viernes, agosto 31, 2007

Choice Meats, el under-underground de G. Hansen.

Hace mucho que no hablamos de comix underground de esos raritos que tanto nos gustan. El de hoy no es uno de los mejores, ni de los más prestigiosos, pero sí uno de los más "underground": Choice Meats, de George Hansen.
Al rebufo del éxito que ya mostraban los comix de Crumb and company, el amigo Hansen decide apuntarse a la tendencia y lanzar sus propios tebeos allá por los primeros años 70, colaborando a abrir aún más la brecha del antisistema artístico. En 1971 y 1972 Adam's Apple publica los dos números de los que constó Choice Meats. Un comix que no es un ejemplo de calidad ni en su apartado gráfico (dibujos bastante pedestres, que muestran la escasa pericia de su autor) ni en el de las historias que incluye (una mera revisión de tópicos underground habituales); ¿entonces por qué hablamos de él? Pues ni más ni menos que por ser más cafre que ninguno. Tanto, que en su segundo número hasta se atreve a buscarle las vueltas al mismo Robert Crumb, parodiando su estilo y personajes, y retorciendo sus temas hacia el lado más salvaje de la irreverencia. No me dirán ustedes que la cosa no tiene su gracia: el underground, que se suponía una sacudida socio-cultural, sacudido a su vez por un espontáneo del burrerío lanzado al ruedo de la viñeta.
Ya lo dice en su portada "Adults 'n Dogs Only!!" Y vaya si es perra la cosa. Obviando el virtuosismo de sus coetáneos en el terreno de la sátira, Hansen se inclina por la línea menos templada de otros como Clay Wilson y ataca directamente al centro de la decencia que impregnaba la ortodoxia bienpensante norteamericana: en su primera historia (comentamos el número 2, recuerden) introduce a Norm Nutty ("that crazy fucker"), mísera caricatura de un "honrado" oficinista que en sus horas libres se transforma en infanticida y abusador. El percal ya está expuesto. Le siguen perros antropomórficos maltratadores (Mad Dog), oficinistas humillados cropofágicamente por sus jefes (Big Deal), mofas raciales que dejan a Crumb a la altura del betún (Mr. Bomdiddy), la dosis correspondiente de machismo "feministoide" (Judy Tunafish) o varias historias de esos obtusos personajillos llamados The Wackoffs, que brillan por no contar absolutamente nada y estar llenas de diálogos huecos.
Todo ello dibujado de una forma tosca, pero claramente enfocada a la parodia del estilo Crumb; remitiendo incluso directamente a personajes del maestro de Filadelfia (como Mr. Snoid o Angelfood McSpade), convenientemente "arreglados" por el espejo Hansen (les he escaneado algunas "joyas" para que vean que no faroleo).
El caso es que, si uno atiende a la filosofía underground y a sus reglas no escritas, Choice Meats es en realidad uno de los cómics más fieles al espíritu trasgresor del movimiento, porque ¿hay algo más trasgresor que reírse de las fuentes de las que uno ha mamado o de la idiosincrasia propia (de uno mismo, en definitiva)? Como curiosidad, estarán ustedes conmigo en que la cosa no tiene precio.

martes, agosto 28, 2007

Papeles viejos en Candem.

Haciendo recuento de experiencias veraniegas (que de eso trata el recordar), miro hacia atrás y llego hasta la capital británica. Me gusta pasearme por Londres de tanto en cuanto, cuando la ocasión o la profesión lo brindan y el presupuesto lo permite (porque miren que se ha vuelto inasequible la vieja Britania). Hacía mucho, sin embargo, que no me pasaba por sus célebres mercados.
En la visita anterior recuerdo haber callejeado por Portobello Road, pero casi ni me acuerdo de la última vez que fui a Candem Town. A un mercado se va de compras, claro, aunque en el caso de los dos clásicos londinenses se trate más bien de dos de los paisajes de turisteo habituales, casi monumentos, del visitante londinense. De hecho, a Portobello se va porque se quieren ver sus calles pintorescas, el toque chic y sofisticado de su paisanaje o esas elegantes casas que popularizó aún más la divertida-sin-más Notting Hill. Lo de comprar comprar, poco; mucho abalorio étnico, ropaje de adorno y antigüedad de las de mírame y no me toques.
Candem es otra cosa. Se puede encontrar "material" asequible y objetos affordable (que dicen ellos). Además, es toda una aventura pasear por sus estrechas calles llenas de puestos, por sus cuevas de ladrillo (que a uno le recuerdan a esos callejones del London de los destripadores), por sus muelles rehabilitados y las pasarelas estratégicamente distribuidas; en ellos, seguimos encontrando mucha metralla de latón y falsas sedas, pero también comida folklorista de verdad (y a los mejores precios de la capital), libros baratísimos, ropa vintage (vamos, de segunda mano) que después de un lavado nos hace los más modernos del lugar, vinilos de otros tiempos y números antiguos de periódicos y revistas del S.XIX, por poquito dinero (incluso tratándose de libras).
Entenderán cual fue mi sorpresa cuando, en una de esas viejísimas naves al lado del canal, me encuentro un quiosquillo con un vejete lector y toda una colección de primeros números de Punch o The Boy's Own Paper. Dos de esas publicaciones en las que según muchos (Antonio Martín, por ejemplo) aparecen algunos de los primeros cómics de la historia y según otros (Javier Coma, por ejemplo) nacen los precursores europeos. Se trataba de suplementos y publicaciones en papel de prensa, dirigidas a una población de clase alta y ocupadas por farragosos (por lo amplios) artículos en torno a los intereses de sus lectores (política, deportes, curiosidades exóticas, viajes). Incluía cada número generosas ilustraciones (en número y calidad), varias de las cuales terminaron por evolucionar hacia una sucesión de imágenes secuenciadas (equiliqua, cómics).
Ya se imaginaran la emoción, uno allí con sus 3 libritas y todo ese material de coleccionista al alcance del presupuesto... Pasó lo que tenía que pasar, la indecisión y la falta de espacio, adecuado, en la mochila (junto a los rigores de empaquetamientto de las compañías de vuelo baratas) me hicieron volver con las manos vacías. La próxima vez, no habrá excusa.

viernes, agosto 24, 2007

Un gato en el Boletín Galego de Literatura.

