martes, enero 09, 2007

Reseñita para FHM: Paul y Rabagliati.

Sin que sirva de precedente, voy a ser breve; y es que no merece la pena ahondar en las excelencias de un cómic sobre el que ya hemos hablado largo y tendido, así que me limito a soltaros la mini reseña jocosilla mensual para el FHM tal y como se la envié (en esta ocasión, muy similar a como se ha publicado, todo sea dicho). Por cierto, saludos a los amigos de la redacción, la más entregada y divertida de este lado del océano.
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Os proponemos un buen cocktail para las frías tardes de invierno: una editorial novel (Fulgencio Pimentel), una edición primorosa (la de Paul va a trabajar este verano) y un género muy celebrado en los últimos tiempos, el “slice of life” (es decir, historias cotidianas, de gente ordinaria); costumbrismo puro y duro que, aunque parezca increíble, puede ser tan divertido como este cómic de Michel Rabagliati.
Nos situamos: un jovenzuelo ciclotímico se busca un curro como monitor estival para sacarse unos duros. Por el camino, descubre la naturaleza, se descubre a sí mismo y, como no podía ser de otro modo, descubre el amor. ¡Como la vida misma! ¡Que levante la mano el que no se sienta un poquito reflejado en nuestro amigo Paul! Y es que, después de todo, ¿quién no se ha encontrado alguna vez un mapache en su tienda de campaña después de un paseo por los frondosos bosques canadienses? Lo dicho, el pan nuestro de cada día.

viernes, enero 05, 2007

Adiós Eisner (segundo aniversario)

Se cumplen ahora dos años de la muerte de Will Eisner, el último gran nombre de la historia del cómic (con permiso de Robert Crumb). Recuerdo el pequeño-gran shock que supuso la noticia en los caladeros comicográficos. De hecho, se hablo de ello incluso en mares ajenos a la viñeta (menos de lo que se hubiera debido hablar, eso sí). Recuerdo que desde El Culturas me pidieron un artículo con recorrido vital, repaso de méritos y valoración de su influencia en el medio (más o menos).
Se me amontonaban las ideas, el descubrimiento mágico de The Spirit, la asunción de haber encontrado algo nuevo cuando leí A life Force (probablemente el primer cómic que me compré en inglés), los primeros asaltos al discurso desde un punto de vista académico gracias a sus El cómic y el arte secuencial y La narración gráfica; joder, que no podía pensar en cómics sin tener a Will Eisner rondando por ahí. Vamos, que no fue ese típico chispazo amarillista de "mira, se ha muerto mr. x"; de un modo u otro, la muerte de Will Eisner me afectó personalmente porque tocó en fibras de mi pasado. Por eso, ahora, quiero ahondar en el homenaje y recuperar aquel artículo del domingo 9 de enero de 2005 y plantárselo aquí a ustedes. Dos curiosidades: una, adjunto la portada del suplemento cultural del Tribuna (la necrológica comicográfica fue protagonista ese fin de semana); dos, la imagen de P'Gell de la portada es la de una serigrafía firmada por el propio Eisner con la que me hice vía internautica, para que nunca se me olvidara lo mucho que me gustan los cómics, Eisner y sus/las mujeres fatales. Un saludo.
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No podía empezar el 2005 de un modo más triste para los amantes del cómic: seguramente, para el gran público el nombre de Will Eisner no diga demasiado; del mismo modo, suponemos que su muerte tampoco será primera plana en los principales periódicos mundiales, sin embargo, para los lectores de The Spirit o de Contrato con Dios, la desaparición de este neoyorquino genial oscurece para siempre una de las páginas fundamentales de la historia comicográfica.
Dibujante y guionista desde la segunda mitad de los años 30, Eisner alcanzaría el primer peldaño de su gloria artística con la creación de uno de los personajes emblemáticos de la historieta: The Spirit (cuyas obras completas están siendo publicadas por Norma bajo el título Los archivos de The Spirit). El aventurero enmascarado hace acto de presencia por vez primera en las páginas dominicales de un 2 de junio de 1940. Denny Colt, alias Spirit, rompía los moldes del héroe al uso en aquellos años dorados del cómic americano: no tenía grandes poderes, escondía un perfil de galán fracasado y casi siempre era el último en enterarse de lo que pasaba a su alrededor. Contaba sin embargo con una baza única a su favor: el talento infalible de Will Eisner.
Muchas páginas se han escrito acerca del estilo ágil y brillante de Eisner o sobre su aguda ironía en el análisis de las relaciones humanas y sociales; muchos han sido los que han bebido de su magisterio creativo, pero ningún halago hará justicia a su enorme aportación al medio. Probablemente desde Winsor McCay y su Little Nemo in Slumberland, 30 años antes, el lenguaje de la narración gráfica no había dado pasos tan firmes hacia su futuro artístico, como haría con The Spirit. Eisner inaugura, sin ir más lejos, el concepto de página como unidad narrativa. Desde ese momento, la página no se limitará a enmarcar filas de viñetas alineadas horizontalmente: las de The Spirit (sobre todos sus portadas) abrieron un abanico de posibilidades gráficas, juegos icónicos y bromas formales, que ayudaron a muchos autores de comics a descubrir el enorme potencial de un medio, a estas alturas, aún balbuciente.
El propio Will Eisner colaboraría en pro de ese activismo didáctico durante sus largos años como profesor en la New York School of Visual Arts y en la Nova University de Florida, desde los años 70. Tiempo después, una parte importante de su erudición acerca de los mecanismos gráfico-narrativos llegaría al gran público a través de dos lúcidas obras teóricas: El cómic y el arte secuencial (1985) y La narración gráfica (1998); las dos publicadas en nuestro país por Norma Editorial. Como sucede con su obra puramente artística, estos dos estudios sintetizan la enorme capacidad de Will Eisner para conjugar la profundidad conceptual con una visión lúdica del arte, que garantiza buenas dosis de entretenimiento al lector.
La misma diversión que Will Eisner nos regala incluso en sus obras más trascendentes, como en sus grandes “novelas gráficas” (término ideado por él mismo). En 1878 publica Contrato con Dios (ya un clásico, su lúcida introspección social de la sociedad americana de los años 30), y a partir de entonces no deja de demostrar que es uno de los grandes en cada una de sus entregas: A Life Force (1979), El soñador (1986), El edificio (1987), etc. Así lo atestigua, igualmente, la creación en su honor en 1988, del más prestigioso de los galardones que se pueden otorgar en el cómic estadounidense, los Premios Eisner.
Hoy, casi todos estos apuntes biográficos, apenas esbozados desde nuestra admiración, han pasado a formar parte de la historia: la historia del arte con mayúsculas, la pequeña-gran historia del cómic, la historia de un artista que acaba de dibujar la última viñeta de su novela gráfica vital y, por supuesto, nuestra historia, la de los lectores que le admirábamos. Gracias por todo, maestro.

