miércoles, enero 28, 2009

Fueye, de Jorge González. Tangos en la niebla.

Leemos de noche mejor. Acabada la lectura -postergada más de la cuenta- de Fueye, de Jorge González, se nos vienen varias ideas un tanto deslavazadas a la cabeza. No nos apetece mucho entrar ahora en sesudas reflexiones de orden académico, avisamos.
Ganadora de un premio “novel", el de la Fnac y Sins Entido, Fueye concluyó el curso 2008 convertida en acontecimiento comiquero patrio, en tebeo reseñado, alabado y señalado en unas y otras listas compiladoras. Nos parece, además, que con justicia recibirá nuevas loas y galardones en este recién comenzado 2009. Básicamente, porque la obra de Jorge González rezuma vitalidad y modela la complexión nerviosa, imbricada y ramificada de las creaciones polisémicas. Como nos decía un antiguo profesor que ahora ocupa sillones elevados: la calidad de una obra depende de la riqueza latente en su red de asociaciones internas, la labor del lector es desenredar esa madeja. Fueye está lleno de nudos y de cabos enlazados: los de las historias que narra (la de tres generaciones emigradas y renacidas en Buenos Aires y la de un dibujante de cómics en busca de la inspiración detrás de su historia), los de la creación de la historia y los del recuerdo preñado de biografías (propias y ajenas).
Lo más curioso es que este tebeo que nace en una imprenta fecundada por un premio local, haya parido una obra tan ajena a lo hispano. No se trata tan sólo de la banda sonora que recorta viñetas al ritmo del bandoneón o de la (aún más) obvia deslocalización geográfica de lo narrado (paisanaje, acentos, paisajes urbanos), sino de algo más profundo: la naturaleza de Fueye es tan trasatlántica y arrabalera como el espíritu de su población (los gordos Vicentes, los Luises transexuados, la Nélida madre escondida o ese niño Horacio, niño-viejo sin sueños, desestructurado en su propio conformismo).
Fueye no pretende ser una obra perfecta, ni redonda, ni su orgullo reside en una “belleza ordenada” que no posee. El trabajo que nos ocupa presume, precisamente, de su imperfección, de sus vericuetos y pasajes abiertos (insinuados). No es una historia de emigrantes (solamente) y de fracasos existenciales (capítulo 1), sino (también) la historia autorreferencial de su creación (capítulo 2), plasmada en la descripción autobiográfica de los procesos artísticos e intelectuales que engendran una narración. Debido a esta dualidad, el conjunto se descoyunta en ese paisaje abierto que acabamos de mencionar, surcado de vías, calles y cables que se entrecruzan para crear una red de relaciones (la madeja, de nuevo). Argentinismo, elucubración bonaerense, mancha porteña desde el exilio: “Fuera de tu casa podés convertirte en quien quieras” o “Parte de mí, cuando viaja a Argentina, está “obligada” a matar recuerdos. Me defiendo”, dice su autor-personaje.
Tampoco nos pertenece el expresionismo de sus imágenes. Dejó de hacerlo el día que desterramos a Ricard Castells a vivir, con Aguirre, en su Dorado, hace ya muchos años. Estamos tajantes. Tampoco es para tanto, quizás, hasta la historia del cómic español sigue, en buena forma. Pero lo cierto es que González y sus formas esbozadas, bocetos que dibujan “la sombra en el viento, el olor a humedad, a adoquín y a cemento”, parece más cercanas al ideario estético de, por ejemplo, nuestros hermanos italianos (quién sabe si parientes de los mismos que empiezan esta aventura en un puerto de Génova el 19 de octubre de 1916): los Toppi, Mattotti, Bataglia, Gipi, Igort…o de autores hispanoamericanos como Breccia o Nine. En España, quizás debido a “la paciencia y rabia contenida mientras [vemos] en silencio [nuestros] armarios llenos de cadáveres, sepultados, generación tras generación”, no hemos estado en las últimas décadas para demasiados expresionismos. Hasta las reconstrucciones artísticas suelen ser ortodoxas, pulcras y asépticas; a no ser que quieran quedar expuestas al riesgo del insulto y el recalcitrante ninguneo revisionista (pobre Movida, pobres de sus miembros).
Fueye respira de la heterodoxia del otro lado: “Acá todo está por construir, y mucho más a pulmón. Los emprendimientos colectivos y respuestas creativas a los problemas a las crisis…”, le comenta uno de los personajes al Jorge González-personaje en el tramo final de la obra. Quizás por eso, sea tan disfrutable y haya sido elogiada en nuestro país: porque desde su espíritu complejo y contradictorio, un argentino que lleva quince años viviendo entre nosotros, ha sido capaz de desnudarnos su naturaleza de emigrante y, de paso, la nuestra propia, la de los gallegos que fuimos y somos.

miércoles, enero 21, 2009

Giuseppe Veneziano y los Superpop-men.

