lunes, marzo 19, 2007

Fiebre amarilla (III): Corea de Ponent Mon.

Primero Japón, después Corea; los dos, territorios inhóspitos o, cuanto menos, igualmente lejanos ante nuestros ojos occidentalizados. Así que, en principio, de nuevo una propuesta la mar de interesante aunque sólo fuera en términos antropológicos. En principio y en final, todo sea dicho, porque la propuesta de Ponent, Corea vista por 12 autores recoge todo un catálogo de sorpresas visuales y extrañezas culturales; más, si cabe, que las que ya abundaban por el tomo nipón y es que, si Japón es el lejano oriente, nuestro desconocimiento (el mío, al menos) de la cultura coreana, sitúa a este país en el extrarradio de la lejanía. Ya lo insinúa Nicolas Finet en su introducción a la obra, que titula "La otra orilla del mundo":
¿Ir a Corea? Pero que idea más rara... Y es que, si bien la tentación de Japón o de la China -por quedarnos en la vecindad- son, más o menos, unos clásicos del imaginario europeo, sigue siendo completamente diferente para el vecino coreano. Durante mucho tiempo, incluso para la minoría de occidentales que se interesan un poco por el mundo, Corea no ha sido mucho más que un nombre en el mapa.
No le falta razón al amigo Finet y tampoco se la quitan las historias recogidas en este libro. Algunas de ellas nos obligan (nos invitan) a la relectura y a la reestructuración de nuestras coordenadas lectoras para una simple comprensión básica de sus contenidos. Otro mundo, otra mentalidad y, por supuesto, otra forma de entender y codificar el discurso artístico. Así que, aunque sólo fuera como experiencia lectora, este Corea... ya merecería el arranque de voluntades y buenas intenciones. Pero es que, además, esta compilación de historias cortas reúne algunos trabajos verdaderamente estimables por su recorrido experimental, por sus valores narrativos o por el simple goce estético que plantean; eso sí, debo confesar que los autores incluidos (por lo que respecta al bando coreano, sobre todo) antes de la lectura a un servidor le sonaban a chino.
Por lo que respecta a la edición, Corea vista por 12 autores no dista demasiado de su hermano gemelo japonés. Conserva la equidad en el reparto entre autorías autóctonas y huéspedes francófonos; mantiene las breves y útiles mini-biografías al comienzo de cada capítulo y aporta una introducción clarificadora respecto a las intenciones de la obra en cuestión. Frente a aquella, ahora se prescinde de lo mapitas en la primera página de cada historia, por lo cual perdemos la referencia geográfica (innecesaria en este caso, pues da la sensación de que tampoco ha sido un criterio rector en la distribución y el reparto de las historias), en favor de la caricatura del autor protagonista (cada una de ellas realizada por alguno de los invitados al proyecto), que nos da la bienvenida bajo el título de cada manhwa. Ah, ¿no lo habíamos dicho? Pues sí, a los "mangas" coreanos se les llama así y, pásmense, son materia y objeto de estudio específico (práctico y teórico) en varias universidades del país. Vamos con ello:
De Choi Kyu-sok nos cuenta la introducción que nació en Changwon (lo sé, como oír llover) en 1977 y que "llama la atención muy temprano gracias a la originalidad gráfica y narrativa de sus relatos breves". Totalmente de acuerdo en todo, lo de Changwon irrebatible y lo de la originalidad un tanto de lo mismo. Además, La paloma falsa es uno de esos relatos breves que llaman la atención, efectivamente. Planteada en clave de reivindicación social, la historia juega con la ambigüedad de una voz narrativa heterodiegética (externa al relato) que termina por confluir con el punto de vista subjetivo de un protagonista-narrador-autor en busca de materiales para su historia (un cómic que se le ha encargado). Un juego, por lo tanto, de autoconsciencia ficcional en el que el relato se construye a sí mismo. Dicha autoconsciencia se ve acentuada por la ruptura de la ilusión que plantea Choi Kyu-sok cuando a mitad de su historia "animaliza" a algunos de sus personajes anónimos (de una forma semejante a como sucede en Blacksad), en un claro subrayado circunstancial de intención simbólica que contrasta con el realismo gráfico de sus academicistas lápices y carboncillos (preciosos los fondos). Catel recurre a una técnica narrativa similar y (como ya sucedía en varias de las historias de Japón visto por 18 autores) recurre a la metaficción como método de construcción de su relato. La autora se desplaza a Seúl con otros dos autores, invitada por la embajada para un proyecto colectivo de creación comicográfica. Nada nuevo, hasta aquí, como ven. Catel nos cuenta como en un primer momento decidió hacer protagonista del viaje a su personaje más conocido, Lucie (la historia se titula Dul Lucie) y plantear la historia como un capítulo más de sus andanzas. De hecho, Lucie aparecerá y desaparecerá del relato en varias ocasiones, interactuando con la Catel-personaje. De nuevo, una metahistorieta, una historia que se construye según avanzan las viñetas y en la que la autora revela los mecanismos internos de la narración por el simple hecho de hacerlos explícitos en sus comentarios y didascalias. La técnica marcadamente caricaturesca de la dibujante francesa añade las habituales notas de humor y autoironía, muy adecuadas en una narración que busca la solidaridad del lector mediante la autocrítica paródica.
Lo de Lee Doo-ho y El árbol de Solgeo es otra historia: un manhwa que recrea y actualiza una leyenda tradicional coreana (la del pintor Solgeo que dibujó en la pared de un templo un pino tan perfecto, que los pájaros intentaban posarse en él). El tema como pueden imaginar enlaza de modo un tanto convencional con la filosofía taoísta y la comunión con la naturaleza. La labor gráfica de Doo-ho, sin embargo, impresiona: páginas formadas por tres, cuatro o cinco macro-viñetas, en las que abundan las angulaciones extremas (que no gratuitas) y planos muy cercanos de los personajes. En cuanto al estilo, predominio de un realismo elegante y sobrio, con unas líneas muy moduladas y unas reminiscencias claras hacia los mangas de tradición histórica (se me viene a la cabeza el Ikkyu de Hisashi Sakaguchi, por poner un ejemplo).
Vanyda es francesa pero su trazo también nos recuerda al de mangakas ilustres y, además, no nos pilla por sorpresa. A Vanyda la conocemos por La casa de enfrente, que publicó Ponent Mon en nuestro país. La historia, ¡Ah Pilsung Korea!, habla de la vuelta a los orígenes (dos hermanos franceses de ascendencia coreana), de las barreras idiomático-culturales (uno no es coreano por el hecho de sentirse coreano, si nunca ha vivido en Corea; ¿obvio, verdad?) y de la casualidad. Una historia amable con final feliz, que mejora cuando se centra en el efecto que las revelaciones culturales tienen sobre los personajes, en vez de en el plano anecdótico de las mismas; ya saben, la búsqueda de cierta enjundia psicológica y todo eso.
Llegados a este punto, alguno de ustedes me afeará, con razón, la escasez de esos argumentos marcianos y promesas experimentales que anunciaba al comienzo de estas líneas. No se preocupen, la Cenicienta de Park Heung-yong vale por tres. El coreano, una de las supuestas estrellas del volumen, se nos destapa con una historia construida poéticamente alrededor de una onomatopeya: "Kkang"; como lo oyen. Lo curioso es que el desarrollo del relato dista aparentemente de cualquier modelo de organización poética tradicional. Se trata más bien de un cuento narrativo organizado linealmente que, en un momento dado (la excusa de una zapatilla extraviada), se desborda por la proa del surrealismo onírico de uno de sus personajes; en ese momento nos damos cuenta plenamente de la naturaleza lírica del conjunto. El desarrollo gráfico de Cenicienta es tan heterodoxo como el contenido que ayuda a conformar: en un ejemplo extremo de "efecto máscara" (sic. McCloud), Heung-yong combina la caricatura esquemática de los personajes con unos fondos tremendamente realistas elaborados con una técnica pictórica radicalmente opuesta a la de los primeros. El efecto resultante es el de las "trasparencias" de las antiguas películas de aventuras en las que el personaje aparecía claramente sobrepuesto sobre una pantalla (azul) en la que se proyectaba el paraje exótico en el que querían hacernos imaginar que estaba (con muy poco éxito la mayor parte de las veces). Da toda la sensación de que el dibujante coreano ha empleado el color en su versión original, lástima que la edición en blanco y negro de la obra (con "esos infinitos grises") no nos permita comprobarlo.
Mañana más.