martes, enero 02, 2007

Un paseo de cómic por el 2006 (y VII): el LISTÓN

Ante la demanda exigente y pertinaz de los fans y debido a las muchas misivas recibidas de manos de los muchos millares de lectores del blog, hemos tenido que claudicar y, sí, ofrecer una de esas temibles (por su carácter impredecible y dogmático) listas de "lo mejor de". Lo mejor del 2006, en este caso, desde luego. Una forma paradójica de elegiaco elogio la de comenzar el nuevo año rememorando el viejo, pero, que quieren, en el fondo todos somos un poco nostálgicos (cuánto más después de haber leído, tan recientemente y abusando del tiempo vacacional, a clásicos como nuestros cercanos Krazy Kat y Little Nemo. Pelillos a la mar, lo que más gustó el curso pasado en este blog fue (sin orden ni concierto numérico):
- Ganges (Sins Entido), de Kevin Huizenga: por su osadía formal, por su frescura conceptual, por ofrecer más de lo que promete a simple vista y por tener como dueño y gestor a uno de los jóvenes valores más prometedores del cómic actual, nos gusta Ganges y no podemos esperar a que Kevin reaparezca en nuestro país con su Curses.
 - Macanudo (Mondadori), de Liniers: lo más recomendable e ingenioso del humor comicográfico actual (y, quizás, no sólo en castellano). La recopilación de las tiras que Liniers ha ido publicando en La Nación durante los últimos años ya está en España (con la segunda entrega anunciada para febrero). Uno de esos cómics para regalar y quedar (siempre) bien. El que no se ría con Liniers es que no tiene boca.
- Los años oscuros (Edicions de Ponent), de Santiago Valenzuela: última entrega del primer arco argumental de las aventuras del Capitán Torrezno. Sólo por eso ya merece su mención entre "lo más mejor" de este 2006. Verborreico en exceso frente a episodios precedentes, Los años oscuros, sin embargo, ejemplifica a las claras la imaginación desbordada de su creador y pone un punto y aparte a una de las grandes series épicas en viñetas de los últimos tiempos. Abre, así mismo, un nuevo episodio en la poco explorada experimentación interdiscursiva que permite el discurso comicográfico; por todo ello, aquí debe estar. 
- La Perdida (Astiberri), de Jessica Abel: seguramente, la autora indy más comentada y reseñada de este año. Su obra magna es ésta y la edición de Astiberri no ha defraudado. Estilísticamente, en la línea del realismo sobrio de Mazzucchelli, La Perdida arranca como un cómic bañado del slice of life, para terminar convertido en un thriller barriobajero de mafias centroamericanas y amistades defraudadas. Todo un culebrón de prestigio lleno de buenos momentos narrativos.