Hace tiempo que no hablamos de pintores y artistas del lienzo por aquí. Como ha sucedido en otras ocasiones, recuperamos el asunto gracias a Andrexmas y sus siempre interesantes hallazgos dentro del arte más contemporáneo, más pop y posmoderno.
En esta ocasión le toca el turno a Giuseppe Veneziano, un pintor italiano que, con ese nombre, no podía ser otra cosa más que artista. Veneziano cuenta con una larga trayectoria pictórica y numerosas exposiciones a sus espaldas. Su trabajo se caracteriza por un indisimulado afán provocador, que encuentra su inspiración en la relidad inmediata, en la noticia de actualidad y en la reformulación irónica (hasta la comedia, en ocasiones) del icono artístico.
De hecho, la obra de este artista juega con la recreación del elemento icónico (a veces tomado directamente de la tradición pictórica, pero también de la realidad político-social) y su posterior amplificación gracias a asociaciones imposibles, que confluyen en una nueva realidad artística de naturaleza pop. De este modo, el Papa Benedicto, Osama Bin Laden, La Venus del espejo o Lenin son susceptibles de reaparecer en los cuadros de Veneziano transformados en estrellas de rock, del cómic o de la televisión. La descontextualización del objeto artístico protagonista y la recurrencia a personajes y objetos colaterales marcadamente frívolos, nos acercan a una visión de la "irrealidad contemporánea" que, no obstante, resulta perfectamente verosímil en un tiempo en el que son las audiencias televisivas y la insistencia del papel couché quienes realmente marcan la relevancia del acontecimiento y la popularidad de los personajes, más allá de su relevancia real o aptitudes personales. Así, el Che o Mao saltan por encima del juicio de la historia y se convierten directamente en personajes, héroes de tebeo momentáneamente fuera de sus viñetas (la historia).
El estilo del italiano, con unos acrílicos muy esquemáticos y un predominio de colores planos muy vivos, encuentra semejanzas (no podía ser de otro modo) con el trabajo de artistas pop contemporáneos como Alex Katz, aunque en bastantes casos Veneziano parece recurrir a personajes de la ficción audiovisual (comicográfica, sobre todo) como elemento catalizador de su ruptura con la realidad.
De hecho, la principal razón por la que hemos invitado a don Giuseppe a esta casa tiene que ver con su serie "Declino del supereroe"; una colección de obras que, sin matizaciones ulteriores, nos recuerda también a esa otra descacharrante colección de personajes de otro italiano, Donald Soffritti; protagonista de uno de nuestros posts más antiguos y uno de los primeros links en los "Blogs by the author". El trabajo de Veneziano, frente a aquel, no juega en el campo de la pantomima humorística, sino en el del icono irónico, la parodia y la provocación, como ya hemos señalado.


En un cuadro (The Secret Love) Spiderman besa a una monja sobre un preciosista e irreal fondo malva; en el siguiente (Spiderman Supersex), el mismo personaje aparece en el lecho con la inefable Cicciolina en posición nada pudorosa; en otro lienzo (The Black Widow) el arácnido superheroico yace moribundo en los brazos de una Viuda Negra convertida en Madonna suplicante que alza sus ojos a un cielo azul inmaculado en busca de respuestas... Y así hasta completar una serie donde no faltan polémicas referencias desmitificadoras a los 4 Fantásticos, Batman, Wonder Woman o Daredevil. Desde luego, como poco hay que reconocer que la serie marca un itinerario diferente (y novedoso) a la hora de sacarles la vena humana a estos tipos con mallas, a veces, hay que reconocerlo, francamente antipáticos en su invulnerabilidad y perfección superheroica.

miércoles, enero 14, 2009

Lilli Carré. Bosques xilografiados y folclore leñador.

En los pasados Premios Harvey, entre los nominados a Autor Revelación, se encontraba una muy joven autora estadounidense (angelina, para más señas) llamada Lilli Carré. Finalmente, el premio se lo llevó Brian Fies, con la mentada Mom's Cancer, pero daba la impresión de que ésta no iba a ser la última aparición de Carré en alguna lista de nominaciones a éstos u otros premios.
De hecho, poco después, Lilli obtuvo el galardón a la mejor historia, por The Thing About Madeleine, en los también muy prestigiosos Premios Ignatz. Recordamos que en los comentarios de un blog amigo mencionábamos al respecto las escasas referencias que teníamos de la autora: en concreto, habíamos leído una historia corta suya en The Best American Comics 2006, la recopilación editada por Harvey Pekar y Anne Elizabeth Moore. Allí, encontramos la peculiar Adventures of Paul Bunyan & His Ox, Babe, una imaginativa reformulación comicográfica del gigantesco leñador creado por James MacGillivray y convertido a lo largo del S.XX en personaje mítico de la América rural. Resulta que esa misma historia, junto a algunas otras del mismo personaje y otras tantas del cazador Woodsman Pete forman parte de Tales of Woodsman Pete, la obra por la que Lilli Carré fue nominada los Harvey.
Este librito de 74 páginas fue publicado por Top Shelf en 2006, en una de esas preciosas y cuidadas mini-ediciones que caracterizan a la editorial norteamericana. Lilli Carré recorre los frondosos caminos de la floresta mitológica norteamericana de la mano de los dos personajes mencionados: el bondadoso, heroico e inseguro Paul Bunyan (un hombre capaz de talar bosques enteros a puntapies y formar lagos con sus lágrimas, pero incapaz de encontrar el amor) junto a su amigo Babe, el buey azul gigante, y Woodsman Pete, el cínico y ególatra cazador, que convierte cada uno de sus gestos en un símbolo de soledad antiheroica.
La figura caricaturesca y patética de Woodsman Pete refleja de forma clara el espíritu contradictorio de su naturaleza cazadora-depredadora y su empatía necesaria con en el entorno natural que habita (una nueva aportación quizás a la moderna polémica sobre la caza y su justificación ética). En uno de los episodios, Pete observa embelesado la armonía que preside los parajes que rodean su cabaña, disfruta de la inigualable belleza de un día soleado mientras "charla" amigablemente con su inseparable compañero Philippe (la piel de un oso muerto); en ese momento, el bueno de Pete se da cuenta de que no aguanta el trino de los pájaros, de que en realidad lo único que le hace feliz del entorno es su propia presencia dentro el mismo.

