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lunes, diciembre 27, 2010

2010: Crisis, what crisis? (I)

Se lo preguntaban estos señores. Pese a los chaparrones de insensatez, el vértigo ante la pérdida de la abundancia y la codicia financiera que nos circundan, parece que al cómic no le va tan mal. Y no lo decimos nosotros, que se lo hemos oído recientemente a varios de los implicados. En concreto, a algunos de los artífices del cotarro, es decir a los artistas, en el nuevo número de Tebeosfera, dedicado a los jovenes creadores.
Cristina Vela, por ejemplo, comentaba: "Pese a todos los problemas que hay ahora, considero que el cómic en España no está tan mal como hace veinte años, si bien económicamente la situación no es buena, pero sí hay mas editoriales que antes y se edita más material, al igual que ha aumentado el número de lectores de cómics." En ese mismo foro, David Rubín añadía leña al debate del optimismo:
Creo que [la situación industrial del cómic español y en España] es la mejor de los últimos diez o quince años, sin duda. No es todavía la panacea soñada, pero por algo hay que empezar, y la verdad es que ya estoy un poco harto de tanto llorar y tanto quejarse de que la situación está muy malita en el cómic español, hacía años que no se veía tanto autor español, y tan diferente, en la oferta que puedes encontrar en cualquier librería, y creo que muchos de los cómics españoles más interesantes se están produciendo justo ahora.
Pero es que sólo unos días después, desde Expocómic se nos descolgaban con una de las cartas más efusivas y lanzacampanasalaire que hemos leído en los últimos tiempos: que si un éxito de público, que menudo aluvión de visitantes, que viva el comercio exitoso... Luego, por si les parece poco, leemos la prensa generalista, y constatamos dos cosas: nunca el cómic se mostró tan omnipresente en sus páginas y nunca se le trató de forma tan respetuosa y admirativa en las mismas. En El País, por ejemplo, nos cruzábamos hace unos días con un artículo recomendatorio-navideño que abría así, nada menos:
Excelente año para los aficionados a los cómics y novelas gráficas. Se confirma el incremento del lectorado que busca y consume esa forma ineludible de literatura/arte tan de nuestro tiempo. Aumenta la calidad de los álbumes y, al mismo tiempo, la edad media de sus lectores: conozco a bastantes que, como yo, han regresado al cómic en edad valetudinaria, quizás porque en ellos encuentran cosas que antes sólo hallaban en las novelas. La lista de los publicados durante el año se haría interminable, de manera que opto por mencionar sólo los que más me han interesado.
Vamos, que dan ganas de salir a la ventana y gritar aquello de que se quejen otros que a mí me da la risa. Todo parece cierto: se siguen sacando novedades a un buen ritmo (sin llegar a los extremos de los felices primeros años del siglo), el lector observa feliz como se editan en español tebeos que parecían perdidos en el limbo de los clásicos inencontrables, cada año descubrimos nuevos talentos y redescubrimos a los viejos gracias a reediciones, integrales, nuevos formatos, los salones y exposiciones concluyen con cifras de asistencia apabullantes, las instituciones siguen volcadas en lo que parece una tendencia contemporánea, el cómic es cool, los premios se consolidan, la información se multiplica, etc.
Después, sin embargo, hablamos con los pequeños editores y algunos nos reconocen que este curso las han pasado tan canutas como el común de los ciudadanos. Que los bancos no prestan, que las ventas no aumentan y que cada edición es un riesgo. Nos suena a todos. La resignación como actitud editorial es una constante, la imaginación abre otra puerta: imaginativa es, por ejemplo, la política de edición a demanda que han planteado algunas pequeñas casas, como Viaje a Bizancio Ediciones (sólo se imprimen los volúmenes que se venden). Esperanzador resulta también observar como la idea tradicional de cómic sigue evolucionando hacia nuevos formatos, temas y posibilidades adaptativas (un cómic es un producto, pero el cómic es también un lenguaje, no lo olvidamos). Y a pesar de los pesares, nacen nuevas editoriales, aparecen nuevas publicaciones periódicas y fanzines y se abren las puertas de nuevos eventos comiqueros. Lo dicho, tan mal no parece ir la cosa. Fíjense que algunos, por primera y sorpresiva vez, se han atrevido hasta a revelar el mejor guardado de los secretos editoriales: las cifras de ventas. Unos números que revelan la verdad inefable, efectivamente, la crisis está ahí (al menos lo estaba en 2009, que a dicho periodo corresponden los datos que analizaba el carcelero), pero que dejan también ver un cambio de actitud en el sector (debe de ser cosa del efecto wikileaks).
En el 2010 se han resuelto, igualmente, algunos otros misterios: los cómic digitales o, mejor dicho, la lectura digital de cómics ha venido para quedarse. Al iPad le sientan las viñetas estupendamente: no sólo no se pierde calidad de lectura (aunque el asunto depende de los formatos elegidos sustancialmente), sino que en algunos casos como el manga y los comic-books, con el iPad hasta parecemos salir ganando. Si alguna editorial no se lo ha planteado seriamente está perdiendo el tiempo, el futuro ya es presente.Lo dicho, cómics y más cómics, crisis y renovación, triunfos y fracasos. El que se aburre es porque quiere. En la siguiente entrega metemos las manos en la masa.
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2010: tendencias y recorridos (II)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)
2010: los mejores (y IV)

lunes, enero 04, 2010

2009: constataciones, nuestros favoritos (IV)