- Paul va a trabajar este verano (Fulgencio Pimentel), de Michel Rabagliati: hablando del slice of life... Tras la aparente intrascencdencia de la anécdota argumental, Rabagliati construye una honda reflexión existencial acerca de la vida, el paso del tiempo y el abandono de la ingenuidad juvenil. Como, en el fondo, se trata de temas universales y vivencias por las que todos hemos pasado, no hay fibra sensible que resista impertérrita a la andanada sentimental del canadiense; y eso tiene su mérito, que duda cabe.
- Bardín, el superrealista (La Cúpula), de Max: decir que el dibujo de Max es irresistible hasta la hipnosis, no sorprende. Pero es que, además, el conjunto de historias recopiladas bajo esta preciosa e impecable edición de La Cúpula, muestran una coherencia intelectual y un caudal reflexivo, que nos podría llevar a pensar que Max (detrás de su ironía abiertamente humorística) ha engendrado un nuevo género comicográfico: el del ensayo "enviñetado"; divertido, encima.
- Inverosímil, o como perdí mi virginidad (La Cúpula), de Jeffrey Brown: no se dejen engañar, aunque, efectivamente, Jeff Brown dibuja tan mal como parece, sus cómics sorprenden por su pericia narrativa y su capacidad de enganche. Ese emblema de la independencia fanzinera y la edición de mini-cómics que es Jeff Brown, cuenta entre sus méritos con el de la sinceridad imantada y contagiosa; consigue atraernos hacia su mundo privado hasta lograr que nos identifiquemos con las cuitas y miserias biográficas de un treintañero estadounidense de ascendencia grunge-indolente. Todos somos Jeff, gracias al señor Brown.
- Caricatura (La Cúpula) y Ice Haven (Mondadori), de Daniel Clowes: una mención al autor del año, que en realidad son dos, y las dos en puestos de honor. Valga Caricatura, como muestrario del universo clowsiano, ese mundo poblado por infelices, almas desubicadas y personajes de pesadilla interior; un mundo tan dislocado como coherente según las claves narrativas de su autor, una de las personalidades del cómic en las dos últimas décadas. Ice Haven, representa la concreción de una de esas anécdotas que se reparten por su obra. En este caso una con protagonismo coral e ínfulas claramente experimentales; en el plano de lo estilístico, obviamente, pero también por lo que respecta a la técnica narrativa e incluso por lo que tiene de trasgresión de las convenciones del medio. Por todo ello, thanks Mr. Clowes!

sábado, diciembre 30, 2006

Un paseo de cómic por el 2006 (VI): la paletada de arena

Ya lo decía la amiga Iru el otro día en los comentarios, el almibar y los aplausos están bien, pero un poco de ácido también ayuda a poner las cosas en su sitio (y más un día triste, por otras razones, como lo es hoy). Y es que, si bien el 2006 ha sido un año lleno de buenas noticias para comiqueros y acólitos, ninguna dicha es absoluta (menos aún cuando se habla de viñetas). Miren ustedes, mucha normalización, distribución y reproducción, pero cuando un servidor, con la adolescencia olvidada (aún sin canas), comenta en sus entornos respetables que lee cómics a destajo y que incluso les dedica algún que otro esfuerzo académico (ya les contaré algún día de estos), pues como que recibe miradas de estupor y medias sonrisas sospechosas: "Ah, Mortadelo y Filemón". Pues sí, y a mucha gala, pero no sólo, oiga; pero claro, mucho es pedir que la gente sitúe a Ware o Clowes (por mentar a dos de los que deberían estar) dentro de su archivo de cultura general y obviedades culturales. Incluso, si avizas la mirada escrutinante puedes ver en sus rostros semisonrientes ese fugaz pensamiento de "ya lo decía yo, éste es un friqui con pintas". Ya, ¿y tu que música oyes? Wagner, ah, vaya fascistoide ¿no? Así, así se siente uno. Que lo de friqui puede ser gracioso, pero la generalización suena un poco aleatoria y, perdonen, desconsiderada hacia lo que no deja de ser una manifestación artística ¿o no?

Quizás por eso, a los que vivimos en una pequeña ciudad de provincias nos resulta tan complicado acceder a ciertos materiales comicográficos, que encargas los cómics en tu librería como el que pide plutonio para el quimicefa de su sobrino. Así que, o hay viaje a la capi o no hay viñetas, amigos. Porque claro, lo de la normalización, aún sólo ha tocado de refilón a las librerías (serios lugares para obras serias; menos mal que aún podemos confiar en las bibliotecas públicas). Quizás por eso las editoriales tienen que lidiar con la edición de obras en condiciones no-óptimas (medios técnicos, medios personales, medios económicos) y claro, pasa lo que pasa, que después nos encontramos con auténticas chapuzas como las que nos han llovido este año aquí, allí y más allá (cuánto han dado que hablar, por cierto, y justamente); además, los hados de la imprenta han querido que el desguace fuera a afectar a dos o tres de los grandes títulos del 2006 (Agujero negro y Louis Riel, nada menos), que no sólo a ellos. La ira del lector soliviantado, el bolsillo insultado y el aficionado desencantado se dejó escuchar por los blogs este curso más que nunca. Vaya papelón (y nunca mejor dicho; por cierto la imagen de ahí arriba, "robada" a Con C de arte, por cortesía de nuestro amigo Sr. Punch).