jueves, marzo 15, 2007

Fiebre amarilla (II): Japón de Ponent Mon.

Seguimos donde lo dejamos, es decir, intentando superar el shock post-crécy. Para tal fin, Japón nos propone Kankichi, una parabolita simpática de Taiyo Matsumoto: la historia de un niño-dios de esos que abundan por las mitologías asiáticas. Un cuento con perro antropomórfico incluido, marcado por el esquematismo evocador del dibujo de Matsumoto, más cercano a la ilustración japonesa que al manga. Mito, fábula o cuento, esta historia preludia el tono lírico que, con matices variados, estará presente en casi todas las historias realizadas por autores japoneses que nos faltan por comentar en este volumen.
Entre medias, se cuela Sfar, uno de los (sorprendentes) líderes editoriales del mercado español en los últimos tiempos (al menos por lo que respecta al número de publicaciones). Al francés se le ve últimamente en todas las ensaladas comiqueras, así que Japón no iba a permitirse su ausencia. El Tokio de Oualtérou nos presenta su vena más sarcástica y ácida: un recorrido inmisericorde por el maravilloso mundo de los prejuicios culturales; un paseo por Tokio bajo la lluvia ácida de las palabras y los penssamientos de Oualtérou, amigo (¿imaginario?) de Sfar. Se trata de una lectura divertida, en todo caso, en la que el ofensor se retrata a sí mismo en cada una de sus ofensas, al tiempo que nos ofrece algunas claves de la diferencia entre culturas sitas a millas de distancia. Todo ello, adornado con la variante gráfica más suelta y abocetada del, ya de por sí relajado, estilo-Sfar.
Little Fish, joven, japonés y osado (en orden indiferente) recoge el guante lírico lanzado por Matsumoto. Lo hace a través de una historia sin palabras, El girasol, alimentada por el realismo de línea clarísima de sus dibujos y un cripticismo narrativo, que juega a adaptar la codificación del símbolo poético en forma de icono visual. Sugerente, pero tan oscuro en sus intenciones últimas que cuesta entrar en su propuesta.
Igualmente lírico y casi tan críptico es Elegir un insecto, de Moyoko Anno. Un ejemplo de sinestesia comicográfica tremendamente evocador: las imágen sugerida por un sonido, el de los grillos en este caso. La autora japonesa ejerce su derecho a la libertad creativa para sorprendernos con un encadenamiento (por momentos casi surreal) de pensamientos y sensaciones emanadas de una idea o, quizás sería mejor decir, de un sonido, con el que, aparentemente, mantiene ciertas relaciones de familiaridad. Un viaje por el pensamiento consciente, una fórmula de exposición lírico-narrativa que, quizás, merecería ser más ampliamente explorada.