Los episodios de Paul Bunyan nos sitúan en una relación con la naturaleza totalmente diferente. La insatisfacción del personaje deviene de su diferencia, de su incapacidad para la interrelación con sus semejantes. Bunyan sufre su soledad al mismo tiempo que se reconoce parte del paisaje que le rodea, en una relación armónica inherente a su propia naturaleza: es un leñador antiguo, uno de esos hombres rudos y rocosos que formaban parte de los bosques antiguos; un habitante de la arboleda sencillo, honesto y solitario.
Lilli Carré recurre al absurdo y a la ironía en las aventuras de Woodsman Pete y a la reflexión nostálgica en el caso de su leñador mitológico, para crear un conjunto no carente de humor y fantasía. En el fondo se trata, como decíamos anteriormente, de reformular el folclorismo estadounidense desde una narrativa basada en la normalización del hecho extraodinario (¿realismo mágico norteamericano?), en el extrañamiento contextualizado. ¡Cuánto le debe la narración contemporánea a figuras como David Lynch o Daniel Clowes y Charles Burns (por centrarnos en el caso concreto del cómic)!. El dibujo de Lilli Carré remite, precisamente, al trazo oscuro e inquietante del autor de Agujero negro, filtrado por la sencillez conceptual de un David B, por ejemplo; pero, sobre todo, el trazo de esta autora transpira clasicismo, sus personajes, sus paisajes, sus escenas, nos recuerdan a los antiguos grabados xilografiados en madera. No podemos dejar de ver en sus dibujos las mismas vetas leñosas que conforman los árboles de los bosques que habitan Woodsman Pete y Paul Bunyan. Una opción estética la mar de apropiada, no cabe duda. Una autora prometedora, esta Lilli Carré, que habrá que seguir de cerca.

sábado, enero 10, 2009

Reyes Majos.

Parece que hemos sido buenos este año. Ya para el 24 de diciembre, nuestro amigo Paw Claus nos había dejado en la chimenea algo que llevábamos tiempo anhelando y que nos ha entretenido buena parte de las vacaciones. Nada menos que esto:
Pues sí, nada menos que The Complete Color Polly & Her Pals, de Cliff Sterret. Un volumen recopilatorio de los sundays de esta obra que, nos parece, es uno de los grandes clásicos olvidados de la historia del cómic. Las páginas (con la tira animal Dot & Dash en la parte superior) desarrollan ingeniosos gags visuales alrederor de la bella Polly y sus progenitores (Paw y Maw), apoyados en el enorme talento gráfico de Sterrett para la caricatura más slapstick y en un aire visual eminentemente vanguardista (cubismo, surrealismo). Ahora que en nuestro país se está planteando con seriedad la publicación de los clásicos norteamericanos y europeos (un tanto relegados andan los del sur del continente americano), esperamos que alguna editorial eche los ojos a este volumen que Kitchen Sink publicó en 1990 y que se anime a su edición, como ya hicieron nuestros vecinos galos en 2005. Un libro éste que, por otro lado, no es fácil de conseguir (aunque un renito nos ha dicho que Santa tiró de Amazon para tal menester). Pastas duras, 110 páginas a un tamaño considerable (27 x 33 cms), prólogo de Spiegelman e introducción nada menos que de Richard Marschall. Entre tanto, habrá que conformarse con la inmaculada selección de planchas de Sterrett que páginas como ASIFA-Hollywood Animation siguen publicando de tanto en cuanto.
El 5 de enero, como cualquier infante, nos fuimos al lecho con la ansiedad del que espera alguna sorpresa monárquica en forma de viñeta. Nos levantamos y ¿qué nos habían dejado Milton, Gaspar y Baltasar en los zapatos? Allí estaba en todo su esplendor (16,5 x 54,5 cms); el título "Finder and Weepers", la fecha 26 de julio de 1944 ¡Qué grande! Dos viñetas de muestra...

Además, bien pasadas las fechas, no dejan de llegarnos pajes con rumores tan gratificantes como ese del que nos avisaron el otro día. Paradójicamente, parece que pinta bien el arranque de este 2009...

lunes, enero 05, 2009

2008: haciendo listas (y IV)

