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lunes, marzo 11, 2013

Martín Vitaliti y la viñeta como objeto artístico.

Recuperamos hoy el texto que escribimos para el catálogo de la exposición En el fondo, nada ha cambiado... (Museo ABC), de Martín Vitaliti, que ya les anticipamos aquí:

Cuando, a finales de los años sesenta, Neal Adams y Dennis O’Neil deciden cuestionar la naturaleza mítica inmutable de personajes como Flecha Verde y Linterna Verde o Batman, en realidad están removiendo los cimientos de un género, el de los superhéroes, que basaba la fuerza de todo su discurso en el molde sólido del estereotipo. Adams y O’Neil introducen conceptos como el de la duda o la falibilidad en un mundo hasta entonces plano, cambian el contexto de la acción y lo humanizan al situarlo mucho más cerca de las coordenadas sociales en las que nacían las nuevas aventuras de esos renovados Batman y Flecha Verde.
Adams y O’Neil anticipan el cambio radical que tendría lugar algunos años más tarde gracias a autores como Alan Moore y Frank Miller, y a series como Watchmen o El regreso del Señor de la Noche. El giro postmoderno definitivo de un medio que durante muchos años había estado anclado en las coordenadas populares que determinaban las condiciones de su difusión y el público lector. Watchmen y El regreso del Señor de la Noche terminan por demoler los cimientos, no ya solo del género superheroico, sino del cómic como medio artístico. El giro paródico y autorreflexivo de estas obras, unido a las derivaciones adultas del nuevo underground (nacido de las autoediciones de creadores como los Hernandez Bros o Daniel Clowes) y la consolidación del cómic de autor europeo gracias al auge de las revistas de cómics en los primeros años ochenta, crean el caldo de cultivo artístico que permitirá que el cómic alcance definitivamente la madurez artística en la que se encuentra hoy en día. Autores como Art Spiegelman, Chris Ware, Gipi o el mismo Daniel Clowes han situado al medio en la estela de la vanguardia artística de este siglo XXI icónico, digital e hipertextualizado.
El trabajo de Martín Vitaliti arranca de esta certeza, la que se modela alrededor de un cómic convertido en objeto postmoderno. En su acercamiento interdiscursivo y metaficcional al mundo del tebeo, utiliza la viñeta de papel como material escultórico para articular su propuesta estética y construir su muy personal lectura sobre la crisis del objeto artístico. El artista añade una nueva variable en la ecuación postmoderna, que ayuda a completar el ejercicio reflexivo: la ruptura del marco de la viñeta, que a su vez le permite romper con los límites estrictos del contenedor narrativo y dotar a su obra de una tridimensionalidad que, como no podía ser de otro modo, adquiere en muchos casos claros tintes paródicos.
En cierto sentido, Vitaliti trabaja a partir de las mismas influencias que los autores del nuevo cómic (o de la nueva «novela gráfica»), dibujantes como Chris Ware, Dylan Horrocks o Max, exploran y redescubren cada día. Un método creativo que remite al cómic clásico como punto de partida, al tebeo como medio popular y juvenil, y a aquellos pioneros del cómic estadounidense y europeo que popularizaron la repetición seriada, diaria o semanal, a través de las páginas de prensa o de las revistas infantiles. Con su manipulación del cómic, el artista reivindica la naturaleza de un medio que nació popular y ha evolucionado paso a paso hasta hacerse un hueco entre las Bellas Artes y los discursos narrativos de prestigio. Así, su propuesta artística no solo se modela a partir de ese nuevo cómic, respetado por la crítica y que ya aparece en los programas académicos de prestigiosas universidades, sino que lo hace tomando como base la materia prima, las convenciones narrativas que instauró aquel primer cómic. Curiosamente, el mismo punto de partida que el propio Ware y muchos otros de sus coetáneos (Charles Burns, Seth, Daniel Clowes…) reconocen a la hora de modelar su poética narrativa.
De este modo, el artista construye su original propuesta alrededor de un apropiacionismo que se concreta mediante técnicas diversas como el collage, la instalación o el dibujo y que se alimenta no solo del lenguaje comicográfico, sino del cómic físico en sí mismo. El crítico Pablo Turnes ahonda en esta idea cuando señala que «Vitaliti destruye historietas para evidenciarlas como lenguaje específico, como experiencia estética singular y elusiva, propias de un momento histórico y social».
Líneas cinéticas (Save As... Publications), su breve estudio visual de 2009, ya anticipaba y plantaba las raíces de su trabajo posterior. Al aislar de su contexto narrativo las líneas cinéticas extraídas de diversos cómics de superhéroes, Vitaliti estaba en realidad poniendo en suspenso los mismos fundamentos discursivos del medio, al tiempo que subrayaba la naturaleza artificiosa de todo lenguaje convencional.
Mucho de ello hay también en las obras que componen En el fondo, nada ha cambiado… y que ejemplifican a la perfección la evolución estética del artista argentino hacia propuestas cada vez más ambiciosas y polisémicas. Entre las manipulaciones que lleva a cabo sobre las viñetas o el espacio de la página, con el fin de alterar las reglas de lectura establecidas y estirar las posibilidades del lenguaje comicográfico, encontramos desde reflexiones acerca del punto de vista subjetivo en el cómic (en una instalación creada a partir de una página de un Tintín y una vitrina de luz), hasta estudios sobre la creación del escenario dentro del reducido marco de la viñeta y las lógicas limitaciones de una superficie bidimensional (que el artista ilustra mediante la exhaustiva deconstrucción de una plancha de Hugo Pratt).
El análisis de la relación espacio-tiempo dentro de la página («la metáfora del mapa temporal») es una de las constantes dentro de la obra de Vitaliti: en este sentido, son especialmente clarividentes sus disecciones secuenciales de las vertiginosas trayectorias de Flash o su recreación de deflagraciones y colisiones cuya onda expansiva desborda (cuando no restalla, directamente) los límites mismos de la viñeta. Lo comprobaremos en esta exposición. En las obras que en ella se presentan, ese marco de la viñeta, los márgenes estrechos de la página, se revelan insuficientes a la hora de dar cabida a la relación causal que marca la secuenciación espacio-temporal: por eso, los tropezones de Tintín tienen un efecto metonímico catastrófico sobre las páginas de papel que los contienen; que también sufren las consecuencias de la gravedad y terminan desplomándose unas sobre otras. Y por eso la metáfora deja de ser retórica cuando el artista obliga a Superman a soportar literalmente sobre sus hombros la responsabilidad de proteger al mundo del desmoronamiento; como un Atlas de papel que sujetara sobre su cabeza todo el peso de las convenciones comicográficas, esas mismas que construyen el lenguaje del cómic y su naturaleza doblemente articulada.
Nadie lo explica mejor que el propio Martín Vitaliti cuando señala que «la historieta, como concepto massotiano, revela todo lo que la lleva a cabo. Y todo eso está ahí, sobre la superficie. La historieta creo, siempre se construyó con esta lógica. No existió, ni existe lugar al truco. Es un mapa totalmente sincero».

lunes, febrero 04, 2013

Martín Vitaliti y mucha Gente Menuda en el Museo ABC.

