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domingo, diciembre 27, 2009

2009: constataciones, cómics nacionales (II).

Juguemos a aquello de la abogacía del diablo. Después de anunciar con gesto adusto y mirada sombría las dificultades que atraviesa el sector editorial comiquero español, después de constatar la evidente reducción del número de novedades este año respecto a cursos anteriores, nos vamos a despachar con una sentencia de esas que suenan a machada ostentosa: el 2009 ha sido, seguramente, el año más fructífero en términos de calidad de la edición de tebeos en nuestro país, un colofón perfecto para una milagrosa década de viñetas. En diez años, el cómic se ha situado a la altura del cine, la novela o las series televisivas por lo que a la calidad de sus producciones se refiere. Y prácticamente por vez primera en la historia contemporánea, su evolución como vehículo artístico-cultural discurre pareja a la del resto de las manifestaciones artísticas con las que convive. Chris Ware o Daniel Clowes son creadores a la altura de Cormac McCarthy o Lars Von Triers (pongan ustedes aquí otros dos nombres de su agrado), y si alguien no lo ve así, quizás deba dedicarle algo más de tiempo a la lectura de sus obras.

¿Por qué 2009 ha sido especial? Lean y pregúntense si entre la colección de cómics que les vamos a enumerar en las dos siguientes entregas no hay un buen puñado de obras mayúsculas. Comenzamos con el cómic nacional editado en nuestro país en el año 2009.

La producción de cómic español ha sido reseñable. Comenzó el año con una nueva edición de Las serpientes ciegas (BD Banda), de Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí, que vista desde el presente, suena a premonición: no hay nadie que no sepa que esta obra ha resultado merecedora del Premio Nacional de Cómic 2009. Siguiendo la misma línea adivinatoria, son muchos los que presagian que la vencedora de la edición siguiente podría ser El arte de volar (Edicions de Ponent), de Antonio Altarriba y Kim. Sería un premio merecido, seguro, aunque tampoco desmerecería un trabajo tan brioso y valiente como el de Luis Bustos en Endurance (Planeta). Otras buenas lecturas comiqueras patrias han salido del Olimpita (Norma), de Hernán Migoya y Joan Marín; de El hombre descuadernado (Edicions de Ponent), de Hernández Cava (de nuevo) y Sanyú; Vaquero (Ponent Mon), de Jordi Pastor; Noche de citas (Dolmen), de Max Vento. Varios viejos conocidos han puesto de manifiesto, otra vez, su talento: Mauro Entrialgo, Demonio rojo: siga usted todo tieso (La Cúpula); Miguel Brieva, Otro mundo (Reservoir Books); Bernardo Vergara, El mundo según Ptolomeo (Diábolo Ediciones); Miguel Ángel Martín, por partida doble, con Surfing on the Third Wave y Playlove (ambas con Lear Editores); Miguel Calatayud, Peter Petrake, de los 50 al siglo XXI (El Patito) o Daniel Torres, Burbujas (Norma).

Aunque para viejo, el maestro andaluz Andrés Martínez de León, del que Viaje a Bizancio Ediciones sigue recuperando trabajos de los años 20, como su Los amigos del toro o la parte sana de la afición, como verán de candente actualidad en nuestra agitado debate político. Viejecito sería ahora el añorado Vázquez, de quien se ha publicado Lo peor de Vázquez (Glénat), ejercicio de humor de título imposible.

Este curso han regresado además, algunos autores españoles a los que se esperaba con expectativas altas: se esperaba, desde luego, a Paco Roca después de su baño de ventas y críticas, y ha vuelto por partida triple, con el muy interesante y onírico Las calles de Arena (Astiberri), con una recopilación de relatos cortos, Senderos (Laukatu Ediciones) y en compañía de otro triunfador reciente, Miguel Gallardo, en Emotional World Tour; el relato de la gira promocional compartida para sus obras respectivas, Arrugas y María y yo. Después de un largo silencio, se esperaban también la vuelta de tres autores jóvenes como Jali, que ha publicado El último gran viaje de Olivier Duveau (Astiberri), Andrés G. Leiva, que ha hecho lo propio con Evelyn (Sins Entido) o Juaco Vizuete, sorprendentemente reaparecido con El experimento (Glénat). Joven y de vuelta (de todo) está también Gaspar Naranjo, que con su muy atrevido, procaz y divertido Sexo (Edicions Ponent) promete romper records de ventas. Se esperaba también la tercera parte de El vecino, de Pepo Pérez y Santiago García, y la recepción crítica de la obra no ha podido ser mejor.

Entre las sorpresas y novedades, un amigo de esta casa, Pejac, que ha editado su primer cómic, ese precioso poema visual que es Vuelo rasante (Viaje a Bizancio Ediciones); novedosa también es la aparición de Mario Torrecillas y Tyto Alba, con El hijo (Glénat). El éxito inmediato de El juego de la luna, José Luis Munuera y Enrique Bonet (Astiberri), vencedora absoluta en Expocómic 2009, también merece ser subrayado, así como el de Planeta extra (Planeta DeAgostini), de Diego Agrimbau y Gabriel Ippóliti, vencedores del I Premio Planeta de cómic. Mucho se ha hablado del truculento caso carcelario de Andrés Rabadán, cuyas peripecias vitales han estrenado este  año película y cómic autobiográfico, Las dos vidas de Andrés Rabadán (Norma). Inclasificables son, a decir de muchos, el trabajo de Felipe Almendros en Save Our Souls (Apa-Apa) o el revanchismo calculado del crítico cinematográfico Jordi Costa, junto a Darío Adanti, en Mis problemas con Amenábar (Glénat).