Menos mal que aparece Boilet presto al rescate. Curiosamente, también Boilet alimenta su historia de iconos; literalmente, en este caso, pues La calle del amor plantea un viaje de ida y vuelta entre el amor y la ecología urbanita de Tokio, al ritmo de los iconos nuestros de cada día y ese hiperrealismo (o realismo de Polaroid -toma neologismo-) que es el nouvelle manga. Qué decirles, si ya lo he dicho hace sólo unas líneas: me encanta Boilet (y sus amantes desnudas, y su fascinación por la cultura japonesa...) y casi nunca me decepciona. Tampoco ahora.
Pasa Boilet por japonés, me imagino, porque tras él se nos coloca a un autor, francés de pura cepa: Fabrice Neaud, ese de los diarios dolorosos y sufrida intelectualidad. Si algo no me gusta de Neaud es precisamente su tendencia al melodrama y la autocompasión trágica; nunca acaba de hacernos ver cuán mal lo ha pasado por amor, cuánto estigma arrastra por su homosexualidad dolorida. Digo yo que no será el único que tiene achaques de corazón, pero él se esfuerza en que constatemos que así de dolorosos, sólo él. La ciudad de los árboles no iba a ser excepcional en este sentido. Una pena, porque en términos puramente antropológicos, culturales o informativos, ninguna de las historias en este volumen aporta tanto. Neaud se recorre cada rincón de Sendai y nos regala un mapa preciso de la ciudad, sus paisajes y su paisanaje, con un dominio ciertamente virtuoso del estilo realista. Aunque en algunos momentos existe el riesgo cierto de cierta saturación de información, lo cierto es que el autor se las arregla para salir airoso de sus descripciones, gracias a sus habituales e instructivos arranques de sinceridad y a un loable gusto por la anécdota. Lástima que lo pase tan mal.
Y vuelta a la poesía hecha cómic, al cómic poético y a la lírica en viñetas (ahora que todavía se respiran los efluvios de Buzzati). Daisuke Igarashi, que (sin saberlo) no quería ser menos que Matsumoto y se inventa una fábula onírica sobre caballos humanizados, niños en proceso de aprendizaje y desfiles japoneses; todo muy simbólico y alegórico, como no podía ser menos... Pues bueno.
Claro, ante este desfile de intenciones hechas viñeta, Kazuichi Hanawa se queda pensando y lo arregla con otro arrebato mitológico-natural: un bosque sagrado, espíritus del bien y del mal, niños no-natos, peregrinos sin ánimo de espíritu y espíritus que peregrinan más allá de la realidad. El dibujo, muy pictórico, con influjos evidentes del estilo manga clásico (con razón estamos ante un discípulo de Tsuge -¿quién se va a animar a editar sus obras en esta parte del mundo?). Para que lo entiendan ustedes, la impronta visual de Hanawa sería el resultado de poner en el molinillo al propio Tsuge, junto a Tatsumi, unas gotitas de Maruo y algo de Davodeau.
¡Miren qué casualidad! Precisamente es Étienne Davodeau el que cierra Japón, visto por 17 autores. Lo hace con Saporo fiction, la historia de un cruce de caminos: el del narrador Shiro Atsushi con un dibujante francés que ha llegado a Japón, no sabemos muy bien a qué (aunque todos nos lo imaginamos). Un divertido cambio de papeles que le permite a Davodeau ilustrar desde dentro ciertos hábitos culturales nipones, de esos que nos sorprenden a cualquier europeo. Una historia humilde pero entrañable, en la que el autor consigue perfilar con cuatro brochazos (figurados, ya conocemos todos el estilo de Davodeau -tan similar al de Kazuichi Hanawa... perdón por la broma) la personalidad de unos personajes de esos de los que es fácil encariñarse. Además, tiene Saporo fiction hasta una pequeña sorpresa argumental de las que provocan una sonrisa autosuficiente al grito de "me-lo-imaginaba", que no deja de tener su aquel.
Sumado todo, lo muy bueno, lo bueno, lo aceptable y lo que "nifunifá" (no creo que haya ninguna historia realmente mala), Japón consigue una nota media más que estimable y, sobre todo, nos garantiza unas cuantas horas de entretenimiento parcelado (o de un tirón, al gusto del consumidor) y todo eso al mismo tiempo que nos instruye. No es moco de pavo muticus.

martes, marzo 13, 2007

Fiebre amarilla (I): Japón de Ponent Mon.