Por otro lado, en los comments de ayer, otro amigo de la bitácora, me recordaba que les recordase otra de las penas y penurias que acechan al fiel lector de cómics: la saturación. Ya les digo. Ayer alabábamos el raciocinio editorial y el criterio en la selección de títulos que se ha observado este año respecto a otros precendentes, pero es que ni así. No hay quien esté al día en sus lecturas, ni quien pueda permitirse el desembolso, por cierto. Porque, sí, los precios siguen ascendiendo a la sombra y cobijo del prestigio del asentamiento de la "novela gráfica" (que, al sonar, más serio, debe exigir también una mayor solemnidad pecuniaria, es decir, un desembolso más generoso). Menos mal que entre tanto crítico y parlanchín como hemos aparecido, resulta más fácil guiarse en la elección del cómic que sí vale el desembolso (¿o ha sido al revés?). Buff, cuan complicado es todo, maese Torrezno. En fin, que tendremos que seguir jugando al bingo inversor y rezar para que la penúltima obra maestra resulte, al fin, serlo. Y esa es otra, si este año se hubieran realmente publicado todos los prodigios que nos han contado, ni crisis, ni deprestigio, ni na; del cómic al limbo de la creación. Si estaba en lo cierto el buen comentarista semianónimo, a veces dan ganas de incomunicarse en una habitación, con tus cómics atrasados, a la luz de un flexo y no salir para evitar esas novedades que no debes perderte. Ya lo decía aquel, el tiempo es tinta, amigos. Cuando nos visite el año joven acabamos con este repaso, ya mas largo de lo necesario. Feliz fin de fiesta.

jueves, diciembre 28, 2006

Un paseo de cómic por el 2006: encalado final (V)

Última tanda de palmaditas, alegrones y miradas optimistas tras mejillas rubicundas a lo Liberatore. Inevitable mencionarlo, no obstante: el 2006 ha sido muy positivo en términos editoriales (ojo, hablamos desde la óptica del lector, que en lo de las ventas deberán ser las mismas casas las que se pronuncien). Pues sí, este curso se ha editado mucho y con un criterio más que aceptable (en progresión constante desde hace unos añitos). Respecto a otros años, se observa una mayor racionalización en los materiales editados: cantidad/calidad. Casi cada editorial de las muchas presentes en nuestro país, ha sacado a la luz algún estreno que merecería estar entre lo mejor del año. Además, las editoriales pequeñas van asentando sus criterios de edición y seleccionando su espectro de mercado.

El manga sigue creciendo sin freno, conscientes sus editores de la atracción magnética que ejerce el sector sobre los lectores más jóvenes y los fans irredentos (no hay más que ver las cifras del último salón del manga). Planeta sigue tirando de catálogo e influencias y, algunas veces, consigue engancharnos con sus propuestas editoriales a lectores no habituales de manga: por ejemplo, cuando recuperan la obra del grandísimo Tezuka, como este 2006 con El árbol que da sombra. Otras editoriales, Ponent Mon al frente, siguen apostando por el manga (con obras de Jiro Taniguchi: El viento de la Tundra, El rastreador o la continuación de La época de Botchan) o el "nouvelle manga" de calidad (Kan Takahama y su Awabi); sin olvidar incursiones editoriales con la mirada del manga al fondo (Fresa y chocolate, de Aurelia Aurita, por ejemplo). En La Cúpula le han cogido el gusto al terror onírico-hipnótico de Hideshi Hino (Panorama infernal, El hombre cadaver); que sigan. Mientras tanto, Glénat a lo suyo con su ingente catálogo manga, sigue las series en marcha de Takahashi (Maison Ikkoku o Lamu) y aparece alguna sorpresita de la autora, como La tragedia de P.

Panini continúa centrada en lo suyo, los superhombres y superhembras de Marvel. Reedita antiguos títulos clásicos con criterio (el Spiderman de Lee y Ditko o Marvels, de Busiek y Ross) y algunos no tan viejos que algún día lo serán (clásicos), como sus Ultimates. Entre lo nuevo, aparece en muchas listas los Jóvenes Vengadores, de Allan Heinberg y Jimmy Cheung o la miniserie Iron Man: Extremis, de Ellis y Granov (ahora que vamos a cansarnos de oír hablar del señor de hierro con su adaptación cinematográfica).

Norma ha editado en un volumen el fantástico Superman para todas las estaciones (de Jeph Loeb y Tim Sale), pero como suele ser norma en ellos (¡perdón!), no se limita al mercado de los héroes en mallas y llega materiales menos localizables, genéricamente hablando, como los muy queridos por sus fans Concrete, de Chadwick, el Stranger in Paradise, de Terry Moore o Elfquest de los Pini.

