Pues sí, ya estoy de vuelta; ahora, a ver si consigo normalizar mi vida, mis aconteceres laborales y este blog. Por de pronto, el viernes tengo una cita con mi destino académico-comiquero que... ya les contaré. Retomemos el hilo de la argentinidad, entre tanto.
Qué decir, me ha encantado aquella tierra, vengo desbordado de experiencias, abrumado por la naturaleza desbordada del país y con la mochila desbordante de energía para intentar superar la resaca de las buenas vivencias. Cómics, menos de los que suponía. Resulta que es tan complicado encontrar tebeos en argentina como lo es aquí (si no más).
Verán, verdad es que en casi todas las librerías podemos encontrar Quinos a destajo (el rey del mambo viñetero por goleada). Incluso resulta sencillo toparse con Maitenas y los ya mentados y comentados Macanudos. El segundo triunfador del globo pampero es Fontanarrosa, también omnipresente. Me he comprado un volumen de su gaucho Inodoro Pereira, la mar de divertido; una especie de Martín Fierro narigudo y filósofo, cargado de argentinismo. Publicado, como tampoco podía ser de otro modo, por Ediciones de la Flor (que en el tema editorial se comen mucha parte del pastel).
Con suerte, uno también puede encontrar en las librerías alguno de los voluminosos tomos naranjas de Doedytores con cosas de Trillo, A. Breccia y Robin Wood (con cuentagotas, eso sí). Alguna edición en pastas duras del Perramus, Enrique Breccia y vale.
Luego están los quioscos, en donde sí es posible encontrar algunas cosillas más que en los de nuestro país (lo cual dinamiza el mercado y la divulgación de obras y autores, sin duda). En un quiosco, por ejemplo, me compré el primer tomo de El Eternauta, el clásico de Oesterheld y Solano López, en la edición de Ediciones Record. Circulaban también el volumen 2 y el 3, así como el de El regreso de el Eternauta, la edición de los 50 años autorizada por los autores y un sinfín de continuaciones, ramificaciones y reediciones entre las que me pierdo (si alguien conoce alguna fuente estructuradora para tal maremagnum, que lo diga ahora o calle para siempre). También en un quiosco me compré algunos de los números de la renacida Fierro, con un nivel más que alto, una nómina de autores que asusta (Maitena, Max Cachimba, Liniers, Carlos Nine, Oscar Grillo-Carlos Trillo, José Muñoz, Enrique Breccia, etc.) y algunos guiños al pasado (como esa portada de Oscar Chichoni del número 3 y el póster del mismo autor que incluyen en el 2, con la primera portada del viejo Fierro; que aquí veríamos años más tarde abriendo el número 20 de la revista Totem).
Tiendas de cómics... miren que me recorrí de arriba a abajo las calles Florida y Corrientes (la que más librerías tiene por metro cuadrado del universo, doy fe); pues nada, sólo me topé con una tiendecita de cómics, la más minúscula a este lado del cosmos, que no tenía nada aparte de lo que ya hemos mencionado (casi menos que en el quiosco de enfrente). Así que, miren por donde, volví con la cesta de cómics tan liviana y ligera, que me la tuve que rellenar de alfajores, oigan.