Junto a tanta obra, surgen poco a poco en nuestro país iniciativas llenas de interés y futuro, apoyadas en los creadores nacionales. Es digna de aplauso, por ejemplo, la adaptación al cómic de obras de la literatura clásica que ha puesto en marcha Ediciones SM, con una buena avanzadilla de títulos, entre los que destacan obras y autores como: David Rubín, El monte de las ánimas; Enrique Lorenzo, El médico a palos; Santiago García y Javier Olivares, Dr. Jekyll y Mr. Hyde o Ricardo Gómez y Emma Ríos, Amadís de Gaula. También nos llena de alegría observar que la iniciativa de nuestro amigo Ed y de Max Luchini, la creación de una línea de cómics infantiles para Bang Ediciones (Mamut), parece que sigue adelante con salud: La caca mágica, de Sergio Mora; Federico, tenis sobre hielo, de Max Luchini o Marcopola, la isla remera, de Jacobo Fernández.

Saludable parece también el renacido mercado de revistas (Dos veces breve, Barsowia, El manglar...), que conviven en el mercado español en sana competencia con fanzines de look profesional (Cretino, Malavida, Amaniaco, Argh!...) y cada vez más autoediciones, como ese Buendolor de Nofu o los imprescindibles Usted de Esteban Hernández (quien además ha publicado Sueter con Planeta).

No se pierdan la nómina de foráneos, que es todavía más impresionante. En breve.

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2009: constataciones (I)

viernes, diciembre 25, 2009

2009: constataciones (I)

 

Hace justo un año lanzábamos una triple pregunta retórica a los cuatro vientos del panorama comiquero: "¿de verdad el mercado español da para tanto? ¿Podemos los lectores afines "sobrevivir" a la avalancha mensual de novedades? ¿Es honesto augurarle una vida eterna a las tirada de 500 ejemplares?". Paradojas de lo retórico, casi concluido el 2009 empezamos a ver, no la luz, sino la niebla que se asienta sobre la duda.

El 2009 ha sido un año complicado en términos editoriales: se huele en todos los sectores y recovecos del negocio. El número de material publicado se ha reducido de forma evidentísima (¿quizás menos de un 50 % de novedades?); algunas editoriales han sobrevivido en un semi-barbecho prolongado de álbums y series menores esparcidas con una triste cadencia mensual; otras no han tenido más remedio que lanzar salvavidas en forma de comunicados y saldos desesperados; a otras, directamente, las ha venido Dios a ver, cargado de provisión.

Si nos quejábamos hace un año de que el aumento de estima, interés y ¿lectores? había discurrido parejo a una subida de precios (amparada en un también evidente aumento de las ediciones de lujo y el formato de novela gráfica con pastas duras), este curso no queda sino asumir que la trasformación del cómic en un producto de semi-lujo es un hecho. El asunto tiene que ver, sin duda, con la consolidación de un nicho de lectores adultos de clase media o media-alta; las consecuencias nos dirigen hacia un agotamiento o pérdida progresiva de pujanza de formatos como el cómic-book, el tomo de grapas y, si se me descuidan, el cartone o el álbum. El sinsentido de esta tendencia (los flujos de la moda no tienen por qué guiarse según las reglas del sentido común) reside en lo que vamos a denominar una "sobreedición" de materiales no necesariamente dignos o merecedores de tal esfuerzo. ¿De verdad todos los cómics que estamos viendo publicados últimamente merecen el sobrepago que implican las pastas duras, el papel de un gramo, el tamaño gigante y otras delicatessens editoriales? Lo entendemos en el caso de "asuntos divinos" como los que mencionábamos unas líneas más arriba, pero se nos aparece como un falso recubrimiento dorado en la mayoría de los casos, un artificio destinado a dotar de solemnidad artística lo que, en muchos casos, no deja de ser simple producto de entretenimiento. Suena a excusa editorial destinada a la captación de un público concreto. Tenemos la sensación, no obstante, de que ni las estanterías ni los bosillos tienen un fondo infinito. Las editoriales deberán comenzar a racionar y racionalizar su catálogo y a ajustarse a las exigencias del producto: ni tan siquiera el 100% de las obras de un genio son geniales, ni se pueden "colar" como tales.

Estamos simplificando, sin duda, y centrándonos casi únicamente en el cómic dirigido al público adulto. Esta es una hidra de 100 cabezas. No hemos mencionado hasta ahora a los libreos (otros de los perdedores de la crisis), ni a los dibujantes, ni a las distribuidoras, ni hemos mencionado lo difícil que resulta obtener beneficios de la edición en un país en el que la tirada media no pasa de 1000 ejemplares o en el que el 25% de los beneficios del mercado se deben a las ediciones y reediciones de clásicos, como Mortadelo y Filemón (como nos señalaba el carcelero recientemente). Como sucede con el parchís, todo el mundo tiene una opinión respecto a la edición de cómics en nuestro país: aunque no coincida exactamente con todo lo que acabamos de señalar, resultó esclarecedor el punto de vista que nos regaló Jorge Luis Córdoba (director de publicaciones de Panini España) en mitad de la canícula agosteña.

Hay señales también para la media sonrisa y la esperanza, por supuesto. Es esperanzadora la aparición de nuevos barcos en la niebla o constatar que algunas pequeñas embarcaciones (embarcaciones para pequeños) siguen surcando las arriesgadas aguas de su propuesta viento en popa.

También nos anima el cuerpo (no sólo por lo que nos toca) observar como en los últimos tiempos el cómic, en sus múltiples fases de normalización) parece que está empezando a meter la cabeza en camarotes tradicionalmente reservados a la academia y a consolidar las merecidas atenciones recibidas de los poderosos mecenas del poder. Bien por la doble apuesta.