Planeta, no quiere ser menos y terminó su irregular coleccionable de Batman (que había comenzado con el cebo inmejorable del Año Uno a un euro). Además, entre sus muchas series, encontramos el Catwoman de Bruebaker, el Superman de Azzarello y Rucka o sus infinitas reediciones de clásicos, entre las que han hecho ruido la de JLA/JLE, de Keith Giffen y DeMatteis, la de El cuarto mundo, de Jack Kirby o, tachán, el Green Lantern/Green Arrow de los señores O'Neil y Neal Adams, casi na. Y sin ser exactamente del género, lo cierto es que Los muertos vivientes de Robert Kirkman merecería citarse aunque sólo fuera por los premios recibidos en Expocomic 2006 (guión y obra extranjera). Lo de los superhéroes, como ven, inmanejable.

También abundante ha sido la cosecha del llamado "cómic de autor", por oposición a aquel (???). Entre lo norteamericano (Canadá incluido), encontramos y damos la bienvenida a muchas chicas con obra de relumbrón: La Perdida, de Jessica Abel (Astiberri), El corcel gris, de Hope Larson (Dibbuks) o Vida de una niña, de Phoebe Gloeckner (La Cúpula). También relativamente novedosa es la proliferación de cómics con temática gay, entre los que destaca sobremanera la obra magna de Howard Cruse, Stuck Rubber Baby (excelentemente editada por Dolmen). Entre los jóvenes y los viejos clásicos, nos topamos con que de casi todos encontramos novedades este año: de Chester Brown, Ed, el payaso feliz (La Cúpula; por lo demás, seguiremos el consejo de La Cárcel y consideraremos que la edición corregida de Louis Riel en enero sitúa a esta obra en el 2007), de Clowes, Caricatura, Lloyd Llewellyn (La Cúpula) y, el más citado y halagado del año, Ice Haven (Mondadori); el delicioso Paul va atrabajar este verano (Fulgencio Pimentel), del canadiense Rabagliati también merece algo más que una cita; por supuesto, Locas de Jaime Hernández y de Crumb, El gran libro Yum Yum (también de La Cúpula los dos); la ansiada tercera entrega de Tug & Buster (Astiberri) o el Gregory 2 (Planeta), de Marc Hempel o la edición definitiva del más popular de los los "independientes", el Bone de Jeff Smith (Astiberri). Por lo demás, en los próximos años, oíremos hablar de Kevin Huizenga (Ganges -Sins Entido), de Jeff Brown (Inverosímil - La Cúpula) o Anders Nilsen (Mitologías -Fulgencio Pimentel), y de algunos otros por venir como Weing, Hanuka o Brian Ralph. Y que no se me olvide un acontecimiento en varios sentidos y por varias causas: la edición del King, de Ho Che Anderson (Edicions de Ponent). 

En la vieja Europa, igualmente, muchas y muy buenas cosas. Refrendando además una realidad: cada vez se editan antes en España los materiales de fuera. Que valga como ejemplo La mala gente de Davodeau, que los señores de Ponent editaron en nuestro país con las ascuas de su triunfo en Angouleme aún humeantes. También de Ponent es el celebrado Periodo glaciar, de Créçy y algunas de las muchas obras de Sfar (La Java Bleue o Pascin), que hemos olido este año por aquí; otras son: El gato del rabino 4, El minúsculo mosquetero 1 (Norma), . Y siguen sacando cosas Frederik Peeters (nueva entrega de Lupus en Astiberri), Larcenet (Vida de perros: una aventura rocambolesca de Sigmund Freud y otra entrega de Los combates cotidianos -ambos en Norma ). Más cosas destacables: el extraño, experimental y sorprendente Morlac (Diábolo Ediciones), de Leif Tande (noruego-canadiense, que bien podríamos haber citado antes) o el premiado Apuntes para una historia de guerra, de Gippi (Sins Entido). Y por estas tierras hispanas, ¿qué ha sucedido? Pues que lo que funciona fuera, parece que también cala dentro, así que, albricias, poco a poco las chicas se meten con fuerza dentro del negocio comicográfico: lo sabe bien Sonia Pulido, que ha sacado este año su Puede que esta vez (Sins Entido) o Sandra Uve con Los juncos (Astiberri). Por lo demás, siguen confirmando su buen hacer algunos autores jóvenes que ya habían mostrado maneras con obras anteriores, como David Rubin, con La tetería del oso malayo o Javier de Isusi y La isla de nunca jamás (los dos en Astiberri). Los de siempre tampoco han dejado pasar la ocasión y presentan un puñado de muy buenos tebeos: Carlos Giménez, Barrio 3 (Glénat), Mauro Entrialgo, Los domingos (Edicions de Ponent) y Ángel Sefija (Astiberri) y el gran Max, con una de las estrellas editoriales del año, Bardín, el superrealista; un cómic que, aunque recopila historias dispersas anteriores, nos apetece incluir aquí como novedad novedosa de la buena, por su carácter cohesivo y homogéneo (toma ya). 

Dejamos para el final, a modo de homenaje, siempre modesto, a don Santiago Valenzuela, y su última entrega torrezna, el cierre del ciclo de Deeneim. Además, con el precioso cofre-cajita que se han marcado los amigos de Edicions de Ponent para cobijar los cinco volúmenes de la serie, la cosa ya merecería la pena. Los años oscuros, más extraño, más loco y referencial que los anteriores, se presenta como cierre perfecto para la saga épico-paródico más grande del cómic español en muchos lustros. Todo un regalo.

