jueves, febrero 22, 2007

Cómics Online: El mago, Daniel Merlin (II)

Hace tanto que no actualizábamos nuestra sección de "Cómics Online", que su presencia en la barra de la derecha empezaba a ser ofensiva y a tener un efecto de termita sobre nuestra conciencia; cuánto más aún la serie de posts dedicados a Daniel Merlin, comenzada hace muchos meses y nunca proseguida (pese a anuncios varios en el sentido contrario). Entre medias, algunos blogs ilustres (como el necesario Con C de arte) han dedicado palabras (gracias por el guiño) a la obra mágica de este autor futurista.

Si recuerdan, en aquel lejano posts hablábamos de los diferentes niveles de ejecución en los que se movía Daniel Merlin respecto a su obra internáutica. Me cito a mi mismo (a sabiendas de lo feo que es eso):

Él mismo, en su web, distingue entre tres categorías de trabajos comicográficos: webcomics (aquellos que utilizan internet como medio de difusión y que se aprovechan de sus posibilidades espaciales y formales), hypercomics (conectados con la idea del "hypertext" y los hypervínculos desarrollada poir McCloud en La revolución de los cómics -aunque Merlin la lleva a extremos impensables gracias al flash y otros recursos) y, finalmente, print comics (los tebeos impresos de toda la vida, vamos). 

De los webcomics ya dimos cuenta entonces, se le debe ahora una atención a los hypercomics, cuya paternidad (al menos conceptual) vamos a otorgar a Mr. McCloud y a su clarividente y anticipatorio Understanding Comics. Un hypercomic es un webcomic en el que la animación se convierte en un factor relevante frente a la imagen estática tradicional (Wikipedia dixit). Existen hoy en día numerosas páginas en la red destinadas a los hypercomics, pero sin duda la de Merlin es una de las pioneras y ha sido fuente de inspiración para la mayoría de ellas. Analicemos algunos de sus trabajos cronológicamente hasta la actualidad, como ya hicimos con sus webcomics:

En el año 2000, Merlin desarrolla Happyfrictions, su incursión en el hypercomic basada en html y javatscript. Tres pequeños experimentos (Hiddenfractions, Hipafflictions y Higherfunctions) en los que, como el mismo señala, una misma historia adquiere giros y realizaciones sorprendentes mediante la combinación infinita de una serie reducida de materiales gráficos y textuales, que generan bucles narrativos sin principio ni final (en ocasiones un tanto monótonos y pobres en términos argumentales, todo sea dicho). Un buen arranque, no obstante.

Happyfrictions (2000): "A conspiracy. A shooting. A change in reality."

Al año siguiente (2001), le toca el turno a Sixgun: Tales From An Unfolded Earth. Todo un un tour de force dentro de los cómics en internet. Una viñeta introductoria nos permite elegir seis historias, las seis comienzan por el final y recurren a mecanismos de desarrollo ligeramente diferente (aunque casi todas ellas se basan en scrolls laterales o verticales dirigidos por el lector mediante un punto de referencia que anclamos en la pantalla con el ratón). Así, oscilamos entre la tira de viñetas en la que una que sirven de guía permanece fija mientras se renuevan las que tiene al lado (Come Back Weird o The Night Before -mi favorita-) y otras en las que, a falta de viñetas, nos movemos por un único dibujo trayecto gracias al anclaje del cursor previamente mencionado, observando únicamente la parte del mural que nos permite el tamaño de la ventana principal. Un ejercicio estimable, lleno de hallazgos, aunque con resultados un tanto confusos (con unas historias difíciles de seguir) en algunos casos.

Sixgun (2001): "A surreal anthology of interrelated short stories."

Doodleflak (crítica garabateada) es una de las dos propuestas de Merlin en el 2002. Un curioso cómic creado en flash, con cuatro historias independientes que se ramifican a partir de una viñeta central. El movimiento de dirección en zoom de la pantalla hacia la tira elegida y el sonido de fondo, aportan dinamismo a un trabajo menor, pero con momentos ciertamente divertidos (como las tiras del luego famoso ninja manco de Merlin). Brainslide es la otra y como en aquella, su novedad reside en las transiciones dinámicas (y sonoras) entre diferentes tiras o historietas cortas (tres o cuatro viñetas), que en ocasiones funcionan como reflexiones metaficcionales. Todas las historias se integran dentro de un gran puzle que permite diferentes recorridos parcialmente aleatorios e independientes.

Brain Slide (2002): "I'm sure it will all make sense shortly."

En 2003 ven la luz dos hypercomics, el primero, el que presenta a un viejo conocido nuestro, Icarus. Icarus Creeps juega otra vez con flash para regalarnos una recreación visual del brainstorm que aqueja a nuestro escritor al borde del delirio: las ideas (palabras) se mueven frenéticas alrededor de la imagen estática de Icarus en el centro de la viñeta, esperando que las pinchemos con el ratón para convertirse en una tira de cómic convencional de tres o cuatro viñetas (una idea brillante que hubiera hecho las delicias de Joyce o Woolf, sin duda). Po-com Uk-001 parte de una colaboración de Merlin con el Institute of Contemporary Art y, como señala el autor, supone el estreno de su (¡ojo al dato!) "flash-based zooming infinite canvas delivery system" (sistema, basado en flash, de desplazamientos sobre una gran viñeta fija por medio del zoom): The Tarquin Engine, lo llama el amigo. Es decir, la vieja idea del dibujo trayecto o cómic-itinerario, que ya había usado el propio Merlin, pero actualizada con el desplazamiento mediante el zoom (que nos permite en los planos abiertos obtener una visión de conjunto interesante). La historia está planteada además desde un eclecticismo gráfico radical, oscilando desde estilos afines a la ilustración infantil y otros de herencia claramente decimonónica hasta viñetas casi underground (que me recuerdan a Blanquet); como dijo aquel, un festival para los sentidos (que, a veces, llega a ahogar el "qué" a manos del "cómo").


Icarus Creeps (2004): "Icarus writes comics for living. Well, he did. Once. Maybe."Llegamos al año 2004.