Vamos a cerrar los fuegos artificiales navideños anuales con la traca final: la lista de lo mejor del 2009. Lo decimos siempre, pero vamos a insistir en lo obvio: ésta es una selección absolutamente subjetiva y, como tal, perfectamente imperfecta para todo aquel que disienta. No se admiten reclamaciones. Los que nos siguen, sabrán si han de hacer caso de nuestro criterio. Los que recién lleguen, que tomen nuestra selección como piedra de toque ante futuras recomendaciones y concesiones de confianza.
No obstante, tenemos la impresión de que este curso va a haber un consenso bastante generalizado en torno a lo que no debemos dejar de leer (de haber leído) del 2009. Lo nuestro, sin orden pero sí concierto, es:
Génesis (La Cúpula), de Robert Crumb: el genio vivo más grande del cómic. Quien, para nosotros, es uno de los artistas capitales del S.XX, reaparece en el ocaso de la primera década del S.XXI con una adaptación del texto más leído y vendido de la historia de "la literatura". Palabras grandilocuentes para describir una obra ingente y rodeada de datos que apoyan el carácter épico de la gesta: Crumb ha estado más de diez años dedicado en cuerpo y alma a la tarea, Génesis promete convertirse en uno de los cómics más vendidos de la historia, su fama está empezando a sobrepasar los límites del mercado comicográfico y, probablemente, no haya cómic en este 2009 del que se haya hablado más. Dicho lo cual, la adaptación de Crumb sorprende, sobre todo, porque no busca la sorpresa, ni la parodia, ni el golpe de efecto autorial. El norteamericano ha hecho una adaptación absolutamente literal del texto sagrado. Una trasposición textual y mucho más "realista" (en el plano gráfico) de lo que hubiera podido esperarse de él. El Génesis de Crumb puede ser tan aburrido o divertido de leer como lo sea el Génesis del Antiguo Testamento. Esto no es Crumb, dirán algunos de sus fans: lo paradójico es que Génesis es lo más Crumb que nunca ha hecho Crumb. Su recreación pasmante de los pasajes bíblicos, sin parodia añadida, resulta en una obra mucho más irónica, reveladora, procaz y ácida que cualquiera de sus pasadas sátiras intencionadas. Lean y posiciónense.
Catálogo de Novedades Acme (Random House Mondadori), de Chris Ware: si Crumb ha sido el referente para los creadores de cómic durante muchas décadas, Ware lo está siendo en el presente y lo será durante mucho tiempo. Su forma de entender el arte, su precisión de artista quirúrjico a corazón abierto, ha marcado el trabajo de muchos de los dibujantes que estamos leyendo y disfrutando estos días. Por eso, cada publicación de Ware se recibe como un acontecimiento. En su país natal, éstas se suceden con cierta periodicidad gracias a la Biblioteca Acme, aquí las tenemos que esperar con cuentagotas. Es complicado (casi misión imposible) traducir a otra lengua unos cómics cuyos materiales viven de la simbiosis perfecta entre forma y contenido: traducir a Ware supone redibujar parte de su trabajo (titulos, tipografía, lexías, didascalias...). La labor que ha hecho Mondadori (su rotuladora) con el Catálogo de Novedades Acme es de las de quitar el hipo. El libro-objeto-joya que hemos visto este 2009 en nuestras tierras compendia una muestra diáfana del talento de su autor, se trata de un falso recopilatorio, lleno de prodigios narrativos y piruetas visuales que explicitan hasta donde debe llegar el cómic en su búsqueda de caminos y soluciones. Ware es un manual de lenguaje comicográfico y cada trabajo suyo una excusa perfecta para invertir sobre seguro.
George Sprott 1984-1975 (Random House Mondadori), de Seth: hablando de Ware y su influencia. Seth se aparta parcialmente de su habitual desnudez gráfica, de su línea clara minimalista, para facturar una obra compleja, llena de matices, tanto visuales como conceptuales. George Sprott apareció publicado por entregas en The New York Times, no obstante, es su identidad como obra unitaria, completa, la que desvela sus hallazgos narrativos. No es la primera vez que el canadiense sustituye aquel slice of life autobiográfico, que le hizo popular (La vida está bien si no te rindes),  por el género de la falsa biografía. Pero frente a Ventiladores Clyde, George Sprott es un cómic mucho más maduro y trabajado: la vida de una veterana estrella televisiva le sirve a Seth para diseccionar las aristas de la existencia vital, la complejidad de la individualidad. A través de su personaje, descubrimos los misterios del éxito y el fracaso, las ambigüedades que nacen entre la imagen pública proyectada y la verdad íntima, la fina línea que separa el ruido del triunfo de la silenciosa soledad. George Sprott es un cómic biográfico, pero huye de la linea de la vida, o de la linealidad de su relato, podríamos decir. Los puntos de vista cambiantes, la atención al detalle no revelado, la multisecuencialidad, el empleo de la simultaneidad en todos los niveles de la narración, conducen a esta historia, preciosamente dibujada, hacia la sorprendente derrota de la narración omnisciente y la revelación de una falsa ficción que huele a verdadera. Ahí es nada.
Ombligo sin fondo (Apa-Apa), de Dash Shaw: seguimos apostando por la apuesta, por el riesgo y la aventura de narrar al margen de la ortodoxia. De todo ello sabe mucho Dash Shaw, uno de los jóvenes creadores más prolíficos y vanguardistas del cómic actual. Ombligo sin fondo es su obra magna, hasta el momento, y se lee con cierta certeza de que, siendo enorme, es aún la antesala de algo todavía más grande. Shaw desborda la idea de narración de acontecimientos y se muestra como un descriptor de sentimientos y sensaciones, en su más amplio sentido. El autor quiere que oigamos y olamos sus historias, quiere que sintamos sus texturas y que asistamos en primera fila al desfile de la confusión de los sentidos y la mente. La descomposición de una familia de clase media ante los ojos de sus miembros es el argumento para una radiografía, de nuevo, de la complejidad humana y de la fragilidad de los lazos entre personas. Un tour-de-force de 720 páginas que se lee como un suspiro.
Super Spy (Planeta DeAgostini), de Matt Kindt:  tiene este cómic también mucho de juego, de espías, para ser más precisos. Kindt plantea su obra como un puzle gigante que el lector debe reconstruir a imagen y semejanza de los mensajes cifrados que los servicios de espionaje y contraespionaje se cruzaban en los trágicos tiempos de la Segunda gran guerra; precisamente, el tiempo y acontecimiento que enmarca la acción trepidante del relato: una historia repleta de traiciones, pequeñas historias entrelazadas, tragedias intuidas y muchos, muchos personajes y puntos de vista. Estamos ante una original versión comicográfica del cinematográfico género de vidas cruzadas, aunque Matt Kindt enriquece sus premisas explotando los diferentes recursos que le ofrece el vehículo discursivo con el que trabaja. Super Spy es un cómic creado para ser leído de forma cruzada, un tebeo dibujado con un innegable preciosismo vintage y atento a todos y cada uno de los mínimos detalles visuales que empujan su trama (colores, tipografías, intertextualidad...). Las tragedias de sus personajes conforman la tragedia misma de la guerra y, pese a su innegable aire caricaturesco, sus creaciones de tinta sobre papel son capaces de trasmitir el sufrimiento mismo de la derrota, la traición y el odio bélico.
Mi vida mal dibujada (Sins Entido), de Gipi: el italiano parece en estado de gracia permanente. Mi vida mal dibujada es un ejercicio de exorcismo a tumba a bierta, un trabajo autoconfesional que esquiva radicalmente la autocompasión y la autoindulgencia para guiarnos a través de los recovecos existenciales de su autor, un viaje sin frenos por los infiernos interiores de Gipi. Con un grafismo deliberadamente esquemático, muy alejado del acuarelismo virtuoso que le caracteriza, Gipi habla en primera persona y con absoluto impudor de sus problemas con las drogas, la enfermedad, el desamor, así como de sus desafecciones sociales y familiares. A medio camino entre el relato autobiográfico y el experimento simbolista, Mi vida mal dibujada es un testimonio estremecedor con pocos precedentes en la historia del cómic: el talento de Gipi se manifiesta en una narración sincopada, trabada, fragmentaria y, por momentos, abstracta, que termina, no obstante, por consolidarse en una confesión tan reveladora como sincera. El retrato personal que nos dibuja Gipi en su trabajo demuestra a las claras que su talento narrativo no tiene límites y que la suya es una de las voces artísticas esenciales del cómic actual.
Endurance (Planeta DeAgostini), de Luis Bustos: un cómic español que se hace grande entre los grandes. Una aventura de las que ya no existen y casi ni se cuentan: la de la "legendaria expedición a la Antártida de Ernest Shackleton". El trazo duro y anguloso de Bustos funciona como un guante de piel foca en la enumeración de los acontecimientos épicos de esta historia. Una vez que el relato arranca y que los aventureros se lanzan hacia la utopía, se produce el contagio y el lector empieza a sudar y a agarrarse a las páginas expedicionarias de Endurance como si la vida de Shackleton le fuera en ello. Luis Bustos ha creado su mejor obra hasta el momento y lo ha hecho con un dominio innegable de la tensión narrativa, la creación de personajes y la composición de la página. Por eso, porque Endurance recoge y actualiza lo mejor del género de aventuras y porque su lectura es una aventura apasionante, está entre lo mejor de este 2009.
Esta es la lista, pero como hicimos el año pasado, queremos acabar el repaso del 2009 mencionando un capricho viñetero, un tebeo del que nos sentimos muy cerca (¿recuerdan aquello de la subjetividad?), porque lo hemos visto gestarse y nos ha acompañado, como un amigo de papel, en jornadas de ferias, salones y planes a la sombra de una cerveza. Se trata de Vuelo rasante (Viaje a Bizancio Ediciones), obra de Pejac. Un tebeo lírico, dibujado como un enorme fresco de instantes encadenados a vuelo de pájaro, con una poderosa carga simbólica. Poesía comicográfica de trazo pictórico para anunciar los posibles de un creador joven que, seguro, dará más de una futura alegría al panorama de nuestra historieta.
¿Faltan cómics? Por supuesto. Alguno que conocemos habría incluido El gusto del cloro (Diábolo), de Bastien Vivés o el Tamara Drewe (Sins Entido), de Posy Simmonds. Dos muy buenos tebeos. Seguramente, deberían estar también aquí El arte de volar (Edicions de Ponent), de Altarriba y Kim o Una vida errante (Astiberri), de Yotsihiro Tatsumi, pero, lo reconocemos avergonzados, todavía tenemos esos dos prometedores tebeos en la lista de debes lectores. Prometemos empezar el 2010 solventando tamaña carencia. Ahora nos tomamos unos días de descanso, para poder jugar con los regalos de reyes, que estos últimos posts han sido muy intensos e introspectivos. Pórtense bien.
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jueves, diciembre 31, 2009