Y pese a estos coyunturales achaques editoriales (que, ya saben, no sólo afectan a la edición de cómics), las páginas han seguido pasando durante todo el 2009 y, además, han demostrado una salud artística envidiable. Si nos dejan y nos prestan su atención durante unas dos o tres sesiones más, se lo contamos estos días de nieve y turrón. Felices fiestas.

lunes, enero 05, 2009

2008: haciendo listas (y IV)

Pues sí, justo antes de reyes, ajustando minutos para que ninguno de ustedes se vaya de compras apresuradas y pueda después descargar sobre nosotros las responsabilidades de una compra errada por gracia de alguno de los cómics aquí expuestos. Lista propia, transferible como siempre, pero exenta de culpa, queda dicho. El orden, aleatorio; arreglen ustedes:
Fun Home (Random House Mondadori), de Alison Bechdel: merecería estar aquí aunque sólo fuera por lo mucho que ha dado que hablar. Admitida su categoría "literaria" (término que en este cómic funciona como elemento distintivo indiscutible) sesudos críticos y blogueros meticulosos se han enzarzado como nunca en el discernimiento de la esencia de esta obra autoconfesional: la epifanía adolescente de una joven lesbiana educada en la atmósfera constrictora de la familia Bechdel, con su perfeccionista, compulsivo y represivo patriarca al frente. Un trabajo complicado, pero lleno de hallazgos y arriesgadas apuestas narrativas relativas a la organización temático-temporal, el punto de vista o la referencia intertextual. Para paladares acostumbrados a la pimienta.
La educación de Hopey Glass (La Cúpula), de Jaime Hernandez: lo de los Hernandez Bros es de nota (sobresaliente). Llevan 20 años redescubriendo el cómic y dándonos argumentos a los que pensamos que en el campo de las viñetas existe espacio para la creación de universos artísticos propios. La genialidad de La educación de Hopey Glass reside precisamente en dotar de continuidad y enriquecer ese principio. Jaime Hernandez ha construido un edificio tan sólido en torno a sus numerosos personajes femeninos, que ya no importa que desvíe el punto de vista narrativo hacia uno u otro lado. En este caso, ya no es Maggie la que focaliza los argumentos vitales de la saga, sino Hopey, su amiga, ex-amante y eterna compañera; o incluso un secundario absoluto de Locas, como Ray, ex-novio de Maggie y protagonista indiscutible de varios de los capítulos de este nuevo volumen. Así, enriqueciendo el nucleo con aventuras "sátelite" y episodios periféricos llegamos a conocer muchas nuevas intimidades de unos personajes redondos (paradigma de la descripción psicológica); y nos percatamos página a página de estar leyendo un capítulo más de esta historia esencial en la historia de los cómics.
Señal y ruido (Astiberri), de Dave McKean y Neil Gaiman: pasan Gaiman y McKean por ser maestros de lo suyo (el dibujo y la palabra, respectivamente) y no es poco cierto que entre ambos reúnen un buen puñado de obras experimentales, osadas e innovadoras que explican buena parte del cómic de las dos últimas décadas. Señal y ruido es un ejemplo magnífico de ello: la historia de un viejo guionista de cine que se enfrenta al reto más complicado de su vida-carrera. El lector exigente agradece (ocasionalmente) el desafío que suponen obras como ésta: historias contadas de forma fragmentaria; claves narrativas esbozadas y repartidas en diferentes metarrelatos que se entrecruzan; puntos de vista cambiantes al paso de los diferentes planos narrativos (el recuerdo, la imaginación, la tragedia vital), luchando por aportar claves lectoras que proyecten algo de luz en la historia. En definitiva, muchos retos diegéticos y un mucho de lirismo visual. Algunas de las claves necesarias para entender y degustar a McKean y Gaiman en estas páginas.
Salario mínimo (Dolmen), de Bob Fingerman: después de tanta trascendencia y profundidad no deben sorprenderse de ver aquí una de las entregas más frescas y divertidas del slice of life comiquero de este curso. Las aventuras cotidianas de dos estrafalarios neoyorquinos, Rob Hoffman and Sylvia Fanucci, son en realidad una aproximación autobiográfica a los años jóvenes del dibujante. La serie (Minimum Wage, recopilada luego por Fantagraphics bajo el título Beg the Question) es en realidad el cuadro costumbrista de toda una generación (la de la juventud estadounidense de los 90) que aquí sólo nos llegó de refilón, gracias a ciertas películas independientes generacionales, alguna emisora de radio nacional (feliz superviviente cultural) y tebeos como los del gran Peter Bagge. Fingerman nos ayuda a completar el cuadro con un trabajo que oscila entre la ironía (sarcasmo), la caricatura desenfrenada, la pulsión sexual y cierto desasosiego existencial. Una obra que algunos llevan años considerando como un referente del nuevo underground, pero que a nosotros nos llega ahora.
Pequeños eclipses (Rossell Comics), de Fane & Jim: un cómic de reuniones, monstruos confesionales debajo de la cama y tempus fugit. Una casa, un grupo de amigos y un puñado de verdades tragicómicas que resumen al más pintado de los mortales. Cómic "rohmeriano" de situación repleto de diálogos brillantes, escenas divertidas y profundidad de pensamiento. Como suele decirse, el cómic ideal incluso para aquellos que nunca leen cómics.
Hasta aquí nuestra lista, pero me van ustedes a perdonar el capricho bitacórico de resaltar (por enésima vez) un tebeo con el que este año hemos tenido una relación especial, un cómic español con el que nos unen afectos varios. Sí, hablamos de ese De como te conocí, te amé y te odié (Viaje a Bizancio Ediciones), del rey mago Gaspar Naranjo, que abrió el 2008 poniendo una sonrisa en nuestro blog y demostrando que se puede hacer humor inteligente con sentimiento y pincel experimental. Sirva esta última mención pre Reyes, tan sentida como caprichosa, como deseo general para que tengan todos ustedes una grata epifanía y una sosegada cuesta de enero. Viñeta abajo, viñeta arriba, próspero 2009.

miércoles, diciembre 31, 2008

2008: más papel (III).