Pues sí, justo antes de reyes, ajustando minutos para que ninguno de ustedes se vaya de compras apresuradas y pueda después descargar sobre nosotros las responsabilidades de una compra errada por gracia de alguno de los cómics aquí expuestos. Lista propia, transferible como siempre, pero exenta de culpa, queda dicho. El orden, aleatorio; arreglen ustedes:
Fun Home (Random House Mondadori), de Alison Bechdel: merecería estar aquí aunque sólo fuera por lo mucho que ha dado que hablar. Admitida su categoría "literaria" (término que en este cómic funciona como elemento distintivo indiscutible) sesudos críticos y blogueros meticulosos se han enzarzado como nunca en el discernimiento de la esencia de esta obra autoconfesional: la epifanía adolescente de una joven lesbiana educada en la atmósfera constrictora de la familia Bechdel, con su perfeccionista, compulsivo y represivo patriarca al frente. Un trabajo complicado, pero lleno de hallazgos y arriesgadas apuestas narrativas relativas a la organización temático-temporal, el punto de vista o la referencia intertextual. Para paladares acostumbrados a la pimienta.
La educación de Hopey Glass (La Cúpula), de Jaime Hernandez: lo de los Hernandez Bros es de nota (sobresaliente). Llevan 20 años redescubriendo el cómic y dándonos argumentos a los que pensamos que en el campo de las viñetas existe espacio para la creación de universos artísticos propios. La genialidad de La educación de Hopey Glass reside precisamente en dotar de continuidad y enriquecer ese principio. Jaime Hernandez ha construido un edificio tan sólido en torno a sus numerosos personajes femeninos, que ya no importa que desvíe el punto de vista narrativo hacia uno u otro lado. En este caso, ya no es Maggie la que focaliza los argumentos vitales de la saga, sino Hopey, su amiga, ex-amante y eterna compañera; o incluso un secundario absoluto de Locas, como Ray, ex-novio de Maggie y protagonista indiscutible de varios de los capítulos de este nuevo volumen. Así, enriqueciendo el nucleo con aventuras "sátelite" y episodios periféricos llegamos a conocer muchas nuevas intimidades de unos personajes redondos (paradigma de la descripción psicológica); y nos percatamos página a página de estar leyendo un capítulo más de esta historia esencial en la historia de los cómics.
Señal y ruido (Astiberri), de Dave McKean y Neil Gaiman: pasan Gaiman y McKean por ser maestros de lo suyo (el dibujo y la palabra, respectivamente) y no es poco cierto que entre ambos reúnen un buen puñado de obras experimentales, osadas e innovadoras que explican buena parte del cómic de las dos últimas décadas. Señal y ruido es un ejemplo magnífico de ello: la historia de un viejo guionista de cine que se enfrenta al reto más complicado de su vida-carrera. El lector exigente agradece (ocasionalmente) el desafío que suponen obras como ésta: historias contadas de forma fragmentaria; claves narrativas esbozadas y repartidas en diferentes metarrelatos que se entrecruzan; puntos de vista cambiantes al paso de los diferentes planos narrativos (el recuerdo, la imaginación, la tragedia vital), luchando por aportar claves lectoras que proyecten algo de luz en la historia. En definitiva, muchos retos diegéticos y un mucho de lirismo visual. Algunas de las claves necesarias para entender y degustar a McKean y Gaiman en estas páginas.
Salario mínimo (Dolmen), de Bob Fingerman: después de tanta trascendencia y profundidad no deben sorprenderse de ver aquí una de las entregas más frescas y divertidas del slice of life comiquero de este curso. Las aventuras cotidianas de dos estrafalarios neoyorquinos, Rob Hoffman and Sylvia Fanucci, son en realidad una aproximación autobiográfica a los años jóvenes del dibujante. La serie (Minimum Wage, recopilada luego por Fantagraphics bajo el título Beg the Question) es en realidad el cuadro costumbrista de toda una generación (la de la juventud estadounidense de los 90) que aquí sólo nos llegó de refilón, gracias a ciertas películas independientes generacionales, alguna emisora de radio nacional (feliz superviviente cultural) y tebeos como los del gran Peter Bagge. Fingerman nos ayuda a completar el cuadro con un trabajo que oscila entre la ironía (sarcasmo), la caricatura desenfrenada, la pulsión sexual y cierto desasosiego existencial. Una obra que algunos llevan años considerando como un referente del nuevo underground, pero que a nosotros nos llega ahora.
Pequeños eclipses (Rossell Comics), de Fane & Jim: un cómic de reuniones, monstruos confesionales debajo de la cama y tempus fugit. Una casa, un grupo de amigos y un puñado de verdades tragicómicas que resumen al más pintado de los mortales. Cómic "rohmeriano" de situación repleto de diálogos brillantes, escenas divertidas y profundidad de pensamiento. Como suele decirse, el cómic ideal incluso para aquellos que nunca leen cómics.
Hasta aquí nuestra lista, pero me van ustedes a perdonar el capricho bitacórico de resaltar (por enésima vez) un tebeo con el que este año hemos tenido una relación especial, un cómic español con el que nos unen afectos varios. Sí, hablamos de ese De como te conocí, te amé y te odié (Viaje a Bizancio Ediciones), del rey mago Gaspar Naranjo, que abrió el 2008 poniendo una sonrisa en nuestro blog y demostrando que se puede hacer humor inteligente con sentimiento y pincel experimental. Sirva esta última mención pre Reyes, tan sentida como caprichosa, como deseo general para que tengan todos ustedes una grata epifanía y una sosegada cuesta de enero. Viñeta abajo, viñeta arriba, próspero 2009.

miércoles, diciembre 31, 2008

2008: más papel (III).

Tanta hoja, tanta viñeta hacen que sea complicado trazar el caminito de cartelas amarillas que nos guíe por la selva de lecturas de este agonizante 2008. Caminemos, a ver si andando encontramos las manchitas de tinta que nos orienten.

Entregados como estamos a cualquier cosa que suene a evolución del medio (y aquí entran factores tan variopintos como la experimentación, el análisis o la discusión-polémica constructiva) tenemos que reconocer que este curso nos ha dado carnaza de la buena. Apenas llevaba unos días bautizado y el 2008 nos parió en El Salón (Astiberri) a un Picasso en pelotas, que venía ya caliente desde la imprenta. En este lado del océano, no llegó la sangre al río. Más discusión generó el Fun Home (Random House Mondadori) de Alison Bechdel, probablemente la obra que más ha dado que hablar este curso y, casi siempre, para discutir matices al margen de su indudable calidad y osadía.