Don Daniel continúa sacándole provecho al "Tarquin Engine" y mejorando sus posibilidades técnicas. En Externality introduce un pequeño cursor de desplazamiento por la pantalla y cambia las viñetas dibujadas de Po-com Uk-001 por imágenes fotográficas retocadas con el Photoshop; servidor se queda con la primera prueba, para que engañarles. The Formalist recoge algunas de las dudas y reflexiones temáticas que surcan toda la obra de Merlin, sobre todo aquellas que cuestionan las relaciones entre la realidad y el arte ("It seems there are some corners of reality where questions are more important than answers"). La realizacón formal continúa basándose en las posibilidades del zoom interactivo como vehículo de desplazamiento secuencial. En este caso a partir de un bucle infinito focalizado sobre un mismo personaje (the formalist) que reproduce su presencia a diferentes escalas (las cuales podemos acercar creando "nuevas viñetas" recurrentes) en la pantalla principal.


The Formalist (2004): "Who is The Formalist? Where did he come from? Where did he go? How did he get there and how will he get out?"

Llegamos así al año 2005, hasta ahora el último en el que Merlin trabaja con hypercomics. Es el año, por ejemplo, de su tercera experiencia con los cómics en 24 horas: 24: Three. Más del "Tarquin Engine" para una historia compuesta por varias secuencias independientes que exigen un desplazamiento entre viñetas, de mayor a menor. Reflexiones dentro del habitual tono irónico-metafísico-existencial que caracteriza a su autor; una curiosidad irregular, con momentos de interés pero en nada novedosa (el experimento manda). Acabamos este larguísimo post con un título curioso, The Merlism: The Book of Merl: "An improvised hypercomic intended as the basis for a new religious order", casi nada. Más ironía, mala leche, dudas teleológicas y unas gotitas de autocomplacencia para la olla donde el mago nos cocina su última poción. Un cómic semi-improvisado, con una estética icónica y mucho dadaísmo merliniano. Un divertimento en el que la dirección de las viñetas, el orden de la secuenciación o el mismo dibujo, parecen lo de menos. Conociendo a su autor, no podía ser de otro modo.


Merlism: The Book of Merl (2005): "A religion for our modern times, improvised daily in October '05."

Volveremos con el mago Merlin (esta vez antes de seis meses).

lunes, febrero 19, 2007

Un cómic feminista: Girl Fight Comics, de Trina Robbins.

Gracias a todos por vuestras amables palabras de felicitación y esa presencia impenitente al otro lado. Ahora, volvemos al tajo y lo voy a hacer echándole un vistazo a uno de esos tebeos underground rarunos (que diría la amiga Iru), que me agencié en mi última incursión por los océanos de ebay.
Hemos hablado mucho de mujeres y cómics; y hemos mencionado en varias ocasiones a Trina Robbins, como artista esencial para la emancipación creadora de las dibujantes de cómics, allá por los años 60 y 70. Había leído historias sueltas de Robbins en Wimmen's Comix o en Tits & Clits, pero nunca un cómic-book enteramente suyo. Lo he hecho ahora con el Girl Fight Comics, nº2, que venía en el lote de ebay, y lo cierto es que la cosa tiene su gracia. Me explico.
El tebeito (formato habitual underground: 16 páginas a doble cara en papel de mala calidad) está fechado en 1974. Las intenciones de la autora, evidentes desde su título; no hay espacio para la duda: Trina quiere reivindicar su bien ganado rol de artista feminista radical. Por eso, cada una de las historias incluidas, está protagonizada por una mujer-heroína y el tono general es claramente revanchista. Desde la joven groupy reconvertida en amazona en "Montezuma's Revenge", hasta la superheroína afroamericana y guerrillera de "Fox Hunt", los personajes femeninos de este número intentan ajustar cuentas con unos personajes masculinos estereotipados en su vileza y actitudes ofensivas (de puro machistas). El conjunto resulta, en consecuencia, bastante predecible y tópico. Los personajes femeninos son puramente recreaciones de modelos heroicos tomados de la tópica feminista (amazonas), los movimientos de liberación del hipismo o incluso resultado de una transposición de roles a partir de géneros tan masculinizados como la novela negra de detectives o los cómics de superhéroes. El dibujo de Trina Robbins tampoco es gran cosa: figuras bastante rígidas, despreocupación por las reglas de la proporción o la ortodoxia anatómica, fondos simplificados al máximo...
Y, sin embargo, todo muy naïf y divertido. En realidad, las aportaciones de la amiga Robbins y coetáneas no deben ubicarse en el cajón de la evolución comicográfica, sino (como ya comentamos en su día) en la carpeta honorífica de los artistas que han permitido la normalización del medio y su entrada en una fase de madurez creativa que, sólo desde hace apenas dos décadas, comienza a dar sus frutos. Una fase en la que ellos y ellas deben entrar en igualdad de condiciones; si así es, lo será en gran medida gracias a Trina Robbins, entre otros, y a trabajos como este Girl Fight Comics. En realidad, bajo la obviedad de las batallas feministas que plantea el cómic, se esconde un ejercicio de reivindicación consciente y nada ingenuo. Como observamos en la historieta corta autorreferencial que cerraba el número en el anverso de la contraportada (sic), la propia autora es consciente de que su estilo agresivo es una forma de lucha feminista por encima de cualquier otra consideración (artística, estilística o cultural): "... well, lemee tellya a little about myself -I'm a feminist- what you might call a 'women's libber' -bet ya knew already" (fíjense en ese uso del argot subrayado de un modo casi agresivo, como marca de personalidad y carácter).
Por tanto, no hay que asustarse, ni decepcionarse ante los limitados valores artísticos que, sinceramente, "adornan" a muchas de las obras underground. Se trata en realidad de saber leer entre líneas y dejarse llevar por los planteamientos (alguna vez ingénuos, eso sí) de unos hombres y mujeres que se veían al comienzo de una lucha importante: la que habría de romper los valores establecidos por la gerontocracia dirigente y los elefantes del inmovilismo, una lucha que no obtuvo una gran victoria, pero que sin duda abrió varias grietas en el dique de contención de los poderes fácticos, editoriales y creadores de opinión. Ahí están las herederas de Trina Robbins para recordárnoslo y ahí queda Girl Fight Comics como documento sociológico de relumbrón.
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(Actualización: 22 - febrero - 2007, 16:41)
Creo que al fin he arreglado el enlace para que la imagen de Trina se pueda abrir en una ventana nueva. No os la perdáis, rebosa de ironía.

sábado, febrero 17, 2007

Ya soy médico en viñetas.