2009: constataciones, cómics foráneos (III).

Si nos dejáramos llevar por esa premisa tan anglosajona de "the winner takes it all" (la misma que condiciona los sistemas electorales de el Reino Unido y Estados Unidos, por ejemplo), lo cierto es que, aunque no por demasiada diferencia, este curso el tebeo norteamericano se iba a llevar el grueso de los escaños.

No queremos decir que no haya habido novedades estimables procedentes de otras latitudes, no es eso. Por ejemplo, este año hemos visto publicado mangas y manhwas interesantes, pero ni el factor sorpresa, ni la aparición de "imprescindibles" se puede comparar a la de temporadas precedentes, en las que descubríamos en España con la boca abierta, ahora, las obras completas de Tezuka, luego, la pericia infinita de Taniguchi y, más tarde, la existencia de unos tales Junji Ito, Maruo o Hino. Dicho lo cual, ha habido mucho bueno: hablando de Taniguchi, Ponent Mon ha publicado La montaña mágica y Un zoo en invierno. De Hideshi Hino nos sigue llegando producción en tromba, por obra y gracia de La Cúpula: Galería de horrores y Las noches de Zipango. Otros: Jillian y Mariko Tamaki son las autoras de Skim (La Cúpula), Shinichi Ishizuka el de Gaku (Planeta DeAgostini), Hisroshi Hirata es el creador de Satsuma Gishiden (Dolmen) y Taiyou Matsumoto e Issei Eufuku lo son de Takemitsu Zamurái. El samurai que vendió su alma (Glénat). Aunque, seguramente, los dos manga que más han dado que hablar este año y que se esperaban con mayores expectativas han sido Hitler (la novela gráfica) (Glénat), de Shigeru Mizuki y Una vida errante (Astiberri), de Yoshihiro Tatsumi.

Tampoco ha estado mal la producción europea, desde luego. Nos ha deparado incluso alguna obra mayúscula, como ese alucinante Mi vida mal dibujada (Sins Entido), de Gipi, la muy evocadora El gusto del cloro (Diábolo), de Bastien Vivès o el folletín interdiscursivo de la británica Posy Simmonds en Tamara Drewe (Sins Entido). Muy, muy recomendables han sido también el corrosivo No Comment (La Cúpula), de Ivan Brun; la sátira inteligente de La virgen de plástico (Norma), de Pascal Rabaté y David Prudhomme; la serie negra hipnótica de El rey de las moscas 1. Hallorave (La Cúpula), de Mezzo y Pirus; ese experimento surrealista que es Mi pequeño (Norma), de Olivier Schrauwen; el maravilloso trabajo icónico de Hendrik Dorgathen en Space Dog; la poesía de Edmund Baudoin en Arlerí (astiberri) o el esperadísimo Pinocchio (La Cúpula), de Winshluss. Tampoco podemos olvidarnos de los, siempre interesantes, trabajos de algunos de esos nombres esenciales del cómic europeo: Cómo no hacer nada (Astiberri), de Guy Delisle;  El fin del mundo (La Cúpula), de Tom Tirabosco y Pierre Wazem; Low Moon (Astiberri), de Jason; la emancipación a dos bandas de Phiplippe Dupuy, Obsesionado (Astiberri), y Charles Berberian, Sacha (Bang); Lapinot y las zanahorias de la Patagonia (Astiberri), de Lewis Trodheim; el doblete de Frederik Peeters en Astiberri, Dándole vueltas y Paquidermo; la muy atractiva serie mitológica de Serge Le Tendre y Christian Rossi, con Tiresias y La gloria de Hera (BD Ediciones); Diario de un ingenuo de Spirou y Fantasio (Planeta), de Emile Bravo; se presume avalancha la aparición de obras de un clásico como Raymond Briggs en nuestro mercado, después del Gentleman Jim (Astiberri). Aunque para clásicos reaparecidos: Moebius, con Inside Moebius 1 (Norma), y Francois Bourgeon, con la, para algunos decepcionante, vuelta de Isa en Los pasajeros del tiempo vol. 6. La niña Bois-Caïman (12 Bis). Ahí es nada: una lista de novedades que, en cualquier otra temporada, habría sacudido los cimientos pecuniarios de fans, críticos y lectores.

Pero, ay amigos, es que, como venimos anunciando, este año las vacas han venido gordísimas y las publicaciones de la otra orilla dan tanta o más luz que las de este lado del Atlántico, obras maestras mediante. No solemos abusar del término en cuestión, pero a ver quien se atreve a negar la mayor: como tales (como obras maestras) han de pasar la obra magna del mesías iluminado, la adaptación más esperada, el tochazo bíblico de Mr. Crumb, su Génesis (La Cúpula) (al que ha acompañado de la mano su profeta, Las enseñanzas de Mr. Natural: Paradojas, en edición de la misma casa). Si Crumb es el padre, Chris Ware es el hijo y la edición que ha hecho Random House Mondadori de su Complete Acme, un milagro (con el prodigio de su rotulación al frente). Nos falta el papel del Espíritu Santo que, por ambicioso, experimental, evanescente y misterioso, se ha ganado el joven Dash Shaw a pulso con su monumental Ombligo sin fondo (Apa-Apa); vamos a tener espíritu místico para rato, nos da la sensación. Hay numerosos candidatos a apóstoles, no se nos apuren. Entre los últimos jóvenes (o ya no tanto) creadores ex-independientes, arrancan estupendamente posicionados Seth (apóstol de Ware por intervención divina) y su gran George Sprott (Random House Mondadori) y Matt Kindt con ese crípticamente divertido Super Spy (Planeta). Algo más lejos, les siguen: Lilly Carré, La laguna (La Cúpula); Art Spiegelman, Breakdowns (Random House Mondadori); Piltrafilla (La Cúpula), de Jeffrey Brown; Pobre marinero (Apa-Apa), de Sammy Harkham; Recidivist (Apa-Apa), de Zak Sally Hablando del diablo (La Cúpula), de Beto Hernandez; el retorno de un clásico del underground, Spain Rodriguez, con Nightmare Alley. El callejón de las almas perdidas (Editorial Drakul); Coches abandonados (La Cúpula), de Tim Lane. No queremos olvidar tampoco algunas obras más terrenales, como Paul en el campo (Fulgencio Pimentel), que supone la vuelta del canadiense Michel Rabagliati; la versión aventurera de Scott McCloud, Zot! (Astiberri). En fin, ¡como para hacer temblar cualquier hipoteca! ¿Y Cerebus? Bien gracias.