Tanta hoja, tanta viñeta hacen que sea complicado trazar el caminito de cartelas amarillas que nos guíe por la selva de lecturas de este agonizante 2008. Caminemos, a ver si andando encontramos las manchitas de tinta que nos orienten.

Entregados como estamos a cualquier cosa que suene a evolución del medio (y aquí entran factores tan variopintos como la experimentación, el análisis o la discusión-polémica constructiva) tenemos que reconocer que este curso nos ha dado carnaza de la buena. Apenas llevaba unos días bautizado y el 2008 nos parió en El Salón (Astiberri) a un Picasso en pelotas, que venía ya caliente desde la imprenta. En este lado del océano, no llegó la sangre al río. Más discusión generó el Fun Home (Random House Mondadori) de Alison Bechdel, probablemente la obra que más ha dado que hablar este curso y, casi siempre, para discutir matices al margen de su indudable calidad y osadía.

Si la entrada en el S.XXI había confirmado a taiku y platillo la definitiva conquista de Occidente por parte del manga, convendremos en que este año los nipones han encontrado a un valioso aliado en sus colegas coreanos. Es cierto que seguimos encontrando trabajos estimables por parte de los autores japoneses; ahí están Bajo el aire (Dolmen) del maestro Tezuka, Detective ritual (Glénat) de Eiji Otsuka y Chizu Hashii, la vuelta de Hino por partida doble con El hijo del diablo y Onimbo (La Cúpula), el Survival (japón en ruinas), de Takao Saito (Ponent Mon), Los carruajes de Bradherley, de Hiroaki Samura (Dolmen) o la por fin publicada reedición de ese agotadísmo primer volumen del Ikkyu (Glénat) de Hisashi Sakaguchi.

Pero, por su entrada en tropel (doblemente anunciado, eso sí), nuestro premio honorífico al país consolidado recae en Corea y sus mil manhwua. Muchos y sonados: Gallo de pelea (La Cúpula), de O Se-Yong; la muy lírica Historias color tierra (Planeta), de Kim Dong-Hwa; La historia de mi madre (Sins Entido), de Kim Eun-sung o Piel color miel, Jung Sik Jun Henin (Rossell Comics).

Exóticas hubieran sido consideradas no hace demasiado no sólo las lecturas coreanas, sino trabajos como los de la israelí Rutu Modan. Después de su aclamada Metralla, nos llegó este año una obra precedente y mucho menos estimable, Jamilti (Astiberri); una recopilación de historias cortas que, pese a todo, recoge algunos momentos de interés. Igualmente lejana (en lo geográfico, al menos) es el cómic de la libanesa Zeina Abiracheb, El juego de las golondrinas (Sins Entido), cuyo parecido con Persépolis, dicen algunos, es pura coincidencia... Ante tales virajes planetarios, ya ni los viajes exuberante de nuestro amigo Guy Delisle nos sorprenden (a lo mejor porque le estamos empezando a descubrir el truco); este año se nos ha ido a Birmania (con los gastos pagados por Astiberri).

Mucho más cerca, nuestros vecinos galos y sus primos belgas siguen empeñados en hacer del álbum un formato vigente (aunque nos olemos que...). Norma Editorial nos promete que el volumen 19 del XIII de Van Hamme y Vance es El último asalto; miren que nos cuesta creérnoslo. Sorprendió, aunque según dicen no por su calidad, la vuelta del maestro Bourgeon (y Lacroix) con Historia de Cyan: Los colores de Marcade(Norma); y se anuncia, atención, el retorno de Isa. Más álbumes: el tercer volumen nos ha enganchado aún más a esa historia de costumbrismo rural, con todos sus tópicos, alegrías y melodramas, que es Magasin Général, de dos grandes, Jean-Louis Tripp, Régis Loisel (Norma Editorial). No son todavía clásicos, pero van camino de serlo, algunos otros franceses enganchados al álbum, como Larcenet (cuyos Los combates cotidianos -Norma ha editado el cuarto, Clavar clavos- despiertan tantas fobias como filias), ese trasgresor de géneros que es Christophe Blain (Gus 2: Bandido guapo -Norma-) o Joann Sfar y Emmanuelle Guibert (con su tercera entrega de Las olivas negras: no comerás el cabrito en la leche de su madre -Kraken Ediciones-). Ahora, entre todos los "albumeros", este año nos quedamos sin duda con el señor Frederik Peeters (cada vez más, un favorito de esta casa), Pierre Wazem y su serie Koma (Dibbuks ha editado los números 4 y 5 en 2008, la última entrega para 2009); uno de los tebeos más entrañables, inteligentemente simbólicos e imaginativos de los últimos meses, y todo ello con un aire a cuento infantil que lo hace apto para niños y mayores.