Si la entrada en el S.XXI había confirmado a taiku y platillo la definitiva conquista de Occidente por parte del manga, convendremos en que este año los nipones han encontrado a un valioso aliado en sus colegas coreanos. Es cierto que seguimos encontrando trabajos estimables por parte de los autores japoneses; ahí están Bajo el aire (Dolmen) del maestro Tezuka, Detective ritual (Glénat) de Eiji Otsuka y Chizu Hashii, la vuelta de Hino por partida doble con El hijo del diablo y Onimbo (La Cúpula), el Survival (japón en ruinas), de Takao Saito (Ponent Mon), Los carruajes de Bradherley, de Hiroaki Samura (Dolmen) o la por fin publicada reedición de ese agotadísmo primer volumen del Ikkyu (Glénat) de Hisashi Sakaguchi.

Pero, por su entrada en tropel (doblemente anunciado, eso sí), nuestro premio honorífico al país consolidado recae en Corea y sus mil manhwua. Muchos y sonados: Gallo de pelea (La Cúpula), de O Se-Yong; la muy lírica Historias color tierra (Planeta), de Kim Dong-Hwa; La historia de mi madre (Sins Entido), de Kim Eun-sung o Piel color miel, Jung Sik Jun Henin (Rossell Comics).

Exóticas hubieran sido consideradas no hace demasiado no sólo las lecturas coreanas, sino trabajos como los de la israelí Rutu Modan. Después de su aclamada Metralla, nos llegó este año una obra precedente y mucho menos estimable, Jamilti (Astiberri); una recopilación de historias cortas que, pese a todo, recoge algunos momentos de interés. Igualmente lejana (en lo geográfico, al menos) es el cómic de la libanesa Zeina Abiracheb, El juego de las golondrinas (Sins Entido), cuyo parecido con Persépolis, dicen algunos, es pura coincidencia... Ante tales virajes planetarios, ya ni los viajes exuberante de nuestro amigo Guy Delisle nos sorprenden (a lo mejor porque le estamos empezando a descubrir el truco); este año se nos ha ido a Birmania (con los gastos pagados por Astiberri).

Mucho más cerca, nuestros vecinos galos y sus primos belgas siguen empeñados en hacer del álbum un formato vigente (aunque nos olemos que...). Norma Editorial nos promete que el volumen 19 del XIII de Van Hamme y Vance es El último asalto; miren que nos cuesta creérnoslo. Sorprendió, aunque según dicen no por su calidad, la vuelta del maestro Bourgeon (y Lacroix) con Historia de Cyan: Los colores de Marcade(Norma); y se anuncia, atención, el retorno de Isa. Más álbumes: el tercer volumen nos ha enganchado aún más a esa historia de costumbrismo rural, con todos sus tópicos, alegrías y melodramas, que es Magasin Général, de dos grandes, Jean-Louis Tripp, Régis Loisel (Norma Editorial). No son todavía clásicos, pero van camino de serlo, algunos otros franceses enganchados al álbum, como Larcenet (cuyos Los combates cotidianos -Norma ha editado el cuarto, Clavar clavos- despiertan tantas fobias como filias), ese trasgresor de géneros que es Christophe Blain (Gus 2: Bandido guapo -Norma-) o Joann Sfar y Emmanuelle Guibert (con su tercera entrega de Las olivas negras: no comerás el cabrito en la leche de su madre -Kraken Ediciones-). Ahora, entre todos los "albumeros", este año nos quedamos sin duda con el señor Frederik Peeters (cada vez más, un favorito de esta casa), Pierre Wazem y su serie Koma (Dibbuks ha editado los números 4 y 5 en 2008, la última entrega para 2009); uno de los tebeos más entrañables, inteligentemente simbólicos e imaginativos de los últimos meses, y todo ello con un aire a cuento infantil que lo hace apto para niños y mayores.

Que arde está el mercado de la independencia norteamericana, gracias sobre todo a editoriales jóvenes como Apa Apa, que han apostado por publicar en español a los autores-sorpresa del panorama indy americano de la última década: así, llegan en castellano a nuestras librerías los trabajos de Liz Prince (Me seguirás queriendo si mojo la cama), James Kochalka (American Elf), Sammy Harkham (Pobre Marinero) o la experimental, muy extraña e inquietante obra de Dash Shaw, La boca de mamá. No nos olvidamos del entrañable y naif John Porcellino (Diario de un exterminador de mosquitos); a cuya penetración ha ayudado también Ponent Mon con Ejemplo perfecto. A otros, como Jeffrey Brown (Pequeñas cosas: unas memorias fragmentadas; Gato saliendo de una bolsa y otras observaciones -La Cúpula-), Tonny Millionaire (Las aventuras de Sock Monkey -Rossell Comics-), Paul Hornschemeier (Las tres paradojas -Astiberri-), Adrian Tomine (con su polémico y cuestionado Shortcomings -Random House Mondadori-, que a nosotros sí nos ha ganado) o Scott Chantler (Paso al noroeste -La Cúpula-) ya los conocíamos en versión española, pero sus trabajos nos siguen encantando y sus obras editadas en 2008 cuentan con un nivel alto; esperamos que no dejen de aparecer en nuestras tiendas.