Se me han adelantado blogueros ilustres en la primicia (que, por las mismas, deja entonces de serlo), pero no queremos pasar por alto la publicación del nº 35 del Boletín Galego de Literatura (1er semestre 2006), revista de investigación publicada por la Universidad de Santiago de Compostela, dedicada en esta ocasión al noveno arte. Una iniciativa digna de loas y alabanzas entusiastas, que abre múltiples miradas y enfoques científicas sobre el cómic y su lenguaje, desde todo tipo de perspectivas (diacrónicas, geográficas, conceptuales, referentes al formato, etc.); sucede, además, que los coordinadores del proyecto (Antonio Gil y Antxo Tarrio) han cometido la imprudencia de invitar al que les habla a participar en el mismo, con un artículo sobre el estilo como factor de cohesión en las creaciones comicográficas.
Qué decir, es un honor haber participado en una iniciativa como ésta, junto a firmas tan destacadas como las de Juan Casas Rigall, Breixo Harguindey, Enrique Torreiro, Ana Merino, Álvaro Pons y otros muchos. Una buena orquesta para esta sinfonía de posibilidades analíticas sobre las narraciones gráficas y, al mismo tiempo, un buen ensayo para subrayar las muchas cuerdas que quedan aún por pulsar en el mundo de la inevestigación académica sobre el cómic.
Así que ya saben, si les interesa la cara más "formal" y academicista de las narraciones gráficas, no dejen pasar la oportunidad. Dos últimos apuntes: la revista se publica en gallego, algo que no debe ser un gran obstáculo para el lector verdaderamente interesado, y, segundo, el acceso a la misma será probablemente más sencilla a través de bibliotecas y organismos oficiales o desde la propia página de la revista.
Desde aquí, quiero agradecerle a Antonio Gil el haber contado con un servidor. Ampliaremos la noticia en posts venideros, pero antes, déjenme contarles alguna cosilla más sobre mi visita a las tierras artúricas.

martes, agosto 21, 2007

The Plain Janes, arte en el Insti.

Mi primera compra en estas tierras bárbaras de calles impolutas, ha sido The Plain Janes. Había leído algo sobre ella en alguna página o reseña, probablemente en Read Yourself RAW (la mejor publicación regular sobre cómics en Internet, me parece a mí) y conocía las buenas críticas que había generado. El hecho es que cuando vi el trabajo de Cecil Castellucci y Jim Rugg en los estantes de la librería a un precio aceptable (ya hemos hablado de ello), le eché una ojeada y lo metí en la bolsa.
La historia de The Plain Janes, gira en torno al personaje de Jane y su evolución psicológica a lo largo de la trama: describe su proceso de recuperación tras un suceso traumático (probablemente el que todos ustedes están imaginando, en este mundo agitado de ataques globales). Desde esta perspectiva, podríamos interpretar que The Plain Janes es una obra de introspección psicológica, un trabajo de descripción de personajes, y no nos faltaría razón. No obstante, en la trama de este cómic suceden demasiadas cosas para quedarnos en una categorización de este tipo. Desde la primera viñeta, los acontecimientos se suceden con escasa pausa que favorezca la reflexión necesaria de las narraciones psicologistas. Es cierto que las escenas en flash-back del hospital o la correspondencia epistolar de Jane funcionan en este sentido, pero también es evidente que la trama vive de la acción. Quizás por ello, el personaje de Jane nunca termina de caernos simpático del todo: una heroína intelectualmente pro-activa, energética, individualista y ligeramente anti-social; algo huele a falso en ella, demasiado idealizada como para generar empatías.
Además, los autores, en su búsqueda de un personaje principal fuerte, desatienden claramente la descripción de los secundarios, creando personajes planos y estereotipos adolescentes. Porque, por si no lo hemos mencionado, la acción de The Plain Janes transcurre en un contexto de High School norteamericano. Se trata de un contexto ficcionalizado, pero claramente reconocible y englobador (al menos para un lector angloparlante). Terreno abonado, en principio, para una buena dosis de costumbrismo adolescente. Algo de ello hay también y probablemente con mejores resultados que los que ofrecía el análisis psicológico de personajes.
Pese a su ya mencionada (e indisimulada) ficcionalidad, The Plain Janes recoge un buen número de situaciones interesantes, dentro de su galería de comportamientos juveniles; algunas de ellas de una forma veraz y emocionante. La inadaptación juvenil, la falta de expectativas, el sentimiento tribal o la formación de la autoestima, están presentes en la obra y dan pie a situaciones interesantes y a escenas realmente bien construidas.
El dibujo de Jim Rugg, dentro de un realismo (un tanto rígido) con brochazos de cartoon (sobre todo en los rostros), sigue de lejos la misma línea que algunas de las obras que hemos comentado en los últimos tiempos (la influencia de Bruce Timm que percibíamos en Días como éstos, por ejemplo) y apoya con gran efectividad visual ese costumbrismo desenfadado "de instituto" (que intenta no mostrarse demasiado trágico o trascendente). Evidentemente, el mensaje global de The Plain Janes se mueve en la esfera de la visión optimista y la lucha por la superación. Es éste uno de esos cómics que hurgan en el campo de la terapia artística como método de superación y, como tal, ofrece mensajes valiosos, que más de uno disfrutará encantado (un servidor, por ejemplo).

martes, agosto 14, 2007

Malas tierras para el optimismo.

Sergio Córdoba continúa publicando en Astiberri su serie Malas tierras, llega ya al tercer número. Un "capítulo tres" que comprende dos historias cortas: Eres una estrella y El día de la dependencia. Ambas son fieles a la filosofía de Malas tierras, visiones fraccionadas de destierros emocionales y chapuzones existenciales. Sergio Córdoba nos muestra fragmentos de vida (nunca mejor usado el término), instantáneas fugaces de personajes en crisis, breves pero suficientemente informativas para comprender el naufragio de unos protagonistas en los que no resulta difícil verse dibujado. A fin de cuentas, todos percibimos el peso del tiempo que se nos echa encima y todos hemos sufrido episodios de desamor y/o incomprensión. La sinceridad emocional carga de verdad las historias telegráficas de Córdoba y nos recurda a autores como Tomine, que cavan en tierras del alma humana igual de ásperas.

Sin embargo, es en El día de la dependencia donde este número de Malas tierras se eleva por encima de otros trabajos anteriores de Córdoba. En esta historia sobre un crítico musical descreído y en plena crisis amorosa, que se presiente fuera de la onda generacional que su ocupación laboral presupone, el autor consigue superar el terreno de la introspección (a veces anecdótica) y la descripción psicológica de personajes, para dar un paso mayúsculo hacia el dibujo generacional y el análisis social. Y lo hace con un pulso narrativo firme, con un equilibrio perfecto entre la significación textual y la iconicidad de sus imágenes (tan influidas por el realismo esquemático de Mazzucchelli). Quizás una parte de la opinión positiva tenga algo que ver con la identificación subjetiva del "plumillas" que reseña los campos de la modernidad, o con la proximidad generacional, o simplemente con la admiración compartida por los enormes Yo La Tengo, quizás, quién sabe. En todo caso, se trata de una gran historia muy bien resuelta. No me mojo mucho si afirmo que El día de la dependencia es una de las mejores historias cortas que ha leído un servidor en mucho tiempo.

viernes, agosto 10, 2007

De shopping por la Gran Bretaña.