Dos citas en una, comiqueras e insoslayables ambas, para fechas venideras... Las dos en el Museo ABC.
Al fin llega la exposición de uno de los artistas favoritos de esta casa, don Martín Vitaliti, con motivo de su elección como II Premio de Dibujo Museo ABC. En la primera planta del edificio podemos contemplar (hasta el 17 de marzo) una buena selección de su obra más reciente y una buena colección de claves para interpretar el sentido último de su poética artística: las manipulaciones y los apropiacionismos de Vitaliti cuestionan de principio a fin las convicciones discursivas del medio comicográfico, todas y cada una de las convenciones que conforman su lenguaje, y lo hacen desde la inteligencia y la ironía.
Así, Superman deja de ser un héroe de papel para convertirse en el verdadero Atlas tridimensional que, desde fuera del cuadro de la viñeta, soporta sobre su espalda el peso completo de la mitología que el mismo ha ayudado a forjar con sus aventuras; de igual manera, en las instalaciones de Vitaliti, Flash es más rápido incluso que las propias reglas narrativas que determinan la causalidad de la secuenciación espacio-temporal. El tiempo también, pero sobre todo la lógica espacial desaparece en una pirueta imposible de 360º que obliga al espectador a girar sobre sí mismo en búsca de un Corto Maltés tan esquivo como esa "cámara invisible" que "registra" todas las viñetas de todos los cómics del mundo.

El título de la exposición no podía ser más simbólico y acertado: En el fondo, nada ha cambiado... Jorge Bravo, el comisario de la misma, explica su oportuna carga polisémica:
En el fondo, nada ha cambiado... Son varias las interpretaciones posibles de este título. En clave personal parece remitir a la propia trayectoria del artista, al cambio que supone tener oportunidad de mostrar el trabajo en un marco como el que ahora disfruta, al tránsito del estudio a la sala de exposiciones, de la contemplación solitaria del propio trabajo a la observación de la respuesta del público.
Pero, más cerca de su intención, este título debe remitir a la fuente de la que se nutre su trabajo, el cómic, y por ende a la imposibilidad misma de la permanencia, de la inmutabilidad. Como en la viñeta que contiene el título, la reconstrucción es posible pero las cosas nunca serán ya lo que fueron, y ahí la ironía, el juego que propone el autor.
La obra de Martín Vitaliti se genera en la manipulación de los distintos elementos que constituyen el lenguaje del cómic. La página, la sucesión de viñetas, como marco espacio-temporal que alberga una narración, es el elemento principal que interviene el artista.
Por si fuera poco, hemos tenido la enorme suerte de participar tangencialmente en la exposición, gracias a la amable invitación que nos hizo Vitaliti para prologar el excelente catálogo que ilustra la muestra. Todo un honor y un disfrute.

En un insospechado giro irónico, la segunda buena razón para acercarse al museo del ABC nos demuestra, de nuevo, que nada ha cambiado por lo que respecta al reconocimiento del talento. Gente Menuda (¿lo ubican ya?) satisfará especialmente a los amantes del cómic clásico español, a los arqueólogos de nuestras viñetas y, en general, todos los amantes del dibujo y la ilustración; y es que resulta que la planta baja del museo se ha convertido para la ocasión en un vergel de acuarelas, aguados, tintas chinas y dibujos a plumilla. La ocasión no es otra que la exposición Gente Menuda. Dibujos para un gran suplemento infantil, el suplemento de la revista Blanco y Negro, que durante mucho tiempo, bajo su apariencia infantil, funcionó como vehículo de vanguardia para las viñetas locales (gracias a gente como K-Hito o el mismo Mihura). Tenemos ahora la excusa impepinable para disfrutar de los trabajos originales de algunos de los padres del cómic español: la muestra incluye obras de, nada menos que, Xaudaró, Sancha, Atiza, Cilla, Tono, López Rubio o los mencionados Mihura y K-Hito.
No se pierdan ninguna de las dos. Alimento para el espíritu en tiempos críticos.

lunes, agosto 20, 2012

Adivinando tendencias y tensiones en ArteSantander 2012.