He dicho, mañana más.

miércoles, diciembre 27, 2006

Un paseo de cómic por el 2006 (IV): otra manita blanqueadora.

Hoy va de reediciones y formatos, cosas buenas todas. Este año en internet se ha hablado bastante de formatos, un debate curioso por lo que tiene de formalista (valga la redundancia múltiple). Pero sí, será porque los adolescentes que comprábamos cómic-books nos hemos hecho mayores (tampoco tanto, no crean) o porque se nos ha quedado endeble el formato de las grapas, lo cierto es que las disertaciones han sido varias y variadas y casi todas dejan alumbrar una evidencia: los antiguos formatos de edición están pasando a mejor vida y los nuevos han venido para quedarse. Veamos.
El cómic-book cada vez se hace menos rentable en términos de esfuerzo pecuniario y acumulativo. Es un modelo de edición que resiste malamente el paso del tiempo y cuya lectura (breve por narices, o por número de páginas) no hace apenas rentable la inversión. Vamos, que donde esté un buen tocho manga, que se quite la "revistita-que-me-leo-antes-de-abrirla". El formato manga (entidad abstracta donde las haya) es sólo una de las opciones; la más exitosa entre el público joven quizá. ¿Se acuerdan de aquellos mini-mangas imposibles de Planeta, que tras cuatrocientos veintisiete libritos no cubrían ni el primer arco argumental de la serie? (aún me acuerdo de cuando Maison Ikkoku se llamaba Juliette Je T'aime, sniff). Es bueno y saludable que los señores de Glènat, Ponent Mon et al, se hayan pasado definitivamente a un formato más similar al de las tierras niponas (sí, lo sé, a veces en detrimento de la calidad, pero es que no se puede tener todo).
El que lo quiera tener todo y, además, tenga dinero, que se compre "novelas gráficas". Ahí estamos, otro término maldito-ambigüo-complejo, alabado por muchos y maligno como la kriptonita para otros. A mi me encanta, que le vamos a hacer. Me gusta tener un volumen con una historia autoconclusiva (ahora que las revistas de cómics para adultos han pasado a mejor vida tal y como las conocíamos -historias por entregas, series dispersas, etc.-, en favor de un modelo más sofisticado); me gusta también que podamos colocar los cómics en estanterías con huecos de menos de medio metro de alto (aunque no se crean que soy enemigo de los albums, faltaría más) y me gusta que los editores piensen que algún día (¿o ya ha pasado?) los cómics tendrán su sitio en las librerías. El hecho es que con lo de las novelas gráficas, muchas editoriales han tenido la brillante idea de reeditar antiguos materiales dispersos en cómic-books (o su equivalente castizo de las tapitas duras satinadas) en un solo volumen. ¡¡¡¡Aleluya!!!! La lista de este año es enorme y a un servidor se le caen las lágrimas cuando mira a sus baldas y ve el Agujero negro de Burns en un solo volumen (ehem, más una página) , o los tomos gorditos (en cantidades contables) de Locas, Ciudad de cristal, Balas perdidas, Sonámbulo; y, por estos lares, las historias dispersas del gran Max y su Bardin, el superrealista o el Sofía, Ana y Victoria (en formato álbum, éste), de March, etc. En fin, que parece que los editores se han hecho mayores junto a sus lectores.
Sólo así se entiende también que al fin, a las casas editoriales se le haya iluminado la bombillita mágica de otro tipo de reediciones, las de los clásicos. Como unos cascabeles ando, oigan. Después de décadas (que digo décadas, milenios) oyendo hablar de las bondades de Little Nemo, El Príncipe Valiente, Krazy Kat, Modesty Blaise o Rip Kirby, resulta que ahora (suenan las fanfarrias) hemos podido leerlos en español (gracias Planeta, gracias Norma). E incluso otros, como Glénat, siguen gloriosamente empeñados en resucitar a nuestros ídolos patrios de los 70 y 80 y en juntar lustrosos albums con sus materiales dispersos por las revistas de lo 80; da gusto tener de vuelta a los Bea, Luis García, Fernando Fernández, Usero o Carlos Giménez.
Y al que le falten los dineros para novelas gráficas, albums, recopilaciones y series infinitas de estas y otras tierras, pues que se lance a comprar mini-cómics. Sí, lo sé, soy un pesado con el tema de los mini-cómics, pero ahora viene a colación más que bien ¿o no estamos hablando de formatos? Además, me creo lo que digo, el mini-cómic tiene futuro y es todo un campo de pruebas para el descubrimiento de nuevos buenos valores. Hagan juego,oigan, y gracias a todos los que tienen la osadía de editar cómics, tan queridos, tan inciertos y oscilantes.

martes, diciembre 26, 2006

Un paseo de cómic por el 2006 (III): otra de cal.