Bueno, no tanto. Saben que no me gusta demasiado desvelar intimidades en este blog, más allá de las enseñanzas comiqueras que saco en claro de mis viajes mundanos, pero hoy voy a hacer una excepción que, creo, viene a colación (que, por otro lado, ya he insinuado en algunos posts y comentarios anteriores).
Allá va el ejercicio de autobombo impresentable. Sucede, resulta, que al fin he leído la tesis que con tanto mimo he venido incubando bajo el alerón durante estos últimos años. Hecho que, estoy seguro, se la sopla a todos ustedes (que no se pasan por aquí para leer detalles oscuros de mi biografía). Sucede también (y aquí está el quid de la cuestion), que la susodicha investigación ha estado centrada en torno al cómic, los globos y toda esa parafernalia viñetera que nos une a ustedes y un servidor en este lugar bitacórico. El título del artefacto en cuestión es (agárrense): "El cómic: texto y discurso. Una propuesta de análisis narratológico". El epígrafe, como ven, responde a los requerimientos de la pompa academicista, pero no se me asusten, que la cosa no es tan espesa ni hostil.
En realidad, me he limitado a analizar el cómic como objeto (origen y descripción) y aplicar los preceptos de los narratólogos clásicos (normalmente destinados al análisis novelesco) a los mecanismos de la narración gráfica. Vamos, una cosita manejable. Como me imagino que más pronto o más tarde lo publicaré en algún sitio, ya tendremos tiempo de retomar el tema cuando me halle expuesto a su crítica inflexible ;)
Fin del post autocomplaciente (disculpenme, prometo no volver a hacerlo).

miércoles, febrero 14, 2007

Tres chicas, tres, en la reseña de FHM: las chicas también leen cómics (y los dibujan).

Ya casi ni me acuerdo, pero sí recuerdo (:o) que imbuido por los posts que dediqué a la mujer y el cómic, decidí mandar una reseñita al FHM dedicada a algunas de las "dibujantas" que me habían llamado la atención en el 2006. Las elegidas: Hope Larson, Jessica Abel y Aurelia Aurita. No todas me gustaron en igual medida (de hecho, sólo una de ellas aparecía en mi lista de lo más mejor del año), pero las tres son buenas autoras y una muestra perfecta de la normalización genérica del cómic.

Aquí les dejo la reseña original que mandé a la redacción, que, esta vez, dista bastante de la que se publicó, ya que por motivos de espacio (en prensa el papel es oro y yo soy un rollero profesional) la pequeña introducción que había preparado se quedó fuera y el cuerpo de las reseñas varió ligeramente. Como sé que ustedes son muy completistas y estrictos observadores de la fuente original (comiqueros de pro), les ofrezco la reseñita tal y como surgió de este teclado.
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¡Si Betty Boop levantara la cabeza! La presencia de la mujer en el universo de las viñetas, ha pasado por varias fases desde que el noveno arte hizo acto de presencia allá por el siglo XIX. Las féminas de papel tintado tuvieron, sucesivamente, una presencia testimonial, ornamental, comparsa, erotizada e hipersexual. Es decir, fueron la proyección de los deseos, anhelos y perversiones masculinas. Así fue, al menos, hasta los años 60, cuando de las revueltas del 68 europeo y de la trasgresión underground surgió un grupo de autoras femeninas y feministas que decidió cambiar el estado de la cuestión, el perfil de los personajes, la naturaleza de sus historias y la biblia en pasta.

De aquellas aguas revueltas brotan ahora jardines llenos de flores con páginas protagonizadas y elaboradas por mujeres. En los últimos tiempos la cosecha está siendo espléndida, veamos algunos ejemplos:

Jessica Abel (1969): norteamericana de Chicago. “Dibujanta” de cómics (http://jessicaabel.com/). Surge del ambiente de los minicómics y fanzines. Dueña de un realismo esquemático muy expresivo, crea personajes poliédricos y bien formados. Una de las futuras estrellas del cómic. Última obra publicada en España: La Perdida (Astiberri) (8,5/10).

Aurelia Aurita (1980): francesa de París. “Dibujanta” de cómics. Prácticamente una recién llegada. Su estilo se ajusta a la línea clara minimalista que se suele relacionar con el biográfico “slice of life”. Sexualmente muy explícita. Última obra en España: Fresa y chocolate (Ponent Mon) (7/10). No pregunten qué significa el título, ¡averigüenlo!

Hope Larson (1982): norteamericana de Asheville (Carolina del Norte). “Dibujanta” de cómics e ilustradora (http://www.hopelarson.com/). Su dibujo es todo evocación y lirismo, con un aire de ingenuidad infantil y sencillez visual. Última obra publicad en España: El corcel gris (Dibbuks) (6/10).

martes, febrero 13, 2007

I'm back: el resumen pampero.

Pues sí, ya estoy de vuelta; ahora, a ver si consigo normalizar mi vida, mis aconteceres laborales y este blog. Por de pronto, el viernes tengo una cita con mi destino académico-comiquero que... ya les contaré. Retomemos el hilo de la argentinidad, entre tanto.
Qué decir, me ha encantado aquella tierra, vengo desbordado de experiencias, abrumado por la naturaleza desbordada del país y con la mochila desbordante de energía para intentar superar la resaca de las buenas vivencias. Cómics, menos de los que suponía. Resulta que es tan complicado encontrar tebeos en argentina como lo es aquí (si no más).
Verán, verdad es que en casi todas las librerías podemos encontrar Quinos a destajo (el rey del mambo viñetero por goleada). Incluso resulta sencillo toparse con Maitenas y los ya mentados y comentados Macanudos. El segundo triunfador del globo pampero es Fontanarrosa, también omnipresente. Me he comprado un volumen de su gaucho Inodoro Pereira, la mar de divertido; una especie de Martín Fierro narigudo y filósofo, cargado de argentinismo. Publicado, como tampoco podía ser de otro modo, por Ediciones de la Flor (que en el tema editorial se comen mucha parte del pastel).