Más de arte. Entre el 18 y el 22 de julio tuvo lugar la vigésimo primera edición de ArteSantander en la capital cántabra. Con una afluencia de público moderada y pocas ventas, la exposición nos permitió extraer pequeñas conclusiones acerca del estado general del mundo de las galerías y las exposiciones de arte contemporáneo en estos tiempos de crisis.
Frente a ediciones anteriores, observamos, por ejemplo, una apuesta firme por pequeños formatos y el abandono por parte de las galerías del lujo de los grandes nombres y las piezas imposibles. En este sentido, ayudó el formato Solo Projects planteado por la organización. Se ve que es momento de ventas más que de ostentaciones o reafirmaciones. Pese a todo, muy pocos puntos rojos el último día del evento.
Durante los últimos años, hemos tenido la sensación de que el mundo del arte culto había apostado claramente por el dibujo, frente a la pintura, el collage, las instalaciones o la reproducción seriada de otras épocas. Estamos en los años de apogeo del arte urbano y del éxito de los Juan Francisco Casas y compañía. Ha coincidido este periodo con el momento de madurez del cómic y con la celebración cultural de algunos de sus autores, que han alcanzado el grado de estrellas artísticas y han llenado las paredes de prestigiosos museos con su obra. No es casualidad.
Constatamos ahora que en las paredes de muchas galerías se observa una nueva bifurcación plástica interdisciplinar, aunque en este caso, hacia un universo aparentemente mucho más acotado: el de la ilustración infantil. Aparecen más y más ejemplos de autores que manejan el lienzo (o directamente la hoja de papel) como un nuevo jardín de las delicias influido por el manga y la ilustración japonesa, el surrealismo-pop y la ilustración clásica; y, lo que es más notable, parece ser que son estos creadores quienes más éxito están teniendo entre el selecto grupo de coleccionistas adinerados. De algunos de los representantes de este emergente universo artístico ya hemos hablado en estas páginas.
Pero vayamos por partes y acerquémonos con más detalle a las propuestas planteadas en ArteSantander 2012. Estudio Ariza, de Tenerife, presentaba diferentes piezas de La floresta mágica, del cubano Manuel Mendive, una serie de témperas, bastones de madera decorados y cuadros sobre madera troquelada que recrean, dentro de su surrealismo mágico, motivos de bosques encantados muy en la línea de la tradición pictórica vanguardista caribeña; por su uso del color y la temática elegida, a nosotros nos recordó mucho al trabajo de un ilustrador ya mítico, Maurice Sendak. También la madrileña Blanca Berlín se movió en territorios próximos a la ilustración infantil gracias a una colección de dibujos y acuarelas sobre papel con un aire naïve e informal y un punto desasosegante, firmadas por The Children Pox (el español Juan Zamora y la belgo-mexicana Alejandra Freymann). Otro tanto hacía Aranapoveda, al presentar el trabajo My animal dance, de una artista que nos gusta, Rosana Antolí, compuesto por varias piezas de pequeño tamaño, una videoinstalación y un gran dibujo central (habitado por bellas jovencitas en un contexto zoológico), que podrían haber estado firmadas por Howard Cruse en un mano a mano con Shintaro Kago; una mezcla sólo aparentemente imposible, que funcionaba muy bien sobre todo en las piezas más grandes. Los dibujos que ocupaban los muros de la valenciana pazYcomedias no eran de Shaun Tan, que así lo parecían, sino de Sergio Luna, y debían su cualidad hiperrealista al uso virtuoso de la tinta china por parte de su autor. La propuesta de Diego del Pozo Barriuso, en la salmantina Adora Calvo, resultó mucho más mecánica y estilizada, con su juego cruzado de diagramas, letreros y dibujos antropomórficos próximos a la estética de la señalética (muy a lo Julian Opie o Rutu Modan).
También nos gustó redescubrir en Ethall, de Barcelona, la premiada obra de Martín Vitaliti (ha obtenido el premio Museo ABC de Dibujo este mismo año), un amigo reciente de este blog, que basa sus obras inclasificables (¿instalaciones, decoupage, collage, assemblage?) en el apropiacionismo, no sólo de las técnicas del cómic, sino del cómic físico en sí mismo.
Una de las galerías que más atenciones concitó fue la madrileña Liebre, que dedicó su espacio a las instalaciones de luz de Laramascoto (Santiago Lara y Beatriz Coto): sus Grandes avatares, a partir de smartphones, nos recordaron, precisamente, a la obra del arriba mencionado Juan Zamora (que vimos hace dos años en el DA2); realmente interesantes ambos. Más atractiva aún nos pareció El pacto de las luces, de nuevo un juego de videoproyecciones sobre un dibujo mural, cargado de connotaciones lóbregas y referencias a las criaturas nocturnas de la cuentística popular. Fantástica pieza.
En una línea completamente diferente, nos gustaron mucho los fotocollages sobre acetato de Simon Edmonson, en Álvaro Alcázar; las falsas composiciones espaciales tridimensionales de Nicolas Grospierre (en Alarcón Criado); las preciosas y atmosféricas fotografías granuladas de Petra Lindholm, de la berlinesa Collectiva; y la efectista y técnicamente perfecta propuesta de Sicart, con los murales y las cajas de neón de Fernando Navarro Viejo.
Un año más, Santander ha sido un foco de interés artístico dentro del verano español. Esperemos que no sea la última, a la vista del negocio (la ausencia del mismo) surgido a su alrededor, pese a que, esta vez, la entrada al recinto era gratuita. Como suponemos que las instituciones locales y regionales (que están entre los "inversores" más fiables en este tipo de eventos) tampoco han aliviado en demasía la falta de actividad comercial, cada vez nos cuesta más atisbarle un futuro optimista a la miriada de ferias y exposiciones de arte contemporáneo que han florecido en nuestro país durante los años de abundancia y derroche. Tendrán que empezar por abaratar o incluso ofrecer el espacio expositor de forma gratuita a las galerías y, luego, cruzar los dedos para que esos ricos que, nos dicen, lo son cada día más, entre la desgracia colectiva, sigan pensando que el arte es un buen campo de inversión. Sea como fuere, ojalá a ArteSantander le queden muchos años de vida y mejor salud, y que Superman nos pille confesados.
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(Actualización: 23-agosto-2012):
Para profundizar más en el trabajo de Vitaliti, les remitimos a las dos siguientes entradas de Pablo Turnes; analíticas y verdaderamente instructivas:
http://bibliapobre.wordpress.com/2011/10/26/al-infinito-y-mas-aca/
http://bibliapobre.wordpress.com/2012/03/08/la-paradoja-del-carbono-14/

lunes, agosto 06, 2012

Pop en Pucela.

Verano pop, oigan. No acabamos de hablar de lo de Hockney en Bilbao y volvemos ya con otro evento expositor, en Valladolid esta vez.
Resulta que desde el 19 de junio y hasta el 19 de septiembre, tendremos la oportunidad de ver una exposición de lo más granado del Pop Art estadounidense en la Sala Municipal de Exposiciones del Museo de Pasión, en Pucela. "This is Pop Art", se llama la muestra, y recoge algunos de los trabajos más conocidos de Andy Warhol, Keith Haring, Robert Indiana, Roy Lichtenstein, Steve Kaufman, el fotógrafo Bert Stern y el genial, y muy reivindicado en los últimos años, Robert Rauschenberg. De varios de ellos, hemos hablado en numerosas ocasiones en este blog. Ahora tenemos la oportunidad de contemplar en vivo más de 90 obras clave del movimiento.
El POP ART, cuyos orígenes habría que buscar en el dadaísmo, muestra los rasgos esenciales asociados al ambiente cultural de los años sesenta y al sentir de una sociedad consumista que idolatra a las estrellas de Hollywood y convierte a los mass media en testigos imprescindibles de un mundo que empieza a sentirse global. Las firmas comerciales -como Kellog´s, Heinz o Campbell- pasan de las estanterías de los supermercados a las paredes de las galerías de arte, acuñando códigos de una nueva era. La American way of live, la modernidad propulsada por los medios de comunicación masivos, el consumo desbordante en el mundo del próspero capitalismo tejían nuevos conceptos de cultura y ruptura.
El Pop Art se apropia de técnicas plásticas propias de los medios de comunicación masivos, como el comic, la fotografía y los distintos procedimientos derivados de ella -ampliaciones y yuxtaposiciones, collages, fotomontajes-, y el cartel publicitario, con sus diferentes técnicas visuales -acumulación, oposición, supresión-. La utilización de la pintura acrílica, derivada de los colores planos del cartel, el cultivo de la bidimensionalidad, el recuso del dibujo nítido y la utilización del gran formato son otras tantas características del pop-art americano.
La serigrafía se convierte en una de las técnicas más empleadas entre los artistas pop, por la libertad de creación que permite, la posibilidad de realizar trabajos de forma más rápida y porque permite al artista realizar gran número de obras, lo que se adapta al concepto de trabajo de repetición.
De casi todo ello encontraremos ejemplos en el Museo de Pasión: desde las Merilyns de Warhol o sus latas Campbell, al apropiacionismo viñetero de Lichtenstein, los collages de Rauschenberg o ese Love de Indiana que ya se ha convertido en icono del diseño tipográfico y la moda. Y todo ello presentado bajo el formato de serigrafías, litografías, collages, fotografías o grabados, las técnicas reproductivas favoritas del Pop Art, por su naturaleza seriada y la asequibilidad económica que aportaban a la obra. Recordemos que uno de los argumentos básicos del Pop residía precisamente en esa naturaleza popular y accesible de la obra: el arte al alcance del pueblo, junto al objeto de consumo introducido en el museo y convertido en obra de arte. En esta muestra se prescinde de óleos y acrílicos, aunque la obra de Lichtenstein y Rauschenberg, por ejemplo, reuna muchas obras relizadas con estas técnicas, en pos de piezas seriadas (por otro lado, mucho más fáciles de reunir, claro).
Otra de las virtudes de la exposición reside en el espacio elegido para la misma: una antigua iglesia que multiplica los matices simbólicos y ofrece un marco de lectura irónico a muchas de las obras representadas en sus salas. Es refrescante estudiar los diez cuadros de la serie Apocalypse, la serie de obras de Keith Haring elegidas para la exposición (que realizó junto al escritor beat William Burroughs en 1988), en un edificio que otrora servía para ensalzar y dar cobijo a casi todo lo que sus cuadros, profundamente antirreligiosos, critican: un ataque abierto y cruento contra la iconografía religiosa y el insoportable peso moralizante y punitivo que la religión tiene en la vida de las personas (más aún en la de un homosexual como él). Algo similar sucede con la ubicación de Saint Apollonia, de Andy Warhol, en los muros del rellano de la escalera que conduce al piso superior. Trasgresión Pop en estado puro.
Una exposición muy recomendable para todos los amantes del Pop Art, y una ocasión inmejorable para constatar la supervivencia de tantos y tantos iconos nacidos a la vera de un movimiento que, hace unas décadas que parecen siglos (así de rápido avanza el arte y el mercado que todo lo fagocita), fue el summum de la provocación.

