos detalles visuales que empujan su trama (colores, tipografías, intertextualidad...). Las tragedias de sus personajes conforman la tragedia misma de la guerra y, pese a su innegable aire caricaturesco, sus creaciones de tinta sobre papel son capaces de trasmitir el sufrimiento mismo de la derrota, la traición y el odio bélico.
Mi vida mal dibujada (Sins Entido), de Gipi: el italiano parece en estado de gracia permanente. Mi vida mal dibujada es un ejercicio de exorcismo a tumba a bierta, un trabajo autoconfesional que esquiva radicalmente la autocompasión y la autoindulgencia para guiarnos a través de los recovecos existenciales de su autor, un viaje sin frenos por los infiernos interiores de Gipi. Con un grafismo deliberadamente esquemático, muy alejado del acuarelismo virtuoso que le caracteriza, Gipi habla en primera persona y con absoluto impudor de sus problemas con las drogas, la enfermedad, el desamor, así como de sus desafecciones sociales y familiares. A medio camino entre el relato autobiográfico y el experimento simbolista, Mi vida mal dibujada es un testimonio estremecedor con pocos precedentes en la historia del cómic: el talento de Gipi se manifiesta en una narración sincopada, trabada, fragmentaria y, por momentos, abstracta, que termina, no obstante, por consolidarse en una confesión tan reveladora como sincera. El retrato personal que nos dibuja Gipi en su trabajo demuestra a las claras que su talento narrativo no tiene límites y que la suya es una de las voces artísticas esenciales del cómic actual.
Endurance (Planeta DeAgostini), de Luis Bustos: un cómic español que se hace grande entre los grandes. Una aventura de las que ya no existen y casi ni se cuentan: la de la "legendaria expedición a la Antártida de Ernest Shackleton". El trazo duro y anguloso de Bustos funciona como un guante de piel foca en la enumeración de los acontecimientos épicos de esta historia. Una vez que el relato arranca y que los aventureros se lanzan hacia la utopía, se produce el contagio y el lector empieza a sudar y a agarrarse a las páginas expedicionarias de Endurance como si la vida de Shackleton le fuera en ello. Luis Bustos ha creado su mejor obra hasta el momento y lo ha hecho con un dominio innegable de la tensión narrativa, la creación de personajes y la composición de la página. Por eso, porque Endurance recoge y actualiza lo mejor del género de aventuras y porque su lectura es una aventura apasionante, está entre lo mejor de este 2009.
Esta es la lista, pero como hicimos el año pasado, queremos acabar el repaso del 2009 mencionando un capricho viñetero, un tebeo del que nos sentimos muy cerca (¿recuerdan aquello de la subjetividad?), porque lo hemos visto gestarse y nos ha acompañado, como un amigo de papel, en jornadas de ferias, salones y planes a la sombra de una cerveza. Se trata de Vuelo rasante (Viaje a Bizancio Ediciones), obra de Pejac. Un tebeo lírico, dibujado como un enorme fresco de instantes encadenados a vuelo de pájaro, con una poderosa carga simbólica. Poesía comicográfica de trazo pictórico para anunciar los posibles de un creador joven que, seguro, dará más de una futura alegría al panorama de nuestra historieta.
¿Faltan cómics? Por supuesto. Alguno que conocemos habría incluido El gusto del cloro (Diábolo), de Bastien Vivés o el Tamara Drewe (Sins Entido), de Posy Simmonds. Dos muy buenos tebeos. Seguramente, deberían estar también aquí El arte de volar (Edicions de Ponent), de Altarriba y Kim o Una vida errante (Astiberri), de Yotsihiro Tatsumi, pero, lo reconocemos avergonzados, todavía tenemos esos dos prometedores tebeos en la lista de debes lectores. Prometemos empezar el 2010 solventando tamaña carencia. Ahora nos tomamos unos días de descanso, para poder jugar con los regalos de reyes, que estos últimos posts han sido muy intensos e introspectivos. Pórtense bien.
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jueves, diciembre 31, 2009

2009: constataciones, cómics foráneos (III).

Si nos dejáramos llevar por esa premisa tan anglosajona de "the winner takes it all" (la misma que condiciona los sistemas electorales de el Reino Unido y Estados Unidos, por ejemplo), lo cierto es que, aunque no por demasiada diferencia, este curso el tebeo norteamericano se iba a llevar el grueso de los escaños.