Con suerte, uno también puede encontrar en las librerías alguno de los voluminosos tomos naranjas de Doedytores con cosas de Trillo, A. Breccia y Robin Wood (con cuentagotas, eso sí). Alguna edición en pastas duras del Perramus, Enrique Breccia y vale.

Luego están los quioscos, en donde sí es posible encontrar algunas cosillas más que en los de nuestro país (lo cual dinamiza el mercado y la divulgación de obras y autores, sin duda). En un quiosco, por ejemplo, me compré el primer tomo de El Eternauta, el clásico de Oesterheld y Solano López, en la edición de Ediciones Record. Circulaban también el volumen 2 y el 3, así como el de El regreso de el Eternauta, la edición de los 50 años autorizada por los autores y un sinfín de continuaciones, ramificaciones y reediciones entre las que me pierdo (si alguien conoce alguna fuente estructuradora para tal maremagnum, que lo diga ahora o calle para siempre). También en un quiosco me compré algunos de los números de la renacida Fierro, con un nivel más que alto, una nómina de autores que asusta (Maitena, Max Cachimba, Liniers, Carlos Nine, Oscar Grillo-Carlos Trillo, José Muñoz, Enrique Breccia, etc.) y algunos guiños al pasado (como esa portada de Oscar Chichoni del número 3 y el póster del mismo autor que incluyen en el 2, con la primera portada del viejo Fierro; que aquí veríamos años más tarde abriendo el número 20 de la revista Totem).
Tiendas de cómics... miren que me recorrí de arriba a abajo las calles Florida y Corrientes (la que más librerías tiene por metro cuadrado del universo, doy fe); pues nada, sólo me topé con una tiendecita de cómics, la más minúscula a este lado del cosmos, que no tenía nada aparte de lo que ya hemos mencionado (casi menos que en el quiosco de enfrente). Así que, miren por donde, volví con la cesta de cómics tan liviana y ligera, que me la tuve que rellenar de alfajores, oigan.

miércoles, febrero 07, 2007

Macanudazo.

Apenas llegué a Buenos Aires, compré Clarín y La Nación, para comprobar la buena salud de la prensa argentina. Comprobé, a continuación, que no era leyenda, Liniers publica diariamente en el último de los citados. Me acordé de que las recopilaciones de Macanudo en Argentina iban por delante en varios volúmenes de las de Mondadori en España y... Ya saben que en esta bitacorita sentimos debilidad, mucha, por Macanudo, así que me costó poco dar con las tres siguientes entregas de la que probablemente es la mejor colección de tiras de humor en castellano del momento y devorarlas como un poseso.

Me puede la hipérbole, pero no tanto como para afirmar que con los Macanudos (se llegan en el cuarto) he amortizado el viaje; eso sí, considerando la posición de privilegio del euro respecto al peso y lo carísimo que era el primer volumen de Liniers que publicó Mondadori en España, puedo asegurar que me he ahorrado un pico. Pero, sobre todo, me he adelantado a la ansiedad del "lector-compulsivo-que-no-puede-parar"; síntoma que en el caso de Liniers parace habitual y contagioso. Ya saben, es imposible resistir indemne a una sobredosis de Enriquetas, enanitos de colores y pingüinos patagónicos. Se te queda una cara de tonto feliz que no se quita en dos o tres días.



jueves, febrero 01, 2007

ACME Novelty Library, los 17 escalones y subiendo.

Para matar los ratos muertos en este periplo argentino (durante vuelos y viajes interiores, básicamente), me he traído conmigo el volumen 17 de la ACME Novelty Library de Chris Ware; que seguramente encuentren ustedes en alguna tienda de cómics si tienen la suerte o la desgracia de vivir en Madrid o Barcelona. Me entero a estas alturas de que don Chris planea un total de 52 volúmenes para su inclasificable biblioteca, aunque uno no sabe si tomarse literalmente alguna de esas anotaciones, carteles y glosas con las que el estadounidense atiborra el mínimo espacio libre que asoma en sus páginas (me ha hecho gracia la etiquetilla pegada en la contraportada donde advierte que este fascículo dedicado a Rusty Brown no es ni la mitad de gracioso que el anterior, en el que comenzaban sus aventuras).
Creo, sinceramente, que Chris Ware es el autor más importante del momento y el que más y mejor está hurgando entre las posibilidades narrativas aún inexploradas que ofrece el medio. Por eso, le dedicamos a Ware y a su Jimmy Corrigan el primer post real (si omitimos el de presentación) que apareció en esta bitacorita (que reproducía a su vez el primer artículo con el que inicié mi colaboración (como saben ustedes ya terminada) con el Tribuna de Salamanca.
Por otro lado, entiendo parcialmente las críticas que esgrimen los detractores de Ware, cuando le acusan de frialdad aséptica, de un objetivismo forzado y un tanto retoricista o de una autocomplacencia sin límites; es cierto, que a veces Ware es listo de más y le gusta enseñarnos cuanto. Y es cierto que algunas de sus historias se refocilan en un cripticismo innecesario o en una autorreflexividad que de puro posmoderna resulta ofensiva (es el caso de las aventuritas de la abeja en este volumen). Sin embargo, lo que ofrece Chris Ware es tanto y tan bueno, y es tal su habilidad para diseccionar las miserias humanas desde la micro-cámara que remata su bisturí, que cualquier pero parece disolverse en la genialidad del último gran genio de la viñeta (Clowes mediante).
Su dibujo, preciso, perfecto, evocador como una radiografía, tiene mucho que ver; aunque percibo en esta nueva entrega cierta inclinación (intencionada, no me cabe duda) hacia las líneas menos moduladas y perfectas (¿con qué intención última? Nos enteraremos con el tiempo, seguro). Su técnica compositiva, como siempre, brillante, deslumbrante con cada nuevo experimento visual: como esas viñetas flotantes alrededor de la principal o sus diagramas con viñetas interconectadas. La historia: llena de interés humano y enfocada desde la perspectiva de los perdedores (entre los que aparece -¿por vez primera?- en un guiño autorreferencial el propio Ware, como profesor de dibujo insatisfecho).
En fin, que les voy a contar, siempre me pasa lo mismo. Cuando leo algo de este hombre me quedo feliz y me digo, pues sí, un cómic puede ser tan bueno como un buen libro. Y no saben lo que vale eso.

jueves, enero 25, 2007

Rumiko Takahashi. La pequeña gran mangaka.