martes, julio 24, 2012

David Hockney y su artística vejez tecnológica.

En los años 60 David Hockney se convirtió en la cara elegante, británica y sofisticada del pop artístico, un movimiento que entre sus credenciales presentaba, precisamente, su adscripción al suelo firme y a la trivializción mundana y serial del objeto artístico.
Sin embargo, las lujosas piscinas californianas del creador inglés y sus retratos de millonarios gustaron mucho entre la intelligentsia estadounidense y, por ende, a la vanguardia crítico-artística del momento (que desde unos años antes seguía con obnubilación la inercia del stardom pictórico post-impresionista-abstracto). Pese a su detallismo y a lo identificables que eran los personajes de sus retratos, la pintura de Hockney nunca desentonó dentro del ideario pop: sus cuadros mostraban escenas convencionales de la clase alta, cuadros costumbristas de la jet set, pero al espectador se le aparecían tan fríos y seriados como una colección de botes de sopa Campbell; porque, en el fondo, el modo de vida que representaban, su exaltación aparentemente exitosa del cacareado triunfo del sueño americano, escondía el mismo fracaso de la insatisfación y la rutina que atenazaban al resto de la población, al ciudadano de a pie convencional. Las piscinas turquesas y los lujosos cuartos de estar que presidían el lienzo ofrecían, en principio, imágines idealizadas, realizaciones pecuniarias del deseo obrero, pero sus personajes resultaban tan fríos (gélidos) y carentes de atractivo, que el espectador terminaba compadeciéndose de ellos más que envidiándolos. El conjunto nos recordaba más a la soledad de Hopper que al festivo brochazo de Lichtenstein o a la realidad licuada y colorida de Rosenquist.
Después, Hockney evolucionó desde el realismo pop de sus inicios hacia propuestas más acordes con los tiempos, dentro del trabajo con fotomontajes fotográficos a partir de polaroids y el esquematismo pictórico que marcaban los preceptos del pop más ortodoxo.
En 2001, el Hockney crítico y amante de la pintura nos sorprendió con una obra fascinante, uno de los estudios sobre la historia del arte más interesantes que hemos podido leer, El conocimiento secreto. Una obra que intenta explicar con el uso de técnicas ópticas y mecánicas, como la cámara oscura, la sorprendente evolución técnica que pareció experimentar la pintura renacentista italiana y flamenca en apenas dos décadas. Cómo, a partir de 1430, maestros consagrados del retratismo (los Giorgione, Holbein o Campin), consiguen que sus cuadros evolucionen desde un realismo que conservaba parte del hieratismo del último gótico, hasta un preciosismo basado en el detalle mimético, cuasi-hiperrealista. Para Hockney fue el empleo de lentes y artificios mecánicos lo que facilitó esta evolución sin precedentes (por lo súbito y repentino) dentro del mundo del arte.
Ahora, y hasta el 30 de septiembre de este año, tenemos la ocasión de acercarnos a otra faceta de la figura de David Hockney, gracias a la exposición "David Hockney: una visión más amplia", que ocupa varias salas de exposiciones del Museo Guggenheim de Bilbao. Se trata de un recorrido por la fecunda producción que ha ocupado al artista en sus últimos años: una vuelta a sus orígenes ingleses, a partir de la revisitación paisajista de la campiña de su Inglaterra natal. Parte de la exposición está compuesta por una prolija colección de óleos que, si bien demuestran que Hockney sigue conservando una mano excelente para la pintura, aportan más bien poco a su producción precedente. Cuadros con un aire nostálgico pastoril que demuestran su apego a la tierra y su amor por el condado de Yorkshire que le vio crecer.
Hay también abundantes muestras, sin embargo, de cierta evolución expresionista a partir de estos mismos motivos, que se ejemplifica a la perfección en obras como los excelentes Tala de invierno (2009) o La llegada de la primavera en Woldgate (2011); con una paleta de colores refulgentes que nos recuerdan a la brillantez impresionista de Van Gogh o al exacerbado cromatismo antinatural del fauvismo.
Son sorprendentes, asimismo, muchos de los cuadros de Hockney realizados mediante un iPad y ampliados a posteriori a tamaño de lienzo. Hockney es, y ha sido siempre, un autor "moderno", un hombre abierto a ese mismo empleo "tecnológico" y mecánico que, en El conocimiento secreto, él mismo alababa en los pintores del quattrocento. Por eso, a nadie que haya seguido su trayectoria (que comprende trabajos como diseñador, ilustrador o escenógrafo), puede sorprender su incursión en el mundo de la tecnología digital y el vídeo arte en alta definición que se puede contemplar en algunos de sus trabajos expuestos ahora en el Guggenheim. En sus "cuadros" ampliados sobre dibujos hechos con iPad se observa su capacidad como dibujante, la rapidez de su trazo, su certeza en la elección de efectos y paletas digitales, y se demuestra a las claras el talento artístico de uno de los pintores esenciales del S.XX y, ahora, del S.XXI.