Les cuento que me he venido a pasar unos días al Reino Unido, por motivos semi-académicos. Es un placer regresar de tanto en cuanto a estas tierras insulares para recuperarle el pulso a la campiña inglesa y a las peculiaridades de su paisanaje. Resulta también una buena piedra de toque para relativizar nuestros valores y constatar la evidente diferencia cultural que separa a los países mediterráneos de los "norteños"; tan lejos y tan cerca, que se suele decir (a modo de anécdota les diré que las estoy pasando canutas para usar la "ñ" y las tildes).

Una de las cosas que más me gusta hacer en Gran Bretaña es ir de compras, en concreto ir "de librerías". Es curioso como hasta la ciudad británica más pequeña cuenta con una pequeña librería de segunda mano (con verdaderos chollos -lo cual es doblemente atractivo hablando de un país tan, tan caro-) y de dos o tres grandes buenas librerías (normalmente pertenecientes a una cadena tipo Waterston's o similares). Además, en ellas no es difícil encontrar una sección propia dedicada a "novelas gráficas" y manga, bien surtidas de autores como Ware, Clowes o Spiegelman; y eso que tampoco el cómic es una prioridad cultural por estos lares, no nos engañemos.
Así las cosas, uno no puede evitar las odiosas comparaciones y se imagina a sí mismo rebuscando en las estanterías de la librería de su calle (en una pequeña ciudad de provincias) lo último de Max, Rubín o Solís y... pues miren, como que no resulta fácil el ejercicio mental. Disfrutaremos mientras dure esto, nos aprovisionaremos de rarezas y novedades, y seguiremos contándoles nuestras aventuras abroad.

viernes, agosto 03, 2007

Buena Malavida.

Parece, en ocasiones, que nos tomamos demasiado en serio a nosotros mismos, hablando con trascendencia academicista del último cómic de autor europeo o de la enésima revelación en el panorama indy norteamericano. Quizás por eso, se nos pasan por alto algunos espectros de la creación comicográfica que merecerían una mayor atención y aplauso por nuestra parte.
Vamos hoy a rendir homenaje al cómic de humor periódico y lo vamos a hacer porque, como bien saben ustedes, en los últimos tiempos algunos señores de leyes parecen haber perdido tal sentido (el del humor) y porque nos apetece rendir cuentas ante los creadores entusiastas y generosos de tantos y tantos fanzines y publicaciones no-profesionales (aunque a veces lo parezcan) que dibujan cómics por amor al arte y por el simple y sano deseo de la trasgresión; inyecciones de duda extra-oficial, lluvia de rebeldía humorística ante el orden establecido. Claro, si se trata de concretar referencias, me van a permitir que me acuerde del Malavida, la publicación de mis amigos zaragozanos de la Asociación Cultural de Amigos del tebeo del mismo nombre.
Por varias razones. Porque fueron nominados este año como mejor fanzine en el Saló del Cómic, aunque no ganaran; porque entre sus páginas cuentan con gente tan talentosa como Bernal, que también fue nominado en el Saló, como autor revelación, premio que ganó; por contar en su plantilla con amigos, artistas y blogueros como Dionisio (que bonita su portada para el último número –el 15–, dedicado a Méjico), Moratha, Xcar o Iru, una de las blogueras más recomendables, divertidas y cáusticas de la estratosfera internáutica (amén de ser un sol); y porque todo esto lo hacen con humor, con una sana mala leche y con sobredosis de entusiasmo comiquero; y además, como ya hemos comentado, por amor a la viñeta y por poco más de lo que cuesta un café. Más por menos, imposible. Salud y larga malavida, amigos.

jueves, agosto 02, 2007

Operación 700: cómics originales, conclusiones y consejos.

Conclusiones a un juego de pujas y coleccionismo controlado. En primer lugar, y como habrán imaginado, debo confesar que el presupuesto inicial de los 700 euros se desbordó ligeramente en la fase final del regateo (no demasiado, en todo caso) y con el asunto de los gastos de envío. Pero vayamos al grano: si recuerdan, todo esto empezó, hace ya unos meses, con el asunto aquel del guionista vocacional que ofrecía un contrato de 2000 euros a un posible ilustrador de sus ideas. Me pareció una idea estupenda, aunque no sé donde habrá quedado la cosa; a muchos otros, les pareció un buen asunto para polemizar sobre lo utópico del proyecto, la cuantía de “la paga”, la candidez del artista-mecenas, etc.

Se me ocurrió que la idea que subyacía detrás de muchas de las críticas (“¿cuánto vale el arte comicográfico?”) era una buena excusa para contarles esta pequeña aventurilla inversora que había comenzado unos meses antes con motivo de la celebración post-doctoral. Los resultados del dispendio se los he mostrado aquí en cinco cómodas entregas, las conclusiones han de ser sencillas y cada uno tendrá las suyas. Me imagino que para muchos, gastarse 200 euros del ala en una tira de un “fulano” al que sólo conocemos unos cuantos friquis comiqueros (yo no me considero uno, que conste), roza la inconsciencia. Para otros muchos (algunos de los cuales han dejado su opinión en los comentarios – ¡gracias!), gastarse una suma estimable, parte de tus ahorros, en una tira del gran Walter Kelly, es una satisfacción, y quizás una buena inversión.

El coleccionismo puede ser un vicio caro, aunque no es la ansiedad por la acumulación viñetero-fetichista lo que ha movido mis pasos. Tampoco lo es la especulación. Pienso tener casi todas esas tiras y páginas bien a la vista, disfrutar de ellas en la medida de lo posible; unos cuelgan arte pictórico de sus paredes, servidor, piensa colgar este otro arte de las suyas (sin perder de vista que esta manifestación artística –frente al arte pictórico– no nació con una finalidad exhibicionista, ni con ansiedades contemplativas). Así, nos plantamos en el quid de la cuestión: ¿está el mercado del cómic infravalorado? Lo parece: un pujador anónimo se hace con una tira de, por ejemplo, Bud Fisher (para muchos el padre del formato), por poco más de 100 euros… Cierto es que Fisher creó en su vida muchas más tiras que los cuadros que pudo hacer cualquier pintor coetáneo y probablemente con menor esfuerzo; cierto es que el trabajo de Fisher estaba condicionado por su finalidad narrativa (dentro de una serie), por su finalidad mercantil (edición de prensa), por los factores consiguientes de su edición y las condiciones draconianas de los syndicates, cierto todo, pero también lo es que la pieza de Fisher (o la de McManus o la de Kelly) que he adquirido, es única y además de sus muchos valores socio-económicos, tiene unos logros estéticos y artísticos añadidos.