Que arde está el mercado de la independencia norteamericana, gracias sobre todo a editoriales jóvenes como Apa Apa, que han apostado por publicar en español a los autores-sorpresa del panorama indy americano de la última década: así, llegan en castellano a nuestras librerías los trabajos de Liz Prince (Me seguirás queriendo si mojo la cama), James Kochalka (American Elf), Sammy Harkham (Pobre Marinero) o la experimental, muy extraña e inquietante obra de Dash Shaw, La boca de mamá. No nos olvidamos del entrañable y naif John Porcellino (Diario de un exterminador de mosquitos); a cuya penetración ha ayudado también Ponent Mon con Ejemplo perfecto. A otros, como Jeffrey Brown (Pequeñas cosas: unas memorias fragmentadas; Gato saliendo de una bolsa y otras observaciones -La Cúpula-), Tonny Millionaire (Las aventuras de Sock Monkey -Rossell Comics-), Paul Hornschemeier (Las tres paradojas -Astiberri-), Adrian Tomine (con su polémico y cuestionado Shortcomings -Random House Mondadori-, que a nosotros sí nos ha ganado) o Scott Chantler (Paso al noroeste -La Cúpula-) ya los conocíamos en versión española, pero sus trabajos nos siguen encantando y sus obras editadas en 2008 cuentan con un nivel alto; esperamos que no dejen de aparecer en nuestras tiendas.

Independiente y alabada fue en su día la obra de Bob Fingerman, Salario mínimo (Dolmen), que llega justito al final del curso y de tapadillo, pero que no deben dejar ustedes de leer. También lo fueron (osados e independientes) y nos parece que seguirán siéndolo durante el resto de sus días, los Hernandez Bros. En 2008 Beto y La Cúpula nos han regalado Una oportunidad en el infierno; Jaime, por su parte, nos llega con uno de los "debes" de la temporada: La educación de Hopey Glass. La misma editorial continúa publicando el integral del Odio de Bagge.

Remontándonos aún más atrás, encontramos ediciones de clásicos de los que un día estuvieron al margen de la industria oficial. Claro, Crumb, del que tenemos muchas buenas noticias, como la edición de su biografía (con CD incluido), Recuerdos y opiniones (Global Rhythm Press) o la bonita recopilación de las historias de Mr. Natural que ha hecho La Cúpula (Las enseñanzas de Mr. Natural: Iluminaciones). Mucho tuvo que ver con Crumb el amigo Harvey Pekar. De él y Ed Piskor nos llega Macedonia (La Cúpula). Otro clásico de relumbrón editado y reeditado este año con generosidad y posibles ha sido Will Eisner, de quien, al margen de Los archivos de The Spirit, Norma publica también La vida en viñetas: historias autobiográficas.

Y es que parece que este año ha estado de moda lo de reeditar clásicos en un único volumen lujoso y grande como un armario. Más de uno va a tener que reajustar las baldas de sus estanterías si quiere hacerse con esos tomos llamados "Absolute" con que Planeta ha invadido las librerías. Entre los tebeos elegidos para la mutación, triunfan los cómics de superchicos y afines. Hemos asistido a la "macroedición" de: Camelot 3000 (Edición Absolute), de Mike W. Barr y Brian Bolland, del Batman: Año Uno (Edición Absolute), de Frank Miller y David Mazzucchelli, o del Arkham Asylum, de Grant Morrison y Dave McKean; por cierto, del tandem formado por este último y Gaiman, hemos podido leer la interesantísima e inédita Señal y ruido (Astiberri). Con más modestia (de envoltorio) Panini ha reeditado este año un clásico del género superheroico como Los 4 Fantásticos de Lee y Kirby de 1963 (Fantastic Four 10-21 y Fantastic Four Annual 1). Reedición también en un único volumen de una de las heroínas que mejor salen paradas de la fiebre post-ultimate y reinvenciones diversas: hablamos de la Catwoman de Ed Brubaker (Detective Comics 759-762, Catwoman 1-10, 12-19 y Catwoman Secret Files 1 -Planeta DeAgostini-); incluidos los brillantes episodios de Javier Pulido. Una mención heroica para otro español trabajando para la gran industria pijamera va para David Aja por su aclamada revitalización de Iron Fist junto a, de nuevo, Brubaker y Matt Fraction (El inmortal Puño de Hierro -Panini-).

Y por aquí, ¿qué ha pasado? No poca cosa, 2008 nos ha dado conocer a nuevos autores llenos de ideas y con un mundo propio que dará mucho que hablar: comenzamos el año con la sorpresa amiga de De como te conocí, te amé y te odié, de Gaspar Naranjo (Viaje a Bizancio Ediciones) y lo terminamos escuchando a todo el mundo hablar de las maravillas del argentino Jorge González y Fueye (Sins Entido), la obra con la que ganó el Primer Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac. Entre medias, hemos descubierto (o conocido mejor) a autores como Jacobo Fernández Serrano y sus muy marcianas Aventuras de Cacauequi (El Patito Editorial), a Max Vento con su Actor aspirante (Dolmen), a Alfonso Zapico y Café Budapest (Astiberri) o la adaptación al cómic de La escarcha sobre los hombros (Editorial Cornoque) , a manos de nuestros amigos malavideros Iru y Morata; otro paso de la pantalla al papel muy comentado ha sido el de El joven Lovecraft, de José Oliver y Bartolo Torres (Diábolo Ediciones).

Entre los "asentados", también muchas novedades, enmpezando por la reaparición en Norma de un viejo clásico "viborero", Jaime Martín, que en Lo que el viento trae construye una interesante historia con tintes folklorista y espíritu de thriller. Otro viejo amigo de aquella época revistera vuelve de la mano de Astiberri, la autobiógrafía comiquera en nuestro país no se entiende sin Ramón Boldú , ahora en El arte de criar malvas. Muy reseñable también es la doble reaparición del inclasificable Miguel Ángel Martín en la contenida Playlove (donde las calles no tienen nombre) (Rey Lear Editores) y en Bitch (La Cúpula) o un Mauro Entrialgo multiplicado: Ángel se fija desde el quinto pino (Astiberri), Interneteo y aparatuquis (Diábolo Ediciones). Cuando dos maestros se juntan sólo se pueden esperar obras tan ricas y complejas como Soy mi sueño (Edicions De Ponent), de Felipe Hernández Cava y Pablo Auladell. No le anda a la zaga en simbolismo y sugerencia la preciosa reedición de Alterego (Viaje a Bizancio Ediciones), de Alberto Vázquez. Con una lagrimita asomando asistimos al cuarto y último número de las Malas Tierras (Astiberri) de Sergio Córdoba, aunque nos reconforta y consuela ver que, en otras orillas, algunos como Luis Durán (El mago descalzo -La Cúpula-) siguen tan prolíficos como siempre o que los que han triunfado fuera también obtienen reconocimiento en su casa: Jazz Maynard 3: Contra viento y marea, Raule y Roger Ibáñez (Diábolo Ediciones). Finalmente, Brieva y Paco Alcázar de nuevo han convencido a casi todos con Dinero (Random House Mondadori) y El manual de mi mente (Random House Mondadori), respectivamente.