Además, si aún quedara algún espectador insatisfecho con todo esto, le restaría la oportunidad de disfrutar in situ de La autopista de Pearblossom (1986) una de las obras esenciales de la fotografía de las últimas décadas.

lunes, diciembre 13, 2010

Fellini, disegnatore.

Cuando pensamos en las conexiones entre Federico Fellini y el cómic, se nos viene a la cabeza aquel extraño, surrealista y erótico Viaje a Tulum que el director guionizó para su amigo Milo Manara, y que pudimos leer extractado hace ya muchos años (1989) en las páginas de El País Semanal. Era una historieta llena de viajes oníricos, bellas mujeres (claro) y dibujos exuberantes y nocturnos.
Lo que no sabíamos es que las conexiones del regista italiano con el cómic eran, en realidad, mucho más estrechas que lo que denota esa escapada artística puntual. No hace falta ir muy lejos: nos dirigimos a la entrada de Fellini en la Wikipedia y leemos en las primeras líneas:
En su infancia, el joven Federico muestra un vivo interés por las películas de Chaplin y los cómics humorísticos estadounidenses, llegando a afirmar en 1966
Es evidente que la lectura intensa de esas historias, en una edad en que las reacciones emotivas son tan inmediatas y frecuentes, condicionó mi gusto por la aventura, lo fantástico, lo grotesco y lo cómico. En este sentido es posible encontrar una relación profunda entre mis obras y los comics norteamericanos. De sus estilizaciones caricaturescas, de sus paisajes, de los personajes siluetados contra el horizonte, me han quedado imágenes felizmente "chocantes", imágenes que de vez en cuando vuelven a aflorar y cuyo recuerdo inconsciente ha condicionado el elemento figurativo y las tramas de mis películas (Declaraciones de Federico Fellini en 1966, recogidas por Claudio Bertieri en Los comics humorísticos "a la italiana").
Hace poco, hemos sabido además de sus comienzos como dibujante humorístico en diversas publicaciones periodísticas; o de su obsesión por el Mago Mandrake, que se vio concretada en una fotonovela protagonizada por Marcello Mastroianni, en algunos posters publicitarios y en la aparición del actor disfrazado del mago en el falso documental paródico, Intervista (1987).
Después, Fellini continuó dibujando. De hecho, pasó años de su vida rellenando cuadernos con anotaciones, dibujos, viñetas, reflexiones visuales, chistes y, sobre todo, sueños. El director, fascinado por las teorías del psicoanálisis, dedicó buena parte de su vida a recrear gráficamente sus sueños y pesadillas en unos cuadernos que se han publicado recientemente bajo el título de El libro de los sueños (The Book of Dreams, Rizzoli, 2008).
De todo esto nos hemos enterado visitando la estupenda exposición "Federico Fellini. El circo de las ilusiones", que desde el 15 de julio se puede disfrutar en CaixaForum Madrid, y que permanecerá allí hasta el 26 de diciembre. Por cero euros pueden ustedes apurar los plazos y ser testigos de centenares de fotografías de los rodajes del director italiano, disfrutar de sus dibujos humorísticos y de las ilustraciones de su libro de sueños. Pueden detenerse a ver vídeos con fragmentos de sus películas, leer los detallados paneles informativos (organizados temáticamente) acerca de su producción artística, leer fragmentos de entrevistas... Aprovechar, en definitiva, el carrusel de información que nos ofrece este nuevo circo felliniano, excelentemente documentado y mejor organizado.
Ya tienen tarea prenavideña.

lunes, octubre 18, 2010

Katsura Funakoshi en Kanazawa. El busto de los ángeles.

Vamos a ir cerrando nuestro periplo de recuerdos nipones. Hemos dejado para el final una de las mejores imágenes artísticas que nos trajimos de allí.
Hay ciudades que crecen a la vera de un hallazgo arquitectónico. Que se lo digan a Bilbao. Kanazawa era, en Japón, una ciudad reconocida por su barrio ninja, por sus calles de geishas y por disponer de uno de los tres grandes jardines oficiales del Japón. Ahora, a Kanazawa, se la conoce y reconoce también por contar con el museo de arte contemporáneo más importante de Japón, o casi.
El 21st Century Museum of Contemporary Art no luce la barroca espectacularidad del Guggenheim, pero casi. Su forma circular permite una sorprendente organización de los espacios interiores, en sus jardines crecen como flores futuristas obras tan espectaculares como la Colour Activity House de Olafur Eliasson o el Klangfeld Nr.3 für Alina de Florian Claar. Y en la colección permanente de su interior no hay Serras, pero hay falsos agujeros negros de Anish Kapoor, una increíble sala de luz del siempre increíble James Turrell, una piscina reversible de Leandro Erlich (la niña bonita de las piezas exhibidas, según parecen dejar ver los visitantes que se asoman por arriba y desde abajo) y un hombre midiendo las nubes, obra de Jan Fabre.
Precisamente, cuando visitamos el museo la exposición temporal, titulada Alternative Humanities, estaba dedicada a los trabajos enfrentados de dos artistas dispares, el mismo Jan Fabre y el japonés Katsura Funakoshi. Dos creadores unidos por su mirada hacia el arte y el pensamiento pretéritos como motivo de inspiración, como fuente de materias primas sobre las que trabajar y elaborar sus discursos. La obra de Fabre tiene mucho de trasgresión y provocación; su relectura del cristianismo, la realeza y del arte flamenco, por ejemplo, está repleta de alusiones/puñetazos simbólicos, creados a partir de la reutilización de materiales orgánicos y otras desviaciones matéricas (mantos de insectos, osarios de cristal, muros pintados con bolígrafo y cajas de escaleras hacia la nada).Katsura Funakoshi plantea reflexiones similares acerca del pasado, el arte y las religiones filosóficas orientales. También existe cierta intención provocadora en sus bustos y esculturas a medio camino entre la figura antropomórfica y la construcción mítica. Sus materiales son, sin embargo, mucho más tradicionales: lápices y óleos para los bocetos y pinturas preparatorias, madera policromada y escayola para sus esculturas. Curiosamente, la propuesta de Funakoshi le resulta al espectador occidental mucho más críptica que la de Fabre, pese a la compleja puesta en escena de las piezas de este último.
Los bustos del japones están rodeados de cierta imperfecta divinidad, de un aura de irrealidad. Pese a todo, los mirábamos una y otra vez y no podíamos evitar encontrar cierto aire familiar en esos ojos de cristal de mirada animal, en sus pieles celestes, en sus cuerpos mutilados y en sus largos cuellos. ¿Dónde nos habíamos encontrado antes con los ángeles andróginos de Funakoshi, con esas criaturas detenidas entre la tierra y el cielo?
Al final lo recordamos...


martes, septiembre 28, 2010

Tromarama, stop-motion, botones y madera tallada.