Una antigua reseñita del Culturas desde Iguazu, para que no se olviden ustedes de que este blog está vivo. Saludos.
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Comenzaremos mencionando dos anécdotas, que tras su aparente intrascendencia, encierran un curioso valor simbólico. Rumiko Takahashi es una mujer pequeña, sin embargo su éxito comercial en el mundo es inversamente proporcional a su tamaño: sólo en Japón, ha vendido más de cien millones de ejemplares de sus obras. No, no es un error de imprenta, han leído ustedes bien, más de cien millones de copias ¿Podríamos concebir un personaje dentro del mundo artístico de nuestro país con un éxito proporcionalmente semejante? Parece impensable, pero desde luego una cifra como ésta da muestra de la importancia de la autora que nos ocupa.
En realidad, para el sector juvenil español de lectores de manga, Rumiko Takahashi no necesita mayor presentación. El éxito de sus obras dentro del mercado nacional de comics japoneses habla por ella: Lamu la chica con poderes, Ranma ½, o Maison Ikkoku, son de sobra conocidos en nuestro país. Precisamente, a esta última dedicaremos nuestras líneas, más concretamente a la reedición de Maison Ikkoku que Glénat emprendió hace unos meses. En 1993, la editorial Planeta-DeAgostini hizo un tímido intento por publicar este manga en España (bajo el título de Juliette Je T’aime), pero apenas se sacó a la luz el contenido equivalente a los tres primeros volúmenes de la nueva edición que ahora consideramos. El proyecto de Glénat es mucho más serio, ya que comprende la cuidada reedición en 10 volúmenes (acaba de publicarse el cuarto tomo), de todo el material concebido por Takahashi para la serie, respetando el orden de lectura japonesa original (se comienza por la última página y las viñetas se leen de derecha a izquierda y de arriba abajo).
Decir que Maison Ikkoku es uno de los comics más divertidos que se han publicado en los últimos tiempos es probablemente el mejor halago que se le pueda hacer. La llegada de un joven estudiante japonés a la pensión Ikkoku, regida por una joven viuda, sirve como punto de partida para toda una serie de enredos y aventuras con un claro trasfondo romántico y una impagable vis cómica. De este modo, cada capítulo crea su juego de tensiones narrativas a partir de los desencuentros constantes entre el joven estudiante enamorado (Godai) y la encargada de la pensión, la bella e ingenua Kyôko; alrededor de estos dos personajes principales, Takahashi conforma toda una galería de “actores” secundarios enloquecidos, cuya intervención en la trama genera los enredos más disparatados.
Sin embargo, limitarnos a la anécdota argumental no haría justicia a los méritos de Maison Ikkoku; el cómic que nos ocupa es mucho más que un típico shonen manga (tebeo japonés destinado a un público adolescente, mayoritariamente femenino). A partir de las ocurrencias propias de la comedia sentimental, Rumiko Takahashi desarrolla una doble vertiente narrativa que oscila entre la comedia de situación y el cuadro de costumbres localista. Cada capítulo de esta serie, es cierto, funciona de modo independiente en términos argumentales respecto a los siguientes, como suele ser habitual en series tan largas. Pese a ello, toda la obra está presidida por unas relaciones lógicas de causalidad, según las cuales, cualquier suceso acontecido en el día a día del Maison Ikkoku es relevante y puede tener consecuencias en el desarrollo de los acontecimientos posteriores. Esta consciencia vital favorece un desarrollo cronológico coherente y, sobre todo, un enriquecimiento progresivo del perfil psicológico de los personajes a los ojos del lector; hecho favorecido por la acumulación de peripecias y reacciones cotidianas. A medida avanzamos en la lectura de Maison Ikkoku, nos encariñamos irremediablemente con unos personajes que con el transcurso de las páginas, acumulan a partes iguales defectos y virtudes que los hacen cada vez más humanos y cercanos a nosotros.
Así, aunque Rumiko Takahashi proceda de una cultura que nos es absolutamente ajena, resulta difícil no sentirse identificado con muchas de las vivencias y quebrantos de sus personajes. Tal vez sea porque esta pequeña gran autora a la que en Japón consideran la reina del manga, sabe pulsar esas teclas íntimas del espíritu humano, las que no dependen de lenguas, ni de fronteras, las que tocan la esencia de los sentimientos universales y nos hacen a todos iguales.

viernes, enero 19, 2007

¡Al rico voltio pampero!

Pues eso, que durante unas semanitas me voy a recorrer la Argentina con el corazón henchido de mate y el coco abierto a nuevas vivencias. Los efectos colaterales de tamaño goce, como ustedes entenderán, afectarán casi seguro a las actualizaciones de este blog. Intentaré, no obstante, escribir entradas al menos una vez por semana y recurriré a algunos articulillos del Culturas de esos con que a veces les martirizo.
En todo caso, prometo hacer acopio de Patoruzús, Oesterhelds, Breccias y más Breccias, como para rellenar de reseñas, homenajes y palabrerías los próximos meses (autoridades aeroportuarias mediante). ¡Palabrita del niño gatuno! Pórtenseme bien, boluditos.
PS. En el entretiempo, léanme algo:
La historia del cómic en Argentina (datos a tutiplén, vínculos y más vínculos).
Impresionante página dedicada al cómic argentino y la dictadura (artículos de Federico Reggiani, Alejo Steimberg, etc.)
Más sobre la historieta argentina (página virtuosa de visita obligada).