Independiente y alabada fue en su día la obra de Bob Fingerman, Salario mínimo (Dolmen), que llega justito al final del curso y de tapadillo, pero que no deben dejar ustedes de leer. También lo fueron (osados e independientes) y nos parece que seguirán siéndolo durante el resto de sus días, los Hernandez Bros. En 2008 Beto y La Cúpula nos han regalado Una oportunidad en el infierno; Jaime, por su parte, nos llega con uno de los "debes" de la temporada: La educación de Hopey Glass. La misma editorial continúa publicando el integral del Odio de Bagge.

Remontándonos aún más atrás, encontramos ediciones de clásicos de los que un día estuvieron al margen de la industria oficial. Claro, Crumb, del que tenemos muchas buenas noticias, como la edición de su biografía (con CD incluido), Recuerdos y opiniones (Global Rhythm Press) o la bonita recopilación de las historias de Mr. Natural que ha hecho La Cúpula (Las enseñanzas de Mr. Natural: Iluminaciones). Mucho tuvo que ver con Crumb el amigo Harvey Pekar. De él y Ed Piskor nos llega Macedonia (La Cúpula). Otro clásico de relumbrón editado y reeditado este año con generosidad y posibles ha sido Will Eisner, de quien, al margen de Los archivos de The Spirit, Norma publica también La vida en viñetas: historias autobiográficas.

Y es que parece que este año ha estado de moda lo de reeditar clásicos en un único volumen lujoso y grande como un armario. Más de uno va a tener que reajustar las baldas de sus estanterías si quiere hacerse con esos tomos llamados "Absolute" con que Planeta ha invadido las librerías. Entre los tebeos elegidos para la mutación, triunfan los cómics de superchicos y afines. Hemos asistido a la "macroedición" de: Camelot 3000 (Edición Absolute), de Mike W. Barr y Brian Bolland, del Batman: Año Uno (Edición Absolute), de Frank Miller y David Mazzucchelli, o del Arkham Asylum, de Grant Morrison y Dave McKean; por cierto, del tandem formado por este último y Gaiman, hemos podido leer la interesantísima e inédita Señal y ruido (Astiberri). Con más modestia (de envoltorio) Panini ha reeditado este año un clásico del género superheroico como Los 4 Fantásticos de Lee y Kirby de 1963 (Fantastic Four 10-21 y Fantastic Four Annual 1). Reedición también en un único volumen de una de las heroínas que mejor salen paradas de la fiebre post-ultimate y reinvenciones diversas: hablamos de la Catwoman de Ed Brubaker (Detective Comics 759-762, Catwoman 1-10, 12-19 y Catwoman Secret Files 1 -Planeta DeAgostini-); incluidos los brillantes episodios de Javier Pulido. Una mención heroica para otro español trabajando para la gran industria pijamera va para David Aja por su aclamada revitalización de Iron Fist junto a, de nuevo, Brubaker y Matt Fraction (El inmortal Puño de Hierro -Panini-).

Y por aquí, ¿qué ha pasado? No poca cosa, 2008 nos ha dado conocer a nuevos autores llenos de ideas y con un mundo propio que dará mucho que hablar: comenzamos el año con la sorpresa amiga de De como te conocí, te amé y te odié, de Gaspar Naranjo (Viaje a Bizancio Ediciones) y lo terminamos escuchando a todo el mundo hablar de las maravillas del argentino Jorge González y Fueye (Sins Entido), la obra con la que ganó el Primer Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac. Entre medias, hemos descubierto (o conocido mejor) a autores como Jacobo Fernández Serrano y sus muy marcianas Aventuras de Cacauequi (El Patito Editorial), a Max Vento con su Actor aspirante (Dolmen), a Alfonso Zapico y Café Budapest (Astiberri) o la adaptación al cómic de La escarcha sobre los hombros (Editorial Cornoque) , a manos de nuestros amigos malavideros Iru y Morata; otro paso de la pantalla al papel muy comentado ha sido el de El joven Lovecraft, de José Oliver y Bartolo Torres (Diábolo Ediciones).

Entre los "asentados", también muchas novedades, enmpezando por la reaparición en Norma de un viejo clásico "viborero", Jaime Martín, que en Lo que el viento trae construye una interesante historia con tintes folklorista y espíritu de thriller. Otro viejo amigo de aquella época revistera vuelve de la mano de Astiberri, la autobiógrafía comiquera en nuestro país no se entiende sin Ramón Boldú , ahora en El arte de criar malvas. Muy reseñable también es la doble reaparición del inclasificable Miguel Ángel Martín en la contenida Playlove (donde las calles no tienen nombre) (Rey Lear Editores) y en Bitch (La Cúpula) o un Mauro Entrialgo multiplicado: Ángel se fija desde el quinto pino (Astiberri), Interneteo y aparatuquis (Diábolo Ediciones). Cuando dos maestros se juntan sólo se pueden esperar obras tan ricas y complejas como Soy mi sueño (Edicions De Ponent), de Felipe Hernández Cava y Pablo Auladell. No le anda a la zaga en simbolismo y sugerencia la preciosa reedición de Alterego (Viaje a Bizancio Ediciones), de Alberto Vázquez. Con una lagrimita asomando asistimos al cuarto y último número de las Malas Tierras (Astiberri) de Sergio Córdoba, aunque nos reconforta y consuela ver que, en otras orillas, algunos como Luis Durán (El mago descalzo -La Cúpula-) siguen tan prolíficos como siempre o que los que han triunfado fuera también obtienen reconocimiento en su casa: Jazz Maynard 3: Contra viento y marea, Raule y Roger Ibáñez (Diábolo Ediciones). Finalmente, Brieva y Paco Alcázar de nuevo han convencido a casi todos con Dinero (Random House Mondadori) y El manual de mi mente (Random House Mondadori), respectivamente.