Continuamos con el repaso anual y lo hacemos en rima consonante, en "on"; después de la normalización, aplaudimos otra buena nueva muy relacionada con aquella: la difusión. Efectivamente, con la posibilidad de comprar por internet (al fin algo en lo que hemos salido ganando con el euro), no sólo resulta cada vez menos complicado hacerse con esos cómics que sólo conocían los expertos (alabemos a San Amazon y San Ebay), sino que además, cada día es más sencillo acceder a información acerca del medio. Ayudan, y mucho, las editoriales (que como veremos mañana, cada vez funcionan con más diligencia) con sus listas de novedades. Esencial es también el papel de internet, con sus blogs y bitácoras, crecientes en número y en diversidad (¿en calidad? no nos pronunciaremos por lo que nos pueda tocar ;).

Parece que el círculo de amigos del cómic reunidos en torno al calor de las viñetas, se va consolidando positivamente. Quien más quien menos, tiene su listita de páginas favoritas a las que recurrir con un simple click. En este sentido, el papel difusor y englobador (permítaseme el oxímoron) de TEBELOGS! es cada día más loable e importante (desde aquí mi agradecimiento sincero y personal, pero me imagino que compartido por el colectivo de bloguers comiqueros); está por ver cual es la capacidad real que le permite a TEBELOGS! ser un blog de blogs manejable y operativo, y si aguantará el crecimiento exponencial al que se ha visto sometido este año (muy positivo, en principio). Por lo demás, aunque muchos nos hayamos sumado al juego de las bitácoras en este 2006, casi todos seguimos confiando en La cárcel y su carcelero, como bitácora maternal de referencia; al tiempo que nos dejamos caer casi a diario por muchas otras páginas clásicas, divertidas, locas o instructivas.

Como hemos dicho al arrancar el post, el tema de la difusión está emparentado directamente con muchos de los factores de normalización que señalábamos ayer (el apoyo institucional, el aprecio de la crítica y los medios impresos, etc.), y, sin duda, también ha de estarlo con algunos aspectos externos (o no tanto) al propio mercado comicográfico: porque, a ver, ¿quién no se ha tragado este año al menos una película basada en un cómic? Sin ningún ejemplo a mano tan glorioso como la gloriosa American Splendor de Springer y Pulcini, que vimos el año pasado, lo cierto es que cada vez "vemos más tebeos" en el cine (V de Vendetta, Batman Begins, etc.). Algo querrá decir y algo tendrá que ver con la popularidad creciente del discurso (al menos, debe significar que los productores confían más y más en la calidad de los guiones de cómics en detrimento de sus propios escritores).

En fin, no sé si los globos y los bocadillos no me dejan ver más allá de mis líneas cinéticas, pero juraría que cada vez se habla más y mejor de cómics, incluso en círculos que no tienen que ver con (o nunca han querido ver) los personajes enviñetados. Winds of change.

lunes, diciembre 25, 2006

Un paseo de cómic por el 2006 (II): una de cal

El palabro del año y uno de los top-ten de esta bitácora ha sido "normalización". Y es que, aunque suene increíble, parece ser que la máxima aspiración del cómic en sus (bastantes) más de 100 años de vida ha sido entrar dentro del grupo de las artes en un grado de paridad. La cosa ha tenido sus obstáculos, de ahí la ansiedad creada, claro. Por un lado estaba la cuestión del público lector: ya se sabe que lo de los dibujitos iba tradicionalmente asociado a la lectura ilustrada, que con colores los niños habían de asimilar más fluidamente (cosas de críos). Luego estaba el asunto del nacimiento a la sombra de las máquinas tipográficas y la distribución sindicada y los condicionantes de la prensa y el público lector que te lee y te tira como un producto de consumo más rápido y "popular" (en el peor de los sentidos), que un folleto publicitario. Y, claro, en la vieja Europa de los fascistillas diletantes se vio bien que el folleto se convirtiera en cómic y el cómic en folleto. Todo un batiburrillo de diretes que llevó al cómic al grado de arte menor o hermano menor de las artes, medio popular sin valor artístico, o vaya usted a saber.

Por eso, ahora (en realidad la cosa viene de hace unas décadas, los años 70 quizás; cuando hasta una lata de tomate podía estar en un museo), decía que ahora a uno se le ilumina la cara cuando descubre que rara es la semana en que no encontramos un tratamiento serio de los cómics en los medios de difusión periodística del país. O cuando resulta que cada vez más y más museos parecen interesarse por los artistas (sí, sí, como los que pintan cuadros, caballero) que hacen viñetas. Se abren los centros de investigación y divulgación, se unen los profesionales, se remueven inquietos los de dentro y los de fuera. Y mire que hasta los políticos, de repente, han decidido que hay que proteger, legislar e incentivar el 9 arte (¿o era el décimo?).