Se lo advertimos. En el piso 53 del Roppongi Hills Mori Tower está el Mori Art Museum. Desde nuestra perspectiva museística, la cosa pintaba extraña y, diríamos, poco ambiciosa: ¿qué podemos esperar de un museo en la cima de un rascacielos? El simple acto de la visita parece una expedición. La realidad nos devolvió a la realidad siempre sorprendente de las ciudades verticales japonesas. Una de las arañas Mamán de Louise Bourgeois, agazapada expectante en la base del edificio, nos situó además frente al valor real del Mori Art Museum: un cento de vanguardia del arte contemporáneo y un nido de sorpresas.

Nuestra visita mereció la pena, coincidió con la exposición "Sensing Nature", en la que tres jóvenes figuras del arte interdisciplinar japonés mostraban sus diferentes percepciones de la naturaleza dentro de la cultura japonesa. Yoshioka Tokujin, Shinoda Taro y Kuribayashi Takashi demuestran mediante espectaculares (y costosísimas) instalaciones hasta que punto la nieve, el agua, las montañas, la luz o los lagos han llegado a constituir parte esencial del imaginario artístico nipón. Obras como Snow (de Tokujin) envuelven al espectador en las complejas dinámicas de los ciclos y fenómenos naturales, creando el contexto adecuado para ese estado contemplativo que parece indisociablemente unido a la espíritualidad oriental.

No obstante, les traíamos este post a sus ventanas a causa de una segunda exposición, más conectada ésta con los asuntos del dibujo y la animación que normalmente nos ocupan. Hace mucho ya, les hablábamos fascinados de un maestro urbano del stop-motion, esa técnica de rodaje que consiste en la creación de una ilusión de movimiento a partir del ciclo: grabación del fotograma - manipulación del objeto filmado - grabación del fotograma... En el Mori Art Museum descubrimos a un colectivo de artistas también instalados en la virtud de la paciencia como componente básico para el ejercicio de la evolución creativa: se llaman Tromorama y son un trío de jóvenes estudiantes indonesios (con base de operaciones en Bandung), que dedican sus esfuerzos a la creación de instalaciones y vídeos basados en la mencionada práctica del stop-motion.

La extrema minuciosidad de su trabajo, su inteligencia y la sensibilidad de su propuesta han generado una creciente atención por parte de los medios y comisarios de arte. En el museo tokyota se exponen sus principales trabajos, así como la disección de su proceso creativo, junto a los materiales originales empleados para tal fin. Vídeos musicales como Serigala Militia (creado a partir de impresiones de 400 bloques de madera tallados individualmente, 2006),     Zsa Zsa Zsu  (realizado con miles de botones y cuentas de collares, 2007) o     Ting*  (que usa porcelana y piezas de vajilla, 2008) resultan una muestra valiosa para constatar el talento y la fe infinita que tienen estos muchachos en la creación artística como resultado de la paciente sudoración. Les dejamos con dos de ellos. La música que los adorna, como la propuesta, sofisticada cuando no incendiaria.

sábado, agosto 21, 2010

Arte Santander 2010. Pinturas y polacos.

Este año, como ya viene siendo costumbre, asistimos a una edición más de Arte Santander. Vimos muchas caras conocidas y reconocimos a muchas de las galerías presentes en cursos anteriores (entre ellas, algunas de las clásicas del panorama artístico español). En una de ella, la siempre interesante Caja Negra de Madrid, exponía nuestro buen amigo Pejac dos piezas que jugaban a la paradoja, conjugando las referencias geográficas con las implicaciones psicoanalíticas de las manchas de Rorschach; como no podía ser de otro modo, nos acordamos de Moore y de Gibbons.
Hubo más trabajos que nos movieron a la correlación comiquera y que invitaban al juego asociativo. Los oleos de Toño Camuñas, de la galería Valid Foto de Barcelona, escondían, detrás de su simbolismo colorido, referencias claras al underground, por lo que respecta a la línea de su dibujo y a su inclinación por la caricatura grotesca de explícita “visceralidad”. Parecían una mezcla bastarda entre la iconografía mejicana funeraria y los cómics de Hunt Emerson, con aquella voluptuosidad orgánica de su cartoon descarnado.
Sin duda, la nota de exotismo de esta edición la pusieron las cuatro o cinco galerías que representaban a Polonia, como país invitado a la muestra. Suyas fueron algunas de las aportaciones más atrevidas e imaginativas. Leto Gallery/Hepen Transfer Gallery, presentaron los dibujos en tinta china de Zofia Gramz: una propuesta rabiosa entre el art-brut, el graffiti y el garabato, que demuestra hasta que punto el dibujo está recuperando terrenos perdidos en el arte contemporáneo.
En el stand de Collectiva Gallery (de Poznan) pudimos disfrutar con un precioso tríptico de Öl auf Leinwand, titulado Plywamy, que nos supo a cloro y nos refrescó algunos buenos momentos viñeteros del año pasado. La pared de enfrente repartía varios lienzos en blanco y negro de la serie Monstrare (de Lidia Krawczyk y Wojtek Kubiak) que trampeaban la primera impresión realista de la propuesta, mediante el recurso a esos big eyes que parecen inundar el arte pop contemporáneo (que le pregunten a Gary Baseman); eso sí, con un trazo pictórico tan poco ilusionista como el de los objetos y personajes cotidianos sobre fondos planos de Alex Katz. Nos preguntamos, ¿quién en el mundo del cómic podría postularse como representante máximo del big-eyes movement, más allá de la obviedad mangaka? ¿Dave Cooper? ¿Jim Woodring?
A tiro de piedra de dos galerías se ubicaba el espacio de Piekary Gallery, en el que destacaban sobremanera las asombrosas Pin-up fruits de Andrzej Wasilewski. Una serie de pinturas acrílicas y óleo sobre lienzo, que renuevan el concepto de vanitas, adaptándolo al improbable contexto iconográfico del American way of life y el hipócrita aliento a las tropas a través del impulso sexual. La decadencia de la felicidad hueca, la testosterona podrida a partir de unas imágenes que, a primera vista, se le aparecen al espectador amablemente coloridas.
Por último, ya fuera del “circuito” polaco, nos llamó la atención (ciñéndonos al filtro comicográfico que intentamos ajustar en este tipo de posts) el gran lienzo circular de Aaron Johnson que presentó la galería Mito de Barcelona. Sus explícitas influencias orientalistas y su barroca manipulación gore de los referentes espirituales y religiosos que caracterizan a aquellas, nos hicieron pensar de inmediato en los autores más salvajes e iconoclastas del manga actual, sobre todo en Suehiro Maruo (un dibujante también sumido en el exceso y en la ornamentación barroca), aunque también en otros amantes de la casquería artística, como Hideshi Hino o Shintaro Kago.
Dicho lo cual, les prometemos que antes de lo que expira un mes, volveremos a hablarles del Imperio del Sol Naciente largo y tendido.

jueves, abril 22, 2010

Oxímoron de Pejac en Benito esteban. Iconos de raíz.