Por otro lado, durante este año hemor creído percibir en el mercado español ciertos movimientos editoriales a los que no estábamos habituados, apuestas valientes por tebeos a priori escasamente comerciales, bien por su concreción lectora (se consolidan los cómics dirigidos a un colectivo social, por ejemplo, los cómics gay: Gay Tales -David Cantero Editorial-), por intento de recuperación de un público infantil (Astro-ratón y Bombillita 1: Parece que chispea, de Fermín Solís -Bang Ediciones-) o por su adscripción genérica: ¿conseguirá afianzarse el cómic de viajes como opción editorial habitual? Este 2008 hemos catado algunas de sus posibilidades con Cuaderno de viaje: Shangai, de Diego Burdío Román (Diego Burdío) y, especialmente, con la vuelta de un clásico, el señor don Joaquín López Cruces y su exquisito Por el camino yo me entretengo (Edicions de Ponent). Valiente también es, desde luego, la entrada de SM en los cómics con nada menos que cuatro adaptaciones literarias de clásicos literarios llevadas a cabo por algunos de nuestros mejores pinceles: Lazarillo de Tormes, por Enrique Lorenzo; Romeo y Julieta, por Ricardo Gómez y David Rubín; Tirante Blanco, por Miguel Porto y La Odisea por Federico Villalobos y Jorge González.

Como valiente es la recuperación de clásicos de nuestra historieta. Sólo podemos felicitarnos porque Glénat haya reeditado el Haxtur de Víctor de la Fuente, El Patito Editorial haya sorprendido con Doctor Mortis de Alfons Figueras, por que Ediciones B no se canse de reivindicar a Josep Escobar (Super Humor: Lo mejor de Escobar) en el centenario de su nacimiento (reseñable también el estudio de Guiral y Soldevilla, El mundo de Escobar -Ediciones B-) o que Viaje a Bizancio Ediciones haya tenido las agallas de rescatar la histórica y muy divertida Historietas sevillanas de Andrés Martínez de León, una obra de 1926 prologada por el maestro Antonio Martín.

Ya ven, un muy florido repertorio editorial con el que adornar nuestro paseo anual por los quioscos, librerías y salones y superficies especializadas en cómics. Muchas obras y muchos autores listos para satisfacer el gusto de cualquier lector que se les ponga por delante. Que lejos están, afortunadamente, aquellos días en que nos enterábamos de lo que pasaba en el mundo de la historieta una vez al mes, como mucho, y al grito de los "continuará" de las pocas revistas que se atrevían con la modernidad comicográfica. Sin duda, así es mucho más sencillo y así nos han llegado obras tan inclasificables y valiosas como (¿creían que íbamos a olvidarnos de ellas?): Percy Gloom, de Cathy Malkasian (La Cúpula); El número, de Thomas Ott (La Cúpula); Lost Girls, de Alan Moore y Melinda Gebbie (Norma Editorial); Pequeños eclipses, de Fane & Jim (Rossell Comics); Insekt, de Sascha Hommer (Sins Entido); El judío de Nueva York, de Ben Katchor (Astiberri); Deogratias, de Jean-Philippe Stassen (Planeta); Biotopo, de Appollo y Brüno (Dibbuks); Afortunada, de Gabrielle Bell (La Cúpula); Incógnito: Víctimas perfectas, de Grégory Mardon (La Cúpula); Yo maté a Adolf Hitler, Jason (Astiberri); No te olvides de recordar, de Peter Kuper (Astiberri); Berlín 2: ciudad de humo, de Jason Lutes (Astiberri) o Peplum de Blutch (Ponent Mon).

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sábado, diciembre 27, 2008

2008: el revistazo (II).

Antecedentes: hemos crecido leyendo el Cairo a la sombra de una palmera art-decó, salivando pubertades con las jamonas de Crumb que descubríamos en El Víbora, esquivando los porrazos de serie negra junto a Sam Pezzo en el Cimoc, desenredando a La Bionda en el Totem o descubriendo secretos crepusculares con Beroy en el Zona 84. Por eso, nos hacen chiribitas los ojos cuando asistimos al despiporre revistero, fanzinero, reportero de este curso que se acaba.

Revistas y más revistas, clásicas y noveles, analógicas y digitales, autoriales y analíticas, genéricas y conceptuales, tontorronas y canallas, gratis y cotizables, concienzudas e impredecibles, bimensuales y ocasionales ... Menuda orgía de palabras, páginas e imágenes para constatar otra evidencia: ¡Vuelven las revistas, remozadas y adaptadas a los nuevos tiempos, vuelven, they are back, ritornano!

Si hay que hablar de buenas noticias comiqueras en el 2008, sin duda ésta es una de las mejores. En breve les contamos más...

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miércoles, diciembre 24, 2008

2008: certezas y paradojas (editoriales) (I).