No queremos decir que no haya habido novedades estimables procedentes de otras latitudes, no es eso. Por ejemplo, este año hemos visto publicado mangas y manhwas interesantes, pero ni el factor sorpresa, ni la aparición de "imprescindibles" se puede comparar a la de temporadas precedentes, en las que descubríamos en España con la boca abierta, ahora, las obras completas de Tezuka, luego, la pericia infinita de Taniguchi y, más tarde, la existencia de unos tales Junji Ito, Maruo o Hino. Dicho lo cual, ha habido mucho bueno: hablando de Taniguchi, Ponent Mon ha publicado La montaña mágica y Un zoo en invierno. De Hideshi Hino nos sigue llegando producción en tromba, por obra y gracia de La Cúpula: Galería de horrores y Las noches de Zipango. Otros: Jillian y Mariko Tamaki son las autoras de Skim (La Cúpula), Shinichi Ishizuka el de Gaku (Planeta DeAgostini), Hisroshi Hirata es el creador de Satsuma Gishiden (Dolmen) y Taiyou Matsumoto e Issei Eufuku lo son de Takemitsu Zamurái. El samurai que vendió su alma (Glénat). Aunque, seguramente, los dos manga que más han dado que hablar este año y que se esperaban con mayores expectativas han sido Hitler (la novela gráfica) (Glénat), de Shigeru Mizuki y Una vida errante (Astiberri), de Yoshihiro Tatsumi.

Tampoco ha estado mal la producción europea, desde luego. Nos ha deparado incluso alguna obra mayúscula, como ese alucinante Mi vida mal dibujada (Sins Entido), de Gipi, la muy evocadora El gusto del cloro (Diábolo), de Bastien Vivès o el folletín interdiscursivo de la británica Posy Simmonds en Tamara Drewe (Sins Entido). Muy, muy recomendables han sido también el corrosivo No Comment (La Cúpula), de Ivan Brun; la sátira inteligente de La virgen de plástico (Norma), de Pascal Rabaté y David Prudhomme; la serie negra hipnótica de El rey de las moscas 1. Hallorave (La Cúpula), de Mezzo y Pirus; ese experimento surrealista que es Mi pequeño (Norma), de Olivier Schrauwen; el maravilloso trabajo icónico de Hendrik Dorgathen en Space Dog; la poesía de Edmund Baudoin en Arlerí (astiberri) o el esperadísimo Pinocchio (La Cúpula), de Winshluss. Tampoco podemos olvidarnos de los, siempre interesantes, trabajos de algunos de esos nombres esenciales del cómic europeo: Cómo no hacer nada (Astiberri), de Guy Delisle;  El fin del mundo (La Cúpula), de Tom Tirabosco y Pierre Wazem; Low Moon (Astiberri), de Jason; la emancipación a dos bandas de Phiplippe Dupuy, Obsesionado (Astiberri), y Charles Berberian, Sacha (Bang); Lapinot y las zanahorias de la Patagonia (Astiberri), de Lewis Trodheim; el doblete de Frederik Peeters en Astiberri, Dándole vueltas y Paquidermo; la muy atractiva serie mitológica de Serge Le Tendre y Christian Rossi, con Tiresias y La gloria de Hera (BD Ediciones); Diario de un ingenuo de Spirou y Fantasio (Planeta), de Emile Bravo; se presume avalancha la aparición de obras de un clásico como Raymond Briggs en nuestro mercado, después del Gentleman Jim (Astiberri). Aunque para clásicos reaparecidos: Moebius, con Inside Moebius 1 (Norma), y Francois Bourgeon, con la, para algunos decepcionante, vuelta de Isa en Los pasajeros del tiempo vol. 6. La niña Bois-Caïman (12 Bis). Ahí es nada: una lista de novedades que, en cualquier otra temporada, habría sacudido los cimientos pecuniarios de fans, críticos y lectores.