El género superheroico ha visto material interesante, como el Batman Ego (Planeta), de Darwyn Cooke, el 100% Marvel: Clandestine (Panini), de Alan Davis, el divertido Bizarro Cómics (Planeta), la serie de Daredevil de Ed Brubaker y David Aja (Panini), Batman: ¿Qué le sucedió al cruzado enmascarado?, de Neil Gaiman y Andy Kubert o varios Marvel Deluxe de Panini, como los dedicados a los 4 Fantásticos y al Capitán América. Pero, este 2009, hablar de superhéroes ha sido hacerlo de un trabajo sobre todos los demás. ¿Lo adivinan? Efectivamente, el archipremiado All Star Supermán (Planeta), de Grant Morrison y Frank Quitely, que ha dado mucho que hablar, y no sólo a fans pijameros.

No tenemos espacio aquí para hablar de los centenares de reediciones que han aparecido este curso; nos gustaría mencionar, eso sí, algunos integrales que han compilado materiales previamente publicados en álbums, tomos manga o comic-books: imprescindible el volumen único con el Epiléptico. La ascensión del gran mal (Sins Entido), de David B; también ha aparecido el Ibicus (Glénat) de Rabaté; por supuesto, El barrio lejano (Ponent Mon), de Taniguchi y, esenciales, el Valentina (Norma), de Crepax y el Sambre integral (Glénat), de Yslaire.

Para cerrar este repaso como Crumb manda, no podemos dejar de mencionar el cada vez más abundante flujo de libros teóricos, técnicos y biográficos alrededor del mundo del cómic. Este año ha sido especialmente prolífico al respecto. Se han publicado numerosos trabajos monográficos sobre autores concretos como Schulz, Carlitos y Snoopy, una biografía (Es Pop Ediciones), de David Michaelis; Bernet, 50 años de viñetas (El Jueves), de Antoni Guiral; Kirby, el rey de los cómics (Rossell), de Mark Evanier; Las aventuras de Hergé. El creador de Tintín (Zendreda), de Michel Farr o Toppi, un visionario entre dos mundos (Dolmen), de Yexus. Nuestra pequeña aportación al tema ha tenido que ver más bien con el lado académico y el análisis narrativo del cómic: en el 2009 al fin apareció La arquitectura de las viñetas (Viaje a Bizancio Ediciones)... y bien contentos que estamos de ello, oigan.

¿Ha visto la edición española alguna vez tal acumulación de maravillas en forma de cómic como las que hemos enumerado en estas dos jornadas blogueras? Permítanme dudarlo: va a ser verdad aquella leyenda literaria romántica que relaciona el genio con el hambre. Adáptenla ustedes mismos al caso.

En la última entrega de este repaso anual, de regalo de reyes, les glosamos cuales han sido nuestros favoritos del año.

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domingo, diciembre 27, 2009

2009: constataciones, cómics nacionales (II).

Juguemos a aquello de la abogacía del diablo. Después de anunciar con gesto adusto y mirada sombría las dificultades que atraviesa el sector editorial comiquero español, después de constatar la evidente reducción del número de novedades este año respecto a cursos anteriores, nos vamos a despachar con una sentencia de esas que suenan a machada ostentosa: el 2009 ha sido, seguramente, el año más fructífero en términos de calidad de la edición de tebeos en nuestro país, un colofón perfecto para una milagrosa década de viñetas. En diez años, el cómic se ha situado a la altura del cine, la novela o las series televisivas por lo que a la calidad de sus producciones se refiere. Y prácticamente por vez primera en la historia contemporánea, su evolución como vehículo artístico-cultural discurre pareja a la del resto de las manifestaciones artísticas con las que convive. Chris Ware o Daniel Clowes son creadores a la altura de Cormac McCarthy o Lars Von Triers (pongan ustedes aquí otros dos nombres de su agrado), y si alguien no lo ve así, quizás deba dedicarle algo más de tiempo a la lectura de sus obras.

¿Por qué 2009 ha sido especial? Lean y pregúntense si entre la colección de cómics que les vamos a enumerar en las dos siguientes entregas no hay un buen puñado de obras mayúsculas. Comenzamos con el cómic nacional editado en nuestro país en el año 2009.

La producción de cómic español ha sido reseñable. Comenzó el año con una nueva edición de Las serpientes ciegas (BD Banda), de Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí, que vista desde el presente, suena a premonición: no hay nadie que no sepa que esta obra ha resultado merecedora del Premio Nacional de Cómic 2009. Siguiendo la misma línea adivinatoria, son muchos los que presagian que la vencedora de la edición siguiente podría ser El arte de volar (Edicions de Ponent), de Antonio Altarriba y Kim. Sería un premio merecido, seguro, aunque tampoco desmerecería un trabajo tan brioso y valiente como el de Luis Bustos en Endurance (Planeta). Otras buenas lecturas comiqueras patrias han salido del Olimpita (Norma), de Hernán Migoya y Joan Marín; de El hombre descuadernado (Edicions de Ponent), de Hernández Cava (de nuevo) y Sanyú; Vaquero (Ponent Mon), de Jordi Pastor; Noche de citas (Dolmen), de Max Vento. Varios viejos conocidos han puesto de manifiesto, otra vez, su talento: Mauro Entrialgo, Demonio rojo: siga usted todo tieso (La Cúpula); Miguel Brieva, Otro mundo (Reservoir Books); Bernardo Vergara, El mundo según Ptolomeo (Diábolo Ediciones); Miguel Ángel Martín, por partida doble, con Surfing on the Third Wave y Playlove (ambas con Lear Editores); Miguel Calatayud, Peter Petrake, de los 50 al siglo XXI (El Patito) o Daniel Torres, Burbujas (Norma).

Aunque para viejo, el maestro andaluz Andrés Martínez de León, del que Viaje a Bizancio Ediciones sigue recuperando trabajos de los años 20, como su Los amigos del toro o la parte sana de la afición, como verán de candente actualidad en nuestra agitado debate político. Viejecito sería ahora el añorado Vázquez, de quien se ha publicado Lo peor de Vázquez (Glénat), ejercicio de humor de título imposible.