Lo dejamos en Salamanca. Bien se sabe que no se está mejor que entre amigos, las buenas compañías multiplican el favor de los estímulos. El sábado pasado lo vivimos en mural y en directo gracias a la muestra de un buen y viejo amigo de este blog, el señor Pejac, que inauguró su exposición Oxímoron, para más inri, en la galería de otro buen amigo, Benito Esteban. Es lo que tiene Salamanca, que además de darte gratis la tapa con la caña (van dyck, how much I miss you!), te pone al día en cuestiones estéticas.
Ya conocemos a Pejac, es un tipo ecléctico, tan pronto te dibuja un cómic con virtuosismo pictorico, que te llena la cabeza de pájaros con sus invectivas socio-collageras. En esta exposición la duda ni ofende, porque el artista hace gala de talento y nos deja ver como se cuecen todas las salsas debajo del lienzo (o del collage). Vamos, que en Oxímoron Pejac nos enseña que el soporte es lo de menos, el mensaje importa independientemente de que éste se "proyecte" de forma mural, en collages firmados a tamaño postal, en vinilos de un metro o en lienzos pintados con óleo. De todo hay en este evento (miren ustedes las fotos, si no nos creen). Se rastrean las influencias del artista (su pasado grafitero, su trabajo con el icono trasmutado en paradoja) y se aplaude su evolución (hacia los tamaños grandes, hacia las técnicas combinadas, hacia el mural icónico). Sabemos que no será la última vez que hablemos de este artesano de los muros y el papel charol, pero tendrá trabajo por delante para mejorar la calidad de lo demostrado en Benito Estaban en este 2010: la exposición se organiza en tres espacios artísticos distribuidos a lo largo y ancho de los tres muros útiles que conforman la galería rectangular. Pejac utiliza uno de los muros largos y el más pequeño del fondo para trabajar a gran escala su habitual técnica-collage del icono polisémico: lo hace con una peculiar y desasosegante visión de un "bosque animado" y con su impactante "calavera de diseño". El segundo muro largo se divide en dos secciones, una con el lienzo de un "canario cautivo" homenaje a Mondrian y la segunda (junto a la puerta) con el grueso de los collages producidos por el artista durante estos últimos años, a modo de gigantesco lienzo fragmentado (un collage de collages, que diría algún muralista avizado). Por si fuera poco, la inauguración (a la que asistieron hasta neoyorkinas eminencias) estuvo amenizada por el buen hacer de DJ Roco, que, lo prometemos, no pinchó un solo tema malo.

Así las cosas, cuando nos dimos a la calle y nos entregamos a la mundanal jarana nocturna salmantina, íbamos tan llenos de estímulos visuales y significantes camuflados que apenas reparamos en renacimientos dorados, en estudiantes dicharacheros o en los turistas sonrientes que, sin duda, nos rodeaban. Si a alguno de ustedes se le ocurre ir por Salamanca no dejen de visitar esta exposición, verán como les sucede algo parecido. Tienen hasta el 22 de Mayo.
Para curiosos e interesados, más fotos del evento en la página del propio Pejac.

lunes, abril 19, 2010

DA2: Merrie Melodies y finlandeses histéricos.

Si alguno tiene pensado ir a visitar Salamanca próximamente, éste es un buen momento. Siempre lo es, en realidad, pero en primavera, la capital charra se pone radiante y la luz recién brotada convierte su arquitectura en un Renacimiento dorado. Los estudiantes se ponen sus mejores galas preveraniegas y las terrazas de la Plaza Mayor se llenan de turistas sonrientes a la sombra de un helado. Además, coinciden ahora en el tiempo un buen puñado de exposiciones que no deberían ustedes perderse.
Después de aquella fantástica exhibición de técnica y músculo que nos deparó la muestra anterior de Erwin Olaf, el DA2 se descuelga con una doble exposición la mar de apetitosa: por un lado, podemos recrearnos con Artic Hysteria, la colectiva dedicada al arte finlandés contemporáneo, que ha estado dando vueltas por Europa antes de llegar a nuestro país. En ella podemos ver obras de algunos de los autores más importantes del arte finés actual. Encontramos también testimonios abundantes que confirman la retórica de esas tierras del norte marcadas por su clima, sus bosques y sus fiordos. De casi todo ello hay muestras en esta exposición: en las fantásticas fotografías manipuladas de naturalezas distópicas y extrañamente hipnóticas de Ilkka Halso (de su serie "Museo de la Naturaleza"); en las liebres árticas disecadas de Pekka Jylhä, que se diseminan por las estancias de esta cárcel-museo y nos miran como si fueran seres humanos congelados en medio de un ritual; en ese vídeo-documental habitado por músicos-soldado, majestuoso en su frialdad, que es Huutajat-Screaming Men, de Mika Ronkainen.
Hay también humor en Finlandia, no se crean (lo demuestran los divertidos y originales Coros de queja, de Tellervo Kalleinen & Oliver Kochta-Kalleinen) y hay (en estos tiempos no podía ser de otro modo), mucho dibujo: el que encontramos en las barroquísimas, abigarradas y enormes pinturas a lápiz de Stiina Saaristo nos recuerda mucho a Bryan Talbot y a su El corazón del imperio; por otro lado, los cuadros y los cómics (expuestos también en la muestra) de Bo Haglund, nos remiten a un estilo más underground, menos solemne, en la línea de un Dave Cooper o, sobre todo, del recientemente publicado en España Pinocchio, de Winshluss.
Dibujo y más dibujo. El título de la segunda exposición que acoge el DA2 estos días (durará hasta Mayo) no deja lugar a dudas: Merry Melodies (y otras 13 maneras de entender el dibujo). En ella se nos da a conocer o redescubre la obra de jóvenes autores españoles que, de un modo u otro, conectan en su trabajo la creación audiovisual (el guiño del título) con el dibujo. Encontramos creaciones de Chema Alonso (que ha creado una cámara de observadores observados), la sorprendente y muy meritoria "balasera" acuarelada protagonizada por los padres de Enrique Marty, la falsa y sórdida inocencia que puebla los dibujos de Juan Zamora, Ruth Gómez y sus personajes posmodernos de violetas melenas, los pájaros hitchcocknianos de Marta Serna o Violeta Caldrés y sus collages recortables de reminiscencias orientales y aire de artesanía juguetera antigua (¿se acuerdan de las viejas mariquitas recortables?). Destacamos también esa vídeo creación de Vicente Blanco (de la serie "Paisaje nevado"), inquietante y tan gélida como aquellas obras finlandesas de las que hablábamos hace un rato: un vídeo estático y sugerente cuyo dibujo no dejaba de recordarnos a los cómics de la israelí Rutu Modan. Pero, entre todas, nos quedamos con la sala oscura que crea Fernando Gutiérrez en su instalación Crisálidas (que ya se había podido ver antes en la LAboral de Gijón): un juego de fluorescencias, monstruos flotantes y grafitis cambiantes que no dejará a ningún visitante indiferente.
En la siguiente entrega les comentamos el plato fuerte de nuestra visita salmantina y de estos juegos dibujados. Permanezcan atentos a su pantalla.