Queda un poco lejana la edición de este volumen por Ponent Mon, pero no es hasta hace poco cuando me he acercado a él y a su hermano pequeño sobre Corea, así que me toca mirar hacia atrás, aunque sólo sea porque la cosa lo vale. Lo cierto es que la idea de Los Institutos y Alianzas Francesas de Japón (como anuncia la carta prólogo de Boilet a Davodeau) tiene su aquel. También es cierto que la relación entre manga y bande dessinée o, más concreto, entre Boilet y el proselitismo del mestizaje comicográfico japo-franchute, está comenzando a aparecer hasta en la sopa (o el ramen, en su defecto). Soy pro-Boylet y pro-nouvelle-manga, ya lo saben, pero, caray, parece que el francés sea el único dibujante de cómics residente en Tokio ex-becario de Kodansha y creador de un estilo nuevo de manga, ehem...
Detallitos aparte, lo cierto es que estas recopilaciones (publicadas en varios países casi al mismo tiempo, por cierto) se me antojan una buena iniciativa y, lo que es mejor, un conjunto valioso de historias cortas elaboradas por algunos de los mejores autores del momento (no sólo en sus respectivos países, añado). La idea de ofrecer una doble visión auóctona-foránea favorece un interesante cambio en los puntos de vista de cada relato, no tanto por la técnica narrativa en sí, sino por la subjetividad inherente a un proyecto dirigido y condicionado temáticamente, como éste. Lo explica Boilet en su carta:
La obra recopilará historias cortas de ocho autores francófonos invitados a ocho ciudades de Japón (las ciudades de los Institutos y Alianzas respectivos: Tokio, Kyoto, Osaka, Nagoya, Fukoka, Sapporo, Sendai y Tokushima) y de ocho autores residentes en Japón (7 autores japoneses + el menda).
Además, la edición ofrece buenos detalles no muy frecuentes, como un breve perfil biográfico de cada autor al principio de su historia, así como un pequeño mapita con la localización geográfica del lugar en el que se desarrolla cada una de ellas; no esta mal para iluminar parcialmente el terreno por el que nos adentramos. Acerquémonos ahora brevemente a alguno de los cómics incluidos:
Arranca el libro con Historia de la playa, de Kan Takahama, la joven y entregada discípula de Boilet en el noble arte de llevar a buen puerto el nouvelle manga, como vía de creación. Delicada y poética, como casi siempre, la japonesa recrea una anécdota personal junto a su mentor y ex-amante. Un ejercicio de confesión y striptease emocional, con trasfondo trágico-nostálgico; todo muy autorreferencial y, como suele ser norma en la escuela, muy bien dibujado.
David Prudhomme se nos descuelga en La puerta de entrada con la actualización en clave surrealista de una fábula alegórica tradicional (la leyenda de Urashima Taro, parece ser), que jalona de referencias cruzadas y guiños humorísticos, cuyo conjunto, debo confesar, me ha dejado más frío que a una bacalada.
Otra cosa es Cielo de verano, de Taniguchi. El autor nacido en Tottori es un valor seguro; es tan difícil que decepcione como que abandone su corpus de referencias habituales. De hecho, en esta historia corta, Taniguchi recupera algunos de sus referentes temáticos (la nostalgia de la infancia, la imposibilidad de recuperar el tiempo perdido, el destino caprichoso, etc), una tópica que nos recuerda a Barrio lejano o El almanaque de mi padre; algo de lo que no nos vamos a quejar, desde luego.
Después de la aparición de Fresa y chocolate, Aurelia Aurita es bien conocida por los aficionados al cómic tanto aquí como en su país; no lo era tanto cuando se ideó este volumen, ya que su obra se limitaba al álbum Angora y a algunas historias cortas. Sin embargo, ¡Ahora ya me puedo morir! desvela muchos de los rasgos distintivos de la autora: un marcado erotismo, su minimalismo gráfico y su fluidez narrativa a la hora de ordenar los materiales de un modo original y, en ocasiones, poco ortodoxo. Además, como la chica tiene muy poco pudor y aún menos pelos en la lengua (no sé si en este caso el símil es adecuado), el ejercicio resultante es de una sinceridad tan ingenua que de puro prosaica termina siendo poética (permítaseme la paradoja).
François Schuiten y Benoît Peeters se olvidan del cómic y recurren al relato ilustrado, para recrear una distopía urbana muy de su gusto: Osaka 2034. Mensajes cuasi-publicitarios y el recurso a la descripción objetivista, de apariencia incluso cientifista (aunque no exenta de ironía), para acercarnos a arquitecturas y entidades ficticias; como si no les conocieramos.
Emmanuel Guibert sigue la línea de los anteriores y ejerce de cuentista, dejando en un segundo plano sus muy evidentes dotes como dibujante. Un relato ilustrado en primera persona, lleno de vivencias retrospectivas y confesiones tan personales, que terminan por situar a la historia en la línea del diario. Probablemente responda a la concepción amplia e inclusiva de la obra pero, que quieren que les diga, a mí me parece un poco fuera de lugar.
Y terminamos la sesión de hoy (que va adquiriendo dimensiones de manuscrito feudal japonés) con Nicolas de Crécy. Menudo tipo el de Crécy, éste juega en otra liga. Me recuerda a Lars Von Trier cuando le da por jugar con sus espectadores (o sea, casi siempre) y los zarandea alternativamente desde el desconcierto, a la irritación y el deslumbramiento, para terminar pareciendo el más listo del barrio y dejar nuestro ego de "interpretadores" críticos y anticipadores de expectativas por los suelos. Así es de Crecy, o así lo parece en Los nuevos dioses (y en muchas de sus obras, lo reconocerán conmigo). Lo que comienza como un relato desconcertado y autocomplaciente por la exageración del recurso técnico empleado en la elección de la voz narrativa, termina por funcionar a favor de la historia y de su creador (para nuestra sorpresa). Así, la historia del relato que se cuenta y se crea a sí mismo (el metarrelato más físico y palpable que se pueda idear), crece (literalmente, se va conviertiendo en un monstruito amorfo) y adquiere forma a partir de la informidad inicial concretada en esa única voz narrativa presente en los cartuchos. Vamos, el sueño húmedo de un post-moderno (y lo digo en el buen sentido de la palabra).
Mañana seguimos con Japón y luego nos vamos a Corea...

jueves, marzo 08, 2007

El temerario, un blog valiente.