Este curso han regresado además, algunos autores españoles a los que se esperaba con expectativas altas: se esperaba, desde luego, a Paco Roca después de su baño de ventas y críticas, y ha vuelto por partida triple, con el muy interesante y onírico Las calles de Arena (Astiberri), con una recopilación de relatos cortos, Senderos (Laukatu Ediciones) y en compañía de otro triunfador reciente, Miguel Gallardo, en Emotional World Tour; el relato de la gira promocional compartida para sus obras respectivas, Arrugas y María y yo. Después de un largo silencio, se esperaban también la vuelta de tres autores jóvenes como Jali, que ha publicado El último gran viaje de Olivier Duveau (Astiberri), Andrés G. Leiva, que ha hecho lo propio con Evelyn (Sins Entido) o Juaco Vizuete, sorprendentemente reaparecido con El experimento (Glénat). Joven y de vuelta (de todo) está también Gaspar Naranjo, que con su muy atrevido, procaz y divertido Sexo (Edicions Ponent) promete romper records de ventas. Se esperaba también la tercera parte de El vecino, de Pepo Pérez y Santiago García, y la recepción crítica de la obra no ha podido ser mejor.

Entre las sorpresas y novedades, un amigo de esta casa, Pejac, que ha editado su primer cómic, ese precioso poema visual que es Vuelo rasante (Viaje a Bizancio Ediciones); novedosa también es la aparición de Mario Torrecillas y Tyto Alba, con El hijo (Glénat). El éxito inmediato de El juego de la luna, José Luis Munuera y Enrique Bonet (Astiberri), vencedora absoluta en Expocómic 2009, también merece ser subrayado, así como el de Planeta extra (Planeta DeAgostini), de Diego Agrimbau y Gabriel Ippóliti, vencedores del I Premio Planeta de cómic. Mucho se ha hablado del truculento caso carcelario de Andrés Rabadán, cuyas peripecias vitales han estrenado este  año película y cómic autobiográfico, Las dos vidas de Andrés Rabadán (Norma). Inclasificables son, a decir de muchos, el trabajo de Felipe Almendros en Save Our Souls (Apa-Apa) o el revanchismo calculado del crítico cinematográfico Jordi Costa, junto a Darío Adanti, en Mis problemas con Amenábar (Glénat).

Junto a tanta obra, surgen poco a poco en nuestro país iniciativas llenas de interés y futuro, apoyadas en los creadores nacionales. Es digna de aplauso, por ejemplo, la adaptación al cómic de obras de la literatura clásica que ha puesto en marcha Ediciones SM, con una buena avanzadilla de títulos, entre los que destacan obras y autores como: David Rubín, El monte de las ánimas; Enrique Lorenzo, El médico a palos; Santiago García y Javier Olivares, Dr. Jekyll y Mr. Hyde o Ricardo Gómez y Emma Ríos, Amadís de Gaula. También nos llena de alegría observar que la iniciativa de nuestro amigo Ed y de Max Luchini, la creación de una línea de cómics infantiles para Bang Ediciones (Mamut), parece que sigue adelante con salud: La caca mágica, de Sergio Mora; Federico, tenis sobre hielo, de Max Luchini o Marcopola, la isla remera, de Jacobo Fernández.

Saludable parece también el renacido mercado de revistas (Dos veces breve, Barsowia, El manglar...), que conviven en el mercado español en sana competencia con fanzines de look profesional (Cretino, Malavida, Amaniaco, Argh!...) y cada vez más autoediciones, como ese Buendolor de Nofu o los imprescindibles Usted de Esteban Hernández (quien además ha publicado Sueter con Planeta).

No se pierdan la nómina de foráneos, que es todavía más impresionante. En breve.

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2009: constataciones (I)

viernes, diciembre 25, 2009

2009: constataciones (I)

 

Hace justo un año lanzábamos una triple pregunta retórica a los cuatro vientos del panorama comiquero: "¿de verdad el mercado español da para tanto? ¿Podemos los lectores afines "sobrevivir" a la avalancha mensual de novedades? ¿Es honesto augurarle una vida eterna a las tirada de 500 ejemplares?". Paradojas de lo retórico, casi concluido el 2009 empezamos a ver, no la luz, sino la niebla que se asienta sobre la duda.

El 2009 ha sido un año complicado en términos editoriales: se huele en todos los sectores y recovecos del negocio. El número de material publicado se ha reducido de forma evidentísima (¿quizás menos de un 50 % de novedades?); algunas editoriales han sobrevivido en un semi-barbecho prolongado de álbums y series menores esparcidas con una triste cadencia mensual; otras no han tenido más remedio que lanzar salvavidas en forma de comunicados y saldos desesperados; a otras, directamente, las ha venido Dios a ver, cargado de provisión.

Si nos quejábamos hace un año de que el aumento de estima, interés y ¿lectores? había discurrido parejo a una subida de precios (amparada en un también evidente aumento de las ediciones de lujo y el formato de novela gráfica con pastas duras), este curso no queda sino asumir que la trasformación del cómic en un producto de semi-lujo es un hecho. El asunto tiene que ver, sin duda, con la consolidación de un nicho de lectores adultos de clase media o media-alta; las consecuencias nos dirigen hacia un agotamiento o pérdida progresiva de pujanza de formatos como el cómic-book, el tomo de grapas y, si se me descuidan, el cartone o el álbum. El sinsentido de esta tendencia (los flujos de la moda no tienen por qué guiarse según las reglas del sentido común) reside en lo que vamos a denominar una "sobreedición" de materiales no necesariamente dignos o merecedores de tal esfuerzo. ¿De verdad todos los cómics que estamos viendo publicados últimamente merecen el sobrepago que implican las pastas duras, el papel de un gramo, el tamaño gigante y otras delicatessens editoriales? Lo entendemos en el caso de "asuntos divinos" como los que mencionábamos unas líneas más arriba, pero se nos aparece como un falso recubrimiento dorado en la mayoría de los casos, un artificio destinado a dotar de solemnidad artística lo que, en muchos casos, no deja de ser simple producto de entretenimiento. Suena a excusa editorial destinada a la captación de un público concreto. Tenemos la sensación, no obstante, de que ni las estanterías ni los bosillos tienen un fondo infinito. Las editoriales deberán comenzar a racionar y racionalizar su catálogo y a ajustarse a las exigencias del producto: ni tan siquiera el 100% de las obras de un genio son geniales, ni se pueden "colar" como tales.

Estamos simplificando, sin duda, y centrándonos casi únicamente en el cómic dirigido al público adulto. Esta es una hidra de 100 cabezas. No hemos mencionado hasta ahora a los libreos (otros de los perdedores de la crisis), ni a los dibujantes, ni a las distribuidoras, ni hemos mencionado lo difícil que resulta obtener beneficios de la edición en un país en el que la tirada media no pasa de 1000 ejemplares o en el que el 25% de los beneficios del mercado se deben a las ediciones y reediciones de clásicos, como Mortadelo y Filemón (como nos señalaba el carcelero recientemente). Como sucede con el parchís, todo el mundo tiene una opinión respecto a la edición de cómics en nuestro país: aunque no coincida exactamente con todo lo que acabamos de señalar, resultó esclarecedor el punto de vista que nos regaló Jorge Luis Córdoba (director de publicaciones de Panini España) en mitad de la canícula agosteña.

Hay señales también para la media sonrisa y la esperanza, por supuesto. Es esperanzadora la aparición de nuevos barcos en la niebla o constatar que algunas pequeñas embarcaciones (embarcaciones para pequeños) siguen surcando las arriesgadas aguas de su propuesta viento en popa.