martes, enero 12, 2010

De los Batman y Robin pictóricos de Pablo García a los Jokers escenografiados de Erwin Olaf

Aprovechando las recientes (pero casi olvidadas) blancas festividades, nos acercamos hace unos días a esa ciudad siempre dorada que es Salamanca. Además de ver a amigos, comer pinchos de morucha y pasear sus calles, nos acercamos al DA2, su museo-cárcel de arte contemporáneo. Casi siempre merece la pena visitar sus instalaciones, aunque sólo sea por la exclusividad del contenedor o por el alivio que produce saber que ahora sí puedes abandonar sus muros cuando te plazca. Además, sus muestras suelen compensar la visita casi siempre.
En esta ocasión había varios argumentos expositivos que amortizaban el paseo: estaba, por ejemplo, la sala del espacio emergente con la serie desideratum de Pablo García, fotógrafo que trabaja digitalmente sus nunca amables retratos, hasta trasformarlos en recreaciones cuasi-pictóricas, muy barrocas, de la modernidad derrotada. Sus retratos, tomados todos en primer plano o plano medio, de personajes extraños, desafiantes, registran taxonómicamente un mundo de seres angustiados y angustiosos que miran al espectador a los ojos haciéndole cuestionarse la humanidad de lo observado, pero, al mismo tiempo, provocando su mirada interior en busca de los rasgos de animalización compartidos con el espejo del esperpento fotográfico-pictórico que el fotógrafo ha puesto ante su mirada. Anomalías sociales, imaginarias y culturales que recogen, seguramente, lo peor de cada casa y de nosotros mismos. Para muestra una pareja muy poco heroica.
Muy cerca, otras dos salas recogen la exposición "tiemposuspendido" (hasta el 24 de enero); una escenificación creada a partir de los abundantes fondos de la colección permanente del DA2, junto a la Fundación Coca-Cola. En ella, en un ambiente sombrío que invita al recogimiento y a la reflexión intimista, podemos observar trabajos de algunos de los creadores contemporáneos que con más acierto se han acercado al espacio discursivo de la "fotografía escenificada": la fotografía como espacio manipulado, como escenario de la acción preconcebida. La muestra recoge piezas de autores como Fernando García Malmierca, Charlie White, Alfredo Omaña, Bill Henson, Cristina Fontsaré o Manu Arregui entre otros muchos.
La exposición estrella de la temporada es, no obstante, la gigantesca retrospectiva que se ha levantado alrededor de la figura de Erwin Olaf, el famoso fotógrafo holandes, con el título de Darts of Pleasure. Comenzó la exposición en octubre del año pasado y durará hasta febrero de éste (con la crisis, hasta los museos tienen que aprender a amortizar sus oportunidades, y más cuando la calidad de las mismas salta a la vista). Erwin Olaf ha participado activamente en la selección y organización de las obras. Prácticamente toda su producción está representada en esta muestra, que se extiende por las diferentes salas del museo: desde sus primeras exitosas series, como Chessmen (1987-1988) o Square (1984-1993), barrocas, bizarras, sexualmente explícitas y muy simbólicas, hasta colecciones más recientes como Royal Blood (un ejercicio de cinismo gore con una manufactura impecable -2000-), Grief (instantes de tristeza congelada, escenas descontextualizadas de las que cuentan una vida -2007-), Fall (una serie de retratos de aire clásico y belleza estática, que demuestran la percia técnica y digital de su autor -2008-) o la muy gótica, sombría y esteticista Dusk (2009); sin olvidar sus muy apreciados trabajos publicitarios para Diesel, Levi's o Heineken, o su reverso cínico que es la serie Fashion Victims, en la que Olaf critica, con sarcasmo de pornógrafo, ese mismo exceso sexual de la publicidad moderna que él ha contribuido decisivamente a alimentar.
Desde luego, Erwin Olaf es una estrella de la escenificación fotográfica. Cada una de sus instantáneas vive y respira como obra independiente, compleja y elaborada. El holandés crea sus instantes fotografíados con el mimo del cineasta que prepara una escena. Las fotografías de Olaf son auténticas escenografías de historias inconclusas. El ejemplo más evidente es el de su serie Hope de 2005 (aunque podríamos haber incluido aquí Grief o Grief Portraits). Los personajes de Hope están congelados en su soledad, en su alienada infelicidad: el mundo se desarrolla a su alrededor sin que ellos parezcan ser conscientes de la importancia o las consecuencias que se derivan de su inacción. Las fotografías están protagonizadas por individuos americanos de clase media trasformados en figuras de cera, congelados de espaldas a la inminencia del momento relevante.
Deliberadamente artificiosa es también la serie Paradise Portraits (2001), un conjunto de retratos en un plano muy cerrado, que juegan con el maquillaje y la gestualidad para trasmitir, no sólo las sensaciones y sentimientos de sus protagonistas, sino todo un trasfondo de irrealidad ficcional. Sin que ninguna de las 13 fotografías llegue a personalizarse en un personaje conocido de forma concisa, algunas de ellas, en la exageración de sus gestos y sus maquillajes paródicos, nos remiten, en un nivel de asimilación referencial, a personajes del cómic perfectamente reconocibles, como el Joker, Batman, el Cuervo o el Duende Verde.
Todavía les quedan unos días, no se queden congelados y acudan al DA2.
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(Actualización: 09-febrero-2016)
Han pasado ya más de cinco años desde este post, pero nunca es tarde si hay pecunia. Gracias a una comunicación directa por parte de sus gestores, llega a nuestro conocimiento la existencia de una web de arte y coleccionismo entregada al proselitismo y venta de los trabajos de Erwin Olaf (cuya popularidad no ha dejado de crecer desde ese 2010 que enmarca esta entrada). Si alguno de ustedes siente hormigueo en la chequera, paseense por aquí, que seguro encuentran la forma de aliviarlo.