Aprovecho ahora que los chicos de El Temerario han publicado un número más de su gloriosa revista online DR. V (el tercero: DR.V#3: Kitchen Stories (Paola Gaviria)), para hacer mención de su existencia en este blog. No hace demasiado que descubrí la prolífica página de los "investigadores" del Laboratorio de Gráfica Valiente (gracias a nuestro amigo Yorkshire, debo decir) y su temerario proyecto de publicar en su blog cada quince días una entrega de Dr. V en un precioso pdf, desmontado y remontable. Ilustración en los dos primeros números (DR.V#1: Vintage (M. Gómez Burns) y DR.V#2: Molesquine Acuarelas (Mar Hernández aka Malota)) y cómic más ilustración en este tercero de Paola Gaviria. Los "valientes" que investigan en tan bizarro laboratorio responden a los antropónimos de Irene Pérez, Martín López y Esteban Hernández (a quien, en este juego de referencias cruzadas que nos traemos entre manos últimamente, "citamos" ayer con motivo del cada vez más oído y comentado Culpable e historias cortas). Obice señalar que aprovecho la coyuntura para añadir al Laboratorio al completo entre mis bitácoras amigas, junto a mis "Blogs de autor" (aunque sea colectivo en este caso); todos a una.
Lo dicho, toda una aventura editorial, en plan filatrópico y filointernáutico. Ojalá muchos nos dieran tan buenas excusas para asomarnos a esta ventana cada día, como unos valientes.

miércoles, marzo 07, 2007

Coincidencias.

Creo en la comunidad de ideas y en las coincidencias afortunadas. Así, del mismo modo que se me antoja afortunado coincidir con Pepo Pérez, por ejemplo, en muchos de sus planteamientos y opiniones (como en éstos), me parece perfectamente factible que dos autores muy cercanos en el tiempo, digo más, contemporáneos, tengan la suerte de iluminarse con una misma chispa inspiradora. Todo esto, a cuento del post anterior y de estas viñetas que se me han cruzado por delante en apenas unos días. Curioso (y lo digo sin una pizca de ironía), ¿verdad?:

lunes, marzo 05, 2007

Una apuesta ganadora: Trondheim y Lapinot.

Sé que la hipótesis suele plantearse al contrario, pero ¿nunca les ha sucedido aquello de llegar a una tienda de cómics con unos eurillos en el bolsillo para descubrir que en realidad no te apetece leer nada de lo que se te oferta? ¿o, al menos, ninguna de las novedades que aparecen expuestas? (hecho especialmente frecuente si uno va a la tienda tiro hecho y le sale el tiro por la culata). Pues bien, para esos casos, es recomendable tener siempre una lista de apuestas ganadoras (valen cómics y autores), de esas que garantizan la infalibilidad de la inversión. En la mía desde hace bastantes años está el Lapinot de Lewis Trondheim. No estoy demasiado atento a la aparición de cada nuevo volumen, pero, más pronto o más tarde, siempre termino agenciándome la última entrega de las aventuras de este conejito antropomórfico tan salado. Acabo de terminar el último, La vida como viene. El acelerador atómico, que publicó Planeta hace unos meses y llevaba ya una temporadita en mi montón de lecturas-que-no-pueden-esperar-más (ehem, incoherente hasta el final).
Reconozco que nunca he tenido las agallas necesarias para enfrentarme al laberinto editorial que articula La mazmorra; y mira que la obra emite buenas vibraciones, pero nada, que no me atrevo a esclavizar mi cartera a esa inversión sin un final aparente. Creo que, en el fondo de mi válvula lectora, estoy esperando a que alguna editorial amiga se anime a reeditar los materiales en esos volúmenes recopilatorios que ahora se estilan tanto. Ente tanto, vuelco todas mis pasiones trondheinianas en Lapinot (que destaco entre las muchas otras obras del autor publicadas en nuestro país); esas historias surrealisto-cienciaficcio-dialogales protagonizadas por el conejito parlanchín, que responde al mismo nombre, y todos sus amigos antropomórficos ("intelligent animals" o "funny animals", les llamaba la crítica en los años 70 y 80).
En realidad, me parece que Trondheim es lo más parecido a Woody Allen que tenemos en el mundo del cómic. La lectura de La vida como viene y, en menor medida, de El acelerador atómico, me refirma en esa convicción. No conozco a muchos más autores capaces de crear diálogos tan ingeniosos, divertidos y convincentes como los que asoman, prácticamente, en cada secuencia de La vida como viene. Sin duda, Trodheim alcanza uno de los picos de la serie en esta historia centrada en los debates del azar y el destino, pero también en la amistad, el desamor, la vida y la muerte. Los personajes, son los mismos que ocupan las otras historias de Lapinot (Thierry, Nadia, Richard, etc.), el contexto, como siempre, adaptable a las exigencias de la trama ideada por el autor, y las situaciones, similares en su desarrollo: una escena aparentemente cotidiana degenera en toda una suerte de acontecimientos disparatados que, a su vez, provocan reacciones impredecibles en unos sorprendidos personajes.
Trondheim, como suele hacer Woody Allen, maneja y alterna unos elementos estables (los temas de la religión, el amor y el sexo en caso del director de Brooklyn, personajes con unos rasgos definidos, en el del dibujante y guionista), en un ejercicio de combinatoria artística lleno de interés. De este modo, los personajes de Lapinot están constantemente sometidos a viajes tiempo-espaciales e intergenéricos, del mismo modo que los temas de Woody Allen brotan una y otra vez, ahora en un thriller, más tarde en un vodeville y finalmente en un musical. Acúsenme de calzador interesado, si quieren, pero al menos, me admitirán que los diálogos de Lapinot, con su humor y su ironía fina, tocan algunos estratos de la realidad de un modo como sólo lo hacen los autores geniales. Fíjense hasta donde llega mi devoción (compartida con muchos otros) que, en algunos momentos, me conmueven más los animales de Lapinot que los personajillos que airean su bilis en nuestra realidad cotidiana.
______________________________________________________________
Dos cositas más:
A la espera de que alguien aporte la clave que habrá de iluminar ese conflicto que nos corroe, añado el blog de Trondheim, Les Petits Riens (la única bitácora que se difumina con el uso) a mis "Blogs by the author".
Les ofrezco, por cortesía de los chicos de http://www.pastis.org/lewis/, toda una colección de iconos y fondos de pantalla de los de "ponga un Tronheim en su vida" y, sorpresón, las dos páginas inéditas de La vida como viene (1 y 2). No se me quejarán.