miércoles, enero 17, 2007

Howard "underground" Cruse

Llevo unos días como niño con zapatos nuevos. Entre que la señorita Iru (una de las blogueras más molonas del mapa internáutico) me ha mandado el muy divertido último número de Malavida y que acabo de recibir un envío de tropecientosmil comix underground ganados en ebay con el sudor (poco, todo sea dicho) de mi tarjeta, no me dan las horas para leer viñetas.
El caso es que entre los diversos lotes de comix underground que he recibido, hay sorpresas gratas y gratísimas (como algunos de los primeros trabajos de Corben o clásicos del cómic feminista como Twisted Sister). Iré desglosando sus excelencias a lo largo de los próximos meses desde este puesto de guardia. Hoy por ejemplo, quiero hablarles de Howard Cruse, uno de los autores de moda en España debido al éxito de la edición de su Stuck Rubber Baby (que ha aparecido en muchas de las listas de lo mejor del 2006). ¿Sabían ustedes que el señor Cruse viene de la etapa del underground?
Pues sí señores, desde comienzos de los 70 publica nuestro amigo sus Barefooz Funnies, una muy divertida y estimable serie underground, que, después de aparecer en tiras en diversas publicaciones durante varios años, se compiló —si no me equivoco— en los tres comix-books que nos ocupan (entre 1975 y 1979). Lo cierto es que el tono alegre y humorístico de Howard's Cruse Barefooz Funnies fue recibido con recelo por los lectores habituales del underground. A saber, un cómic protagonizado por unos personajes más cercanos al cartoon disneyano que al trazo nervioso y feísta underground y unas historias cortas (tiras primero, luego, una o dos páginas) desenfadadas y divertidas, no eran lo que esperaban los lectores habituales de Zap, por poner un ejemplo (el propio autor se "vengaría" de todos aquellos que le acusaban de hacer dibujos "simpáticos", con la contraportada del tercer y último comix-book de Barefootz Funnies).
El caso es que Barefootz Funnies, sin embargo, sí que encierra algunas de las constantes habituales del underground, matizadas por ese aire infantil que caracteriza a toda la serie. En muchos de los capítulos, por ejemplo, existe un indudable surrealismo salpimentado por la psicodelia lisérgica del momento. Además, en la recreación de los personajes, Howard Cruse introduce indirectamente bastantes de las preocupaciones del momento hippy y post-hippy: Barefootz (protagonista de la serie, jovencito cabezón enfundado en un traje y siempre sin zapatos; de ahí el título) es el remedo ficcional de un antiguo compañero de piso de Cruse, un espíritu libre, y es nuestra guía por el mundo loco que habita. Dolly (la amiga íntima de Barefootz) es una chica joven y liberal, que pasa de unos inicios plagados de dudas existenciales a una exhibición libidinosa de su libertad sexual (en la que incluye su deseo por el propio Barefootz); logicamente, muchos de los planteamientos de Dolly coinciden con las dudas e inquietudes postuladas por el movimiento feminista, muy activo durantes esos años. Headrack es el tercer personaje humano habitual de la serie: un pintor en búsqueda constante de la inspiración, un personaje que va adquiriendo fuerza según avanzan las historias, para en el segundo comix-book declararse abiertamente gay, en el memorable manifiesto de reivindicación sexual que es "Gravy On Gay" (en el número 2); desde ese momento, Hedrack es sin duda un vocero y alter-ego del propio Cruse como artista y como personaje gay.
Además de los seres humanos, la casuística de los personajes y situaciones ilógicos que conforman el mundo surreal de Barefootz funnies, encierra personajes esenciales como las cucarachas parlanchinas que conviven fraternalmente con Barefootz y que, en sus palabras, suelen reflejar el sentir colectivo de la sociedad hippy y su ideario comunal. Bajo la cama de Barefootz vive Glory, una suerte de ser fantástico ("a mysterious entity called Glory who made a giant frog materialize from underneath my protagonist's bed") con extraños poderes que parecen representar los efectos de las drogas lisérgicas en el organismo, y que Glory reparte a voluntad entre todo aquel que se asoma bajo la cama.
Todo ello con un tono desenfadado y muy divertido, como hemos señalado anteriormente, que va aumentado los ingredientes más trasgresores (la presencia del componente sexual, la evidencia de los efectos de las drogas, el compromiso social) según avanza la serie. También la faceta gráfica evoluciona con las historias sucesivas y vemos en las últimas (sobre todo en algunos personajes secundarios) un dibujo más cercano al que caracterizará a otros trabajos de Cruse (como Wendell o Stuck Rubber Baby).
Reconozco que reseñar con esta alegría y regocijo un cómic con una disponibilidad tan restringida como la de éste, puede sonar a tomadura de pelo, así que toménselo como una curiosidad anecdótica. Una rareza de esas que gustamos en esta casa. Quizá algún día alguien se anime a publicarlo por aquí y podamos compartir el gozo dicharachero que nos inunda, quién sabe.

lunes, enero 15, 2007

Una de trapenses, paises bajos y líneas claras.

Me disculparán por la ausencia. Regreso de un tour por algunos de los países miembros del Benelux y territorios anexos, y lo hago con una barriga cervecera que parece cobrar vida propia por momentos. De hecho, escribo desde la felicidad del borrachín, porque -aunque nada tenga que ver con los cómics- les confieso que he cumplido uno de mis sueños más viciosos y perversos: probar la séptima de las trapenses, la imposible, la mítica Westvleteren (impresionante la 12).
Comprendan la emoción. Por otro lado, Bélgica y su capital en particular, sí que tienen mucho que ver con los cómics. No nos vamos a poner ahora y aquí a hablar de la línea clara y las escuelas (líneas editoriales, más bien) de Bruselas (Editions du Lombard) y Charleroi (Editions Dupuis), ni de los grandes nombres que forman ya parte de la historia del cómic; ya hay suficientes blogs dedicados a ello, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras. Nos interesa más bien referirles cómo Bruselas y los belgas viven y respetan el cómic. Cada vez que me acerco allí, me admira la devoción enorme que ese pueblo muestra hacia el séptimo arte y sus creadores. Como ya sabrán, en Bruselas podemos visitar el "Centre Belge de la Bande Dessinée" (el museo del cómic más famoso del mundo; donde es posible encontrar originales de Hergé, Alex Raymond o Hal Foster); existen numerosas tiendas de tebeos por toda la ciudad e incluso una dedicada en exclusiva a Tintín. Pero es que, además, muchas de las fachadas bruselenses están decoradas con grandes murales dedicados a artistas reconocidos de la línea clara (servidor tiene debilidad por el del gran Chaland, que además está en la misma calle que dos ilustres cervecerías locales). Es decir, que existe toda una ruta de la Bruselas del cómic ("les parcours BD"), que nos permitirá disfrutar durante unas horitas de algunos de los nombres ilustres en éste vicio común que compartimos.
Todo un gustazo que pueden ustedes rematar con una buena abadía entre las mas de 2000 cervezas que oferta el Delirium Café o una lambic en el Mort Subite (ninguno de los dos demasiado lejos de la Grand-Place). Lo dicho, a saborearlo.

martes, enero 09, 2007

Reseñita para FHM: Paul y Rabagliati.