Pero, ay amigos, es que, como venimos anunciando, este año las vacas han venido gordísimas y las publicaciones de la otra orilla dan tanta o más luz que las de este lado del Atlántico, obras maestras mediante. No solemos abusar del término en cuestión, pero a ver quien se atreve a negar la mayor: como tales (como obras maestras) han de pasar la obra magna del mesías iluminado, la adaptación más esperada, el tochazo bíblico de Mr. Crumb, su Génesis (La Cúpula) (al que ha acompañado de la mano su profeta, Las enseñanzas de Mr. Natural: Paradojas, en edición de la misma casa). Si Crumb es el padre, Chris Ware es el hijo y la edición que ha hecho Random House Mondadori de su Complete Acme, un milagro (con el prodigio de su rotulación al frente). Nos falta el papel del Espíritu Santo que, por ambicioso, experimental, evanescente y misterioso, se ha ganado el joven Dash Shaw a pulso con su monumental Ombligo sin fondo (Apa-Apa); vamos a tener espíritu místico para rato, nos da la sensación. Hay numerosos candidatos a apóstoles, no se nos apuren. Entre los últimos jóvenes (o ya no tanto) creadores ex-independientes, arrancan estupendamente posicionados Seth (apóstol de Ware por intervención divina) y su gran George Sprott (Random House Mondadori) y Matt Kindt con ese crípticamente divertido Super Spy (Planeta). Algo más lejos, les siguen: Lilly Carré, La laguna (La Cúpula); Art Spiegelman, Breakdowns (Random House Mondadori); Piltrafilla (La Cúpula), de Jeffrey Brown; Pobre marinero (Apa-Apa), de Sammy Harkham; Recidivist (Apa-Apa), de Zak Sally Hablando del diablo (La Cúpula), de Beto Hernandez; el retorno de un clásico del underground, Spain Rodriguez, con Nightmare Alley. El callejón de las almas perdidas (Editorial Drakul); Coches abandonados (La Cúpula), de Tim Lane. No queremos olvidar tampoco algunas obras más terrenales, como Paul en el campo (Fulgencio Pimentel), que supone la vuelta del canadiense Michel Rabagliati; la versión aventurera de Scott McCloud, Zot! (Astiberri). En fin, ¡como para hacer temblar cualquier hipoteca! ¿Y Cerebus? Bien gracias.

El género superheroico ha visto material interesante, como el Batman Ego (Planeta), de Darwyn Cooke, el 100% Marvel: Clandestine (Panini), de Alan Davis, el divertido Bizarro Cómics (Planeta), la serie de Daredevil de Ed Brubaker y David Aja (Panini), Batman: ¿Qué le sucedió al cruzado enmascarado?, de Neil Gaiman y Andy Kubert o varios Marvel Deluxe de Panini, como los dedicados a los 4 Fantásticos y al Capitán América. Pero, este 2009, hablar de superhéroes ha sido hacerlo de un trabajo sobre todos los demás. ¿Lo adivinan? Efectivamente, el archipremiado All Star Supermán (Planeta), de Grant Morrison y Frank Quitely, que ha dado mucho que hablar, y no sólo a fans pijameros.

No tenemos espacio aquí para hablar de los centenares de reediciones que han aparecido este curso; nos gustaría mencionar, eso sí, algunos integrales que han compilado materiales previamente publicados en álbums, tomos manga o comic-books: imprescindible el volumen único con el Epiléptico. La ascensión del gran mal (Sins Entido), de David B; también ha aparecido el Ibicus (Glénat) de Rabaté; por supuesto, El barrio lejano (Ponent Mon), de Taniguchi y, esenciales, el Valentina (Norma), de Crepax y el Sambre integral (Glénat), de Yslaire.

Para cerrar este repaso como Crumb manda, no podemos dejar de mencionar el cada vez más abundante flujo de libros teóricos, técnicos y biográficos alrededor del mundo del cómic. Este año ha sido especialmente prolífico al respecto. Se han publicado numerosos trabajos monográficos sobre autores concretos como Schulz, Carlitos y Snoopy, una biografía (Es Pop Ediciones), de David Michaelis; Bernet, 50 años de viñetas (El Jueves), de Antoni Guiral; Kirby, el rey de los cómics (Rossell), de Mark Evanier; Las aventuras de Hergé. El creador de Tintín (Zendreda), de Michel Farr o Toppi, un visionario entre dos mundos (Dolmen), de Yexus. Nuestra pequeña aportación al tema ha tenido que ver más bien con el lado académico y el análisis narrativo del cómic: en el 2009 al fin apareció La arquitectura de las viñetas (Viaje a Bizancio Ediciones)... y bien contentos que estamos de ello, oigan.

¿Ha visto la edición española alguna vez tal acumulación de maravillas en forma de cómic como las que hemos enumerado en estas dos jornadas blogueras? Permítanme dudarlo: va a ser verdad aquella leyenda literaria romántica que relaciona el genio con el hambre. Adáptenla ustedes mismos al caso.

En la última entrega de este repaso anual, de regalo de reyes, les glosamos cuales han sido nuestros favoritos del año.

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