viernes, marzo 02, 2007

Ayudas a jóvenes Guionistas y Dibujantes de Cómic, para el año 2007.

Vaya, vaya, de qué cosas se entera uno gracias a los amigos infiltrados en la administración (gracias, Oscar). Al final va a resultar que aquello que se nos coló en el repaso de lo mejor y lo peor del 2006, no era un gazapo. Pasen y lean:
Descripción: Ayudas destinadas a la realización de cómics e historietas en formato fanzine, revista, catálogo, exposición, libro o cualquier otro medio de expresión del cómic.
Organiza: Junta de Castilla y León. Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades. Dirección General de Juventud
Lugar: España
Requisitos: Jóvenes guionistas y dibujantes de cómic e historietas con edades comprendidas entre 18 años, a fecha de conclusión del plazo de presentación de solicitudes, y 30 años a fecha 31 de diciembre del año 2007.
Dotación: 6.000 euros como máximo.
Observaciones: El tema será libre y los personajes protagonistas deberán ser originales, de creación propia e inéditos. Sólo se podrá presentar al concurso la obra original, realizada en técnica libre.
Información: Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades. Dirección General de Juventud. Servicio de Promoción Cultural e Iniciativas Juveniles. C/ Mieses, 17. 47009 Valladolid. Tel.: 983.317.262/261.
Enlaces: http://www.jcyl.es (>Juventud>Ayudas y Subvenciones) http://bocyl.jcyl.es
El texto del boletín, con la legislación fresquita en pdf. aquí. Por cierto, no se pierdan tampoco el estreno de "Ayudas a jóvenes directores y dramaturgos para el montaje y producción de obras o espectáculos en el campo de las Artes Escénicas, para el año 2007", en las mismas salas y aquí.

miércoles, febrero 28, 2007

Caballo Negro. Actualizando los blogs de autor, ¿o no?

Presentar a estas alturas Caballo Negro sonará a broma, sobre todo para aquellos que acostumbren a seguir el panorama de las bitácoras con tiras de humor. Lo sé, hace tiempo que sigo la tira del mexicano Jorge Cavazi, pero, ya ven, hasta ahora no había tenido el pálpito de vincularla.
Con un estilo icónico, muy simple, que parece inspirado en muñequitos del Lego, Caballo Negro da cabida a los diálogos chanantes y muy políticamente incorrectos de un grupo de personajes más o menos estables y escasamente articulados (su vida y movimiento se circunscribe prácticamente a la imagen frontal, el perfil izquierdo y el derecho) . La práctica ausencia de fondos o cualquier otro tipo de attrezzo descarga todas las virtudes de la tira en su habilidad para los diálogos punzantes (salvajes, en ocasiones) y las hiperhormonadas relaciones que articulan la existencia de sus protagonistas (Caballo Negro, Newman, Macoy, Isabelita...).

Evidentemente, Caballo Negro es ya un fenómeno de culto internautico, un éxito mediático (si se nos permite trasvasar el adjetivo), que ya ha superado su fase inicial como bitácora, para transformarse en icono y referente (de los que uno se encuentra en camisetas, posters, etc.). Además, la regularidad de la tira (ya en su cuarta temporada), convierte a este blog en una de esas visitas obligadas que no se nos puede pasar por alto. No lo hagan ustedes tampoco.

Por cierto, me surge una duda que espero me resuelvan ustedes, ¿qué debe anteponerse, el hecho de ser un blog o su naturaleza comicográfica? Está claro que Caballo Negro es una bitácora que se actualiza diariamente (aunque el autor bloquea el visionado de las tiras de archivo pasados unos meses), pero más clara aún parece su existencia como cómic. Una tira, en definitiva, no muy diferente de aquellas que aparecían día a día en el New York World o el New York Herald (por buscar referentes bien lejanos). Por otro lado, también es cierto que Cavazi, en ocasiones, hace referencias off-topic respecto a su propia línea habitual y cuela algunos posts no comiqueros... La duda se me aparece cuando me llega el momento de situar a Caballo Negro en mi propia bitácora (y de resituar a alguna otra como la bitácora de Liniers). ¿Las pongo en los "Blogs de autor" o en los "Comics Online"? Cómics o blogs, blogs o cómics, esa es la cuestión.

lunes, febrero 26, 2007

Howard Cruse es un tipo majete.