Conclusiones finales y consejos inversores:

Está claro que hay algunos autores, digamos clásicos, cuya cotización parece acorde a su influencia historiográfica (Eisner, Foster, Raymond); por supuesto, depende de la calidad y el tamaño de la pieza. En este sentido, no sorprende ver los precios que llegan a alcanzar algunas obras de clásicos entre los clásicos (hablo de McCay, claro), algunos de ellos aún vivitos y coleando (hablo de Crumb, claro).

Sea como fuere, sigue siendo más barato invertir en clásicos, menos conocidos, que en un autor mediocre de cómics de superhéroes. No sorprende observar que el campo del coleccionismo de originales se mueve en paralelo al negocio copado por los coleccionistas de cómic-books, cuyos lectores son a su vez (o eran, hasta no hace demasiado) los mayores inversores en la industria del cómic. Aún así, sigue siendo más sencillo y económico hacerse con un Gene Colan, un Buscema o un Sienkiewicz, que con un McFarlane; ver para creer.

Existen páginas de venta en las que podemos encontrar buenas opciones, sobre todo de autores jóvenes independientes y prometedores. El mercado, no obstante, se está despertando con rapidez y cada vez son más los que entran en el campo de “los cotizados nuevos talentos”. Por eso, es muy difícil encontrar cosas a buen precio (conste que estamos hablando de creación original por pocos cientos de euros) de Clowes, los canadienses de Drawn & Quarterly o clásicos del independiente como los Hernandez Bros. Precios desbordados para los que además son ilustradores habituales de publicaciones prestigiosas, como Tomine (cosa habitual en un dibujante de cómics, por otro lado). Entre los autores españoles y europeos, el mercado parece más restringido y regulado y resulta difícil encontrar “chollos”: menos puntos de venta, poco material subastado en Internet y poca oferta directa; hay excepciones muy golosas, desde luego. Un consejo al respecto, si es posible, antes de comprar o "googlear" material, intentad entrar directamente en la página del autor (muchos incluyen una sección de venta de originales, sin mediadores que encarezcan el producto).

Bueno, pues esto ha sido todo, amigos. Aquí concluye nuestra “Operación 700”, que esperamos haya sido de su interés. Hasta nuevas aventuras, seguiremos reseñando y charlando “de gratis”.

____________________________________________________________

martes, julio 31, 2007

Billy Avellanas, ojos de irrealidad

Últimamente, las actualizaciones veraniegas de este blog son menos fiables que una aplicación de Windows (esté o no sometida a los rigores estivales). Disculpen. Al menos, acabo de leer el Billy Avellanas de Tony Millionaire; le tenía ganas.

Arrancar una reseña con la información promocional de la contraportada es un recurso tan fácil, que uno puede arriesgar su escasa credibilidad en caso de abuso. Permítannos, sin embargo, hacer una excepción y repetir la letra impresa en este caso:

BILLY AVELLAS es un ser artificial dispuesto a dar con la cara oculta de la luna a la vez que descubre la suya propia. Para ello se embarcará en un viaje fantástico junto a Becky, la científica más inteligente de la granja Rimperton.

En la tradición del Pedro Melenas del doctor Hoffman, el Pinocho de Collodi, el Manostijeras de Tim Burton y otros tantos clásicos inolvidables, Billy Avellanas es una novela gráfica para adultos de edad indefinida con la que el multipremiado Tony Millionaire se acredita entre los grandes narradores de nuestro tiempo.

No tanto, la verdad, pero la cosa merece unos apuntes. Hacía tiempo que esperábamos a Millionaire por estos lares (como seguimos esperando a tantos otros, claro: Harkham, Catmull, Ralph, etc.). Es cierto que la figura del norteamericano no ha dejado de crecer entre los amantes del cómic y la crítica estadounidense, desde sus orígenes más o menos independientes hasta el momento actual en que su trazo inconfundible aparece en mil y una publicaciones norteamericanas. Sus obras se cotizan a lo grande, y el bostoniano consigue crear universos personales sorprendentes y llenos de magia.

De acuerdo también con los referentes autorales y narrativos mencionados: Billy Avellanas tiene puntos de conexión claros con la cuentística tradicional y moderna. Las referencias a Pinocho o Eduardo Manostijeras son obvias; como podrían serlo incluso a Frankenstein o, por qué no, a la tradición mítico-religiosa del Gollem o la misma creación del ser humano por Dios (Adán la tierra, Eva la carne). Como hemos señalado, especialmente clara nos resulta la semejanza entre Millionaire y Tim Burton. Ambos crean mundos a medio camino entre la tradición gótica y el cuento fantástico; ambos hurgan en el terreno desconocido de la psique humana (los miedos, los sueños, el deseo…), aludiendo, simbólicamente, con sus creaciones ficcionales a sentimientos, comportamientos y otros niveles de la existencia; ambos hacen discurrir las peripecias de sus personajes por un universo ficcional alucinado, que se rige por unas coordenadas propias, tejidas con hilos de la simbología cuentística y la fantasía onírica, un universo que no adquiere más sentido que el que determinan esas reglas internas propias de fantasía desbordada que dirigen y modelan sus tramas. Aquí está también la diferencia entre Burton (o Carroll o Perry) y Millionaire.

Mientras que aquellos, de un modo u otro, anclan sus trabajos a la realidad empírica y social (Eduardo Manostijeras es la anomalía de lo social; en Alicia todo es sueño dentro de un sueño; Peter Pan es el niño eterno que vive en un mundo de fantasía infantil). Billy Avellanas es un cuento de lo irreal, marciano, de principio a fin (¿se acuerdan de Jali?). Esa es su virtud y su defecto: la irrealidad lo preside todo sin excusas, de ahí que ni la línea onírica valga como excusa para sostener su trama. Y la trama de Billy Avellanas, en ocasiones, no se sostiene (en términos de equilibrio narrativo, nos referimos), todo parece desbordado. Millionaire termina por saturarnos con su cascada de sorpresas, detrás de cada viñeta, de cada secuencia, de cada página. De modo que, cuando uno termina de leer Billy Avellanas, se queda con la sensación de haber acabado un sprint demasiado largo. Si exceptuamos el emocionante y templado final, y algún otro instante de sosiego narrativo (bellísima la escena del naufragio con Billy y Becky, llevados por las olas, alejándose en el mar), todo es una vorágine en este cómic y se corre el riesgo de que el lector acabe fatigado, claro.