También nos anima el cuerpo (no sólo por lo que nos toca) observar como en los últimos tiempos el cómic, en sus múltiples fases de normalización) parece que está empezando a meter la cabeza en camarotes tradicionalmente reservados a la academia y a consolidar las merecidas atenciones recibidas de los poderosos mecenas del poder. Bien por la doble apuesta.

Y pese a estos coyunturales achaques editoriales (que, ya saben, no sólo afectan a la edición de cómics), las páginas han seguido pasando durante todo el 2009 y, además, han demostrado una salud artística envidiable. Si nos dejan y nos prestan su atención durante unas dos o tres sesiones más, se lo contamos estos días de nieve y turrón. Felices fiestas.

lunes, enero 05, 2009

2008: haciendo listas (y IV)

Pues sí, justo antes de reyes, ajustando minutos para que ninguno de ustedes se vaya de compras apresuradas y pueda después descargar sobre nosotros las responsabilidades de una compra errada por gracia de alguno de los cómics aquí expuestos. Lista propia, transferible como siempre, pero exenta de culpa, queda dicho. El orden, aleatorio; arreglen ustedes:
Fun Home (Random House Mondadori), de Alison Bechdel: merecería estar aquí aunque sólo fuera por lo mucho que ha dado que hablar. Admitida su categoría "literaria" (término que en este cómic funciona como elemento distintivo indiscutible) sesudos críticos y blogueros meticulosos se han enzarzado como nunca en el discernimiento de la esencia de esta obra autoconfesional: la epifanía adolescente de una joven lesbiana educada en la atmósfera constrictora de la familia Bechdel, con su perfeccionista, compulsivo y represivo patriarca al frente. Un trabajo complicado, pero lleno de hallazgos y arriesgadas apuestas narrativas relativas a la organización temático-temporal, el punto de vista o la referencia intertextual. Para paladares acostumbrados a la pimienta.
La educación de Hopey Glass (La Cúpula), de Jaime Hernandez: lo de los Hernandez Bros es de nota (sobresaliente). Llevan 20 años redescubriendo el cómic y dándonos argumentos a los que pensamos que en el campo de las viñetas existe espacio para la creación de universos artísticos propios. La genialidad de La educación de Hopey Glass reside precisamente en dotar de continuidad y enriquecer ese principio. Jaime Hernandez ha construido un edificio tan sólido en torno a sus numerosos personajes femeninos, que ya no importa que desvíe el punto de vista narrativo hacia uno u otro lado. En este caso, ya no es Maggie la que focaliza los argumentos vitales de la saga, sino Hopey, su amiga, ex-amante y eterna compañera; o incluso un secundario absoluto de Locas, como Ray, ex-novio de Maggie y protagonista indiscutible de varios de los capítulos de este nuevo volumen. Así, enriqueciendo el nucleo con aventuras "sátelite" y episodios periféricos llegamos a conocer muchas nuevas intimidades de unos personajes redondos (paradigma de la descripción psicológica); y nos percatamos página a página de estar leyendo un capítulo más de esta historia esencial en la historia de los cómics.
Señal y ruido (Astiberri), de Dave McKean y Neil Gaiman: pasan Gaiman y McKean por ser maestros de lo suyo (el dibujo y la palabra, respectivamente) y no es poco cierto que entre ambos reúnen un buen puñado de obras experimentales, osadas e innovadoras que explican buena parte del cómic de las dos últimas décadas. Señal y ruido es un ejemplo magnífico de ello: la historia de un viejo guionista de cine que se enfrenta al reto más complicado de su vida-carrera. El lector exigente agradece (ocasionalmente) el desafío que suponen obras como ésta: historias contadas de forma fragmentaria; claves narrativas esbozadas y repartidas en diferentes metarrelatos que se entrecruzan; puntos de vista cambiantes al paso de los diferentes planos narrativos (el recuerdo, la imaginación, la tragedia vital), luchando por aportar claves lectoras que proyecten algo de luz en la historia. En definitiva, muchos retos diegéticos y un mucho de lirismo visual. Algunas de las claves necesarias para entender y degustar a McKean y Gaiman en estas páginas.
Salario mínimo (Dolmen), de Bob Fingerman: después de tanta trascendencia y profundidad no deben sorprenderse de ver aquí una de las entregas más frescas y divertidas del slice of life comiquero de este curso. Las aventuras cotidianas de dos estrafalarios neoyorquinos, Rob Hoffman and Sylvia Fanucci, son en realidad una aproximación autobiográfica a los años jóvenes del dibujante. La serie (Minimum Wage, recopilada luego por Fantagraphics bajo el título Beg the Question) es en realidad el cuadro costumbrista de toda una generación (la de la juventud estadounidense de los 90) que aquí sólo nos llegó de refilón, gracias a ciertas películas independientes generacionales, alguna emisora de radio nacional (feliz superviviente cultural) y tebeos como los del gran Peter Bagge. Fingerman nos ayuda a completar el cuadro con un trabajo que oscila entre la ironía (sarcasmo), la caricatura desenfrenada, la pulsión sexual y cierto desasosiego existencial. Una obra que algunos llevan años considerando como un referente del nuevo underground, pero que a nosotros nos llega ahora.
Pequeños eclipses (Rossell Comics), de Fane & Jim: un cómic de reuniones, monstruos confesionales debajo de la cama y tempus fugit. Una casa, un grupo de amigos y un puñado de verdades tragicómicas que resumen al más pintado de los mortales. Cómic "rohmeriano" de situación repleto de diálogos brillantes, escenas divertidas y profundidad de pensamiento. Como suele decirse, el cómic ideal incluso para aquellos que nunca leen cómics.
Hasta aquí nuestra lista, pero me van ustedes a perdonar el capricho bitacórico de resaltar (por enésima vez) un tebeo con el que este año hemos tenido una relación especial, un cómic español con el que nos unen afectos varios. Sí, hablamos de ese De como te conocí, te amé y te odié (Viaje a Bizancio Ediciones), del rey mago Gaspar Naranjo, que abrió el 2008 poniendo una sonrisa en nuestro blog y demostrando que se puede hacer humor inteligente con sentimiento y pincel experimental. Sirva esta última mención pre Reyes, tan sentida como caprichosa, como deseo general para que tengan todos ustedes una grata epifanía y una sosegada cuesta de enero. Viñeta abajo, viñeta arriba, próspero 2009.

miércoles, diciembre 31, 2008

2008: más papel (III).

Tanta hoja, tanta viñeta hacen que sea complicado trazar el caminito de cartelas amarillas que nos guíe por la selva de lecturas de este agonizante 2008. Caminemos, a ver si andando encontramos las manchitas de tinta que nos orienten.

Entregados como estamos a cualquier cosa que suene a evolución del medio (y aquí entran factores tan variopintos como la experimentación, el análisis o la discusión-polémica constructiva) tenemos que reconocer que este curso nos ha dado carnaza de la buena. Apenas llevaba unos días bautizado y el 2008 nos parió en El Salón (Astiberri) a un Picasso en pelotas, que venía ya caliente desde la imprenta. En este lado del océano, no llegó la sangre al río. Más discusión generó el Fun Home (Random House Mondadori) de Alison Bechdel, probablemente la obra que más ha dado que hablar este curso y, casi siempre, para discutir matices al margen de su indudable calidad y osadía.