Por otro lado, durante este año hemor creído percibir en el mercado español ciertos movimientos editoriales a los que no estábamos habituados, apuestas valientes por tebeos a priori escasamente comerciales, bien por su concreción lectora (se consolidan los cómics dirigidos a un colectivo social, por ejemplo, los cómics gay: Gay Tales -David Cantero Editorial-), por intento de recuperación de un público infantil (Astro-ratón y Bombillita 1: Parece que chispea, de Fermín Solís -Bang Ediciones-) o por su adscripción genérica: ¿conseguirá afianzarse el cómic de viajes como opción editorial habitual? Este 2008 hemos catado algunas de sus posibilidades con Cuaderno de viaje: Shangai, de Diego Burdío Román (Diego Burdío) y, especialmente, con la vuelta de un clásico, el señor don Joaquín López Cruces y su exquisito Por el camino yo me entretengo (Edicions de Ponent). Valiente también es, desde luego, la entrada de SM en los cómics con nada menos que cuatro adaptaciones literarias de clásicos literarios llevadas a cabo por algunos de nuestros mejores pinceles: Lazarillo de Tormes, por Enrique Lorenzo; Romeo y Julieta, por Ricardo Gómez y David Rubín; Tirante Blanco, por Miguel Porto y La Odisea por Federico Villalobos y Jorge González.

Como valiente es la recuperación de clásicos de nuestra historieta. Sólo podemos felicitarnos porque Glénat haya reeditado el Haxtur de Víctor de la Fuente, El Patito Editorial haya sorprendido con Doctor Mortis de Alfons Figueras, por que Ediciones B no se canse de reivindicar a Josep Escobar (Super Humor: Lo mejor de Escobar) en el centenario de su nacimiento (reseñable también el estudio de Guiral y Soldevilla, El mundo de Escobar -Ediciones B-) o que Viaje a Bizancio Ediciones haya tenido las agallas de rescatar la histórica y muy divertida Historietas sevillanas de Andrés Martínez de León, una obra de 1926 prologada por el maestro Antonio Martín.

Ya ven, un muy florido repertorio editorial con el que adornar nuestro paseo anual por los quioscos, librerías y salones y superficies especializadas en cómics. Muchas obras y muchos autores listos para satisfacer el gusto de cualquier lector que se les ponga por delante. Que lejos están, afortunadamente, aquellos días en que nos enterábamos de lo que pasaba en el mundo de la historieta una vez al mes, como mucho, y al grito de los "continuará" de las pocas revistas que se atrevían con la modernidad comicográfica. Sin duda, así es mucho más sencillo y así nos han llegado obras tan inclasificables y valiosas como (¿creían que íbamos a olvidarnos de ellas?): Percy Gloom, de Cathy Malkasian (La Cúpula); El número, de Thomas Ott (La Cúpula); Lost Girls, de Alan Moore y Melinda Gebbie (Norma Editorial); Pequeños eclipses, de Fane & Jim (Rossell Comics); Insekt, de Sascha Hommer (Sins Entido); El judío de Nueva York, de Ben Katchor (Astiberri); Deogratias, de Jean-Philippe Stassen (Planeta); Biotopo, de Appollo y Brüno (Dibbuks); Afortunada, de Gabrielle Bell (La Cúpula); Incógnito: Víctimas perfectas, de Grégory Mardon (La Cúpula); Yo maté a Adolf Hitler, Jason (Astiberri); No te olvides de recordar, de Peter Kuper (Astiberri); Berlín 2: ciudad de humo, de Jason Lutes (Astiberri) o Peplum de Blutch (Ponent Mon).

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sábado, diciembre 27, 2008

2008: el revistazo (II).

Antecedentes: hemos crecido leyendo el Cairo a la sombra de una palmera art-decó, salivando pubertades con las jamonas de Crumb que descubríamos en El Víbora, esquivando los porrazos de serie negra junto a Sam Pezzo en el Cimoc, desenredando a La Bionda en el Totem o descubriendo secretos crepusculares con Beroy en el Zona 84. Por eso, nos hacen chiribitas los ojos cuando asistimos al despiporre revistero, fanzinero, reportero de este curso que se acaba.

Revistas y más revistas, clásicas y noveles, analógicas y digitales, autoriales y analíticas, genéricas y conceptuales, tontorronas y canallas, gratis y cotizables, concienzudas e impredecibles, bimensuales y ocasionales ... Menuda orgía de palabras, páginas e imágenes para constatar otra evidencia: ¡Vuelven las revistas, remozadas y adaptadas a los nuevos tiempos, vuelven, they are back, ritornano!

Si hay que hablar de buenas noticias comiqueras en el 2008, sin duda ésta es una de las mejores. En breve les contamos más...

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miércoles, diciembre 24, 2008

2008: certezas y paradojas (editoriales) (I).

Pasa el tiempo como un instante. Parece que fue ayer -o antesdeayer- cuando reafirmábamos el consolidado asentamiento (ehem) del cómic en instituciones, medios, superficies, academias y demás contextos necesarios para la justa evaluación de su medida artística. Y sigue la cosa a buen ritmo, siguen los premios y la certeza de que la reseña de un tebeo en El País, El Mundo, ABC o La Razón, no deriva del desvarío periodístico de ningún friqui camuflado de cronista. Medios afines, al fin.