Pero sí, no cabe duda de que Millionaire es un artista con un universo personal, convincente y brillante en muchos casos, capaz de elaborar un lenguaje propio (más de lo que se puede decir de muchos autores, hoy en día). Parte de ese lenguaje personal descansa sobre la belleza de unas imágenes, un dibujo, que huele a clásico y a respeto por la tradición de la ilustración gráfica de los últimos 150 años. En el trazo elegante de Millionaire se puede rastrear a McCay y a Gray, pero también a Cruikshank, a E. H. Shepard, al mismo Töpffer y, sobre todo, a Tenniel. Volvemos a Wonderland, como ven, no podía ser de otro modo.
Por cierto, preciosa la edición de La Cúpula.

miércoles, julio 25, 2007

Piero, del arte fraterno o la fraternidad dibujada.

Ya hemos dejado claro en estas páginas, y en alguna otra, nuestra devoción por Baudoin y por la capacidad evocadora de su trazo evanescente. Hemos comentado también lo mucho que nos gusta el carácter onírico de sus personalísimas narraciones, a medio camino entre el relato soñado y la alegoría poética o la capacidad magnética de su iconografía simbólica.
En las páginas de Piero, la última de sus obras que ha editado Astiberri en España, encontramos esos y muchos otros ingredientes característicos del francés. Se trata en este caso de un relato autobiográfico, en el que Edmond Baudoin recrea sus años de infancia junto a su hermano Pierre, Piero para sus íntimos. Junto a él, el joven Momón (Edmond para sus lectores) descubrirá la pasión por el dibujo; ambos desvelarán de forma autodidacta, como en un juego, los secretos de la creación artística, el misterio infinito de la línea y la mancha, el mensaje escondido de las formas sugeridas. Momón y Piero, Piero y Momón, nos enseñan a mirar la realidad como sólo la ven unos ojos infantiles, el mundo alterado por la sorpresa; a través de su mirada se nos muestra el descubrimiento ingenuo de la naturaleza, de las relaciones humanas, de la propia sexualidad. Baudoin navega en las aguas profundas del recuerdo para despertar en cada uno de sus lectores la memoria de lo que fuimos.
La técnica narrativa de este cómic (tan típica en Baudoin, por otro lado), sincopada y dispersa, parece adaptarse a la naturaleza fragmentaria de los recuerdos que construyen su argumento. La sucesión de anécdotas y episodios de los protagonistas se acumula en las páginas de Piero, con la pasión artística de los protagonistas como punto de anclaje del conjunto. El resultado, no obstante, no llega a alcanzar la brillantez que observábamos, por ejemplo, en El viaje. La razón parece obvia, lo que en aquel era evocación onírica, en Piero es parte de un relato autobiográfico, que se supone sujeto a unas reglas cronológicas básicas y a cierta linealidad. Por ello, la ordenación del relato en esos brochazos de la memoria que acabamos de señalar, no termina de funcionar a la perfección, y la obra se resiente (en términos negativos) por la propia dispersión que tan bien funciona en otros trabajos del francés.

En todo caso, pese a las muchas reticencias que despierta su obra, para un servidor cualquier trabajo de Baudoin merece la inversión y es altamente recomendable (con sus defectos y virtudes por bandera). Y Piero no lo iba a ser menos (recomendable), claro.

viernes, julio 20, 2007

Operación 700 (V)

El acabose. Desde chaval me gustó el Pogo de Walt Kelly, no porque lo entendiera (hecho improbable, dado el cripticismo de su crítica sociopolítica de la Norteamérica coetánea filtrado por la jerga incomprensible de su inglés sureño -¿cómo harán o habrán hecho sus traductores al español? Les admiraré eternamente), así que me imagino que sería por el trazo preciso y el irresistible encanto de su línea caricaturesca. Aparte de por la indiscutible afinidad autógrafa de sus autores, los “funny animals” de Walt Kelly siempre me recordaron a los muñequitos de Walt Disney, aunque por lo poco que entendía de sus palabras englobadas (Pogo o la maravilla tipográfica hecha cómic) le suponía al asunto mucha más mala leche. Ya de mayor, con más conocimientos de la lengua británica, lo he podido refrendar y he disfrutado de Walt y su zarigüeya con conocimiento de causa. Aún así, para que negarlo, todavía se me escapan dobles sentidos y algún giro de jerga estadounidense, pero, que quieren que les diga, cada vez que me acerco a los humedales de Okefenokee, disfruto como un animalillo silvestre.

Por eso, siempre estuvo entre mis primeros objetivos la adquisición de una tirita de Pogo; sucede que los precios, sin ser escandalosos, me desbordaban el presupuesto de la operación. Hasta que encontré esta tira que les muestro aquí abajo seccionada (ya les he explicado las limitaciones de mi impresora). Unos 240 euros del ala (el record inversor de la operación) muy bien empleados, juzgo yo. Lo sé, no sale Pogo, recórcholis, pero están muchos de los demás (Churchy-la-Femme, Beauregard Dog, bunny…), así que no me quiten la ilusión ¡qué carajo! Además, se ven las marcas azulitas inconfundibles del borrador de Kelly y su firma “waltdisneyana” (tan “eisneriana”, también) y la fecha de la publicación (18 de noviembre de1969) y todo ello bien dispuesto en esos 18 x 48 cms de sus tiras originales. ¡Qué contento estoy!

____________________________________________________________

miércoles, julio 18, 2007

Días como estos, días de ritmo y rosas.