Si la entrada en el S.XXI había confirmado a taiku y platillo la definitiva conquista de Occidente por parte del manga, convendremos en que este año los nipones han encontrado a un valioso aliado en sus colegas coreanos. Es cierto que seguimos encontrando trabajos estimables por parte de los autores japoneses; ahí están Bajo el aire (Dolmen) del maestro Tezuka, Detective ritual (Glénat) de Eiji Otsuka y Chizu Hashii, la vuelta de Hino por partida doble con El hijo del diablo y Onimbo (La Cúpula), el Survival (japón en ruinas), de Takao Saito (Ponent Mon), Los carruajes de Bradherley, de Hiroaki Samura (Dolmen) o la por fin publicada reedición de ese agotadísmo primer volumen del Ikkyu (Glénat) de Hisashi Sakaguchi.

Pero, por su entrada en tropel (doblemente anunciado, eso sí), nuestro premio honorífico al país consolidado recae en Corea y sus mil manhwua. Muchos y sonados: Gallo de pelea (La Cúpula), de O Se-Yong; la muy lírica Historias color tierra (Planeta), de Kim Dong-Hwa; La historia de mi madre (Sins Entido), de Kim Eun-sung o Piel color miel, Jung Sik Jun Henin (Rossell Comics).

Exóticas hubieran sido consideradas no hace demasiado no sólo las lecturas coreanas, sino trabajos como los de la israelí Rutu Modan. Después de su aclamada Metralla, nos llegó este año una obra precedente y mucho menos estimable, Jamilti (Astiberri); una recopilación de historias cortas que, pese a todo, recoge algunos momentos de interés. Igualmente lejana (en lo geográfico, al menos) es el cómic de la libanesa Zeina Abiracheb, El juego de las golondrinas (Sins Entido), cuyo parecido con Persépolis, dicen algunos, es pura coincidencia... Ante tales virajes planetarios, ya ni los viajes exuberante de nuestro amigo Guy Delisle nos sorprenden (a lo mejor porque le estamos empezando a descubrir el truco); este año se nos ha ido a Birmania (con los gastos pagados por Astiberri).

Mucho más cerca, nuestros vecinos galos y sus primos belgas siguen empeñados en hacer del álbum un formato vigente (aunque nos olemos que...). Norma Editorial nos promete que el volumen 19 del XIII de Van Hamme y Vance es El último asalto; miren que nos cuesta creérnoslo. Sorprendió, aunque según dicen no por su calidad, la vuelta del maestro Bourgeon (y Lacroix) con Historia de Cyan: Los colores de Marcade(Norma); y se anuncia, atención, el retorno de Isa. Más álbumes: el tercer volumen nos ha enganchado aún más a esa historia de costumbrismo rural, con todos sus tópicos, alegrías y melodramas, que es Magasin Général, de dos grandes, Jean-Louis Tripp, Régis Loisel (Norma Editorial). No son todavía clásicos, pero van camino de serlo, algunos otros franceses enganchados al álbum, como Larcenet (cuyos Los combates cotidianos -Norma ha editado el cuarto, Clavar clavos- despiertan tantas fobias como filias), ese trasgresor de géneros que es Christophe Blain (Gus 2: Bandido guapo -Norma-) o Joann Sfar y Emmanuelle Guibert (con su tercera entrega de Las olivas negras: no comerás el cabrito en la leche de su madre -Kraken Ediciones-). Ahora, entre todos los "albumeros", este año nos quedamos sin duda con el señor Frederik Peeters (cada vez más, un favorito de esta casa), Pierre Wazem y su serie Koma (Dibbuks ha editado los números 4 y 5 en 2008, la última entrega para 2009); uno de los tebeos más entrañables, inteligentemente simbólicos e imaginativos de los últimos meses, y todo ello con un aire a cuento infantil que lo hace apto para niños y mayores.

Que arde está el mercado de la independencia norteamericana, gracias sobre todo a editoriales jóvenes como Apa Apa, que han apostado por publicar en español a los autores-sorpresa del panorama indy americano de la última década: así, llegan en castellano a nuestras librerías los trabajos de Liz Prince (Me seguirás queriendo si mojo la cama), James Kochalka (American Elf), Sammy Harkham (Pobre Marinero) o la experimental, muy extraña e inquietante obra de Dash Shaw, La boca de mamá. No nos olvidamos del entrañable y naif John Porcellino (Diario de un exterminador de mosquitos); a cuya penetración ha ayudado también Ponent Mon con Ejemplo perfecto. A otros, como Jeffrey Brown (Pequeñas cosas: unas memorias fragmentadas; Gato saliendo de una bolsa y otras observaciones -La Cúpula-), Tonny Millionaire (Las aventuras de Sock Monkey -Rossell Comics-), Paul Hornschemeier (Las tres paradojas -Astiberri-), Adrian Tomine (con su polémico y cuestionado Shortcomings -Random House Mondadori-, que a nosotros sí nos ha ganado) o Scott Chantler (Paso al noroeste -La Cúpula-) ya los conocíamos en versión española, pero sus trabajos nos siguen encantando y sus obras editadas en 2008 cuentan con un nivel alto; esperamos que no dejen de aparecer en nuestras tiendas.

Independiente y alabada fue en su día la obra de Bob Fingerman, Salario mínimo (Dolmen), que llega justito al final del curso y de tapadillo, pero que no deben dejar ustedes de leer. También lo fueron (osados e independientes) y nos parece que seguirán siéndolo durante el resto de sus días, los Hernandez Bros. En 2008 Beto y La Cúpula nos han regalado Una oportunidad en el infierno; Jaime, por su parte, nos llega con uno de los "debes" de la temporada: La educación de Hopey Glass. La misma editorial continúa publicando el integral del Odio de Bagge.

Remontándonos aún más atrás, encontramos ediciones de clásicos de los que un día estuvieron al margen de la industria oficial. Claro, Crumb, del que tenemos muchas buenas noticias, como la edición de su biografía (con CD incluido), Recuerdos y opiniones (Global Rhythm Press) o la bonita recopilación de las historias de Mr. Natural que ha hecho La Cúpula (Las enseñanzas de Mr. Natural: Iluminaciones). Mucho tuvo que ver con Crumb el amigo Harvey Pekar. De él y Ed Piskor nos llega Macedonia (La Cúpula). Otro clásico de relumbrón editado y reeditado este año con generosidad y posibles ha sido Will Eisner, de quien, al margen de Los archivos de The Spirit, Norma publica también La vida en viñetas: historias autobiográficas.