Como si no hubieran pasado 12 meses de aquel quejido vicioso, sarna sin sarpullido, por no estar en posesión del don de la ubicuidad para poder leer los cientos y cientos de cómics que se publican cada año o por no poder invertir el dinero de la lotería que no hemos ganado en su adquisición y en la de una nave almacén que nos devuelva el espacio que nos van comiendo las viñetas. No se crean, no añoramos en absoluto los tiempos de vacas flacas editoriales, aquellos en los que conocíamos los tebeos de oídas y sabíamos como se veían gracias a alguna estampa enciclopédica patrocinada por Javieres Coma, Hijos de Urich o similares. Como perdices felices estamos de comprobar que las novedades foráneas se nos aparecen en los anaqueles al mes de su publicación original, de constatar que cada vez hay menos tesoros escondidos en el cofre de la historiografía comicográfica, de saludar iniciativas personales y grupales que antes parecían ideas lunáticas. Años de abundancia para el bolsillo pudiente (o ¡que vivan las bibliotecas públicas!) y el lector voraz.

Todo avanza, hasta las tendencias. Si en años anteriores (nos recordamos hablando de ello en algún número navideño del Culturas) observábamos desde el estupor alborozado el nacimiento de editoriales comiqueras, una tras otra, el hábito normalizado nos ha inmunizado ante sorpresas, aunque sigamos instalados en la alegría por el fenómeno natal. Siguen naciendo nuevas casas editoriales con fortuna e iniciativas ilusionantes: la lucha por el primer autor de Bizancio, la conquista de la Ámerica independiente de los chicos de Apa-Apa, el rescate de los niños del Elefante filial de Bang, la búsquedad aventurera desde el parto de Denbooks, el rechazo a las barreras genéricas de Nowevolution, el salto de la realidad virtual a la página impresa de Dreamers, etc. Unas que nacen, muchas que resisten y otras que mutan: sorprendió en su día la apuesta viñetera de Anagrama, pero resulta que en realidad sólo se estaba abriendo una puerta, por la que no deja de entrar gente: Espasa, Mondadori...

En uno de los eventos blogueros más imaginativos del año, ese cara a cara entre comiqueros que se han inventado los prolíficos chicos de Entrecómics, dos de las patas que sostienen la mesa bloguero-viñetera en español coincidían en su apreciaciones sobre la industria en nuestro país:

¿De verdad está tan mal la industria del cómic en España?

Pepo: La industria en España no estaba tan bien desde hace al menos veinte años. En determinados aspectos, está mejor que nunca...

Álvaro: Depende desde qué lado del mostrador se quiera ver. Desde luego, si sólo hacemos caso de los números que llegan desde los escasos estudios realizados, la cosa no parece ir mal. El número de novedades aumenta sin cesar, las ventas suben, el número de puntos de venta aumenta (aunque puede que existan variaciones a la baja en el año que viene, por primera vez en mucho tiempo), se ha abierto la distribución a cadenas generalistas… El panorama es ilusionante...

Dicho lo cual, al menda le surgen algunos interrogantes cuando echa la vista atrás hacia el 2008 y otea a continuación el 2009 al frente. La primera de todas ¿de verdad el mercado español da para tanto? ¿Podemos los lectores afines "sobrevivir" a la avalancha mensual de novedades? ¿Es honesto augurarle una vida eterna a las tirada de 500 ejemplares? Tenemos la sensación de que las editoriales lo están publicando absolutamente todo y eso incluye lo bueno y lo malo. También nos olemos que se está publicando para un lector adinerado, completista y amante de la edición lujosa, pero se está olvidando al lector adolescente, al que se recluye en el gueto superheroico y se le veta el acceso a una sacrosanta trinidad comiquera: los clásicos, los independientes y las "escuelas" nacionales. Pocas editoriales juegan en la liga del tebeo barato. Cada vez es menos fácil encontrar cómics (novedades) por debajo de los 20 euros; cada vez son más los tebeos que se parecen a una edición facsímil del Cantar de los Cantares (por decir algo). Cada vez somos menos capaces de estar al día o, siquiera, de poder seleccionar. Obviamente, esto pasa también con la música, la literatura, el cine, pero nos tememos que en todos esos casos el mercado está bastante más asentado que en el del cómic.

No nos malinterpreten, como decíamos antes, estamos encantados de tener que elegir, tan sólo nos planteamos una duda razonable con vistas a un 2009 que (Soria aparte) se presume catastrófico en términos macro-micro-bio económicos. ¿Seguirán todas las que están cuando hagamos nuestro repaso anual dentro de 364 días? Ojalá. El caso es que andamos con la mosca detrás de la oreja y como en el Tomate viñetero patrio no dejan de lanzar chismes acerca de tal y cual editorial al borde de la quiebra, pues como que uno se muestra especialmente susceptible ante la posibilidad de que se le cierre el grifo de los chorros de tinta, llevándose globos y onomatopeyas por delante.

Positivos, siempre positivos. Hay mucho margen para la mejora pero, en líneas generales, las cosas se han venido haciendo bien en los últimos años. Por tanto, confiemos en la sabiduría y, sobre todo, en la prudencia editorial y permitanme que, aquí y ahora, les agradezca publicamente a editores y mandamases valientes todos los buenos momentos que me han hecho pasar este año. Sinceramente, gracias.

Continuará...