Sin que sirva de precedente, voy a ser breve; y es que no merece la pena ahondar en las excelencias de un cómic sobre el que ya hemos hablado largo y tendido, así que me limito a soltaros la mini reseña jocosilla mensual para el FHM tal y como se la envié (en esta ocasión, muy similar a como se ha publicado, todo sea dicho). Por cierto, saludos a los amigos de la redacción, la más entregada y divertida de este lado del océano.
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Os proponemos un buen cocktail para las frías tardes de invierno: una editorial novel (Fulgencio Pimentel), una edición primorosa (la de Paul va a trabajar este verano) y un género muy celebrado en los últimos tiempos, el “slice of life” (es decir, historias cotidianas, de gente ordinaria); costumbrismo puro y duro que, aunque parezca increíble, puede ser tan divertido como este cómic de Michel Rabagliati.
Nos situamos: un jovenzuelo ciclotímico se busca un curro como monitor estival para sacarse unos duros. Por el camino, descubre la naturaleza, se descubre a sí mismo y, como no podía ser de otro modo, descubre el amor. ¡Como la vida misma! ¡Que levante la mano el que no se sienta un poquito reflejado en nuestro amigo Paul! Y es que, después de todo, ¿quién no se ha encontrado alguna vez un mapache en su tienda de campaña después de un paseo por los frondosos bosques canadienses? Lo dicho, el pan nuestro de cada día.

viernes, enero 05, 2007

Adiós Eisner (segundo aniversario)

Se cumplen ahora dos años de la muerte de Will Eisner, el último gran nombre de la historia del cómic (con permiso de Robert Crumb). Recuerdo el pequeño-gran shock que supuso la noticia en los caladeros comicográficos. De hecho, se hablo de ello incluso en mares ajenos a la viñeta (menos de lo que se hubiera debido hablar, eso sí). Recuerdo que desde El Culturas me pidieron un artículo con recorrido vital, repaso de méritos y valoración de su influencia en el medio (más o menos).
Se me amontonaban las ideas, el descubrimiento mágico de The Spirit, la asunción de haber encontrado algo nuevo cuando leí A life Force (probablemente el primer cómic que me compré en inglés), los primeros asaltos al discurso desde un punto de vista académico gracias a sus El cómic y el arte secuencial y La narración gráfica; joder, que no podía pensar en cómics sin tener a Will Eisner rondando por ahí. Vamos, que no fue ese típico chispazo amarillista de "mira, se ha muerto mr. x"; de un modo u otro, la muerte de Will Eisner me afectó personalmente porque tocó en fibras de mi pasado. Por eso, ahora, quiero ahondar en el homenaje y recuperar aquel artículo del domingo 9 de enero de 2005 y plantárselo aquí a ustedes. Dos curiosidades: una, adjunto la portada del suplemento cultural del Tribuna (la necrológica comicográfica fue protagonista ese fin de semana); dos, la imagen de P'Gell de la portada es la de una serigrafía firmada por el propio Eisner con la que me hice vía internautica, para que nunca se me olvidara lo mucho que me gustan los cómics, Eisner y sus/las mujeres fatales. Un saludo.
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No podía empezar el 2005 de un modo más triste para los amantes del cómic: seguramente, para el gran público el nombre de Will Eisner no diga demasiado; del mismo modo, suponemos que su muerte tampoco será primera plana en los principales periódicos mundiales, sin embargo, para los lectores de The Spirit o de Contrato con Dios, la desaparición de este neoyorquino genial oscurece para siempre una de las páginas fundamentales de la historia comicográfica.
Dibujante y guionista desde la segunda mitad de los años 30, Eisner alcanzaría el primer peldaño de su gloria artística con la creación de uno de los personajes emblemáticos de la historieta: The Spirit (cuyas obras completas están siendo publicadas por Norma bajo el título Los archivos de The Spirit). El aventurero enmascarado hace acto de presencia por vez primera en las páginas dominicales de un 2 de junio de 1940. Denny Colt, alias Spirit, rompía los moldes del héroe al uso en aquellos años dorados del cómic americano: no tenía grandes poderes, escondía un perfil de galán fracasado y casi siempre era el último en enterarse de lo que pasaba a su alrededor. Contaba sin embargo con una baza única a su favor: el talento infalible de Will Eisner.
Muchas páginas se han escrito acerca del estilo ágil y brillante de Eisner o sobre su aguda ironía en el análisis de las relaciones humanas y sociales; muchos han sido los que han bebido de su magisterio creativo, pero ningún halago hará justicia a su enorme aportación al medio. Probablemente desde Winsor McCay y su Little Nemo in Slumberland, 30 años antes, el lenguaje de la narración gráfica no había dado pasos tan firmes hacia su futuro artístico, como haría con The Spirit. Eisner inaugura, sin ir más lejos, el concepto de página como unidad narrativa. Desde ese momento, la página no se limitará a enmarcar filas de viñetas alineadas horizontalmente: las de The Spirit (sobre todos sus portadas) abrieron un abanico de posibilidades gráficas, juegos icónicos y bromas formales, que ayudaron a muchos autores de comics a descubrir el enorme potencial de un medio, a estas alturas, aún balbuciente.
El propio Will Eisner colaboraría en pro de ese activismo didáctico durante sus largos años como profesor en la New York School of Visual Arts y en la Nova University de Florida, desde los años 70. Tiempo después, una parte importante de su erudición acerca de los mecanismos gráfico-narrativos llegaría al gran público a través de dos lúcidas obras teóricas: El cómic y el arte secuencial (1985) y La narración gráfica (1998); las dos publicadas en nuestro país por Norma Editorial. Como sucede con su obra puramente artística, estos dos estudios sintetizan la enorme capacidad de Will Eisner para conjugar la profundidad conceptual con una visión lúdica del arte, que garantiza buenas dosis de entretenimiento al lector.
La misma diversión que Will Eisner nos regala incluso en sus obras más trascendentes, como en sus grandes “novelas gráficas” (término ideado por él mismo). En 1878 publica Contrato con Dios (ya un clásico, su lúcida introspección social de la sociedad americana de los años 30), y a partir de entonces no deja de demostrar que es uno de los grandes en cada una de sus entregas: A Life Force (1979), El soñador (1986), El edificio (1987), etc. Así lo atestigua, igualmente, la creación en su honor en 1988, del más prestigioso de los galardones que se pueden otorgar en el cómic estadounidense, los Premios Eisner.
Hoy, casi todos estos apuntes biográficos, apenas esbozados desde nuestra admiración, han pasado a formar parte de la historia: la historia del arte con mayúsculas, la pequeña-gran historia del cómic, la historia de un artista que acaba de dibujar la última viñeta de su novela gráfica vital y, por supuesto, nuestra historia, la de los lectores que le admirábamos. Gracias por todo, maestro.