En estos días en que artistas, deportistas y famosillos en general parecen vivir en lo alto de una realidad paralela, más allá del bien y del mal, amparados por la falsa inmunidad que otorga la fama y el delirio colectivo de sus seguidores, el menda no deja de sorprenderse cada vez que el azar (en forma de internet o salón tebeístico) le cruza con una "estrella" del cómic. Cierto es que la narración gráfica no ocupa sino una parcela diminuta dentro del gran jardín del arte, pero, que demonios, algunos de sus miembros están entre los mejores, le pese a quien le pese. Por eso, sorprende la falta de infulas, la cercanía y la humildad que uno detecta, una y otra vez, entre esos artistas de cómics que forman parte del panteón privado de tipos admirables y admirados.

El último caso que he incluido en la vitrina de tipos afortunadamente normales (es una metáfora, no se crean que estoy entre aquellos que criticaba al comienzo de estas palabras -guiño-) es el señor Howard Cruse; uno de los triunfadores del último curso comicográfico, gracias a la edición de su Stuck Rubber Baby. Lo desarrollo. Gratamente sorprendido por el descubrimiento de la versión amable e inteligente del underground que trasmiten sus Barefootz Funnies, me dirigí a él con un mail para preguntar acerca de los precios y disponibilidad de algunas de las tiras originales que se anunciaban en su página. Después de varios correos electrónicos, no me quedaba ninguna duda, Cruse, además de un artistazo (cosa que ya sabímos todos sus seguidores) es un tío encantador y sinceramente interesado en sus lectores. Por eso, tras sus muy amables primeros correos, le expliqué a Cruse el porqué de mi interés por sus originales y le mencioné el post que le había dedicado a Barefootz en el blog; su respuesta fue ésta:
Hi, [Little Nemo's Kat]
Thanks for telling me about the space you devoted to my work in your blog. I'm touched and very complimented. And you put the post together so interestingly, too! I'm delighted, and will probably mention your blog post on my own blog.
I can't actually read what you've written in the blog, of course, since I don't speak Spanish. But it LOOKS great.
By the way, your email address doesn't give me a clue about where you're writing from. Does the fact that your blog is in Spanish mean that you live in Spain? Or some other Spanish-speaking nation?
And if I mention you, should I only refer to you by your first name? So far you haven't given me your full one.
Once, again, I very much appreciate your kind words and am glad that you enjoy Barefootz.
Best regards,
Howard.
Dicho y hecho. Imaginen mi sorpresa cuando me reconecto a internet a la vuelta del fin de semana y me encuentro con esto. Pues nada, desde aquí hago público mi agradecimiento a mi admirado Howard Cruse y, como contrapartida, me permito recomendarles por segunda vez en muy poco tiempo su interesante página web (rebosante de información y ejemplos de su obra) y su (éste sí) recién descubierto blog (que añado, como no podía ser de otro modo a mis "blogs by the author"). Miro al cielo, además, y le rezo a San Will Eisner para que esa epidemia conocida como "famositis prepotentis" siga sin afectar a estos señores que nos hacen un poco más felices gracias a sus viñetas y su talento.

jueves, febrero 22, 2007

Cómics Online: El mago, Daniel Merlin (II)

Hace tanto que no actualizábamos nuestra sección de "Cómics Online", que su presencia en la barra de la derecha empezaba a ser ofensiva y a tener un efecto de termita sobre nuestra conciencia; cuánto más aún la serie de posts dedicados a Daniel Merlin, comenzada hace muchos meses y nunca proseguida (pese a anuncios varios en el sentido contrario). Entre medias, algunos blogs ilustres (como el necesario Con C de arte) han dedicado palabras (gracias por el guiño) a la obra mágica de este autor futurista.

Si recuerdan, en aquel lejano posts hablábamos de los diferentes niveles de ejecución en los que se movía Daniel Merlin respecto a su obra internáutica. Me cito a mi mismo (a sabiendas de lo feo que es eso):

Él mismo, en su web, distingue entre tres categorías de trabajos comicográficos: webcomics (aquellos que utilizan internet como medio de difusión y que se aprovechan de sus posibilidades espaciales y formales), hypercomics (conectados con la idea del "hypertext" y los hypervínculos desarrollada poir McCloud en La revolución de los cómics -aunque Merlin la lleva a extremos impensables gracias al flash y otros recursos) y, finalmente, print comics (los tebeos impresos de toda la vida, vamos). 

De los webcomics ya dimos cuenta entonces, se le debe ahora una atención a los hypercomics, cuya paternidad (al menos conceptual) vamos a otorgar a Mr. McCloud y a su clarividente y anticipatorio Understanding Comics. Un hypercomic es un webcomic en el que la animación se convierte en un factor relevante frente a la imagen estática tradicional (Wikipedia dixit). Existen hoy en día numerosas páginas en la red destinadas a los hypercomics, pero sin duda la de Merlin es una de las pioneras y ha sido fuente de inspiración para la mayoría de ellas. Analicemos algunos de sus trabajos cronológicamente hasta la actualidad, como ya hicimos con sus webcomics:

En el año 2000, Merlin desarrolla Happyfrictions, su incursión en el hypercomic basada en html y javatscript. Tres pequeños experimentos (Hiddenfractions, Hipafflictions y Higherfunctions) en los que, como el mismo señala, una misma historia adquiere giros y realizaciones sorprendentes mediante la combinación infinita de una serie reducida de materiales gráficos y textuales, que generan bucles narrativos sin principio ni final (en ocasiones un tanto monótonos y pobres en términos argumentales, todo sea dicho). Un buen arranque, no obstante.

Happyfrictions (2000): "A conspiracy. A shooting. A change in reality."