Y es que parece que este año ha estado de moda lo de reeditar clásicos en un único volumen lujoso y grande como un armario. Más de uno va a tener que reajustar las baldas de sus estanterías si quiere hacerse con esos tomos llamados "Absolute" con que Planeta ha invadido las librerías. Entre los tebeos elegidos para la mutación, triunfan los cómics de superchicos y afines. Hemos asistido a la "macroedición" de: Camelot 3000 (Edición Absolute), de Mike W. Barr y Brian Bolland, del Batman: Año Uno (Edición Absolute), de Frank Miller y David Mazzucchelli, o del Arkham Asylum, de Grant Morrison y Dave McKean; por cierto, del tandem formado por este último y Gaiman, hemos podido leer la interesantísima e inédita Señal y ruido (Astiberri). Con más modestia (de envoltorio) Panini ha reeditado este año un clásico del género superheroico como Los 4 Fantásticos de Lee y Kirby de 1963 (Fantastic Four 10-21 y Fantastic Four Annual 1). Reedición también en un único volumen de una de las heroínas que mejor salen paradas de la fiebre post-ultimate y reinvenciones diversas: hablamos de la Catwoman de Ed Brubaker (Detective Comics 759-762, Catwoman 1-10, 12-19 y Catwoman Secret Files 1 -Planeta DeAgostini-); incluidos los brillantes episodios de Javier Pulido. Una mención heroica para otro español trabajando para la gran industria pijamera va para David Aja por su aclamada revitalización de Iron Fist junto a, de nuevo, Brubaker y Matt Fraction (El inmortal Puño de Hierro -Panini-).

Y por aquí, ¿qué ha pasado? No poca cosa, 2008 nos ha dado conocer a nuevos autores llenos de ideas y con un mundo propio que dará mucho que hablar: comenzamos el año con la sorpresa amiga de De como te conocí, te amé y te odié, de Gaspar Naranjo (Viaje a Bizancio Ediciones) y lo terminamos escuchando a todo el mundo hablar de las maravillas del argentino Jorge González y Fueye (Sins Entido), la obra con la que ganó el Primer Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac. Entre medias, hemos descubierto (o conocido mejor) a autores como Jacobo Fernández Serrano y sus muy marcianas Aventuras de Cacauequi (El Patito Editorial), a Max Vento con su Actor aspirante (Dolmen), a Alfonso Zapico y Café Budapest (Astiberri) o la adaptación al cómic de La escarcha sobre los hombros (Editorial Cornoque) , a manos de nuestros amigos malavideros Iru y Morata; otro paso de la pantalla al papel muy comentado ha sido el de El joven Lovecraft, de José Oliver y Bartolo Torres (Diábolo Ediciones).

Entre los "asentados", también muchas novedades, enmpezando por la reaparición en Norma de un viejo clásico "viborero", Jaime Martín, que en Lo que el viento trae construye una interesante historia con tintes folklorista y espíritu de thriller. Otro viejo amigo de aquella época revistera vuelve de la mano de Astiberri, la autobiógrafía comiquera en nuestro país no se entiende sin Ramón Boldú , ahora en El arte de criar malvas. Muy reseñable también es la doble reaparición del inclasificable Miguel Ángel Martín en la contenida Playlove (donde las calles no tienen nombre) (Rey Lear Editores) y en Bitch (La Cúpula) o un Mauro Entrialgo multiplicado: Ángel se fija desde el quinto pino (Astiberri), Interneteo y aparatuquis (Diábolo Ediciones). Cuando dos maestros se juntan sólo se pueden esperar obras tan ricas y complejas como Soy mi sueño (Edicions De Ponent), de Felipe Hernández Cava y Pablo Auladell. No le anda a la zaga en simbolismo y sugerencia la preciosa reedición de Alterego (Viaje a Bizancio Ediciones), de Alberto Vázquez. Con una lagrimita asomando asistimos al cuarto y último número de las Malas Tierras (Astiberri) de Sergio Córdoba, aunque nos reconforta y consuela ver que, en otras orillas, algunos como Luis Durán (El mago descalzo -La Cúpula-) siguen tan prolíficos como siempre o que los que han triunfado fuera también obtienen reconocimiento en su casa: Jazz Maynard 3: Contra viento y marea, Raule y Roger Ibáñez (Diábolo Ediciones). Finalmente, Brieva y Paco Alcázar de nuevo han convencido a casi todos con Dinero (Random House Mondadori) y El manual de mi mente (Random House Mondadori), respectivamente.

Por otro lado, durante este año hemor creído percibir en el mercado español ciertos movimientos editoriales a los que no estábamos habituados, apuestas valientes por tebeos a priori escasamente comerciales, bien por su concreción lectora (se consolidan los cómics dirigidos a un colectivo social, por ejemplo, los cómics gay: Gay Tales -David Cantero Editorial-), por intento de recuperación de un público infantil (Astro-ratón y Bombillita 1: Parece que chispea, de Fermín Solís -Bang Ediciones-) o por su adscripción genérica: ¿conseguirá afianzarse el cómic de viajes como opción editorial habitual? Este 2008 hemos catado algunas de sus posibilidades con Cuaderno de viaje: Shangai, de Diego Burdío Román (Diego Burdío) y, especialmente, con la vuelta de un clásico, el señor don Joaquín López Cruces y su exquisito Por el camino yo me entretengo (Edicions de Ponent). Valiente también es, desde luego, la entrada de SM en los cómics con nada menos que cuatro adaptaciones literarias de clásicos literarios llevadas a cabo por algunos de nuestros mejores pinceles: Lazarillo de Tormes, por Enrique Lorenzo; Romeo y Julieta, por Ricardo Gómez y David Rubín; Tirante Blanco, por Miguel Porto y La Odisea por Federico Villalobos y Jorge González.

Como valiente es la recuperación de clásicos de nuestra historieta. Sólo podemos felicitarnos porque Glénat haya reeditado el Haxtur de Víctor de la Fuente, El Patito Editorial haya sorprendido con Doctor Mortis de Alfons Figueras, por que Ediciones B no se canse de reivindicar a Josep Escobar (Super Humor: Lo mejor de Escobar) en el centenario de su nacimiento (reseñable también el estudio de Guiral y Soldevilla, El mundo de Escobar -Ediciones B-) o que Viaje a Bizancio Ediciones haya tenido las agallas de rescatar la histórica y muy divertida Historietas sevillanas de Andrés Martínez de León, una obra de 1926 prologada por el maestro Antonio Martín.

Ya ven, un muy florido repertorio editorial con el que adornar nuestro paseo anual por los quioscos, librerías y salones y superficies especializadas en cómics. Muchas obras y muchos autores listos para satisfacer el gusto de cualquier lector que se les ponga por delante. Que lejos están, afortunadamente, aquellos días en que nos enterábamos de lo que pasaba en el mundo de la historieta una vez al mes, como mucho, y al grito de los "continuará" de las pocas revistas que se atrevían con la modernidad comicográfica. Sin duda, así es mucho más sencillo y así nos han llegado obras tan inclasificables y valiosas como (¿creían que íbamos a olvidarnos de ellas?): Percy Gloom, de Cathy Malkasian (La Cúpula); El número, de Thomas Ott (La Cúpula); Lost Girls, de Alan Moore y Melinda Gebbie (Norma Editorial); Pequeños eclipses, de Fane & Jim (Rossell Comics); Insekt, de Sascha Hommer (Sins Entido); El judío de Nueva York, de Ben Katchor (Astiberri); Deogratias, de Jean-Philippe Stassen (Planeta); Biotopo, de Appollo y Brüno (Dibbuks); Afortunada, de Gabrielle Bell (La Cúpula); Incógnito: Víctimas perfectas, de Grégory Mardon (La Cúpula); Yo maté a Adolf Hitler, Jason (Astiberri); No te olvides de recordar, de Peter Kuper (Astiberri); Berlín 2: ciudad de humo, de Jason Lutes (Astiberri) o Peplum de Blutch (Ponent Mon).

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