Pasa el tiempo como un instante. Parece que fue ayer -o antesdeayer- cuando reafirmábamos el consolidado asentamiento (ehem) del cómic en instituciones, medios, superficies, academias y demás contextos necesarios para la justa evaluación de su medida artística. Y sigue la cosa a buen ritmo, siguen los premios y la certeza de que la reseña de un tebeo en El País, El Mundo, ABC o La Razón, no deriva del desvarío periodístico de ningún friqui camuflado de cronista. Medios afines, al fin.

Como si no hubieran pasado 12 meses de aquel quejido vicioso, sarna sin sarpullido, por no estar en posesión del don de la ubicuidad para poder leer los cientos y cientos de cómics que se publican cada año o por no poder invertir el dinero de la lotería que no hemos ganado en su adquisición y en la de una nave almacén que nos devuelva el espacio que nos van comiendo las viñetas. No se crean, no añoramos en absoluto los tiempos de vacas flacas editoriales, aquellos en los que conocíamos los tebeos de oídas y sabíamos como se veían gracias a alguna estampa enciclopédica patrocinada por Javieres Coma, Hijos de Urich o similares. Como perdices felices estamos de comprobar que las novedades foráneas se nos aparecen en los anaqueles al mes de su publicación original, de constatar que cada vez hay menos tesoros escondidos en el cofre de la historiografía comicográfica, de saludar iniciativas personales y grupales que antes parecían ideas lunáticas. Años de abundancia para el bolsillo pudiente (o ¡que vivan las bibliotecas públicas!) y el lector voraz.

Todo avanza, hasta las tendencias. Si en años anteriores (nos recordamos hablando de ello en algún número navideño del Culturas) observábamos desde el estupor alborozado el nacimiento de editoriales comiqueras, una tras otra, el hábito normalizado nos ha inmunizado ante sorpresas, aunque sigamos instalados en la alegría por el fenómeno natal. Siguen naciendo nuevas casas editoriales con fortuna e iniciativas ilusionantes: la lucha por el primer autor de Bizancio, la conquista de la Ámerica independiente de los chicos de Apa-Apa, el rescate de los niños del Elefante filial de Bang, la búsquedad aventurera desde el parto de Denbooks, el rechazo a las barreras genéricas de Nowevolution, el salto de la realidad virtual a la página impresa de Dreamers, etc. Unas que nacen, muchas que resisten y otras que mutan: sorprendió en su día la apuesta viñetera de Anagrama, pero resulta que en realidad sólo se estaba abriendo una puerta, por la que no deja de entrar gente: Espasa, Mondadori...

En uno de los eventos blogueros más imaginativos del año, ese cara a cara entre comiqueros que se han inventado los prolíficos chicos de Entrecómics, dos de las patas que sostienen la mesa bloguero-viñetera en español coincidían en su apreciaciones sobre la industria en nuestro país:

¿De verdad está tan mal la industria del cómic en España?

Pepo: La industria en España no estaba tan bien desde hace al menos veinte años. En determinados aspectos, está mejor que nunca...

Álvaro: Depende desde qué lado del mostrador se quiera ver. Desde luego, si sólo hacemos caso de los números que llegan desde los escasos estudios realizados, la cosa no parece ir mal. El número de novedades aumenta sin cesar, las ventas suben, el número de puntos de venta aumenta (aunque puede que existan variaciones a la baja en el año que viene, por primera vez en mucho tiempo), se ha abierto la distribución a cadenas generalistas… El panorama es ilusionante...

Dicho lo cual, al menda le surgen algunos interrogantes cuando echa la vista atrás hacia el 2008 y otea a continuación el 2009 al frente. La primera de todas ¿de verdad el mercado español da para tanto? ¿Podemos los lectores afines "sobrevivir" a la avalancha mensual de novedades? ¿Es honesto augurarle una vida eterna a las tirada de 500 ejemplares? Tenemos la sensación de que las editoriales lo están publicando absolutamente todo y eso incluye lo bueno y lo malo. También nos olemos que se está publicando para un lector adinerado, completista y amante de la edición lujosa, pero se está olvidando al lector adolescente, al que se recluye en el gueto superheroico y se le veta el acceso a una sacrosanta trinidad comiquera: los clásicos, los independientes y las "escuelas" nacionales. Pocas editoriales juegan en la liga del tebeo barato. Cada vez es menos fácil encontrar cómics (novedades) por debajo de los 20 euros; cada vez son más los tebeos que se parecen a una edición facsímil del Cantar de los Cantares (por decir algo). Cada vez somos menos capaces de estar al día o, siquiera, de poder seleccionar. Obviamente, esto pasa también con la música, la literatura, el cine, pero nos tememos que en todos esos casos el mercado está bastante más asentado que en el del cómic.

No nos malinterpreten, como decíamos antes, estamos encantados de tener que elegir, tan sólo nos planteamos una duda razonable con vistas a un 2009 que (Soria aparte) se presume catastrófico en términos macro-micro-bio económicos. ¿Seguirán todas las que están cuando hagamos nuestro repaso anual dentro de 364 días? Ojalá. El caso es que andamos con la mosca detrás de la oreja y como en el Tomate viñetero patrio no dejan de lanzar chismes acerca de tal y cual editorial al borde de la quiebra, pues como que uno se muestra especialmente susceptible ante la posibilidad de que se le cierre el grifo de los chorros de tinta, llevándose globos y onomatopeyas por delante.

Positivos, siempre positivos. Hay mucho margen para la mejora pero, en líneas generales, las cosas se han venido haciendo bien en los últimos años. Por tanto, confiemos en la sabiduría y, sobre todo, en la prudencia editorial y permitanme que, aquí y ahora, les agradezca publicamente a editores y mandamases valientes todos los buenos momentos que me han hecho pasar este año. Sinceramente, gracias.