Me van a ustedes a perdonar estos días de ausencia, causada a partes iguales por los problemas internáuticos estivales, los Arcade Fire y otras an-danzas veraniegas. El hecho es que, como dijo aquel, I'm back, y, hablando de músicas del mundo, pues me he acordado de que aún no he comentado nada de Días como éstos, la obra de Scott Chantler y J. Torres, que ha publicado Dolmen.
Una de oportunismo inculpatorio: ya desde crío un servidor se dejó fascinar por el primer sonido Motown, por los diseños sonoros infalibles de ese tal Spector y por los grupos de doo-wop (para nosotros du-dua): "Call my baby lollipop, tell you why, his kiss is sweeter than an apple pie and when he does his shaky rockin' dance man, I haven't got a chance, I call him lollipop lollipop, oh lolli lolli lolli lollipop lollipop..... ". Por eso, y no sólo por eso, Chantler y Torres ya me tenían tocado el corazoncito de antemano, porque, como ya habrán leído ustedes, Días como estos habla precisamente del nacimiento de uno de aquellos grupos femeninos que a finales de los 50 y, sobre todo, en los años 60, consiguieron introducir sus gorgoritos vocales y sus melodías coloristas de menos de tres minutos en las listas de éxitos que se radiaban una y otra vez en los Estados Unidos (y desde allí al planeta entero). Las Ronettes, Las Chordettes, Las Supremes... nombres sonoros y colectivos para tríos y cuartetos de jóvenes chicas negras que cantaban como los ángeles y conseguían mover las caderas del más anquilosado de los viejos amantes de las ya viejas, por aquel entonces, Big Bands.
Tina y las Tiaras podía haber sido uno de aquellos grupos, al menos eso es lo que nos hacen creer (convincentemente) Chantler y Torres. El nacimiento, casi casual, de un grupo de éxito en un tiempo en el que el negocio de la música (la "música moderna") estaba tan abierto y era tan impredecible como la aún incipiente cultura popular. Días como estos es una crónica costumbrista y entretenida de los tejemanejes discográficos de aquellos años, de las reticencias sociales de las viejas generaciones ante la nueva música, de la urgencia musical del joven mercado, de la inocencia que adornaba a muchos de sus protagonistas, etc. La virtud de sus autores reside precisamente en eso, en su capacidad para crear un cuadro costumbrista al gusto de todos, partiendo de un campo tan especializado como podía ser el de la edición musical (toda una aventura fuera de las tierras niponas, donde, ya sabemos, hacen cómic hasta para cocineros).
Se trata de una lectura agradable, fluida, con un ritmo narrativo trepidante, que se apoya con firmeza en ese estilo de Chantler, asentado en el cartoon (tan cercano, a su vez, a nuestro admirado Bruce Timm). Un relato amable que se acerca en ocasiones el territorio de la alegría radiografiada y la comedia tópica con obvio final feliz, pero que evita el infantilismo gracias a su acertada descripción de personajes y al contrapunto que ejercen algunos de ellos sobre el tono naif global (ese padre hostil, machista, tan chapado a la antigua como debían de serlo el 80 % de los padres de aquellos años; o esa otra mujer, productora discográfica ambiciosa, divorciada y hostil con su ex-marido...). En el equilibrio y el pulso está la virtud de Días como estos, no lo duden. Se merece la oportunidad, tampoco lo duden (aunque estoy con 13 millones de naves en lo del desastroso epílogo final).
________________________________________________________

Los incondicionales, tienen la posibilidad de adquirir el trabajo orginal de Chantler por algo más de 50 euros aquí. A mi me gusta la plancha que les he puesto ahí arriba. Mañana seguimos hablando de originales, por cierto.

martes, julio 10, 2007

World Trade Angels, tragedias pixeladas.

No nos arriesgamos demasiado si decimos que el 11-S y sus secuelas ha sido el acontecimiento histórico reciente que más ficción artística ha generado a su alrededor. Con obras revestidas en muchos casos de ropajes documentales, lo cierto es que la recreación del atentado terrorista más trascendente de las últimas décadas y el drama por él desencadenado, han sido fuente inspiradora para guionistas de cine, pintores, escultores, arquitectos y... dibujantes de cómics, desde luego.
Así, a bote pronto, recordamos el polémico y controvertido ejercicio de estilo de Spiegelman en Sin la sombra de las torres o el más reciente El informe 11-S, de Sid Jacobson y Ernie Colon; bueno, claro, y todas las utilizaciones directas e indirectas del suceso en las colecciones superheróicas, que darían para más de un monográfico. Y también está aquel extraño cómic que sacaron el novelista Fabrice Colin y el ilustrador Laurent Cilluffo, en 2006, World Trade Angels.
Debo confesar que el tomo en cuestión, editado por Sins Entido el año pasado, ha estado en el montón de lecturas-en-espera durante bastantes meses, sin más razón que la simple y pura pereza. Quizás por los años que le he dedicado a la investigación del lenguaje comicográfico, tengo debilidad por la experimentación en viñetas; por eso, en cuanto huelo algo raro, me lanzo de cabeza a por ello (a la tienda), aunque luego, como en este caso, me cueste dar el paso subsiguiente esencial, el del buceo entre sus páginas (ya se sabe, la rareza narrativa suele requerir después de un esfuerzo mayor por parte del lector). En este caso, la falta de motivación venía motivada por la aspereza visual de la propuesta en sí: un ejercicio de narración pictográfica frío y bastante maquinal. Es decir, un cómic en el que el estilo recrea las toscas imágenes pixeladas de un ordenador; como decía Álvaro Pons hace unos meses, un estilo más cercano al pixel-art que a cualquier recreación estética comicográfica que nos pueda resultar familiar.
La aridez visual consiguiente se completa con un uso también parco del color, que se reduce únicamente a un tono salmón en dos grados de intensidad, que Cilluffo emplea con una evidente intención simbólica. Sucede, no obstante, que en ocasiones ese mismo sincretismo de la propuesta conduce a la ambigüedad y por la misma razón el simbolismo se convierte en confusión. La iconicidad del dibujo le resta dinamismo al conjunto y "escamotea" información necesaria. El uso connotativo del color (tanto en las líneas de dibujo como en el coloreado de superficies planas o, incluso, en su aplicación sobre las herramientas narrativas -globos, márgenes de viñeta, etc.) discurre entre la mencionada evocación figurativa y el simple ejercicio estético sin más trascendencia que el efectismo visual, de nuevo, creando algunos equívocos interpretativos.
Por lo que respecta a la historia en sí, World Trade Angels circula en el camino conocido de obras precedentes al describir un acontecimiento reciente, con tanta vigencia emocional en cada uno de sus posibles lectores: nadie puede negar que la comunicación global del atentado hizo a todo el orbe víctima, en diverso grado, de sus efectos; fue, por así decirlo, el primer "atentado mundial" de la historia. Debido a esa cercanía, resulta imposible abordar un tema como el que nos ocupa desde variantes genéricas que se le supondrían afines, léanse los dramas sobre desastres (naturales o provocados) o el thriller. En este sentido, y considerando la amplia producción cultural generada alrededor del 11-S, no sorprenden las ya señaladas recreaciones documentales o las obras y trabajos que indagan en la introspección psicológica de los personajes implicados, víctimas y verdugos. Este es el ámbito de actuación de World Trade Angels: el de las secuelas personales y la imposibilidad de romper la inercia negativa que genera un "terremoto" afectivo como éste en las personas que lo sufren de primera mano.
El resultado podría ser analizado en unos términos similares a los que ya le hemos dedicado al apartado gráfico: la contención informativa y la sugestión simbólica terminan por lastrar el resultado final. Cierto es que la trama adquiere fuerza y consistencia con el paso de las páginas y que en algunos momentos su carga de emotividad sincera ensalza el resultado final, pero no lo es menos que en ciertos momentos la confusión de la propuesta perjudica sus buenos propósitos y tiene un indeseado efecto anticlimático. Por ello, las rupturas temporales o la introducción de esbozos, que tan bien funcionan en ciertas narraciones líricas o en otras propuestas experimentales comicográficas, no encajan del todo bien con la asepsia visual de Cilluffo, ni con la pretendida tragedia personal del protagonista, que sólo se comprendería desde la señalada introspección psicológica, a tenor de las claves que va desvelando la historia según avanza.
Es loable, en todo caso, la propuesta de estos dos autores y prometedora por cuanto abre un camino inexplorado, que ha de dar frutos más maduros; quizás la cosa funcionara mejor con otros argumentos de una sensibilidad menos compartida. Estaremos a la espera.