Al año siguiente (2001), le toca el turno a Sixgun: Tales From An Unfolded Earth. Todo un un tour de force dentro de los cómics en internet. Una viñeta introductoria nos permite elegir seis historias, las seis comienzan por el final y recurren a mecanismos de desarrollo ligeramente diferente (aunque casi todas ellas se basan en scrolls laterales o verticales dirigidos por el lector mediante un punto de referencia que anclamos en la pantalla con el ratón). Así, oscilamos entre la tira de viñetas en la que una que sirven de guía permanece fija mientras se renuevan las que tiene al lado (Come Back Weird o The Night Before -mi favorita-) y otras en las que, a falta de viñetas, nos movemos por un único dibujo trayecto gracias al anclaje del cursor previamente mencionado, observando únicamente la parte del mural que nos permite el tamaño de la ventana principal. Un ejercicio estimable, lleno de hallazgos, aunque con resultados un tanto confusos (con unas historias difíciles de seguir) en algunos casos.

Sixgun (2001): "A surreal anthology of interrelated short stories."

Doodleflak (crítica garabateada) es una de las dos propuestas de Merlin en el 2002. Un curioso cómic creado en flash, con cuatro historias independientes que se ramifican a partir de una viñeta central. El movimiento de dirección en zoom de la pantalla hacia la tira elegida y el sonido de fondo, aportan dinamismo a un trabajo menor, pero con momentos ciertamente divertidos (como las tiras del luego famoso ninja manco de Merlin). Brainslide es la otra y como en aquella, su novedad reside en las transiciones dinámicas (y sonoras) entre diferentes tiras o historietas cortas (tres o cuatro viñetas), que en ocasiones funcionan como reflexiones metaficcionales. Todas las historias se integran dentro de un gran puzle que permite diferentes recorridos parcialmente aleatorios e independientes.

Brain Slide (2002): "I'm sure it will all make sense shortly."

En 2003 ven la luz dos hypercomics, el primero, el que presenta a un viejo conocido nuestro, Icarus. Icarus Creeps juega otra vez con flash para regalarnos una recreación visual del brainstorm que aqueja a nuestro escritor al borde del delirio: las ideas (palabras) se mueven frenéticas alrededor de la imagen estática de Icarus en el centro de la viñeta, esperando que las pinchemos con el ratón para convertirse en una tira de cómic convencional de tres o cuatro viñetas (una idea brillante que hubiera hecho las delicias de Joyce o Woolf, sin duda). Po-com Uk-001 parte de una colaboración de Merlin con el Institute of Contemporary Art y, como señala el autor, supone el estreno de su (¡ojo al dato!) "flash-based zooming infinite canvas delivery system" (sistema, basado en flash, de desplazamientos sobre una gran viñeta fija por medio del zoom): The Tarquin Engine, lo llama el amigo. Es decir, la vieja idea del dibujo trayecto o cómic-itinerario, que ya había usado el propio Merlin, pero actualizada con el desplazamiento mediante el zoom (que nos permite en los planos abiertos obtener una visión de conjunto interesante). La historia está planteada además desde un eclecticismo gráfico radical, oscilando desde estilos afines a la ilustración infantil y otros de herencia claramente decimonónica hasta viñetas casi underground (que me recuerdan a Blanquet); como dijo aquel, un festival para los sentidos (que, a veces, llega a ahogar el "qué" a manos del "cómo").


Icarus Creeps (2004): "Icarus writes comics for living. Well, he did. Once. Maybe."Llegamos al año 2004.

Don Daniel continúa sacándole provecho al "Tarquin Engine" y mejorando sus posibilidades técnicas. En Externality introduce un pequeño cursor de desplazamiento por la pantalla y cambia las viñetas dibujadas de Po-com Uk-001 por imágenes fotográficas retocadas con el Photoshop; servidor se queda con la primera prueba, para que engañarles. The Formalist recoge algunas de las dudas y reflexiones temáticas que surcan toda la obra de Merlin, sobre todo aquellas que cuestionan las relaciones entre la realidad y el arte ("It seems there are some corners of reality where questions are more important than answers"). La realizacón formal continúa basándose en las posibilidades del zoom interactivo como vehículo de desplazamiento secuencial. En este caso a partir de un bucle infinito focalizado sobre un mismo personaje (the formalist) que reproduce su presencia a diferentes escalas (las cuales podemos acercar creando "nuevas viñetas" recurrentes) en la pantalla principal.


The Formalist (2004): "Who is The Formalist? Where did he come from? Where did he go? How did he get there and how will he get out?"

Llegamos así al año 2005, hasta ahora el último en el que Merlin trabaja con hypercomics. Es el año, por ejemplo, de su tercera experiencia con los cómics en 24 horas: 24: Three. Más del "Tarquin Engine" para una historia compuesta por varias secuencias independientes que exigen un desplazamiento entre viñetas, de mayor a menor. Reflexiones dentro del habitual tono irónico-metafísico-existencial que caracteriza a su autor; una curiosidad irregular, con momentos de interés pero en nada novedosa (el experimento manda). Acabamos este larguísimo post con un título curioso, The Merlism: The Book of Merl: "An improvised hypercomic intended as the basis for a new religious order", casi nada. Más ironía, mala leche, dudas teleológicas y unas gotitas de autocomplacencia para la olla donde el mago nos cocina su última poción. Un cómic semi-improvisado, con una estética icónica y mucho dadaísmo merliniano. Un divertimento en el que la dirección de las viñetas, el orden de la secuenciación o el mismo dibujo, parecen lo de menos. Conociendo a su autor, no podía ser de otro modo.


Merlism: The Book of Merl (2005): "A religion for our modern times, improvised daily in October '05."

Volveremos con el mago Merlin (esta vez antes de seis meses).