Continuará...

sábado, enero 05, 2008

2007: La lista del año (IV)

Lleva unos días la blogosfera enredada con listas y juegos clasificatorios la mar de resultones. Para no ser menos y cerrar como dios manda este repaso anual, que va camino de perpetuarse en tradición navideña, abrimos nuestro diario de preferencias y les confesamos cuales han sido nuestras lecturas comiqueras favoritas durante este 2007; una lista personal, transferible y, por tanto, criticable. Sin orden alguno de preferencia, nos quedamos con:

Colección integral Y. Chaland. Freddy Lombard (Glénat), de Yves Chaland. El primer intento de edición completa para uno de los genios del cómic del S.XX. Maestro de la línea clara, Chaland fue uno de esos escasos dibujantes de los que se puede decir que crearon escuela (que se lo pregunten a Max). Joven, talentoso, brillante, Chaland integraba las aventuras de sus personajes en contextos precisos y preciosos, recreados con la meticulosidad de un diseñador, dentro de sus narraciones trepidantes. Murió con 33 años, pero tuvo tiempo de crear páginas y personajes como los que irán apareciendo en esta colección felizmente auspiciada por Glénat. En sus dos primeras entregas, las aventuras de su personaje más conocido Freddy Lombard. 

Nunca me has gustado (Astiberri), de Chester Brown. El canadiense es uno de los enfants terribles del nuevo cómic independiente y no precisamente porque viole radicalmente la ortodoxia imperante o porque se embarque en batallas perdidas y cruzadas antisistema. La radicalidad de Brown radica en su impredecibilidad y en su falta de pudor a la hora de revelar su mundo interior, poblado de complejos, heridas del corazón y secretos del yo. Nunca me has gustado se plantea además desde unas premisas narrativas que resultan osadas por su desnudez radical y un minimalismo sangrante apoyado en la elipsis. 

Por qué he matado a Pierre (Ponent Mon), de Alfred y Olivier Ka. Venía precedido de una ristra de premios, menciones y críticas positivas, pero ni las expectativas halagüeñas ni la predisposición favorable, amortigüan mínimamente la sorpresa y el alcance de un trabajo mayúsculo en lo artístico e impactante por su contenido. Alfred y Olivier Ka se permiten además experimentaciones narrativas en absoluto gratuitas y requiebros visuales tan efectivos y emocionantes como el que cierra la historia (con uno de los finales más conmovedores de este curso). Añade la obra, entre méritos, una gran capacidad evocadora y un uso brillantemente simbólico del color y la tipografía, siempre al servicio de este ejercicio de exorcismo y auto-reconciliación con acento francés y línea clara renovada.
 

Bone (Astiberri), de Jeff Smith. Casi a punto de cerrarse el primer arco argumental de la saga, el lector ya cuenta con elementos suficientes para decidir si se suma al club de aspirantes a ciudadano de Boneville o se declara simplemente un admirador entregado a Jeff Smith y su universo mágico de dragones, princesas, bosques encantados y enanitos albinos narigudos. Mimbres aparentemente ordinarios para una historia que desmonta los tópicos del género de capa y espada a base de un humor ingenioso e inteligente y un dibujo virtuoso, que moldea con sana mala uva sus claras influencias disneyanas. Bone es un tebeo que hipnotizará a los lectores más jóvenes, sin caer nunca en banalidades o soluciones manidas; ahí reside su virtud magnética y el atractivo que sin duda tiene también para el lector adulto.

Diario de un fantasma (Ponent Mon), de Nicolas de Crécy. Una apuesta arriesgada o un cómic no apto para pusilánimes, ustedes eligen. Nunca ha sido fácil adentrarse en el mundo interior alucionado y extrañamente simbólico de de Crécy. Diario de un fantasma es el mejor ejemplo posible de esa constancia. A modo de ensayo metanarrativo sobre el proceso creativo y su fructificación en la obra de arte, de Crécy nos conduce en un viaje entre dos países (Japón y Brasil), mientras el cómic se va, literalmente, construyendo a sí mismo. Ensayo, meta-reflexión o cómic de viajes, o las tres cosas al mismo tiempo, Diario de un fantasma no es una obra perfecta, seguramente, pero en la asunción sincera de de Crécy de esas imperfecciones, el autor conforma un cómic personal y muy diferente a cualquier otro que hayamos leído. 
 

Blotch (Ponent Mon) y La voluptuosidad (La Cúpula), de Blutch. Si 2006 fue el año de Clowes, 2007 lo ha sido para Blutch. Ganado a pulso, además, gracias a dos obras radicalmente diferentes e igualmente galardonadas: Botch y La voluptuosidad. La primera, un ejercicio de humor satírico sobre un humorista sátiro, lleno de crítica social y acidez descriptiva. Un cómic, éste, primorosamente dibujado con un estilo conciso y directo, que debería utilizarse en las escuelas de bellas artes como modelo de efectividad virtuosa. La voluptuosidad nos devuelve, sin embargo, al Blutch más simbólico y críptico. Un trabajo lleno de sensualidad e introspección que reflexiona sobre las raíces que alimentan el deseo, la pasión y el amor carnal. No es Blutch un autor que se conforme con poco. 
 

Mucho nos tememos que no pasará una semana antes de arrepentirnos de no incluir cosas como el S. de Gipi o el Super-puta de Manel Fontdevila, pero que se le va a hacer, aún no hemos tenido la suerte de echarles un ojo y, la verdad, eso de hacer listas preventivas está muy feo. Así que esto es lo que hay. Miren a ver si aún están a tiempo de incluir alguno en la lista de los Reyes Magos; no lo lamentarán. 

Ah, y sí, nos gustaron los Ultimates y su intriga creciente a la americana, pero claro... 
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