viernes, julio 06, 2007

Operación 700 (IV)

Comienza el presupuesto previsto a escasear y la "operación coleccionista-fan" se acerca a su fin (o da sus últimos estertores, que dicen los finos). El hecho es que, casi desde el comienzo, uno de los anhelos inconfesables que cobijaba un servidor era hacerse con alguna pieza de este dibujante.

Por eso, cada vez que su asistente y amigo, Zeke Zekley, sacaba a la luz subastadora una de sus tiras, nos poníamos a pujar como locos contenidos (es decir, dentro de nuestros márgenes y posibles). Dura fue la negociación, pero cuando finalmente triunfamos en nuestro empeño y conseguimos el dibujito que ahí abajo les muestro, tengo que confesar que alguna lágrima de emoción sincera rodó en hilillo agradecido. Pues sí, nuestra era una de las piezas míticas de la mítica Bringing Up Father (fechada el 12/14/40), por apenas 150 euritos. Y es que, en la cuatrilogía de fundadores ilustres, junto a Outcault, McCay y Dirks, se sienta el señor McManus, ¡que me lo niegue alguien si hay narices!

La tira se la ofrecemos partida en dos, de nuevo por rigores del escaneo.

 ____________________________________________

lunes, julio 02, 2007

Cómics Online: Cat Garza


Por motivos varios que no vienen a cuento pero que, esperamos, nos sirvan de disculpa (¿cómo se come esto?), hace días que no posteamos. Hace aún más tiempo que no nos metemos con esta seccioncita nuestra de cómics online, así que hemos decidido arreglarlo todo de golpe y presentarles a ustedes a uno de los pioneros y más prolíficos individuos en estos menesteres de los webcomics y similares; nada menos que a don Cayetano Garza Jr., Cat Garza para los amigos y fans, músico, dibujante y lo que le echen.

Cat Garza es uno de los primeros y más prolíficos autores-creyentes de las capacidades de Internet como vehículo (soporte) de la publicación comicográfica. Su obra creativa arranca hace casi 10 años, con la serie ya clásica The Magic Inkwell Comic Strip Theatre, que además de homenajear a algún clásico, nominaliza la página web de nuestro amigo (recientemente renovada, por cierto). Las aventuras de Dingbat the Cat, no han dejado de crecer y cambiar de imagen a lo largo de estos años, pero siempre con un alto interés y unos índices de calidad muy aceptables. Se trata de una serie con clara influencia disneyana, pero bastante menos políticamente correcta, cuyos seguidores en la web se cuentan por legión.

La labor creativa online de Garza se completa con algunas otras series paralelas, que responden a diferentes etapas artísticas y urgencias vitales del autor. Algunas de ellas, como Yakity Shmakity, Those Were the Salad Days o Whimville, comparten la afición de Garza a la psicodelia (que observamos en su música) con su uso extensivo de los "animales sabios" o animalicos antropomórficos. Toda una declaración de intenciones que nos sitúa a Garza cerca de sus influencias underground.

Lo dicho, investiguen y viajen por los meandros creativos de este dibujante atípico, que la aventura promete entretenimiento para unas cuantas tardes.

martes, junio 26, 2007

Blutch, las curvas del sueño.

Blutch es un niño travieso en busca de espectadores incautos que observen sus piruetas narrativas, sus juegos infantiles de papel, sus sueños proyectados. La voluptuosidad es uno de esos sueños (uno de los de niño grande) y funciona con las coordenadas alteradas de cualquier otro: las de la lógica-ilógica y el camino aleatorio por el mapa de lo conocido.
De pocos cómics se ha hablado más en los últimos tiempos que de éste de Blutch. Quizás, precisamente, porque casi todos nos reconocemos de un modo u otro (en alguno de sus momentos) en su extrañeza aparatosa de sueño azaroso. Detrás del absurdo, de la aparente exhibición narrativa impresionista de La voluptuosidad, existen pautas de comportamiento, anhelos y frustraciones perfectamente diseccionable. No se trata tanto de analizar una trama, con sus supuestas directrices diegéticas (personajes-escenario-acciones), sino de abordar las pasiones que en ella se simbolizan y desde ella se generan. Sería tan sencillo liquidar el efecto desconcertante de La voluptuosidad en un altar de adoración al surrealismo, que no nos vamos a tomar la molestia, siquiera. Hay que ser más ambicioso, penetrar con obstinación en el cripticismo simbólico de sus imágenes, en su agresiva sensualidad.
Aceptada la armazón onírica del relato como guía narrativa, no resulta tan impertinente recorrer las páginas de Blutch y rastrear, a través de ellas, en los bajos fondos de la corteza humana. Según leía La voluptuosidad, me acordaba de esa última obra casi maestra de Kubrick, que fue Eyes Wide Shut (a la que le sobraba algún subrayado o sobre-insistencia, para haber entrado en el olimpo de las obras póstumas). Me acordaba de Eyes Wide Shut, decía, porque, como en aquella, en La voluptuosidad se abordan las proyecciones poliédricas del deseo: los rayos torcidos de ese fractal que es el instinto sexual. El ser humano esconde, y pretende no reconocer, aquello que más anhela: la carne. Nadie en su sano juicio rompería su estatus social, ni las normas de la sociedad que lo ha "adoptado", en aras de una sinceridad no demandada. Ni siquiera un dibujante tan heterodoxo como Blutch.
Por eso, hasta La voluptuosidad se escuda en el artificio impresionista de su esqueleto narrativo (la historia de un sueño o la historia como sueño o las historias que se enlazan, como en un sueño), para hacernos probar la seta venenosa del deseo animal sin que nos intoxiquemos; una coartada. Ni el lector más desinhibido hubiera aceptado de otra manera ver reflejados sus infiernos interiores (o, en todo caso, no los hubiera admitido como propios): y es que, las bajas pasiones (hasta la ofensa) o el bestialismo simbólico necesitan esconderse detrás de una máscara (y hay muchas en La voluptuosidad) o bajo un saco cualquiera.

jueves, junio 21, 2007

Operación 700 (III)

Ya teníamos a una de las jóvenes promesas y a uno de los clásicos contemporáneos, claramente, estábamos obligados a intentarlo con algún histórico. Como el presupuesto tampoco daba para grandes derroches, había que afinar el dardo pujador e intentar tirar de criterio y conciencia de clase (humilde, ehem).