martes, enero 02, 2007

Un paseo de cómic por el 2006 (y VII): el LISTÓN

Ante la demanda exigente y pertinaz de los fans y debido a las muchas misivas recibidas de manos de los muchos millares de lectores del blog, hemos tenido que claudicar y, sí, ofrecer una de esas temibles (por su carácter impredecible y dogmático) listas de "lo mejor de". Lo mejor del 2006, en este caso, desde luego. Una forma paradójica de elegiaco elogio la de comenzar el nuevo año rememorando el viejo, pero, que quieren, en el fondo todos somos un poco nostálgicos (cuánto más después de haber leído, tan recientemente y abusando del tiempo vacacional, a clásicos como nuestros cercanos Krazy Kat y Little Nemo. Pelillos a la mar, lo que más gustó el curso pasado en este blog fue (sin orden ni concierto numérico):
- Ganges (Sins Entido), de Kevin Huizenga: por su osadía formal, por su frescura conceptual, por ofrecer más de lo que promete a simple vista y por tener como dueño y gestor a uno de los jóvenes valores más prometedores del cómic actual, nos gusta Ganges y no podemos esperar a que Kevin reaparezca en nuestro país con su Curses.
 - Macanudo (Mondadori), de Liniers: lo más recomendable e ingenioso del humor comicográfico actual (y, quizás, no sólo en castellano). La recopilación de las tiras que Liniers ha ido publicando en La Nación durante los últimos años ya está en España (con la segunda entrega anunciada para febrero). Uno de esos cómics para regalar y quedar (siempre) bien. El que no se ría con Liniers es que no tiene boca.
- Los años oscuros (Edicions de Ponent), de Santiago Valenzuela: última entrega del primer arco argumental de las aventuras del Capitán Torrezno. Sólo por eso ya merece su mención entre "lo más mejor" de este 2006. Verborreico en exceso frente a episodios precedentes, Los años oscuros, sin embargo, ejemplifica a las claras la imaginación desbordada de su creador y pone un punto y aparte a una de las grandes series épicas en viñetas de los últimos tiempos. Abre, así mismo, un nuevo episodio en la poco explorada experimentación interdiscursiva que permite el discurso comicográfico; por todo ello, aquí debe estar. 
- La Perdida (Astiberri), de Jessica Abel: seguramente, la autora indy más comentada y reseñada de este año. Su obra magna es ésta y la edición de Astiberri no ha defraudado. Estilísticamente, en la línea del realismo sobrio de Mazzucchelli, La Perdida arranca como un cómic bañado del slice of life, para terminar convertido en un thriller barriobajero de mafias centroamericanas y amistades defraudadas. Todo un culebrón de prestigio lleno de buenos momentos narrativos.

- Paul va a trabajar este verano (Fulgencio Pimentel), de Michel Rabagliati: hablando del slice of life... Tras la aparente intrascencdencia de la anécdota argumental, Rabagliati construye una honda reflexión existencial acerca de la vida, el paso del tiempo y el abandono de la ingenuidad juvenil. Como, en el fondo, se trata de temas universales y vivencias por las que todos hemos pasado, no hay fibra sensible que resista impertérrita a la andanada sentimental del canadiense; y eso tiene su mérito, que duda cabe.
- Bardín, el superrealista (La Cúpula), de Max: decir que el dibujo de Max es irresistible hasta la hipnosis, no sorprende. Pero es que, además, el conjunto de historias recopiladas bajo esta preciosa e impecable edición de La Cúpula, muestran una coherencia intelectual y un caudal reflexivo, que nos podría llevar a pensar que Max (detrás de su ironía abiertamente humorística) ha engendrado un nuevo género comicográfico: el del ensayo "enviñetado"; divertido, encima.
- Inverosímil, o como perdí mi virginidad (La Cúpula), de Jeffrey Brown: no se dejen engañar, aunque, efectivamente, Jeff Brown dibuja tan mal como parece, sus cómics sorprenden por su pericia narrativa y su capacidad de enganche. Ese emblema de la independencia fanzinera y la edición de mini-cómics que es Jeff Brown, cuenta entre sus méritos con el de la sinceridad imantada y contagiosa; consigue atraernos hacia su mundo privado hasta lograr que nos identifiquemos con las cuitas y miserias biográficas de un treintañero estadounidense de ascendencia grunge-indolente. Todos somos Jeff, gracias al señor Brown.
- Caricatura (La Cúpula) y Ice Haven (Mondadori), de Daniel Clowes: una mención al autor del año, que en realidad son dos, y las dos en puestos de honor. Valga Caricatura, como muestrario del universo clowsiano, ese mundo poblado por infelices, almas desubicadas y personajes de pesadilla interior; un mundo tan dislocado como coherente según las claves narrativas de su autor, una de las personalidades del cómic en las dos últimas décadas. Ice Haven, representa la concreción de una de esas anécdotas que se reparten por su obra. En este caso una con protagonismo coral e ínfulas claramente experimentales; en el plano de lo estilístico, obviamente, pero también por lo que respecta a la técnica narrativa e incluso por lo que tiene de trasgresión de las convenciones del medio. Por todo ello, thanks Mr. Clowes!