Además, resulta que lo de la normalización dichosa no sólo tiene que ver con la recepción y aceptación social del medio (aunque sí en gran medida), sino también con el hecho de la creación artística; es decir, con que en los cómics se pueda hablar de todo y con que nadie se eche las manos a la cabeza (si resulta que ya no es una cosa sólo de niños, pelillos a la mar) por que una señora o señorita se ponga a dibujar cómics (ahí están en este curso 2006 las Jessica Abel, Roberta Gregory, Hope Larson, etc.) o por que a alguien se le ocurra hablar de sexo con pelos y más pelos, sin importarle la inclinación, posición o paridad genérica. Miren que, quizás, algún día hasta seremos capaces de leer cómics de allá o de acullá con toda la normalidad del mundo, aunque hablen de señores de otros colores políticamente correctos.

Así da gusto. Este 2006 huele a cambio del bueno. A normalidad, a "nos-estamos-haciendo-modernos" pese a quien pese. Huele a que el cómic ha entrado definitivamente en la mayoría de edad y a que ya es un arte con mayúsculas. Que siga.

domingo, diciembre 24, 2006

Un paseo de cómic por el 2006 (I)

Vamos a sumarnos a la inercia buen-rollista-revisionista-fiestera de estas fechas y, amén de felicitarles las fiestas a todos los buenos amigos y lectores de esta bitacorita, les invitamos a pasearse con nosotros a lo largo de la siguiente semana por lo mejor y lo peor que nos han dejado las viñetas en este 2006. Iremos y vendremos por esas baldosas amarillas que nos guian esperanzados hacia un futuro luminoso del cómic y descenderemos por los resbaladizos escalones enmohecidos hacia las catacumbas del 2006 (se me inunda el espíritu de prosa versallesca estos días, que le voy a hacer). Lo dicho, acompañennos en el paseo; culminaremos a los pies del arco iris con los primeros pálpitos del 2007 y con la inevitable lista de nuestros cómics favoritos de este curso que ahora termina. Nos vemos por aquí. Abrazos.

jueves, diciembre 21, 2006

Más de Weing, Bugbear.

Tengo la sensación de que mi sección de la sidebar de "cómics online" está gafada; vamos, que si la utilizase para publicitar una página de línea clara, me crecerían los pitufos. Todo empezó con Drew Weing, uno de mis jóvenes autores estadounidenses favoritos, sobre todo por su serie online Pup, que Drew descolgó cuando no hacía ni tres días de mi reseña; afortunadamente el propio autor la ha vuelto a colgar aquí, y nadie, nadie debe perdérsela.
Poco después, volvió a sucederme lo mismo con Derek Kirk Kim y su historia La misma diferencia, que quizás eliminó para no hacer competencia a su edición impresa (y que no ha vuelto a reponer). Además, como observará algún lector habitual del blog, la cacareada continuación de los comics online de Daniel Merlin, nunca tuvo tal continuidad en un segundo post (esto se debe única y exclusivamente a mi vaguería y prometo remediarlo en breve).
Por todo esto y como desagravio al primero de los protagonistas citados, me ha apetecido recuperar y recomendarles un cómic (esta vez en papel) de Drew Weing: Bugbear. Lo malo de Weing es que por estas tierras está aún inédito, lo bueno es que su preciosa página web y el servicio de venta por correo directo y personal que ofrece, va como un tiro. Así es como me hice, entre otros minicómics (y alguna baratita tira original) con Bugbear. Ya saben que soy un adicto a los minicómics, por su precio, su espontaneidad y lo que tienen de experimento artístico y barómetro de tendencias. Además, su edición casi artesanal te depara sorpresas como este Bugbear. Un delicioso cómic creado al alimón por Weing y su esposa Eleanor Davis, con historias de muy buen nivel por parte de ambos y con una portada litografiada a cuatro colores que es una maravilla (sic. foto).
Entre las historias, "Leaflet Drop", extraña y original, me deja, no obstante, un poco frío; al igual que ese experimento de una página que es "Farther Away". La cosa se calienta con el cuentecito campestre, "Camping Trip with my Dad and Sister", que a modo de diario de campo presenta Eleanor, y coge definitivamente impulso con la anécdota onírica de Weing sobre su padre, "Soy-Based". "Her Smell", de Eleanor es una breve (una página) e interesante reflexión sobre el destino de las personas. Sin embargo, son las dos últimas historias de cómic las que valen por sí solas la inversión de los $6 (¿4 euros y medio?):
"The Machinery Inside" es una de las historias breves mejor dibujadas y más emocionantes que ha leído un servidor en mucho tiempo. Una breve y lúcida reflexión sobre el ser humano, su papel en el universo y el respeto a la naturaleza. Una pequeña gema que reluce con fuerza y se convierte en metáfora perfecta del talento que atesora Drew Weing.
"The Mistake", de Eleanor Davis, está de nuevo llena de emoción y sinceridad: nos habla de las reacciones incomprensibles ante la muerte, de la imposible asunción de la inxistencia de los seres queridos; el cuento de un milagro soñado. En fin, ya lo ven, me rindo ante Weing y señora, y es que me tiene ganado el dicho aquel de que las buenas esencias vienen en frasco pequeño. Compruébenlo con Pup y si no pueden dejar de oler, ya saben.