Comienza la búsqueda ("the quest") y ¡anda! ¡qué es eso! Sí, esto me lo puedo permitir sin descabalar el presupuesto, ni futuros intentos de ampliación coleccionista (esto es, sin agotar el presupuesto setecientoseuril). Pujamos y... ¡nuestro!

Dirán ustedes, "¿y esto qué es?". Pues, damas y caballeros, nada menos que una tira original de 1928 de Mutt & Jeff, la creación de Bud Fisher, ¿aún no? Pues sepan que, entre otras muchas virtudes, a este caballero se le atribuye la creación del formato de la tira cómica, en 1907. Claro, la paternidad se discute hoy en día desde bastantes frentes, pero, lo cierto es que el amigo Bud fue, si no el primero, sí, uno de los primeros; y, en todo caso, uno de los padres indiscutibles del cómic tal y como lo conocemos hoy día. Dicho lo cual, tener la posibilidad de adquirir uno de sus originales por algo más de 200 eurillos, al menda le supo a "boccato di cardinale".

Perdonen ustedes el tamaño cuasi-inapreciable de la imagen, pero es que el escaneo resulta complicado cuando se maneja una pieza de las dimensiones de la que nos ocupa, ¿sabían que el señor Fisher hacía sus tiras de Mutt & Jeff, nada menos que a una escala de (así a ojo, que no la tengo delante) unos 30 x 75 cms; imposible que quepa en mi pequeña y casera scanjet.

Lo dicho, feliz como una perdiz, seguí con el propósito de hacer de esta una pequeña aventura privada llena de sorpresas. El siguiente encuentro no lo fue menos (sorprendente).

____________________________________________________________

martes, junio 19, 2007

Tutankamón, el nuevo héroe.

Paréntesis en la operación. Este mes, la revista Descubrir el arte cumple 100 números. Para celebrarlo, elabora un canon de esos que tanto nos gustan: en este caso, el de "Los cien artistas vivos más influyentes". Por el mismo precio (3,60 euros), incluye dos suplementos: el número 10 de los siempre interesantes Cuadernos del IVAM y una separata especial con otro nuevo canon, la super-lista, nada menos que el top 100 del arte de todos los tiempos. Humilde propósito, voto a bríos.
La iniciativa tiene interés más allá de lo anecdótico, gracias sobre todo a la lista de eminencias que participan en la elaboración de la retahíla, pero, sobre todo, por el hecho de que cada obra viene glosada por las palabras de un artista que encuentra en ella alguna motivación especial, cauce de inspiración o energía sinérgica. Así, Barceló deja al descubierto su (por otro lado evidente) debilidad por las pinturas de Altamira; Oriol Bohigas se quita el sombrero ante el Coliseo y Chema Madoz encuentra la llave en La persistencia de la memoria, de Dalí. La lista es enorme: Bernardí Roig, Miquel Navarro, Luis Feito, Ouka Leele, José Manuel Broto, Rafael Canogar, Agustín Ibarrola... y entre ellos, algunos viejos conocidos, de esos cuya aparición no sorprende en esta casa: Nazario, Ceesepe, Rodrigo o Ana Juan.
Pero entre todas, la "glosa" que más me ha llamado la atención es la que le dedica el escultor Mateo Maté a la Máscara de Tutankamón. Lean y vean por qué:
El personaje de Tutankamón entró en mi vida en una época en la que el mundo de los superhéroes, buenos o malos, convivió durante algún tiempo con la educación católica. La concepción cristiana no consiguió imponerse a la mágica interpretación panteísta de la naturaleza de las ilustraciones por fascículos. Batman, Los X-Men, Superman eran semidioses que dominaban las fuerzas de la naturaleza. El nuevo héroe, Tutankamón, se convirtió rápidamente en amo y señor de todo el submundo de la muerte. Toda la iconografía funeraria egipcia parecía diseñada por alguno de los maestros dibujantes de cómics. Los encriptados jeroglíficos parecen pensados para ser reproducidos en los tebeos. Y si ocupó este puesto en mi imaginación, seguramente fue porque la reproducción de las facciones de su rostro, sobre todo sus ojos, era de las más naturalistas de todos los objetos del arte egipcio. Como un cyborg de oro, Tutankamón domina el mundo de los muertos, a los que convierte en sus huestes. Ninguna película, ni ningún cómic que yo conozca, ha explotado todavía las posibilidades que nos ofrece la iconografía funeraria egipcia. Espero que Tutankamón resurja de su tumba en el cine con todo su fasto. En miles de años, su mito no ha perdido brillo.
Interesante y muy personal relato de experiencia, ¿verdad? Eso sí, si no lo conoce, creo que a don Mateo le gustaría Bilal ;)

sábado, junio 16, 2007

Operación 700 (II)

Abierta la veda, llegó el momento de empezar la caza mayor. Entre las posibles presas futuras, por supuesto, los admirados, los disfrutados y los más influyentes. Descartados dos o tres intocables de esos que se cotizan ya a precios inmanejables, nos quedaba, sin embargo, todo un muestrario de talentosos.

Miramos, por ejemplo, cosas de un tal Bill Sienkiewicz (casi nada); uno de esos autores que, al ser descubiertos, le hacen a uno cuestionarse casi todo lo que creía saber sobre el noble arte del dibujo tebeístico. Un tipo que, junto a su apellido impronunciable, exhibe un catálogo de virtudes visuales tal, que da pena penita pena que no se prodigue más. ¿Se acuerdan de Elektra: Asesina o de Stray Toasters? Pues eso, que buscando, buscando, llegué hasta esta planchita que tienen ahí abajo: "DR ZERO, Issue # 3 - Page 7, 7 Panel Art Created By Comic Great Bill Sienkiewicz". Bueno, la cosa tiene algo de truco; en realidad, parece que los lápices de la página corrieron a cargo de Dennis Cowan y Sienkiewicz fue el que la pasó a tinta. En todo caso, la plancha huele a Bill en cada una de sus cuatro esquinas, ¿no creen? Valía la pena el intento.

Dicho y hecho, comenzamos la puja y... ¡bingo! La primera en la frente: para nuestra sorpresa, por menos de 10.000 de las antiguas pesetillas, esta espectacular y enorme página original (50 x 33 cms) era nuestra. La cosa empezaba bien. Mejor habría de seguir, suponíamos.

____________________________________________________________